Control: un cuerpo, dos almas...

By leisydiaz14

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«¿Cómo deshacerse de un monstruo del que te has enamorado?» *-* "The Bible Killer" pasó a la historia como un... More

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By leisydiaz14

"Ahora ya no cabía duda: se trataba de un asesinato planeado hasta el mínimo detalle."

Asesinato de calidad, John le Carré 

CRISTEL

Es de noche. Miro a través de la ventana como Erwan ayuda a Kyan a cargar con el cadáver del hombre que asesinó esta tarde: un pedófilo, que novedad. El pelirrojo lo lanza con fastidio en el maletero del auto y se cruza de brazos. Está molesto. Kyan lo ignora y camina en dirección a la puerta del conductor.

—¿No me vas a preguntar qué me pasa? —leo en los labios de Erwan. Están lo suficientemente lejos como para no escucharlos.

Kyan se detiene y pone los ojos en blanco. Se saca un papel del bolsillo y, sin mirarlo, se lo lanza.

—La próxima víctima es una chica. —inquiere y el pelirrojo reprime una sonrisa— Se dedica a infiltrarse en los colegios como una alumna, para incitar a los demás estudiantes a entrar a la Deep Web. Específicamente a una página en la que matan personas en vivo.

—No veo que eso sea un gran crimen. —Erwan baja las comisuras de sus labios.

El chico de ojos grises toma una respiración profunda antes de volver a hablar.

—Todas esas personas a las que ella incita, en algún momento, se convierten en víctimas y son asesinadas. —Erwan asiente.

Kyan se gira y le dice algo más, pero eso ya no soy capaz de entenderlo ya que no puedo verle los labios en esa posición. Parece que, sea lo que sea que le dijo, a Erwan le gustó, porque su sonrisa se ensancha aún más. Ambos suben el auto cuando terminan de hablar.

Observo satisfecha como el vehículo desaparece calle abajo.

Alzo las manos para estirarme, sintiendo que todo por fin está en el lugar que le corresponde.

Me encamino hacia el sótano luego de quedarme sola. Bajo las escaleras y enciendo la luz con mi paso. El hombre dentro levanta la cabeza al sentirme llegar y me hace una mueca. Sus muñecas se encuentran atadas a cadenas en el techo, sus piernas tocan el suelo por muy poco, su cuello tiene un aro de metal con pinchos a su alrededor, que duele cada vez que traga —o eso creo, nunca lo he probado— y su boca se encuentra cubierta por un bozal.

—Buenas noches, Dr. Hunter. —exclamo con ironía— ¿Cómo le va la vida?

Puedo sentir la rabia que siente hacia mí a través de su mirada.

—Perdón, había olvidado que no puede hablar. —me acerco a él con las manos en mi espalda y la cabeza ladeada— Pero tengo algunas preguntas que hacerle y necesito que sea completamente sincero. ¿Lo será?

El hombre no hace ningún gesto en señal de respuesta, en cambio, continúa fulminándome con su mirada.

—Venga, no quiero lastimarlo. No es mi objetivo. Le quitaré el bozal. Solo tiene que responderme unas preguntas y ya. —insisto. No me responde. Dejo escapar un largo suspiro— No quería llegar a esto, pero... sino quiere que los dos monstruos que viven conmigo le entierren vivo, más le vale hacer lo que digo.

Alejo el bozal de sus labios y me giro para colocarlo sobre la mesa.

Lyse. —exclama y mis pasos se detienen— Desátame.

Me doy la vuelta y dejo caer el bozal al suelo. Comienzo a caminar en su dirección nuevamente con la mirada fija en él. Percibo como forma una sonrisa en sus labios cuando lo tengo cerca. Levanto mis manos con lentitud, acercándolas a las cadenas, sintiendo el desespero en su mirada. Mis dedos juegan con el cierre.

Bajo las manos de nuevo y las coloco detrás de mi espalda.

—¿Qué haces? ¡Desátame! —exclama con fiereza.

—¿En serio creías que iba a caer en ello? —dejo escapar una sonrisa sarcástica.

—Es imposible...

—Si hubiera pensado que podría hipnotizarme, no le hubiera quitado el bozal, doctor.

Nos mantenemos las miradas por unos segundos hasta que la suya flaquea.

—No eres Leah. No eres Luana. —medita en voz baja con el ceño fruncido— A ellas las hipnoticé y es imposible resistirse a mi control. —ladeo la cabeza, interesada en sus observaciones— Entonces... ¿quién eres tú?

Una sonrisa victoriosa se forma en mis labios. Lo agarro del cuello, lo acerco a mí y susurro en su oído.

—La próxima vez que intentes controlar a alguien. —mi voz está llena de arrogancia— Asegúrate de que no haya estado años esforzándose por controlar a sus propios demonios.

—¿Qué?

—No me digas que, a estas alturas de la vida, no me reconoces. —me enderezo y lo miro directamente a los ojos— A fin de cuenta, eres la única persona que conoce mi existencia.

Sus ojos se abren entre el terror y el asombro.

—Tú... —escruta.

—Y aquí va la primera pregunta para ti. —alejo cualquier rastro de calidez de mi rostro— ¿Por qué dejaste que mi padre cargara con todos tus asesinatos, cuando se suponía que solo cargaría con el que yo provoqué?

Este es el momento que tanto he estado esperando. Porque sí, lo confieso: desde el principio de la historia, tú, lector, has sido controlado y manipulado por mí.

Yo, la protagonista de esta historia, he jugado contigo.

No Leah, no Luana, sino la mente maestra detrás de ambas, la real, la unificación de almas y la que conoce la verdadera historia.

Esa he sido yo: Cristel Kretschmann.

Ya lo habrás escuchado antes cuando contaba la historia falsa que creé para ti. Porque si fui capaz de crear a Luana en mi mente, ¿por qué no también pude hacer lo mismo con Leah?

¿A qué no esperaste esa jugada?

Admito que voy a disfrutar de tu cerebro haciendo corto circuito en estos momentos. No te puedo juzgar por eso. Hasta yo misma me desorientaba en mi cerebro perdida entre tantas identidades, tantos recuerdos... fue un trabajo duro, pero no imposible.

Leah Blake no es más que esa versión de mí que creé para gustarle a todo el mundo. Si bien, te hice creer que me había cambiado el nombre para que nadie me reconociera como la hija de un asesino serial, solo lo hice para no confundirme a la hora de identificar a mis personalidades. No podía tener a otra Cristel viviendo conmigo. Mi plan habría fracasado con el mínimo desliz que cometiera por culpa de mi enfermedad.

Tener esquizofrenia desorganizada no es nada bonito.

A veces perdía la cabeza. Tenía delirios y creaba alucinaciones en mi mente, como lo fue Luana en su momento, originada desde aquel día que me colé en el despacho de mi padre para buscar los dulces que me había quitado por portarme mal.

Mientras registraba las gavetas de su mesa, una imagen llamó mi atención. Era una niña de cabello marrón que no tendría mucho más de mi edad en aquel entonces y que portaba una mirada muy peculiar. Tenía los ojos de colores distintos: uno azul y otro color café.

Cuando giré la foto, había palabras escritas en ella. Tenía seis años y apenas me sabía el abecedario. Así que me llevé la imagen —junto con los dulces que logré encontrar— y en la calma de mi habitación, descifré lo que decía:

"La imagen que te prometí de tu hija. Tanya no sabe que te conozco. Su palabra clave es Luana. Firmado: Hunter O'Dherty".

Tanya era mi niñera. Fue una persona importante en mi crecimiento. Se marchó cuando yo tenía 5 años. Recordaba poco de ella, pero su nombre era algo que no olvidaría. No tenía claro cuál era su relación con todo esto y no me importó en ese momento. Lo único que captó por completo mi atención, era que tenía una hermana. Yo, que no conocía a otros niños y que nunca tuve nadie con quién jugar, tenía una hermana llamada Luana.

Desde ese día, mi hermana mayor e imaginaria nació.

Viví los cuatro años siguientes en completa armonía con Luana. Ni siquiera yo sabía que era una alucinación. La enfermedad no me permitía verlo. Mis padres nunca lo negaron, tenían miedo de que yo pudiera tener un ataque si me llevaban la contraria.

No fue hasta que, en la noche anterior del cumpleaños de la hermana que yo creé, Tanya —mi niñera— visitó a mi padre y tuvieron una discusión. Yo estaba escondida en las escaleras, escuchando todo.

—No sé cómo demonios te has enterado de que tuvimos una hija, pero no tienes el derecho a reclamar su custodia cuando, claramente, nunca estuviste ahí para ella. —exclamó Tanya con un tono rabioso en su voz. Desde mi posición, solo pude ver su cabello castaño ondeado hasta la cintura y su atuendo: falda gris y blusa oscura de mangas largas.

—Si hubiera sabido de su existencia, créeme que habría estado. —esa había sido la voz de mi padre.

—Nunca habrías dejado la familia que tienes —inquirió la mujer y abrió los brazos— por la hija que tuviste con tu amante.

—Por supuesto que no. Cristel me necesita.

—Lo sé. —masculló mi niñera— Por eso le evité este disgusto a ella y a Savvanah, ocultando la existencia de mi hija de ti.

—Es mi hija también. Lleva mi sangre.

—¡Ni se te ocurra decir eso de nuevo! —su tono de voz se quebró— Tuve que dar a luz a mi hija en una bañera porque no tenía a nadie que me llevara al hospital. Me maté trabajando aquí los años que pude mientras la dejaba al cuidado de su hermano mayor, que en aquel entonces era solo un niño, para ahorrar lo suficiente y así marcharme de Beaufort. Hice hasta lo imposible para que esa niña no tuviera nada que ver contigo. Así que no me vengas ahora con esa gilipollez.

—Habla más bajo. —masculló mi padre entre dientes— Mi mujer o Cristel se pueden despertar.

—No vuelvas a decir estupideces.

—Hablemos en otro lugar, por favor.

Mi padre le informó que iba a buscar las llaves del auto a la habitación. Yo corrí de vuelta a mi cuarto antes de que pudiera verme. Me escondí detrás de la puerta y me quedé con la mirada fija en el regalo de Luana.

—Cristel sabe que esa mujer es una mentirosa. —comencé a recitar en un tono bajo para mí misma— Cristel sabe que Luana no es su hija y que su padre nunca le fue infiel a su mamá. Cristel no puede permitir que ella destroce la felicidad de su familia, todo estaba bien hasta que ella apareció frente a su papá. Cristel debe hacer algo para que su familia no sufra.

En ese instante, el televisor que estaba encendido, comenzó a transmitir la noticia de que un nuevo asesino serial había hecho estadía en Beaufort, le llamaban The Bible Killer. Usaba un martillo para acabar con sus víctimas y luego dejaba una biblia abierta al lado del cadáver con el arma homicida sangrante encima.

No sé cómo pasó exactamente, solo sé que en un momento estaba con la cabeza ladeada mientras escuchaba las noticias y al siguiente, tenía un martillo en mi mano y estaba aplastando la cabeza de mi niñera. Era una niña y no conocía las consecuencias de lo que estaba haciendo. Ni siquiera sabía por qué había tomado la biblia de mi madre y hube imitado lo que vi en televisión. Supongo que creí que era el procedimiento correcto cuando se asesinaba a alguien.

Estaba molesta por todas las mentiras que esta mujer había dicho y por haberme obligado a hacer algo como eso. Esa noche era el cumpleaños de mi hermana y ahora estaba arruinada. Me devolví a mi habitación pensando en ello sin parar.

De pasar tanto tiempo en mi cabeza, olvidé lo que había pasado y volví a bajar como si nada hubiera ocurrido, con el regalo en la mano para dárselo a mi "hermana". Ahí vi a mi padre con el martillo ensangrentado a un lado y los ojos de la mujer inertes, mirándome fijamente.

Asocié su rostro al de Luana, al ser madre e hija tenían rasgos muy similares, y creí que mi padre había matado a mi hermana. Luego de eso, ocurrió todo lo que ya saben.

Mi mente había jugado tanto conmigo que, en cierto punto, no podía distinguir lo que era real y lo que no. Entonces, nació Luana, mi segunda personalidad.

Hablábamos a través del espejo y ella me decía que no tenía que preocuparme, que ella guardaría toda la maldad que yo tenía para que no sintiera culpa por las cosas que hice o que haría, porque mi enfermedad no tenía límites ni barreras a la hora de hacer lo que le apetecía.

Pero yo aún tenía delirios, a veces los recuerdos volvían a mí como dagas, estaba entrando en un bucle de locura insana que necesitaba detener.

Fue entonces cuando decidí crear a Leah, la chica inocente.

Si Luana existía para llevarse todo lo malo, también podría existir una personalidad buena que no tuviera recuerdos malos de su infancia ni de su enfermedad.

Me esforcé un montón para que ella tomara vida propia. Le dije a mi madre que ahora me llamaría Leah Blake, ya que no quería tener nada que ver con mi padre, ni siquiera su apellido o el nombre que él me había dado. Creé un diario con los rasgos de la personalidad que quería que tuviera Leah, los estudié, practiqué, noche tras noche, hasta que un día, ella nació y yo pude dormir en paz.

Leah nunca me notó y Luana hacía lo posible por protegerme.

Leah iba a la universidad y Luana mataba cada que le apetecía.

Leah hacía amigos y Luana acumulaba enemigos.

Ellas vivían mientras que yo, movía los hilos para que nunca se supiera la verdad.

Años de práctica a través de mis personalidades me enseñó a comprender mi enfermedad y aprender a vivir con ella sin surtir sus efectos secundarios.

—¿Eres Cristel? —pregunta Hunter, incrédulo— Luana me dijo que tú fuiste quién mató a Tanya y que tu padre tomó la culpa por ti.

Sonrío.

—Ya que no te veo interesado en responderme la primera pregunta, aquí va la segunda. —bajo la mirada y comienzo a jugar con mis dedos— ¿Dónde está mi hermana?

Porque en esta historia, hay más de un secreto.

Un día, mientras vivía tranquilamente en Beaufort, Leah vio un anunció en Internet sobre un psicólogo que eliminaba recuerdos, llamado Hunter O'Dherty y recordé que había visto su nombre años atrás como el remitente de la foto de mi hermana que le había llegado a mi padre.

A partir de ese momento, un nuevo objetivo nació en mí: encontrar a mi verdadera hermana. No a la que hube creado y que estaba muerta, no a mi segunda personalidad, sino a la chica de la foto.

Y solo había una persona que conocía su ubicación.

Así que, impulsé a Leah a tomar la carrera de psicología en la ULB para que se mudara a Alemania y tener al psicólogo cerca. Yo era la que llamaba a Leah con el número de nuestro padre, el cual yo misma cambié y programé, la que envió la caja con el nombre de The Bible Killer y le dijo que no podía olvidar a su hermana. Esa era yo alterando la estabilidad emocional de Leah para que cuando alguien se acercara a ella, ofreciéndole la oportunidad de eliminar recuerdos, lo tomara sin pensárselo mucho.

Cuando Leah fue a la primera consulta, usé esa oportunidad para inspeccionar el lugar y tener ubicados los posibles lugares en los que Hunter guardaría información de mi hermana y si la casa tenía algún tipo de seguridad. En la noche, regresé e inspeccioné la casa de Hunter mientras este dormía. Descubrí un archivo en el que había una lista de personas, con fotos de cada una, y una palabra encabezando cada perfil.

La imagen de Kyan, venía acompañada de la palabra Sombe; la de Nikolina —que en ese momento no sabía de quién se trataba— tenía la palabra Nina; la de mi hermana estaba junto a su nombre Luana y, por último, había una foto mía sin nada escrito.

Me di cuenta por Kyan, que la palabra de cada archivo no correspondía con el nombre de la persona. Sin embargo, el de Luana estaba ahí. Algo se encendió en mi cerebro en ese instante: ¿Y si todo este tiempo hube estado buscando a una persona que ni siquiera se llamaba así y ese nombre había sido como un apodo o algo más?

No podía saberlo si no investigaba más.

Decidí incitar a Leah para que volviera a la consulta con Hunter y así intentar sacarle información, no obstante, cuando el psicólogo hipnotizó a Luana y a Leah, perdí el control sobre ambas. Las chicas soltaron todo lo que el tipo quería saber y yo no pude impedirles hablar. Les hizo preguntas rutinarias, nada fuera de lo común, hasta que soltó esto:

—¿Podrías relatarme qué fue lo que sucedió la noche en que tu padre asesinó a Tanya e imitó el método de The Bible Killer?

Me quedé de piedra. ¿Cómo él sabía quién era mi padre? ¿Cómo sabía siquiera que mi padre no era aquel asesino serial? ¿Cómo era consciente de que había sido una imitación? ¿Y para qué demonios quería él saber lo ocurrido aquella noche?

Estaba tan sorprendida que no pude evitar que Luana soltará toda la verdad. Le contó que yo había sido la verdadera culpable y que mi padre se había entregado por mí. Ese hombre se había convertido en mi enemigo número uno. Conocía más que nadie sobre mí.

Volví a la realidad cuando Hunter intentó tocar a Leah más de lo que era debido. Como a mí no me afectaba la hipnosis, me esforcé un montón para tomar el control del cuerpo, aunque solo fuera por un mili segundo e impulsar a las demás a que salieran de la hipnosis.

Luego de eso, intenté alejar a Leah de ese hombre, pero no pude. Debido a la interferencia de Kyan, Leah se estaba haciendo más fuerte y cada vez me era más difícil manipularla y salir a la superficie.

—No sé de qué me hablas. —aleja su mirada de mí.

—¿No sabes de que hablo? —inquiero más como una afirmación que como una pregunta— Bien. Veamos si con esto ya sabrás de qué te hablo.

Me hago con los papeles que dejé sobre la mesa hace unos días. Busco la ficha con la foto de mi hermana y se la enseño, quedando a pocos centímetros de su rostro.

—Me refiero a Luana. —exclamo— Bueno, sé que ese no es su verdadero nombre, sino la palabra que usaste para hipnotizarla. Así que te recomiendo que hables.

Hunter mantiene los labios sellados.

—¿No piensas hablar?

No me responde.

—Entonces no te importará que haga esto, ¿no? —camino hacia la mesa en dónde Kyan mantiene sus herramientas y me hago con la sierra eléctrica.

—¿Qué haces? —masculla, temeroso cuando camino de vuelta hacia él y enciendo la sierra.

—Solo voy a cortarte en pedazos. Nada del otro mundo. —le resto importancia al asunto.

—Mátame de una vez. —escupe con los ojos inyectados en sangre.

—Eso sería demasiado benevolente de mi parte. ¿No crees?

—No tienes la fuerza necesaria para usar eso. —mueve el mentón, señalando la sierra eléctrica en mis manos.

—Puede que tengas razón. —me encojo de hombros— Pero te aseguro que me divertiré muchísimo intentándolo.

Antes de que pueda decirme algo más, levanto la sierra encendida, y sin sonreír ni un poco, la entierro en su hombro. Mis músculos se tensan, intentando no perder el equilibrio mientras la hoja se incrusta poco a poco en su piel. Su sangre me salpica y el grito desgarrador que suelta, hace eco en la habitación.

—¡Hablaré! —vocifera y yo apago la sierra, acto seguido. Bajo el brazo con el que la sostengo, visualizando como la sangre que gotea de la hoja, cae al suelo.

—Estoy esperando.

Su pecho sube y baja con dificultad. Su piel pálida y arrugada, ahora se haya manchada de sangre. No puede hacer mucho más que levantar un poco la mirada y conectarla con la mía.

—Tu hermana tenía la misma mirada de tu padre. —comienza a hablar en un tono débil.

—Ya sé que tenía heterocromía. Eso no es nada nuevo. ¿O me dices algo que no sepa o...?

—Espera. —masculla entre gemidos de dolor— Tanya, su madre, apareció ante mí cuando la niña tenía unos 5 años aproximadamente. Tu padre era un buen amigo mío y me había hablado sobre ella, la mujer con la que le había sido infiel a Savannah. Al ver a la niña, noté el parecido en los ojos de ambos. Esa niña era hija de tu padre y él ni lo sabía.

—Y tú se lo contaste a mi padre, ¿cierto? —bufo.

—Le tomé una foto a la niña cuando estuve con ella a solas en la sesión de hipnosis. Anoté su palabra clave, Luana, y se la envié a Fremmont.

—Pero... —enredo mis dedos en el cabello sin entender mucho— ¿Por qué la estabas hipnotizando?

—Su madre quería mi ayuda para eliminar los recuerdos de su hija sobre la operación a la que se iba a someter.

—¿Qué operación? —frunzo el ceño.

Hunter tose dejando un rastro de sangre en el suelo antes de continuar.

—Tanya no quería que su hija tuviera el color de ojos de su padre. —murmura.

—¿Qué?

—Cambiar el color del iris en uno de sus ojos era una operación muy arriesgada. Ningún médico al que ella acudió, hubo aceptado tal operación por un motivo personal y tampoco ayudaba que la paciente fuera una niña.

—¿Entonces no pudo hacerlo?

—Tanya nunca se dio por vencida. —inquiere Hunter con los párpados un poco cansados— Encontró a un hombre que hacía operaciones clandestinas y esta persona realizó la operación a cambio de un gran fajo de billetes. Por cuestiones de suerte, la niña salió ilesa de la operación.

La ira me invade. Dejo caer la sierra al suelo y me llevo las manos a la cabeza, retorciéndome.

—Esa mujer puso en riesgo la vida de mi hermana. —mi espina dorsal duele— Cristel nunca se equivoca. Cristel tuvo razón al matarla. Cristel no está loca. Cristel está molesta.

—¿Qué demonios...? —murmura el hombre frente a mí.

—¡Cristel no te ha pedido que sigas hablando! —chillo, acercándome de una zancada hacia él.

—Pero...

—¡Cristel quiere que te calles!

Hunter traga en seco. De seguro no espera esta actitud de mi parte.

—Cristel pierde la paciencia muy rápido y por eso necesita de Leah y Luana. Cristel no puede estar en la superficie por mucho tiempo. —mis extremidades pesan. No puedo soportar esto un minuto más— Cristel te da permiso para que hables y digas el nombre de su hermana.

El hombre me mira sin saber qué hacer o que decir.

—Cristel está enferma y no puede responder ante sus actos sino dices el maldito nombre. —inquiero entre dientes.

—Vale, vale. Lo diré.

Y después de tanto tiempo esperando por este momento, Hunter O'Dherty al fin dice su nombre.

—Cheryl Reed.

✘✘✘✘✘✘✘✘✘✘

¡Holiss!

¡Al fin tenemos la gran revelación! ¡Cheryl Reed es Luana! ¡Cristel y Cheryl son hermanas!

Cristel era la mente maestra detrás de todo. Luana y Leah solo son personalidades creadas por ella. ¿Qué les pareció? Coméntenme por aquí.

Erwan y Kyan trabajando juntos. ¡Boom! 

Sé que es mucha información por asimilar. Tómense su tiempo.

Acuérdense que aún queda el "Meses Antes", que se subirá en el próximo #MartesDeControl

Así que, nos vemos pronto.

XOXO Killer Lady

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