Tardes de invierno ©

By Sunnie_Blossom

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El manto blanco comienza a cubrir a la enorme ciudad de New York y para Elsa Arendelle es otro recordatorio q... More

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capitulo 12
Capítulo 13

Capítulo 2

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By Sunnie_Blossom

"Galletas y chocolate "

Llevo tres días, tres malditos días en ir al trabajo con cara de muerta por falta de sueño, porque el nuevo vecino parece no agotarse nunca, escucha música a la misma hora, todo el tiempo, sin descanso y sin interrupción. No lo he visto y tampoco es que quiera hacerlo, pero, no voy a negar el hecho que estuve una mañana completa esperando a que saliera del apartamento para echarle en cara las injusticias que había prometido no volver hacer.

Acción que me hizo preguntar, ¿A mi qué demonios me importa?, es su vida, yo tengo la mía y no tengo porque mezclar ambas en un problema insignificante, aunque mi sueño para nada es trivial, es importante si quiero hacer las cosas bien y no andar mendigando por cafeína para mantener el cuerpo erguido durante el día. 

—...me parece una buena opción, aunque este año sería bueno un cambio de colores más cálidos, los fríos que suelen ocupar me dan aburrimiento y preocupación. 

Comenta Anna con una amplia gama de colores sobre la mesa. Habíamos acordado organizar la ambientación para la campaña o más bien para el día de recaudación, pero vamos, es una suerte que no haya cerrado los ojos desde los primeros minutos en lo que Anna había abierto la boca.

— Pensándolo bien, el rojo también está de más.—. Frunce la nariz. —. ¿Tú  qué opinas?

— Lo que tú decidas está bien. Confío en tu buen juicio.   

— No me estas escuchando ¿verdad? 

— Lo intento pero no puedo concentrarme. —. Reprocho dramáticamente. —. Ya llevo tres expresos y sigo con el ánimo por el piso. 

— No fue buena idea venir a este lugar. Has estado bebiendo demasiado café estos días, no quiero que tengas una sobredosis de cafeína.

— ¿Eso es posible?

— ¿Me ves cara de doctora? —. Pregunta mientras le da un sorbo a la limonada rosa.—. Con el hecho de decir sobredosis es suficiente para preocuparse.

— Eres exagerada. —. Murmullo mientras sostengo mi nariz con los dedos. —. No he dormido bien, siento que el sueño me falla y tengo tantas cosas que hacer que con solo pensarlas, me canso. Es normal que tenga la cara decaída y el humor de un ogro. 

Un ogro, que sustantivo tan especulante. Sólo decirlo me hace sonreír como idiota, pero por lo mal que se escucha.  

— ¿Winnie no te deja dormir?

— No, no es eso  y honestamente prefiero no hablar del tema. 

— Tema sensible ¿Eh?

— Tema sin importancia. —. Aclaro. —. Se supone que veníamos a organizar la decoración, no a hablar de problemas personales.

— Pues se fue todo al carajo cuando casi te quedas dormida sobre tu expresso americano. —. Suelta Anna con burla a lo que la miro con una ceja alzada. No es divertido burlarse de las desdichas de otro o al menos de las mías. 

— No te burles, ¿Quieres?

— No lo hago, solo me preocupo. Si de por sí tienes un humor del diablo, ahora que no duermes, bueno. Es peor, no te voy a mentir.

— Volvamos al trabajo mejor. —. No pienso darle más vueltas al asunto. —. Me decías colores cálidos, ¿No?

— Exactamente.

— Puede que funcione. —. Reviso la gama de colores que Cristal nos entregó en la mañana. —. Podemos jugar con ellos, no tienen que ser precisamente cálidos o fríos, el truco está en combinarlos.

— Y por eso eres la organizadora de la campaña.

— Lo dices porque eres mi amiga.

— No, lo digo porque es verdad. 

— ¿Quieres que te diga que te amo, no es así?

— Si lo dices, para mi sería un regalo que no estoy dispuesta a rechazar. 

— Pues vas y le dices a tu novio que te lo vaya diciendo con frecuencia. —. Bromeo.—. Porque la única vez que me vas a escuchar decir esas palabras, será en mi jubilación rodeada de libros exitosos y vendidos alrededor del mundo.

— Que vanidosa.

— Aquí piensas en grande o no lo haces. —. Me encojo de hombros. —. No hay ciencia detrás de eso. 

Pasamos la mayoría del tiempo en la cafetería que se encuentra a una cuadra de la editorial. Todavía queda mucho tiempo para la campaña, pero, siempre es mejor tenerlo hecho antes a estar como psicópata tratando de hacer todo quizás en los últimos cinco minutos. 

Que por cierto, si no lo has hecho siquiera una vez en tu vida, no sabes lo que es la adrenalina. Dios, juro que te sudan las manos de tanta presión. 

Seguimos trabajando, tenemos la decoración, los adornos, los colores a utilizar; todo lo necesario para una noche espléndida. Solo falta realizar un informe para enviarlo al área de decoración para que se pongan en marcha en conseguir todo lo solicitado. 

— ¿Quieres que te lleve a casa? —. Comenta Anna mostrando un par de llaves plateadas. —. Hiccup me dejó el coche por hoy, prometí devolvérselo mañana temprano.

— Si tienes tiempo en tu agenda ocupada. 

— Vamos, hablas de mí como si fuera la fiestera del siglo. —. Se ríe mientras me arrastra a las afueras de la cafetería, al estacionamiento.

— No lo eres por miedo. —. Sigo mientras abro la puerta del copiloto. —. Le tienes miedo al éxito.

— Tú eres quién se pierde la experiencia, te he invitado varias veces y sigues sin aceptar mis invitaciones. 

— Y lo seguiré haciendo. —. Murmullo poniéndome el cinturón de seguridad. Anna tiene clavada la mirada en el retrovisor mientras sale del estacionamiento con lentitud. 

— Qué aguafiestas eres.

— Ahí humildemente.

Vuelve a mírame divertida y con un ágil movimiento se adentra a las ruidosas, aglomeradas, pero, necesarias avenidas de la gran ciudad. Si prestas atención es música sinfónica de fondo, claro, censurando las groserías de algunos por el inminente tráfico que suele hacerse sin aviso alguno. 

Llegamos a mi edificio bastante rápido, me despido de Anna dejándole en claro que si cambio de opinión, la acompañaría a una fiesta a la que la han invitado junto a su novio. Respuesta que no va a recibir, porque sin ofender, no busco ser el mal tercio de nadie. 

Saludo a John que lidia con un montón de residentes. Subo a mi apartamento encontrándome con una muy perezosa Winnie recostada sobre la mesita de vidrio que decora la sala de estar. 

— ¿Todo bien por aquí?—. Maúlla al instante dejando que le pase la mano sobre su peluda y blanquecina pancita. —. ¿Tienes hambre?, porque yo sí. Debo hacer un informe y necesito energía. 

Me preparo un sandwich con un batido de banana, el bote de café me incita a que lo tome, pero me niego a caer en la desesperación de la cafeína. Ordeno un poco el lugar, la sala, la cocina, el baño y mi habitación, — que parece olvidado.—, ¿Cuándo fue la última vez que la limpié?

Recojo todo, ropa sucia, libros, páginas de papel que indican el fiasco de mi imaginación, algunas croquetas de Winnie que por alguna extraña razón están bajo mi cama y muchas, pero muchas revistas de moda. Quizás en otra vida me hubiera dedicado a la empresa textil y no a la literatura. 

Termino de acomodar todo y con una gran sonrisa victoriosa me dejo caer sobre el sofá. Cierro los ojos y me dejo llevar por la grandiosa sensación de saber que todo está limpio, en su lugar y acomodado. Sin embargo, el timbre de mi celular suena, arrugo la nariz en busca del artefacto olvidado en mi habitación.

Es un número desconocido, ojalá y no sean más advertencias del banco, tengo suficiente con la insaciable correspondencia. 

— ¿Hola? 

— Así que, si es tu número. —. Suspira al otro lado de la línea. —. Algo de mi decía que me lo habían dado erróneamente, no quería hablarle a otra persona y que me demandara por acoso. 

Arrugo las cejas en confusión. 

— ¿Disculpa, quién habla?

— Que mala memoria tiene la chica con genio de ogro. —. Se burla y su risa sigue resonando en mi tímpano de una manera no tan agradable.

— ¿Jack?, ¿Cómo demonios tienes mi número? 

— John es un buen chico. —. Comenta. —. Le dije que habías olvidado tu bolso y que tenias que recuperarlo, que era una situación de vida o muerte y el pobre no pudo negarse.

Será idiota.

— ¿Y me hablas por qué…?

— Abre la puerta. —. Me dice y siento que mi cuerpo se tensa al escucharlo. —. Vengo en paz, pero si gustas tomar una sartén en defensa, no voy a negarme.

Veo la puerta con cierta desconfianza, me encamino a zancadas a ella y con la mano temblorosa sobre el pomo, termino de abrirla por completo. 

Y ahí está, otra vez el mismo chico. Ya no tiene el celular pegado a la oreja, lo que es vergonzoso porque yo sigo teniendo el mío a escasos centímetros de mi rostro. Lleva puesto un suéter negro cuello de tortuga con algunos copos de nieve encima, parece que alguien estaba fuera de casa y no es que me importe precisamente. 

Me sonríe y alza los brazos para enseñarme lo que trae consigo. Tiene una bolsa de galletas en una mano y en la otra un cartón de chocolate caliente; no sé por qué, pero reviso mi temible atuendo, solo llevo unos pantalones holgados con un suéter de lana azul y calcetines negros largos. 

— ¿Qué es eso? —. Pregunto incrédula.

— Galletas de coco y chocolate. —. Responde sonriente. —. Pensé que las querrías después de todo, al fin de cuentas no comiste las que estaban en el suelo.

— Que observador. 

— ¿Me dejas pasar?

— No hasta que me digas, ¿Por qué la necesidad de recurrir a mi número telefónico?—. Señalo mi celular. 

Jack se muerde el interior de su mejilla mientras estira su mano alcanzando su nuca. 

— Pues, era menos humillante que no contestaras el celular a que cerraras la puerta en mi cara. —. Se encoge de hombros con simpleza. —. Eres predecible Elsa.

Mi nombre en sus labios me recorre toda la médula espinal y no en el sentido bueno. Sigue de pie frente a mí puerta y recogiendo quizás la mitad de mi orgullo dejo que pase; las galletas y el chocolate son difíciles de ignorar. 

— Bonita casa. —. Murmulla viendo de reojo cada una de mis cosas. Es la primera vez que un chico entra a mi apartamento y no me emociona mucho la idea. —. Es muy tú. 

— Lo tomaré como un cumplido. 

Recojo las bolsas de la pastelería caminando a la cocina. Pongo las galletas en un plato y el chocolate lo sirvo en dos tazas rosas, cuando regreso, Jack tiene las manos encima de Winnie como si se conocieran desde hace muchos años. 

— Ella es Winnie, no es muy agradable con la gente extraña. 

— Parezco agradarle. —. Comenta sin verme,  está concentrado en acariciar a la gata, quién gira sobre su espalda ante las caricias. 

Miau.

Gata traidora.

— Gracias por las galletas. —. Siseo débilmente apartando a Winnie de la mesita para dejar todo esto encima. —. No debiste molestarte.

— Tranquila la verdad es que solo necesitaba una excusa. 

— Predecible. 

— ¿Ahora ocupas mis palabras en mi contra?

— Quizás. —. Me siento cruzada de piernas en el sofá frente a él, con la mesa de vidrio en separación a ambos. —. Sólo me parece extraño, es todo. 

— ¿Qué es tan extraño? —. Suelta una risa mientras toma una de las tazas de chocolate. —. Curioso color, suerte que mi masculinidad no es para nada frágil. 

— Eso noto.

— ¿Qué es lo que notas, Elsa? —. Pregunta curioso.

Sus ojos repasan los míos, es como si fuera una competencia entre ambos azules. Uno saldría vencedor, y créanme. Yo nunca pierdo. 

— Eres de esos chicos que piensan que con solo actuar de esta forma tienen al mundo, a la gente y a las chicas a sus pies. —. Inquiero. —. Sin embargo, muy a tu pesar, ese tipo de cosas no funcionan conmigo.

— Bueno pensé que con solo traer galletas era suficiente para entrar a tu corazón.

— ¿Es sarcasmo no?

— Elsa, solo quiero pasar la tarde en compañía de alguien. Soy nuevo en la ciudad, acabo de mudarme y aunque no lo creas, no tengo muchos amigos. 

— ¿En serio?, que pena.

— Si, es difícil. —. Comenta con la mano sobre su pecho a lo que ruedo los ojos con cierto descaro. 

— Mudarse a final de año es complicado y una idea muy estúpida. 

— Quería algo nuevo, ya me había aburrido del lugar donde vivía. 

— ¿Tan malo era? —. Pregunto acomodándome sobre el sofá. Si va a estar aquí más vale tener un tema de conversación. 

— No malo, pero uno se aburre de la rutina. 

— ¿A qué te dedicas?

Digo con simpleza mordiendo una de las galletas, Jack por su parte parece muy divertido con la pregunta que hice. 

— ¿Preguntas personales en la primera cita? —. Comenta con el ceño fruncido. —. Agradecería que primero me lleves a cenar y luego hablamos de cosas más puntuales.

Casi escupo el pedazo de galleta de mi boca.

— Esto no es una cita.

— Soy médico, Elsa. —. Responde ignorando mis comentarios. —. Médico desempleado por el momento. 

— ¿Médico?

Repaso su cara una vez más, sus facciones, sus rasgos; es demasiado joven  como para dedicarse a una carrera de años. No subestimo a las personas, pero el chico que tengo enfrente no tiene cara de doctor. Sin ofender. 

— ¿Sorprendida?, es el tema que saco cada vez que hablo con chicas. 

— ¿Bromeas entonces?

— Con lo que soy doctor, no. —. Niega divertido. —. Y con lo otro tampoco, me gusta saber que quieran conocer un poco de mi. 

— Pero, yo no lo estoy haciendo en el sentido que tu piensas. 

— Lo hagas o no. Tienes curiosidad sobre mí.

— Yo no tengo…

— Como yo lo tengo sobre ti. 

Sonríe como idiota viéndome detenidamente. ¿Ya les he dicho lo estúpidamente blanco que es?, con ese suéter negro parece un enfermo en rehabilitación. 

— La curiosidad mató al gato. 

— Tomaré las prevenciones necesarias. —. Adula alzando una ceja. —. No queremos a Winnie muerta tan pronto. 

— Qué gracioso. 

— Se hace lo que se puede. —. Se encoge de hombros despreocupado. —. ¿Tú a qué te dedicas? ¿No eres maestra o si?, no te imagino enseñando y conviviendo con niños con ese mal genio. 

— No, no soy maestra. —. Refuto orgullosa. —. Soy escritora de tiempo completo, bueno, al menos lo era. Estoy en la misión de escribir un nuevo libro, pero sin ideas, no creo que la situación mejore. 

— Te daría ideas, pero no creo que vaya más allá de las arterias o los vasos sanguíneos.

Río ante ese comentario. Cristal se moriría si le entrego un libro médico, puesto que, está buscando enganchar a la comunidad juvenil, no a los doctores cuarentones.

— ¿Desempleado dijiste? —. Pregunto frunciendo el ceño. —. No es un buen perfil para mudarse a la ciudad. 

— Gracias por llamarme pobre.

— No quise decir eso.—. Comento menos calmada. 

— Tranquila, idiota no soy. —. Sonríe.—. Tengo lo suficiente como para sobrevivir sin empleo por unas semanas, no iba a mudarme a una ciudad como esta sin unos centavos en el bolsillo. 

— No eres tan tonto después de todo. 

— Y tú no eres tan amargada como pensaba.

Pasamos horas hablando, porque, aunque se escucha poco creíble, Jack no es tan mal receptor. Al contrario, se tomó el tiempo de hablarme sobre su vida en Washington, cosa, que no me negué a escuchar.

Y sigo sin entender por qué. 

 —...una vez me di un electro shock yo solo.—. Comenta entre risas.—. El área de revisión estaba sola, vi las placas de electroshock, la curiosidad me ganó y perdí tres horas de mi vida por una estupidez. Creo que la cara pegada a la puerta sigue prohibiendo la entrada a esa sección del hospital. 

— ¿Tres horas?

— Estuve inconsciente. —. Sigue riéndose. —. Al parecer habian dejado calibrado el nivel de choques eléctricos. No me di cuenta hasta después de despertar. 

Como ven, es muy tonto. 

— Por cierto, ¿Acostumbras a escuchar música a todo volumen y a la misma hora? —. Lo siento, debía preguntarlo. —. Tuve el impulso de hacer caer tu puerta con la ayuda del extintor.

— Lo hice otra vez ¿no?

— ¿Hacer ruido y no dejar descansar en paz?, no. Para nada.

— Lo lamento mucho.

— Eso dijiste la última vez.

— Pero, lo digo en serio, Elsa. La música me relaja cuando estoy...—. Parece pensar sus siguientes palabras. —. Ansioso y no mido el volumen con la que la escucho.

— ¿Podrías siquiera bajar el volumen?

— Lo intentaré.

— No es broma.

— No lo tomo como una.

Llevábamos bastante tiempo hablando sobre nosotros, hasta que me acordé del dichoso informe sobre la decoración de la campaña. A Jack no le importó que sacara mi portátil, al contrario se mostró muy interesado ante las notas esparcidas sobre la alfombra de la sala.

— ¿Turquesa con verde musgo?. —. Pone una mueca al inspeccionar las notas de Anna. —. Tu amiga no sabe combinar, hazle saber eso.

— Solo es una opinión. —. Recalco poniendo los ojos en blanco. —. Pero, no. No vamos a utilizar esos colores para la decoración. 

— Menos mal, si yo fuera cliente de dónde trabajas de seguro no donaría nada. 

— ¿Solo por la decoración?

— Soy un chico exigente. —. Bromea haciéndose el serio, pero sólo logra que ría ante su comentario. —. No te burles, hablo en serio. Una vez me hicieron una fiesta de negro en la secundaria, una semana después me llegaron muchas flores y cartas de condolencia por mi muerte prematura. 

— ¿Qué fue lo que hiciste?

— Quedarme con las flores. —. Se encoge de hombros mientras le echa un vistazo a mi ordenador. —. Eso es mucho trabajo, ¿Segura que no quieres que te ayude?

— No, estoy bien. Tú preocúpate por buscar empleo. 

— ¿Te preocupas por mi ahora?

Otra de sus sonrisitas. Con lo poco que he interactuado con él, al parecer le gusta poner cara de idiota cada cierto tiempo. 

— No, es solo que me preocupa que se te haga costumbre pasar metido en mi apartamento. 

— Buen punto. 

Parece buscar algo en su bolsillo, con urgencia. Yo sigo digitando el informe en mi computadora, aunque, con el rabillo del ojo noto como Jack rebusca en su aparato  poniendo una mueca de enfado cuando encuentra lo que estaba buscando. 

— ¿Te ocurre algo? —. Carraspeo la garganta al notar que Jack se levanta del suelo sacudiendo su pantalón. Nos habíamos quedado sobre la alfombra cuando saqué las notas y el portátil.

— Tengo que irme, se me había olvidado hacer algo importante. —. Me dice. —. Gracias por la compañía y por la tarde de galletas. 

Se encamina hacia la puerta. Winnie se interpone moviéndole la cola cerca de su pierna, esa gata es muy manipuladora. 

— Nos vemos luego bola de pelos. —. Le acaricia su pequeña cabecita. —. Hasta pronto Elsa y gracias por no cerrarme la puerta en la cara. 

— Estaba de buenas, no te creas especial. 

Levanto la mano en señal de despedida, Jack sonríe y cierra la puerta tras él al salir de mi apartamento. Todo se siente raro, en el sentido que hace unos instantes tenía la habitación llena de risas o pláticas incoherentes, ahora tengo mucho trabajo y montón de papel esparcidos encima de la alfombra. 

Miau

— No me digas que te agrada. —. Winnie se sube a mi ordenador dejando pelo blanco encima de mis pantalones holgados. —. Te dije que es enemigo, ¿Desde cuándo dejas que los extraños se te acerquen?

Miau, Miau

— Debería darte comida hasta mañana, para que notes mi desacuerdo con tu amistad. 

La muy orgullosa Winnie salta de mis piernas caminando hacia mi habitación, mientras yo sigo hundida en la gran pila de trabajo que tengo enfrente.   

***

— ¿No piensas venir entonces?. —. Anna me tiene pegada al teléfono mientras intento asear a Winnie en la bañera. —. Pensé que vendrías, hasta invite a un amigo de Hiccup para que te acompañara. 

El intento de que forme parte de la ostentosa vida social no está dando frutos, Anna lo sabe y se frustra como no tienen idea. 

— No dije que iba a ir. Dije que lo pensaría. —. Paso el jabón por todo el pelaje de mi gata. —. Lo pensé y te estoy avisando, no sé qué más quieres que haga. 

— Eres increible, Elsa.—. Suspira con paciencia. 

— Solo diviértete, no tomes de más y si Hiccup conduce…

— No voy a tomar. —. Se escucha la voz del chico en la línea. Anna intenta apartarlo pero, creo que no lo consigue. —. No te preocupes, cuidaré a tu amiga.

— Lo harás por el bien de tu auto, soy capaz de buscarlo y arruinar su hermoso parabrisas, Hiccup.

— Vaya, que fuerte. 

— Deja que Anna tenga el teléfono. 

Se escuchan murmullos y pequeñas risas. Dios, son tan cursis. 

— ¿Elsa?

— ¿Si? —. Sigo bañando a Winnie que no deja de arañar las paredes de la bañera. 

— Te quiero…

— Dios, Anna. No vamos a empezar con la misma conversación. —. Farfullo molesta. Si no quiero salir es mi decisión, eso no define tu personalidad. —. Estoy bien, disfruta, baila y diviértete. No te preocupes por mí.

— Descansa. —. Se despide derrotada. —. Te veo en la oficina y espero que cambies la idea de seguir pasando tus noches en casa.

— Cuídate. 

Ignoro lo demás y cuelgo la llamada. No es que no quiera salir con ella o con Hiccup, pero, aunque se escuche extraño no me llama la atención salir y convivir con gente que probablemente no le agrade. 

O que no me agraden a mi, lo que es esencial. 

En otras noticias, al fin logré terminar después de horas de trabajo el informe, el cual envíe vía email a los encargados de la decoración. Estoy satisfecha con ello, visualizo una hermosa noche de campaña con luces colgando como cascadas con colores tenues y cálidos, además de las mesas, flores, alguna que otra fuente de chocolate, mesas de regalos; todo para satisfacer las necesidades de los clientes de Planet & Lights. 

Eso si, hubiera terminado mucho antes. 

Quise hacerme un sandwich para cenar y sorpresa, no había nada en la refrigeradora, la alacena o en la gaveta de la cocina, tuve que hacer un viaje express al supermercado lo que me consumió el tiempo que pude haber invertido en la realización del informe. 

— Bueno, son casi las diez de la noche y no tengo sueño. —. Me burlo dejándome caer sobre la cama. —. Elsa del futuro, recuerda que necesitas hipnosis del sueño para evitar problemas en tu sistema. 

Dejo de lado mi celular en el que grabo tareas futuras. He escuchado por ahí que es muy útil para las personas que dicen querer hacer cosas pero, que nunca las hacen. 

En otras palabras la procrastinación. 

Mi celular vibra haciendo que la pantalla azul alumbre sobre la mesa de noche. Lo tomo entre mis manos y abro la aplicación que tanta notificación anuncia. Es Anna vía instagram, parece pasársela muy bien.

— Noche de fiesta, señores. —. Grita la pelirroja entre el alto murmullo de las personas. —. Hoy es nuestro primer aniversario. Saluda amor.

Enfoca a Hiccup torpemente. Me causa gracia que trate de evitar la cámara con una de sus manos. 

— Saluda. —. Indica sonriente. —. Vamos…

— Hola. —. La abraza por detrás. —. Aquí por desgracia en el primer aniversario con la chica que me da dolor de cabeza. 

— Hiccup…

— Con mi novia. —. Aclara divertido mientras la observa. Sin embargo, de un momento para otro su rostro se torna serio. —. Elsa, si estás viendo esto es porque no confías en mí. 

Le sonrío a la pantalla cuando Anna le suelta un golpe en el hombro para que se calle. Hiccup la besa en la mejilla para que se acerque más hacia él. 

¿Ya dije los cursis que son?

¿No les basta con ser pareja? ¿Es necesario vestir con los mismos colores?

Cosas de relaciones, nunca las entenderé aunque quiera hacerlo. 

Vuelvo a dejar el celular sobre la mesita de noche, me acomodo más en la cama dispuesta a quedarme dormida. No hay música, distracciones o ruidos sonoros, está todo perfecto para dormir, hasta Winnie parece tranquila hecha un nudo en la esquina de mi cama. 

Hasta que el maldito celular vuelve a sonar otra vez. 

Mensaje entrante

Número desconocido: ¿Sigues despierta chica del chocolate?

Por Dios. Estamos sobrepasando las sagradas reglas del descanso nocturno. 

Elsa: Si.

Es obvio quién es el emisor del mensaje. Antes de que conteste lo agrego a mis contactos, y no porque importe. Si no, porque tengo el nombre de todos los números que guarda mi celular, el de Jack no sería el primero.

Arruinaría mi buena racha. 

Jack: Pues tienes suerte, estoy despierto también. 

Elsa: Qué honor.

Jack: Sabes que si. 

Ruedo los ojos, pero, que egocéntrico. 

Jack: ¿No se escucha la música desde tu habitación?

Elsa: ¿Estás escuchando música?

Jack: Si, a bajo volumen para evitar que vecinas groseras me reclamen. 

Elsa: Muy sabio de tu parte.

Jack: Soy benevolente. 

Me reincorporo sobre la cama, chocando la espalda en el respaldar de la misma. No sé muy bien qué hablar, creo que seguire con la vieja confiable.

Elsa: ¿Hiciste lo que tenías pendiente?

Jack: Si, menos mal. Si no lo hubiera hecho habría ido mal en peor.

Elsa: ¡Qué exagerado!

Jack: Tú si eres exagerada. Usando símbolos de exclamación en un mensaje, ¿Quién hace eso?

Sonrío como idiota y aunque no lo sepa, eso me ofendió.

Elsa: Soy escritora, es una costumbre.

Jack: Qué humilde. Cambiando de tema ¿Qué haces cuándo no puedes dormir?

Elsa: Rogar a que el día siguiente no se me noten las ojeras.

Jack: Un clásico.

Elsa: ¿Y tú?, a parte de mover muebles de un lado para otro a la mitad de la noche. 

Pasan unos segundos para que finalmente responda.

Jack: Supongo que nada, soy fiel creyente de que el sueño llega tarde o temprano.

Jack: ¿Puedo preguntarte algo?

Veo el mensaje y dudo en responder.

Jack: ¿Elsa?

Elsa: Claro, de todas formas lo terminaras haciendo.

Jack: Me alegro que conozcas la pautas de nuestra amistad.

Elsa: ¿Somos amigos?, creo que apresuras las cosas.

Jack: Es cierto, debería presentarte a mis padres antes de establecer amistad.

Será estúpido.

Elsa: Qué gracioso.

Jack: Como siempre, pero, ¿Puedo o no preguntarte?

Elsa: Dilo.

Jack: ¿La pasaste bien esta tarde?

Pero, qué clase de pregunta es esa.

Elsa: No la pase tan mal.

Jack: Menos mal. Si decías lo contrario me dejas sin dormir.

Elsa: ¿Acaso es importante?

Jack: Para mí si. Me gusta saber que mi compañía no incomode a nadie.

Elsa: Pues no. Eres extraño y todo eso, pero, de cierta forma agradable.

Jack: Qué gusto saberlo, ¿Quieres saber lo que pienso de ti?

Repiqueteo varias veces sobre la superficie de la cama. ¿Una opinión sobre mi, desde cuándo permito que me den una?

— Bueno, la curiosidad es grande en este momento. —. Vuelvo la mirada al celular. —. Pero, el orgullo es aún más gigante.

Elsa: No necesito que lo digas, dejaste muy en claro que no soy más que una chica con mal genio.

Jack: Me quitas las palabras del teclado.  Lo siento, mal chiste.

Sonrío.

Elsa: ¿No piensas dormir o si?

Jack: El cambio de horario me tiene loco, ¿Necesitas dormir ya?, por mi no hay problema en dejar nuestra plática por aquí.

Elsa: Lo cierto es que si, tengo sueño y debo dormir. No quiero ir mañana al trabajo con cara de amargada.

Jack: No es que te cueste tenerla.

Jack: Perdón, pero, es tan fácil molestarte.

Elsa: ¡Sólo duérmete!

Jack:  A eso voy. Dios, que pesada eres.

Elsa: Hasta nunca chico de los ojos absurdos.

Jack: Descansa chica del chocolate caliente.

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