โž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

230K 21.6K 24.8K

๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹ || โ La desdicha abunda mรกs que la felicidad. โž Su nombre procedรญa de una de las leyendas... More

โ€– ๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹
โ€– ๐๐‘๐„๐Œ๐ˆ๐Ž๐’ ๐ˆ
โ€– ๐๐‘๐„๐Œ๐ˆ๐Ž๐’ ๐ˆ๐ˆ
โ€– ๐€๐‚๐‹๐€๐‘๐€๐‚๐ˆ๐Ž๐๐„๐’
โ€– ๐๐„๐‘๐’๐Ž๐๐€๐‰๐„๐’
โ€– ๐†๐‘๐€ฬ๐…๐ˆ๐‚๐Ž๐’ ๐ˆ
โ€– ๐†๐‘๐€ฬ๐…๐ˆ๐‚๐Ž๐’ ๐ˆ๐ˆ
โ€– ๐“๐‘๐€ฬ๐ˆ๐‹๐„๐‘๐’
โ” Proemio
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ โ” ๐˜๐ ๐ ๐๐ซ๐š๐ฌ๐ข๐ฅ
โ” ๐ˆ: Hedeby
โ” ๐ˆ๐ˆ: Toda la vida por delante
โ” ๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Fiesta de despedida
โ” ๐ˆ๐•: Una guerrera
โ” ๐•: Caminos separados
โ” ๐•๐ˆ: La sangre solo se paga con mรกs sangre
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ: Entre la espada y la pared
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Algo pendiente
โ” ๐ˆ๐—: Memorias y anhelos
โ” ๐—: No lo tomes por costumbre
โ” ๐—๐ˆ: El funeral de una reina
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ: Ha sido un error no matarnos
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Un amor prohibido
โ” ๐—๐ˆ๐•: Tu destino estรก sellado
โ” ๐—๐•: Sesiรณn de entrenamiento
โ” ๐—๐•๐ˆ: Serรก tu perdiciรณn
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Solsticio de Invierno
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No es de tu incumbencia
โ” ๐—๐ˆ๐—: Limando asperezas
โ” ๐—๐—: ยฟQuรฉ habrรญas hecho en mi lugar?
โ” ๐—๐—๐ˆ: Pasiรณn desenfrenada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No me arrepiento de nada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: El temor de una madre
โ” ๐—๐—๐ˆ๐•: Tus deseos son รณrdenes
โ” ๐—๐—๐•: Como las llamas de una hoguera
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ: Mi juego, mis reglas
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El veneno de la serpiente
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟPor quรฉ eres tan bueno conmigo?
โ” ๐—๐—๐ˆ๐—: Un simple desliz
โ” ๐—๐—๐—: No te separes de mรญ
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ: Malos presagios
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No merezco tu ayuda
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Promesa inquebrantable
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Yo jamรกs te juzgarรญa
โ” ๐—๐—๐—๐•: Susurros del corazรณn
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Por amor a la fama y por amor a Odรญn
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ๐ˆ โ” ๐•๐š๐ฅ๐ก๐š๐ฅ๐ฅ๐š
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mรกs enemigos que aliados
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐—: Una velada festiva
โ” ๐—๐‹: Curiosos gustos los de tu hermano
โ” ๐—๐‹๐ˆ: Cicatrices
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ: Te conozco como la palma de mi mano
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Sangre inocente
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐•: No te conviene tenerme de enemiga
โ” ๐—๐‹๐•: Besos a medianoche
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ: Te lo prometo
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: El inicio de una sublevaciรณn
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Que los dioses se apiaden de ti
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐—: Golpes bajos
โ” ๐‹: Nos acompaรฑarรก toda la vida
โ” ๐‹๐ˆ: Una red de mentiras y engaรฑos
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ: No tienes nada contra mรญ
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: De disculpas y corazones rotos
โ” ๐‹๐ˆ๐•: Yo no habrรญa fallado
โ” ๐‹๐•: Dolor y pรฉrdida
โ” ๐‹๐•๐ˆ: No me interesa la paz
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: Un secreto a voces
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Yo ya no tengo dioses
โ” ๐‹๐ˆ๐—: Traiciรณn de hermanos
โ” ๐‹๐—: Me lo debes
โ” ๐‹๐—๐ˆ: Hogar, dulce hogar
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ: El principio del fin
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La cabaรฑa del bosque
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐•: Es tu vida
โ” ๐‹๐—๐•: Visitas inesperadas
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ: Ella no te harรก feliz
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El peso de los recuerdos
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No puedes matarme
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐—: Rumores de guerra
โ” ๐‹๐—๐—: Te he echado de menos
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ: Deseos frustrados
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Estรกs jugando con fuego
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mal de amores
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐•: Creรญa que รฉramos amigas
โ” ๐‹๐—๐—๐•: Brezo pรบrpura
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ: Ya no estรกs en Inglaterra
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Sentimientos que duelen
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟQuiรฉn dice que ganarรญas?
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐—: Planes y alianzas
โ” ๐‹๐—๐—๐—: No quiero perderle
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ: Corazones enjaulados
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Te quiero
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La boda secreta
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•: Brisingamen
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Un sabio me dijo una vez
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Amargas despedidas
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Te protegerรก
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐—: El canto de las valquirias
โ” ๐—๐‚: Estoy bien
โ” ๐—๐‚๐ˆ: Una decisiรณn arriesgada
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ: Tรบ harรญas lo mismo
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mensajes ocultos
โ” ๐—๐‚๐•: Una รบltima noche
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ: No quiero matarte
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ: Sangre, sudor y lรกgrimas
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Es mi destino
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐—: El fin de un reinado
โ” ๐‚: Habrรญa muerto a su lado
โ” ๐‚๐ˆ: El adiรณs
โ” ๐„๐ฉ๐ขฬ๐ฅ๐จ๐ ๐จ
โ€– ๐€๐๐„๐—๐Ž: ๐ˆ๐๐…๐Ž๐‘๐Œ๐€๐‚๐ˆ๐Žฬ๐ ๐˜ ๐†๐‹๐Ž๐’๐€๐‘๐ˆ๐Ž
โ€– ๐€๐†๐‘๐€๐ƒ๐„๐‚๐ˆ๐Œ๐ˆ๐„๐๐“๐Ž๐’
โ€– ๐Ž๐“๐‘๐€๐’ ๐‡๐ˆ๐’๐“๐Ž๐‘๐ˆ๐€๐’
โ€– ๐’๐„๐†๐”๐๐ƒ๐Ž ๐‹๐ˆ๐๐‘๐Ž

โ” ๐—๐‚๐ˆ๐•: Los nรบmeros no ganan batallas

381 41 156
By Lucy_BF

─── CAPÍTULO XCIV ───

LOS NÚMEROS NO
GANAN BATALLAS

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        GUĐRUN AFERRÓ SU CAPA, se la colocó sobre los hombros y abandonó la tienda que compartía con el resto de esclavas que se encontraban al servicio de Lagertha. Aquel había sido un día sumamente ajetreado, puesto que la batalla final, la decisiva, tendría lugar a la mañana siguiente, cuando Sól alcanzase su punto álgido en el cielo. De ahí que hubiese pasado las últimas horas junto a la soberana, ayudándola —junto a sus compañeras thralls— a tener todo listo para la contienda. Habían lustrado su peto de cuero endurecido, remendado su pantalón y limpiado sus botas, y también se habían encargado de afilar su espada y sus cuchillos.

La muchacha se arrebujó en la fina tela que constituía su única protección contra el frío y suspiró en tanto avanzaba a través de aquel laberinto de árboles, antorchas y lona. El día anterior le habían llegado rumores, habladurías sobre la llegada de un cristiano al campamento... Y ella no había podido evitar pensar en el joven sajón con el que había estado conviviendo en los últimos meses. El mismo que, el día que abandonaron Kattegat para asentarse en el bosque, le había entregado su preciada cruz para que su dios pudiera protegerla.

Ealdian.

¿Sería cierto lo que decían? ¿Realmente se encontraba en el campamento o los rumores hablaban de otra persona completamente diferente? De ser la primera opción, no tenía ningún sentido que, con su libertad recién recuperada, volviera a meterse en la boca del lobo... Al menos para ella. Aunque ya había quedado demostrado que aquel inglés era de todo menos predecible.

Inhaló profundamente.

Ya era tarde. La noche se había cernido sobre Midgard con la misma voracidad con la que Fenrir se tragará el astro rey durante el Ragnarök, por lo que los hombres y las mujeres que conformaban el ejército ya habrían saciado su apetito con el nattveror. Era el momento perfecto para que los esclavos se alimentaran de las sobras que habían quedado en los pucheros, cuando la actividad en el asentamiento había disminuido de manera considerable y ellos eran libres de cubrir sus necesidades más básicas.

Eso fue precisamente lo que hizo Guðrun, quien se acercó a una de las ollas abandonadas sobre un fuego ya inexistente. Sacó de debajo de su capa un tazón de madera y lo medio llenó con las gachas que reposaban en el fondo de la marmita. Incluso apuró los restos que había pegados a las paredes del puchero. Después buscó un rincón solitario en el que pudiera estar tranquila y se acomodó para «disfrutar» de su cena.

Hacía tiempo que había perdido la vergüenza, que los modales habían dejado de importarle, y lo demostró cuando, a falta de una cuchara con la que poder comer las gachas, empleó directamente los dedos de su mano derecha. Estaba hambrienta, pero se obligó a comer despacio y a masticar en condiciones. De sobra sabía lo que ocurría cuando se forzaba el estómago y lo último que le apetecía era pasar la noche entre vómitos y malestares.

Sus iris verde azulados no perdían detalle de su entorno, de todo lo que sucedía a su alrededor. El ambiente previo a la batalla era tenso y crispante, como no podía ser de otra forma en una situación así, pero, a pesar de ello, muchos de sus compatriotas conservaban su buen humor, riendo y bromeando junto a sus familiares, amigos y conocidos. Otros, por otro lado, aprovechaban la intimidad que les confería la noche para disfrutar de ciertos placeres ante la expectativa de que fuesen sus últimas horas con vida.

Tragó saliva, a fin de deshacer el nudo que se había aglutinado en su garganta, constriñéndole las cuerdas vocales. No sería la primera vez que los hombres libres hacían uso de las —y los— thralls para satisfacer sus más bajos instintos. Aunque, gracias a los dioses, Lagertha había prohibido deliberadamente que se tocaran a sus esclavas.

En ese sentido estaba a salvo.

Pero de sobra sabía que no podía confiarse.

Sentada en el tronco de un árbol caído, siguió comiendo. El fulgor de una hoguera cercana la mantenía más o menos caliente, pero no lo suficiente para que su cuerpo dejara de temblar. Aunque prefería aquel ambiente gélido antes que estar en la carpa que compartía con sus compañeras esclavas, cuyo único tema de conversación eran las pocas probabilidades que tenían de salir victoriosos de aquella guerra.

—¿Puedo sentarme?

Reconoció aquella voz de inmediato, al igual que la lengua en la que habló, tan similar —y a la vez diferente— a la suya. Guðrun viró la cabeza hacia su derecha, topándose con la inconfundible figura de Ealdian.

Dioses, ni que lo hubiera invocado con sus pensamientos.

La sombra de una sonrisa asomó al rostro de la rubia, que negó imperceptiblemente con la cabeza mientras lo examinaba de arriba abajo. Ahora que el cristiano era un leysigni, algo en él había cambiado, como si aquella parte que le había arrebatado la esclavitud hubiese vuelto a florecer. Lucía mejor aspecto, con una vestimenta de mayor calidad y una gruesa capa sobre los hombros. Alrededor de su cintura llevaba un talabarte del que colgaba un cuchillo de hoja larga y en su muñeca izquierda exhibía el brazalete que Drasil le había entregado como garantía de que ahora era un hombre libre.

—Así que los rumores eran ciertos —pronunció Guðrun, centrándose de nuevo en sus gachas. Estas eran apenas una masa pastosa y carente de sabor, pero los rugidos de su estómago le impedían tener demasiados miramientos—. Empiezo a pensar que eres un insensato... O puede que directamente estés loco —añadió en un improvisado tono jocoso, justo antes de indicarle con un suave cabeceo que podía acomodarse a su lado.

Ealdian así lo hizo, dejándose caer en el otro extremo del tronco para evitar incomodarla. Puede que fuera un ingenuo y que a sus ojos tuviese un comportamiento de lo más extravagante, pero respetaba su necesidad de espacio y eso era algo que la muchacha agradecía inmensamente.

—Cada vez tengo más claro que es la segunda opción —bromeó el sajón, siguiéndole el juego y ocasionando que una risita se escabullera de la garganta de Guðrun—. No hay ningún barco que vaya a partir pronto hacia en Inglaterra y en Kattegat me siento bastante fuera de lugar. Incluso algunos me siguen tratando como un esclavo. —Su nariz se arrugó al articular aquello—. No tengo nada que hacer allí.

Al oírlo, la joven realizó un mohín con la boca.

—Y no se te ha ocurrido nada mejor que venir aquí, al ojo de la tormenta —ironizó ella luego de terminarse lo que le quedaba de cena—. Curiosa manera de aprovechar tu recién otorgada libertad. —Se chupeteó los dedos y dejó el cuenco en el suelo, junto a sus pequeños pies. Seguía teniendo hambre, pero al menos las gachas aplacarían su apetito durante unas horas.

Ealdian se encogió de hombros. Se había recogido parcialmente el pelo para que no le molestase, dado que se lo había dejado crecer y ahora le llegaba por la mitad del cuello, y se había arreglado la barba. La libertad le sentaba bien, de eso no cabía la menor duda.

—Dicho así suena bastante estúpido, la verdad.

—Hombre... Un poco raro sí que es —secundó Guðrun con diversión.

Ahora fue el turno del hombre de carcajear.

La thrall bajó la mirada y sonrió, para posteriormente abrazarse a sí misma. Ocultó sus puños cerrados bajo las axilas y centró toda su atención en la fogata que ardía a unos metros de ellos. Le resultaba curioso que Ealdian fuera de las pocas personas que la hacían sentir relativamente cómoda —y más teniendo en cuenta que era un hombre—, siendo la otra Kaia La Imbatible, con quien había forjado una especie de... ¿Amistad? ¿Camaradería? No sabía muy bien cómo catalogarlo, pero empezaba a cogerle aprecio a la afamada skjaldmö, quien siempre se preocupaba por ella y velaba por su seguridad y bienestar.

El silencio se instauró entre ambos durante unos breves instantes, hasta que la propia Guðrun se aventuró a retomar la palabra:

—Por más que lo intente, no logro comprenderte. —Restableció el contacto visual con el inglés, que compuso una mueca expectante—. ¿Ahora que por fin eres libre vuelves con quienes te esclavizaron? —inquirió a la par que fruncía el ceño.

Ealdian exhaló un tenue suspiro. Se inclinó hacia delante y apoyó los codos en sus rodillas, juntando después las manos. Guðrun las contempló con detenimiento; no parecían suaves, pero algo le decía que eran cálidas y reconfortantes. Las suyas, en cambio, casi siempre estaban frías y llenas de cortes y heridas.

—Prefiero que todo siga como hasta ahora antes que Ivar Ragnarsson se haga con el control de Kattegat —bisbiseó Ealdian con sus ojos fijos en las chisporroteantes llamas. Su expresión se había tornado seria de repente—. Antes de que me trajeran aquí fui su prisionero en Wessex... Los Ragnarsson tomaron York, una de nuestras ciudades más importantes, y yo formé parte de las huestes que comandó el rey Æthelwulf para tratar de recuperarla. —Realizó una breve pausa antes de proseguir, lo justo para relamerse los labios—. Vi lo que Ivar les hizo a mis compañeros. A aquellos que, como yo, sobrevivieron a la contienda... Cómo los torturó y mutiló por simple diversión. —La muchacha contuvo el aliento ante eso último—. Si ganan esta guerra y él llega al poder, nadie estará a salvo. Ni siquiera su propia gente.

Guðrun inspiró por la nariz, tratando de digerir lo que Ealdian le acababa de contar. No sabía mucho de él, ya que el cristiano era igual de reservado y taciturno que ella, pero debía admitir que su historia le producía cierta curiosidad. Había algo en él que le llamaba la atención.

—¿Entonces lo haces por interés propio? —cuestionó.

Ealdian se tomó unos segundos antes de responder:

—No. También lo hago por la gente de Kattegat —confesó. Aquello pilló desprevenida a Guðrun, que le instó con la mirada a que continuara—. No comparto vuestras creencias ni muchas de vuestras costumbres, pero también sois seres humanos. Entre los tuyos hay hombres y mujeres inocentes, niños que no merecen presenciar el sadismo y la crueldad de un demente. —En cuanto terminó de hablar comprimió la mandíbula con fuerza, a fin de descargar la frustración que lo embargaba cada vez que mentaba al menor de los hijos de Ragnar Lothbrok.

La rubia alzó las cejas al escucharlo, al descubrir el otro motivo por el que estaba allí, poniendo su propia vida en riesgo. Si era cierto lo que decía, tenía un corazón de oro. Aunque aquello ya lo sospechaba desde el día del incidente en el mercado, cuando, sin conocerla de nada, la defendió de aquel hombre que intentaba propasarse con ella.

—¿Lucharás entonces por una causa que no te pertenece?

Ante su interpelación, Ealdian la miró a los ojos.

—Hay una voz en mi cabeza que me dice que es lo correcto, que esto es lo que debo hacer —explicó él—. Un día, Jesús de Nazaret, el hijo de Dios, dijo: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el primero y el más grande de los mandamientos. El segundo es semejante: amarás al prójimo como a ti mismo». —Guðrun arrugó la nariz, sin entender muy bien a lo que se refería con aquel soliloquio—. Yo también soy un guerrero, un soldado. Mi deber es proteger a aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos.

La escandinava parpadeó varias veces seguidas, abrumada.

Era muy valiente, no lo iba a negar.

—En ese caso, será mejor que te la devuelva —musitó ella en tanto se llevaba las manos al cuello, concretamente al cordel negro que hasta ahora había permanecido oculto por su capa y su vestido—. La necesitarás para que tu dios te proteja en el campo de batalla. —Se quitó la cruz y se la tendió a su verdadero dueño.

Ealdian la aceptó con una pequeña sonrisa en los labios.

—¿La has llevado puesta todos estos días? —quiso saber, volviendo a focalizar su atención en aquellos orbes glaucos que tan fascinantes se le antojaban.

Guðrun se encogió de hombros.

—No quería perderla y que tu dios se enfadase conmigo —bromeó, queriendo restarle importancia al asunto—. Perdí... Perdí la fe en mis deidades hace mucho tiempo, pero rezaré por ti, sajón. —Aquello lo dijo con algo más de reparo, como si pronunciar esos vocablos la hiciera sentirse cohibida. Incluso rompió el contacto visual con el aludido.

Ealdian volvió a colgarse la cruz del cuello, aún sonriente. Se la había entregado a Guðrun el día que esta abandonó Kattegat para partir con el ejército hacia el que sería su campamento base, pero no pensó que fuera a llevarla puesta. Definitivamente aquella muchacha era una caja de sorpresas. Una por la que él sentía demasiada curiosidad.

—De ser así, estoy convencido de que tanto tus dioses como el mío cuidarán de mí mañana —manifestó el moreno con voz afable—. Gracias, de verdad —adujo.

Todo cuanto pudo hacer Guðrun fue sonreír.

Drasil pasó el cepillo por su larga melena ondulada. Había deshecho la trenza en la que había mantenido recogido su cabello durante todo el día y ahora lo estaba desenredando cuidadosamente con un peine de hueso. Su mano se movía de forma mecánica mientras su mente divagaba, saltando de pensamiento en pensamiento como se salta un río de piedra en piedra.

Percibió movimiento tras ella, pero no se volteó. Su mirada se mantuvo perdida en un punto inexistente incluso cuando unas manos grandes y varoniles se deslizaron por su cintura y su vientre plano. Los brazos de Ubbe la rodearon como un escudo protector y la apegaron a él en un ademán cariñoso, y sus labios besaron su mejilla derecha con una dulzura que la derritió por dentro.

La hija de La Imbatible depositó el cepillo en la mesita frente a la que estaba situada y cerró los ojos. Sus manos, ahora libres, no demoraron en acariciar las de su esposo, que se habían entrelazado sobre su abdomen. Adoraba cuando la abrazaba así, con esa necesidad de contacto y cercanía. Si tuviera la oportunidad de congelar el tiempo, lo haría en ese preciso momento para así sentir su calor eternamente.

—En unas horas volveremos a enfrentarnos a Harald y a mis hermanos —articuló Ubbe. Su aliento le hacía cosquillas en el cuello—. Y no sé cómo sentirme al respecto. Ahora que sabemos que cuentan con la ayuda de Rollo... —Calló antes de concluir aquella frase, incapaz de decir en voz alta lo que tanto le atormentaba—. No sé. Siento que vamos a ciegas.

Drasil giró sobre su eje para poder encararle. Sus facciones se habían ensombrecido debido a aquella oración que su marido había dejado a medias, y es que no necesitaba escucharla entera para saber que él también tenía sus dudas respecto al próximo enfrentamiento, que ya no confiaba tan ciegamente en que fueran a salir triunfantes de aquel conflicto civil. No desde que se habían enterado de la llegada de la flota franca a las costas de Vestfold.

—Los números no ganan batallas —repuso la skjaldmö en su mejor tono neutral. No quería ser pesimista porque ello implicaría participar en la contienda con una mentalidad que no le convenía lo más mínimo, pero una parte de ella compartía su desasosiego.

—Eso es cierto —concedió Ubbe al tiempo que posaba las manos en sus caderas y se las acariciaba por encima de la camisa que usaba para dormir—. Pero ayudan, Dras. Y mucho. —Cerró los ojos y suspiró, juntando su frente con la de la mencionada, que no tardó en imitarle. La proximidad entre sus respectivos cuerpos le permitió darse cuenta de que su esposa no estaba tan calmada como buscaba aparentar—. La suerte está echada. Los dioses ya han decidido el resultado de esta guerra —sentenció—. Quiero que me prometas una cosa.

Drasil abrió los ojos en un acto reflejo.

—¿El qué? —quiso saber, temerosa de su respuesta.

El primogénito de Ragnar y Aslaug le apartó un mechón rizado de la frente y se lo colocó detrás de la oreja. Por más que Drasil se empeñara en creer que tenía un color de pelo demasiado soso y aburrido, a él le parecía hermoso. Como todo en ella.

—Pase lo que pase mañana, mantente con vida —le pidió con una seriedad impropia de él—. No te arriesgues más de lo necesario. Si tienes que dejarme atrás para salvarte tú, hazlo. No dudes, Dras —apostilló, haciendo especial hincapié en la última parte.

La joven se apartó de él con una mueca horrorizada contrayendo su fisonomía. Sus iris esmeralda se habían cristalizado y sus labios se habían entreabierto a causa de la conmoción que le habían generado sus palabras. El corazón le latía tan desenfrenadamente que tenía la impresión de que en cualquier momento se le saldría del pecho.

—No digas eso —lo reprendió ella con voz temblorosa—. Ni se te ocurra volver a insinuar nada semejante. —Lo apuntó con el dedo índice de su mano hábil en un gesto acusador.

Ubbe volvió a acortar la distancia que los separaba para poder acunar su semblante entre sus magulladas manos. Sus dedos pulgares comenzaron a describir pequeños círculos en las mejillas de Drasil, que habían perdido su habitual color rosado. Ella comprimió la mandíbula con fuerza, en un vano intento por mantener sus inestables emociones bajo control. No quería ni imaginarse haciendo lo que el caudillo vikingo le acababa de solicitar. La sola idea de verse en esa tesitura le ponía el vello de punta.

—Tan solo no quiero que pongas tu vida en peligro por mí. No me lo perdonaría nunca —expuso Ubbe, mirándola directo a los ojos—. Si las cosas se tuercen mañana, no quiero que luches por una causa perdida. ¿Entiendes?

Drasil se sorbió la nariz, sin poder impedir que una traicionera lágrima resbalara por su pómulo izquierdo. El hombre fue rápido a la hora de secársela con el dedo pulgar.

—No puedes pedirme eso, y lo sabes. —La hija de La Imbatible negó con la cabeza, inflexible. Apenas podía hablar, puesto que sus cuerdas vocales se habían agarrotado como si tuviera una soga al cuello—. No tienes ningún derecho a pedírmelo. No cuando esta guerra me concierne tanto como a ti —farfulló, atropellándose con sus propias palabras. Ella también era una guerrera; su deber era pelear por aquello en lo que creía.

El Ragnarsson respiró hondo y exhaló despacio, todavía con las manos en sus macilentas mejillas. Drasil estaba en lo cierto: no tenía ningún derecho a pedirle aquello. Pero tenía tanto miedo de perderla, un pánico tan visceral a ver cómo la vida la abandonaba sin él poder hacer nada para evitarlo, que no pensaba con claridad. Le daba igual que la muerte en el campo de batalla fuera la más honrada para cualquier hombre o mujer que portase un arma. No quería que su mujer muriese.

Ante su mutismo, la castaña volvió a hablar:

—¿Tú harías lo mismo de estar en mi lugar? —preguntó, ignorando el nudo en su garganta—. ¿Me dejarías atrás para salvarte tú?

Ubbe realizó un movimiento negativo con la cabeza.

—Jamás, Dras. Y lo sabes muy bien.

La susodicha tragó saliva, sintiendo cómo el corazón se le encogía dentro del pecho. Era consciente de que el caudillo vikingo daría su vida por ella si fuera necesario, que no lo dudaría a la hora de anteponer su seguridad y bienestar a los suyos propios. Y Drasil quería que supiera que ella haría lo mismo por él.

—Entonces no me pidas que lo haga contigo por el simple hecho de ser mujer —declaró ella con firmeza—. Porque si tengo que morir a tu lado, lo haré.

Ahora fueron los ojos de Ubbe los que se tornaron vidriosos.

El Ragnarsson la estrechó entre sus brazos con una fuerza temblorosa. Drasil se dejó hacer, permitiéndole apegarla a él como si su vida dependiera de ello. Se aferró al cuerpo de su marido y hundió el rostro en el hueco que se abría entre su hombro y su cuello. Su familiar aroma penetró en sus fosas nasales como un bálsamo, y ella temió que aquella estuviera siendo la última vez que pudiese olerlo y llevarlo hondamente a sus pulmones.

—Recorrería los Nueve Mundos de Yggdrasil con tal de estar contigo —le susurró Ubbe al oído. Su voz estaba ronca, señal inequívoca de que se había emocionado—. Desde el gélido y lúgubre Niflheim hasta el ardiente Muspelheim.

Drasil cerró los ojos y sonrió con melancolía.

—Y yo haría lo mismo por ti.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis pequeños vikingos!

Bueno, bueno, bueno... Pues esta es la primera parte de la noche previa a la batalla final. Sí, el siguiente capítulo también se centrará en estas últimas horas de paz y tranquilidad, así que idos abrochando los cinturones, querubines míos, porque a partir de ahora se nos va a desgarrar el corazón con cada cap. </3 Aunque ya os adelanto que el próximo capítulo va a estar repleto de ese salseo que tanto nos gusta leer, y es que van a pasar cositas muy interesantes (͡° ͜ʖ ͡°)

Pero no nos adelantemos: ¿qué os ha parecido el cap. de hoy? Porque debo decir que he adorado escribir la primera escena. No es ningún secreto que Ealdian y Guðrun son mis protegidos y que disfruto un montón redactando sus escenas. Se me hacen tan tiernos y adorables, tan puros, que cualquier día me van a matar de amor :3 ¿Vosotros qué opináis de su dinámica? Porque parece que, poco a poco, van estrechando lazos uwu

¿Y qué me decís de la última escena? Drabbe también va a acabar conmigo el día menos pensado, y es que son tan bonitos juntos que KJFKGFLÑSK. Además, he aprovechado esta pequeña conversación para meter un poco de empoderamiento femenino, que ya huelen ciertos tópicos y estereotipos. Drasil se lo ha dejado bien claro a Ubbe (a quien le perdonamos todo porque lo único que quiere es que su amorcito esté sano y salvo), y a mí solo me falta ponerle un altar de lo reinona que es.

En fin, puede que parezca un capítulo de transición, pero ya os digo que no lo es. Todas estas interacciones son muy importantes, ya que el batallote final va a sembrar muchísima discordia entre ciertos personajes... Ahí lo dejo (¬‿¬)

Por cierto, ¡ya he terminado de escribir Yggdrasil! Ayer acabé el epílogo y uff... Os puedo asegurar que lo que se viene va a ser fortísimo. Tengo muchísimo hype y no veo la hora de leer vuestras reacciones a los últimos caps. =')

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo y que hayáis disfrutado de la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: guiño a Las Crónicas de Narnia con el título del capítulo =P

Continue Reading

You'll Also Like

155K 7.1K 42
Una nueva amenaza se ha creado. Alexia es ahora un vampiro a merced de sus instintos, y junto a Stefan, ahora siguen y obedecen al hรญbrido original K...
12.1K 882 24
LLIDE | En donde los chicos y sus hijos leen la isla de Eudamon O Se acercaba el viaje en el tiempo y todos est...
47.1K 1K 31
Aclaraciรณnes 1:No habrรก escenas +18 porque en mi teorรญa no lo se hacer, solo si ustedes me lo pidan, siempre y cuando me ayuden 2: Pueden escribirme...
24.6K 871 30
-ยฟIrme con vos o vivir en la calle?-preguntรฉ de brazos cruzados. -Tenes cinco minutos para elegir la mejor opciรณn. -Adiรณs, hermano. Tras mis palabra...