El juego de Lucifer.

By MarDMMD

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Frialdad, inteligencia, sensualidad y sarcasmo, son palabras que pueden describir perfectamente a Lucille Fer... More

Sinopsis.
Rangos y Advertencias.
Prólogo.
Capítulo 01.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.

Capítulo 02.

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By MarDMMD

Me quedé sobre la cama, ni siquiera me molesté en no abrir los ojos para que la luz no me cale.

No hay ni un puto rayo de luz.

¿Qué me va a molestar?

Me incorporé con lentitud y me llevé la mano a la cabeza. Me siento mareada, siento que voy a vomitar en cualquier momento.

La estúpida droga que me inyectaron.

Me levanté, tambaleándome en el proceso. Mis pies descalzos tocaron el frío suelo, eso fue suficiente para activar mis sentidos y palpar el resto de mi cuerpo con mis manos para comprobar que estoy vestida.

Hay ropa.

No hay nada raro.

No me siento extraña.

Un suspiro de alivio escapó de mi interior antes de que fuera capaz de contenerlo.

Terminé de levantarme y con pasos lentos, busqué una pared para apoyarme. Palpé todo el lugar buscando algún interruptor y así no estar a oscuras. Me llevó algunos minutos hasta que finalmente lo encontré. Al instante, todo el lugar se iluminó y ahora sí tuve que parpadear un par de veces para adaptarme.

Cuando lo conseguí, llevé mi mano rápidamente a la puerta para abrir, pero esta no cedió.

―Joder.

Miré toda la habitación, buscando alguna alternativa, pero no hay muchas.

La recamara es pequeña, demasiado pequeña comparada con la mía.

Es sencilla y de nuevo, demasiado sencilla comparada con la mía.

Hay un escritorio en una parte de la habitación, encima hay un cuaderno, un par de libros y un bolígrafo. La silla es de plástico, por lo que no es algo útil para atacar a alguien.

También hay un tocador, pero no tiene espejo. No hay objetos con punta o muy fuertes.

No hay cosas que pueda usar para escapar.

La cama en la que desperté solo cuenta con un par de almohadas, la sábana y un par de edredones.

Me acerqué al tocador y comencé a revisar los cajones. Hay ropa nueva, aún tienen las etiquetas. Hay un par de sandalias y pantunflas en los cajones más grandes y también hay algunas golosinas empaquetadas, junto con jugo y agua en botellas de plástico.

―Que considerados son mis secuestradores que me traen golosinas ―Murmuré―, ojalá que si me vuelven a secuestrar en el futuro, sean ellos. Al menos me darán chocolates.

Rodé los ojos y cerré el cajón con fuerza.

Fui rápidamente a la cortina que hay en la habitación y la retiré de golpe, descubriendo la ventana. No hay barrotes, pero está sellada.

Pero...está algo alta.

¿Qué son? ¿Cuatro pisos?

Bien, probablemente me romperé el brazo, pero no queda de otra.

Debo aprovechar y escapar ahora que no es tan tarde para dar aviso. Aún es de noche, por lo que deduzco que no estamos lejos de mi hogar. No debe haber pasado tanto tiempo.

Y yo no puedo quedarme más.

Mamá no es apta para quedarse sola en esa casa.. Ella no sobrevivirá sin mí.

Aparte, ¿quién lo buscará si no soy yo?

Tengo que cuidar de mamá y tengo que encontrarlo a él y traerlo de regreso.

Solo debo encontrar la manera de abrir la ventana.

Giré de golpe cuando la puerta se abrió de la misma manera, haciendo que el sonido resonara por toda la habitación. Hay un tipejo sosteniendo una bandeja con un plato y vaso de foami, junto con utensilios de plástico.

―¿Qué se supone que haces ahí?

Señaló la ventana.

Me encogí de hombros.

―Viendo si es lo suficientemente alto como para poder suicidarme.

Entornó los ojos y sin decir nada, dejó la bandeja sobre el suelo. Mis ojos recayeron en el arma que lleva en la cinturilla de su pantalón, él notó mi mirada, por lo que rápidamente la protegió bajo su mano.

―¿Tú realmente piensas que me voy a comer esa mierda? ―Inquirí, apuntando el plato.

―Mi jefe dice que lo haga. Puede enfermarse si no ingiere algo.

―Dile a tu jefe que yo no como nada que parezca vómito, no soy un jodido recluso al que van alimentar con mierda de pájaro.

―Coma, señorita Feramore. Son órdenes de mi jefe.

Se dio la vuelta para ir a la salida y yo me encaminé rápidamente a la bandeja para patearla y regar todo el contenido por el suelo.

―Le dices al enfermo ese que venga a lamerlo del suelo si tanto quiere que alguien se trague esa basura.

El tipo miró el tiradero que hice, después me miró a mí. Negó con la cabeza y sin hablar, salió de la habitación. Escuché cuando cerró bajo llave y cuando comenzó a caminar para alejarse.

―¡Les juro que se van a arrepentir si no me liberan ahora, bastardos hijos de puta! ―Bramé―. ¡No les conviene retenerme aquí, no saben con quién se están metiendo! ¡Soy la jodida hija del gobernador, pedazos de mierda!

Puta mierda.

Volví a patear la bandeja, ensuciando más el suelo.

Apreté los puños y seguí observando toda la habitación hasta que reparé en el umbral en una esquina de la habitación. Rápidamente me dirigí a él, intentando encontrar algo útil, pero no creo que una botella de shampoo, pasta dental y cepillo de dientes me sirvan para atacar a alguien.

Doble mierda.

A regañadientes me senté en la cama, ignoré el gruñido de mi estómago y solo miré la puerta.

―Tienes siete años, una niña de tu edad debería estar disfrutando su niñez en lugar de pedir algo así.

―Cumpliré ocho en unos días.

Dejó lo que hacía para mirarme. Sus ojos verdes, similares a los de mi padre y los míos, me escanearon con atención.

―Eso no hace mucha diferencia, Lucy. Sigues siendo solo una niña.

Di un paso.

―Por favor ―Supliqué.

Sé que estoy nerviosa. Mamá dice que cuando estás nerviosa, las manos te tiemblan, la respiración se te agita y sientes que todo te da vueltas, tanto que a veces te cuesta decir las palabras adecuadas, a veces ni siquiera puedes decirlas.

―¿Por qué quieres aprender a defenderte? ¿Te molestan en el colegio? ―Cuestionó, poniéndose de cuclillas para igualar mi altura―. Si alguien te molesta, yo puedo defenderte.

―Quiero defenderme yo sola.

Suspiró con pesadez.

―Llegará el momento que aprenderás como todos los Feramore aprendemos, pero todo a su tiempo. Te lo repito, eres una niña, ahora no...

―Ahora ―Lo corté―. Quiero que sea ahora.

Hundió las cejas.

―¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre realmente?

―No quiero ser débil.

―No eres débil, tienes siete años ―Volvió a recordarme como si no lo tuviera claro―. No deberías pedirme que te entrene como a un adulto, no tienes la edad.

―Si no me entrenas tú, se lo pediré a alguien más.

Frunció los labios.

―Suena bien, puedes pedírselo a tu padre, él sería mejor para esto que yo. Tal vez él te haga entrar en razón.

Retrocedí un paso.

―A él no se lo pediré ―Carraspeé―. Él no me escucha, no me hará caso.

―Estará de acuerdo conmigo de que eres casi una bebé.

No.

―Yo quiero aprender ahora. No voy a pasar un día más de mi vida siendo débil y una presa fácil para cualquiera.

Entornó los ojos.

―Por Dios, ¿puedes parar de hablar como si fueras una adulta? Eres una niña ―Lo mismo―. ¿Cómo es que hablar con esa madurez o con esa...como si algo malo te hubiera pasado como para comportarte así?

Tragué saliva.

Las manos me temblaron un poco más.

No, todo el cuerpo me tembló.

―¿Y cómo sabes que nada me pasó? ―Susurré, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos―. Una persona que ha pasado por algo malo, ¿viviría tranquila sabiendo que no sabe defenderse? ¿O buscaría la manera de conseguir una armadura para que nadie vuelva a lastimarla?

Sus expresión flaqueó, se llenó de...desconsuelo.

―¿Qué fue lo que te pasó, Lucille? ―Cuestionó, llevando su mano a mi cabeza―. Dime qué te hicieron, te prometo que haré lo que sea con tal de que no vuelvan a lastimarte.

―Lo que puedes hacer por mí, es volverme fuerte, enseñarme a no tener miedo ―La voz me tembló―. Enseñame a defenderme de los lobos, tío Dante.

La puerta no se abrió en toda la noche, solo esperé como una idiota hasta no pude aguantar más el sueño. A la mañana siguiente, desperté de golpe cuando escuché que alguien intentaba abrir la puerta.

Luché para que mis sentidos se activaran rápido, en cuanto lo logré, me llevé las manos al vientre y comencé a quejarme y a sollozar.

―¿Señorita Feramore?

―No puedo...―Me retorcí sobre el colchón―. Duele mucho...

―Volveré enseguida, buscaré a...

―¡Duele! ―Sollocé alto―. Por favor, por favor ayúdame, no me dejes aquí.

Giré para verlo, para entonces, mi rostro estaba repleto de humedad gracias a las lágrimas que no dejan de salir de mis ojos.

―Mi bebé...la droga que me pusieron lo está matando ―Más lloriqueo―. Por favor, por favor ayudalo.

Estiré la mano, por lo que inmediatamente el hombre se acercó para ayudarme a incorporarme sobre la cama. Me aferré a él en un abrazo y continué sollozando.

―Por favor llévame al hospital...no puedo más...―Supliqué, bajando mi mano con lentitud y disimulo.

Asintió completamente desesperado.

―Sí, señorita Fer...

No pudo ni terminar su oración debido a que fui más rápida al robar el arma de su cinturilla, retirar el seguro, pegar el cañón contra su abdomen y disparar justo en él. El sonido del disparo llenó toda la habitación, al igual que el quejido entrecortado que escapó de él.

Eso fue todo lo que se escuchó en el lugar.

Lo empujé, por lo que su espalda cayó sobre el colchón.

Aún no está muerto, probablemente pasará un rato hasta que se desangre y muera, pero ese ya no es mi problema.

Me levanté rápido y lo observé.

Su mirada es incrédula, como si no creyera lo rápido que pasó todo esto.

―Habría sido terrible para mí si no hubiera estado cargada ―Hice una mueca―. Eso debo agradecértelo.

Empuñé bien el arma y me dirigí rápidamente a la puerta que para mi suerte él no cerró. Mientras me dirigía por el pasillo, escuché diferentes voces viniendo en esta dirección.

Es lógico.

El disparo se escuchó por todo el lugar.

Gritaron no sé que mierda al verme, pero ninguno se atrevió a alzar su arma en mi dirección, así que supongo que esas son las indicaciones que tiene: No matarme.

Que mal que a mí no me dieron las mismas.

Apunté al primero y sin pensarlo p perder tiempo, le disparé en la cabeza. El impacto ocasionó que su cuerpo cayera hacia atrás y rodara por las escaleras, cayendo encima de dos tipos que perdieron el equilibrio junto con él. Las tres montañas cayeron como si estuvieran apiladas.

Bajé las escaleras con rápidez, pasando lo más alejada por los tres hombres en el suelo que se quejan.

Más escaleras.

Y más escaleras.

Al final de ellas, me salieron cuatro tipos más. No perdí tiempo y disparé, al primero le disparé en la polla.

―¡Zorra de mierda―Gritó. No esperaba menos después de lo que le hice.

Se tiró al suelo y comenzó a gritar alto, a pedir ayuda y a sollozar.

Al segundo le disparé en el pecho. También se quejó, pero a menor escala.

Cuando quise dispararle al tercero, el arma no cedió.

―Mierda ―Siseé.

El pendejo en mi habitación solo tenía cuatro balas.

Dejé caer el arma y aceleré mi paso para ir al lado contrario a ellos. Recorrí todo el pasillo lo más rápido que pude debido a que ahora me están persiguiendo por todo este laberinto. Llegué a una puerta y afortunadamente solo tuve que empujarla para meterme.

No debí hacerlo, es una habitación toda asquerosa que no tiene otra salida.

Al momento de girar, dos tipos llegaron y se me abalanzaron para volver a capturarme. Me zafé del agarre y al primero le di un par de puñetazos en el rostro. El otro que quiso tomar por atrás, así que le atesté un codazo directo al costado, después giré un poco y golpeé en su yugular.

Se quejó y se recargó contra una pared, intentando recomponerse.

Más y más hombres llegaron, se me lanzaron encima y uno de ellos logró darme un puñetazo en el rostro. Otro lo reprendió mientras los demás me inmovilizaban. Forcejeé y pataleé, buscando que me liberaran.

―¡Vi ucciderò tutti figli di puttana! ¡Stanno per morire! ―Bramé, completamente encolerizada mientras ellos me arrastraban fuera de la habitación para llevarme a quién sabe dónde―. ¡Les cortaré las bolas y haré que se las traguen y si lo vomitan, se lo tragarán de nuevo, bastardos inservibles! ¡Pocos huevos!

Nos adentramos en una habitación y solo así dejaron de caminar.

―¡Suéltenme enfermos, malnacidos, escorias! ¡Hijos de puta! ―Seguí insultando y sacudiéndome violentamente para conseguir liberarme.

―Sabía que tenías una lengua muy afilada, solo que no sabía qué tanto ―Habló alguien al otro extremo de la habitación.

Es el tipo ese que lleva una máscara y voz distorsionada. Está detrás de un escritorio, por lo que supongo esta debe ser su oficina.

―¡Y tú no te quedas atrás! ¡Eres el más enfermo de toda esta bola de pendejos! ―Pataleé―. ¡Te vas a arrepentir, pedazo de mierda! ¡Te voy a sacar los ojos y los voy a colgar como trofeo en mi estudio!

Se inclinó ligeramente hacia atrás, como si mis palabras lo hubieran pasmado un poco. Solo fue un poco porque pronto recobró la compostura y se incorporó para caminar hacia acá.

―No llevas ni tres días aquí y ya asesinaste a cuatro de mis hombres ―Dijo, acercándose un poco más mientras los hombres aún me sostenían―. Eres peligrosa, irreverente y dura, pero de alguna manera eso fue lo que me atrajo de ti.

―Me importan una mierda tus fetiches, hijo de puta. Libérame ahora ―Le ordené―. O te juro que te vas a arrepentir.

―Ya te liberé de tu padre y de su insistencia en casarte, ¿no era eso lo que deseabas?

―¿Y qué ganas con eso?

―Que la persona con la que te casarás, seré yo.

Una risa burlona escapó de mi interior en cuanto él terminó de hablar.

―No voy a salir de una jaula para meterme a otra, mucho menos por obligación ―Escupí―. No sé qué costumbres tengan en la puta alcantarilla de la que saliste, pero donde yo vivo, esto se llama secuestro y lo que lo hace más interesante, es que secuestraste a la hija de uno de los hombres más importantes de todo Estados Unidos. Estás jodido, bastardo infeliz.

―Pues es una suerte que no estemos en Estados Unidos. Y bueno, aunque así fuera, tu padre no me asusta.

Mis cejas se hundieron.

―¿Qué quieres decir con que no estamos en Estados Unidos? ¿Dónde estamos?

Ladeó la cabeza.

―Italia ―Soltó con simpleza―. Creí que te gustaría, después de todo aquí naciste.

Italia...

Italia está a muchas horas de Chicago.

Por Dios, mi mamá.

―Libérame ―Apreté los dientes―. Si crees que reteniéndome en contra de mi voluntad, si crees que alejándome de mi familia, conseguirás follarme o que me case contigo, estás muy equivocado. Lo único que conseguirás de mí, es que te abra la garganta ante la más mínima oportunidad que tenga.

Lo escuché soltar un suspiro.

―Créeme que lo sé, eres muy difícil de domar...

―Imposible ―Lo corregí―. No difícil, soy imposible, bastardo.

―Difícil ―Recalcó él―. Así te lleve meses o años, aprenderás a amarme.. No haré nada hasta que no lo desees, así que puedes estar tranquila respecto a eso. No te tocaré hasta que me lo pidas.

―Prefiero morirme antes que casarme contigo. Eres asqueroso, seguro tu rostro también es asqueroso y por eso lo ocultas debajo de una máscara. Si no fueras un fenómeno como intuyo que eres, te sería facil conseguirte una mujer en lugar de secuestrarla ―Escupí con desprecio―. No seré la esposa de un monstruo deformado.

Una suave risa burlona escapó de su interior.

―No sabes lo que dices.

―¿Entonces por qué no te quitas la máscara? ¿O te da miedo que confirme que eres horrible?

No respondió nada.

Mejor. Odio esa jodida voz robótica que usa.

Hizo una seña con la cabeza hacia la puerta. Después supe que eran indicaciones de que me sacaran del lugar.

―¡Suéltenme! ¡Animales!

No le hicieron caso a mis palabras y simplemente me arrojaron de vuelta a la habitación una vez que llegamos a ella. Me encerraron dentro y se marcharon sin decir ni una sola palabra.

―Malditos ―Gruñí.

Tomé respiraciones profundas y miré todo a mi alrededor, intentando buscar lo más fuerte de todo lo que hay en la habitación.

―¿Por qué...por qué me empujaste? ―Susurré―. Creí que moriría.

Mi cuerpo tiembla, mi corazón late como loco y todo me da vueltas.

Él se colocó al lado de la malla y tiró de ella hacia abajo para ayudarme a bajar. Me tomó en sus brazos y después me dejó sobre el suelo.

―Así bajan todos los nuevos, así tengan veinte o treinta años ―Hizo una pausa―, u ocho años como es tu caso.

―Pero...son muchos pisos, ¿qué tal si no caía sobre esa cosa? ―Inquirí, señalando la malla.

―No te habría empujado desde la terraza si no estuviera la malla ―Señaló con obviedad―. Como la hay, entonces tendrás que seguir saltando cada vez que vengamos hasta que te ganes el derecho a usar el elevador. Ahora acompáñame, es tiempo de que inicie tu entrenamiento, Lucy.

Me senté sobre la cama y simplemente aguardé por horas a que la luz del sol bajara.

Si escapo ahora, es más fácil que me vean.

Esto debo hacerlo de noche para tener la oportunidad de esconderme por ahí.

Durante el día me trajeron dos platillos diferentes. Afortunadamente, esos se miraban muchísimo más comestibles que el anterior. Me obligué a comer aunque no quisiera aceptarles nada.

Si debo escapar, entonces debo tener energía para correr todo lo necesario.

Por la noche, después de que el último tipo entró asegurarse que sigo aquí, me levanté y fui directo al banco de plástico, que es más o menos lo mi mejor opción.

Ah, sí. Cada cierto tiempo vienen a merodear para ver si no he escapado o muerto.

Me acerqué a la ventana, retiré la cortina y después comencé a golpear el vidrio una y otra vez con todas mis fuerzas hasta que finalmente una parte se desprendió sin necesidad de romperse. Cayó del otro lado y solo así, tiré la silla sobre el suelo y me asomé para intentar medir la altura.

No es tan alto como para morir.

Aunque prefiero eso a estar encerrada en este lugar.

Giré rápidamente cuando escuché que alguien intentaba abrir la puerta.

―Mierda.

Abrieron de golpe y eran dos hombres que al verme junto a la ventana abierta, comenzaron a gritar cosas que no entendí.

«Todos necesitamos un empujón, Lucy. A veces para ser capaces de saltar siete pisos abajo, otras veces para...enfrentar lo dura que puede ser la vida».

Me trepé sobre el marco mientras ellos se acercaban. No me lo pensé dos veces, no miré abajo y no los miré a ellos, simplemente salté antes de que uno de ellos lograra tocarme.

La caída fue dolorosa, todo mi cuerpo dolió cuando medio aterricé sobre el pasto. De ser otro tipo de situación, me tomaría un tiempo para quejarme, pero ahora no dispongo de ese tiempo.

Menos ahora que otros tres tipos alrededor de lo que parece ser el jardín, me han visto caer y ahora corren en mi dirección.

Como pude, me levanté del suelo y comencé a correr en la dirección contraria, en dirección al bosque. Los escuché gritar detrás de mí, pero no me detuve a confrontarlos.

No soy cobarde, pero ellos son muchos y están armados. No tendría oportunidad aunque quisiera.

Prefiero correr.

Eso podría funcionar y es algo que no me haría perder la oportunidad de escapar de este terrible lugar.

Por unos segundos, me quedé quieta cuando escuché gruñidos.

Después varios ladridos.

Giré en todas las direcciones, intentando encontrar de dónde viene.

No lo veo.

Es un perro, pero no lo veo.

Y ahora los gritos se escuchan más cerca.

Tomé un sendero que quién sabe a dónde me llevaba y continué con mis pasos rápidos, sintiendo cómo la respiración se me agitaba cada vez más. Es de noche, es muy difícil ver a dónde voy, solo veo los árboles, las ramas.

Volví a parar en seco cuando el gruñido se escuchó más cerca de mí.

Pero esta vez sí pude ver de dónde proviene.

Un perro.

Un Pastor Alemán grande y a punto de atacarme. Me muestra sus dientes afilados y listos para destrozar todo a su paso.

Retrocedí lentamente, pero los mismos pasos que di, él los avanzó.

―Atrás, perro ―Demandé―. Date la vuelta. Te aseguro que no quieres comerme, te intoxicarías.

El perro avanzó un poco más, sus pasos son desafiantes. No pretende dejarme ir.

Retrocedí otro poco más, hasta que pisé algo que desafortunadamente me hizo caer.

Y al parecer esa bestia entendió que ahora soy presa fácil.

―Ojalá te intoxiques ―Gruñí.

Lo vi correr hacia mí y antes de alcanzarme, un estruendo lo tiró hacia un lado, lejos de mí. El perro chocó contra un árbol, su cuerpo cayó inerte después de un pequeño quejido, el último que dio antes de quedar en el suelo con un charco de sangre formándose a su alrededor gracias a la bala que lo atravesó.

―Supongo que ya estás feliz de todo lo que hiciste, ¿no? ―Giré al escuchar esa jodida voz robótica que me tiene harta―. Le disparé a mi perro por ti.

―No te pedí que lo hicieras.

―Eres una malagradecida, acabo de salvar tu vida ―Masculló, tomándome del brazo para levantarme con brusquedad.

Elevé el mentón y lo miré a esos oscuros y fríos ojos. Lo único que puede verse debido a esa máscara.

―¿Y qué quieres que haga? ¿Que te jure amor eterno por según tú salvarme? ¿Quieres que brinque a tu cama o mejor aún, sobre tu polla? ¿Quieres que te venere? ¿Que me arrodille y te la chupe para que tengas un premio por ser el héroe? ―Cuestioné, llevando una de mis manos a su cabeza. Me pegué a su cuerpo y mi mano libre, comencé a bajarla con lentitud por su cuerpo hasta llegar a su polla. Estuve tentada a reír cuando él inclinó la cabeza ligeramente hacia atrás―. Por Dios, no seas iluso.

Lo solté y lo empujé.

―Si crees que vas a conseguir algo de mí por sacarme del embrollo en el que en primer lugar, tú me metiste, estás muy equivocado. No me van los necesitados de amor.

Sus ojos se volvieron más fríos mientras me tomaba del mentón para pegarme con brusquedad a un árbol. Una sonrisa se formó en mis labios cuando noté el enojo emanando de cada parte de su cuerpo.

―Que patético eres ―Mi tono fue burlón.

Un hombre llegó a nosotros y dijo algo que el hombre de la máscara respondió al instante. Me soltó de inmediato e hizo una seña para que los demás vinieran hacia mí.

Esta vez ya no me resistí cuando me llevaron de vuelta a la habitación.

Excepto que después me di cuenta que no me llevaban a la habitación.

Estamos bajando más y cada vez el olor es peor.

―¿A dónde me llevan? ―Cuestioné―. ¿A dónde carajo vamos?

Ninguno tuvo la amabilidad de responder.

Uno empujó una puerta metálica y me hicieron sentarme.

―¡Suéltenme, bastardos! ―Ordené cuando me sentaron en una silla y comenzaron a encadenarme―. ¡Si ya maté a cuatro de ustedes no tengo problema con matar a los demás! ¡Hijos de puta!

Pataleé y me removí incluso después de que terminaron de atarme.

―Pasarás la noche en este lugar. Créeme que tampoco disfruto esto, pero tú te lo ganaste ―Habló el hombre de la máscara. Está de pie junto al umbral de la puerta―. Si te comportas, podremos llevar la fiesta en paz.

―¿La fiesta en paz? ¿Con mi puto secuestrador? ―Reí de forma irónica―. Mejor matate.

Soltó un suspiro exhausto.

―Pon de tu parte y gozarás de todos los privilegios que puedo darte ―Esto fue lo último que dijo antes de que salieran todos.

Apagaron las luces, cerraron la puerta y me dejaron completamente sola.

―¡Que bonito lugar para pasar nuestra luna de miel, cielito! ―Expresé alto―. Ya me enamoré perdidamente de ti con esto.

No hubo respuesta.

―Bastardo infeliz.

Tengo que salir de este lugar.

*
*
*
*
*
N/A.

Es que yo la amo JAJAJAJA.
Solo dos capítulos y esta mujer ya se ganó mi corazón.

En fin, sé que la historia avanza algo lenta, pero pues es necesario para la trama.♡

Espero que estén disfrutando la lectura.

Besooos.💋

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