Y fuiste tú © [Saga Tú: libro...

By Ive_Sakura

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¿Dónde hubo fuego, cenizas quedan? Han pasado siete años desde que León y Gala tomaron caminos diferentes le... More

Sinopsis + Bienvenida
Booktrailer
Y fuiste tú
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Preguntas y respuestas a los personajes
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
León y Gala
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Preguntas y respuestas a los personajes parte 2
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 39
Capítulo 40 Final
Epílogo
Playlist
Importante: Edad de los personajes
Especial de San Valentín
Eres tú

Capítulo 38

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By Ive_Sakura

~León~

Gala se deja caer sobre mí, su respiración está agitada y puedo sentir cada parte de su cuerpo temblar. La abrazo, me encanta cómo se aferra cuando aún está delirando de placer.

—Creo que debemos levantarnos, ya es tarde.

Su repuesta es un quejido que me hace reír, la pobre no hace el intento de mover ni un solo músculo.

—Es tu culpa —se queja contra mi piel—. Si no estuvieras caliente siempre ya hace rato hubiésemos salido.

Sus palabras me hacen reír, no contradigo verdades.

—Tú tienes la culpa por estar muy buena —digo y le palmeo una nalga sin ser brusco.

Ella se ríe. Se sostiene con una mano en mi pecho y se sienta sobre mi regazo. Pongo los brazos detrás de mi cabeza y admiro a mi novia como si es la primera vez. Me encanta lo roja que se pone después de hacer el amor, su pelo enmarañado y el verde cristalino de sus ojos.

—Eres un cerdo, estoy segura de que sigues pensando en cogerme otra vez.

Se tumba en la cama al decir esto mientras me deshago en risas.

—Claro que sí, aún falta el polvo en la bañera.

Abre mucho los ojos, ella no se esperaba esa respuesta. Hace ademán de levantarse, pero no se lo permito. La posiciono de nuevo en mi pecho y la aprieto con dulzura.

—Debemos arreglarnos, León, sabes que es mucho lo que tardaremos en el camino y mi padre nos espera para el almuerzo.

Los nervios me visitan al volver a la realidad: conoceré al papá de Gala.

Y esto no es algo común, no es como si me diera vergüenza o quisiera agradarle, el problema es que para él yo soy ese tipo que arruinó a su hija. No sé siquiera para qué acepté esto, el porqué le dije que sí cuando Gala me informó que me quería conocer.

—Si no te sientes listo, puedo posponer la visita —propone con voz suave mientras me acaricia el pelo.

Su toque es sutil, amo cómo se sienten sus manos sobre mí cuando está en modo tierna. Bueno, yo amo cada faceta y manera en que ella me demuestra cuánto me quiere.

—No es necesario, iremos a verlo —digo y me siento en la cama.

Gala me observa por unos segundos, es como si buscara alguna duda en mí, para luego levantarse. Camina por la habitación desnuda, es un espectáculo que me encanta y que me gustaría ver todos los días de mi vida. La propuesta que he pensado hacerle me tortura, el problema es que no quiero lucir desesperado. Entiendo que es muy pronto aún.

Al demonio todo.

—Sirenita, ¿puedo preguntarte algo?

Ella deja de sacar cosas de mi armario, se gira y se coloca las manos en la cadera. Su mirada retadora me hace gracia, mas no me río.

—¿Quieres hacerlo de nuevo? —pregunta entre sorprendida y molesta.

—Sí, pero no es eso —respondo con chulería.

Gala rueda los ojos y se acerca a mí, sentándose a mi lado.

—Te pusiste serio —expresa con preocupación al ver que me he quedado callado de repente.

Llevo una mano hacia su mejilla para acariciarla. Paso las yemas de los dedos por todo los contornos de su cara, toco las hebras rojizas que sobresalen y las coloco con ternura detrás de su oreja.

—Estoy bien, solo es una tontería.

Miento, pero no quiero que se preocupe. La realidad es que le he dado vueltas a mis prioridades, mis planes futuros y las cosas que estoy haciendo.

—Dime, ahora me mata la curiosidad —insiste como niña pequeña.

—Bien —suspiro profundo—, ¿te gustaría venir a vivir conmigo?

Su cara cambia, todo rastro de confusión se ha esfumado. Ahora sus gestos son de sorpresa, tristeza y algo más que no descifro. Demonios, no debí preguntarle eso. Soy un idiota.

—León...

—Olvídalo, Gala —la interrumpo y me levanto deprisa—. Es mejor que nos duchemos, se hace tarde.

Doy unos pasos, pero me detengo al sentir que me agarra un brazo. Estoy muy nervioso, el ambiente ha cambiado radicalmente.

—Creo que es muy pronto —rompe el silencio—. Además, no puedo dejar sola a Leah.

Asiento varias veces. Comprendo su punto, nosotros solo tenemos unos meses de noviazgo. Aunque ella duerme aquí la mayoría del tiempo, tanto así que hay un montón de su ropa en los cajones de mi armario.

Todo empezó una noche que estaba destrozado, porque tuve que poner a dormir a un perro. Esa es la parte más dura de mi trabajo, ver morir a animalitos. Lo odio y me pega muy fuerte.

Luego se quedaba por cualquier cosa. Ya es algo habitual el ver una película o cocinar algo después de un día duro, hablar hasta la madrugada, hacer el amor y quedarnos dormidos abrazados.

—Lo sé, no me hagas caso —digo para que se tranquilice—. Es mejor que nos demos prisa.

Ella no responde, solo se queda mirándome con esa intensidad que me desarma. Asiente y camina apresurada hacia el baño. Me permito respirar, me paso las manos por el pelo y cierro los ojos.

No sé en qué demonios estaba pensando.

════ ∘◦❁◦∘ ════

El camino a la casa del padre de Gala ha sido... interesante. Casi no hemos hablado, cosa rara en nosotros que siempre estamos discutiendo por cualquier tontería, y ella se ha mantenido con la vista hacia el cristal de la puerta.

—Amor, olvida eso —rompo el silencio al mismo tiempo que detengo el vehículo.

A esta hora de la mañana casi no hay tránsito, así que hemos podido avanzar sin problemas y ya estamos lejos de la caótica ciudad donde vivimos.

—No sé de qué hablas...

—Sé que le estás dando vueltas a lo que te pedí, y no quiero que te sientas presionada.

Asiente de manera automática sin siquiera mirarme. Salgo del auto, camino deprisa hacia el asiento del copiloto y abro la puerta. Gala me mira al fin, noto que sus ojos brillan con más intensidad por el reflejo de los rayos del sol.

—Estoy bien, solo que no estoy lista para eso aún —explica algo desesperada.

—Lo sé, Sirenita, soy un tonto.

Le quito el cinturón de seguridad y la ayudo a salir. Me agacho para besarla, nuestros labios se mueven con pasión y urgencia.

La levanto, Gala rodea mis caderas con sus piernas mientras se sujeta de mi cuello. Un escalofrío me recorre la espalda cuando siento que sus dedos me acarician la nuca. Nos abrazamos muy fuerte. Ella esconde su cara entre mi cuello y el hombro mientras yo la aprieto contra mi pecho.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero no me importa y a ella tampoco. Nos separamos despacio, Gala deja un beso casto en mis labios para después bajarse de mí.

—Tenemos que continuar, a este paso llegaremos de noche —bromeo, ganándome una risotada de su parte.

—Creo que ya es cosa nuestra distraernos en el camino de alguna manera —dice entre risas.

Los recuerdos de la granja y lo que pasamos me invaden la mente. Es increíble todo lo que tuvimos que recorrer para estar aquí, juntos. Ella me mira con fascinación, puedo notar que estamos en sintonía hasta con nuestros pensamientos.

—Te amo, Sirenita.

—Yo también te amo, mi León.

Sus palabras me dejan paralizado, es que aún no me acostumbro a esto. Ella da pasos hacia atrás, sin dejar de mirarme ni reír, y abre la puerta del vehículo. Salgo de la ensoñación cuando entra y me subo para seguir conduciendo.

Gala no ha parado de hablar de cómo es su padre, me cuenta que es una persona muy comprensiva. Los nervios aumentan por cada segundo que pasa, ya estamos casi llegando y aún no sé ni cómo voy a saludarlo.

Es un arma de doble filo lo tranquilas que están las calles de esta ciudad. Hemos podido avanzar sin ningún contratiempo y el mapa dice que estamos a solo un minuto de distancia.

Las manos me sudan de manera exagerada cuando detengo el auto frente a un portón negro, grande y alto. Este no permite que se vea nada del otro lado, supongo que alguien nos deberá abrir.

—¿Tienes que llamar...?

Hago silencio porque ella sale deprisa del auto. Habla desde el intercomunicador, muy animada, y luego camina hacia acá. Entra al mismo tiempo que el portón abre sus puertas para que avancemos.

Me quedo boquiabierto al vislumbrar el lugar inmenso. Una casa blanca enorme, rodeada de árboles, nos da la bienvenida.

—¿Por qué no mencionaste que tu padre es rico? —le pregunto con reproche.

—No exageres —responde de lo más normal—. Vamos, tengo muchos deseos de verlo.

Sale de repente, sin darme tiempo a abrirle la puerta. A nada, en realidad. Aún me falta el aire y ella no ayuda. Decido seguirla, porque no puedo pretender darle más largas a esto. Ya estamos aquí.

Gala me espera en la puerta principal con una gran sonrisa. Está muy feliz porque hemos llegado, o de verme casi colapsar. No estoy seguro.

La grama verde, bien cuidada, se extiende por todas partes. Gala pulsa varias veces el timbre casi saltando de alegría. Yo, por mi parte, estoy que sudo lugares del cuerpo que no creí posible.

—¡Niña Gala! —vocifera una señora mayor, quien se seca las manos con el delantal floreado que lleva puesto.

—Martita —responde mi novia y se abalanza sobre ella.

Me quedo paralizado mientras ellas dan saltitos de alegría y hablan de cosas que no entiendo.

—Tú debes ser León, mucho gusto. —Me extiende una mano y le correspondo con amabilidad.

—Sí, el placer es mío.

—Pasen, chicos, Gabriel está esperándolos.

Gabriel. Mi suegro.

Un escalofrío me recorre al imaginarme a un señor imponente y con un habano en la boca, mirándome como si me mandará a matar.

Regreso a la realidad cuando siento que Gala me lleva casi a rastras hacia no sé donde. No me da tiempo a observar los detalles de la casa, pero puedo apreciar lo grande que es por dentro.

Salimos por una puerta hacia el patio, o el jardín gigante. Aquí hay muchas flores, de todos los colores y tamaños, mesas esparcidas de dos y una enorme piscina.

—Gala, mi niña.

Mis ojos se posan sobre un señor de abundante cabello, entre negro y blanco por las canas, quien aprieta a Gala entre sus brazos con mucho cariño. Es de estatura promedio y está vestido de manera muy informal, unos pantalones cortos y camiseta. Bien, no aparenta ser ese mafioso que imaginé.

—Papá, te extrañé mucho.

Miro a todos lados con las manos en los bolsillos, para verme casual y relajado, mientras ellos siguen en lo suyo.

—¿Es él?

La pregunta del señor me hace temblar, demasiado. Demonios, creo que hasta aquí llegué. Haz algo, dile hola.

—H-Hola, señor —tartamudeo como el maldito imbécil que soy—. Es un gusto conocerlo.

Gala se ha posicionado a mi lado, me acaricia la espalda de arriba abajo y se lo agradezco. Sé que me está dando apoyo moral.

—Así que tú eres León... —dice entre intrigado y serio. Trago saliva al notar cómo me recorre entero con una mirada acusatoria—. Bienvenido a mi casa, hijo, es un placer tenerte aquí.

Palmea mi hombro varias veces para después dirigirse a Gala y continúan hablando de lo más normal. El alma me regresa al cuerpo al entender lo que ha sucedido, y quizás no es algo que merezca. Ella posa su mirada sobre mí, su sonrisa me confirma lo que me está pasando por la mente.

El padre de Gala me ha aceptado.

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