βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

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β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
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━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos

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By Lucy_BF

─── CAPÍTULO XCIII──

MENSAJES OCULTOS

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        UNA MOLESTA DESAZÓN se había instaurado en el pecho de Drasil, oprimiéndole el corazón. Esa tarde, poco después del mediodía, Björn y Eivør habían regresado al campamento tras cuatro días de viaje. Sus amigos, quienes habían acudido a Vestfold para intentar negociar nuevamente con Harald, Ivar y Hvitserk, les habían traído malas noticias —las peores, de hecho—, puesto que sus enemigos se habían negado en rotundo a hacer un trato con ellos. Aunque aquello era normal, dadas las circunstancias. La llegada del ejército franco les había conferido una enorme ventaja, por lo que no era de extrañar que no hubiesen querido deponer las armas.

No obstante, tanto Björn como Eivør habían coincidido en que los soldados enviados por Rollo eran muy numerosos. Lo suficiente como para que Piel de Hierro estuviera intranquilo y desestimase la idea de Lagertha de enviar a un grupo de guerreros a Kattegat para protegerla en caso de ataque. Necesitaban a todos los hombres y mujeres capaces de portar un arma allí, en el asentamiento. No podían permitirse prescindir de nadie.

La hija de La Imbatible se volteó hacia su mejor amiga, que fue la última en ingresar en su propia tienda. Tras su regreso al campamento se había llevado a cabo un nuevo thing con el objetivo de que los recién llegados les pusieran al corriente de lo que había ocurrido en Tamdrup. Y ahora que la asamblea había llegado a su fin, Eivør le había pedido que la acompañase a su carpa para poder hablar a solas con ella.

—¿Todo bien, Eiv? —consultó Drasil, inquieta. Había algo en el comportamiento de la morena que le resultaba extraño, además de alarmante.

Eivør tardó en responder. Primero avanzó hacia la más joven y le indicó que tomara asiento en el lecho de mantas y pieles que cubría gran parte del suelo. Luego, cuando Drasil se acomodó sobre uno de los cojines, ella hizo lo mismo, dejándose caer a su lado. Un aura de misterio la envolvía, como si estuviera a punto de revelar un secreto inconfesable.

—En Tamdrup, durante la audiencia con Harald, Ivar y Hvitserk pude ver a Astrid —comenzó a relatar Eivør. Se había posicionado frente a la castaña, con la espalda erguida y las piernas cruzadas—. Estaba... diferente. Realmente se ha convertido en la reina consorte de Vestfold. —Drasil comprimió la mandíbula con fuerza al escucharlo—. Se mantuvo junto a Harald en todo momento y apenas estableció contacto visual conmigo, como si me rehuyera. Tampoco habló ni dio su opinión sobre nuestra propuesta de paz —adujo.

—Hizo lo mismo en el campo de batalla, cuando nos reunimos para tratar de llegar a un acuerdo. —La hija de La Imbatible se encogió de hombros. Aquel día se había quedado grabado a fuego en su memoria—. Se limitó a estar en silencio, como si no le importara nada ni nadie.

Eivør asintió.

—Sí, lo sé. Pero cuando la audiencia llegó a su fin me miró —puntualizó, despertando el interés de Drasil, que frunció ligeramente el ceño—. Fue antes de que abandonáramos el Gran Salón, así que sucedió muy rápido. Sin embargo... Pude ver a nuestra amiga, Dras. A la Astrid que conocemos desde que tenemos uso de razón. —Los iris oscuros de la mayor centellearon con vigor al pronunciar aquellos vocablos—. Pude discernir tantas cosas en sus ojos, tantas emociones... Como si de alguna manera estuviera intentando decirme algo.

La aludida posó la vista en sus manos entrelazadas, en las cuales podía apreciarse alguna que otra herida causada por el frío y el uso constante de la espada y el escudo. Después de lo ocurrido el día del concilio, cuando Astrid se negó a regresar con ellas, ya no sabía qué pensar. Por no mencionar que no quería hacerse ilusiones ni seguir aferrándose a un clavo ardiendo. Aunque debía reconocer que aquel repentino cambio de actitud de Eivør en todo lo referente a su antigua compañera la estaba trastocando a más no poder.

—No lo sé, Eiv... —Drasil suspiró, aún con la mirada fija en sus manos—. No quiso venir con nosotras cuando se lo propusimos. Prefirió quedarse con Harald —le recordó con un hilo de voz, a lo que la mayor inspiró por la nariz.

Debido a su mutismo, Drasil volvió a focalizar su atención en ella. La conocía desde hacía tanto tiempo que se había convertido en una experta a la hora de interpretar sus gestos y ademanes. Y la expresión que lucía Eivør en ese preciso instante la hacía sospechar que había algo que no le estaba contando.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —quiso saber.

La morena le devolvió la mirada, tan seria que Drasil no pudo evitar estremecerse. Segundos más tarde, cuando la hija de La Imbatible estuvo a punto de volver a preguntar qué sucedía, Eivør se llevó las manos al escote de su camisa y sacó de debajo de la tela lo que parecía ser una bolsita de cuero. Acto seguido, se la entregó a Drasil y le urgió con un simple cabeceo a que examinara su contenido.

La menor así lo hizo, presa de su propia curiosidad. Abrió la bolsa y volcó lo que quisiera que hubiese en su interior en la palma de su mano derecha. El corazón le dio un vuelco dentro del pecho al reconocer lo que era. Sus ojos se abrieron de par en par y su boca formó una «o» perfecta de la que no demoró en brotar un entrecortado sollozo.

—Es...

—El pendiente de Astrid, sí —la interrumpió Eivør.

Drasil dejó de contemplar la joya para poder conectar nuevamente su mirada con la de su mejor amiga. Estaba sumamente confundida.

—Pero ¿de dónde lo has sacado? —inquirió. Sus falanges acariciaron el pendiente con delicadeza, como si temiera romperlo o estropearlo. A Astrid le encantaba, hasta el punto de que siempre lo llevaba puesto. Era su seña de identidad.

La morena respiró hondo antes de contestar:

—Lo he encontrado en mi alforja. —Drasil volvió a arquear las cejas—. No sabía que estaba ahí hasta que hemos regresado al campamento. Antes de acudir al thing me puse a vaciar mi morral y lo encontré ahí, entre mis cosas —explicó con la vista clavada en la joya—. Es una señal, Dras. Un mensaje. Astrid debió de encargarle a alguno de sus sirvientes que metiera el pendiente en mi alforja... Y este tuvo que hacerlo mientras nosotros estábamos en el Gran Salón, en plena audiencia con Harald, Ivar y Hvitserk.

La susodicha volvió a gimotear, con las emociones a flor de piel. Sus orbes esmeralda relucían con intensidad debido a las lágrimas reprimidas y su cuerpo temblaba levemente. Cerró la mano en la que sostenía la joya y se llevó el puño al pecho, allá donde latía su corazón.

—Eso... Eso significa que está de nuestra parte —bisbiseó Drasil, abrumada—. Es su forma de hacernos saber que no nos ha traicionado.

Eivør realizó un movimiento afirmativo con la cabeza.

—Eso parece.

—Pero... —La castaña parpadeó varias veces seguidas, en un vano intento por salir de su estupor. Sus pensamientos no dejaban de entrecruzarse—. ¿Entonces por qué no vino con nosotras el otro día? ¿Por qué se quedó con Harald? Le brindamos la oportunidad perfecta para escapar —cuestionó. Aquel detalle en particular seguía sin encajarle, escamándola sobremanera.

Las facciones de Eivør se ensombrecieron ante eso último, como si un trueno hubiese estremecido su memoria. Incluso sus iris pardos parecían haberse oscurecido, lo que solo sirvió para desasosegar aún más a Drasil.

—Creo que sé por qué lo hizo —anunció la mayor tras unos instantes más de incertidumbre. Su seriedad a la hora de hablar no auguraba nada bueno—. Mientras la audiencia tenía lugar, varios thralls nos sirvieron bebida. Al principio no me di cuenta, pero en cierto momento reparé en que lo que tomaba Astrid no era cerveza ni hidromiel... Sino agua. —Realizó una breve pausa, lo justo para poder relamerse los labios—. Tengo la sospecha de que algo ata a Astrid a Vestfold, algo que va más allá de esta guerra entre bandos.

El aire abandonó los pulmones de Drasil al comprender lo que Eivør trataba de decir. Fue como si recibiera un golpe en el plexo solar, tan fuerte y contundente que no podía respirar en condiciones. De pronto, todas las incógnitas que rodeaban a Astrid cobraron sentido dentro de su cabeza.

—¿Acaso estás insinuando que...?

—Que Astrid está embarazada, sí. Y que el padre es Harald, obviamente —completó su compañera por ella—. Por eso no vino con nosotros, porque Harald habría hecho lo que fuera con tal de mantenerla a su lado. Y por eso no participó en la primera batalla.

Un jadeo se escabulló de la garganta de Drasil. Era mucha información que asimilar y, lamentablemente, no toda ella era buena. Puede que fuera mucho suponer, pero si se analizaba con detenimiento tenía sentido. Ahora que Astrid les había hecho llegar su preciado pendiente no cabía la menor duda de que siempre había estado de su parte, aunque sus acciones les hubiesen hecho creer justo lo contrario. Y el hecho de que estuviera esperando un hijo de Cabello Hermoso era la pieza que faltaba en el puzle.

«Oh, Astrid...»

—Hay que decírselo a Lagertha —manifestó Drasil con voz entrecortada. Se sentía tan mal por haber dudado de la integridad de su amiga que lo único que quería hacer era llorar—. No podemos dejar a Astrid así. Tenemos que ayudarla —insistió, sintiendo la imperiosa necesidad de ir a hablar con la soberana y exigirle que enviara a un grupo de soldados a Tamdrup para rescatar a su compañera. Le daba igual que fuera una idea disparatada.

Eivør la tomó de los hombros para evitar que se levantara.

—Lo sé. Pero dudo que podamos hacer nada, al menos de momento —repuso la morena en su mejor tono neutral—. No obstante, ahora iré a hablar con Lagertha. Quizás a ella se le ocurra algo. —Sus manos bajaron hasta los brazos de Drasil, los cuales estrechó con suavidad, queriendo reconfortarla. Ella mejor que nadie sabía cómo se sentía.

La hija de La Imbatible asintió, aún con la joya en la mano.

—Pienso matar a ese bastardo —escupió con rabia contenida—. Harald no puede salir impune de esto. Ha convertido a Astrid en un maldito daño colateral.

Eivør apartó las manos de ella y las cerró en dos puños apretados, tratando de canalizar su propia rabia. Ella también sentía cómo la sangre le hervía en las venas.

—Y pagará por ello, Dras. De eso puedes estar segura.

Aquello sonaba a promesa de venganza.

Y realmente lo era.

Drasil removió el contenido de su tazón con una cuchara.

Ubbe había aparecido en la tienda que ambos compartían con un cuenco humeante en cada mano —su nattveror de esa noche—, pero la muchacha apenas había probado bocado, limitándose a darle vueltas a aquella sopa insulsa en la que flotaban diversas verduras y lo que parecía ser carne de conejo. Estaba desganada y no tenía apetito, no después de su última conversación con Eivør; esa en la que había descubierto que Astrid no las había traicionado, sino que era prisionera del rey Harald por un motivo que hasta ahora habían desconocido.

Decir que se sentía miserable era quedarse cortos. La sensación de culpabilidad que llevaba acompañándola desde que había abandonado la carpa de Eivør era inmensa, hasta el punto de que no podía dejar de considerarse una pésima amiga. Había dudado de Astrid y de su lealtad hacia ellas, y ahora... Ahora no podía evitar sentirse avergonzada.

Debía haber supuesto que Astrid estaba actuando bajo coacción, que contaba con una razón de peso que le impedía regresar junto a ellas. Al fin y al cabo, no amaba al gobernante de Vestfold y nunca le había interesado el poder como para dejarse llevar por la ambición y la codicia. Aunque debía admitir que un embarazo era lo último que habría imaginado.

Conocía a la morena desde que tenía uso de razón y sabía de primera mano que no quería tener hijos. Casarse con un hombre y formar una familia —que era lo que la sociedad les exigía como mujeres jóvenes y fértiles— nunca había estado entre sus prioridades, de ahí que a Drasil le resultara imposible no pensar en cómo estaría siendo todo para ella. Y más teniendo en cuenta que había sido víctima de un matrimonio forzado.

—¿Te encuentras bien, Dras? —La voz de Ubbe se coló en sus oídos como una suave caricia—. Apenas estás comiendo.

La joven pestañeó un par de veces y alzó la vista hacia su marido, que la contemplaba con un poso de preocupación latiendo en el fondo de sus iris celestes.

—Sí —respondió ella luego de aclararse la garganta—. Es solo que no tengo mucha hambre. —Se encogió de hombros e hizo un mohín con la boca.

Ubbe la miró no muy convencido y ella volvió a centrar toda su atención en el recipiente que descansaba sobre su regazo. La cuchara había pasado a convertirse en un juguete para ella, al igual que los trompicones que podían encontrarse en el caldo, todavía caliente.

Evitó el contacto visual con su marido durante unos segundos más, hasta que este se aventuró a retomar la palabra:

—Dras... —la llamó, ocasionando que la mencionada se mordiera el interior del carrillo. Poco después sus ojos se encontraron nuevamente con los de él—. Sabes que lo de Astrid no es culpa tuya, ¿verdad? —añadió con una suavidad impropia de un temible guerrero.

Ante la mención de su compañera, Drasil tragó saliva. Las uñas de su mano derecha se clavaron con saña en la madera del tazón y una tensión a la que ya estaba más que acostumbrada se apoderó de sus hombros y de la línea de su mandíbula. Puede que no fuera una culpable directa de lo que le había sucedido a Astrid, pero se sentía sucia por haberse planteado la posibilidad de que realmente les hubiera traicionado, aliándose con el enemigo.

Estuvo a punto de decirle eso a Ubbe —a quien había puesto al corriente de las últimas novedades—, de compartir con él todos sus tormentos e inquietudes respecto a la morena, pero fue entonces cuando una tercera figura irrumpió en la tienda, que se encontraba tenuemente iluminada por varias lámparas de aceite.

—Drasil. —La recién llegada, que era skjaldmö de Lagertha, se detuvo frente a ellos con un porte distinguido y solemne. A veces a la hija de La Imbatible se le olvidaba lo que suponía estar casada con un Ragnarsson—. Un hombre pregunta por ti —le comunicó.

Drasil arrugó el entrecejo.

—¿Un hombre? —repitió ella, justo antes de intercambiar una fugaz mirada con Ubbe—. ¿Te ha dicho quién es o qué es lo que quiere? —consultó en tanto su mente se ponía a trabajar a toda velocidad. No esperaba ningún mensaje ni poseía recados pendientes, de modo que no tenía ni idea de quién podía tratarse.

La otra mujer, llamada Asgerd, negó con la cabeza.

—No. Solo ha dicho que desea verte.

Cuando Drasil abandonó la carpa para que Asgerd pudiera conducirla hacia donde aguardaba aquel misterioso hombre que preguntaba por ella, lo último que esperaba era encontrarse con quien lo hizo. Por su mente habían pasado infinidad de rostros, tanteando todas y cada una de las posibilidades, pero ese en particular ni se lo había planteado. Aquella presencia había sido tan inesperada que, cuando finalmente llegaron a su destino, se quedó paralizada debido al desconcierto.

La figura que tenía delante la escrutó con intensidad, con esos orbes azabache que parecían traspasarte el alma fijos en los suyos, y ella no pudo hacer otra cosa que alzar las cejas y entreabrir los labios, incapaz de disimular su asombro.

A su alrededor, el campamento seguía su ritmo habitual. Ya casi había anochecido, por lo que se habían encendido varias antorchas y hogueras cuya luz refulgía en la lona de las tiendas.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Drasil.

Examinó de arriba abajo al hombre que permanecía de pie frente a ella, percatándose de que, de alguna forma, lucía diferente. Quizá fuese aquella vestimenta de mejor calidad, con esa gruesa capa de piel cubriendo sus hombros y protegiéndole del frío vespertino, o tal vez el brillo radiante que desprendía su mirada. Ese que solo podía conferir la libertad.

Ealdian se mantuvo inmutable en su sitio. Fuera cual fuese lo que sentía en aquellos momentos no se reflejaba en su semblante, que parecía esculpido en piedra. Bajo la capa, cruzado al pecho, llevaba un morral de proporciones considerables, aunque no había ningún caballo cerca, lo que le hizo suponer que había hecho el trayecto desde Kattegat a pie.

—No tenía a dónde ir —contestó él y, sorprendentemente, su voz fue como un bálsamo para Drasil. Había dado por hecho que no volvería a verle—. En Kattegat no... no hay ningún bar... barco que vaya a partir pronto hacia Inglaterra. —Cada vez le costaba menos formular frases complejas, lo que la hizo sentir orgullosa—. Allí no encajo. Por... por mucho que ahora sea un hombre libre no me... no me siento cómodo —prosiguió, tomándose el tiempo necesario para dar con las palabras adecuadas—. Por eso estoy aquí. Soy un soldado. Lu... Luchar es lo que mejor se me da. Y si Ivar gana esta guerra, ni si... ni siquiera yo estaré a salvo.

La hija de La Imbatible respiró hondo y exhaló despacio. Su estupor todavía era palpable, pero se forzó a recuperar la compostura. Jamás había esperado aquello por parte de su antiguo thrall, el hecho de que prefiriera estar con ella y los suyos antes que... cualquier cosa. A fin de cuentas, ella era quien lo había esclavizado, arrastrándolo lejos de su hogar y su patria. Pero ahí estaba, dispuesto a pelear a su lado para vencer a un enemigo común. Realmente los dioses tenían un sentido del humor bastante peculiar.

—Eres... —Avanzó hacia él hasta que apenas hubo un par de palmos de separación entre los dos—. Eres el sajón más tozudo e insensato que he conocido nunca —dijo mientras negaba con la cabeza, como si no terminara de creerse que estuviera allí—. Pero me alegro de verte. No te imaginas cuánto.

Ante eso último, un fugaz destello rieló en los ojos de Ealdian, que dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo, aliviado. Drasil, por su parte, esbozó una amplia sonrisa, para posteriormente posar una mano en el hombro del cristiano. Hombro que después estrechó en un gesto cómplice.

—Anda, ven. Vamos a buscarte una tienda.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, hola!

Realmente no sé si quedará alguien por aquí, pero me apetecía subir un nuevo capítulo y... Bueno, aquí estamos. Este último mes he estado bastante desaparecida porque, en primer lugar, me he tirado unas tres semanas sin ordenador y, por tanto, sin poder escribir ni editar. Aunque también es cierto que ya no me apetece actualizar con la misma frecuencia que antes, así que ha sido una mezcla de ambas cosas: no poder y no querer. Pero bueno, poco a poco =/

Sé que es un capítulo cortito y bastante tranquilo, pero ya sabéis que me encanta profundizar en la relación que tienen los OCs con los personajes canon. Y el trío que forman Astrid, Eivør y Dras es mi debilidad </3 Siento que entre ellas tres todo fluye con naturalidad y me apetecía muchísimo escribir una escena como la del pendiente, de manera que espero que os haya gustado leerla =') Tengo la sensación de que en ciertas partes de Vikings todo pasó muy rápido, de ahí que esté aprovechando al máximo la oportunidad de añadir más detalles a la trama, porque creo que eso enriquece mucho la construcción de los diversos personajes. No sé qué pensaréis vosotros :S

Y, bueno, nuestro querido cristianito ha vuelto a entrar en escena. ¿Os lo esperabais u os ha pillado por sorpresa? Porque Drasil se ha quedado muerta, jajaja. Ealdian es un trocito de pan y estaba deseando que volviera a aparecer porque adoro escribir sus escenas. Es un rayito de luz entre tanto drama :3 Ahora bien, ¿qué creéis que va a pasar ahora que parece estar dispuesto a participar en la última batalla? ¿Vamos poniéndole velitas a la Virgen para que salga sano y salvo de esta? Me encantaría leer vuestras opiniones =)

Y poco más tengo que decir, la verdad. Si queréis que vuelva a actualizar con más frecuencia, no olvidéis votar y comentar, que ya sabéis que eso es lo que me anima a seguir publicando en Wattpad :')

Besos ^3^

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