LEONE CARUSO ©

By alegcl

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Libro I de la saga "Tentación Italiana". Leone Caruso. Alto, guapo, ojos café, siempre vestido con uno de sus... More

PRÓLOGO
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EPÍLOGO
2º LIBRO

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By alegcl

EMMA

—¿¡Qué!?

Mi grito retumbó por toda la casa, dejando prácticamente sordos a todos. Salvatore hizo una mueca de dolor, pero después volvió a tu cara seria de siempre.

—No chilles, ¿capito? —Dijo mirándome como si estuviera riñendo a una niña pequeña—. Debo irme. Leone necesita mi... apoyo.

—¿Y qué se supone que hago yo?

Salva me dirigió una mirada de advertencia. No podía irme de la lengua, era lógico. Pero lo que no era lógico era que me dejase aquí desprotegida, cuando los rusos nos están amenazando.

—Te quedarás aquí, tranquila, con tu familia. Ve al trabajo y haz cosas productivas en tu tiempo libre. Básicamente lo que has estado haciendo todo este tiempo, pero esta vez sin mí.

Cogí su brazo y le dirigí al patio trasero de mi casa. No podía dejarme, no ahora. Leone está a kilómetros de aquí, ni siquiera está en su casa. Le miré con una expresión vacilante. Tenía miedo, sí, pero no iba a dejar que Salva lo viera.

—¿Y tu jefe qué va a decir cuando sepa que me has dejado desprotegida?

—En primer lugar, él me lo pidió. Y en segundo lugar, vienen refuerzos. —Salva cogió su maleta de la habitación de invitados, salió de allí y le seguí hasta la puerta de entrada. Salió sin querer escucharme y abrió el maletero para dejar sus cosas, cerrándolo luego de un portazo.

—¿Qué significa eso? —Pregunté exasperada.

—Significa que viene otra persona a procurar que no te pase nada. Yo debo ir con Leone.

—¿Cómo lo sabes? Dijiste que no había cobertura dónde estaba.

—Yo no dije tal cosa, bambina. Dije que Leone no tiene el móvil porque es peligroso que se lo roben y se lo rastreen.

—¿Y entonces cómo te has enterado?

—Alessandro. El Caporegime que está escoltando a Leone mientras yo no estoy.

—¿Capo qué? —Salva puso los ojos en blanco. Yo me enfurecí mucho más—. ¡No me mires así! No sé nada sobre la mafi...

La mano de Salva se puso sobre mi boca tan rápido que casi me caigo al suelo, pero fue capaz de callarme y sujetarme a la vez. Era un buen guardaespaldas y un buen amigo, y por eso entendía que Leone lo necesitara. Ahora más que nunca.

—Ni una parola más, Emma.

Sono spiacente... —Dije arrepentida.

Salva suspiró. Mi cara le transmitía todo el dolor que sentía ahora mismo. No sabía nada de Leone, podría estar en peligro, podrían matarlo... Salvatore me dio unas palmadas en la cabeza. Le miré sin comprender lo que hacía.

—Deja de pensar tanto, y menos cosas malas. Leone estará bene, Emma. Es un hombre fuerte. Y tiene la suerte de casarse con una donna tan maravillosa como tú.

—¿Lo crees de verdad? —Pregunté indecisa. Salva asintió con la cabeza. Miré al suelo mientras su mirada protectora atravesaba mi cuerpo. —Va bene... cuídalo, per favore...

No dudes que lo haré, Emma. Ahora vuelve a casa, Valentino está a punto de llegar aquí y deberías estar descansando o tomado algo en la cocina.

—¿Valentino? —Pregunté confundida. Salva asintió con la cabeza.

—Tu nueva niñera. —Dijo guiñándome un ojo.

—No soy una bambina, Salvatore.

—A veces me demuestras lo contrario, cara. Ahora, debo irme. Cuídate mucho.

Buona fortuna, Salva. Y, per favore, procura que no le pase nada a mi prometido.

—Emma, Leone es el jodido Don de la mafia italiana. —Dijo acercándose a mí y dándome un beso en la frente—. Ha matado a mucha gente. Le han intentado matar desde hace más de diez años, y nunca lo han conseguido. Está bien y estará bien. No te preocupes por él. En cuanto pueda, te llamará.

—Así que voy a casarme con un asesino, eh... —Salva rió ante mi ocurrencia, al igual que yo—. Le echo mucho de menos... —Dije bajando la mirada al suelo. Las manos de Salva se colocaron en mis mejillas y me hicieron levantar la mirada. Escuché la puerta de entrada abrirse y supe que mi madre estaba en el umbral, mirando la escena.

Non ti preoccupare. Volverá aquí contigo. Te lo prometió.

Asentí y me dejó sola en la calle, no sin antes darme otro beso en la frente. Por un segundo, me di cuenta de lo amable y protector que era Salva conmigo. La sola idea de que, quizás, esos ojos azules que me transmitían seguridad pudieran sentir algo por mí pasó por mi mente, pero lo deseché al instante. Salva era el mejor amigo de Leone, mi futuro marido. Mi guardaespaldas. Sigue las órdenes de Leone. Nada más.

El motor del Land Rover que solía utilizar Salvatore retumbó en toda la calle. Me puse delante de la ventana del copiloto para decirle adiós. Bajó la ventanilla, y así decirme sus últimas palabras antes de irse.

Ciao, Emma. Nos vemos en unos días.

Ciao, Salva. Cuídate mucho.

Salvatore pisó al acelerador y salió de allí como alma que llevaba el diablo. Quizás tenía mucha prisa. Quizás había algo que yo no sabía, algo que no querían contarme. Quizás Leone estaba en peligro. Quizás había pasado algo con los hombres de Leone y estaba desprotegido. Quizás mi futuro marido... ya estaba muerto.


No quería pensar más de lo necesario, pero todos los escenarios posibles se agolpaban en mi mente como si fueran una bomba. Mi madre entró varias veces a mi habitación, pero no dijo nada. Estaba preocupada, era normal. Era normal, lo único que hacía era sentarme en la cama o al lado de la venta y leer un libro. Hasta que la vigésimo quinta vez, mi madre entró y habló.

—¿Dónde está Salvatore?

—En Florencia, con Leone.

Se quedó callada. No dijo nada más y salió de la habitación, dejándome sola de nuevo. Estaba preocupada. Claro que lo estaba. Pero debía confiar en él. Tenía que confiar en él.

—¡Emma!

El grito de mi hermano me sacó de mi ensoñación. Su voz parecía alarmada y mis sospechas fueron ciertas cuando le vi en la parte baja de las escaleras, mirándome como si no supiera qué hacer. Cuando llegué hasta él, vi que tenía el mando de la televisión de la mano. Dirigí mi vista hacia el aparato encendido y vi una última hora. Un bombazo. Una exclusiva. Una noticia de lo más impactante, sobretodo para nosotros.

"La pasada noche, el famoso empresario y millonario Rafaello Sorrentino ha sido disparado en la pierna con una herida de unos cuatro centímetros de profundidad. Le acompañaba el también famoso dueño de los hoteles Caruso's, Leone Caruso, el cual hemos descubierto que está a punto de casarse nada más y nada menos que con la hija mayor de su socio herido."

Me dejé caer en el sofá. Sabía que algo ocurría, sabía que Salvatore no me lo había contado todo. No se podía haber ido por las buenas, así sin más. Había algo, y era esto. Leone estaba en peligro, era algo obvio. Rafaello herido. Mi padre era un mafioso, igual que Leone. Ahora lo recuerdo todo. En el secuestro, Leone me cuidó. Papá fue a buscarme, a salvarme. Y después se marchó. Nos abandonó. Pero... ¿y si lo hizo por nuestro bien? Mamma me dijo que sus últimas palabras fueron que no sentía lo mismo por ella, que no nos quería. Esa idea estuvo presente en mi mente todos estos años. Pero... ¿era realmente verdad? ¿Y si lo hizo para no meternos en el mundo de la mafia? ¿Y si mintió a mamá para no involucrarnos? ¿Y si... me equivoqué con él? Y lo que es peor, ¿y si mamma lo sabe?

Cogí el móvil rápidamente. Comunicando, comunicando y comunicando. El hecho de pensar que hasta Salvatore estaba incomunicado por algún problema relacionado con su trabajo me ponía los pelos de punta. Salva era un buen hombre, y era el mejor amigo de mi prometido. No podía dejar que les pasara nada, a ninguno de los dos. Ahora que lo pienso... no volví a pisar el hotel desde que me desmayé. Mañana me incorporo de nuevo a mi trabajo. ¿Qué se supone que va a pasar cuando vuelva? El miedo de encontrarme con Sophia se instala de nuevo en mí.

Cuando desistí y deseché la idea de que Salva me cogiera el teléfono, éste empezó a sonar como loco. Corrí por toda la casa para cogerlo, ya que lo dejé en mi habitación y yo volví al salón.

—¿Salvatore?

—Emma. —Dijo él—. No voy a poder llamarte de nuevo así que escucha bien lo que voy a decirte. —Una pausa se instaló entre los dos, hasta que Salva volvió a hablar—. Han secuestrado a Leone, —mi aliento se cortó.— y a tu padre. —Mi corazón se paró. Me faltaba el aire. Miré a todos lados. Mi hermano ya no estaba junto a mí. Mi madre tampoco estaba por ninguna parte. Estaba completamente sola. Tenía miedo, mucho miedo—. ¿Emma?

—La prensa. —Dije de repente—. ¿Cómo se ha enterado de ese escándalo? Pensé que los mafiosos teníais más cuidado con todo esto.

—No lo digas tan alto. Sí, tenemos cuidado pero al parecer tu novio y tu padre han explotado no sé por qué. Y por eso les han descubierto. Algunos de los presentes lo contaron a las autoridades. Cuando los reporteros y la polizia quisieron llegar, ya era demasiado tarde. Leone y tu padre habían desaparecido.

Mi cabeza daba vueltas y tuve que apoyarla en el respaldo del sofá para no caerme redonda al suelo.

—Salva...

—Lo sé, bambina. Los encontraré sanos y salvos. Te lo prometo.

—No hagas promesas que no sabes si puedes cumplir. —Dije en un susurro. Salva lo escuchó, pero igualmente volvió a preguntarme qué había dicho. —Lo mismo que le dije a Leone cuando me despedí de él en el aeropuerto. Cuando me prometió que volvería a por mí pronto. ¿Cuánto ha pasado, Salva? ¿Una semana? ¿Dos? ¡Ni yo lo sé, joder! ¡Porque estoy desquiciada sin tener noticias de Leone! ¡Cada noche pienso que puede estar muerto!

En esos momentos me daban igual los gritos, las palabras, los adjetivos y todo lo que tuviera que ver con el secreto de Leone. Solo quería estar a su lado. Sabía perfectamente que mi deseo de sacarle de ese mundo es una completa y absoluta locura. No era imposible, pero sí muy complicado. Escuché pasos desde las escaleras y supe que alguien había escuchado mis gritos.

—Escúchame, Emma. —Dijo Salva a través de la línea en un tono calmado—. Retiro mi promesa. Tienes toda la razón, no puedo prometerte algo que no sé si voy a ser capaz de cumplir. Sono spiacente. Pero te voy a decir una cosa. Te mantendré al tanto de todo. Eso sí que puedo prometértelo. Valentino será informado de cada uno de nuestros movimientos. Le he dicho que te lo cuente absolutamente todo. Por supuesto es secreto profesional.

—Claro. Nada saldrá de aquí.

—Bien. Valentino debe de estar llegando a tu casa. Te acompañará al trabajo todos los días. Se quedará en la puerta de tu oficina. Será tu jodida sombra, Emma. Si te pasa algo, Leone mata a todo lo que se le ponga por delante. Secuestrado o no. —Una llama se encendió en mi pecho cuando dijo eso. Sabía que Leone, en el estado en el que se encontrara, me protegería. Mataría por mí. Y yo debería empezar a pensar lo mismo.

Grazie, Salva.

—Leone te quiere mucho, Emma. Me atrevo a decir que eres el amor de su vita, y no creo que esté equivocado.

Grazie di tutto, Salva. De verdad.

Prego, Emma. Ahora debo irme. Debemos encontrar al Don.

Dicho esto, Salva colgó la llamada. Sabía que algo malo estaba pasando. Lo sabía. Lo supe desde el momento en el que mi mamma entró en mi habitación a preguntarme qué ocurría. El timbre de la casa sonó. Quizás era Valentino. Me levanté del sofá mientras escuchaba los pasos de mi mamma detrás de mí. Abrí la puerta y me encontré con un chico rubio, alto y de más o menos mi edad.

Buon... buongiorno, señorita Sorrentino.

Me hice a un lado mientras mi mamma me miraba incrédula, dejando pasar a un extraño a nuestra casa. El chico entró con sus maletas y se quedó parado en el recibidor, sin saber muy bien qué hacer.

—¿Eres Valentino?

—Sí. Encantado de conocerla señorita. —Miró a mi madre—. A usted también, señora.

—Encantada. —respondió mi madre. —¿Tú eres...?

—El nuevo guardaespaldas de su hija, señora Sorrentino.

Mi mamma frunció el ceño considerablemente. Yo reí un poco internamente. Estaba divorciada de mi padre, no quiso conservar su apellido. Ella era Samara Foster, no Sorrentino. Que se refiriesen a ella por el apellido de mi padre la molestaba muchísimo.

—Foster. Señora Foster. —dijo cruzándose de brazos.

Mamma, es nuevo aquí. No te comportes como James Bond.

—Sabes que es mi película favorita, dolcezza.

Reí, dirigiendo mi vista de nuevo a Valentino. Su rostro estaba confundido, pero una pizca de gracia apareció en sus ojos, mezclada con un tanto de curiosidad.

—¿Es usted italiana, señora Foster? —Preguntó mi nuevo guardaespaldas.

—No de nacimiento. Mi madre es italiana. Vino aquí por negocios y conoció a mi padre. Cuando tenía dieciséis años más o menos viajamos de nuevo a Italia. Turín es la ciudad más bonita que jamás he visto. Viví allí muchos años y aprendí italiano a la fuerza. Y entonces, un día, conocí al padre de la criatura. —Dijo refiriéndose a mí. Valentino me miró e hizo una mueca. Era normal. Miré a mi madre confusa—. ¿Qué? —Preguntó mi madre.

—¿Por qué nunca me lo habías contado?

—Porque nunca me preguntaste, cara.

Va bene. Valentino, te mostraré tu habitación. —Dije tirando de mi guardaespaldas para que mi madre no siguiera hablando y hablando sin parar. Terminaría espantando al pobre Valentino.

—Tu mamma es muy maja. —Comentó. Le miré sin saber qué decirle. Pensé que no tenía permitido hablar así a la futura mujer del Don. Si Leone le escuchara...

—Lo sé. —Me límite a decir.

Tocaron de nuevo el timbre. Esta vez, fue mi mamma la que gritó que ella abría la puerta. Luego, no escuché nada más. Tenía un mal presentimiento. Valentino y yo llegamos a su habitación, instalándose rápidamente para hacer su trabajo. Estaba nervioso, seguramente fuera su primer día como guardaespaldas. De vez en cuando me miraba y se sonrojaba levemente.

—¿Estás...? —Mi pregunta se vio interrumpida por otra persona.

—Emma, cariño. Es Sophia.

Mi madre se encontraba apoyada en el umbral de la puerta. Valentino y yo la miramos a la vez. Seguramente, el chico ya estaba informado sobre mi, ahora, enemiga. Valentino se adelantó a mí cuando me dispuse a salir de la habitación y bajó rápido las escaleras. Fui detrás de él, y mi madre detrás de mí. Abajo ya estaba Sophia, cruzada de brazos y con un poco de ojeras bajo los ojos, arregladas con maquillaje. Su figura esbelta era notoria, y sus tacones la hacían aún más alta de lo que ya era. Escuchamos la puerta principal abrirse, viendo a mi hermano cruzando el recibidor sin quitar la vista de Sophia.

—Qué bien, ya estamos todos.

Esto último lo dijo mirándome a los ojos.

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