Ragen

By Jas_FR

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Entre los abismos de la oscuridad emergen las cadenas de la desesperación por escapar de aquél internado somb... More

Sinopsis
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
veintiuno
Veintidos
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Epílogo

Siete

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By Jas_FR

Evité mirar a la mujer.

Quizá funcione.

Evitar que me analice hasta el cómo respiro.

—Jaina, estoy esperando que hables.

—¿Qué quiere saber?

—Puedes contarme lo que pasa, estoy para ayudarte.

—Todo está en orden —levanté un dulce y lo comí—. En ocasiones pienso en mi familia como cualquier persona.

—¿Qué recuerdas?

—Cuando mi difunto padre solía llevarme al parque de diversiones.

—Tú padrastro o padre biológico.

—Biológico.

—¿Cómo era la relación con tú padrastro?

—Regular, siempre pedía que lo llame por su nombre, solía decir que su intención no era tomar el lugar de mí padre.

—¿Algo que te disgustó de él?

—El jugo de naranja que preparaba con mamá.

—Cuál es el motivo en específico.

—Era asqueroso, siempre era muy amargo y aunque me rehusaba a tomarlo me obligaban pues tiene vitaminas.

—Las enfermeras dicen que no lo tomas o se lo das a alguien más.

—Solía darle a Sasha, le gustaba.

—Debes tomar todo lo que te den —añadió haciendo sus anotaciones.

—Trataré.

—¿Qué hay de tu madre?, la debes extrañar bastante.

—Solía ser estricta y codiciosa, hacía todo por complarser a su esposo, eso generó que por un tiempo su relación tenga problemas.

—Es normal que las parejas peleen pero no que los niños presencien esas cosas. Escuché que estuviste teniendo contacto con los del área S.

Me digné a mirarla, empecé a pellizcar mi muñeca para evitar autodelatarme con las expresiones faciales, soy un asco tratando de mentir.

—¿Está mal?

—No, procura no quedarte a solas con ninguno, las apariencias engañan.

—Sí, son engañosas pero aquellos que también ocultan cosas les resulta fácil ver a través de esa máscara.

—Muy bien, nos veremos en la siguiente sesión.

Mordí mi uña, mi mente no puede borrar el recuerdo de ese chico.

Cobarde, cobarde.

Entré a la biblioteca con la vaga esperanza de despejar mi mente pero fue todo lo contrario, Conrad estaba molesto y discutía entre susurros con Emett quién me miró con una sonrisa tétrica.

De pronto alguien tomó mi mano y me condujo a la zona más alejada y oscura del lugar, por un instante creí que era Ragen.

Me empujó contra el estante pegado a la pared, cada libro de movió por el impacto pero ninguno calló.

—¿Dónde está? —cuestionó Frank.

—¿Quién?

—Ragen, sé que estuviste con él anoche, ¿¡dónde está!?

¿Cómo lo sabía?

Estoy segura de que nadie nos vio a menos de que sea él uno de esos sujetos.

¿Es eso posible?, o los calmantes recetados ya empiezan a causar alucinaciones.

—No lo sé, estuve en mi habitación todo el día.

—Mentirosa, si es necesario te golpearé hasta que confieses.

Levantó su puño amenazado con pegar pero no tuvo reacción de parte mía, naturalmente cerraría los ojos y buscaría escapar pero no lo haré.

Mis pocas agallas se dieron a relucir, no sería su víctima.

—¿Me buscabas? —Ragen sostuvo el brazo de Frank evitando el golpe—. Pensé que eras más delicado con las damas.

—Hombres y mujeres son iguales, ¿no?, no tengo porqué tener preferencia con una mujer.

—Sé que para ti son iguales pero no olvides que eres un peón.

Frank se liberó del agarre y lo interceptó con rudeza de la misma forma que lo hizo conmigo, Ragen no dudó y lo empujó.

Si el ambiente seguía captaremos la atención de los guardias, quién sabe qué castigo nos darán.

—No sobrepases tus límites.

—Tú lo hiciste primero —se encogió de hombros mostrando inocencia.

—Me contarás cada cosa que pasó.

—No me creerás si lo cuento.

—Estás advertido, Ragen.

Molesto dejó el lugar, me sorprendió verlo sano y salvo, parecía estar recién duchado y con ropa limpia.

Algo no está bien.

No quiero verlo pero.

Me armé de valor y alcé la cabeza para verlo.

Ahogué un grito al ver su rostro con hematomas.

Él pareció notar mi creciente curiosidad y preocupación.

—Me golpearon en la cabeza y luego desperté en mi habitación.  No es nada grave, no duele.

—¡Pensé que estabas muerto!

—Soy la propia muerte, nada me mata.

Rodé los ojos.

—A veces das miedo, ¿lo sabes no?

—Es parte de mi naturaleza, Jaina, me sorprende que a pesar del peligro sigas volviendo a mí.

—¿Por qué debería temer?

—Estás equivocada si crees que sólo maté a una persona, incluso podrías ser la siguiente —comentó con su tono siniestro característico, aquel que deja la boca seca y el incesante miedo e incertidumbre, apresurado salió del lugar dejándome con miles de preguntas y cero respuestas.

Ladeé mi cabeza y pude sentir mis huesos crujir, el estrés empieza a acumularse.

Traté de buscar algún libro con información del lugar pero fue imposible, opté por salir y tomar aire, los chicos jugaban a las cartas bajo la atenta mirada de los guardias, me senté en una banca con vista a la enorme malla de red que nos separada del bosque.

Una prisión que se disfraza de reformatorio.

—El clima está lindo —giré abruptamente, un chico de piel morena se sentó a mi lado—. Antoni.

—Jaina.

—Eres nueva, ¿no? —asentí con cautela—. No hay muchas rubias en este lugar.

Tiene razón, en su mayoría tienen el cabello oscuro o café.

¿Debería preocuparme?

—¿En total cuántas hay?

—Contigo son quince aunque la semana que viene ingresarán diez más.

—¿Cómo sabes eso?

—Los enfermeros no dejan de hablar sobre eso, dijeron que son malas.

—¿A qué te refieres?

—Entre ustedes también existen las almas perdidas —apuntó a su ropa oscura-. Quizá no tanto como nosotros.

—¿Qué hiciste para terminar aquí?

—No recuerdo —sus manos se movieron con nerviosismo—. Sólo desperté en este lugar, pregunté pero nadie quiere decirme, para terminar aquí tuviste que hacer algo malo o tener mala suerte. ¿Y tú?

—Mis padres murieron, nadie puede hacerse cargo de mí por lo tanto fui internada.

Un canario se posó en su mano y con cuidado acaricio sus alas, el pájaro buscó su cariño con desespero, su presencia transmite una tranquilidad incomparable y sobre todo gentil.

Pude notar un tatuaje en su antebrazo que parecía ser una letra japonesa, mi curiosidad pudo conmigo y lancé la pregunta.

—¿Qué significa tu tatuaje?

—Tampoco sé, un día sólo lo tenía.

—Antoni —lo llamó la hermana.

—Hermana Rosa —este se levantó y besó el dorso de la mujer como todo un caballero—. Dios la bendiga y mantenga sana.

—Igualmente tesoro, es hora de tu medicina —con un asentimiento de cabeza me saludó—. Vamos, Antoni.

—Gusto conocerte.

—Adiós.

Permanecí algún rato más en el lugar mirando al edificio S, especialmente la habitación de Ragen.
Un yoyo se tambaleó frente a mi, tiré mi cabeza hacia atrás y la sonrisa se Shun se agrandó dejando ver unos pequeños hoyuelos adornando sus mejillas.

Saltó la banca y se sentó, estaba muy callada y distraída pues no jugaba con su yoyo, algo la inquieta.

—¿Shun?

—Sí.

—¿Estás bien?

—Clarooo... -—dijo con extraña relación.

—No pareces estar bien.

—Es la medicación para el estrés, ahora puedo ver caras sonrientes en vez de tristes.

—¿Desde cuándo tienes depresión?

— No tengo, sólo estrés.

—Deberías dormir —pasé su mano por mi hombro para que tenga soporte y poder caminar sin caer.

—Es hora de la misa.

—No irás en esas condiciones.

—Dijeron que hoy sería especial.

—Es sólo una misa.

—Llévame a la capilla, el sacerdote nos espera.

Todas se dirigían al lugar pero al igual que Shun estaban fuera de sus sentidos, como si estuvieran drogadas. No estoy segura pero es una suposición que no pienso descartar.

En la entrada las hermanas me miraron asombradas y susurraron entre ellas, Shun caminó tambaleante hasta el primer banco, no me dejaron entran a pesar de insistir.

—No tomaste tus medicamentos—avisó la enfermera depositando una pastilla en mi palma y en la otra un vaso de agua—. Debes tomarlo.

—Pero no tengo ansiedad ni estrés.

—Pero si depresión, la muerte de tu amiga es un hecho traumático y aquí nos encargamos de la rehabilitación.

Su mirada retadora me dejó sin opción y tragué la pastilla, no me sentí diferente pero a medida que los minutos pasaban mi vista se volvió distorsionada.

Mi deducción fue correcta.

El sacerdote seguido de algunas hermanas caminó hasta llegar al altar, mis extremidades y boca se movían por sí solos, rezaba como ellos y realizaba todos sus ademanes.

Un aproximado de diez chicas con diferentes rasgos se arrodillaron frente al altar luego de terminar la misa, traían un vestido delgado de tela blanca casi transparente.

—Dios es bondadoso y otorgó la bendición a estas jovencitas para ser libres y poder rehacer su vida fuera de este lugar, tras años en este lugar finalmente verán por sí mismas y obtendrán una mejor vida.

No soporté más y caí pero un cuerpo pudo amortiguar la caída.

—Jaina.

—Antoni.

Fue lo último que logré pronunciar antes de perder el conocimiento, me sentía alejada de la realidad, como si lo último que viví fuera una película.

Mi respiración se volvió agitada al igual que mis latidos, mordí mi labio inferior tratando de asimilar lo sucedido minutos atrás.

Su mano me cogió del cabello y con desenfreno besó mis labios, giró mi cuerpo y tuve que apoyar mis manos sobre el lavabo mientras el roce de sus dedos subía desde mi pierna hasta mi centro.

Temblaba con su ligero toque, no hizo nada más que tocar y eso bastó para tenerme húmeda y desesperada, por el vidrio lo miré, Ragen disfrutaba ver la reacción de mi cuerpo y justo cuando bajó la ropa interior abrí los ojos.

Las cosquillas en mi zona aumentaban, sentía la intensa humedad causada por ese sueño, no suelo tener esa clase de sueños y menos con alguien que es una asesino psicópata cómo él pero, lo sentí tan real.

—¿Jaina?

—Estoy bien, Shun.

—Tus mejillas están rojas cómo tomates, ¿acaso tuviste un sueño erótico?

Cómo diablos hizo para adivinar.

No dije nada y eso fue respuesta suficiente.

—¡Jesús, cuenta qué pasó! ¿con quién?

—Shun —dije de mala gana.

—Cierto, te dejo a solas así puede bajar la calentura.

Miré la puerta y ya estaba abierta.

—No, tomaré una ducha.

—Debes contarme con quién fue, ¿chico o chica?

—¡Shun! —le lancé la almohada que atrapó y puso entre sus piernas.

—Cuando tengo sueños húmedos generalmente suelen ser en trío.

Mi boca se abrió de la impresión.

—¿Trío?

—O cuarteto, mi mente proyecta sueños raros. ¿Lo hiciste con Antoni?, digo, en el sueño.

—No, ¿por qué tendría que ser él?

—Ayer caiste en sus brazos como bella durmiente, se te bajó la presión pero veo que ya estás bien cómo para soñar cosas de ese estilo.

—Quizá es porque no lo hago hace tiempo.

—¿Tenías novio?

—Sí pero duró dos meses, mis padres no estaban de acuerdo pues era un mujeriego de cuarta, por suerte no me contagió alguna enfermedad.

—Detesto a los patanes mujeriegos, digo, ¿no se pueden conformar con amar sólo a alguien?, conocí a chicas que también andaban con miles y juraban amor a su pareja, hipócritas.

—Difícilmente puedes cambiarlos —tomé la toalla y fuimos a las duchas.

Esta vez en la fila matutina decidí no ir adelante para evitar encontrarme con ellos, fue inútil porque a pesar de las personas Ragen me vio pero está vez no traía una sonrisa, estoy segura que esa personalidad es la verdadera y sólo finje ser alegre.

Este chico tiene una gran capacidad para encontrarme, no me sorprendería que me encuentre incluso en el infierno.

Me centré en el tejido, opté por tomar estás sesiones y despejar mi mente, pronto estaríamos en invierno y no es mala idea tener una bufanda.

Frente a mi estaba Antoni igual de concentrado que el resto, de vez en cuando me miraba y cuando lo pillaba desviaba su rostro cómo un niño.

—El tejido es lindo —comentó dejando sus palillos.

—También estresante.

—¿Cómo murieron tus padres?

—Accidente automovilístico —conté con brevedad.

—Lo lamento.

—Fue difícil pero la vida continúa.

—¿Hermanos?

Eso no, cualquier pregunta menos esa.

Mordí mis labios con tanta fuerza que empezó a salir sangre, Antoni entró en pánico y fue cuestión de segundos para que se desmaye.

Los enfermeros lo llevaron con el médico y me dieron algodón con alcohol para mis herida.
Mi mente dio innumerables vuelvas mareándome en todos mis recuerdos.

Tranquila Jaina, ya pasó. Repetí para mí misma hasta calmarme.

Por las aulas caminé perdiendo el tiempo pero me detuve cuando escuché unos ruidos extraños seguido de gemidos, provenían del salón más alejado que por el momento no es usado.

¿Acaso todos tienen sexo en este lugar?

—Ragen -—nombró una voz femenina.

Acaso él...

Sacudí mi cabeza y salí del lugar corriendo hasta llegar al último piso, mi corazón latió tan fuerte como un tambor, me sentí extraña y con ganas de vomitar.

No debo perder el control.

Levanté la vista al comedor, Ragen salía de él, no entendí pues estaba segura que esa mujer ahora mismo estaba teniendo sexo con él, entonces, ¿qué hace aquí?

Dudo que le hayan robado la identidad.

No me miró y pasó por mí lado cómo si fuera un fantasma, quedé parada procesando todo y obligando a mis neuronas a trabajar buscando una explicación convincente.
Mis pies se movieron sólos siguiendo su rastros, mientras el camina yo debo correr para si quiera estar detrás de él, llegamos al jardín pero se esfumó, no estaba en ningún lugar. No creo que esté loca, al menos no lo suficiente para tener una alucinación.

Bajé las gradas mirando a mis alrededores, en mi distracción un cuerpo se abalanzó sobre mí empezando a golpearme y arañar mis brazos que puse como escudo, el impacto me dejó atontada, sentí que todo sucedió en cámara lenta, demasiado lenta.

—Fuiste tú, la mataste.

—¿Kenia?

—¡Perra! —golpeó mi estómago logrando dejarme sin aire—. ¡Era tu compañera de cuarto y la mataste!

—¡Déjame, loca!

—Asesina, asesina —repitió golpeando cada vez más fuerte, logre tomarla de los brazos y darle un cabezazo que la atontó.

Traté de escabullirme pero cogió mis piernas evitando que me arrastre, sus cachetadas causaron que la sangre brote de mi nariz, le acerté un golpe pero no lo suficientemente fuerte para que se quite.

Sus ojos destellaban una rabia acumulada que tiempo lleva suprimiendo.

Los guardias le inyectaron algo que la dejó inconciente, mi ropa estaba bañada de nuestra sangre, sentí una intensa mirada y al voltear hacia atrás observé a Ragen con los brazos cruzados, Emett sonrió excitado, lo supe al ver el bulto en sus pantalones.
Quise descifrar la expresión del pelinegro pero las enfermeras me llevaron a atención, vendaron mis brazos y ordenaron permanecer en la sala de reposo, habían quince camas pero era la única en ese lugar, al menos tenía un ventanal cerrado por cortinas blancas.

Una corazonada me decía que Kenia pudo ser el sujeto que me persiguió la otra noche pero también sospecho de Ragen porque casualmente apareció segundos después que el sujeto se fue.

Deduje que es media noche por los ruidos nocturnos, en especial de los búhos y las crujientes ramas.
El sonido de la puerta al abrirse me asustó, creí que era electrónica pero tal parece que no, una silueta encapuchada se acercó y susurró algo que no entendí, iba todo de negro y por instinto dije su nombre.

—Ragen —no respondió, tal vez no es él—. ¿Antoni?, ¿Conrad?

—Sí que no sabes mantenerte alejada de nosotros, incluso Frank y Emett te conocen.

—¡Ragen! —solté con alegría.

—Dilo más fuerte y las enfermeras vendrán.

—Pero cómo llegaste aquí.

—Eso no importa, ¿cómo estás?

Su pregunta me desconcertó, ¿acaso se preocupa por mí?

Alguien tan egocéntrico y orgulloso preocupado por alguien que no es él.

—Sólo fueron unos rasguños.

—Y un ojo morado —fruncí los labios, estaré unos días con el ojo morado, me veré igual a los boxeadores—. Debiste defenderte.

—Lo hice.

—No lo hiciste bien.

—¿Acaso esperabas que le clave un lápiz en el ojo?

—Sí. Atacas o te atacan.

Entonces lo recordé, mató a su madre y no tuvo compasión ni dudas.
No sabe qué es la compasión y mucho menos habría actuado cómo lo hice.

Mi mente traicionera me recordó ese sueño, mi vista viajó a sus manos, las mismas que recorrieron mis piernas, malditos y pecaminosos recuerdos.

—Jaina.

—¿Ah? —solté distraída abandonando mí burbuja lujuriosa.

—Descubrí algo pero dudo que tengas el estómago para verlo.

—¿Qué es? —tensó los músculos, parecía arrepentido de su comentario—. Ragen.

—Huele a carne putrefacta.


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