Imaginas: Fantasea Con Michae...

By MJMoonwalker3

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❝Compláceme como me gusta, pequeña❞. [Saga Imaginas] ❝Nuevas historias para nuevas moonwalkers pervertidas❞. ... More

Aclaración
Mujeriego
Gifs #1
Memes #1
Sexo Telefónico [Extenso]
Fotos #1
Irresponsable (2/2)
Ginecólogo
Roles [Extenso]
Especial de Navidad
Venganza
Gifs #2
Borracho
Adicciones (1/2)
Fotos #2
Padre Soltero
Memes #2
Fractura
Fotos #3
Compartir (orgia)
Bajas Temperaturas (1/3)
Devorarte
Gifs #3
Bajas Temperaturas (2/3)
Bajas Temperaturas (3/3)

Un singular prostituto [Extenso]

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By MJMoonwalker3

Érase una vez un prostituto, que a pesar de dar un servicio sexual como los otros él destacaba entre ellos. Era el preferido entre las mujeres que habían tenido un mal día en el trabajo, y realmente en cualquier mujer considerada dominante o que le diera curiosidad el tema.

"Sala de tortura", así era como se llamaba aquel lugar del que solían provenir gritos y gemidos masculinos provenientes de un sólo hombre.

"40 dólares la hora" decía el cártel pegado a la pared al lado de la puerta. Y abajo en la esquina de la misma hoja escrito con chillantes letras rojas mencionaba: "¡Los lunes 30 dólares la hora!". El cártel se veía relativamente nuevo, así que ese muchacho no debe llevar mucho tiempo metido en el burdel.

Era tanta su popularidad entre las chicas que tenías que agendar una cita para poder tenerlo y pagar con antelación. Descubrir cuál era la razón de su fama era la misión de ella, una periodista experimentada que escribía resumidos blogs en internet cuando tenía tiempo libre fuera de la oficina.

—Bien, aquí está —habla la encargada del burdel abriendo la puerta de "la sala de tortura"—, es todo suyo por dos horas. Gracias por su reservación —se despide con una ligera inclinación de su cabeza y mira al hombre dentro del cuarto—. Que se diviertan.

La puerta es cerrada después de la salida de la mujer. Ella mira con detalle dentro de la habitación, y a simple vista no parecía ser diferente a cualquier cuarto dedicado a la prostitución. Había una cama acompañada de unos pequeños burós a los lados, en donde había lubricante y condones encima; sin embargo, he aquí lo interesante, el producto en cuestión estaba atado a la cama por unas cadenas. Un hombre joven de cabellos rizados y ojos cafés oscuros con 1.80 de altura y ropa interior negra, atado de pies y manos a la base de la cama. Toda una atracción para las chicas hormonales.

—Entonces, no creo que sólo seas una cara linda ¿verdad? —. Cuestiona la chica dejando su bolso en uno de los sillones del cuarto.

Abre el bolso y mete su mano para buscar la grabadora. Al encontrarla la pone en funcionamiento y con discreción la coloca encima de uno de los burós al lado de la cama.

—Algo debes tener en particular para ser tan famoso por aquí —. Piensa ella en voz alta.

El hombre simplemente se mantiene callado mirándola mientras se relame los labios.

—¿Por qué te tienen atado? —le cuestiona la mujer como si se tratase de un interrogatorio—. ¿Eres peligroso?

El chico rio internamente por lo que supuso aquella señorita. ¿Él peligroso? Claro que no.

—¿No vas a contestar, niño bonito? —. Pregunta ella ya irritada.

El muchacho se sintió ligeramente asustado por el tono de la mujer. Era fácil intimidarse de casi cualquier cosa estando atado sin poder moverte.

—E-Es que yo no t-tengo permitido hacer eso —murmura bajando la mirada—. Y por cierto me llamo Michael, no "niño bonito".

—Entonces yo te doy permiso de contestar —espeta la mujer acercándose más al interrogado—. Ahora contesta, ¿por qué te tienen atado?

Jackson lo pensó por un rato. ¿Por qué debería de darle toda la información que quería esa mujer? Pero claro, si siguen entre pregunta y pregunta es probable que el tiempo pase más rápido, y así evada su obligación como producto, que es complacer con gemidos y gestos a las clientas que entrasen por su puerta.

—Me tienen atado porque soy demasiado inquieto —. Contesta con una voz tímida.

—¿Inquieto? —. Sigue la muchacha intentando sacar una definición más concisa de lo que él quería expresar.

—Dicen que me muevo mucho —. Añade Jackson con una sonrisa nerviosa.

La erección detrás de su boxer lo estaba matando. La chica que había venido antes no tuvo tiempo de hacerlo llegar, ya que la hora que había pagado se había acabado demasiado pronto. Su miembro bajaría porque se le quitaría la calentura parcialmente, pero no fue así. Entró esta hermosa chica haciendo sus preguntas y su erección se intensificó de enorme manera.

—Umm... pero eso aún no responde mi pregunta inicial —habla la mujer formulando en su cabeza la razón—. ¿Qué es lo que tienes de especial? ¿Por qué hay una larga lista de espera por tus servicios?

—B-Bueno, es que m-me veo débil y a las chicas l-les gusta dominarme —. Explica bastante nervioso de que la chica note su problemita.

—Pero debe haber algo más...

Menciona la chica aproximándose al rizado, proporcionándole un fuerte apretón en sus partes íntimas, apretón que el muchacho para nada esperaba. Lo que provocó que soltara un gemido que probablemente se escuchó hasta afuera de la habitación. Su miembro estaba tan hinchado y duro que la mínima caricia lo podría hacer jadear.

—Aah, señorita —gime con la cara roja de la excitación—. N-No haga eso, por favor.

La mujer sonrió de forma inconsciente al escuchar las lindas súplicas del hombre atado.

—Empiezo a entender la razón por la que eres tan solicitado —comenta la mujer con un tono pícaro que espantó a Jackson—. Tú Michael, eres todo un deleite para las mujeres.

Ella se sentó en la orilla de la cama y se inclinó para poder besar los labios del chico. Desde que entró había estado deseando devorar su boca. Sus labios estaban tan rojos y se veían tan suaves que no pudo resistirse más tiempo.

Jackson le siguió la corriente con los ojos cerrados e intentó disfrutar del fogoso beso que aquella mujer le estaba dando. Abre sus ojos por un momento y nota algo sobre el hombro de la chica. El estante que estaba en la pared se había quedado con las puertecillas entreabiertas. Ese estante contenía utensilios de tortura, juguetes que las chicas usaban para hacerlo sufrir durante su estancia en la habitación. Sólo esperaba que la chica no se diera cuenta de aquello.

Luego de unos segundos más de tener sus labios juntos, la muchacha se percata de que Michael está mirando a una dirección fija con cierto temor. Se separa y trata de seguir los ojos de Jackson para saber que es lo que tanto le atraía la atención. Pero claramente el rizado no la dejaría hacer eso.

—Sígueme besando —suspira el morocho mirándola—, por favor.

La chica regresa su mirada hacia él sintiéndose extraña, como si Michael quisiera ocultarle lo que había dentro del estante. Gira poco a poco su cabeza hacia allá, incitando al rizado a detenerla.

—Mírame —le pide con la respiración un poco agitada—, no hay ninguna razón por la cual mirar hacia allá.

La desesperación le había hecho una mala jugada. Lo que él no sabía es que era difícil mentirle a un periodista, además de que son bastante curiosos, y ese era su fuerte. Así que la muchacha ignora las peticiones del hombre y se pone de pie, enfilándose hacia aquel estante que parecía tener cosas dentro.

Los ojos alarmados del rizado le avisaban que se alejara y mantuviera su distancia del estante como si este contuviera una bomba en su interior. Tomó las hendiduras de las puertecillas y jaló de ellas para terminar de abrirlas, encontrándose con algo que para Jackson era su perdición y para ella un medio de entretenimiento.

Ella estaba en silencio desde hace rato, sólo analizando todo lo que había dentro del estante.

—¿E-Está pensando en qué hacerme? —. Cuestiona Jackson titubeante.

La periodista ignora su pregunta y se dedica a seguir observando. Entre más segundos pasaban más miedo tenía el morocho por lo que esa chica podría llegar a hacerle.

—No me esperaba ésto —murmura la mujer con una risita de por medio que salió de la nada, asustando aún más al chico—. Tienes muy lindos juguetes, Michael ¿por qué intentaste ocultarme información tan esencial?

La mujer se estaba decidiendo por tomar alguno de los juguetes, pero había tanto que escoger. Vibradores de distintos tamaños y formas, plumas esponjosas, látigos, mordazas y pinzas. ¿De qué manera lo haría gritar primero? ¿Sería con la fuerza de un látigo o la delicadeza de una pluma? ¿Le colocaría la mordaza para que ahogara sus gritos? Probablemente no. Lo que más quería en ese instante era oírlo jadear en voz alta, tanto que las chicas esperando fuera de la habitación sintieran celos por cómo estaba llevando al mismo cielo a ese hombre de complexión delgada.

Finalmente, optó por tomar uno de los vibradores dentro del estante. Michael hizo una cara de dolido al mirar el juguete.

—Con eso no... —suplicó con la voz casi quebrada—. Esta es la tercera vez en el día que usan eso conmigo.

—¿De verdad? —cuestiona la mujer con picardía—. No te preocupes, este no es el único juguete que probaré contigo.

Jackson tragó duro ante su respuesta. La mujer sacó una grabadora de su bolsa, misma grabadora que usaba como herramienta para su trabajo. Dejó esta encima de uno de los burós al lado de la cama y la puso a grabar.

—¿Sabes? Tenía pensado hacer una crítica sobre tus servicios —menciona la periodista con una sonrisita—, pero mejor haré una recomendación.

Michael se espanta cuando escucha el sonido vibrante del aparato acercarse a él. La mujer tenía el vibrador en mano. Lo puso a un nivel tan alto que su brazo temblaba ligeramente por la fuerza. Su brazo se posó entre las piernas del rizado y siguió un camino por las sábanas, subía cada vez más, casi hasta llegar a su entrepierna vestida. Su muñeca subía y bajaba por montañas dónde las sábanas se habían juntado y habían formado ligeros bultos.

—Umm... Por favor, no lo hagas —. Gime el moreno con un cara de sufrimiento.

La chica ignoró su súplica y el movimiento de su brazo persistió. Jackson no dejaba de pedir y sollozar para que no lo hiciera. Pero en cuanto el vibrador tuvo contacto con la parte más sensible de su ser éste le hizo callar e intercambiar esas peticiones por gritos desesperados.

—¡Aah! —jadea en un exclamo por el enorme placer que sentía—. ¡A-Aleja... e-eso!

Intenta pedir de forma entendible. Su cuerpo se mueve rápidamente para evitar el toque del juguete, de forma que encaja sus talones en el colchón e intenta subir apresurado; sin embargo, las cadenas atadas a sus piernas no le permiten alejarse demasiado.

—No te muevas tanto —habla la periodista entre una risa—, si no la grabadora no captará bien tus gritos.

La mujer simplemente sube su brazo un poco más y el vibrador vuelve a alcanzar la entrepierna del moreno, quién se lamentaba por estar atado en ese momento.

Claro que el chico quería que lo complacieran y que lo hicieran llegar hasta lo más alto, pero no cuando su miembro estaba tan hinchado y sensible. En esos casos pedía que las caricias fueran suaves para poder soportarlas, y un vibrador no era su método preferido para tratar una erección que dolía desde hace rato.

El grado de satisfacción que sentía la chica al ver cómo Michael se retorcía del placer era inimaginable. Pero debía ser misericordiosa con él, no pretendía sacarle todo lo que tenía sólo en los primeros minutos, quería que soportora la hora faltante. El vibrador es alejado de su miembro, a lo que el rizado agitado intenta recuperarse.

Con una burlona sonrisa la mujer vuelve a acercar lentamente el juguete hacia él, ver los gestos que hacía Jackson le causaban mucha gracia.

—N-no... Otra vez, no —menciona Michael agotado—. M-Me duele mucho.

—Oww, pobrecito —se compadece la mujer apagando el vibrador—. Mejor seguiré con los otros juguetes.

La chica se regresa al estante y deja el vibrador en su sitio. Mira los otros juguetes y piensa cuál sería el indicado para el moreno. Finalmente se decide por la pluma, si él quería que ella fuera gentil esa era la mejor opción.

—No me digas... tomaste otro vibrador ¿Verdad? —. Habla el rizado tratando de ver lo que ella escondía.

—Cierra los ojos —. Dice con una voz dominante que intimida a Jackson.

Michael acató su orden, cerró los ojos y esperó lo peor. Sintió las delicadas manos de la chica bajarle la ropa interior, dejándola en sus rodillas. Sus demás sentidos se agudizaron por la falta de la vista, su oído captó ligeros murmuros por parte de ella. Su nariz olfateó el perfume al cual no había tomado importancia desde un principio, aroma a mujer. Su piel podía sentir con claridad cada trazo de la yema de sus dedos.

—Que linda erección tienes, Michael —menciona la periodista—. Me gustaría tomar evidencia gráfica de ésto.

—Las fotos se cobran por separado —. Le dio a saber el moreno con timidez.

La risita de la chica resonó por la habitación y se repitió en su cabeza un par de veces. De la nada sintió unas suaves caricias en su abdomen. Y por fin había descubierto cuál juguete había tomado la mujer, era la pluma. No se engañen, la suavidad de la pluma no la hace menos tortuosa que los otros juguetes.

El rizado simplemente suspiraba ante los suaves toques, incluso la piel se le erizó. Al comienzo la pluma era bastante relajante, pero después los tan delicados toques terminaban por desesperarlo, tanto así que hasta rogaba que la fuerza del vibrador regresara y lo seduciera.

Los lindos roces de la pluma descendieron muy lentamente por su abdomen llegando a su entrepierna, dónde la pluma se desplazó a su antojo y movió levemente su miembro de un lado a otro.

—¿Te gusta? —. Cuestiona la chica con una pícara mirada.

Jackson asiente en respuesta. Sus cejas se inclinaron cuando sintió la suavidad del juguete recorrer todo su pene desde la base a la punta. La pluma permaneció unos momentos más en la punta de su miembro y se frotó contra ésta, provocando que Michael soltara un tierno gemido.

—Umm... —jadeó el moreno—. Masturbálo... Por favor.

Pedía con una voz más suave y sumisa de lo normal. Michael no sabía con exactitud si le gustaba o no el hecho de que lo trataran con inferioridad y lo torturaran a menudo; más sin embargo, algo tenía claro en ese momento, ser el sumiso lo hacía excitarse demasiado.

—¿Quieres correrte? —. Le cuestiona la mujer de manera burlona, ignorando su petición anterior.

—S-sí —responde en un susurro—. P-Por f-favor.

Jackson apretaba fuerte sus puños. Las caricias de la pluma persistieron incluso más insistentes que antes.

—¿Seguro? —. Reitera la chica sólo para molestarlo.

El juguete bajó lentamente desde la punta a la base, y sus delicados factores tocaron con suavidad sus testículos igual de hinchados por la espera.

—Maldita sea —. Maldice él entre dientes.

Jackson echa la cabeza hacia atrás, cierra los ojos aún más fuerte y aprieta las sábanas con sus manos casi hasta el punto en que sus nudillos se mostraron blancos por la fuerza ejercida.

—¿Estás seguro de que quieres correrte, Michael?

—¡Sí, por favor! —exclama desesperado—. S-se lo pido...

El tono de su voz disminuye en cuanto siente la mano de la mujer enrollarse en su miembro caliente y palpitante. Ella comienza a masturbarlo rápidamente, ganando un gran gemido por parte del moreno, quién había esperado desde hace mucho su liberación.

—¡Aaah! —jadea con la voz ya cansada de rogarle—. Siga... Hágalo así...

Balbuceaba Jackson pronto a su orgasmo. Su cuerpo no mostraba oposición, estaba listo para soltarlo, le faltaba tan poco. Michael abre los ojos y mira hacia abajo, el observar cómo la chica hacía un buen trabajo con su miembro lo llevó al punto máximo de tolerancia al placer, ya no podía soportarlo más. Así que retiró la mirada y negó con la cabeza levemente, intentando soportar la que sería la mejor corrida de su vida.

Los ojos se fueron hacia atrás.

Sus nudillos estaban más que blancos.

La respiración estaba descontrolada.

Una capa de sudor estaba por todo su cuerpo.

Y justo cuando siente que se va a correr la mujer se detiene sin más al oír la puerta de la habitación ser abierta.

—Se le acabó el tiempo, señorita —. Le informa la encargada.

Los ojos del rizado se tornan realmente llorosos y se molesta por no haber llegado al climax, tanto así que intenta moverse y masturbarse él mismo, pero claramente eso no era posible. Trata de patalear un buen rato, como si quisiera hacer un berrinche tal cuál como hacían los niños con naturalidad cuando sus padres no les querían comprar su golosina favorita.

—¡Maldita sea! —. Grita adolorido.

Deja de moverse y toma un respiro. Su miembro estaba demasiado hinchado y soltando líquido preseminal sin descanso.

—Dios mío, sólo se lo presté por dos horas y ya casi se acaba al muchacho —. Ríe la encargada, ya que nunca había visto a Michael actuar de esa manera. Se retira del cuarto.

Jackson comienza a lloriquear mientras deja caer su cabeza con algo de fuerza en la almohada, lamentándose por su situación. La periodista toma sus cosas para partir de ese lugar, pero justo antes de irse se le queda viendo a Michael un momento.

—Ayúdeme, por favor —. Suplica el moreno en un último suspiro.

La mujer sintió lástima por él, así que sin que nadie la viera masturbó rápido su pene. Michael obviamente sintió mucho placer e intentó gritar, pero ella lo hizo callar con un fogoso beso.

—Vamos, cariño... Rápido no tienes mucho tiempo —le murmura la chica separándose un poco—. Córrete para mí ¿sí, niño bonito?

Jackson simplemente asintió y mientras era besado por sus ricos labios y se concentró en llegar a su clímax. Al llegar soltó un gemido ahogado que se perdió en el momento.

—Gracias, señorita —le agradece con una ligera sonrisa—. Espero que le vaya bien con su artículo.

—Y lo va a ser —habla convencida—. Dentro de unos días vas a tener el doble de clientas esperando por ti.

Ambos ríen por ello. Hasta que ella recordó algo importante.

—Oh, ahora que lo recuerdo... Necesito material gráfico para el artículo.

La periodista saca su celular y toma de manera descarada unas cuantas fotografías del miembro de Jackson y del lugar. Y en cuanto lo hace deja lentamente la habitación mientras se despide de Michael con una mano.

—¡Hey! —le grita el rizado entre una risita—. ¡No has pagado las fotos!

—Este va a ser tu pago a mí por haberte hecho correr fuera de mi turno —menciona la mujer—. Sé más agradecido, que pude haberte dejado ahí con tu erección.

Toma aire y continúa diciendo:

—Te dejaré mi número con la encargada —le comenta ella—. Lo reconocerás al instante.

El muchacho asiente y ella por fin abandona el lugar, los dos completamente satisfechos por el otro.

Después de haber terminado su jornada Michael se dedicó a buscar el número que le había dejado aquella señorita entre la pila que había.

Pero lo que dijo había sido cierto, lo reconoció al instante.

"Este es mi número: ****

Te ofrezco un trabajo como mi acompañante sexual. Desde ahora te quiero sólo para mí. Ninguna de esas perras podrá tocarte, sólo yo. ¿Qué dices, niño bonito? ¿No te gustaría salir de ahí?

Si vienes conmigo te daré todo lo que siempre quisiste. Considéralo, pequeño. Es una gran oportunidad de la cual no te vas a arrepentir.

Atte: Tu única dueña.

PD: Al parecer no eres sólo una cara bonita, eso ya me lo dejaste muy en claro con tus gemidos.

PD 2: Llámame de cuatro a siete de la tarde, de siete en adelante es el horario prohibido, y no creo que quieras saber por qué es prohibido".

Su mensaje lo hizo sonrojar y sonreír durante toda la hoja, más en la última parte. Estaba seguro que lo último era una invitación a qué llamara después del horario indicado.

______

¡Feliz cumpleaños, Michael!

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