βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

β€– π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈𝐈
β€– π€π‚π‹π€π‘π€π‚πˆπŽππ„π’
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β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈
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━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo

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By Lucy_BF

─── CAPÍTULO XCII──

TÚ HARÍAS LO MISMO

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        LA CAPITAL DE VESTFOLD SE EXTENDÍA BAJO SUS PIES. El viaje a Tamdrup había durado un total de dos días, haciendo los descansos pertinentes para que los caballos no acabaran exhaustos al finalizar las jornadas. Ahora, la pequeña comitiva conformada por Björn, Eivør y otros dos guerreros que Piel de Hierro había seleccionado concienzudamente para que los acompañaran —llamados Gjest y Hagen— se encontraba al amparo de la espesura, sobre una ladera desde la que poseían una vista panorámica de la ciudad.

Eivør examinaba aquel amasijo de casas y edificios con gesto crítico. Sus orbes pardos no perdían detalle de la disposición de la capital de Vestfold, que se situaba junto a la costa. Tal y como los exploradores les habían informado, había un gran número de barcos atracados en el muelle, todos ellos con el emblema de Rollo —quien ahora era un duque normando— bordado en sus oscuras velas.

La morena respiró hondo y exhaló despacio. Estaban a punto de adentrarse en la boca del lobo, de estar cara a cara con el enemigo. Björn estaba convencido de que sus hermanos no les causarían el menor daño, que, a pesar de su naturaleza belicosa, Harald no permitiría que se derramara sangre bajo su techo. Al menos no cuando venían en son de paz, con el único propósito de parlamentar y tratar de llegar a un nuevo acuerdo. Pero Eivør no compartía su fe ciega, de ahí que la tensión se hubiese apoderado de todos y cada uno de sus músculos. No podían confiarse, y mucho menos bajar la guardia.

—¿Nerviosa? —inquirió el primogénito de Ragnar Lothbrok, que se hallaba a su lado, sentado sobre un imponente caballo moteado.

La aludida viró la cabeza en su dirección.

—¿Y tú? —repuso con altivez. No veía que les hiciera esa pregunta a Hagen o a Gjest—. Tranquilo. Si las cosas se ponen feas ahí abajo, no dejaré que te violen —añadió en tono mordaz, a lo que Björn rio entre dientes. Ella, por su parte, volvió la vista al frente y se apartó un par de mechones rebeldes del rostro. Estaba intranquila, sí, pero no iba a admitirlo delante de él por el simple hecho de ser mujer.

Hacía viento, bastante. El aire rugía furioso desde el norte, pero, al menos, no era tan frío y seco como semanas atrás. Se notaba que el misseri de invierno estaba llegando a su fin, lo cual suponía un gran alivio para muchos en el campamento. Aunque aquella temperatura no desagradaba a la skjaldmö, dado que la ayudaba a mantener la mente despejada y a recordar lo que estaba en juego.

—Dudo que Harald o cualquiera de mis hermanos nos hagan daño. Pese a estar en guerra, hay ciertos códigos que se deben respetar —volvió a hablar el caudillo vikingo. Incluso a caballo se veía imponente, con su larga trenza bien peinada y una gruesa capa de piel cubriendo sus anchos hombros—. No obstante, si en cualquier momento ves o notas algo sospechoso, fíate de tu instinto y huye —dictaminó con una seriedad nada propia de él—. No corras riesgos, ¿de acuerdo?

Eivør tan solo asintió. A pesar de cómo habían acabado las cosas entre ellos, Björn la había elegido para que lo acompañara en aquella empresa y ella había accedido, movida por un extraño impulso que no había podido controlar. De modo que ya era tarde para echarse atrás. El arribo de la flota franca había cambiado las cosas, inclinando alarmantemente la balanza a favor de Harald, Ivar y Hvitserk. Dudaba que, en caso de encontrarse en Tamdrup, Rollo aceptara cualquier trato que pudiera ofrecerle el mayor de sus sobrinos, pero las situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas y ellos no estaban en posición de desaprovechar ninguna oportunidad.

Así pues, mientras descendían la colina y recorrían el angosto sendero que conducía hacia la entrada de la capital, Eivør se encomendó a los Æsir y a los Vanir para que los amparasen y les permitieran salir vivos de allí.

—¡Alto! ¿Quién va?

Björn alzó el puño para indicarles a sus compañeros que se detuvieran. Dos guardias custodiaban el paso a Tamdrup y uno de ellos, con la mano en la empuñadura de la espada que colgaba de su cinto, les había ordenado que se identificaran. Eivør apretó con fuerza las riendas de su montura, que piafó bajo ella, aunque no permitió que la agitación que aleteaba bajo sus costillas se reflejara en su semblante.

—Soy Björn Piel de Hierro, hijo de Ragnar Lothbrok —pronunció el caudillo vikingo, ocasionando que una nube de vaho emergiera de su boca—. Solicito audiencia con el rey Harald y mis hermanos, Hvitserk y Ivar —apostilló con una determinación abrumadora. Tenía alma de líder, de eso no cabía la menor duda.

Los dos hombres si miraron entre sí, justo antes de que uno de ellos —el que les había pedido que se detuvieran— le hiciera un gesto con la cabeza al otro. De manera inmediata, el que no había hablado se alejó con premura, adentrándose en la ciudad. El centinela restante se mantuvo en su puesto para poder vigilar a Björn y compañía, que aguardaron a que el otro hombre, quien probablemente había ido a comunicarles a Harald, Ivar y Hvitserk su llegada, regresara.

Cuando reapareció minutos después, el guardia dictaminó que entraran. Los cuatro así lo hicieron, instando a sus monturas a seguir avanzando por aquel camino embarrado. Anduvieron varios metros por la calle principal, topándose a su paso con multitud de miradas que los escrutaban con una mezcla de temor y curiosidad.

Eivør se irguió en su silla de montar, adoptando una postura regia. Desde su corcel observaba a los lugareños ir de aquí para allá, cargando cestas de mimbre que pronto estarían a rebosar de productos frescos o realizando las diversas labores matutinas. Tamdrup era mucho más pequeña que Kattegat y poseía una apariencia más humilde. Las casas eran de adobe con techos de paja y madera, y el fuerte olor a mar y salitre inundaba el ambiente.

Era una ciudad pesquera, según tenía entendido. Su economía se basaba mayoritariamente en la pesca, sobre todo en la caza de ballenas, de ahí que no le sorprendiese avistar el enorme esqueleto de una de esas magníficas criaturas a unos metros de distancia. Parecía actuar de pasarela y algo le decía que cruzándola se llegaba al Gran Salón de Vestfold, allá donde residía Harald Cabello Hermoso.

En cierto momento el vigía que había dado el aviso de su llegada —y que los había guiado hacia el corazón de la ciudad— les ordenó que se detuvieran y que bajasen de sus caballos. Poco después aparecieron otros tres soldados, dos hombres y una mujer. Eivør entornó los ojos al reconocer a Liska, cuyo atuendo de escudera reflejaba los colores de la casa Gudrødsson.

—El rey Harald ha accedido a daros audiencia —manifestó uno de los guerreros que se les acababan de acercar. La gente había comenzado a aglomerarse a su alrededor, atraídos por su inesperada visita—. Pero solo si entráis desarmados.

Ante aquella condición, Eivør se volteó hacia Björn. No le gustaba la idea de presentarse ante Harald, Ivar y Hvitserk sin nada con lo que poder defenderse, pero, por lo visto, no tenían alternativa. El mayor de los Ragnarsson le devolvió la mirada y, por lo que pudo discernir en sus iris celestes, parecía querer decirle que estuviera tranquila.

La morena decidió confiar en él y en su buen juicio.

—De acuerdo —accedió Björn.

Los tres hombres —puesto que el guardia del inicio continuaba presente— no necesitaron más aliciente que ese para aproximarse a Björn, Gjest y Hagen y comenzar a registrarles, despojándoles de todas las armas que llevaban encima. Liska hizo lo mismo con Eivør en tanto unos mozos de cuadra se encargaban de los caballos.

—Vaya, vaya... ¿Pero qué tenemos aquí? —canturreó la pelirroja. Estaba exactamente igual a como la recordaba, con sus grandes y expresivos ojos delineados en negro y su flamante cabello recogido en una intrincada trenza, a excepción de dos mechones que enmarcaban su rostro lleno de pecas—. Eivør Hrólfrsdóttir. ¿Quién lo iba a decir? —Una sonrisa viperina asomó a sus carnosos y rosados labios.

La susodicha también sonrió.

—Liska. —Se llevó las manos al talabarte que se ceñía a su cintura y desató su espada—. Me sorprendió no verte en la pila de cadáveres que dejasteis atrás cuando os hicimos huir con el rabo entre las piernas —ronroneó con fingida dulzura. No había olvidado lo mal que se lo había hecho pasar a Drasil en territorio cristiano, sobre todo cuando tomaron York.

La más joven, que era oriunda de Vestfold, rio por lo bajo ante aquella provocación. Aferró la espada cuando Eivør se la entregó e hizo lo mismo con el hacha que también llevaba amarrada a su cinturón de cuero.

—Tú y Sørensdóttir sabéis mucho de eso, ¿no? En Inglaterra lo dejasteis más que claro cuando os subisteis a ese drakkar —contraatacó Liska, empleando el mismo tono meloso—. Supongo que las incursiones no están hechas para todo el mundo. No todos valen para hacer honor a nuestro pueblo. —Se encogió de hombros con naturalidad.

Ahora fue el turno de Eivør de carcajear. Por el rabillo del ojo pudo ver cómo sus compañeros se deshacían de sus últimas armas.

—Bueno, no soy yo la que vive todo el día oliendo a pescado. —Las facciones de la pelirroja se crisparon al escucharlo y un pequeño músculo tembló en su mandíbula—. Ahora entiendo mejor por qué tu rey ansía tanto hacerse con Kattegat. —Aquello lo susurró para que nadie más, aparte de su interlocutora, pudiera oírlo.

En Inglaterra había tenido tiempo suficiente para conocer a Liska, para saber de qué pie cojeaba. Y esos meses de convivencia en tierras sajonas habían servido para que supiera qué clase de comentarios debía hacer para ponerla en su sitio. A la pelirroja le perdía el orgullo, esa sobriedad y altanería de la que siempre hacía gala para tratar de quedar por encima de los demás, de modo que dañar su desorbitado ego era una apuesta segura a la hora de molestarla.

Ambas se sostuvieron la mirada con entereza, desafiándose en silencio, hasta que la menor retomó la palabra:

—El cuchillo.

Señaló con la mano que tenía libre su bota derecha, aquella en la que solía esconder un pequeño puñal para emergencias. La boca de Eivør se elevó en una sonrisa torcida, dado que Liska no había olvidado aquella costumbre por su parte. Costumbre que le había visto llevar a cabo en más de una ocasión en Inglaterra, de ahí su conocimiento sobre ello.

Aún con aquella sonrisa aviesa tironeando de las comisuras de sus labios, la morena se agachó para poder sacar de la caña de su bota una fina daga. Todo ello bajo la atenta supervisión de Liska, que la fulminó con la mirada cuando recuperó la verticalidad y le tendió el arma como si nada.

—Qué cabeza la mía —se excusó Eivør, burlona.

Habían tenido que pasar por un segundo registro —esta vez con cacheo incluido— antes de que les permitieran ingresar en el Gran Salón, pero al menos ya se encontraban acomodados en torno a una mesa de madera oscura, junto a Harald, Astrid, Hvitserk y Ivar. Aunque, tal y como había imaginado Eivør, Rollo no estaba presente, lo que solo podía significar una cosa: que se había quedado en Frankia. A no ser que se hubiese negado a verles, intuyendo el motivo de su visita.

—¿Dónde está Rollo? —exigió saber Björn con la vista clavada en sus hermanos menores—. ¿Dónde está mi tío?

—Fuimos a verle antes de regresar a Noruega —explicó Hvitserk. Tanto su tono a la hora de hablar como su expresión corporal delataban una tranquilidad que Eivør no había percibido el día que se reunieron en el campo de batalla para tratar de dialogar y arreglar sus diferencias de forma pacífica—. Te envía saludos, Björn Piel de Hierro. Y desea que no luches contra sus hombres.

Ante sus palabras, la muchacha miró de reojo al primogénito de Ragnar Lothbrok, cuya fisonomía se había contraído en una mueca furibunda. Apenas un instante después, sus orbes pardos se movieron disimuladamente hacia la silenciosa figura de Astrid, que permanecía sentada junto a su esposo.

La misma sensación amarga que la abordó el día del concilio volvió a abrirse paso en su interior, amenazando con atravesar su coraza. En cuanto había puesto un pie en aquella estancia se había resguardado tras una cuidada máscara de indiferencia, forzándose a no transmitir nada, ni la más mínima emoción. No obstante, ahora que volvía a tener a su amiga de la infancia cara a cara sentía que tolo se le vía encima... Otra vez.

Siguió contemplando a Astrid en silencio, con la esperanza de que esta le devolviera la mirada, pero lamentablemente no fue así. La reina consorte de Vestfold la rehuía constantemente, evitando cualquier tipo de contacto con ella.

—Si no quiere que luchemos contra sus soldados, ¿por qué os los ha enviado? —cuestionó Björn, malhumorado—. ¿Qué sentido tiene cuando todos somos sus sobrinos?

Eivør volvió a centrar su atención en los Ragnarsson.

—No nos lo dijo —respondió Hvitserk—. Solo que estaba dispuesto a hacerlo. —Se encogió de hombros y le dio un trago a su hidromiel.

La joven skjaldmö bajó la mirada hacia el vaso de cuerno que había frente a ella. Al sentarse a la mesa les habían ofrecido mjöd como muestra de buena fe, aunque ni ella ni Björn lo habían probado. Gjest y Hagen, por otro lado, permanecían de pie tras ellos, manteniéndose relegados a un discreto segundo plano.

—¿Así sin más? —Björn chistó de mala gana.

—Yo sé la razón —intervino Ivar, quien no había hablado hasta ahora—. Rollo cree que es justo que ganemos —expuso, una vez que se hubo cerciorado de que todos los presentes le escuchaban—. Lagertha mató a nuestra madre y usurpó el trono de Kattegat. A sus ojos no es más que una vil traidora —masculló entre dientes.

Eivør puso los ojos en blanco, hastiada.

—Sinceramente —comenzó a decir mientras se arrellanaba en su asiento con fingida despreocupación—, dudo mucho que a Rollo le haya importado siquiera la muerte de Aslaug. —El Deshuesado enrojeció de la ira ante aquel dardo envenenado—. Además, Lagertha no usurpó nada. Luchamos por Kattegat y ganamos, así de simple. Que tu queridísima madre no se esforzara por mantenerse en el poder no es culpa nuestra —cizañó, incapaz de contener su lengua.

Sintió un ramalazo de satisfacción al ver cómo Ivar se removía en su sitio, como si estuviera tentado a abalanzarse sobre ella y hacerle tragar sus palabras. Las manos de Hvitserk fueron rápidas a la hora de agarrarle del brazo para evitar que cometiese una imprudencia.

—Eivør —la reprendió Björn, a lo que la muchacha hizo un gesto inocente con la boca. Si pensaba que iba a privarse de soltar algún que otro comentario ponzoñoso, lo llevaba claro. Bajo su punto de vista, el menor de los Ragnarsson tan solo era un crío insolente y malcriado al que no le venía mal probar de su propia medicina de vez en cuando—. Todo eso ya es pasado, Ivar. ¿De verdad vas a seguir sacrificando las vidas de otros por una venganza personal? —adujo luego de fruncir el ceño, poblando su frente de arrugas. Sus ojos no se apartaban de los de su hermano pequeño, que eran fríos y calculadores.

El mencionado inspiró profundamente por la nariz.

—Debo vengar a mi madre, Björn —sentenció, tan despacio que cada vocablo parecía una frase independiente—. Y creo que tú harías lo mismo de estar en mi lugar.

Ahí Eivør tenía que darle la razón. El Deshuesado estaba en todo su derecho a vengarse, a querer limpiar el honor de su madre, por lo que en ese aspecto no podía recriminarle nada. Lagertha tuvo la opción de dejar vivir a Aslaug y no lo hizo, movida por su propio orgullo. Aunque estaba convencida de que a Ivar no solo le impulsaba su deseo de venganza —ese amor hacia su progenitora tras el que tanto le gustaba escudarse para justificar sus actos más ruines—, sino también su avaricia. Quería el trono de Kattegat para sí y el asesinato de Aslaug a manos de Lagertha había sido la excusa perfecta para iniciar una guerra civil.

Fue ahí, en tanto Piel de Hierro acudía a la memoria y al legado de su padre para pedirles a Ivar y a Hvitserk que no continuaran adelante con aquella lucha encarnizada, que Eivør volvió a fijarse en Astrid. Una esclava se había acercado a ella para poder rellenar su jarra, aunque no con cerveza o hidromiel, que era lo que solía tomar siempre, sino con un líquido transparente. Agua.

Y mientras Astrid aferraba el recipiente entre sus finos dedos y se lo llevaba a los labios para poder darle un sorbo a su contenido, la más joven tuvo un extraño presentimiento que hizo que el corazón se le encogiera dentro del pecho.

Eivør no apartaba la vista de la hoguera que ardía frente a ella y que desprendía ascuas hacia el cielo estrellado. Hacía varias horas que habían abandonado Tamdrup —con las manos vacías, claro está, ya que Harald, Ivar y Hvitserk se habían negado a deponer las armas— y ahora, con el lúgubre manto de Nótt envolviendo la bóveda celeste, se habían detenido a descansar en una zona tupida del bosque. Habían atado los caballos a las ramas de uno de los numerosos árboles que los rodeaban y habían creado una improvisada hornacina para que no se viera el fuego a los lejos.

Como eran cuatro, habían establecido dos turnos de guardia que realizarían por parejas. La morena se había ofrecido a hacer el primer turno y Björn se había quedado con ella, siendo su pareja esa noche. Hagen y Gjest, por otro lado, dormían desde hacía rato junto a la fogata y emitían suaves ronquidos que, junto con el crepitar de las llamas y los sonidos característicos del bosque, eran lo único que se escuchaba en las inmediaciones.

Apenas había hablado desde que habían abandonado la capital de Vestfold, pero la mente de Eivør no paraba de bullir de actividad. Sus pensamientos no dejaban de girar en torno a la asamblea, la cual no había servido absolutamente de nada, más que para evidenciar su temor y desesperación ante la llegada del ejército franco.

Se arrebujó en su gruesa capa y suspiró. Tampoco podía quitarse a Astrid de la cabeza, ese escabroso detalle de que durante la audiencia hubiese tomado agua en lugar de mjöd o cerveza, que era lo que acostumbraba a beber siempre. Podía tratarse de una mera casualidad, pero teniendo en cuenta que ahora estaba casada y que su marido muy probablemente la obligaba a calentarle la cama para darle un heredero... Cerró los ojos con fuerza, tratando de borrar aquellas imágenes de su mente.

Una parte de ella continuaba dolida por la supuesta traición de Astrid, por el hecho de que hubiese elegido a Cabello Hermoso antes que a ellas, sus amigas de toda la vida. Pero había otra parte que estaba cada vez más convencida de que Astrid tan solo era una víctima más y que si había decidido quedarse en Vestfold era por algo. El cómo la había mirado antes de que abandonaran el Gran Salón, con tantas emociones surcando sus iris azules, había avivado aquella esperanza en su interior. Y Eivør realmente quería aferrarse a ella antes que dar a su compañera por perdida.

—¿Te encuentras bien? —La voz de Björn, que permanecía sentado a su lado, hizo que saliera de su ensimismamiento—. Estás muy callada.

La aludida no se molestó en encararle.

—Sí. —Fue su escueta respuesta.

El primogénito de Ragnar Lothbrok inspiró por la nariz y soltó todo el aire por la boca. Ambos se habían acomodado sobre un tronco caído que habían empleado a modo de banco. No es que fuese especialmente cómodo, pero servía para evitar que se quedaran dormidos —o traspuestos— en plena guardia.

—Sé que lo estás pasando mal por lo de Astrid —prosiguió Björn tras unos instantes más de mutismo. El fuego también se reflejaba en su semblante y en sus ojos claros, haciéndolos parecer mucho más brillantes—. Y que el hecho de haberla visto hoy junto a Harald no ha sido fácil para ti —puntualizó.

Eivør tragó saliva, a fin de deshacer el molesto nudo que se había aglutinado en su garganta. El caudillo vikingo tenía razón: había sido duro, incómodo y doloroso. Pero habría dado lo que fuera por haber hablado con ella, por haber intercambiado dos míseras palabras. Había tanto que ansiaba decirle, tanto que deseaba preguntarle... Demasiadas dudas la asolaban desde que se había enterado de su desaparición y posterior casamiento con el gobernante de Vestfold.

—Lo lamento, Eiv —se disculpó Björn.

La susodicha no pudo por menos que observarle con confusión.

—¿Por qué? —preguntó, extrañada.

Ahora fue el hombre quien apartó la mirada, clavándola en la fogata. Se había inclinado hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas.

—Por haberte obligado a venir aun sabiendo que tendrías que volver a ver a Astrid —especificó él. El tatuaje que ahora lucía en su pómulo izquierdo, aquel que se había hecho durante su segundo viaje por el mar Mediterráneo, destacaba sobre su tez pálida—. Ha sido muy egoísta por mi parte. —Hizo un mohín con la boca, de esos que tanto le caracterizaban y que todo el mundo decía que había heredado de Ragnar.

—Tú no me obligaste —contradijo Eivør, provocando que Björn restableciera el contacto visual con ella—. Si he venido ha sido porque he querido. —Se encogió de hombros con simpleza, como si lo que acababa de decir fuera lo más obvio del mundo. De no haber deseado acompañarle, no lo habría hecho.

El rubio esbozó una sonrisa desvaída.

—Ya, bueno... Aun así quería disculparme. —Juntó las manos y las frotó entre sí para hacerlas entrar en calor—. No sé. Simplemente quería tenerte cerca —confesó a media voz.

Las pulsaciones de Eivør se dispararon ante eso último. No sabía cómo lo hacía, pero Björn siempre conseguía pillarla con la guardia baja. Con él, las falsas apariencias no surtían ningún efecto. Por muchas corazas y barreras que erigiese a su alrededor, el mayor de los Ragnarsson siempre lograba acceder a lo más profundo de su ser, como si fuera capaz de ver a través de ella.

—Y yo no quería que vinieras solo —musitó la skjaldmö.

Björn la contempló con asombro. Una sensación cálida y reconfortante lo embargó de pies a cabeza al escucharla decir eso, seguida de la imperiosa necesidad de apegarla a él. Quería besarla y estrecharla entre sus brazos como tantas veces había hecho en Inglaterra, antes de que todo se echara a perder entre ellos. Deseaba tanto volver a sentirla junto a él que dolía tenerla al lado y no poder hacer nada por recuperarla.

—Necesitaba asegurarme personalmente de que no te ocurría nada malo. Que regresabas sano y salvo al campamento —añadió segundos después, cuando Björn creía que ya no diría nada más al respecto.

—Pensaba que me odiabas —manifestó el guerrero en su mejor tono neutral—. Que ya no querías nada conmigo. —Se encogió de hombros y volvió a focalizar toda su atención en las llamas de la hoguera.

Eivør exhaló un grácil suspiro.

—Yo también lo pensaba —bisbiseó—. Pero aquí estoy.

Björn la miró en un acto reflejo, perdiéndose en la inmensidad de sus orbes oscuros. Entonces Eivør posó una de sus pequeñas manos sobre las de él, acariciándoselas con una gentileza desgarradora, y el corazón del hombre se llenó de algo que nunca antes había experimentado. Algo que ni siquiera él sabía cómo catalogar.

Lo único que tenía claro era que no quería que acabase nunca.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis bellos lectores!

Bueno, pues después de esta última crisis existencial en la que he estado a punto de tirar la toalla y abandonar Yggdrasil, aquí estamos de nuevo. En primer lugar, quisiera darles las gracias a todos aquellos que leyeron el aviso que publiqué hace unos días y que se molestaron en comentar palabras de ánimo. Os respondí a todos, pero de igual manera quiero volver a agradeceros el apoyo que me ofrecisteis =') Ya sabéis que no estoy pasando por un buen momento, tanto a nivel personal como escritoril, y que eso está afectando mucho a mi forma de ver las cosas aquí en Wattpad. Sin embargo, me ha alegrado (y, sobre todo, aliviado) saber que todavía quedan personitas interesadas en Fimbulvetr, la que será la secuela de Yggdrasil. De modo que solo toca ir a por ello :3

Ya os comenté en el anterior capítulo que este se iba a centrar en todo el dramilla que se está cociendo en Tamdrup a raíz de la llegada del ejército franco, y así ha sido. No sé por qué, pero me encanta escribir este tipo de caps. Creo que le dan mucha riqueza y profundidad a la trama, porque nos permiten ver cómo se desenvuelven los personajes en otro tipo de situaciones que no sean las románticas y de salseo. Adoro escribir sobre Eivør, y más si les mete caña a Björn o a Ivar x'D Por no mencionar que la relación que tiene con Astrid es tan bonita y sincera que cada vez que menciono cómo se siente al ver que su amiga de la infancia reniega de ella se me rompe el corazón en mil pedazos </3

Que, por cierto... ¡Liska ha vuelto a entrar en acción, gente! ¿Alguien la echaba de menos? Porque yo debo confesar que extrañaba escribir sobre ella, jajaja. Es una perra mala, pero es mi perra mala y la adoro xD El caso es que Eiv no es Drasil y nuestra sassy morena no se ha quedado callada y le ha devuelto todos los golpes, como tiene que ser uwu

¿Y qué me decís de la última escena? Que levante la manita quien shippee a muerte a Eivörn, porque parece que ha vuelto a encenderse la luz de la esperanza entre ellos... Veremos lo que dura, jeje. ¿Tenéis alguna teoría, predicción u opinión sobre cómo se están desarrollando las cosas entre estos dos? Ya sabéis que me encanta leer vuestras conjeturas =)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo y que hayáis disfrutado de la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: espero que hayáis pasado unas felices fiestas y que hayáis empezado el 2023 con muy buen pie <3

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