Al Final de Nuestros Caminos

By DanFontz

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Historias de amor y de odio. Aventuras en nuestro mundo y al otro lado de la galaxia. Héroes y villanos. El b... More

02. Al Reinar las Tinieblas.
03. Cuando las Sombras Vuelven.

01. Un Salto a la Oscuridad.

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By DanFontz


Entonces, allí estaba.

Había mirado aquel enorme agujero que perforaba la tierra durante mucho tiempo, y aun así no podía decidirme.

Miré a mi alrededor por centésima vez. Había un hermoso bosque lleno de plantas verdes y pequeños animales a mi alrededor. La paz que se respiraba en aquel lugar era increíble. Se sentía bien estar allí. Además, más allá, estaba la ciudad. Donde estaba todo lo que creía que me importaba.

Sin embargo, los suspiros se habían vuelto mi pan de cada día mientras hacía memoria de una vida diferente. Una vida al otro lado del enorme y profundo agujero.

Allá, había un mundo, una persona, que eran mejores que todo lo demás. Sabía que la forma de regresar con Él era saltando hacia aquel abismo, pero eso significaba dejar todo lo que me importaba.

Así que allí seguía. Considerando si saltar a la oscuridad o no.

Estaba a punto de irme, cuando los recuerdos de nuevo me embargaron. Un recuerdo en particular.

Estaba en mi habitación. En ese otro mundo, al otro lado del agujero. Estaba platicando con Él.

—Es que, eres tan bueno —decía—. Gracias por lo que hiciste hoy. De verdad que cambiaste mi mundo por completo. Una nueva familia, un nuevo grupo de amigos, nuevos sueños, una nueva vida —la felicidad destilaba de mi rostro, como jamás lo había hecho en el lado del agujero donde estaba—. Yo no tenía esperanza en ese viejo mundo, aunque no quisiera admitirlo.

Recuerdo reconocer que no podía verlo, pero también estar completamente segura de que estaba allí conmigo.

La vida no fue muy sencilla después de eso. Las situaciones difíciles existían del otro lado del agujero. Sin embargo, recordaba que aún en medio del dolor o el fracaso, Él siempre estaba allí. Él era mi consolador. No había nadie mejor que Él en eso.

Al final, en mí se cumplían las palabras dichas por el salmista:

«Con todo, yo siempre estuve contigo;

Me tomaste de la mano derecha.

Me has guiado según tu consejo,

Y después me recibirás en gloria.

¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?

Y fuera de ti nada deseo en la tierra.

Mi carne y mi corazón desfallecen;

Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre».

Un suspiro anhelante salió de lo hondo de mi corazón. Jamás dejé de extrañarlo. Es que, no se trataba de que fuera la vida más intensa o atrevida. Ni siquiera de que fuera una vida cómoda y predecible. Se trataba de que Él estaba allí conmigo. Eso era suficiente.

Sin embargo, cada vez que pensaba en saltar, escuchaba aquella voz que me decía que me perdería de algo bueno al hacerlo.

Pensé en mi lujosa casa, en mis muchos amigos y en el otro. Me di cuenta de que no estaba dispuesta a creerle a Dios.

«Vanidad de vanidades, dice el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad», recordé.

Sus palabras no dejaban mi mente.

—No es verdad —dije, lanzando las palabras al aire—. Ahora estoy mejor.

—No seas mentirosa —respondió otra voz, a ciencia cierta no sabía si estaba dentro o fuera de mi cabeza—. Jamás has estado peor. Para empezar, ¿cómo está tu relación con tus amigos? Sabes que hablan mal de ti.

—Dijeron que cambiarían. Las cosas están mejorando.

—Eso dijeron hace bastante y nada a cambiado. Siempre les crees, pero todo sigue igual.

—¿Y qué hay de David? Él, es muy lindo conmigo.

—¿Hablas del David que es coqueto con todas? Sabes que esta vida no lo vale. Aun si fuera verdaderamente buena.

Me quedé pensando. Pesé los recuerdos. Traje a mi memoria todas las risas, las aventuras, las locuras, la comodidad, pasadas de ese lado del agujero.

Luego, pensé en todas las lágrimas, las montañas atravesadas del otro lado. Pensé en su abrazo, en los momentos de adoración. Pensé en lo que pasaría si tan solo volvía, pensé en todo lo que había prometido y que sabía con certeza que cumpliría.

—Delia. Delia. ¡Detente! —escuché que decían unas voces detrás de mí.

Volteé y vi a mis amigos mirándome. Se acercaron rápidamente a donde estaba. Se veían asustados.

—No lo hagas, Delia —decía una de mis amigas—. No hay peor decisión que puedas tomar.

—Jamás volveremos a verte —dijo David—. Por favor, ¿de verdad estás dispuesta a perdernos por Él?

—Estarás sola de nuevo. Con problemas —agregó otro—. Sabes que será muy complicado. Sabes que seguirás fracasando.

Sin embargo, en mi mente solo rebotaban Sus palabras:

«El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia».

Sabía que era más que una cantidad de vida, era una calidad de vida, y no se trataba de riquezas, poder o comodidad, se trataba de estar con Él.

«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado».

Miré el agujero una vez más.

—No puedo quedarme —les dije, mirándolos por última vez.

Me levanté y tomé aire. De pronto, las dudas empezaron a asaltarme. «¿Y si se trataba de la decisión equivocada?», pero Sus palabras resonaban con más intensidad.

«El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia».

Yo sabía lo que tenía que hacer. Antes de que mis amigos pudieran hacer algo para impedirlo. Salté.

***

Si te contara lo que hay en el otro lado jamás me creerías. De hecho, es mejor que no te lo cuente. Lo mejor es que tú mismo saltes y lo veas.

Te mentiría si dijera que esa fue la última vez que tuve que saltar. Sin embargo, sí puedo decir, que de todas las veces que he tenido que volver a estar junto a ese agujero, cuestionándome si saltar o no, cada vez que decidido volver con Él a válido la pena.

Como quisiera que la gente entendiera que solo hace falta saltar. Eso es todo lo que tienes que hacer. Creer en Cristo, obedecer a Cristo y saltar.

Sé que mis palabras nunca tendrá suficiente peso para ti, pero sí Sus palabras. Escucha al buen pastor:

«Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre».

«El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia».

Te lo suplico, créele a Cristo y ve hacia Él. Si saltaras te darías cuenta de qué Jesús no solo dijo la verdad, sino que Él es la verdad, y no es únicamente eso, sino que también es la vida.

***

Cristo abrió un camino hacia ese mundo junto Él. Fue Jesús quien abrió el agujero, con su vida, muerte y resurrección. Todo aquel que está dispuesto a arrepentirse de su mal camino y creerle, confiar en lo que Él hizo, puede saltar por el agujero.

Un día, la ciudad y bosque de este mundo serán destruidos. Serán juzgados por haber rechazado al Rey del Universo. Ese mismo que abrió el agujero.

Aún estás a tiempo de ser librado de la ira justa y santa de Dios.

Vamos, tan solo tienes que saltar a la oscuridad.

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