Pandora (EN PAUSA)

By Jota-King

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Primera entrega. ¿Qué ocurre si un día descubres que has vivido bajo la sombra de un engaño? Tu mundo en frac... More

Notas del autor.
Prefacio.
Pequeña traviesa.
Decisiones, el llanto de una madre.
Necesidad.
No creas que será fácil.
Indiscreción.
A 30 días del final.
Planes futuros.
El placer del deseo.
Cercanía lejana.
Solo un segundo basta.
Un regalo inesperado.
Nunca es tarde como piensas.
¿Dónde está Pandora?
Tras la tormenta no hay calma.
Una drástica decisión.
No siempre la sangre llama.
Un sueño hecho realidad.
Absurdo descuido.
La decisión de Leila.
Regocijo en el corazón.
Como torre de naipes.
Un nuevo día.

Libertad.

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By Jota-King

Ocho años atrás…

Tras las frías palabras de Aníbal, Ernesto permaneció silente por unos minutos, preguntándose en su interior no solo los motivos que alentaban a su cliente para querer despedazar la vida de su hermano, sino también en los problemas y riesgos presentes en su carrera de abogado por haber tomado el caso en cuestión si las cosas no salían como esperaba.

Dentro del círculo de abogados, eran bien sabidas las influencias con las que éste contaba y lo corrupto que era, motivado principalmente por el dinero que podía obtener de sus defendidos, lo que le permitía no solo darse una vida de lujos, sino también mantener satisfecha económicamente tanto a su esposa, como a su amante. Pero este trabajo en particular, de resultar todo bien, le podría reportar el dinero suficiente como para comprar su divorcio, y como Aníbal lo había sugerido, comenzar una nueva vida con la mujer con la cual llevaba años engañando a su esposa.

Llevaba mucho tiempo buscando la manera de separarse de su esposa, y si este caso le daba aquella posibilidad de comprar su libertad, no perdería la oportunidad de conseguirlo. Luego de meditarlo por unos minutos, Ernesto se levantaba de su asiento y miraba de manera despectiva a su cliente. Ya no podía echar pie atrás en su defensa, por lo que no tenía otra alternativa que seguir adelante, quedando a merced de su cliente.

—Debo retirarme ya, —indicaba éste— moveré mis influencias para sacarte de aquí durante la tarde, una vez que estés fuera me explicarás paso a paso tus planes, hay muchas cosas en juego aquí y no pretendo resultar siendo el perdedor en esta historia, ¿te queda claro?

—Más claro imposible mi amigo, —le aseguraba éste sin pestañear— como te dije, sácame de aquí y tu mundo cambiará.

—¿Tenemos un trato entonces?

—Así es. Mi palabra vale.

—Nos vemos durante la tarde entonces, —le aseguraba Ernesto, extendiendo su mano para cerrar el trato entre ambos— soy hombre de palabra.

—Más te vale, —le advertía por su parte Aníbal— si para las seis de la tarde aún sigo aquí, olvídate de tu paga, olvídate del trato entre ambos, y lo peor, olvídate de tu nueva vida lejos de tu esposa.

—¿Me estás amenazando acaso?

—El dinero mueve montañas mi amigo. Es hora de que tu apestoso culo se mueva para obtener lo que tanto quieres.

Sintiéndose entre la espada y la pared, Ernesto no tuvo alternativa alguna que comenzar a mover sus influencias una vez que abandonó la habitación. Tenía el tiempo en contra, y mientras los minutos en el reloj avanzaban, más se arrepentía de haber cerrado aquel trato con Aníbal, pues al tomarlo, pensaba que sería solo un caso más, mover unas cuantas influencias, pagar un poco de dinero y fin del asunto.

Sin embargo, Aníbal lo tenía atrapado en su juego de venganza, por lo que no tenía opción alguna que seguirle el juego e intentar salir pronto del problema en el cual se había metido. Todo por culpa del vil dinero. Y para superar el primer impedimento que se le presentaba, debía conseguir dejar libre a su cliente a como dé lugar. Por otra parte, Quentin y Mateo se dirigían a la oficina de este último para afinar los detalles que conllevaban el traspaso de la que fue la empresa de Aníbal.

Debían ser meticulosos con todo el papeleo que esto conllevaba, ya que sabían que por el momento, Aníbal los tenía justo donde los quería, y un paso en falso se traduciría en la ruina total para Quentin. Lo peor del caso era no saber la cantidad de dinero que éste les exigiría para cerrar el trato.

A esa altura, Quentin lo único que deseaba era terminar con todo y no tener que verle nunca más la cara a su hermano, pues si de por sí ya lo despreciaba después de todo lo que había hecho en su contra, tras la reunión, aquel sentimiento no era otro más que odio. Mientras Mateo conducía hacia su oficina, Quentin no hacía más que encender un cigarrillo tras otro, lanzando por la ventana las colillas, mascullando maldiciones sin cesar, incluso porque el semáforo se ponía en rojo.

Minutos más tarde se encontraban en la oficina de Mateo, intentando resolver el dilema en el que estaban metidos. Tras pedirle unos cafés a su secretaria, ambos se encerraban en la oficina personal del abogado, con solo un propósito en mente.

—¡Este maldito hijo de perra, —comenzaba Quentin a descargarse— cree que puede venir a robarme mi fortuna y salirse con la suya, se está riendo en mi cara el mal nacido!

—Trata de calmarte un poco hombre, así no ganarás nada.

—¡Tengo ganas de estrangularlo, quitarle el maldito aire hasta que deje de respirar, no entiendo cómo pudo traicionarme de esta manera, después de todo lo que he hecho por el infeliz!

—De acuerdo, buscaré las escrituras de la empresa y comenzaré a preparar los documentos necesarios para el traspaso, —decía Mateo por su parte mientras saboreaba su café— lo que me tiene intranquilo es el punto referente al dinero que pedirá Aníbal.

—¡Hazme un favor y no menciones el nombre de ese bastardo!

—De acuerdo, como quieras, —asentía éste— tendremos un día muy pesado con ese genio de mierda que tienes ahora.

—¿Y qué mierda quieres que haga, —alegaba Quentin, levantándose de su silla, comenzando a caminar como león enjaulado— quieres que le dé una palmadita en la espalda y le entregue todo con una maldita sonrisa? ¡Como si no fuera suficiente el hecho de que en este momento este bastardo aún tiene en sus manos todo lo que es mío, encima debo pagarle para recuperarlo!

—En el estado en el que estás no me serás de mucha ayuda, será mejor que te calmes un poco.

—¡Créeme que no es fácil calmarse con todo esto, no comprendo cómo mi madre fue capaz de llevar por nueve meses en su vientre a este bastardo! —Alegaba por su parte Quentin, rascándose la cabeza de manera incesante y tomando del escritorio su taza de café— ¡no me cabe en la cabeza todo lo que ocurre!

—Te propongo algo, —decía Mateo, dejando a un lado la carpeta que en sus manos tenía, y mirándolo fijamente— salgamos unos minutos, tomamos aire fresco, nos relajamos y volvemos aquí para preparar todo el papeleo.

—Creo que tienes razón, estoy muy fuera de mí en este momento, —le aseguraba éste— lo mejor es parar un poco, oxigenar mi cerebro, ordenar mis ideas y ponernos a trabajar en esto.

—¡Por fin lo entiendes!

Una vez que Quentin ya estaba calmado, tenía la mente lo suficientemente fría como para comenzar a trabajar en todo el papeleo junto a Mateo, por lo que durante la tarde se mantendrían muy ocupados en ello, ajustando hasta el más mínimo detalle. Por otra parte, Ernesto había movido cielo, mar y tierra para lograr que Aníbal saliese bajo fianza, y el pago realizado por su libertad había sido muy alto.

Pero en comparación a lo que podría llegar a obtener si todo marchaba bien, el dinero gastado lo veía más como una inversión a corto plazo. Con lo que no contaba en sus planes, era lo que a sus espaldas tramaba Aníbal. Era muy hermético en sus planes, dando apenas pinceladas de lo que su mente retorcida planeaba en detalle.

—Como lo prometí, eres un hombre libre Aníbal, ya es hora de que me cuentes todo ese maquiavélico plan que tienes en tu cabeza.

—Primero lo primero Ernesto, —replicaba por su parte Aníbal— me apetece un buen trago en este momento, y conozco un lugar cerca de aquí donde podemos tomarlo.

—Te recuerdo que tenemos papeleo por hacer.

—¡Por favor, es solo un trago, y quizás algo más, —exclamaba sin embargo, esbozando una leve sonrisa, dando a entender que no solo buscaba un trago— todo depende de lo que se dé en el camino!

—Si tienes planes de celebración o algo parecido, te sugiero a que esperes a salir de la reunión con tu hermano y su abogado.

—¡Tranquilo hombre, —le aseguraba éste— te garantizo que saldremos victoriosos y con mucho dinero en nuestros bolsillos! Una vez que escuches lo que tengo planeado, no te quedará duda alguna.

Ya en el lugar propuesto por Aníbal, el que para nada le gustaba a su abogado, pedían de beber, dando inicio así a la conversación que tan intrigado tenía a Ernesto. Sin embargo, éste evadía de forma eficaz el comenzar la charla, dado el lugar en el que se encontraban, un night club de renombre en la ciudad llamado “Estrella de la mañana”.

Divagaba entre las chicas semidesnudas que se paseaban de un lado a otro, contorneando sus apuestos cuerpos en busca del cliente idóneo para obtener el tan anhelado dinero necesario por lo demás. Muchas de ellas cargaban sobre sus hombros una familia que de ello dependía para sobrevivir, otras por su parte solo estaban ahí porque amaban el dinero y la vida que se podían dar con este.

—¿Y bien? Ya estás donde querías, libre y disfrutando los placeres que la vida te ofrece. Creo que ya es hora de que me pongas al corriente con lo que planeas hacer.

—¡Relájate un momento mi amigo! ¿No creo que ni tu esposa ni tu amante se enojen porque estás aquí relajando un poco la vista? —Argumentaba por su parte Aníbal, buscando con la mirada a la chica perfecta— ¡Pero mira, escoge alguna mujer si quieres, yo invito!

—Te recuerdo que si estoy aquí, es meramente por negocios, —Ernesto le dejaba en claro el porqué de su presencia en el lugar, y no tenía intensión en dejarse manipular más de lo que ya lo había logrado su representado— así que si quieres mi ayuda en tus planes, será mejor que comiences a hablar.

—¡Pero qué aburrido eres! —Exclamaba éste— ¿Todos los abogados son así de aburridos y aguafiestas? ¡Mira a tu alrededor y disfruta!

—¿Podemos hablar? De lo contrario no tengo nada que hacer aquí, solo me haces perder el tiempo. —Ya se sentía lo ofuscado que se encontraba.

—Hay una chica que lleva varios minutos mirándome, —decía por su parte Aníbal, ignorando por completo sus palabras— creo que le invitaré un trago, a ver qué sucede con ella. Si quieres saber mis planes tendrás que esperar a que me desocupe con la muchacha, puedes pedir otro trago y cargarlo a mi cuenta si quieres, digo, mientras esperas.

—Creo que no tengo otra alternativa. —Le hizo una seña al mesero, y una vez que éste se acercó a la mesa, le pidió otra copa igual a la que bebía— Si no te apuras en tu conquista, créeme que perderás a tu abogado.

—Y tú perderás todo el dinero que te daré si abandonas la mesa, —le respondía éste, mirándolo con total desdén— hay muchos buitres allá afuera que estarían dispuestos a hacer cualquier cosa por un cliente como yo, así que mejor será que lo pienses mientras yo me divierto un rato.

—Si lo pones de ese modo.

Mucho tiempo no pasaría para que Mateo se diera por enterado sobre la liberación de Aníbal, pues uno de sus contactos lo ponía sobre aviso. Y esta noticia, muy a su pesar se veía en la obligación de dársela a conocer a Quentin, quien estallaba en cólera a raíz de esto. El tiempo estaba en contra para ellos, y mientras con cautela revisaban la documentación para el traspaso de la empresa, Aníbal se daba la buena vida dentro del nigth club.

Otro punto que debían revisar minuciosamente era la cantidad de dinero con la que podía contar Quentin, pues aún era un misterio la cantidad que Aníbal pediría a su favor. La jornada de trabajo por parte de los hombres era extenuante, pero nada podía hacerse a la rápida, por lo que debían ser meticulosos en todo, pues un punto o una coma mal puesta en el contrato podría acarrear muchos problemas, más si consideraban que todo indicaba que Aníbal sabía muy bien los movimientos que realizaba para poner en jaque a Quentin.

Si de algo estaba seguro Quentin, es que algo más se traía entre manos su corrupto hermano, sabía interpretar a la perfección el silencio que en todo momento obtuvo por su parte durante la reunión sostenida, y eso era algo que lo inquietaba demasiado. No podía dejar nada al azar.

—¿Ya obtuviste lo que querías? —Preguntaba Ernesto, una vez que Aníbal volvía a la mesa.

—No del todo, pensé que sería mejor de lo que aparentaba, —respondía éste con soltura— pero como no la quería para casarme, creo que el sexo estuvo bien, no me puedo quejar. Aunque siendo franco, no volvería a gastar ni un centavo partido a la mitad con ella.

—Imagino que ahora hablaremos de negocios.

—Este no es lugar para hablar de negocios, —argumentaba éste, levantando una de sus cejas y estirando su cuerpo, acompañado de un largo bostezo— será mejor pedir la cuenta y largarnos de aquí. Vamos a tu oficina, ahí podremos hablar con total tranquilidad.

—Pues bien, ya era hora.

—Si seguimos aquí, —decía Aníbal mirando a su alrededor— puede que me aventure con alguna otra chica, y si el sexo es bueno…

—Mejor larguémonos de aquí.

Ya fuera del nigth club, los hombres se dirigían a la oficina de Ernesto. Éste no solo debía enterarse de los planes que su cliente tenía para recuperar su empresa, también debía saber la suma de dinero que le pediría a Quentin, entre otras cosas. Por segundos pasaba por su mente la idea de dar un paso al costado, sin embargo lo seducía la cantidad de dinero que podía llegar a obtener de todo esto.

Pero mientras más tiempo pasaba sin saber con exactitud los planes a los cuales se refería Aníbal, más impaciente se ponía. No estaba acostumbrado a que sus clientes movieran a su antojo los hilos, muy por el contrario, debía ser él quien llevara las riendas en todo sentido. Ya en el lugar, le pedía a su secretaria que le preparara la cafetera antes de que se retirara, intuyendo que la noche sería larga.

—Nos queda mucho trabajo aquí, —decía Mateo mientras acomodaba documentos en el interior de una carpeta— creo que tendré que comunicarme a primera hora con Ernesto para pedirle que nos dé más tiempo.

—Tienes razón, es muy tarde ya y aún nos queda legalizar todo esto, —expresaba por su parte Quentin— todavía tengo cuentas que sacar, pero las puedo hacer en casa. Habla con el abogado ese y dile que postergue la reunión para la tarde.

—¿Quieres que le hable a estas horas de la noche?

—Cuanto antes mejor, así estaremos menos presionados con todo el papeleo que hay que hacer.

—Tienes razón, lo llamaré ahora mismo entonces.

—Está bien, por mi parte me retiro, ¿nos juntamos a primera hora aquí mañana?

—Me parece bien, —espetaba Mateo, quien tomaba su celular y buscaba el número del abogado en cuestión— mantente al pendiente, si ocurre algo nuevo te avisaré.

—De acuerdo, buenas noches.

Un derrotado Quentin abandonaba la oficina de Mateo, dirigiéndose de inmediato a su casa, intentando ordenar en su mente todo el caos que reinaba en su interior, sin comprender aún qué impulsaba a su hermano a actuar de esa manera en su contra. Debía sacar sus propias cuentas respecto al dinero que podía tener disponible para el ladrón de su hermano, y por otra parte, también debía hablar seriamente con Leila, pues lo que estaba sucediendo los afectaba a todos.

Desde muy joven había trabajado duro para cumplir su sueño, el cual comenzó con una pequeña hospedería de la cual se hizo propietario, esto gracias a un préstamo monetario por parte de sus padres cuando apenas tenía 24 años de edad, logrando gracias a este lugar, no solo pagar dicha deuda con ellos, sino también comprar un antiguo edificio que con mucho esfuerzo y dedicación convertiría en su primer hotel. Los años venideros serían benevolentes y la fama de aquel pequeño hotel de escasos ocho pisos, lo llevó a escalar de manera rápida, aunque no exenta de problemas.

Por su parte, y con la ayuda de sus padres, Aníbal había intentado emular el éxito obtenido por Quentin, sin embargo éste fracasaría en el intento, y tras la sorpresiva muerte de los padres de estos, no podía acudir a ellos para que le ayudaran a salir de las deudas en las cuales se encontraba sumido por sus malas prácticas y decisiones, terminando en su desesperación por acudir a Quentin. Fue así como los cuatro hoteles con los que contaba Aníbal pasarían a formar parte de la cadena hotelera propiedad de Quentin, “Hotelería Montero”. 

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