Entre letras y notas

By MelanieVoragine

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Todo lo que tiene Tristan Everly lo ha conseguido con esfuerzo, y al parecer, su nombre seguirá en lo alto de... More

Sinopsis + advertencias
01 | Salvar a Dominic Hepburn
02 | Úsalo para relajarte
03 | Voy a darte dos opciones
04 | Ya la hemos cagado
05 | ¿Es una invitación?
06 | Pequeños duelos
07 | ¿Del 1 al 10?
08 | Interacciones reales
09 | El miedo no siempre es malo
10 | ¿No quieres complacer a tu novio?
11 | Dime una de tus debilidades
12 | Quiero saber qué tanto me quieres
13 | Una pieza para el otro
14 | Australia está a 17 horas por delante
15 | Ex compañero de banda y posible novio
16 | Por supuesto que para mí valía la pena
17 | Tienes una interesante forma de odiar
18 | Hay ocasiones en las que no es bueno etiquetarse
19 | Le había fallado a Tris
20 | Tómame, por favor
21 | Siempre fuiste la constelación completa
22 | No podíamos acabar de otra forma
23 | La mejor maldita noche de mi vida (CROSSOVER ELYN x BLUISH)
24 | Vas a ser el rey del puto mundo, Dom
25 | Un brindis
26 | Ganaremos el juego de la industria
27 | Tú también debes empezar a vivir por ti
28 | Llevaste un poco lejos lo de fingir
29 | No quiero solucionar esto
30 | Encuéntrame en nuestro trono
32 | Ofrenda a tu corazón
33 | Te devolveré la seguridad
34 | A devorarnos el mundo, Tris
Epílogo | Bienvenido al funeral
Extra | Cumpleaños Tris

31 | Espero que esta noche disfruten el concierto

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By MelanieVoragine

Tristan

A dos semanas del arresto de Oliver Bruce, la incertidumbre e inseguridad no hacían más que aumentar y el estrés amenazaba mis límites. No había noticias por parte de la policía, solo sabía una cosa gracias a Caleb: habían conseguido la autorización para interrogar a mi madre, pero aquello acabó siendo casi tan inútil como hablar con una pared; Emily no dijo nada que ya no supieran los oficiales. Por esa razón él me condujo hasta el Centro en donde se encontraba internada, luego de coordinar una visita después de un par de insistencias y quizás, incluso, un soborno.

Tal como Caleb le había prometido al abuelo, el recinto se encontraba protegido por dos equipos de seguridad externos, además de los guardias internos.

Pasamos el procedimiento correspondiente para demostrar que no llevábamos ningún objeto que pudiera poner en riesgo a los pacientes y sus tratamientos, tomaron nuestros datos, y una enfermera nos guio por un largo pasillo de paredes blancas y suelo color crema en el que nuestros zapatos provocaban el único sonido presente en el lugar.

La mujer introdujo una tarjeta en la cerradura de una puerta gris y con su mano nos indicó que entrásemos.

—Tomen asiento, por favor —dijo con una sonrisa, señalando un sofá—. En unos minutos vendrá Emily junto a su psiquiatra. En este momento debe estar en el patio.

Nos sentamos y me quedé inmóvil mientras observaba lo poco que tenía para entregarle aquella habitación a mi vista: un sillón recargado en la pared frente a mí y un escritorio junto a dos sillas.

Intenté imaginar a mi madre ahí, conversando con su psiquiatra. Era cierto que había pasado gran parte de mi vida bajo el mismo techo que ella, pero podía asegurar que no la conocía en absoluto, por lo que mi mente apenas tenía información que sirviera para imaginar el tipo de charlas que quizás tenían. Cada vez que compartíamos espacio, Emily estaba demasiado drogada o ebria como para mantener un diálogo decente. Solía tener tres facetas: aquella en la que la cosa más mínima le enfurecía; la que la cosa más estúpida le parecía graciosa; y la que la transformaba en un ente carente de conciencia y simplemente se perdía.

Me giré hacia la puerta cuando fue abierta y apareció ella, con aquel pelo rubio intacto, la característica palidez de su rostro y la mirada verde apagada. A simple vista, no podía asegurar que las semanas que llevaba en el Centro al menos le hubieran cambiado la apariencia, lucía tal como la recordaba, igual de cercana a la muerte.

Le impidió la entrada a su psiquiatra cuando posó sus ojos en mí y me observó como si hubiese visto a un fantasma. Durante lo que se sintió como un minuto, todo lo que hizo fue detallar mi rostro desde la distancia, sin pestañear ni dar ningún paso más. Desconocía si su psiquiatra sabía de mi existencia, pero no hizo nada para que siguiera caminando, simplemente la esperó hasta que decidió moverse para ocupar el sillón frente a nosotros.

—Estaré bien —les dijo Emily a ambas, aún con su mirada fija en mí—. ¿Pueden dejarnos a solas?

—Claro —respondió su psiquiatra, y me regaló una leve sonrisa—. Estaremos en el pasillo.

Durante largos minutos ninguno de los tres emitió siquiera una palabra. Empezaba a preguntarme si la manera en la que ella me observaba se debía a que no había tenido el mínimo interés en saber de mí a través de la televisión o internet, por lo que me había transformado en un completo desconocido, o porque sencillamente estaba asombrada de tenerme frente a ella después de tanto tiempo.

Al mismo tiempo que abrí mi boca para hablar, Caleb lo hizo, sin embargo, con un asentimiento me dio la palabra.

—Intentaré ser breve, solo he venido porque necesito pedirte algo —advertí—. Sé que eres buena guardando secretos y apoyando a tus parejas en cada una de sus ideas, por eso es que asumo que estás ocultando información que podría ser importante para la investigación. No creo que lo que le diste a la policía sea lo único que tengas con respecto al trabajo de tu esposo, lo que no entiendo es por qué lo proteges. ¿Acaso quieres a esa basura que solo ha arruinado más tu vida?

Caleb golpeó mi rodilla con la suya en un movimiento leve, un recordatorio de la charla que me había dado en su coche de camino al Centro, un llamado a comportarme y mantener mi temperamento controlado si quería obtener algo de nuestra visita. Pero era difícil, frente a mí estaba una de las personas que más traumas me había provocado.

—Por supuesto que lo quiero —respondió con voz débil. Carraspeó, llevando una mano empuñada a sus labios antes de continuar—. Pero te quiero más a ti.

—No fue lo que te pregunté —dije con firmeza—. No tengas el descaro de mentirme mientras me miras a los ojos. Ya no soy el niño ingenuo que te creía las razones que me inventabas cuando veía que te clavabas la puta aguja en el brazo.

—No miento. Si estoy aquí, es por ti y tu hermana, Tristan. Estoy aquí porque quería ayudar, porque confié en el plan de Caleb y creí que seríamos más rápidos. Sí, lo quiero, pero también entendí que debía divorciarme, por mí y para liberar tu nombre de sus negocios. Les di mi palabra.

Clavé las uñas en mis muslos, sobre la gruesa tela de mis vaqueros oscuros, y me tomé un par de segundos para no estallar.

Antes de que el problema de su esposo ocupara un espacio en mi vida, Emily ya no tenía poder sobre mí, no había nada relacionado a ella que siguiera afectándome. Pero la situación era diferente, la tenía en frente pronunciando palabras que se sentían vacías, como si aún creyera que podía engañarme.

—Entonces dime todo lo que sabes —demandé—. Si tu esposo tiene contactos allá afuera y ató cabos, debe creer que fui yo quien lo denunció. Pueden matarme. Si te importo tanto como dices, confiesa quién trabaja con él, es imposible que sea el único responsable de un negocio como ese.

Apretó sus labios mientras desviaba la mirada y negaba lentamente con su cabeza. Jugó con los dedos sobre su regazo y tomó una bocanada de aire.

—Debería ser la única que lo sabe —dijo después de un rato, negándose a mirarme—. Es un hombre tremendamente reservado con sus negocios. Si sé de ellos solo se debe a que vivía con él y las conversaciones las tenía en casa.

—¿Con quién las tenía?

Fijó sus ojos en mí, húmedos y acompañados de un par de cejas hundidas que me hicieron pensar que temía decir más.

—Vendrá por mí, Tris.

Esbocé una sonrisa irónica, sorprendido de que tuviera la audacia de recurrir a la lástima.

—Perdóname por lo que voy a decir, pero, honestamente, me importa más el hecho de que ahora mismo, mi familia, mi novio y yo estamos en peligro. Al menos tú estás aquí resguardada, es el lugar más seguro en el que has decidido mantenerte.

La vi tragar y dudar, mientras mis manos comenzaban a sudar, avisándome que mi paciencia se agotaría pronto, de la misma manera que a ella se le acababa cuando le recordábamos por tercera vez que no habíamos almorzado y volvía a gritarnos que debíamos esperar. Disfrutar de los efectos de las drogas para enrollarse con mi padre en el sofá era mucho más importante.

El solo recuerdo de él me hacía sentir la boca amarga. A ella había decidido olvidarla porque sabía que era lo mejor para mi salud, pero a él simplemente lo había desechado de mi mente porque jamás generé un lazo. Que mi abuelo ganase nuestra custodia era importante para no ver a mi madre morir a mis pies y no ceder ante las drogas que ella descuidaba en cualquier lugar de la casa; sin embargo, también era la única forma que teníamos de escapar del monstruo que era el hombre que nos había engendrado.

—Lo haré con una condición.

Volví a reír, sacudiendo mi cabeza. Le di una mirada rápida a Caleb, preguntándole a través de esta si acaso podía creer lo que acabábamos de escuchar, pero él solo la mantuvo en ella con aquella seriedad que advertía el análisis que estaba haciendo de la persona que tenía en frente.

—No estás en una posición en la que puedas exigirme cosas.

—¿Vas a condenarme toda la vida por cómo fui como madre?

Me levanté de golpe para enfrentarla, al mismo tiempo que ella. Sentí a Caleb ponerse de pie tras de mí, pero no me detuvo. Estaba tan cerca de aquella mujer, que a pesar de que sabía que llevaba semanas sin consumir una gota de alcohol, el mísero recuerdo me hacía olerlo en su ropa. Su imagen estaba impregnada.

—Voy a seguir condenándote mientras sigas siendo este tipo de madre —mascullé, presionando un dedo en su pecho—. Una que jamás ha pensado en el bienestar de sus hijos. ¿Dónde estabas cuando Skye lloraba por las noches debido a las peleas que tú y papá tenían en casa con los amigos que llevaban? Casi inconsciente, rodeada de botellas y el polvo blanco que al día siguiente con mi hermana encontrábamos en la misma mesa en la que comíamos a solas. ¿Dónde estabas cuando tenía pesadillas y necesitaba tus abrazos? Ni tú ni él aparecían en nuestras caídas o cuando teníamos frío y hambre. No estabas cuando nos golpeaba, y ni siquiera estabas cuando uno de tus amigos intentó entrar a nuestra habitación por la noche. Nos protegimos por nuestra cuenta y nos mantuvimos encerrados hasta asegurarnos que se había marchado. ¿Siquiera tu conciencia estaría pudriéndose ahora mismo si él hubiese llegado a nosotros? Podría apostar todo lo que hoy tengo a que no, porque las malditas drogas están consumiendo tu cerebro desde hace años. —Esbocé una sonrisa dolida y fría al mismo tiempo, que incluso erizó mi piel—. ¿Hoy sigues pensando que ese hombre solo estaba tan ebrio que había confundido el baño con nuestra habitación?

» Te voy a condenar mientras vea que sigues siendo la misma mujer que me hace sentir náuseas cada vez que veo agujas y por la que me sentí estúpido al temer verla muerta algún día, porque luego supe que si tú me hubieses encontrado muerto a mí, no habría significado nada para ti.

Solo cuando dije la última palabra me di cuenta de que mi cuerpo completo temblaba debido a los escalofríos. El sudor me recorría la espalda y las manos, mi pecho subía y bajaba con la misma violencia que había empleado para hablarle.

—No sé de qué amigo hablas —titubeó con el entrecejo fruncido—. ¿Alguien quiso entrar a la habitación que compartías con tu hermana?

—Me estás jodiendo, ¿verdad?

—No, Tristan. No recuerdo que me lo hayas contado alguna vez.

—Lo harías si no hubieses estado tan ansiosa por meterte una mierda tras otra en el cuerpo.

Retrocedí para alejarme, porque tener su rostro frente a mí había comenzado a causarme náuseas. El olor a alcohol y a humo se hizo más intenso, haciéndome buscar con la mirada el lugar de dónde provenía, hasta que sentí las manos de Caleb en mis hombros sosteniéndome por detrás, y me di cuenta de que era un engaño de mi mente. No había botellas ni cigarrillos ahí, solo en mis recuerdos.

—Perdóname —musitó, caminando hacia mí, pero detuvo sus pasos cuando negué con mi cabeza e interpuse las manos entre nosotros—. Por favor, Tris.

—No sé qué fue lo que hizo que te desviaras hacia el camino que tomaste, Emily, pero yo no tengo por qué seguirte ni darte la mano para llevarte hacia el correcto. Soy tu hijo, no tu padre. Tú debías guiarme a mí. Ya arruinaste suficientes años de mi vida.

Entre lágrimas, asintió repetidas veces y retrocedió hasta que sus piernas tocaron el borde del sillón. Volvió a sentarse y secó sus mejillas con el dorso de sus manos.

—Su hermano.

Caleb presionó mis hombros hacia abajo para que pudiera sentarme, y se mantuvo a mi lado.

—Solo trabaja con su hermano —especificó—. Oliver es arisco y codicioso. Tanteó el sector en Hollywood a solas, y cuando se dio cuenta de los buenos resultados, introdujo a su hermano con la condición de que solo fueran ellos dos. —Soltó un suspiro y se encogió en su lugar, entrelazando las manos—. De todos modos, no había otro hombro en el que pudiera apoyarse. Tenía suficientes problemas con los demás hombres del barrio, y según lo que escuché una vez, su hermano es aún más conflictivo. Tiene el ingreso prohibido a varios lugares.

—¿Él vivía con ustedes? —preguntó Caleb.

—No, nunca supe dónde vivía. Todo lo que sé es que Oliver es la única persona que tiene. Sus padres fallecieron hace años debido a un ajuste de cuentas.

—Necesito que le digas esto a la policía —exigí.

Ella asintió.

Dominic

Solo quedaban ocho conciertos para finalizar la gira por Europa. Lo siguiente era un descanso en el que estaba mi cumpleaños y los Grammys antes de continuar por Norteamérica.

Sentía aquella pausa rozando la punta de mis dedos, la deseaba con todas mis fuerzas, no porque estuviera cansado, sino porque debido a la situación que estábamos viviendo con Tris, Caleb no me había permitido viajar para estar con él en mis días libres. Era demasiado riesgo aparecer una y otra vez en el aeropuerto de California.

No había un solo día en que no lo llamase y que no viera su rostro a través de la pantalla. Sin embargo, el día anterior se había reencontrado con su madre después de años, él me necesitaba allí, y yo solo había podido ofrecerle un momento para desahogarse y unas horas de distracción charlando de temas totalmente alejados de nuestros problemas.

No era suficiente, se volvía cada día más frustrante no poder darle un abrazo y creer ingenuamente que así podría protegerlo de sus fantasmas, aunque él dijera que según nuestro contexto, le bastaba y la forma en la que lo enfrentábamos hacía una gran diferencia en sus días.

Además, yo también lo necesitaba. Mientras más nos acercábamos al fin de la gira por Europa, más tediosos eran los ensayos y más culpable me sentía de pararme en el escenario. No le dábamos al público lo que merecía, éramos una banda de rock que comenzaba a apagarse. Me avergonzaba que pagaran por un concierto mediocre en comparación con los que solíamos hacer. Intentaba no contar los días para terminar por completo la gira, pero era inevitable, se había vuelto un infierno trabajar así.

—¿Pensando en tu ricitos de oro? —me preguntó Alban, chasqueando los dedos frente a mi cara con una sonrisa burlesca.

—No tiene rizos —respondí con una ceja arqueada.

—Eso no importa —intervino Derian con aquella expresión neutral que siempre portaba.

Estábamos en Austria y habían aprovechado los días de descanso académico de Derian para viajar y acompañarme. Esa noche sería la primera vez que estarían en uno de mis conciertos.

En la cama, Alban se acomodó con la cabeza sobre el regazo de Derian y él no tardó en empezar a jugar con su pelo. El británico estiró sus piernas sobre mi abdomen y me miró como si supiera que quería decir mucho más, solo que, en verdad, sentía que ya había tenido suficientes horas de desahogo con ellos.

—¿Será parte de mi karma tener que vivir todo esto lejos de él? —pregunté más para mí mismo que para ellos.

—No lo sé, pero por favor el 14 de agosto no soples las velas un minuto antes, te lo digo por experiencia. No queremos más mala suerte —contestó Alban.

—¿Viajarán a Estados Unidos conmigo? —acomodé la almohada bajo mi cabeza y fijé la mirada en el techo.

—Depende —respondió Derian—. ¿Tus guardaespaldas podrán con lo inquieto que es Alban?

—Tendremos que descubrirlo.

La vibración de mi teléfono interrumpió una de las historias que contaba el británico. Me libré de sus piernas para levantarme de la cama con confusión al ver el nombre de Blair en la pantalla.

—Blair, ¿cómo estás?

—Dom, sé que estás pasando por mucho últimamente, pero necesitaba llamarte.

—¿Estás bien?

Su respiración se escuchó pesada y Blair soltó un suspiro, mientras que de fondo podía oír música en volumen alto. Alban y Derian me miraron con el ceño fruncido y se sentaron en la cama, expectantes al notar la preocupación en mi voz.

—¿Recuerdas esa fiesta en la que nos encontramos y me contaste que tenías problemas con Tris?

—Sí.

—Estabas tan mal, que te guie hasta el baño de la discoteca y luego tuve que llevarte a un hotel —me recordó—. Te había visto beber en otras ocasiones, por lo que sabía que tenías bastante tolerancia al alcohol. Jamás te había visto en ese estado. Lucías ido, tus ojos estaban más oscuros y parecía que apenas tenías control de tu cuerpo.

—Blair, ve al grano.

—¿No te pareció extraño sentirte así?

Había escrito una canción acerca de esa noche. Recordaba haberme sentido tan mal, cerca de perder la conciencia y el control de mis extremidades, que llegué a pensar que moriría. Cuando me llevó al hotel, creí que acabaría expulsando los órganos por la boca de tanto que vomité. Según las fechas de trabajo que teníamos definidas, durante esa semana debíamos grabar nuestra colaboración. No pude asistir al estudio, cantar solo hacía arder más mi garganta, por eso habíamos retrasado todo.

Más allá de lo físico, recordé cómo me sentí aquella noche con respecto a Tris. Al no haber estado nunca en una situación como esa sin tenerlo previsto, el pensamiento de que me moriría fue la causa de que me doliera que él no quisiera escuchar mi confesión. Estaba ebrio, pero necesitaba decirle que creía haber empezado a confundirme. Quería decirle que me gustaba, que no podía sacarlo de mi mente, y que incluso había rechazado a una chica porque solo quería que fuese él quien se sentara en mi regazo y pusiera sus labios sobre los míos.

Pensé que sería mi última noche y que Tris nunca sabría lo que estaba provocando en mí.

—Sí, creí que moriría. No suelo sentirme así ni siquiera cuando bebo demasiado.

—Estoy en una fiesta y una de las personas con las que me reuní trajo drogas para compartir. Le preguntaron si las había probado y dijo que no, pero que sabía que Connor lo había hecho y que incluso las usó contigo. —Volvió a soltar un suspiro—. Contó que esa noche, antes de que llegaras a la discoteca, él planeó poner un poco de eso en el vaso que bebías. Les dijo que lo hacía porque lo necesitabas, porque ya no había rastro del Dom que se la pasaba bien con sus amigos.

Me quedé en silencio, con la mirada perdida en el balcón y la cortina que flameaba debido al viento que ingresaba a la habitación.

—Dom, ¿estás ahí? —preguntó Blair.

—Gracias por decírmelo.

—Pregúntale acerca de esa noche. Sé que es tu amigo, pero sí lo creo capaz.

—Lo sé. Debo colgar.

—Cuídate.

Alban se puso de pie para caminar hacia mí y agarró mi brazo.

—¿Qué ocurrió?

—Es hora de que vayamos al estadio.

Tomé mis llaves, esperé que ellos se abrigasen y abandonamos la habitación. Los guardaespaldas nos siguieron hasta el ascensor y luego, hasta nuestra van, donde ya se encontraban Chris y Connor en el asiento trasero, mientras que nosotros usamos los de la primera hilera. Alban se giró para saludarlos, ambos respondieron cortantes, y Derian solo les dedicó una mirada peor que aquella que nos ganamos junto a Tris cuando llegamos a su estudio de tatuajes.

El viaje lo hicimos en silencio, tenía el cuerpo tenso y con cada minuto que pasaba encerrado, más cosas tenía para decir. La adrenalina comenzó a recorrerme y no pude detener el movimiento de mi pie contra el suelo.

En el estadio, les indiqué a Alban y Derian la dirección hacia mi camarín, mientras que yo seguí a Chris y Connor hasta el que nos correspondía a los tres. Cerré la puerta con seguro tras de mí y ellos se giraron de inmediato al notar mi presencia.

—No nos dijiste que tenías groupies —bromeó Connor con una sonrisa burlesca.

—No sabía que debía presentarles a las personas con las que me acuesto —respondí con sarcasmo.

—¿Tu novio lo sabe? —preguntó Chris—. ¿O finalmente Tris se convirtió en lo mismo que todas tus exparejas?

—Mi novio y esos chicos me follan en la misma habitación. Si te importa tanto, podría filmarnos para la próxima vez y te envío el vídeo —respondí con una sonrisa amplia—. Aunque hay un tema que es mucho más interesante que mi vida sexual —agregué con diversión, alzando mi índice como si se me hubiese ocurrido la mejor idea del último tiempo—. Podríamos hablar de cómo Connor me drogó porque le parecía que me había vuelto demasiado aburrido para estar a su alrededor. Chris, ¿tú lo sabías? —pregunté, fingiendo ingenuidad—. Creo que hace solo un par de semanas me dijiste que las odiabas.

Ambos se quedaron pasmados, simplemente observándome. No necesitaba más que aquel silencio que lo confirmaba todo. No quería explicaciones, porque nada lo justificaría.

—Es curioso que siempre hablen tanta mierda y ahora no tengan nada para decir.

—Le dije que no debía hacerlo —respondió Chris.

—Pero lo hizo, y tú lo viste y no me lo advertiste esa noche ni me lo contaste al día siguiente. Al final, Dominic ya estaba lo bastante jodido, qué más daba ponerle un poco de droga en su vaso sin su consentimiento, ¿verdad?

Quería que Connor dijera cualquier estupidez, que tuviera el atrevimiento de burlarse, de referirse a mí como un exagerado que había perdido el sentido de la diversión. Pero jamás lo había visto así, sin palabras, con lo que parecía ser vergüenza inundando su rostro. Estaba convencido de que si la sentía, no se debía a que estuviera arrepentido, sino a que había sido descubierto y no lo tenía previsto.

—Espero que esta noche disfruten el concierto y que toquen como difícilmente lo volverán a hacer en su vida, porque será el último de The Orions.

—Dom, no puedes hacerme esto —dijo Chris, dirigiéndose rápidamente hacia mí—. Sabes que no tengo nada más.

—Busca otra banda, participa en castings, estudia una carrera, lo que sea, a mí me importa un carajo —respondí, encogiéndome de hombros—. Tomaron la decisión de apuñalarme por la espalda, a pesar de que les di un hogar y una familia. Lo que me ha pasado todos estos meses no significa nada, ustedes son mi verdadero karma.

Estoy nerviosa, la intensidad de estos capítulos me va a matar. ¿Cómo quedaron ustedes?

Aprovecho este espacio para desearle feliz cumpleaños a nuestro guitarrista que ama los aguacates, nuestro chiquito que pensaba que sus padres realmente morían en las películas de acción.  Hoy 14 de agosto cumple 21 años. No me calzó la fecha para publicar el capítulo de su celebración justo hoy, pero les prometo que será hermoso. La gente que leyó Bluish sabe que mis personajes siempre tienen cumpleaños especiales de alguna u otra forma. 

Nos estamos leyendo, les adoro  💚


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