Pandora (EN PAUSA)

Від Jota-King

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Primera entrega. ¿Qué ocurre si un día descubres que has vivido bajo la sombra de un engaño? Tu mundo en frac... Більше

Notas del autor.
Prefacio.
Pequeña traviesa.
Decisiones, el llanto de una madre.
Necesidad.
No creas que será fácil.
Indiscreción.
A 30 días del final.
Planes futuros.
El placer del deseo.
Cercanía lejana.
Solo un segundo basta.
Un regalo inesperado.
Nunca es tarde como piensas.
¿Dónde está Pandora?
Tras la tormenta no hay calma.
Una drástica decisión.
Un sueño hecho realidad.
Libertad.
Absurdo descuido.
La decisión de Leila.
Regocijo en el corazón.
Como torre de naipes.
Un nuevo día.

No siempre la sangre llama.

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Від Jota-King

Ocho años atrás…

Quentin se había dado el tiempo de despertar tanto a Leila como a sus hijos para pedirles el reunirse a desayunar, así podría también darles a ellos la noticia recibida durante la noche. Se mostraba inusualmente entusiasta aquella mañana, lo que llamaba la atención de sus hijos, no así de Leila, quien algo ya sabía sobre lo que quería decirles.

Y no pasó mucho para que mientras desayunaban, Quentin les contara gran parte de la historia, generando de inmediato las interrogantes en sus jóvenes hijos, quienes se mostraban sorprendidos, pero a la vez felices por lo que escuchaban de labios de su padre.

—¿Entonces ya no seremos pobres papá? —Bernardo era el primero en iniciar con las preguntas— ¿Ya no seguirán vendiendo nuestras cosas?

—Pobres no lo fuimos Bernardo, —le corregía Quentin— tuvimos un mal pasar por problemas de dinero en la empresa, esa es la diferencia, pero a ustedes no les faltó ni el alimento ni el techo, eso es lo primordial hijo.

—¡Y que el tío Aníbal te robó plata! —Arremetía por su parte Dexter.

—¡No digas eso hijo, —exclamaba Leila, llamándole la atención— no seas falta de respeto con tu tío, no es la forma de decirlo!

—¡Madre, él nos faltó el respeto primero! —Enojado le corregía éste.

—Dexter tiene razón Leila, —decía Quentin, apoyando sus codos sobre la mesa y entrelazando sus manos—Aníbal nos faltó el respeto, le faltó el respeto a esta familia y eso es inaceptable. Tendrá que pagar todo el año que nos causó, y yo me encargaré de que eso suceda. Por el momento tienen que estar tranquilos hijos, ya la policía lo capturó, es cuestión de tiempo para recuperar todo lo que perdimos por su culpa.

—¿Y a qué hora quedaste en juntarte con Mateo? —Le preguntaba Leila.

—Al mediodía debo reunirme con él en mi oficina para preparar lo que se viene ahora, —le respondía éste— debemos trabajar en cómo recuperaremos lo que Aníbal nos arrebató. Y esa es la parte difícil.

—¿Qué tan difícil es eso padre? —Inquiría Dexter.

—Muchas cosas legales hijo, pero no te preocupes, —le aseguraba éste— con la ayuda de Mateo saldremos con bien. No es necesario que sepas todo eso pues son cosas legales que en ocasiones ni los adultos entendemos, basta y sobra con decirte que las cosas mejorarán.

—Así es cariño, —intervenía Leila, tomándole la mano— ahora que su tío apareció, muchas cosas cambiarán. Retomaremos la vida que teníamos.

—Más que retomarla Leila, —Quentin se apuraba en corregirla en ese punto específico, pues tenía la intención de recuperar en cierta medida el tiempo perdido con su familia— la mejoraremos, por largo tiempo nuestra familia tomó caminos diferentes, ya es hora de cambiar eso.

—Pero no es tema para hablarlo en este momento, además, nadie te asegura que las cosas cambiarán de un día para otro.

Pese a las optimistas palabras de Quentin, Leila se mostraba escéptica al hecho de que las cosas efectivamente cambiarían. Y esto se debía al hecho de que ella ocultaba celosamente un secreto que el resto ignoraba por completo, por lo que algo de veracidad había en sus argumentos.

—Bueno, debo retirarme ya, tengo cosas que hacer antes de juntarme con Mateo, —decía por su parte Quentin, levantándose de su silla extrañado por el comportamiento de su esposa, era algo que no esperaba— apenas tenga noticias te llamaré Leila. Niños, terminen su desayuno, espero llegar temprano hoy para cenar juntos, ¿les parece?

—Bueno papá, —decía Bernardo— ¿podemos comer pizza?

—¿Dexter, estás de acuerdo? —Le preguntaba Quentin— Hace mucho que no comemos pizza.

—¡Hace mucho que no hacemos muchas cosas padre! —Exclamaba éste cruzándose de brazos, cuestionando las palabras de su padre.

—Tienes razón, —le respondía éste, acercándose a él y poniéndole una mano sobre su hombro, mirándolo con cierto grado de aprobación por sus palabras— espero que las cosas cambien hijo, y que recuperemos muchas cosas que hemos perdido con el tiempo.

—Pues por ahora podemos comenzar por comer pizza padre.

—¡Pizza, pizza! —Gritaba contento Bernardo.

Mateo por su parte había movido sus influencias en la policía, y luego de hablar por teléfono con el abogado defensor de Aníbal, ambos habían llegado al acuerdo de que Quentin y Aníbal debían entrevistarse con ambos abogados presentes para realizar sus respectivos descargos. Aquel enfrentamiento entre los hermanos era inevitable, por lo que mientras más rápido ocurriera, tanto mejor para todos, de esta manera tendrían claridad en lo que harían.

Pero había algo que inquietaba a Quentin, y es que dicha conversación sucedía precisamente por petición expresa de su hermano. Ya en la habitación dispuesta para el encuentro, los hermanos y abogados se reunían durante la tarde, custodiados por un oficial de policía, quien les dejaba en claro antes que comenzaran con sus alegatos, que todo lo que dirían en esa habitación estaría siendo grabado.

—Mateo, Quentin, —partía diciendo Ernesto de la Fuente, el abogado defensor de Aníbal, un hombre de una vasta experiencia pero de dudable reputación— sepan ustedes que esta reunión la pidió expresamente mi defendido, y aunque no estoy de acuerdo con ello, accedí a realizarla.

—Me sorprendió el saber que eras tú quien lo defendería, hace mucho que no nos vemos amigo mío, lástima que sea bajo esta circunstancia, —argumentaba por su parte Mateo.

En total silencio y sin mover un músculo, los hermanos cruzaban miradas. En sus rostros solo un reflejo se podía percibir entre ambos, odio. La tensión en el ambiente era aterradora. Después de todo por sus venas corría la misma sangre, sus edades eran similares y siempre se mantuvieron juntos, se conocían a la perfección, o por lo menos es lo que Quentin creía.

No obstante ahora se encontraban frente a frente bajo circunstancias que jamás imaginaron. Una guerra se había desatado entre ambos, y al acceder a esa reunión, Quentin buscaba las respuestas que necesitaba, los reales motivos que impulsaron a Aníbal para traicionarlo de esa manera y causarle tanto daño no solo a él, sino también a su familia. Si las miradas mataran, seguramente Aníbal ya estaría muerto a manos de Quentin.

—Bueno señores, —continuaba Ernesto— el motivo de esta reunión es simple, llegar a un acuerdo que favorezca a ambas partes.

—¿Perdón? —Inquiría Quentin— ¿Favorecer yo a éste maldito hijo de....?

—¡Cálmate Quentin, —le advertía Mateo, tomándolo por el brazo— no estamos aquí para comenzar a pelear!

—¡Estoy calmado, estoy calmado!

—Continúe por favor don Ernesto. —Decía Mateo, dándole nuevamente la palabra a éste.

—Bueno, como les decía, la idea es llegar a un acuerdo que nos favorezca a todos. Mi defendido aquí presente tiene muy en claro su falta y pretende remediarla de la mejor manera posible.

—Pues bien, —decía Mateo— ¿Cuál es la propuesta?

—Legalmente mi cliente es dueño de todos los bienes materiales, incluida la mansión en la que hoy por hoy vive el señor Quentin y su familia.

—¡A punta de estafa y no de esfuerzo! —Exclamaba por su parte Quentin, apretando fuertemente sus puños y mirando con odio a Aníbal— ¿O esa parte su cliente no se la contó?

—Pues bien, —continuaba Ernesto— mi cliente quiere que el señor Quentin le devuelva la empresa que le arrebató y…

—¡Le arrebató, le arrebató! —Alegaba en el acto Quentin, interrumpiendo abruptamente a Ernesto y levantándose de su silla— ¡Supongo que es una maldita broma todo esto!

—¡Cálmate Quentin por favor! —Exclamaba nuevamente Mateo— Vuelve a tu asiento.

—¿Cómo mierda quieres que me calme cuando éste hijo de perra quiere que le devuelva una empresa que él mismo se encargó de llevar a la quiebra? ¡Y tiene la desfachatez de decir que yo se la arrebaté siendo que él me la cedió para evitar que los bancos lo hicieran pedazos y perderlo todo! —Quentin realmente se encontraba alterado con la situación, y más al ver la manera en que Aníbal manejaba la realidad, y sin decir palabra alguna— ¡por lo visto este abogado no tiene la menor idea de cómo son realmente las cosas!

—Señor Mateo, si usted no es capaz de controlar a su defendido me veré en la obligación de dejar hasta aquí esta conversación. —Sentenciaba Ernesto.

—Descuide señor abogado, no volverá a pasar, ¿cierto Quentin?

—Haré el intento, —pronunciaba éste, sentándose y reclinándose en la silla, claramente ofuscado con la situación— pero no prometo nada.

—Como decía, mi cliente quiere recuperar su empresa, más una compensación monetaria por el daño causado hacia él por el señor Quentin al arrebatarle su sustento.

—Hijo de perra. —Murmuraba Quentin, enterrándose aún más en la silla y mirando con un odio desmedido a Aníbal, quien por su parte evitaba mirarlo.

—¿Y qué es lo que ganamos nosotros? —Preguntaba Mateo.

—Recuperar todo lo perdido. —Aseguraba Ernesto.

—¿Cómo así? —Indagaba Quentin, extrañado por la inusual respuesta— ¿Así sin más, yo recupero todo lo que éste bastardo me robó?

—Le recuerdo señor Ernesto, —decía Mateo— que su cliente cometió estafa, malversación de fondos, falsificación de documentos, y un sin número de faltas. No pretenda que las cosas serán tan fáciles para él. Le esperan varios años de cárcel.

—Eso ya lo tenemos resuelto mi amigo, —le aseguraba éste de manera altanera— mi cliente ya declaró su culpabilidad en todos estos eventos, con un buen abogado como yo, bastará el pago de una fianza para que no pase ni una noche dentro de un calabozo.

—Deme unos minutos a solas con mi defendido abogado. —Le respondía Mateo, haciéndole una seña a Quentin para que abandonaran la habitación.

Ya en el exterior, Mateo solicitaba algún lugar donde poder hablar tranquilamente con Quentin, quien se mostraba alterado y a la vez confundido con lo que estaba ocurriendo. Simplemente la propuesta de Aníbal era algo que no se esperaban, por lo que no debían tomar una decisión sin antes pensar bien las cosas.

—¡Este maldito bastardo está jugando con nosotros! —Alegaba de inmediato Quentin— ¡De seguro algo se trae entre manos, no es posible que me devuelva todo así como así!

—Debemos ser precavidos en la decisión que tomaremos al respecto. A mí también se me hace muy fácil todo esto, hay algo más.

—¡Claro que hay algo más! —Continuaba alegando Quentin, mientras se paseaba de un lado a otro en la habitación, como si fuese un león enjaulado— ¡De seguro tiene un as bajo la manga, y en el momento menos pensado lo lanzará sobre la mesa, de eso no me cabe la menor duda!

—Entonces dime tú, —le decía Mateo, mirándolo fijamente a los ojos mientras acomodaba sus lentes sobre su enorme nariz— ¿Cuál es tu decisión, aceptarás sus condiciones?

Por largos minutos Quentin se mantuvo silente tras la pregunta, para ambos era claro que Aníbal tramaba algo más. De por sí ya era frustrante el hecho de que no pagaría con cárcel todo el daño que había causado, como para colmo tener que devolverle una empresa que él en su sano juicio le había cedido luego de llevarla a la quiebra, y no conforme con ello el pedir una compensación monetaria por el daño que según él, le había causado dicha decisión.

Algo no estaba bien, y por desgracia desconocían por completo aquel as bajo la manga que se estaba guardando. No por nada se había mantenido a raya durante la reunión, silente, sin emitir palabra alguna y esquivando las miradas, en especial las que Quentin le daba. Por otra parte, la oferta que les estaba dando era algo difícil de rechazar de buenas a primeras, sin embargo debían ser precavidos, pues un paso en falso podría tirar por la borda todo lo que ansiaban conseguir. Había mucho en riesgo como para perderlo todo por los caprichos de Aníbal.

—Estoy dispuesto a devolverle su empresa, —resolvía finalmente Quentin, rompiendo el silencio, aunque su tono de voz no sonaba muy convincente— pero debemos llegar a un acuerdo en el punto de la dichosa compensación monetaria.

—Ese punto es el que me tiene intranquilo, —le decía Mateo— conozco de sobra los motivos por los cuales aquella empresa pasó a tus manos, y si me lo preguntas, encuentro que este punto en particular no es más que una manera en que tu hermano pretende robarte más dinero.

—¡Es un maldito aprovechado! —Exclamaba Quentin— Pero en fin, estoy dispuesto a tirar a la basura ese dinero, siempre y cuando la suma no sea tan elevada. De eso deberás encargarte.

—Pues si estás de acuerdo con el trato, yo no tengo objeción alguna, —le aseguraba éste— es tu dinero y tu empresa la que está en juego aquí.

—Es más que mi empresa o mi dinero mi amigo, —le aclaraba por su parte Quentin— es el futuro de mi familia lo que me estoy jugando.

—Entonces procedamos.

Tras acordar aceptar el juego que Aníbal estaba proponiendo, se dirigieron a la habitación donde éstos aguardaban para darles a conocer la decisión que habían tomado. Lo que Mateo desconocía por completo, es que Quentin no se quedaría tranquilo al respecto, pues éste quería saber a toda costa los reales motivos que habían impulsado a su hermano para cometer tan vil traición en su contra.

—Muy bien señor Ernesto, —decía Mateo una vez que ambos tomaban asiento— luego de dialogar con don Quentin, llegamos a la conclusión de aceptar sus términos.

—Me parece bien, —respondía éste— podemos cerrar el trato entonces.

—No obstante, —señalaba de inmediato Mateo— debemos resolver el punto de la compensación económica que su cliente está exigiendo a su favor.

—Ese punto en especial ya lo tiene resuelto mi cliente, —afirmaba éste— sin embargo por petición explícita de él, no será abordado en este momento.

—¿Qué no será abordado en este momento? —Inquiría un enrabiado Quentin— ¿Supongo que es una broma, acaso este bastardo pretende que lleguemos a un arreglo sin tener idea alguna del dinero que pretende que le regale?

—Es lo que mi cliente me expresó. —Argumentaba Ernesto— Nada puedo hacer al respecto.

—¿Y cuándo pretende dar a conocer su cifra su cliente? —Preguntaba por su parte Mateo— Pues por lo que veo, no tiene intención alguna de hilar ni una frase en toda esta conversación.

—¿Qué rayos es lo que pretendes? —Le preguntaba sin rodeos Quentin a su hermano, mirándolo fijamente y golpeando la mesa con su puño— ¿Cuál es tu desquiciado juego?

—Mi cliente ha decidido atenerse a su derecho a guardar silencio, —respondía por su parte Ernesto— mañana por la mañana nos podemos reunir en mi oficina para afinar los detalles del convenio al cual han llegado.

—Eso está por verse, —aseguraba Quentin— todo dependerá de la cláusula que “su cliente” ponga en el punto de la compensación monetaria que pide. La que por lo demás la encuentro ridícula, no es más que un robo de su parte.

—Bueno, dado que su cliente da su consentimiento para llegar a un acuerdo, propongo reunirnos mañana a las 8 de la mañana en mi oficina, —decía por su parte Ernesto, sin prestarle atención a los alegatos por parte de Quentin— durante la tarde afinaré los detalles correspondientes.

—De acuerdo, nosotros nos retiramos entonces, mañana pasaremos por su oficina. —Respondía Mateo, levantándose de su silla, sin embargo Quentin no movía un músculo, permanecía con la mirada penetrante sobre Aníbal, esperando algo de parte de éste— ¿Nos retiramos Quentin?

—Ya nos volveremos a ver las caras, “hermanito”. —Decía éste sin quitarle la vista de encima, sin obtener reacción alguna por parte de Aníbal, quien solo se limitaba a esquivar su mirada.

Luego que ambos abandonaran la habitación, Ernesto se quedaba mirando a su defendido, quien aún permanecía con la mirada perdida, hundido en sus pensamientos. Por unos cuantos minutos esperó que éste le dijera algo respecto a lo que planeaba realmente, sin embargo Aníbal se mantenía silente.

—¿Qué es lo que me estás ocultando Aníbal, —le preguntaba finalmente éste, pues desconocía por completo la jugada que estaba tramando —qué es lo que me ocultas?

—Tú preocúpate de mover tus influencias y sácame hoy mismo de aquí, —emitía por fin Aníbal con su tono de voz tan grueso, y dándole una mirada penetrante— si todo sale bien, te daré una fuerte suma de dinero, más que suficiente como para que dejes por fin a tu esposa y te retires a vivir una buena vida en compañía de tu amante.

—Prometí que te sacaría de aquí en menos de seis horas, —argumentaba éste— y cumpliré mi palabra. Sin embargo debo saber cuáles son tus planes antes de mañana, no quiero encontrarme con sorpresas antes de entrar a firmar esos documentos.

—Sácame de aquí y te diré lo que tengo en mente, le daré a mi hermanito donde más le duele, eso te lo garantizo.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Puedes preguntar, pero será mi decisión el contestar tu pregunta.

—¿Qué fue lo que te hizo tu hermano como para que le tengas tanto odio?

—Nacer, —le aseguraba éste, frunciendo el ceño y apretando fuerte los puños— nacer.

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