Una canción no fue suficiente...

By didi4garcia

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[EL ARTE DE UN CORAZÓN ROTO #1 🎤] ¿Qué harías si en medio de un concierto te das cuenta de que el vocalista... More

BOOKTRÁILER
1 | «Solo recuerdo personas significantes»
2 | «Anti-CorbynHood»
3 | «Trágame tierra»
4 | «No hables solo porque tienes boca»
5 | «Basorexia»
7 | «Es publicidad, nada más.»
8 | «No iré por la espalda.»
9 | «Wanna be yours»
10 | «Esta es mi melodía favorita.»
11 | «Engendro del diablo»
12 | «Eres como un perro viejo»
13 | «Muéstrame el puto celular.»
14 | «¿Siempre buscando una excusa para pelear?»
15 | «Cuñada»
16 | «Es mi ex novio»
17 | «Aquello que parece un culo»
18 | «Tu propio diseño»
19 | «¿Por qué no quieres decir que es tu novio?»
20 | «Esa gorra es de él»
21 | «Two hearts beating here»
22 | «¿Eso me convierte en tu musa?»
23 | «Todo es cuestión de límites»
24 | «Solo iré porque tu quieres ir»
25 | «Collywobbles»
26 | «Se llama "Fenómeno".»
27 | «Supe que no quería estar solo»
28 | «Una canción no fue suficiente»
29 | «Cafuné»
30 | «¿Casa del lago?»
31 | «El futuro»
32 | «Meant to be»
33 | «Luz roja»
34 | «Amarillo y blanco»
35 | «Te juro que lo haré»
36 | «Adiós»
Epílogo
Didi ak
PLAYLIST «Sabyn»
PORTADA SEGUNDO LIBRO
EXTRA - ¿Qué habría pasado si nada hubiera pasado?

6 | «"La bitácora de los recuerdos"»

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By didi4garcia

El sonido insistente del timbre hace que me despierte con el humor enterrado en el infierno. Me bajo de la cama restregándome los ojos con los nudillos y camino a través del pasillo a la vez que me rasco la cabeza.

—¡A la próxima te quedas fuera, Eri, aprende a llevar tus llaves! —grito antes de abrir la puerta.

Mala elección.

Al otro lado un chico de alrededor de unos veinte años se sonroja hasta quedar del color de un tomate y se apresura a rebuscar algo en el bolso que lleva colgado de un hombro.

—E...esto lo envía Camille Duarte para la señorita Samantha Kein.

Me entrega un papel y una lapicera e indica el lugar en donde debo firmar para que me pueda entregar la enorme caja que carga.

—¿Solo esto? —pregunto devolviéndole el comprobante de entrega ya firmado y la lapicera.

—Aquí tiene, señorita. —agarro la caja como puedo—. Y sea quien sea Eri espero que lleve consigo sus llaves.

El chico me dedica una sonrisa de lado y se da media vuelta para marcharse. Una vez que lo veo doblar en la esquina dirigiéndose al elevador cierro la puerta y corro hasta la mesita ratona con el paquete.

Lo desenvuelvo con emoción como si de un regalo de navidad se tratase y arrugo el papel para lanzarlo a la papelera intentando embocar. No es noticia decir que fallo, pero por suerte decidí dedicarme a la pintura y no al baloncesto.

Al abrir la caja mis ojos quedan estupefactos ante la belleza del vestido. El modelo es de un solo hombro, ceñido a la cintura y con un corte que va desde el talón a la cadera.

Dejo la prenda encima del sofá procurando que no vaya arrugarse y tomo la caja con la intención de guardarla encima de mi closet, pero ni bien la alzo escucho que algo suena dentro de esta y vuelvo a dejarla encima de la mesa.

Rebusco entre el papel decorativo picado que rellenaba los lugares que el vestido no alcanzaba a completar. Finalmente encuentro dos minis cajitas parecidas a la del vestido; una con unos pendientes de guitarra y la otra con un septum plateado. Al fondo de la caja, un post it amarillo escrito por ambos lados con una letra que reconozco al instante.

En el post it pone:

¿Acaso este hombre está loco?

¿O creerá que la loca soy yo?

El vestido no es del todo mi estilo, pero me gusta mucho. Y sé que para un evento como el que asistiremos no puedo ir vestida como para andar por casa.

Mi mente pasa de eso y se queda pensando en la primer oración y me llevo la mano a la nariz. "Quiero creer que sigues teniendo la perforación del septum porque sino nos habremos comido el regaño del Capitán en vano". Sí, efectivamente la perforación sigue ahí, pero el arito metálico que la cruzaba desapareció en cuanto comencé a salir con Joako. Él no me dijo que me lo sacara ni mucho menos, pero su familia es algo conservadora y digamos que cuando iba a sus cenas familiares siempre obtenía miradas raras, así que solo decidí quitarlo y ahorrarme todo eso.

Me dirijo hacia el baño con el septum en la mano y una vez que estoy frente al espejo me lo coloco. Me toma unos segundos adaptarme a mi rostro con metal otra vez y al principio me siento rara, pero luego la nostalgia me pega en la nuca y me entran ganas de llorar.

Es increíble como una estúpida e insignificante pieza de metal puede significar tanto.

Recuerdo a papá echándonos bronca a ambos por habernoslo hecho sin permiso y nuestras risas después de que nos dijera "Ahora perfórense el culo también si esa es la nueva moda, o uno de esos tatuajes de calavera que se hacen los pandilleros". Según él, ese era el primer paso a una vida de farra y descontrol.

Dios, cuánto lo extraño.

Después de su fallecimiento llegué a la conclusión de que no es la muerte de ese ser querido lo que duele en sí, sino los recuerdos que compartimos con estos. La culpa y el remordimiento por todo lo que se dijo, y muchas veces lo que no, se vuelven un enemigo psicológico que te oprime el pecho y no te deja respirar.

Sí, extraño a papá, pero no lo extraño siempre. Cuando me pasa algo bueno y corro a casa de mamá a contárselo, deseo con todas mis fuerzas que al abrir la puerta él esté en el sofá viendo televisión y me reciba de brazos abiertos, o cuando pinto algo que me encanta se lo enseño al cielo con la esperanza de que si está ahí pueda verlo y se sienta orgulloso de mi, de la persona en la que me he convertido.

—¿Estás bien, Sam? —siento la voz de Eri a mis espaldas y acto seguido sus brazos rodeándome el cuerpo—. ¿Te hicieron algo? Sam, perdón por tardar tanto, ya estoy aquí...

—Está todo bien, Eri, tranquila.

Dejo que sus brazos me transmitan paz y seco mis lágrimas con los puños de mi pijama.

—¿Cómo la pasaste con Camille? —ni bien termino de preguntar me toma de los hombros para hacer que me de vuelta y verme a la cara.

—Estabas llorando, quiero saber por qué y a quién tengo que matar. Luego hablamos de mi noche.

Irónico.

—Ya está muerto, no creo que puedas volver a matarlo.

—Ay, Sam...

Vuelve a abrazarme y deja un besos suave sobre mi cabello.

—Entiendo que lo extrañes, yo también extraño a mi abuelita, pero en casos así es mejor que dejen este mundo antes que estén sufriendo por algo que no tiene cura.

—Yo sé que sí, pero nunca deja de doler.

—Algún día vas a recordarlo como algo lindo y te prometo que al pensar en él sonreirás con nostalgia, quizá te salga alguna lágrima, pero no será de tristeza.

Me aprieta con más fuerza y luego se aleja despacio.

—¿Camille? —vuelvo a preguntar intentando de una vez por todas cambiar de tema.

—Dios no sabes como me...¡¿qué es eso?! —señala mi nariz abriendo los ojos como platos.

—Ha vuelto —afirmo alzando las cejas.

Erika fue una de las que me reprochó cuando me lo quité, estaba indignada con el motivo e indignada con Joako por no decirle a su familia que él me quería así tal y como era.

—Espero que sea para quedarse, porque te queda de los dioses.

—Exagerada —le hago una mueca.

—¿Los de los pezones también volvieron?

Inspecciona mi pecho desde la distancia en busca de alguna señal de las barritas de metal, pero no, evidentemente no hay nada.

—Era muy bueno para ser real —suelta en un suspiro.

Yo me río y de pronto lo recuerdo.

—¡Me ha llegado el vestido! —grito y al segundo siguiente estoy caminando hacia la sala en busca del vestido.

Eri se queda congelada cuando alzo la prenda en el aire y se lleva la mano a la boca.

—¿Te compraste esto tú? No, no, no, estás loca.

—Me lo ha mandando Liam para que lo acompañe a un evento.

—¿Liam, eh? —sus cejas se mueven de arriba a abajo con rapidez.

—Iremos como amigos —mentirosa—, es una entrega de premios y supongo que quiere que alguien esté allí.

—Es muy bonito...

—Es hermoso y siento que el color verde me va bien...

—Yo estaba hablando de Liam, pero bueno, el vestido también es bellísimo. ¿Ya se lo dijiste a Joako? Yo voto por que se lo ocultemos.

Yo también.

—Me tiene sin cuidado lo que piense.

Eri me mira con las cejas hechas un arco en su frente sin poder creer lo que acaba de salir de mi boca.

—Voy como su amiga, que él diga que estamos saliendo ante las cámaras no significa que sea real y si Joako no confía en lo que yo le afirmo pues...

—¿Lo mandas a chupar flores?

—No, no voy a dejarlo, Eri —aclaro—. Iba a decir que se jodiera si le molesta.

—No, no, no —niega dejándose caer encima del sofá—. Suenas como la Sam que conocí hace cinco años ¿sabes?. Me agrada.

Yo le sonrío y vuelvo a poner el vestido estirado en el sofá libre para luego sentarme en el otro pequeño.

—Sigo creyendo que deberías dejarlo, no porque ahora haya aparecido Liam ni porque quiera que estés con él porque entiendo que son dos personas que en su momento se amaron y ahora maduraron y quizá ese amor ya no exista, sino que porque junto a Joako te apagas, y no intentes negarlo que hasta tu madre te lo ha dicho.

—No entiendo por qué lo odias tanto —suelto un suspiro y recuesto la cabeza contra el respaldo del sofá.

—¿Su primer mes de novios? —oh, sí, ya lo recuerdo—. ¡Lo encontré en la cama con otra, Sam, son cosas que no olvidas así como así!

Un detalle que dejé en el pasado.

—Yo decidí perdonarlo, todos merecemos una segunda oportunidad.

—¿Cómo estás tan segura de que no lo ha vuelto a hacer? —cuestiona con tono demandante demandante, cruzando los brazos—. Perro que muerde una vez le coge el gusto y lo sigue haciendo.

—¿Tu sabes si me está engañando? Si es así sabes que puedes decírmelo sin filtros.

—Si supiera de algo ya te lo habría dicho, Sam. No soy de las que andan con vueltas, voy al grano y ya.

En eso tiene razón. Cuando encontró a Joako teniendo sexo con una chica de nuestra clase vino y me lo dijo sin ningún problema y eso que solo llevábamos unos meses de conocernos y la confianza no era la misma que tenemos ahora.

Eri comienza a decir algo que no logro escuchar porque el sonido de una llamada entrante en mi celular lo eclipsa todo y no me deja concentrarme en nada más.

Corro hacia la habitación y lo desconecto del cargador apresurándome a contestar de una vez.

—¿Sí?

—¿Hablo con la señorita Samantha Kein? —asiento con un leve sonido—. Bien, solo era para confirmar la hora en la que pasará por usted el chofer del señor Hood.

—Como a las ocho —mi tono suena más a uno de pregunta que de afirmación.

—Perfecto, Jerry estará ahí a las ocho en punto.

Una vez cuelga tiro el celular encima de la cama.

—¿Era Grace? —pregunta Eri parada en el umbral de la puerta.

—En realidad no sé quién era, pero trabaja para Liam.

Eri camina a través de la habitación para finalmente saltar boca abajo en mi cama y quedarse ahí acostada, aplastando mi pobre celular.

—Hacen linda pareja —alzo el dedo para detenerla pero sigue hablando—, me refiero estéticamente, ya sé que estás súper enamorada de Joako y que no lo dejarás y bla bla bla.

Mueve las manos en el aire acompañando sus palabras mientras rueda los ojos.

—¿Tienes fotos juntos de cuando eran más pequeños?

Oh, si. Papá se aseguró de tomarnos más fotos de las que pudiera revelar con la excusa de que si algún día teníamos hijos a ellos le gustaría ver lo lindos que se veían sus padres de adolescentes. Las puso en una caja y las llamó "La bitácora de los recuerdos".

—Mamá debe de haberlas guardado, o quizá se perdieron cuando se mudó aquí, no lo sé.

—¿No tienes siquiera una? —frunce el ceño y yo niego con la cabeza—. ¿Ni una? ¿Una solita?

—No, Eri. ¿Por qué traería fotos de un ex a la universidad?

Cuando me mudé a New York fue para estudiar. No olvidé a Corbyn, claro está, pero en la residencia estudiantil apenas tenía lugar para mí y unas pocas cosas más, una caja llena de recuerdos no cabía en mi nuevo "hogar".

—Y yo que sé, ¿recuerdos?

—No necesitaba fotos, tenía sus camisetas para recordarlo...

—¿Las de Hulk, Spiderman y todos esos que no pegaban para nada con tu personalidad?

Asiento alzando las cejas.

—¡Y dijiste que se las habías robado a un amigo! —me lanza un cojín a la cara, pero logro cubrirme con las manos evitando que me pegue.

—¡No esperabas que te cuente que mi novio se había marchado sin siquiera despedirse y que le impidió a su abuela que me dijera a dónde iba si te conocía hacía solo una semana!

—En eso tienes razón, y en lo otro, siempre me pareció extraño que se fuera así cómo así y más con eso de la abuela, super raro.

Ahora que lo dice, es cierto. Que dejara el pueblo para cumplir sus sueños en la ciudad lo entiendo, pero por qué prohibirle a su abuela que me diera noticias o me brindara alguna información sobre él.

—Deberías preguntarle —sugiere Eri.

—Sí, pero...qué olor a quemado...

El aroma abraza mis narices haciéndose insoportable y toso.

—¡Dejé medialunas en el microondas! —grita ella y sale corriendo despavorida de la habitación.

Dios, juro que algún día Eri va a quemar el apartamento.

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