βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

β€– π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈𝐈
β€– π€π‚π‹π€π‘π€π‚πˆπŽππ„π’
β€– ππ„π‘π’πŽππ€π‰π„π’
β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈
β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈𝐈
β€– π“π‘π€Μπˆπ‹π„π‘π’
━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada

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By Lucy_BF

─── CAPÍTULO XCI──

UNA DECISIÓN ARRIESGADA

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◦✧ ✹ ✧◦

        LOS DÍAS POSTERIORES A LA PRIMERA BATALLA habían sido un auténtico no parar. Ya habían transcurrido casi dos semanas desde que los dos ejércitos se habían enfrentado en aquella amplia explanada, dando por iniciada la guerra civil entre Vestfold y Kattegat, y lo cierto era que no podían haber sido más agotadoras. Tras la orden de retirada del rey Harald Cabello Hermoso, los supervivientes a la contienda se encargaron de buscar y ayudar a los que habían resultado heridos para así poder transportarlos al campamento a través de caballos y carretas. A los que ya no estaban en Midgard, por el contrario, a aquellos que habían caído durante la lucha y que ahora disfrutaban de rica cerveza e hidromiel en el Valhalla o en el Fólkvangr, se les había incinerado en una ceremonia sencilla pero emotiva.

A lo largo de esos diez días se habían atendido a los heridos, arreglado los desperfectos en armas y armaduras y aumentado el número de vituallas. Se habían reparado los escudos astillados y afilado nuevamente las espadas y las hachas, y también se habían fabricado nuevas flechas y lanzas de madera con puntas de acero. Incluso se había fortificado el asentamiento, en torno al cual se habían cavado zanjas y fosos repletos de estacas que apuntalaban el perímetro. Y todos, sin excepción, habían participado en las diversas tareas. Los que no se encargaban de las armas salían a cazar y a buscar provisiones. Quienes no cocinaban se ocupaban de mantener limpios y bien cuidados a los caballos. Los sanadores, esclavos y todo aquel que se ofreciera voluntario trabajaban incesantemente atendiendo a los heridos.

Esta última no era una labor agradable, puesto que muchos de los que yacían en aquellas tiendas que hacían la función de enfermerías se encontraban prácticamente al borde de la muerte. A algunos se les había tenido que amputar miembros insalvables, otros poseían heridas tan espantosas que hasta el hombre más fuerte y curtido sentiría náuseas con solo posar sus ojos en ellas y una escasa minoría se había sumido en un sueño profundo del que no parecía que fuera a despertar.

Eivør prefería dejarse las manos afilando espadas y hachas y reparando escudos que estar día y noche con los heridos y moribundos. Puede que sonara cruel y egoísta, pero si ya se le encogía el corazón cada vez que escuchaba sus gritos agónicos, no quería ni imaginarse cómo sería todo viéndolo de primera mano. Estaba habituada a la sangre y a las heridas, a ver muñones ensangrentados y vísceras colgando... Hasta el punto de que muy pocas cosas la impresionaban.

Pero aquello era diferente.

Esas personas que se debatían entre la vida y la muerte eran sus compañeros, sus camaradas. Y el hecho de saber que el número de muertos y heridos no haría más que aumentar en las próximas semanas le ponía el vello de punta.

Drasil, en cambio, sí que había estado ayudando en la enfermería, al igual que su madre Kaia. Ella, sin embargo, prefería colaborar en otras faenas, como la caza y la vigilancia. No le importaba pasarse largas noches en vela, escrutando los alrededores y cuidando que no hubiese nada fuera de lugar. Lo prefería antes que estar inhalando constantemente el insufrible hedor de la muerte, como hizo cuando su progenitor cayó gravemente enfermo.

Se habían establecido turnos de guardia a lo largo y ancho del campamento y también se habían enviado pequeños grupos de exploración para mantener vigilado al enemigo. Vestfold quedaba a dos días de allí, puede que a uno si se viajaba en drakkar por el río, y había sido la última avanzadilla que Björn había enviado al reino de Harald la que les había comunicado las malas nuevas.

—¿Seguro que eran soldados francos? —La atronadora voz de Piel de Hierro se impuso al silencio que se había instaurado entre los que se habían reunido en aquel improvisado concilio—. ¿Llevaban el emblema de Rollo?

Aquella mañana el grupo de exploración que había partido hacía cinco días había regresado al asentamiento con la noticia de que varios barcos habían arribado a las costas de Tamdrup. Debido a ello, los miembros más notables del ejército se habían congregado en una pequeña carpa para tratar con mayor profundidad aquel inesperado contratiempo y debatir lo que hacer a continuación.

—Sí, estoy segura. Y era un gran número —corroboró la mujer que había dado la voz de alarma. A su lado se encontraba el hombre con el que había viajado—. Vimos muchos barcos. Demasiados para contarlos —añadió.

Ante la convicción con la que hablaba aquella skjaldmö, Björn se pasó una mano por la cara en un gesto cansado. Junto a él, también acomodada en una silla de madera, Lagertha tenía los codos apoyados en la superficie de la mesa en torno a la que estaban sentados y la barbilla colocada en el dorso de sus manos unidas. Su ceño estaba fruncido a causa de la preocupación que le generaba aquel giro de los acontecimientos.

En esa misma mesa, con sendas expresiones de intranquilidad, se encontraban también Kaia, Ubbe, Drasil, Eivør, Torvi, Svase y su hija Snæfrid.

—Por eso no han vuelto a atacar, dejando que transcurrieran los días —apuntó La Imbatible—. Porque estaban esperando la llegada de esos navíos.

—¿Y por qué iba a enviar Rollo soldados a Hvitserk y Ivar? —cuestionó Ubbe, malhumorado—. Todos somos sus sobrinos, hijos de Ragnar.

Björn profirió un lánguido suspiro.

—No lo sé —dijo, aún con su enorme mano cubriéndole el rostro—. Pero si ha venido, a lo mejor puedo hablar con él. —Esta vez miró a su hermano, y luego al resto de los presentes.

Eivør, que jugueteaba distraídamente con las hendiduras de la mesa, pasando la punta de su puñal por ellas, negó con la cabeza. Las heridas de su semblante se estaban curando bien, aunque aún tenía una gran costra de sangre reseca en el labio inferior.

—Si Rollo ha enviado a esa flota, es porque ha hecho un trato con Harald, Ivar y Hvitserk —pronunció, haciendo que todas las miradas recayeran sobre ella, incluida la de Torvi—. Ha sido algo premeditado. De Frankia a Noruega hay más de dos lunas de viaje, lo que significa que Ivar y Hvitserk debieron pedirle ayuda antes de regresar a Escandinavia. —Volvió a envainar su cuchillo y se arrellanó en su asiento, cruzando una pierna sobre la otra—. Vuestros hermanos ya tenían la intención de atacarnos incluso antes de aliarse con Vestfold.

Un aciago silencio se instauró en la tienda.

Ubbe siseó, mascullando algo ininteligible, y Björn volvió a suspirar. Los demás se mantuvieron silentes, rumiando lo que la morena acababa de exponer.

—Ahora Rollo está con Harald, Ivar y Hvitserk. Dudo mucho que nada de lo que le digamos u ofrezcamos le haga cambiar de opinión —prosiguió Eivør a la par que se encogía de hombros con naturalidad—. Vuestro tío es ahora un duque normando. Hará lo que crea más beneficioso para su pueblo.

—Nosotros somos su pueblo, sangre de su sangre —farfulló el primogénito de Ragnar y Aslaug, dando un ligero golpe a la mesa. Drasil pegó un respingo a su lado.

—No. Rollo nunca nos fue leal, ni siquiera a su propio hermano. —Esta vez fue Kaia la que intervino—. No sé qué le habrán prometido Hvitserk y Ivar, pero si ha enviado a sus hombres es porque está decidido a seguir adelante con lo pactado.

Piel de Hierro se atusó la larga barba rubia.

—Aun así, creo que deberíamos intentarlo —opinó—. Hay mucho en juego y estoy convencido de que a mí me escuchará. Puede que no consigamos nada, pero al menos oirá lo que tengo que decir.

Lagertha realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, de acuerdo con su vástago. Atrás habían quedado los opulentos y elegantes vestidos con los que solía dejarse ver en el Gran Salón; ahora lucía como una guerrera, como una auténtica valquiria. Las camisas, los pantalones y los protectores de cuero eran su vestimenta habitual desde que el conflicto había dado comienzo.

—Iré contigo —señaló la soberana.

—No. —Björn fue tajante con su respuesta—. Ivar te mataría.

Lagertha contempló a su hijo con un poso de contrariedad en el fondo de sus orbes azules, pero no le rebatió. Sabía que tenía razón y que ir a Vestfold supondría una muerte segura para ella.

—Pero no puedes ir solo. Es demasiado arriesgado —repuso Drasil sin poder disimular un timbre nervioso en la voz. No le agradaba la idea de que su amigo fuera a meterse en la boca del lobo, y encima sin refuerzos ni nadie que lo respaldara.

—Drasil tiene razón —secundó La Imbatible—. Hay que hacer las cosas bien.

De nuevo se hizo el silencio.

Björn se llevó una mano a la barbilla en un gesto pensativo. Su mente se había puesto a trabajar a toda velocidad, analizando cada una de sus opciones, que no eran muchas. Kaia y Drasil estaban en lo cierto: no podía aventurarse él solo en territorio enemigo, pero estaba empeñado en ir a Tamdrup para poder hablar personalmente con Rollo. O, en caso de que este no estuviera, con Ivar y Hvitserk.

Sus iris celestes —aquellos que, según Floki, había heredado de su padre— recorrieron la mesa circular en torno a la que estaban acomodados, saltando de un debatiente a otro. Todos estaban callados, sumidos en sus propias cavilaciones mientras trataban de dar con alguna solución.

Hasta que su mirada se posó en una persona en particular.

—Iré con Eivør —anunció tras unos instantes más de fluctuación. El resto de los presentes, incluida la susodicha, clavaron la vista en él—. Y también nos acompañarán otros dos guerreros. Si somos más, es probable que se lo tomen como una afrenta y no como un intento de diálogo.

Eivør observó fijamente al primogénito de Ragnar Lothbrok, pero ninguna palabra salió de su boca. En los demás, en cambio, pudieron atisbarse reacciones de lo más dispares: Ubbe y Drasil se miraron entre sí, preocupados; Torvi compuso una mueca desdeñosa, dejando entrever una irritación latente, y Snæfrid apretó los labios en una fina línea blanquecina, como si a ella tampoco le agradara la acompañante que había elegido su esposo.

—Estoy de acuerdo —indicó Lagertha.

Björn no necesitó más aprobación que esa.

—Bien, partiremos hoy mismo —sentenció el caudillo vikingo, dando por finalizada la asamblea.

Con suma delicadeza, Kaia ayudó a la dolorida mujer a erguirse para que pudiera beber del vaso que le estaba ofreciendo. Colocó una mano en la parte posterior de su cabeza y la empujó suavemente hacia delante, permitiéndole a la guerrera acercar sus agrietados labios al borde del recipiente.

—Despacio —musitó La Imbatible.

Aquella mujer a la que estaba atendiendo hizo acopio de lo dicho e ingirió el líquido poco a poco, pese a estar sedienta. Apenas podía incorporarse sobre los codos, dado que tenía una herida bastante profunda en el costado derecho, fruto de un espadazo. La læknir que solía pasarse por aquella carpa que actuaba de enfermería le había aplicado un emplasto bastante viscoso y maloliente antes de suturarle el tajo con aguja de hueso e hilo de tripa.

Una vez bebida toda el agua, la escudera volvió a apoyar la cabeza en el catre, no sin antes emitir un entrecortado sollozo. Kaia dejó el vaso en el tocón de madera que había al lado de la improvisada cama y posó una mano en su frente para poder tomarle la temperatura. Los primeros días había tenido una fiebre muy alta, producto de la infección, pero ahora se mantenía estable, lo que era buena señal.

Segundos después —cuando se cercioró de que su paciente no requería nada más— la afamada skjaldmö alzó la mirada y centró su atención en la otra figura que pululaba entre los heridos. Guðrun no dejaba de moverse por la tienda, siempre cargada con odres de agua fresca, morteros con ungüentos extraños y vendajes limpios. La thrall estaba dando lo mejor de sí a la hora de cuidar de aquellos que habían salido malparados del primer enfrentamiento contra las huestes de Vestfold.

Kaia dejó descansar a la guerrera a la que había ayudado a beber y avanzó hacia donde Guðrun se encontraba detenida. La rubia estaba colocando paños húmedos sobre la sudorosa frente de un hombre que había perdido el brazo izquierdo. El muñón deforme permanecía cubierto por una serie de vendas en las que podían apreciarse varias manchas de sangre.

—¿Cómo está? —consultó La Imbatible.

Guðrun se enderezó y se volteó hacia ella. Lucía uno de sus característicos vestidos de esclava, finos y sencillos, con parte de su indomable cabellera cayéndole sobre el rostro para tratar de ocultar sus cicatrices.

—La fiebre no remite y la carne del muñón está empezando a ponerse oscura —respondió la muchacha en tanto se secaba el sudor de las manos en la tela de su falda—. Los sanadores no creen que aguante mucho más.

Kaia inspiró profundamente por la nariz. No era la primera vez que veía una herida así, de modo que sabía que a aquel pobre hombre no le quedaba mucho. Las extremidades cercenadas rara vez se curaban bien. En algunos casos quedaba un amasijo de piel cicatrizada e informe, pero en otros... En otros la infección se extendía por toda la zona y pudría la carne, causando una muerte lenta y dolorosa. Eso si no fallecían antes debido a la hemorragia.

—Esperemos que Eir se apiade de él y no alargue más su sufrimiento —dijo la castaña en su mejor tono neutral. Era consciente de que las probabilidades de que aquel guerrero saliera adelante eran más bien escasas, de ahí su comentario. Si tenía que morir, era preferible que Hela se lo llevase cuanto antes a su reino de las sombras. Así su agonía también terminaría.

Guðrun compuso una mueca abrumada, como si sus palabras la hubiesen escandalizado, pero de sobra sabía que tenía razón. Ella también había visto lo que hacían las infecciones, lo que ese color negruzco significaba.

—Agua. Quiero agua.

Aquella tercera voz indudablemente masculina hizo que las dos mujeres giraran sobre su cintura para poder encarar a su dueño. Sentado en uno de los camastros —que no eran más que un cúmulo de mantas y pieles sobre el suelo húmedo—, con las piernas estiradas y la espalda apoyada en la viga de madera que tenía justo detrás, el obispo cristiano las observaba a ambas con un rictus indescifrable contrayendo su atractiva fisonomía.

Guðrun fue la primera en reaccionar, disponiéndose a darle algo de beber, pero Kaia se lo impidió posando una mano en su hombro. Sabía que había cierto tipo de contactos y acercamientos que incomodaban enormemente a la joven thrall, pero había aprendido a identificar aquellos que sabía tolerar y que no le importaba que se llevasen a cabo, especialmente si eran efectuados por mujeres.

Los iris verde azulados de Guðrun se clavaron en los suyos con confusión, ya que las órdenes de Lagertha respecto al sajón habían sido claras: se le proveería de los cuidados y las atenciones necesarias mientras permaneciese en el campamento, como si fuese uno más de ellos.

—No. Ya voy yo —se ofreció la escudera.

La rubia no se opuso a ello y dejó que fuera Kaia quien le sirviese agua al inglés, que permanecía inmutable en su sitio. Se le había despojado de su armadura para poder curarle la herida del torso —aquella que, según descubrió La Imbatible horas después de que la batalla finalizase, le había infligido Eivør— y tenía una venda alrededor de la cabeza con la que se cubría el golpe que lo había dejado fuera de juego durante el resto de la contienda. Lagertha lo había encontrado inconsciente en tanto ayudaban a los heridos y remataban a los supervivientes del bando contrario y había sido ella quien había dictaminado que lo salvaran, alegando que había algo especial en él y que si los dioses habían hecho que sus caminos se cruzaran era por algo.

Ese era el motivo por el que aquel misterioso cristiano, llamado Heahmund, estaba ahora en la enfermería: por un mero capricho de la reina de Kattegat. Kaia no lo consideraba otra cosa, al menos. No cuando aquel hombre tenía las manos manchadas con la sangre de los suyos y había sido arrastrado a Noruega en contra de su voluntad por Ivar y Hvitserk.

Era sajón y encima un obispo que luchaba en nombre de su dios y de la cristiandad. No era de fiar, pero había despertado un interés inusual en Lagertha que lo había protegido de la ira de Ubbe y Eivør. E incluso de la suya propia.

Kaia rellenó el vaso del que había bebido minutos antes la skjaldmö de la herida en el costado y avanzó hacia Heahmund, que no apartaba sus gélidos ojos de ella. En aquella ocasión la castaña no se molestó en mantener una expresión serena, permitiendo que el desagrado fuera palpable en su semblante. Le parecía ridículo estar malgastando sus provisiones con él. De haber sido por ella, ahora mismo no estaría allí; vivo y con la posibilidad de analizarlos como un lobo entre ovejas. Pero poco se podía hacer cuando algo se le metía a Lagertha entre ceja y ceja.

Extendió el brazo y le tendió el recipiente de cuerno.

El hombre, con algo de esfuerzo, se estiró para poder aferrar el vaso. Apenas lo tuvo entre sus dedos, se lo llevó a los labios y dio un largo trago, provocando que un reguero transparente descendiese sinuoso por su barba oscura.

Kaia lo examinó con detenimiento mientras bebía, sometiéndolo a un riguroso escrutinio. Era apuesto —mucho, a decir verdad— y tenía una mirada intensa y penetrante, con un cabello negro como las alas de un cuervo y unas facciones bien definidas. Su musculoso cuerpo revelaba el duro adiestramiento al que se había visto sometido para convertirse en el guerrero que era ahora.

En cuanto la última gota se deslizó por su garganta, Heahmund le devolvió el vaso y relajó nuevamente su postura. Flexionó su pierna derecha y, con cuidado de no hacerse daño, apoyó el brazo en su rodilla. Su espalda continuaba recostada sobre el tabique que se situaba tras él, pero la cabeza la mantenía erguida. Probablemente para evitar cualquier tipo de roce o molestia en la contusión que tenía sobre la nuca.

—Te he visto luchar en el campo de batalla —pronunció el obispo en nórdico. Hablaba bastante bien su idioma, aunque su acento delataba su procedencia—. Tienes más arrojo que muchos hombres que he conocido... Me resulta curioso que aquí, en tu tierra, las mujeres combatáis junto a los hombres —apostilló en tono casual.

Kaia esbozó una sonrisa taimada.

—Supongo que allí, en Inglaterra, los hombres sois demasiado cobardes como para darles a vuestras mujeres una espada —ronroneó ella con fingida dulzura.

Aquello le arrancó una risotada a Heahmund.

—Tal vez —concedió él. Apenas un instante después, la seriedad volvió a apoderarse de su rostro, como si de repente hubiese recordado dónde se encontraba y por qué—. ¿Qué vais a hacer conmigo? Ya han pasado casi dos semanas desde que me hicisteis vuestro prisionero —quiso saber al tiempo que entornaba los ojos.

La Imbatible curvó los labios en un ademán desinteresado.

Lo cierto era que hasta ella misma se hacía esa pregunta. Lagertha estaba convencida de que había algo especial en él y que, si jugaban bien sus cartas, podría llegar a serles de utilidad de cara a la guerra civil. Aunque Kaia no compartía, ni de lejos, esa fe ciega por el hombre que tenía delante. No se fiaba de él y dudaba que aquello cambiara en un futuro.

—No me corresponde a mí decírtelo —solventó, taxativa.

Sin darle opción a replicar, la mujer giró sobre sus talones y volvió sobre sus pasos, depositando nuevamente el recipiente sobre el tocón de madera. Guðrun se encontraba junto a otro de los heridos, revisando el vendaje que cubría su muslo izquierdo desgarrado. Pese a que la esclava parecía estar a lo suyo, inmersa en sus propias cavilaciones, Kaia sabía que había escuchado toda la conversación.

—Voy a por más agua —le comunicó a la muchacha—. Si intenta cualquier cosa, úsala. ¿De acuerdo? —Señaló a Heahmund con un suave cabeceo y le entregó a Guðrun una daga que ella aceptó con cierta vacilación. Dudaba que el cristiano pudiera avanzar más de dos pasos sin desplomarse, pero no estaba de más ser precavidos.

Para cuando Kaia regresó con agua fresca, Lagertha se encontraba en la enfermería. Una dolorosa punzada le atravesó el pecho a la castaña al ver a la soberana acuclillada junto al sajón, pero la ignoró como buenamente pudo y se mantuvo inexpresiva. Tanto el hombre como la mujer enmudecieron ante su presencia y pudo ver por el rabillo del ojo cómo Lagertha ladeaba su cuerpo hacia ella para poder observarla a través de sus espesas pestañas.

Sin pronunciar ni una sola palabra, Kaia se aproximó a Guðrun —que se encargó rápidamente de coger la jarra y las dos cantimploras que había rellenado de agua— y fingió tomarle la temperatura a otra escudera convaleciente. No se volteó hacia la reina en ningún momento, ni siquiera cuando esta preguntó por los heridos. La joven thrall fue la que se encargó de responderle, mostrándose tan solícita y servicial como siempre. Ella, en cambio, no habló.

Saltaba a la vista que aquella situación no le resultaba nada cómoda y que seguía molesta y resentida con Lagertha. Ambas se habían distanciado tras su última disputa en el Gran Salón y ninguna de ellas había hecho nada para remediarlo, movidas por su propio orgullo. No hablaban ni se relacionaban más allá de lo estrictamente necesario. Y si bien aquello le causaba un enorme dolor a La Imbatible, su amor por Drasil le impedía olvidarlo todo y hacer como si nada hubiera sucedido.

Había sepultado en lo más profundo de su corazón sus sentimientos, aquel amor que llevaba profesándole a la monarca desde hacía años. Y aun así... Aun así una parte de Kaia deseaba fervientemente que su presencia en la enfermería se debiera a que quería arreglar las cosas con ella. En su fuero interno ansiaba que Lagertha se disculpara y le jurase que no volvería a hacer nada semejante. Quería su palabra de que jamás volvería a atentar contra la felicidad de su tesoro más preciado.

Pero, lamentablemente, no hubo nada de eso.

No hubo disculpas ni promesas, tampoco reconciliaciones.

Solo silencio.

Y cuando La Imbatible se precipitó de nuevo hacia la salida, incapaz de permanecer un minuto más entre aquellas cuatro paredes de lona, la mujer que, a pesar de todo, continuaba siendo la dueña de su corazón no hizo nada por detenerla.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Bueno, bueno, bueno... Tocaba un poco de paz después de toda la tensión que hubo en el capítulo anterior, así que aquí tenéis la calma que precede a la última tormenta de Yggdrasil. Los siguientes cuatro caps., a pesar de estar repletos de drama y salseo, van a ser una suave caricia en comparación a los capítulos que abarcarán la batalla final. Porque sí, ocurren tantísimas cosas en ese último combate entre Vestfold y Kattegat que me he visto en la obligación de dividirlo en tres partes porque, de lo contrario, os tragaríais 15.000 palabras de golpe y no es plan :D Así que solo os puedo decir que se vienen cositas muy, pero que muy fuertes.

Aunque no nos adelantemos y disfrutemos de esta tranquilidad (si es que se le puede llamar así) mientras podamos. Decidme, ¿qué os ha parecido el capítulo? Porque, pese a que a primera vista pueda parecer de transición, tiene detalles bastante interesantes u.u Y es que, quitando el Drabbe (larga vida a mis niños), todos los ships están patas arriba... Aunque no me arrepiento, jeje.

A ver, hagamos un pequeño repaso.

Björn y Eivør siguen sin hablarse, pero Piel de Hierro no lo ha dudado a la hora de elegirla a ella para que lo acompañe a Tamdrup. Que, por cierto, ¿qué creéis que pasará en ese viajecito? Porque el próximo capítulo se va a centrar en todo ese dramilla y ya os adelanto que el salseo va a ser el ingrediente principal (͡° ͜ʖ ͡°) Por otro lado, están Kaia y Lagertha, que más hundidas en el fondo del mar no pueden estar. Me duele que, estando en plena guerra, anden así, pero también os digo que me enorgullece la actitud de Kaia. Puede que esté enamorada de Lagertha, pero Drasil siempre encabezará su lista de prioridades. La mejor mami del mundo sí es =')

Mi bebita Guðrun también merece una mención especial, porque adoro escribir sobre ella. ¿Soy la única a la que le encanta el dúo que forma con Kaia? Porque no miento cuando digo que amo planear y redactar sus escenas, por muy cortitas que sean uwu

Y ojo... OJO CON HEAHMUND, GENTE. Que ha entrado al chat para quedarse (¬‿¬)

Y poco más tengo que decir, la verdad. Tan solo que no seáis tacaños, pls, porque ha sido quitar el mínimo de votos para desbloquear la siguiente actualización y quedarme prácticamente sin lectores que voten y ofrezcan algo de feedback. Así que vamos a intentar que se note un poco el espíritu navideño :')

Y eso es todo por el momento.

Besos ^3^

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