Veinte millas

By aclumsykitty

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La relación entre Donald y Lhoki se ha estancado, entre la búsqueda por resolverlo y los nuevos caminos que s... More

Scar Tissue
A Hole in my Soul
Chasing Cars
Better in time

Hurt

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By aclumsykitty

VEINTE MILLAS

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/AU

Parejas: Thorki de principio (sí, terminará en otra cosa).

Derechos: a no ser olvidada.

Advertencias: esta historia es agridulce que inicia con el Thorki y terminará con otras parejas, no comencemos con otras cosas que no vienen al caso. Es un AU sin poderes, solamente mucho angst y drama de por medio. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


*****


HURT.

Your kisses burn into my skin

Only love can hurt like this 

But if the sweetest pain

Burning hot through my veins 

Love is torture makes me more sure

Only love can hurt like this, Paloma Faith.



La primera vez que Donald se dio cuenta que algo estaba pasando con sus sentimientos fue durante una cena en el restaurante favorito de Lhoki, para celebrar su aniversario de bodas. Todo fue perfecto, tuvieron la reservación en la mesa de siempre, con los platillos que solían probar para esa ocasión con el vino que su esposo más prefería. No hubo retrasos, ambos lucieron sus mejores trajes, sus mejores sonrisas mientras intercambiaban palabras de aliento. Lhoki sujetó su mano cuando estaban en el postre, acariciando apenas el anillo de bodas que el rubio llevaba en su dedo anular. Ahí se percató de una falta de entusiasmo de su parte, que por nada estuvo a punto de echar a perder su noche cuando regresaron al departamento entre besos que no fueron acalorados como antes, caricias que parecieron más un requisito previo antes de tener sexo, uno muy falto de pasión, casi aburrido.

Donald observó el rostro del escritor con algo de angustia, porque era realmente una cara linda, que no podía pasar desapercibida, menos luciendo así tan relajado a su lado con un par de mechones cayendo sobre su rostro, ese cabello revuelto que todo el tiempo se mantenía bien peinado. Lhoki era un excelente partido por donde quiera que se le mirara, pero él ya no podía sentir esa chispa que un día lo hizo decidir a compartir el resto de su vida al lado de ese hombre durmiendo junto a él. Lo peor es que Lhoki no había hecho nada malo, todo lo contrario, había estado esforzándose por avivar la llama entre ellos ya fuese con juguetes, lencería o algún juego coqueto improvisado.

Ya no volvieron a tener relaciones luego de esa noche, ni Lhoki lo mencionó ni Donald tampoco tuvo el coraje de insinuarse. Sintió como si estuviera faltándole al respeto cuando en años atrás era lo que más quería hacer. El rubio experimentó cierto remordimiento cuando reconoció la fuente de su falta de interés matrimonial con todo y terapeuta, esas escapadas nocturnas al balcón, detrás de las persianas para espiar a un castaño que andaba de aquí para allá completamente desnudo, canturreando algo, a veces hablando por celular. Apenas si obtenía un vistazo de ese cuerpo, muy fugaz que bastaba para que a la mañana siguiente no dejara de pensar en ello pese a estar en una junta de negocios.

El rubio se había encontrado una que otra vez en el baño de su oficina masturbándose con la imagen de Anthony Stark en su mente.

Aquello se podía llamar con toda justicia una infidelidad, lo que hacía peor su existencia, queriendo compensarse con algunos regalos para Lhoki, a veces preguntas de cómo iba su novela, resistiendo cuando su esposo le contaba de la invitación que había hecho a Tony para que cenara con ellos, en parte porque ellos dos se llevaban increíblemente bien, por otro lado para llenar el silencio tan pesado que caía en la mesa cuando los dos estaban cenando como perfectos extraños. Donald tenía que agradecer a su lindo e inquieto vecino por animar a su esposo, esa depresión por tener bloqueo de escritor le preocupaba y al menos las bromas raras del castaño rompían con la rutina de Lhoki, animándolo a pensar en otras cosas que no fueran su fallida novela.

—No olvides traer el agua mineral, se ha terminado.

—¿Eh?

—¿Has prestado atención a lo que dije, Donald?

—Sí, ya vengo.

Había aprendido el fino arte de la apreciación a escondidas, cuando Lhoki iba a la cocinar por algo, aprovechando ese momento para fijar su atención en los gestos de Tony, su forma de mover sus manos como si estuviera espantando algo en todo momento o esa boca que nunca terminaba de contar sus historias cual Sherezade de las Mil y Una Noches. Sus ojos teniendo esa chispa de travesura, aunque todavía cargaran con esa melancolía de su relación pasada. Donald buscaba hacer bromas, no para animarlo, era un motivo más egoísta, deseaba que el castaño le sonriera, a él y solamente a él. Podía perderse en sus ojos chocolate por horas si era necesario, contentándose solo con el breve bocado de disfrutarlo por unos segundos mientras Lhoki regresaba con cucharas para el café.

—Me he dado cuenta de que no tenemos más de la crema irlandesa.

—Dijiste que no te había gustado la nueva marca.

—Es verdad —sonrió Lhoki volviéndose hacia Tony— Si pudiera ser como este tonto que lo bebe hasta sin azúcar y lo más amargo posible, lo haría.

—Yo expreso mi sorpresa porque no seas amante del té, tienes más pinta de ser un señor del té que un señor del café.

—Te recuerdo que soy un escritor, los escritores bebemos café.

—No todos.

—Dime uno que no lo haga.

—Bueno... suelen combinar el café con alcohol así que no es propiamente solo café.

—Eso puedo hacer.

—Lhoki —Donald le sonreía entonces— Sin beber.

—Déjalo, Don —Tony le guiñó un ojo— ¿No sabes que los mejores escritores eran bebedores compulsivos?

—Agradezco su seria preocupación no solo por mi salud sino mi reputación como buen escritor, Tony.

—Oh, Lhoki sabes que te amo.

Este solo rodó sus ojos, dándole un coscorrón al lindo americano quien rio, chupando su cuchara de café en el proceso. ¿A qué sabrían sus labios? Posiblemente a café y esas donas que aparecían misteriosamente en el buzón comunitario. Donald suspiró, bebiendo su vino, recriminándose por estar haciendo eso en presencia de su esposo, uno que se levantó en esos momentos.

—Debo llamar a Amora, los dejo para que sigan charlando.

—¿No volverás?

—Prefiero no prometer nada, Amora puede mantenerme al teléfono hasta medianoche.

—Wow, qué dedicada —bromeó Tony.

—No dejes que Tony lave los trastes, no sabe hacerlo.

—¡Hey!

—Lo prometo —asintió Donald.

A veces su mente lo engañaba diciendo que Tony estaba interesado en él, porque cuando se quedaban así, a solas, el castaño parecía tímido con un ligero sonrojo que buscaba justificar por el vino fuerte o que sentía que decía bromas estúpidas que el humor europeo no llegaba a comprender. Se miraban en silencio, a Donald le parecía que se mantenían así por una eternidad, solo eran un par de segundos donde sus expresiones no eran propias de un recién llegado y un hombre casado.

—He estado pensando en que quizás pasaré aquí Navidad.

—Siempre eres bienvenido, Tony.

—Gracias... no lo sé, igual T'Challa me invite a su jungla aunque no soy fan de vivir el invierno sudando cual chanchito.

—Tienes la puerta abierta con nosotros.

—¿Ustedes no van a ningún lado?

—Al principio lo hacíamos, pero conforme nuestras profesiones se hicieron demandantes, optamos por descansar en casa en una cena hogareña y algo típica.

—Son las mejores, me consta.

—Sí te quedas, te tocará regalo de Santa Claus.

—Oh, no me digas ¿te vestirás de Papá Noel? Cuidado, Bergen, habrá corazones rotos.

Donald rio bajito. —Mientras no rompa el tuyo, todo estará bien.

Tony le miró, su sonrisa congelándose en su rostro para cambiar a una más sutil no tan inocente, relamiéndose los labios al desviar su mirada, removiéndose en su silla. A veces pasaba que cuando se ponían a cocinar porque Lhoki estaba firmando en alguna librería o bien estaba ocupado lidiando con las ideas locas de Amora, chocaban entre sí. La mano de Donald sujetaba la cadera del castaño para que no rebotara contra algún mueble, los dos quedándose quietos al clavar sus miradas en los ojos contrarios de una forma que a veces le daban ganas al rubio de cargarlo por sus caderas y estamparlo contra el refrigerador para robarle un beso.

O cuando estaban limpiando la mesa luego de cenar, sus manos se rozaban entre sí, los dos sonreían como idiotas antes de disculparse pero ninguno retiraba la mano hasta que se ocupaban en otra cosa. Donald se decía que esa clase de cosas no debía pasar y menos a metros de su esposo. Como tampoco el levantarse a espiar a su vecino luego de hacer ejercicio, buscando un trocito más de ese cuerpo con el que soñaba, el único por el que aparentemente su apetito sexual podía despertarse. Soñando más de una vez con sentir los brazos de Tony rodeando su pecho, o sonriéndole coqueto antes de soltar alguna de sus bromas con doble sentido.

—Tus juntas sí que son aburridas.

—No creo que difieran mucho de las tuyas, Tony.

—Por supuesto que sí, en MIS juntas hay comida y juegos.

—Solo es para ti porque eres el dueño.

—El punto es que hay.

—De acuerdo, me ganas ahí —sonrió Donald, terminando de guardar los trastes.

Tony se trepó a la barra, meciendo sus pies cual niño pequeño.

—Dime, ¿siempre quisiste esa profesión o solo te fuiste con el legado familiar?

—Te sorprenderá saber que al principio me rehusé, era yo un joven torpe e ingenuo del mundo. Abandoné mis estudios por viajar por el mundo.

—Wow, no me imagino a un grandote siendo todo un hippie.

—Lo fui, hasta que en una resaca me di cuenta de que mi vida estaba demasiado vacía, solo me la pasaba complaciéndome en excesos que si bien eran agradables no me hacían mejor persona. Me sentí inútil, sin la posibilidad de ayudar a quienes no gozan de mis oportunidades y en verdad desean salir adelante, no desperdiciar el dinero de sus padres en fiestas.

—Oye, pero las risas no faltaron.

El rubio asintió, riendo un poco. —Lo sé, no estuvo mal, pero ya no me complació como antes, decidí regresar y terminar mis estudios para ayudar a mi familia, así podría ayudar a más personas.

—Qué lindo, yo solo lo hice porque me di cuenta de que el dinero se me acababa para seguir divirtiéndome. Al menos tú pensaste en una razón muy buena.

—Yo no perdí mis padres tan joven.

—No es pretexto para ser un idiota, Don.

—¿Eres un idiota?

—No lo sé, tú dime.

Donald observó a Tony ahí trepado en su barra de la cocina con esa mirada llena de expectación y algo de temor por escuchar lo que siempre habían hablado de él.

—Solo eres alguien que ha tenido mala suerte.

—O tomado malas decisiones.

—Algunas, otras han sido buenas, también ayudas aunque no te des cuenta.

—Estoy tratando de levantarte el ánimo, no que tú lo hagas conmigo.

—¿Qué te parece mitad y mitad?

—No lo sé, siempre me ha gustado tener mayor porcentaje de ganancias.

Los dos rieron, saliendo de la cocina. El rubio notó que esa clase de conversaciones no las había tenido con Lhoki, no de esa manera tan abierta donde se permitía flaquear. Con Tony era diferente, parecía comprender de una manera extraña, diría muy americana, que lo hizo sentir bien, de nuevo como alguien importante que hacía cosas de importancia. No que su esposo no hubiese hecho lo mismo tiempo atrás, solo que de otra forma.

—Bueno, me retiro, le dices al tarado ese que siga mi consejo de fumar mariguana.

—Le pasaré tu recado, buenas noches, Tony.

—Buenas noches, Don. Que sueñes con los vikingos.

Esperó hasta que el castaño desapareció por una esquina para volver dentro del departamento que de pronto se sintió más vacío, como si la ausencia de Tony se llevara consigo las risas o el buen humor. Donald negó para sí mismo, dirigiéndose a la recámara a cambiarse, no podía permitirse más de eso. Y al mismo tiempo estaba muriendo por repetir otra visita, tener a su lado a ese lindo americano que parecía haber superado ya ese dolor. Así fue como cerró sus ojos, sin percatarse del momento en que Lhoki se le unió en la cama, observándolo con algo de tristeza antes de acomodar las sábanas y dormir a su lado, dándole la espalda en ese penoso hábito de ambos.

—¿Cómo que un viaje?

—Donald —Lhoki arqueó una ceja— No es la primera vez que lo hago.

—No, pero...

—Escucha, si no hago esta gira, Amora no me dejará en paz ni a ti tampoco.

—Desafortunadamente. Es solo que... no me gustaría que te marcharas.

—Podrás sobrevivir sin mí unos días.

—Será una suerte que aceptaré penosamente.

Lejos de que en verdad necesitara de su esposo, era que sin Lhoki presente, Donald sentía que su fortaleza para no seguir cayendo en los encantos de Tony iba a esfumarse en un santiamén. Despidió a Lhoki en el aeropuerto, planeando todos su deberes con la empresa para mantenerse tan ocupado que no tendría tiempo de formar malos pensamientos. Si las Nornas existían en verdad, tiraron de los hilos para tenderle una trampa un sábado por la tarde cuando Tony le llamó para pedirle ayuda, pues en sus ánimos de reparador autodidacta había roto una tubería de su cocina. No pudo negarse, sobre todo porque el castaño le dijo que su cocina ya era un desastre, así que tomó sus herramientas para ir.

—Disculpa, en verdad, yo sé que estás descansando...

—¿Qué fue lo que hiciste?

—Algo se atoró, y bueno, ustedes no usan... pues en realidad no sé cómo hacen aquí la plomería, yo sé que tienen sus costumbres, pero también existen los estándares ¿sabes?

—Déjame ver el daño.

—Te enseñaré mi problema, señor fontanero.

—Eso sonó como una de esas películas de adultos.

—¿Vas a arreglar mi fuga, Donald? —canturreó Tony con una sonrisa coqueta que cambió a una carcajada, quizá de fachada, desviando su mirada— Allí está el monstruo.

—Tony, el Ragnarok se instaló en tu fregadero.

—Ja, ja.

Se miraron, se sonrieron, Tony abrió los labios para decir algo más, solamente relamiéndose apenas y girando su rostro al ser consciente del gesto, caminando hacia el charco de agua para ponerse manos a la obra como Donald, quien sintió que de pronto su cuerpo volvía a recordar algo. Trató de distraerse con el trabajo, solo que cuando su mano tocó la del castaño por mero accidente, tuvo muchas ganas de sujetarla con fuerza para ya no dejarla ir. O cuando tuvieron que estar codo a codo para sujetar el tubo casi al terminar, sellando la fuga, el aroma de café y manzana del lindo americano hizo que se desconcentrara lo suficiente para que terminaran empapados, más de lo que ya estaban.

Los ojos de Tony recorrieron su cuerpo, corrigiéndose de inmediato al cerrar la fuga él solo, no muy consciente de que estaba con el mismo aspecto que el rubio, con la ropa pegada al cuerpo, algo despeinado, muy cerca del otro. Se quedaron sentados ahí en el suelo, jadeando por el susto de ver salir más agua, algo sucios de grasa, la camisa de Donald ligeramente abierta por un botón roto como precio por desconcentrarse. Una mano del castaño jugó con la herramienta sobre su regazo, viéndolo tragar saliva mirando a todos lados menos a él.

—Anthony —llamó sosegamente.

Este levantó la mirada, su pecho subiendo y bajando muy lento, relamiéndose los labios de nuevo. Donald no fue consciente del momento en que se inclinó veloz hacia él, tomando su rostro para besarlo, buscando su lengua de la misma forma que sus manos buscaron el cuerpo de Tony, delinear esas formas que la ropa pegada había mostrado y gruñendo al escuchar un gemido escapar de la boca de ese lindo americano al que levantó por su trasero al ponerse de pie buscando un sitio más seco donde llevar al castaño a quien tumbó sobre la barra de la cocina. Una mano insegura lo empujó, Tony mirándolo por unos segundos antes de subir esa mano y sujetarlo por la nuca para besarlo de nuevo, buscando el resto de los botones de su camisa que arrojó sin más por ahí.

Donald no se quedó atrás, sus manos diestras ya estaban en los pantalones del castaño, quitándole los zapatos y todo lo demás. Se separó lo suficiente para quedar desnudo igual que Tony, mostrando una erección que comenzaba a levantarse, torciendo una sonrisa al notar que no era el único en ese estado, volviendo a colarse entre las piernas del otro, reclamando de nuevo sus labios al restregarse mutuamente, sus lenguas enredándose en un beso más acalorado que los dejó jadeando pesadamente, sus manos buscando más piel que tocar. Señalando con su mentón, Tony indicó que fueran a su recámara, a lo que el rubio obedeció, cargándolo no sin estamparlo en una pared queriendo escuchar otro de esos gemidos entrecortados, agudos que escapaban de esa garganta.

No pensaron en nada más, tampoco dijeron palabras mientras caían a la cama deshecha con Tony manoteando para buscar el lubricante, arqueándose un poco cuando Donald tomó su pene para acariciarlo, inclinándose para lamer su glande y distraerlo con su lengua mientras lo preparaba. La excitación por ver al castaño retorcerse, sentir como apretaba sus dedos e imaginar que haría exactamente igual con su miembro lo calentó más, preparándose para entrar guiando la punta de su erección hacia ese rosado punto, empujando con las piernas del castaño enredándose para animarlo a ir con todo. El rubio casi vio estrellas, sintiendo las manos de Tony rasguñar sus brazos al estremecerse.

—Donald...

Perdió la razón, porque lo único que quiso fue ver esos labios hinchados por sus besos insistentes gritar su nombre una y otra vez mientras lo estampaba contra la cama, resbalando entre esos muslos tensos, gimiendo por lo estrecho que lo encontró. Las manos de Tony se sujetaron a su espalda, sincronizando su cadera con la del rubio, haciendo el vaivén más acelerado, subiendo sus piernas para que sus penetraciones fueran más profundas, sonriendo al verlo retorcerse de pronto cuando tocó su próstata, llamándolo con desesperación. Tony era suyo. Ese pensamiento lo hizo feliz, buscando de nuevo sus labios al colar una mano entre sus cuerpos, buscando masturbarlo mientras sus caderas subían y bajaban sin clemencia, enterrándose en ese cálido cuerpo que lo recibió tan bien.

El castaño gritó, arqueándose de tal forma que su pecho chocó con el de Donald, apretándolo tan fuerte que no pasó mucho antes de acompañarlo en ese orgasmo que los golpeó con fuerza, quedando tumbados en la cama todavía con un vaivén que fue haciéndose lento hasta que se calmaron. Donald salió de Tony, quedándose a su lado para abrazarlo, acunarlo contra su pecho como tanto había querido hacerlo, protegerlo... tal vez algo más que en esos momentos no quiso formular la palabra en su mente. Solo besó esos cabellos descompuestos, esperando hasta que Tony abrió los ojos y lo miró de esa forma que hizo su corazón latir tan aprisa, tan acelerado que se creyó morir.

Le obsequió su mejor sonrisa, acariciando con un pulgar la mejilla sudorosa antes de besarlo, apenas si rozando sus labios. Permanecieron así, apenas si recuperándose antes de que la mano del castaño buscara en la entrepierna de Donald, con este sonriendo al entender. Lo tomó de nuevo ahí en la cama, contra una pared de la recámara, tumbados en el suelo sobre lo que pretendía ser una buena alfombra que iba a terminar sus días con sus actividades. Apenas si volvieron a la cama, el rubio buscando en el baño algo con que limpiarse ambos, buscando la parte salvable de las sábanas para cubrirse. Durmió como nunca, tan relajado que le pareció imposible.

—Buenos días —le sonrió Tony a la mañana siguiente.

Simplemente no pudo contenerse cuando lo vio darse una ducha, atrapándolo contra la pared con el castaño jadeando al sentir entre sus nalgas una erección que buscó donde enterrarse, sosteniéndose de los mosaicos húmedos al mover las caderas y acomodarlo mejor antes de que Donald comenzara a moverse, mordiendo su hombro, repartiendo besos en su espalda mientras sujetaba su cadera con ambas manos casi levantándolo del suelo. Tony gimió su nombre, corriéndose sobre las baldosas con el agua llevándose esa evidencia mientras que el rubio lo hizo en su interior, aferrándose a él como si fuese una suerte de salvavidas que necesitara tanto.

No fue sino hasta el desayuno que hablaron, luego de evadir sus miradas y sonreírse como por cortesía pues la realidad y la culpa los golpearon. Tony jugó con su vaso antes de tomar la palabra, siempre queriendo tener la primicia.

—¿Soy horrible por decir que lo disfruté mucho?

—Entonces ambos somos unos monstruos.

—Yo... comenzaste a gustarme, Don, pero quise...

—Yo también.

El castaño bajó su mirada. —No le puedo hacer esto a Lhoki, no luego de que me ha dado su amistad.

—Si crees que tu culpa es enorme, yo merezco el infierno.

—Sé que este no es el mejor momento para decirlo, que de verdad pueden patearme de regreso a América por abrir el hocico, pero... esto no fue solo un acostón para mí, Don. No eres solo una noche más.

La mano de Donal acarició esa mejilla ahora tensa, entrecerrando sus ojos al verlo con ternura.

—Tampoco te estoy usando, Tony.

—No sé, igual sí soy horrible y por eso...

—No.

—¿De nuevo vas a reprenderme?

—Jamás permitiría que te hicieran daño, ni tú mismo.

—Eres todo un caballero.

—Me importas, Tony.

Su conversación se quedó a medias, el teléfono de Donald sonó con el nombre de Lhoki en la pantalla. Tony dejó caer sus hombros mientras el rubio respondía con un tono de voz que lo maravilló. Donald no se pudo creer el temple con el que lo hizo, escuchando sobre el regreso programado de su esposo, preguntando por su amigo americano al que le pidió vigilar para que no le sucediera nada.

—No te preocupes, me encargaré de eso.

Te veré en dos días, entonces.

—Suerte con el tour.

—Esto es como esos doramas que Pepper adora —comentó Tony con algo de desgano cuando Donald colgó, volviendo a su lado— Creo que deberíamos limpiar la cocina.

—Te ayudaré.

Donald regresó a su piso, meditando lo que había hecho mientras observaba las fotografías que tenía con Lhoki, notando ese cambio en ellos con el paso de los años. Aunque trató de dormir por la noche, no pudo, saliendo de la cama para ir directo a la puerta del castaño pasada la medianoche. Tony le abrió, observándolo muy serio antes de dejarlo pasar. Volvieron a hacerlo, durmiendo con el castaño bien protegido por los brazos de Donald, compartiendo el desayuno, ayudándolo a limpiar todo, quitando las cajas ya vacías al fin y arreglando el televisor para ver una película.

—¿El Fantástico Señor Zorro? —el rubio arqueó una ceja.

—No sabes qué joya es.

No entendió bien cómo era que las charlas con Tony eran tan interesantes, atrayendo su interés igual que esos gestos desmedidos o sus bromas que aun no terminaba de entender. Lo invitó a comer en un restaurante de comida china, riendo hasta las lágrimas por las anécdotas que se compartieron y que Donald de nuevo se dio cuenta eran memorias que nunca le habían venido con Lhoki, no eran muy importantes, más bien estúpidas, pero al contarlas al castaño parecían ser un tesoro invaluable. De la misma forma que las historias de Tony parecían un cuento de locos de no ser que ya conocía que era capaz de cometer muchas locuras.

—Un niño genio.

—Huérfano millonario, dirán los demás.

—Alguien con un hermoso corazón.

—Don, por favor.

—Lo tienes, ahora que estoy dentro puedo afirmarlo. Que las Nornas me arranquen la vida si miento.

—Esas mujeres dan miedo, ¿por qué tienen una mitología tan... salvaje?

—Al menos tenemos.

—Ah, ah, ¿con qué esas tenemos, señor vikingo?

Lhoki llegó por la tarde, ambos lo recibieron, Donald con un ramo de rosas y Tony con un cartel pintado de lo más estrafalario que rezaba "Laufeyson te amo" solo para verlo dedicarle una mirada de pocos amigos antes de que recibiera un abrazo.

—¿Donald te cuidó bien?

—Mejor, imposible.

El rubio intercambió una mirada con Tony, este apretando su sonrisa y pasando las siguientes horas charlando con Lhoki como si ese fin de semana nada hubiera sucedido, igual que lo hizo Donald, este prometiéndose que tendría que dar por terminado su matrimonio por el bien de los tres pues si alguien se merecía su respeto y honestidad, era Lhoki.

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