Ascenso, Stranger Things

By livfialas

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A S C E N S O ❝Los muertos pueden hablar.❞ 𝔈nid Webster nació para salvar a su... More

introducción
mixtapes
epígrafes
índice de capítulos
o. la muerte es indulgente
volumen i.
i. la chica rara de la calle cedar
ii. el funeral
iii. las luces me encontrarán
iv. construyéndome un hogar
v. sigue mi voz
vi. la primera mentira
vii. necesita una conexión
viii. pensar en sobrevivir
ix. los siete sellos
xi. lacrimosa
xii. la mártir

x. días de apagón

92 13 201
By livfialas

CAPÍTULO DIEZ — días de apagón
( el experimento, parte ii )


















( ANTES DE LEER )
...... holi, cuánto tiempo............
quien avisa no es traidor, y yo ya avisé de que se
venía lo chungo, así que aquí estamos.
seré rápida.
este capítulo contiene descripciones gráficas de
violencia extrema, terrores nocturnos, pesadillas,
lenguaje soez, mención de muerte, paranoia, y ataques
de pánico. besitos, cuidaos mucho !!!!!










































Esta es tu sangre.
La que lloras en soledad,
la que te consume,
la que derramas.

Esta es tu culpa.
La que corría por tus venas;
la que te hacía ser,
la que se ha ido.

Esta es tu ira.
Tu rabia.
Tu curiosidad
Esta eres tú.

Un monstruo.




















        Horas antes, Enid estaba sentada frente a cinco desconocidos que en lo más profundo de su ser deseaban deshacerse de ella para siempre. Podía verlo en sus caras, en la forma en la que la miraban como si fuese el enemigo; culpable. Pero ellos no tienen ni idea.

        Steve la recogió en coche a las diez en punto acompañado de una chica rubia muy nerviosa que no paró de hablar durante el trayecto hacia la casa de Harrington. Robin, cree que se llamaba. Robin Buckley. Como los demás, también la juzgaba sin saber y comentaba alguna que otra vez en la conversación. Enid tuvo que mantener la calma para no levantar más sospechas, porque Eddie ya la había avisado: si estas personas la ven como una amenaza, no pararán hasta descubrir qué ocurre verdaderamente con ella, y si eso pasa, él también estaría expuesto.

        Por eso, se ha visto obligada a contarles la verdad un tanto maquillada.

        Le han preguntado sobre la noche del funeral, alegando que supuestamente ella parecía haber perdido la cabeza, y Enid les ha contestado que vio a Henry. Le han preguntado sobre Carol Perkins y ella ha jurado que no la conocía. Le han preguntado sobre su comportamiento extraño estos últimos días y ella les ha permitido saber sobre la visita a la casa Creel. Pero no más. Nada sobre Eddie, ni sobre los pocos recuerdos que tiene de esa noche, ni sobre las lagunas mentales que la atormentan desde entonces. Nada sobre que a veces despierta en su casa cuando lo último que recuerda es haber estado en el hospital, o sobre la sangre que ha cubre la mayor parte de su ropa. La verdad maquillada es la mejor verdad para ellos.

        Y para la misma Enid, temerosa de indagar en su propia cabeza.

        Horas antes, estaba bebiendo té de vainilla, acurrucada en un sofá blandito y de calidad y oyendo el tic tac del reloj del salón donde se encontraban todos, hablando en voz baja y arrastrando las palabras mientras contestaba a las preguntas que formulaban, una tras otra. Steve relajaba la expresión dura de su rostro siempre que Enid mencionaba a Linda, y tanto Nancy Wheeler como Jonathan Byers se miraban, como diciendo que no deberían haber dudado de ella.

        No la interrogaron más después de mencionar la casa Creel. Y ella lo agradeció. Después de eso, Nancy la consoló mientras ella sollozaba y pedía perdón por haberse portado de forma tan rara, aunque no lo sentía. Las lágrimas salían solas y sin parar.

        ❝No te preocupes, Webster,❞ había dicho Argyle, el muchacho de cabello largo que había llegado con Jonathan, tomándose unas confianzas extrañas. ❝Estas movidas cambian a cualquiera. Mira a estos tíos. Harrington apenas se sostiene en pie. Ya es demasiado que estés tú sola en esto.❞

        ❝Argyle tiene razón,❞ añadió Robin. ❝Deberías haberlo contado antes. Podríamos haberte protegido.❞

        ❝Me odiabais. Seguro que no me habríais creído y todo habría pasado igualmente, ¿verdad? Solo decís esto ahora porque os doy pena. No necesito vuestra compasión. No necesito que me miréis como si tuvierais la más mínima idea de lo que he estado pasando estos días mientras ideabais este estúpido plan para acorralarme e interrogarme. Prefiero estar sola en esto.❞

        Horas antes, Enid ha salido de esa casa con cinco nombres y cinco apellidos y ha regresado a la suya para encontrarse a Eddie huyendo de la luz, como siempre, y expectante por saber cómo ha ido todo. Para cuando ella cruzó el umbral de la puerta principal, las lágrimas habían desaparecido y solo se sentía existiendo, respirando. El cansancio la consumía; ya lo había llorado toda la noche anterior cuando descubrió que Linda había sido trasladada al laboratorio de Hawkins, y cuando despertó bañada en sangre en la habitación de hospital de Max Mayfield.

        Eddie jura y perjura que no la había visto salir en ningún momento, pero por alguna razón que desconoce, a ella le cuesta creerle.

        No puede evitar pensar en Lucas, en la mueca de alivio que adornaba su rostro antes de que ella se marchara, en cómo observaba a Max desde la distancia como si fuera el primer rayo de sol tras una fuerte tormenta, en sus palabras de agradecimiento y sus lágrimas de felicidad al verla dormir plácidamente... No puede evitar pensar en sus mentiras. Y en las palabras de la propia Max: Sé quién eres. Al menos, ella lo sabe.

        Hace unos meses, Enid Webster no era un rastro de pesadumbre y amargura. Pertenecía a la sociedad de honor del instituto Radnor, era la envidia de algunas madres descontentas con sus hijas y dedicaba su tiempo libre a satisfacer su falta de conocimiento sobre la muerte de Linda. Por aquel entonces, intentaba esconderlo mejor que cuando era pequeña. Seguía asistiendo a funerales abiertos, sobre todo, de personas desconocidas a las que el municipio decidía honrar en su fallecimiento, pero guardaba las distancias y no llamaba la atención.

        Ese era el plan desde un principio, se dice. No llamar la atención. Y mira dónde está ahora.

        Howard debe estar preocupado. Siempre lo ha estado. Puede que no sea su padre, pero es lo único que le queda, y ahora mismo se encuentra a kilómetros de distancia, probablemente haciendo todo lo posible por encontrarla. El egoísmo es algo nuevo en ella, pero no le sorprende. Ya casi no quedan piezas de su antigua yo por recomponer. Es un puzle irresoluble.

        Ya no te reconozco.

        Sin decir palabra, Enid deja ir la lamentación y se centra en el presente, donde la luz ya no entra por las ventanas del antiguo hogar de Linda y en su lugar, se encuentra intentando distinguir los objetos en la oscuridad que la rodea. Frente a ella, Eddie juega con un colgante en forma de J hasta que se aburre y alza la vista.

        Hay algo raro en él, más allá de su estúpida manía de estar siempre a oscuras. Un chico resucitado de entre los muertos sin más propósito que ayudarla a saber la verdad sobre alguien que ni le va ni le viene. Las almas puras y las buenas intenciones han quedado estancadas en el pasado, o al menos, esa es la conclusión a la que ha llegado Enid desde que está en Hawkins. En este pueblo, y sobre todo estos últimos días, los habitantes temen más que viven y no confían en nadie. Todos pueden ser el asesino, todos pueden ser el cuerpo de Satán. Todos pueden hacer daño a todos.

        Pero Eddie parece tranquilo. Se esconde cuando alguien viene, no habla demasiado y cuando lo hace, es solo para aportar ideas. Es muy inteligente, no listo. Inteligente. Sabe pensar, es rápido haciéndolo y no se molesta en ocultarlo, porque la modestia es cosa de palurdos.

        Aun así, que sea inteligente no quita que sus manos también estén manchadas de sangre.

        ❝¿Lo has pensado?❞ le pregunta el muchacho. Enid debe esforzarse en entender a qué se refiere, porque podrían ser tantas cosas... ❝¿Quieres ir al laboratorio esta noche?❞

        Un recuerdo se cuela entre la neblina que se extiende por su mente. Aún en el archivo del hospital, cuando ella se llevó la carpeta al pecho y dejó ir las lágrimas hasta que se ahogó con ellas, Eddie propuso la idea de averiguar de primera mano todo lo que pudiera pasar. «El laboratorio se cerró para todo público; nada de lo que hay dentro se ha tocado. Tal vez, podríamos encontrar algo sobre Linda». Enid ni siquiera se vio con la suficiente fuerza para contestarle, y si lo hizo, no se acuerda. Después de esa conversación, todo se vuelve desconocido.

        ❝Me da igual. No... No sé qué podría conseguir con eso.❞

        ❝La verdad, que es lo que quieres.❞

        ¿Pero cuál es la estúpida verdad? Enid lleva días encerrada en esta casa con olor a cerrado queriendo tener algo de esperanza a lo que aferrarse y lo único que ha descubierto es que Linda podría haber sido parte del daño, más que ser una víctima. Los papeles firmados por Brenner no hablaban de traslado sanitario sino laboral. Aún más preguntas surgen, pero Enid no sabe ponerlas en pie. No sabe nada. No sabe...

        ❝El plan original no decía nada de hacerle daño a Max.❞

        Las facciones de Eddie se vuelven más marcadas cuando aprieta los dientes. Sus ojos brillantes son lo único que destacan entre tanta oscuridad, cubiertos por ojeras y piel pálida propia de un muerto. Si sus amigos lo vieran, ¿le reconocerían? Sangre coagulada se acumula en su cuello y en sus brazos descubiertos; mordeduras vivas que enrojecen los alrededores de las heridas. Ni siquiera parece humano.

        ❝En el plan original, Max no nos habría delatado.❞

        ❝¿Nos? No sabe que estás vivo.❞

        ❝No lo estoy,❞ escupe Eddie. ❝No estoy vivo. Fui devorado por decenas de murciélagos hasta desangrarme y ahogarme con mi propia sangre. Esto no es vida. Esto es un favor, y Max sabía lo suficiente...❞

        ❝¿La has matado?❞

        Él frunce el ceño. ❝¿Qué?❞

        ❝Max sabía lo suficiente,❞ repite Enid con la voz entrecortada. ❝¿La has matado? ¿Eso es lo que has hecho? La conocías. Era una niña. ¡Tus amigos—!❞

        ❝Mis amigos dejaron mi cadáver en el Mundo del Revés para que se pudriera del puto asco. Y no los odio. No lo hago.❞ Eddie toma aire por la nariz y se lleva las manos al rostro, unas manos grandes, de dedos anchos y uñas mordidas por la ansiedad. ❝Cuando desperté, no sabía cómo había salido de allí, pero estaba en el ático de la casa Creel, y tú estabas a unos metros, con los ojos entornados. , Enid. No ellos. Ni Nancy, ni Steve, joder, ni siquiera Dustin. Por un momento pensé que todo había sido un mal sueño, pero me equivocaba. Te estoy haciendo un favor. Ten eso en cuenta cuando dudes de lo que hago.❞

        La súbita reminiscencia de Maxine Mayfield soltando el poco aire que quedaba en sus pulmones vuelve a ella.

        ❝No está muerta,❞ habla de nuevo Eddie, ahora más tranquilo, aunque su voz sigue sonando quebrada. ❝Nunca podría hacer eso... ¿Matar a alguien?❞ Los habitantes de Hawkins ya le creyeron capaz de eso una vez, y Enid no es mejor que ellos. El nudo que se ha formado en su garganta le impide tragar la saliva que ahora se acumula en su boca, caliente. ❝Solo la necesitábamos fuera del mapa. Sea lo que sea que ocurriera con tu madre, Vecna también quiere saberlo. Por eso te llevó a la casa Creel; por eso atacó a Beth.❞

        Es la primera vez que la nombra o reconoce su existencia. La mirada de Eddie se suaviza al darse cuenta de que lo ha hecho. Ladea la cabeza y la deja caer sobre sus manos, pasando estas por su nuca hasta rozar las mordeduras aún sin cicatrizar.

        Sé quién eres.

        ❝¿Crees que se lo dijo a Max?❞ pregunta Enid en un hilo de voz.

        ❝Creo que hemos ganado tiempo y tenemos ventaja. No puedes echarte atrás ahora. Piensa que tenías razón; que la muerte de tu madre es parte de esto... Y que no fue tu culpa. Eso es lo más importante. No tuviste culpa de nada, ¿entiendes? Mira. Si tienes miedo a ir por lo que podamos encontrar, debes saber algo muy importante: no eres tu madre. No eres nada de lo que haya hecho en el pasado, ni las personas con las que haya trabajado. Eres alguien completamente distinto a ella, independiente e inocente. Y lo sé porque mi padre está en la cárcel por cosas chunguísimas y todo el mundo me ha comparado con él desde que tengo uso de memoria, pero no me parezco en nada a ese capullo. Además, esos papeles no significan nada...❞

        Y, de buenas a primeras, Enid está llorando otra vez.

        Eddie no sabe cómo reaccionar. Se queda parado en su sitio, balbuceando cosas inentendibles y jugando de nuevo con el collar en forma de J mientras ella deja ir todo lo que le queda. Con las manos pegadas al pecho, Enid nota palpitaciones en su cabeza dolorida y siente el aire salir de sus pulmones. Dios, cómo lo odia. Cómo odia llorar hasta que le duele. Cómo odia tener que soltarlo cuando no puede más, porque no quiere seguir fingiendo.

        ¿En qué momento Linda Webster ha pasado de ser la doctora más joven de su promoción a trabajar con un megalómano que explotaba a niños con habilidades sobrenaturales? Enid quiere cerrar los ojos y volver a casa, donde Linda no era más que un santo recuerdo.

        ❝Odio este sitio,❞ susurra entre los llantos. Su inestable respiración la obliga a tomar pequeñas cantidades de aire por la boca hasta que termina teniendo hipo. ❝Odio todo lo que he vivido aquí. Odio... Odio no recordar nada de lo que hago... Odio la sangre... No entiendo qué pasa. No entiendo por qué todos piensan que soy mala persona y no confían en mí y... No entiendo por qué empecé a escuchar esas estúpidas voces. No entiendo qué quiere de mí...❞

        Enreda los dedos en su pelo, tirando de él para comprobar si todo esto es un sueño o la realidad. El dolor permanece, también el hipo y los llantos, y el cansancio general. No sabe si sería peor noticia soñarlo o vivirlo, pero, en cualquier caso, la realidad parece ganar esta vez.

        ❝Lo odio, lo odio... Lo... Lo odio con todas mis fuerzas. Odio no sentir nada y sentirlo todo a la vez. Odio que me duelan las piernas y los brazos cuando no tengo fuerzas... Odio no saber qué día es ni quién soy...❞ Alza la vista, fijando los ojos llorosos en Eddie. ❝Porque no sé quién soy desde que he llegado.❞

        ❝Desde la noche en la casa Creel,❞ finaliza él en un hilo de voz, a lo que ella asiente.

        Su voz se pierde en el aire a medida que deja ir su cabello, quedándose con algunos mechones finos en las manos. Los mira asqueada consigo misma y se vuelve a llevar las manos al pecho, negando con la cabeza y sollozando sin poder evitarlo.

        ❝Yo solo quería... No sentirme tan vacía. Solo quería a mi madre.❞

        Las palpitaciones de su cabeza disminuyen muy poco a poco, y con los ojos entrecerrados, Enid echa la cabeza hacia atrás y suspira profundamente, para luego colocarse en posición fetal y dejarse ir.

        ❝Iremos esta noche,❞ afirma Eddie.

        Horas antes, antes de darse cuenta de que era una persona completamente distinta, antes del interrogatorio, antes de la visita de Lucas, Enid despertó en el hospital cuando la noche no se había marchado aún, con sangre seca entre sus dedos y en su pelo, con un colgante en forma de J desconocido y un llanto entrecortado clavado en lo más profundo de su mente. Un llanto de súplica familiar. Un ruego desesperado que no ha cesado desde entonces, y que sospecha haber escuchado en persona.

        Sé quién eres.








        El papel de víctima debe jugarse bien para engañar a alguien como Steve Harrington, experto en llorar falsamente para rehuir todo lo que le involucra, y Enid Webster es una actriz, cuanto menos, mediocre.

        Los demás ya han pasado página, están hablando sobre el funeral de esta tarde e intentan pretender que nada más fuera de lo normal ha pasado estos últimos días. Jonathan cuenta algo sobre Beth, relacionado con la Biblia, a lo que él no le está prestando especial atención porque está concentrado en encontrar un hilo suelto en la historia de Enid. A través del ventanal del salón, la tierra sucia que se entremezcla en el aire es visible hasta tal punto que la neblina anteriormente gris es ahora de un color sepia apagado; no hay nadie por la calle, y la brecha que rompe la carretera sin agrietarla demasiado es más visible a la luz del día de lo que lo es por la noche. Hawkins no es lo que era; nunca volverá a serlo.

        ¿Qué tiene Enid que pueda interesarle a Vecna? Un pasado triste, una historia trágica, un trauma infantil. Es algo que todos comparten de algún modo, algo que podría haber buscado en cualquier otra persona con la que ya hubiese tenido contacto antes, y si algo han aprendido estos años es que no hace nada sin haberlo premeditado. Nada.

        Nada.

        ❝Steve.❞

        La voz de Robin es suave. Para cuando él la mira por encima del hombro para ver qué ocurre, su rostro de mejillas normalmente rosadas es pálido por la falta de sueño y el miedo, y de sus labios resecos y quemados vuelve a salir su nombre. ¿Cuántas veces lo ha llamado, antes de que él se diera cuenta?

        ❝¿Qué pasa?❞

        ❝¿Por qué no lo dejas estar? Ponte en su lugar. En... Entiendo que no confiaras en ella al principio, pero ¿ahora qué pasa?❞

        Si pudiera dar una respuesta justificada la daría, pero decir a voz viva que simplemente no confía en ella porque no es algo muy infantil. En lugar de hablar, Steve niega con la cabeza y vuelve a mirar a través del ventanal. Tommy dijo que la noche en la que Carol fue asesinada, una chica había acudido a por ayuda a su casa, y la llamada se cortó, siendo sustituida por una frecuencia estática inestable después de que Carol le pidiera esperar un poco para poder atenderla.

        Cruzado de brazos y clavándose las uñas en la piel, Steve Harrington siente arder la sangre dentro de sus venas. ❝Creo que nos ha mentido y nos toma por idiotas.❞

        Y lo dice sin remordimiento alguno, sin titubear.

        ❝Colega, creo que te estás adelantando,❞ repone Argyle, caminando hasta colocarse a su lado. ❝Has pasado días chungos. Deberías reposar la mente, ¿eh? Así no se piensa en condiciones, tío. No todo el mundo es un psicópata homicida, ¿verdad, Johnny?❞ Steve ni siquiera se molesta en girar para ver la reacción del mayor de los Byers, porque como tenga que ver a otra persona con cara de mojigato defendiendo a Enid, va a perder la cabeza.

        ❝Estoy con Steve.❞

        Para su sorpresa, la respuesta de Jonathan es lo más coherente que ha escuchado hoy. Sin poder evitarlo, sus hombros se tensan y vuelve a mirar hacia atrás, esta vez compartiendo un gesto de agradecimiento con el chico que ahora se encoge de hombros hacia Argyle.

        ❝Yo tampoco confío en ella. Su historia es triste, pero hay algo que no me cuadra.❞

        ❝Pues si ya sois dos, a mí me gustaría saber qué es lo que no os cuadra, exactamente,❞ interviene Nancy. ❝¿Creéis que Enid va por ahí matando gente sin que la pillen? ¿Masacrando, como si nada? ¿Esa es vuestra teoría?❞

        ❝Es una locura,❞ concuerda Robin, y aunque su tono es burlesco, en sus ojos aún brilla el miedo. ❝Mirad, tíos, esto solo se le puede achacar a Uno, al que, por cierto, he tenido que mencionar a Vickie porque no se creía que una niña de quince años hubiera empezado a flotar en el aire en medio del funeral de Eddie sin más, ¿vale? Y está muerta de miedo. Con razón. Te dije,❞ añade hacia Steve, señalándolo con el dedo índice, ❝que esta vez cabía la posibilidad de que no saliera bien, y mira dónde estamos. Hemos pasado de cuerpos con huesos rotos a... descuartizaciones. Y ni siquiera sabemos qué pretende hacer ese tío a partir de ahora...❞

        ❝¡Exacto! Enid ha tenido la mala suerte de haber coincidido con este percal, pero nada más—❞

        ❝Dustin tampoco confía en ella.❞

        Las palabras de Steve no hacen tanto efecto como él pensaba que harían.

        ❝Dustin es un niño,❞ exclama Nancy, llevándose las manos a la cabeza. ❝Por dios, Steve. Y ya tiene suficiente encima como para que estés... Dándole ideas para que desconfíe o sospeche de una persona a la que no conoce. Creo que los dos estáis equivocados.❞ Jonathan suspira, mirándola de soslayo, y Nancy se repite en voz baja el último comentario de Harrington en forma de retahíla. ❝Estáis equivocados, confundidos y asustados, como todos. En vez de plantear hipótesis absurdas deberíamos estar investigando como todos los demás. Joyce, Hopper, Murray, Dmitri... Han encontrado una grieta más pequeña que se desvía del camino. ¡Todo son pistas! ¡Todo puede... Llevarnos a Henry para que podamos acabar con él!❞

        ❝Como hicimos hace tres años, y hace dos, y el año pasado...❞

        Nancy baja los hombros rendida, mientras le sostiene la mirada, pero Steve no piensa retractarse.

        ❝¿Por qué eres así?❞

        Él no responde a eso. También le gustaría saber por qué actúa como lo hace, o habla como lo hace, o simplemente es como es, pero nadie tiene la respuesta: ni sus padres, ni los psicólogos y mucho menos él. Steve se palpa los bolsillos en busca de las llaves del coche y al encontrarlas, las saca, tintineándolas en el aire.

        ❝Sé que tengo razón,❞ habla lentamente. ❝Byers, ¿te vienes?❞

        ❝Sí... Eh...❞

        ❝Pues tira para el coche. ¿Alguien más?❞

        ❝Si la vamos a seguir en plan espías chungos, ¡me apunto!❞ Argyle da una palmada y muestra una amplia sonrisa. Esto es suficiente para que Steve alce las cejas hacia las chicas. Robin y Nancy se miran preocupadas.

        ❝¿Y qué pasa con el funeral de Carol?❞

        Carol Perkins no era buena persona, aunque no por ello merecía la muerte. Era alguien complicado y prejuicioso con quien Steve nunca se ha arrepentido de cortar lazos, al igual que con Tommy. El sabor amargo que se cuela en su boca le dice que a pesar de eso, era su amiga, una de sus mejores amigas, de hecho, y lo fue durante bastante tiempo. Los ojos claros de Nancy están cubiertos por un velo lacrimoso, y es solo cuando vuelve a hablar, que Steve se percata de que todo este tiempo ha estado mirando a Jonathan.

        ❝Íbamos a ir. Se lo dijiste a tu madre, y Tommy necesita apoyo ahora mismo.❞

        ❝Nancy,❞ le dice Jonathan. ❝Eso no va a cambiar nada.❞

        ❝Pero esto puede cerrar la duda,❞ interviene Steve, caminando hacia la puerta, tragándose la bilis. Aún puede saborearla; siente las encías hinchadas por la presión con la que ha estado apretando los dientes y el corazón se le encoge dentro del pecho. Carol era su amiga y está muerta. ❝Si queréis ir al funeral o a mirar grietas, genial. Hacedlo. Pero nosotros vamos a descubrir la verdad sobre Enid Webster, y os aseguro que no os va a gustar lo que encontremos.❞








        La noche del trece de diciembre del setenta y cinco, unos ojos la observaban desde el techo de la habitación, tan abiertos que parecían estar a punto de salirse de sus respectivas cuencas inyectadas en sangre.

        El carmesí caía sobre el cuerpo inmóvil de la niña tendida sobre la cama, gota a gota, resbalando por su frente hasta fundirse en lágrimas rojas y brillantes. Con los brazos a cada lado del torso, la pequeña Enid no entendía por qué su cuerpo no se movía, por qué no le respondían las extremidades, por qué esos ojos tan grandes y sin iris la miraban a ella. Y tampoco comprendía cómo, sin boca, eran capaces de hablarle en susurros discontinuos de la forma en la que lo hacían.

        Culpable.

        Las vacaciones de invierno nunca fueron tan largas. Noche tras noche, los ojos aparecían cuando apagaba la luz, y la sangre se acumulaba en su rostro hasta la mañana siguiente, a veces ahogándola y otras simplemente empapándola. Era tan pegajosa que Enid solo quería poder mover los brazos para rascarse el cuello hasta dejar la carne viva. Era puro ácido granate que le quemaba la piel.

        Enid no podía dormir. No podía cerrar los ojos sin sentir que la observaban incluso dentro de su propia cabeza, y no podía pedir ayuda si no quería que le dijeran a Howard toda la verdad. Porque si lo repetían tanto era porque era cierto; porque ella tenía la culpa.

        Culpable.

        La presencia de los ojos inyectados en sangre fue siendo más amigable a lo largo del tiempo, a medida que su compañía amenazante y aterradora se volvía afable. Era un juego parecido al del escondite, como el que las madres jugaban con sus hijos. Ella solo lo sabía de oídas, por sus compañeros de clase que presumían de jugar con sus mamás cada vez que querían. Había aprendido que las madres se tomaban muy en serio los juegos. Por ejemplo, la mamá de Jennifer Dixon se enfadaba mucho si Jenn hacía trampas jugando al parchís, o la señora Vincent, mamá de Sammy, que dejaba de hablarle a su hijo si este se escondía demasiado bien cuando jugaban. Enid sabía que los ojos no se enfadarían con ella, solo tenía que quedarse quieta para ganar, y los ojos controlaban todos sus movimientos. Seguía hablándole como a un monstruo, pero lo hacía de manera tan dulce que casi parecía una madre.

        No fue muy difícil pretender que lo era.

        ❝¿Qué hacías despierta tan tarde?❞ preguntó Howard la mañana del cinco de enero, ya pasado el Año Nuevo. Estaban sentados en el salón, cada uno con una taza de chocolate caliente, y él tenía el bigote manchado. Las decoraciones navideñas estaban caídas, algunas fuera de lugar y otras simplemente guardadas en bolsas de plástico etiquetadas según el ornamento. Las fiestas habían terminado. Pronto, la cotidianidad de la rutina se llevaría consigo todo recuerdo de estas. ❝¿Has dormido bien?❞

        Aquella noche, como ahora, Enid había aceptado hacer algo contra su voluntad. Su cerebro había decidido volver a funcionar con normalidad tras unas cuantas semanas, cuando las reglas del sencillo juego habían sido establecidas. Mueve el brazo derecho. Mueve la pierna izquierda. Puedes hacerlo. No perderás.

        Pero los ojos se desprendieron del techo y trajeron consigo una cabellera rubia enorme, un semblante fantasmagórico que permaneció a escasos milímetros de ella, ahora, con una repentina boca de dientes afilados como cuchillas, entreabiertos y amenazantes. Culpable, decían. Tú tienes la culpa de que yo esté muerta.

        Sujetando la tacita entre sus manos regordetas, Enid miró hacia arriba. El techo del salón estaba cubierto de minúsculas grietas que indicaban que la pintura se venía abajo. Howard había pretendido rasgarlo al completo y volverlo a pintar, pero nunca tenía tiempo. De vez en cuando, las grietas se agrandaban, y Enid temía que algún día el ático de esa casita hogareña se viniese abajo y se precipitara sobre ella.

        ❝Sí,❞ dijo la niña. ❝He soñado con mamá.❞

        A Enid le sorprende recordarlo, sobre todo, en este momento exacto. La antigua casa de Linda Webster está a oscuras, y ella continúa acurrucada contra una esquina del frío salón, viendo pasar las horas, pero no el tiempo. Las lágrimas que antes han caído por sus mejillas ahora se amontonan en ellas, pegajosas, como la sangre que caía de aquellos ojos blancos.

        Su propia piel se siente extraña, inhabitable, muerta. Necesita mudar de ella cuanto antes. Las células viejas no se regeneran; sus brazos están ásperos; los relojes que creía haber roto hace días suenan mucho más alto de lo normal, tic tac, tic tac, e imágenes aleatorias y rápidas pasan una tras otra por las paredes de su cabeza. Recuerdos que no existían hasta ahora, extractos de una vida que no recuerda haber tenido. Funerales, charlas con Howard, noches llorando, peleas en la escuela. Enid Webster se ve a sí misma en tercera persona del pasado al presente. A la noche de la casa Creel.

        En el reflejo del espejo frente a ella, una chica de cabello corto y castaño intenta brindarle ayuda. Las paredes crudas y lisas son un lienzo de sombras proyectadas, y la de Carol Perkins se acerca a la suya a paso lento y cuidadoso, hablando en voz baja y proponiendo llamar al hospital. Tiene entre sus manos un vaso con batido de chocolate espeso y oscuro. El cristal está algo roto por el borde. Es casi invisible y seguramente inofensivo. A cámara lenta, Carol echa hacia atrás el brazo ocupado y trata de socorrer a Enid, cuyos ojos han empezado a temblar, perdiendo el color, pero ni siquiera le da tiempo a rozarla.

        Ese lo prometo que salió de su boca aquella noche ahora no ocurre, y en el fondo, Enid cree haberlo sabido todo este tiempo. Abandona su posición huyendo del tacto como un fantasma, sus ojos ahora blancos como aquellos que la miraban en la habitación, y poco después, ocurre.

        El cuerpo de Carol se alza a pocos metros del suelo mientras las luces parpadean hasta fundirse. Cuando vuelve la electricidad, las paredes están cubiertas de sangre, al igual que la propia Enid. Como mantos oscuros de rubí, varios charcos de sangre se explayan por el suelo, mar de mutilación, y los restos de la adolescente se entremezclan entre ellos.

        Enid se ve a sí misma salir de la casa sin más.

        Enid se ve a sí misma tararear una melodía conocida.

        Enid se ve a sí misma perdiéndose en la carretera que desemboca en la calle Morehead.

        Sus zapatos se quedan atrás, botas negras desgastadas por tanto correr, y sus pies dejan marcas sanguinolentas allá por donde pasa. Un huracán, pura herejía.

        Sé quién eres.

        La Muerte.


▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

A/N.
holi :)

she's unhinged, i fear.

esto es lo mejor que he escrito en mucho tiempo, no os voy a mentir, ahora mismo me daba un beso en el cerebro.

quién diría que al final steve tenía razón 😭😭

ojalá os haya gustado el capítulo !!!!! cuidaos mucho :)

besotes :)

palabras: 4800
publicado: 26 de noviembre 2022

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

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