Debutante ©

By KiaraEspinales

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Un sistema económico donde la sangre remplazó a la moneda: la salud es sobrevalorada y los humanos son la pla... More

D E B U T A N T E
S I N O P S I S
CAPÍTULO I: SANGRE ROJA
CAPÍTULO II: EL SOBRE
CAPÍTULO III: HERMANAS
CAPÍTULO IV: DÍA I
CAPÍTULO V: DÍA II - AMANECER
CAPÍTULO VI: DÍA II - ESCAPE
CAPÍTULO VII: DÍA II - CAPTURA
CAPÍTULO VIII: DÍA II - EL GOBIERNO
CAPÍTULO IX: DÍA II - LA RECOLECTA
CAPÍTULO X: DÍA II - KAI
CAPÍTULO XI: DÍA III - MAMÁ
CAPÍTULO XIII: DÍA III - DEBUTANTE
CAPÍTULO XIV: LA GRAN CIUDAD
CAPÍTULO XV: PROTOCOLO DE ANÁLISIS ORGÁNICO

CAPÍTULO XII: DÍA III - TERRITORIO PRICE

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By KiaraEspinales


Puede ser cierto que a este punto yo no tenga idea hacia dónde nos dirigimos. Lo que sí sé es que nos estamos alejando de nuestro territorio. Lo deduzco así, porque estamos dejando atrás los asentamientos y somos recibidos a nuestro alrededor por la tierra árida que se extiende a kilómetros. Aunque como consecuencia de la tormenta y el cambio repentino a un clima extremadamente caluroso, el suelo se encuentra quebradizo y tosco. Mamá optó por envolverme los pies con doble tela y asegurarlos con unas tiras para que no se maltraten. Soy la única con esa protección. De ahí, todos llevamos sandalias que no sirven de mucho ante el rigoroso suelo en el que emprendemos la marcha.

—No te descubras el rostro, Andrómeda —ordena mamá.

Pero es inevitable.

Llevo una tela que cubre todo mi cuerpo como si esa solo cayera de mi cabeza y se desplegara por cada parte de mí para cubrirme; excepto que solo son mis ojos los libres. El pedazo que cubre mi rostro está asegurado el cual he estado intentando descubrirlo, porque me está haciendo respirar con dificultad.

—Mamá, ¿crees que así no me notarán? —pregunto un tanto dudosa.

—Sí, a donde vamos las mujeres suelen cubrirse así para que el sol no afecte su piel.

—¿Y cómo conseguiremos un buscador? —inquiero.

—Ellos nos encuentran a nosotros —menciona—. Ellos siempre tienen algo que venderte del viejo mundo. Ellos siempre andan por estas tierras.

—Pero, aquí no veo a nadie cerca... —Miro a mi alrededor, divisando detrás de mí lo lejano que se ve nuestro territorio por cada paso avanzado—. Exceptuándonos a nosotros.

—Andrómeda, no utilices vocabulario avanzado —recrimina—. Habla con palabras más básicas.

Llevo mi atención hacia ella que está a mi lado cargando al bebé en su espalda cubierto con una manta que va por delante de mamá y se entrecruza entre sus hombros, torso y cintura.

—Sí, mamá.

O mejor no hablo.

Busco con mi mirada a Kai que está a lado de mamá. La canasta improvisada que cubre su cabeza, y que se desbalancea hacia su lado derecho, me deja ver su expresión sonriente. ¿Por qué estaría sonriente en una situación así?

—¡Veo a uno! —grita Kai, apuntando con su brazo derecho y dedo índice.

Y yo sigo ese rastro.

Miro hacia el frente.

Es verdad.

Se puede divisar algo viniendo de lejos en nuestra dirección. Se acerca tan rápido. Es una especie de rueda. Nos detenemos. La rueda entre más se acerca es más fácil de diferenciar. Se ve de material metálico oxidado, tiene una especie de tiras colgantes que se conecta en su estructura y una especie de asiento con una persona ahí ocupándolo. No conozco exactamente el nombre de las partes de lo que estoy viendo, pero parece funcionar como la nave, aunque el objeto que funciona como transporte que está en frente no surca el aire, sino que barre el suelo.

Quien lo opera se detiene a una distancia prudente de nosotros.

—¿A dónde se dirigen? —suelta.

Su voz es como ronca. Esta se acopla a su enorme contextura corporal. Utiliza unos aparatos en sus ojos que lo cubren y al mismo tiempo se transparenta. Su vestimenta lo hace ver rudo o ruda. No sé. La persona que está a unos pasos lleva pantalón. Eso es un indicio para saber que podría ser varón, pero toda esa deducción se desmorona al recordar que mamá también está portando un pantalón. Es la primera vez que la veo con uno, y ahora no sé si esa prenda es un punto clave para determinar si alguien es hombre o mujer en este punto de mi vida.

O tal vez, solo sea mamá desafiando las normas de vestimenta.

—Nos dirigimos al territorio Price —anuncia mamá.

—Muy bien, ¿qué tienes a cambio del traslado? —Su atención se vuelca en mí y mi corazón palpita a un más acelerado.

No me gusta su inesperada atención.

—Agua —responde mamá.

El bien más preciado de mi territorio.

Mamá saca un envase transparente del bolso que porta Kai para mostrarle al buscador que es verídica su respuesta. El buscador se enfoca en el envase y asiente. Regresa a la rueda y aplasta con sus dedos unos cuadrados que sobresalen a su costado del asiento donde fácilmente puede podría descansar sus antebrazos. No recuerdo bien si se nombra así esa parte del cuerpo que conecta a los codos y las manos. No entiendo cómo mamá nos pudo enseñar los nombres de algunas partes del cuerpo, pero fue incapaz de describirnos cómo se vería físicamente un ser humano desde que nace: su tamaño o cómo se vería su rostro si es femenino o masculino.

—¿Cómo nos llevará a todos en ese transporte? —suelto en voz baja hacia mamá.

—Andrómeda, a partir de este instante no hables ni siquiera para mí —dice mamá, en un tono también bajo, pero con la diferencia que su atención sigue en el buscador.

Decido observarlo.

Al parecer lo hago justo a tiempo para darme cuenta que frente a su asiento se materializa una especie de tabla con luces verdes que a su vez se transparenta. Es la primera vez que veo algo así. Y mi impresión se expande más cuando el buscador toca algo en la tabla que provoca un ruido en la rueda.

El ruido no es casual.

El ruido está ahí para mostrarme lo que me había estado perdiendo del mundo al solo mantenerme dentro de las paredes de mi hogar.

Se despliega ambos costados de la rueda, detrás del asiento, unas puntas que se desdoblan hacia atrás y se convierten en una base con unos tubos verticales y horizontales en sus cuatros puntos que le dan la forma de una caja grande, pero solo con la base del fondo a una distancia prudente del suelo.

—Suban —anuncia el buscador que se coloca en su asiento.

—Vamos —indica mamá, señalando la especie de caja. A su vez, resuelve entregar el envase a Kai para que lo vuelva a colocar en su bolso.

Deseo preguntarle a mamá si es seguro subirnos ahí, pero desobedecería su orden de mantenerme callada así que, solo dejo que nos guíe a Kai y a mí.

Ella avanza cerca de la caja y pasa por debajo de los tubos horizontales para subirse a la base; una vez arriba, se sostiene de los mismos tubos que le llegan cerca de su cintura. Kai sube siguiendo el ejemplo de mamá, pero en su caso los tubos llegan por su cuello. Es mi turno. Creo hacerlo bien para ser mi primera vez subida en algo así.

—¡Sujétense! —grita el buscador una orden que da tan deprisa como el movimiento que hace la rueda.

Avanza.

Va tan rápido que me aferro a los tubos extremos horizontales. O quizás solo exagero. Observo a Mamá que se me mantiene tranquila y lo suficiente lejos de la orilla por la carga que lleva en su espalda, el bebé. Busco a Kai que sostiene con una mano su canasta y con la otra un tubo. Ellos no están tan aferrados a la estructura como yo. Por momentos, siento que me balanceo hacia atrás y si miro al suelo mi mirada se desorbita.

No deseo cerrar mis ojos.

Siento que me perdería cada espacio por conocer, aunque todavía a nuestro alrededor solo se observa el suelo árido. La rueda recorre el suelo que difícilmente hubiéramos aguantado a pie. Observo hacia delante de la rueda.

A los lejos, pero muy a los lejos, se ve especies de asentamientos.

—¡Estamos llegando! —exclama Kai y agrega emocionado: —Mira, Andrómeda, es el territorio Price.

Entre más se acerca, más se resalta un letrero que dice P-r-i-c-e —asumo que se pronuncia como lo dijo Kai— y varias ruedas de transporte hacia un costado como si estuvieran esperando algo, pero sin sus dueños.

—Está silencioso —suelta mamá, dirigiendo su mirada hacia el lugar que poco a poco nos vamos acercando a media que la rueda también disminuye su movimiento—. Debe ser por la recolecta.

Mamá me recuerda la razón por la cual estamos haciendo este viaje arriesgado. Mi corazón acelera sus palpitaciones. Este sabe que esta recolecta es mi última oportunidad y no hay espacio para cometer errores.

—¡Llegamos! —grita el buscador.

Todo se detiene.

Miro hacia arriba dándome cuenta de un detalle. Hay algo interesante volando sobre nosotros. Algo que resalta como negro. Quiero preguntar qué son esas cosas. Deseo tanto hacerlo.

—Son aves —dice mamá, haciendo bajar la mirada hacia ella. Su rostro refleja una clara sonrisa.

Asiento.

Es mi forma de decirle "gracias, mamá".

—Mi pago —solicita el buscador, detrás de Kai.

Mamá agarra a Kai y lo ubica frente a ella para retirar el envase de su bolso. Entrega el pago al buscador.

—Con trueques así... —El buscador abre el envase y lo acerca a su boca. Toma un sorbo y vuelve a asegurar el objeto—. Estoy dispuesto a estar a su servicio —termina con una sonrisa que deja expuesto la falta de dientes en algunas partes donde debería haber uno.

Miro a mamá.

Ella intenta decir algo, pero un sonido que reconozco nos roba la atención.

Volteo detrás de mí.

Hay dos naves del gobierno acercándose.




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*Si hay alguna falta ortográfica me avisan, porfis.

Gracias por seguir aquí. 

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