CAPÍTULO X: DÍA II - KAI

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—¡Afrodita!

Ahí va mi último grito a la nada.

La nave ya no se divisa en mi radar. No hay ruidos más que la lluvia torrencial golpeando en mi hogar, en el suelo, en mí...

¿Y ahora qué hago?

Siento más allá de un dolor de estómago, ¿tristeza? No sé. Hay algo más... Es extraño. Solo sé que ese "No" de Afrodita golpea en mi corazón y duele. Ella se ha ido y se ha llevado consigo mi oportunidad de ser debutante.

Me siento derrotada.

No tengo ganas de levantarme de este suelo que esperaba dejar atrás. Me estoy aferrando a lo que antes me parecía un destino más hacia mi camino, hacia mi propósito de vida.

—Se fueron —Una voz que recuerdo se filtra detrás de mí.

Me levanto de golpe torpemente, volteando a cerciorarme de mi compañía.

—¿Qué haces aquí? —cuestiono hacia el niño que había dejado atrás sin importarme de su bienestar, porque solo buscaba el mío.

A eso mi mamá le dice que es un acto egoísta.

—Te seguí —titubea, llevando sus brazos hacia atrás y agachando su cabeza—. Mi hermana no va a volver.

—¿Tu hermana? —inquiero.

—Sí, la que tomó tu ropa. —Su voz se entrecorta—. Lo siento.

—A ti también tu hermana te dejó atrás —suelto desganada, porque más que una pregunta, es una aseveración.

Alza su mirada.

—Sí. —Asiente.

Lo miro vulnerable.

Él está tan mojado como yo que la avalancha invasiva de mis pensamientos no me había permito ser consciente de que nos podemos enfermar aquí afuera. Yo tengo un lugar donde refugiarme, pero ¿y él?

—¿Dónde vives? —Me enderezo.

Es momento de ir a mi hogar. Un trago amargo se escurre en mi garganta, pues es ese que me recuerda que nunca debí salir de casa.

Nunca debí arriesgarme así.

—En todos lados. —Se encoje de hombros.

—¿Cómo que en todos lados? ¿Acaso no tienes un hogar? —cuestiono confundida.

—Mi único hogar era mi hermana, pero... —Se lleva una mano a su cabeza.

No pierdo más el tiempo. Aquí voy otra vez. Decido no ser egoísta, pero el acto de no serlo implica tomar una decisión arriesgada.

—Puedes quedarte en mi hogar hasta que amanezca —digo, a la vez que cada palabra despierta el interés en el niño.

Espero no estar tomando una decisión equivocada.

Después de todo, él necesita de mi ayuda.

Aquí mamá diría que es un acto de bondad.

Pero, ¿en realidad lo es?

—Gracias. —Sonríe.

—Vamos. —Le hago una seña de ven conmigo con la mano y me volteo para ir a mi hogar, esperando que él se incorpore a mi lado.

Lo hace.

Intento no lastimar mis pies descalzos con la entrada del cerco que está un poco arruinada. Paso y continúo hasta llegar a la puerta que recuerdo que no se puede abrir por fuera, pero que veo algo entreabierta gracias a una sandalia de Afrodita atascada en la punta de esta.

La empujo.

Logro ingresar y me hago a un lado para que ingrese el niño.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunto a medida que él ingresa.

Me mira.

—Kai. —Sonríe.

—Muy bien, Kai. —Cierro la puerta. Me giro hacia él. Lo veo temblar. Afuera no sentía el frío, pero aquí la realidad golpea—. Voy a ir por unas cosas que te ayuden a aguantar el frío, mientras tú esperas aquí. ¿Entiendes?

Asiente.

Sonrío.

Paso por una gotera.

Y me dirijo hacia mi habitación, pero al estar a un paso de cruzar la entrada, recuerdo. El bebé.

Ingreso para ver si está sobre alguna de las camas, pero no.

—Afrodita, ¿qué hiciste con él? —susurro.

En mi confusión, llega un destello a mi mente.

Debajo de las camas.

Sí, ahí donde guardamos nuestros secretos.

Me agacho para revisar cada una, pero no demoro en notar que está debajo de la cama de Afrodita. Ahí sobre unas mantas dobladas y cubierto su cuerpecito con otra más, está el bebé con los ojitos cerrados. Extiendo mis manos para arrastrar con cuidado las matas y atraerlo hacia mí.

Lo tomo en mis brazos con solo la manta que lo cubre, mientras logro ponerme de pie. Se mueve un poco en mis brazos, seguido de un sonido que sale de su boquita como si se quejara. Sus ojitos no se abren. Lo acomodo con cuidado encima de la cama de Afrodita.

Aprovecho para tomar las mantas en la cual estaba su cuerpecito para llevárselas a Kai. Él sigue parado en medio de la sala, esperando a que aparezca. Le entrego las mantas.

—Con esto podrás secarte y cubrirte.

Él asiente.

—Gracias —dice un tanto raro, algo incómodo.

—¿Ocurre algo? —indago.

—¿Hay un bebé aquí?

—Sí, ¿por qué la pregunta? —me apresuro a cuestionar.

—Porque ya casi no hay bebés en nuestro territorio —dice, finalmente.

—¿Y eso? —pregunto, mientras me dirijo hacia la cocina para ver si hay algo de comer.

—Están naciendo más niños que niñas. —Su voz suena algo apagada.

Sé qué contexto tiene esa frase. Sé cuál es el final que tienen los niños así que, me quedo callada. Me enfoco en qué vamos a comer.

Encuentro algo de comida que preparo y ofrezco a Kai que al final me ayuda con la limpieza del lugar. Le ofrezco dormir en una de las camas de la habitación, mientras yo me quedaré despierta toda la noche para cuidarlo a él y el bebé. Acepta, ocupando la cama de mamá y yo me siento en el piso hasta que logre dormirse, y así aprovechar para irme a cambiar.

El tiempo se hace largo. Es primera noche en vela. Quizás no sea la última.

Y sí, esta noche la inauguro con mis lágrimas.


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*ME DICEN SI LES AGRADA LA NUEVA PORTADA O DEJAMOS LA ANTERIOR, pleeeeease...

*Si hay alguna falta ortográfica o discordancia en alguna frase no duden en comentarlo :)

Debutante ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora