Una maldita confusión

By america65_

5.1M 469K 1.3M

Jean intenta confesar su atracción hacia Olivia en una fiesta, pero por culpa del alcohol termina declarándos... More

Sinopsis + Advertencias de contenido
01| Manera de cagarla número uno: declararse ebrio
02| Manera de cagarla número dos: pensar con la cabeza de abajo
03| Te gusto
04| 7x8=52
05| Pregúntame si quiero besarte
Bocetos #1: Bonito
06| Mi novio
07| ¿Quieres que te escupa en la boca?
08| ¿Esta es tu definición de diversión?
09| Sí, esta es mi definición de diversión
10| Feliz cumpleaños
10| Feliz cumpleaños
Boceto #2: El príncipe y el caballero
11| Vete a la mierda, con amor
12| Miedo
13| Número uno
14| Maldición
Boceto #3: Verano
16| Ser honesto
17| El nacimiento de la tragedia
17| El nacimiento de la tragedia
18| Respira y enfrenta las consecuencias
19| Excusas
20| Todas mis primeras veces
20| Todas mis primeras veces
Boceto #4: Mano
21| El caos
22| Cuando no tienes adónde ir
22| Cuando no tienes adónde ir
23| El tú y yo de aquel día
24|Confuso
24| Confuso
25| Cada pieza en su lugar
Boceto #5: Nada
26|Onsra
27|Diferentes caminos
28|Cuando estemos listos
Epílogo
Boceto #6: Mis mañanas contigo

15| Un sentimiento nada nuevo

115K 10.3K 35K
By america65_

Toco la puerta de la oficina de la psicóloga que el entrenador me ha pedido ver y espero unos segundos por su respuesta. No estoy del todo seguro de estar aquí, pero si quiero que Míster furia me deje participar en los entrenos entonces debo acatar sus órdenes, no tengo opción.

Sé que me había dicho a mí mismo que necesitaba venir, en especial porque no he sido el mejor controlando mi mal temperamento, pero tengo la extraña sensación de que solo será una pérdida de tiempo completa. Lo que dicen de las psicólogas de las escuelas no es nada bueno, he oído que terminan contándole a todo el mundo lo que les confiesas, que eres el tema de conversación de la sala de maestros, que no te toman en serio y que creen que tus problemas son insignificantes a comparación de quienes sí pagan por sus servicios. Estoy convencido de que no voy a hablarle de mis problemas a alguien a quien no le tengo confianza.

La psicóloga no tarda en decirme un "pase". Abro la puerta con sutileza y ella es lo primero que veo. Tiene su cabello negro en un moño desordenado, es de complexión media y tiene un gran lunar al lado de su ojo derecho. Me hace una seña con la mano para que entre y tome asiente. Apenas pongo un pie el estómago se me revuelve y las ganas de querer largarme aumentan. Por alguna razón me siento demasiado nervioso, pero hago el mejor intento por no demostrarlo. No quiero que ella lo note.

Una vez que estoy sentado frente a ella, echo un vistazo rápido. La oficina es pequeña, pero se ve que la ha mantenido muy bien porque está llena de flores, cuadros decorativos y un montón de diplomas en las paredes, las típicas oficinas. No obstante, gracias a la decoración, se siente un poco más cómodo, sin contar que el aroma a café me hace creer que estamos en la cafetería charlando y no a punto de hablar sobre mis problemas.

Regreso mi mirada hacia la psicóloga. Es la primera vez que la miro, ni siquiera estaba del todo seguro si había una en la escuela, muy a mí pesar descubrí que sí cuando el entrenador me dijo la tarde pasada que ya había hablado con ella para que me atendiese. Ojalá se hubiera olvidado. Este lugar me pone demasiado ansioso.

Carraspeo.

—Uhm, buenos días, el entrenador me pidió que viniese.

Asiente con la cabeza y me da una pequeña sonrisa que no ayuda en nada a mis nervios.

—Sí, el señor Carter me dijo que vendrías. ¿Cómo te sientes hoy?

Como la mierda.

—Bien, gracias.

Comienzo a golpear mi pie derecho contra el suelo y a jugar con los dedos de mis manos, no consigo ponerme nervioso con tanta facilidad, sin embargo, el tener que hablar de algo tan íntimo como mis emociones y problemas sí que me causa muchos problemas. Cuando soy consciente de lo que hago me obligo a detenerme, aunque he tratado de ocultarlo presiento que lo ha notado, pero no menciona nada al respecto, solo se limita a verme de manera atenta. Siento que está analizando hasta la forma en la que respiro y la acción me arrebata la tranquilidad.

—Escuché que ganaron el primer partido, me alegro.

Suena bastante honesta, pero todavía no puedo fiarme de alguien a quien apenas conozco.

—Muchas gracias.

Me remuevo en mi asiento sin saber qué más decir, me siento un poco incómodo bajo su mirada, mejor dicho, toda la situación me parece demasiado incómoda. Espero que no tenga que venir más aquí o que sea la clase de psicóloga que le importa una mierda si estoy mal porque solo quiere que esto acabe para ir por un café.

Ella vuelve a sonreírme.

—Bien, me presento, soy Joana Chanona, pero puedes decirme solo Joana. Sin el solo, claro —se ríe y fuerzo una sonrisa por amabilidad—. Jean Miller, ¿verdad? ¿Hay algún otro nombre con el que te gustaría que te llame? ¿Por tu apellido tal vez?

—Jean está bien.

—De acuerdo Jean. Dime, ¿es la primera vez que vienes con una psicóloga? ¿Ya habías hecho esto antes?

—Es la primera vez.

Y la última, espero.

Aprieto los labios y froto mis manos contra mis muslos porque siento que estas están sudando. Trato de mantenerle la mirada, pero termino mirando hacia la pared verde que está atrás de ella. No llevo ni diez minutos y ya me quiero largar de aquí.

—Sé que debe ser algo incómodo, ¿no? Ir con alguien extraño y hablarle sobre lo que sucede, puff quien es esa señora como para hablarle de mi vida —intenta bromear, supongo que ha leído toda mi expresión corporal. Me río por lo bajo porque sí estoy pensando en ello—. Precisamente estás en el lugar adecuado para hablar, todo lo que me digas se queda en estas cuatro paredes.

Explica con calma, como si quisiera que yo me sienta en confianza de hablar. No es tan sencillo, me es difícil poder expresarme incluso con personas de confianza, dudo poder hacerlo con alguien a quien no le tengo nada de confianza. Esto será mucho más complicado de lo que pensé.

—Pero nos relajemos antes, ¿te parece? —atisba una sonrisa. Le respondo un suave "está bien" y ella prosigue—. Soy psicóloga y psicoterapeuta egresada de la universidad de Mánchester, tengo cuarenta años y dos gatos que no les caigo tan bien como el vecino que les da otra marca de croquetas. —Hace una mueca exagerada que me hace reír otra vez—. Ahora háblame de ti. Tu edad, qué te gusta hacer, si trabajas aparte de estudiar.

Me tomo unos segundos antes de responderle porque con el "háblame de ti" me he quedado en blanco. No creo que haya algo interesante para contar sobre mí. No hay nada que pueda decirle además de que ya quiero largarme. De todas maneras no hace falta que sea totalmente honesto, solo voy a limitarme a responder lo que me pide y listo.

—Tengo diecisiete, cumplo dieciocho en poco más de una semana. Me gusta... —Hago una gran pausa. No sé qué me gusta. ¿Hay algo que en verdad me guste y que haga por el simple hecho de que me guste y no por obligación? Trago duro—. Me gusta el básquetbol.

Me da un asentimiento de cabeza y de nuevo no menciona nada sobre mi comportamiento.

—He oído sobre eso, es grandioso. A mí se me da fatal los deportes. —Suspira sin quitar ese aire de diversión, sonrío levemente—. ¿Desde cuándo te gusta el básquet? ¿Cuándo descubriste que te gustaba?

—Cuando era pequeño me gustaba mucho, mi papá jueg... bueno, jugaba también, y me contagió el gusto por el básquet.

—Guau, desde chiquito. ¿Y te sigue gustando?

Guardo silencio un momento y clavo la mirada en la pared otra vez antes de responderle.

—Sí.

—Vale, vale.

Aparta la mirada de mí por un momento mientras busca algo en su escritorio. La veo tomar el bolígrafo y anotar algo en una hoja. Elevo la barbilla, queriendo ver si he dicho algo malo que haya hecho que quiera anotar, pero no alcanzo a ver nada. Desvío la mirada hacia el cuadro que hay en su escritorio cuando ella alza la vista de nuevo. Creo que me ha descubierto fisgoneando en su libreta.

Uh, incómodo. Demasiado incómodo.

—¿Cómo te has sentido con los entrenamientos? Debe ser agotador.

Sí, tiene razón. Estos últimos días me he sentido igual de cansado o más que aquellos días antes de que el entrenador me mandase a descansar dos semanas. No me he desquitado con nadie por ahora, pero sí que lo he hecho conmigo mismo por no poder seguir el ritmo que tenía hace un par de meses.

—Bastante bien —miento—, es un poco cansado, pero nada fuera de lo normal.

Asiente de nueva cuenta y deja sobre la mesa el bolígrafo que sostenía. Por su postura tengo el presentimiento de que se acabaron las preguntas para relajarnos y comenzará a indagar sobre lo que nos trajo aquí. Muerdo mi mejilla interna.

—El señor Carter me ha comentado un poco sobre la situación, pero cuéntame, ¿por qué estás aquí?

Sabía que a eso se estaba dirigiendo. Aquí vamos.

—Porque el entrenador cree que debía venir.

—El entrenador —repite—. ¿Y tú qué crees? ¿Crees que debes estar aquí?

—Creo que no.

—¿Por qué no?

Paso saliva por mi garganta de nuevo y me acomodo en mi asiento mientras cruzo las piernas. ¿Que si por qué no? Porque quizás me dé un poco de miedo y me ponga un poco nervioso todo este proceso.

—Hace muchas preguntas.

—Bien, vamos paso a pasito. —Sonríe de oreja a oreja—. Escuché que tuviste una riña con un compañero.

Me pongo tenso de inmediato.

«Tranquilo, solo aparenta que todo está de maravilla y que la situación no te incomoda. Entre más rápido hablemos, más rápido nos iremos».

Mi amigo —corrijo y para restarle importancia digo—: Peleas normales.

Mi inconsciente me golpea con fuerza. No fue tan normal si lo traté horrible. La razón por la que no he avanzado es porque creía que era algo normal, debo dejar de intentar minimizar el problema.

—Imagino que estabas molesto.

—Frustrado.

—¿Por qué estabas frustrado?

Golpeo de nuevo la suela de mi zapato contra el suelo y la miro un poco tenso. Sé que solo está haciendo su trabajo y que las preguntas que me hace son para que pueda conocerme y conocer la situación, pero me abruma mucho.

«Solo responder y ya, solo responder y me iré».

—No lo sé.

—¿Estás seguro?

Siento su pregunta como un "sí sabes, vamos". Y sí lo sé, pero también sé qué rumbo está tomando la conversación y no estoy seguro de querer hablarle sobre mis emociones. Miro hacia la pared una vez más y tengo un debate interno sobre si ser honesto o si guardarme todo. ¿Debería confiar en ella y sincerarme?

—No te sientas obligado a responder —regreso la mirada hacia Joana. Me está sonriendo. Supongo que ha notado que me está costando poder abrirme con ella—. ¿Te gustaría que hablaremos de otra cosa para que sea menos incómodo para ti?

Trago de nueva cuenta. Sí, me quiero ir, quiero que esto dure muy poco y que no tenga que volver para que el entrenador deje de insistir, sin embargo, dentro de mí sé que sí hay algo que debo trabajar, no quiero volver a sentirme tan frustrado y descargarme con los demás. Lo hice con las personas que quiero y ellos me disculparon, pero la próxima vez podría comportarme más imbécil. Podría incluso desquitarme con la persona que más amo: Lana.

Y no quiero que mis problemas afecten a las personas que me importan. En esa bolsa entro yo también. Estoy cansado de sentirme cansado. Puede sonar una estupidez, pero el no tener energía emocional o el querer tener energía de más, logra un efecto contrario en mí: me agota más.

Inhalo profundamente. Creo que puedo hablarlo, la psicóloga me genera un poco de confianza, muy diferente a lo que creí que sería, además, por el simple hecho de que no me conozca hace que no tenga tanto miedo de expresarme. Con Oliver y Andy es diferente, tengo una máscara encima de mi rostro (o al menos con este último) porque delante de ellos todo está bien. Y no podría permitirme que me vean en mal estado. En cambio, la señorita Chanona, no sabe cómo finjo en mi día a día. Puedo hacerlo. Puedo intentarlo.

—Vale, enton...

—Porque no me estaba yendo tan bien —la interrumpo respondiendo a la pregunta de por qué estaba frustrado.

Pestañea y luego ensancha su sonrisa.

—¿Una mala racha? —curiosea y al no obtener respuesta de mi parte continúa—. Muchos nos sentimos frustrados habitualmente cuando las cosas no salen como esperamos. ¿Qué hiciste al sentirte así?

—Traté mal a mis compañeros y a mi amigo.

—¿Tratar mal en qué sentido? ¿Les dijiste algo o hubo una agresión física?

—Fui grosero, incluso les dije inútiles y me peleé con un amigo. No a golpes, solo verbalmente. Le dije cosas que sé que le molestan.

—¿Eso te hizo sentir mejor?

Ahora que lo pienso, no, en absoluto, solo causó que me sintiese peor de lo que estaba. Ni siquiera sé por qué reaccioné de esa manera en primer lugar. ¿Les dije todo lo que quería decirme a mí? Agh, sea cual sea la respuesta, no quiero volver la expresión de decepción en el rostro de David, de Oliver y de nadie más.

—No —confieso y frunzo los labios antes de poder sincerarme con ella—. Uhmm... Cuando estoy molesto no mido mis palabras, hace poco descubrí que me ponía de ese modo al estar frustrado. Un amigo me dijo que no era la primera vez que lo hacía. Quiero... dejar de tener estos sentimientos negativos.

—Sentimientos negativos —masculla—. ¿Te parece que tenemos sentimientos negativos? —asiento a su pregunta—. ¿Cuáles serían?

—Enojo, envidia, frustración, insuficiencia.

—¿Por qué son negativos?

—Porque hacen que actuemos mal.

Ella mueve la cabeza de arriba abajo con lentitud, analizando mis palabras y por el pequeño silencio que se abre paso entre nosotros creo que está pensando en sus siguientes palabras. Siento que mi corazón se acelera y que mis hombros se ponen más tensos.

—Hay algo que me gustaría que supieras, claro que no hay respuestas correctas e incorrectas aquí, es lo que sientes y tu percepción con tus emociones, así que tranquilo —me regala una sonrisa afable—. Estos sentimientos negativos, yo más bien le diría que son sentimientos y nos recuerdan que estamos vivos y reaccionamos a nuestro entorno; que hay cosas que no nos parecen, que hay cosas que nos ponen de malas, que hay cosas que nos desaniman y no está mal tenerlos, son parte de ti, de la persona que eres, eres Jean Miller, el que se enoja, el que se siente frustrado y no hay nada de malo en sentirlo.

»No puedes deshacerte de ellos porque están pegados a ti. Si no supiéramos qué cosas nos molestan no sabríamos qué cosas nos merecemos. Por ejemplo, en mi caso, ¿cómo sé que prefiero los días nublados? Porque me molestan los días en donde hay demasiado calor, ¿cómo sé que me gusta que mis amigos me digan las cosas de frente? Porque me molesta que no tengamos comunicación o que nos ocultemos cosas. Nuestras emociones nos dicen mucho y están y estarán ahí siempre porque son parte de nosotros.

Por algún motivo me entran ganas de llorar. Mojo mis labios y rehúyo su mirada. La manera en la que me mira solo incrementa las ganas que tengo de que las lágrimas salgan de mis ojos.

—Repite conmigo —me pide tras unos segundos y asiento—. No está mal sentir.

Trago el nudo en mi garganta y entreabro los labios para poder repetir lo que me ha pedido. Me cuesta un poco de trabajo poder pronunciar las palabras.

—No está mal sentir.

—Otra vez.

Vuelvo a tragar, pero en esta ocasión siento que puedo decirlo sin tanta dificultad.

—No está mal sentir.

—De nuevo.

—No está mal sentir.

—Una vez más.

—No está mal sentir.

Sonríe y me doy cuenta de que una pequeña lágrima se me ha escapado. No tardo en limpiarla con mis dedos. Espero a que mencione algo sobre el hecho de que he llorado sin querer, pero para ella esa acción debe ser tan normal que no menciona nada. Aunque, analizándolo mejor, ¿no es normal llorar? ¿Por qué me importa tanto no querer hacerlo?

—Lo primero que hay que hacer es aceptar que sentimos y que lo que sentimos no está mal ni es incorrecto, es lo que nos hace humanos, vivos. Todos nos enojamos, todos nos sentimos frustrados algunas veces —habla con tanta tranquilidad que mis hombros se destensan y que me entre una gran calma en el pecho hasta que pregunta—: ¿Aceptas lo que sientes con facilidad?

—No. Me cuesta.

—¿Por qué?

—No lo sé.

Sí sé, creo que lo sé, pero con cada pregunta me abrumo un poco más. He abierto lo que siento hacia alguien a quien apenas conozco y hasta para alguien como yo hay un límite. Paso mis manos por mi pantalón.

Joana vuelve a asentir y mira hacia la hoja en donde había escrito algo.

—¿Tienes una persona refugio?

Parpadeo.

—¿Persona refugio?

—Sí, alguien a quien puedas contarle cómo te sientes, alguien que te genere tanta tranquilidad que sabes que puedes hablarle de tus emociones sin problemas, alguien a quien recurras cuando quieras un abrazo o cuando quieras ser oído. Pueden ser tus padres, un familiar, una pareja, un amigo, una mascota incluso.

Los rostros de mis conocidos vienen a mi cabeza, desde los rostros de mis padres hasta de mis amigos. ¿Hay alguna persona a la que puedo contarle algunas cosas porque me genera demasiada confianza?

El rostro de Oliver es el que sobresale de los demás.

—Creo que sí lo tengo.

—¿Y con esta persona te es fácil hablar de lo que sientes?

—En ocasiones. Hay cosas que puedo contarle porque me nace hacerlo, pero hay otras que prefiero guardarme.

—Bien Jean, me gustaría verte cada miércoles a esta misma hora, iremos poco a poco. ¿Te parece bien?

—Lo intentaré.

Me remuevo en mi asiento, queriendo que se despida para que pueda irme. No estoy tan tenso y nervioso como cuando llegué, pero eso no quita el hecho de que quiera que termine. Cuando vine esperaba que me dijese que todo estaba de maravilla y que no hacía falta verme, y tal vez eso hubiese sucedido si me hubiera esforzado un poco más en aparentar que no pasa nada, pero he decidido mejorar y pese a que eso implique tener que tocar temas que no quiero tocar y abrir heridas que creía cerradas, adelante.

—Voy a dejarte una pequeña tarea, piensa en todas aquellas veces donde te has sentido molesto, escríbelas en una hoja y tráelo contigo la próxima sesión —asiento y me pongo de pie para darle a entender que doy por terminado esta... ¿sesión? Ella se percata de mis intenciones por lo que sonríe—. Me ha encantado conocer al MVP de nuestro equipo de básquet —dice, aún siendo bastante amable. Le sonrío, nervioso—. ¿Sigues creyendo que estás aquí porque el señor Carter lo ha pedido y que no lo necesitas?

Niego con la cabeza.

—No. Creo que sí lo necesito.

Amplía su sonrisa.

-—Nos vemos la próxima semana.

Doy otro asentimiento como respuesta y me apresuro para salir de allí. Cierro la puerta al igual que mis ojos por unos segundos y respiro hondo, apoyando mi espalda contra la puerta. Esto salió mucho mejor de lo que esperaba. Es decir, sí, esperaba que no me citara otra vez, pero a diferencia de los escenarios que pasaron por mi cabeza, la psicóloga fue más amable y atenta de lo que creía. Debería dejar de hacer caso a los rumores o las cosas que las demás personas dicen y comenzar a crear mis propias percepciones de los demás.

Abro los ojos y me quedo paralizado al ver a Heather, la chica por la que Andy babea en clases, sentada en la banca que está frente a la puerta de la oficina de la psicóloga. ¿Está aquí? ¿Por qué? ¿También viene con la señorita Chanona?

—Heather —pronuncio su nombre con desconcierto.

Ella alza la vista y palidece al verme. Ambos parecemos estar en la misma situación: no queríamos que nadie de nuestros conocidos nos viera asistiendo con la psicóloga. Al menos ha sido ella y no alguien más, eso me alivia. La conozco poco, pero me agrada bastante, es algo callada y tímida hasta que se siente en confianza. Usualmente soy yo quien le saca los temas de conversación.

—Hola Jean —me regresa el saludo y desvía su mirada hacia sus zapatos, sin saber qué más decir.

Aclaro mi garganta.

—Uhm. ¿Vienes seguido? —cuestiono. Heather abre sus ojos azules de sobremanera. Tal vez debí haber fingido que no sé nada—. Es mi primera vez. —No debería darle más información, pero no quiero que se sienta incómoda.

Ella esboza una pequeña sonrisa.

—Ya he venido un par de veces.

—Dame consejos de cómo sobrevivir, siento que sabe todos mis pecados con solo verme.

Sé echa a reír.

—Al inicio puede ser complicado... pero es cuestión de tiempo supongo, te acostumbrarás.

Para ser honesto no quiero acostumbrarme, en especial porque esa palabra me hace pensar que debo venir muchas veces para que eso suceda. ¿Ella ha venido tantas veces que se acostumbró? Sé que no es mi asunto, pero pese a que no seamos amigos cercanos, me preocupo. Espero que todo esté bien. Le sonrío y veo hacia al pasillo, diciéndole con la mirada que debo irme. Heather asiente con la cabeza.

—Qué te vaya bien —enmudece un instante—. ¿Podrías fingir que no me viste aquí?

—Solo si tú finges que no me viste aquí.

Le digo con diversión y ella lleva sus dedos hacia sus labios, como si estuviera cerrando un cierre. Le devuelvo el gesto, acto seguido elevo las comisuras de mis labios en una sonrisa ladina y camino hacia mi aula, dejando el asunto de Heather atrás, lo mejor será no mencionárselo si ella no lo menciona antes, no quiero ponerla en una situación que le provoque incomodidad.

Mientras camino todavía puedo sentir mis hombros tensos y el nerviosismo que tuve en la oficina de la psicóloga, pero no voy a negar que también me sentí calmado y que una parte de mí se sintió bien luego de oír las palabras de la señorita Chanona. Es una extraña sensación, fue como sentir que estoy al borde de un acantilado, pero con la certeza de que si caigo tengo un paracaídas. El entrenador tenía razón al mandarme aquí.

Cuando llego a mi salón mis amigos están en sus respectivos pupitres, están haciendo la tarea que claramente se les olvidó hacer de la clase que sigue luego del descanso. Yo les dije que el entrenador me había llamado y que iba a dejarlos un rato, esa fue mi excusa perfecta para sacármelos de encima. No sé si Oliver se lo tragó, él sabe que debía venir con la psicóloga, incluso si no creyó en mis palabras me hace sentir mejor el hecho de que finja no saber. Creo que en este sentido puedo entender a Heather.

Me siento en mi lugar y al hacerlo llamo la atención de Andy y Oliver. Oliver clava su mirada indiscreta en mí, me está escudriñando el rostro, consiguiendo que el pulso se me acelere. Han pasado cuatro días desde que le dije que me estaba comenzando a gustar y sé que no me escuchó porque no mencionó nada al respecto ni tampoco cambió su forma de ser conmigo. Yo tampoco lo hice, sin embargo, ahora sí que pienso que debería al menos tomar un poco de distancia, solo un poco. No quiero retirar mi mirada de él, pero tengo que hacerlo porque Andy deja de anotar lo que sea que está anotando para apoyarse sobre mi mesa y acercarse a mí.

—Sigues vivoooo, cagada, aposté que el entrenador te iba a matar, bueno, hierba mala nunca muere y menos si eres escorpio —bromea. Pongo los ojos en blanco y él se ríe, dejando a un lado el lápiz que tenía en sus manos—. ¿Qué te dijo? Y hablando de eso, ¿cuándo es el siguiente partido?

—¿Por qué? ¿Vas a salir de tu cueva para ir a verme?

Elevo una ceja, divertido. Él niega con la cabeza y una expresión de horror inunda su rostro. Sonrío, claro que el tonto no saldrá de casa. Sería como pedirle a una gallina que volase.

—Ni loco, solo para darte ánimos en un mensaje de texto. Te quiero, pero no tanto como la paz que me provoca estar en mi casa.

Aunque parece que está bromeando lo está diciendo de verdad y respeto eso. Andy es la persona más feliz sobre la faz de la tierra estando encerrado en su habitación. Sé que solo sale de ella si uno de nosotros cumple años, si es una emergencia o cuando el lado extrovertido que está oculto en su interior toma posesión de sus decisiones y no le queda de otra más que afrontar las situaciones que su lado extrovertido tomó.

—¿Estás diciendo que es más importante estar en casa que apoyar a uno de tus mejores amigos en una de las cosas que más ama? —finjo indignación solo para molestarlo. Él palidece y hace lo mejor que sabe hacer: echarle la culpa a alguien o hundir a los demás.

—¡Mary y Karla tampoco van, no me recrimines solo a mí!

La primera, que estaba de rodillas en el suelo, explicándole algo a Oliver, gira la cabeza hacia nuestra dirección como el mismísimo exorcista y encara a Andy, asesinándolo con la mirada. Andy traga duro.

—Bueno, Mary seguro tenía cosas que hacer no como yo que solo prefiero estar en mi casa, lo admito, soy un pésimo amigo, recrimíname a mí. Solo una pequeñita aclaración, debes admitir que al menos yo hice el intento por saber cuándo es tu próximo partido, ellas no, ojitoo y date cuenta quienes son amigos y quienes conocidos.

Suelto una pequeña risa y escucho a Mary bufar.

—Ugh, deja de ponerme en mal —Mary lo regaña y luego me ve a mí, suavizando su mirada—. Me gustaría ir a verte, pero he estado ocupada con la universidad. Estoy estudiando porque no falta mucho para los exámenes, pero te juro que solo acomodo mis horarios y voy a verte.

Le sonrío empático. En verdad que no me importa si van o no.

—No hablen del futuro, que me estreso y lloro. En serio, todo esto es horrible —Andy lloriquea—. Aún no sé a qué universidad entrar y si me siguen recordando que quedan pocos meses voy a llorar.

—Vas a encontrar algo —Mary lo apoya, como si segundos atrás no lo hubiera mirado como si quisiera matarlo—. Solo busca qué es lo que te interesaría estudiar o prueba esos test vocacionales.

—¿Habrá un test vocacional que me diga que mi carrera perfecta es ser el mantenido de mi mamá?

—Lo dudo, pero seguro encuentras algo, a Karla le sirvió, ¿verdad?

Los tres dirigimos nuestra atención a Karla, está sentada delante de Andy, pero ella está viendo hacia la ventana, tiene la mirada perdida.

—¿Qué está haciendo? —pregunto.

—Está disociando —responde Mary.

—Se murió —contesta Andy.

—No me preguntaron, pero creo que está mirando la ventana —interviene Oliver, aún viéndome a mí.

Blanqueo los ojos por las respuestas de estos dos últimos tontos, pero no les digo nada. Los cuatro nos limitamos a ver a Karla unos segundos hasta que ella gira hacia nosotros con una expresión consternada.

—Leí un libro y no dejo de pensar en la elección de la protagonista.

—¿Por qué?

—No preguntes —reprendo a Mary, pero su pregunta salió antes que mi advertencia.

Karla sonríe, como si hubiera estado esperando que le preguntaran eso.

—Muy tarde, ahora vamos a escucharla —lamento. Me gusta molestarla con eso, pero en realidad no me molesta que nos hable de sus libros, es entretenido en cierto punto. Como si me leyera los libros sin necesidad de abrirlos.

Mary me lanza el borrador de Oliver.

—A mí me gusta escucharla así que shh.

Entorno los ojos y no me da tiempo de responderle porque Karla ya está hablándonos con rapidez sobre el libro.

—Ella dice que él no es nada serio, pero comienza a alejarse, si se nota que lo que tienen es mutuo, ¿por qué no le dice?

Eso me lo tomo un poco personal. Pero solo un poco.

—Miedo a las relaciones. Que se aleje el chico —Mary niega con la cabeza.

Me cruzo de brazos, indignado.

—Puede que ella tenga sus razones —defiendo.

—Puede que, aunque tenga sus razones, el otro chico salga lastimado. ¿No has leído libros así? Nada que tenga que ver con miedo al compromiso sale bien. O se da o no se da, nada de término medio.

Karla le da la razón y comienza a hablar sobre su lectura, pero no presto atención porque me quedo pensando en las palabras de Mary. ¿Miedo al compromiso? No, al menos yo no. Tengo buenos motivos, no puedo tener una relación ahora, una relación necesita tiempo y no puedo darlo. Además, Oliver y yo funcionamos bien así, sin contar que fui yo quien le dijo que no sucedería nada. Nuestra relación funciona así con la puerta entreabierta, no cerrada para permitir que el otro ingrese, pero tampoco tan abierta para sobrepasar los límites que tenemos. Incluso así, creo que debería mencionárselo cuando tenga la oportunidad.

De pronto mi celular suena anunciando nuevas notificaciones. Tomo mi móvil de mi pantalón, desbloqueo la pantalla y sonrío al instante de ver el mensaje de Oliver.

Oliver Owen

¿Estás bien? Parece que estabas llorando, tienes los ojos rojos

Jean Miller

Nada de qué preocuparse, todo está perfecto

Oliver Owen

Sí sabes que te conozco hasta el alma y que no puedes engañarme tan fácil, verdad¿

Siempre puedo mandarte fotos graciosas para que te rías

O +18, mejor estar hot que triste dicen por ahí

Me río sin querer y me apresuro a cubrir mi boca con el dorso de mi mano para que nadie me vea. Para mi buena fortuna, Karla y Mary están tan concentradas hablando que no se dieron cuenta y Andy está escuchándolas con una expresión confusa.

Oliver Owen

Al menos te hice reír

Si necesitas hablarlo estoy aquí para ti, bonito

Levanto la mirada hacia su dirección. Él ya está viéndome con su celular en sus manos. Siento una punzada en el pecho al igual que siento que mi rostro se calienta un poco. Con cada latido de mi corazón puedo confirmar más que en verdad estoy cayendo por Oliver.

La primera vez que comencé a sentir algo por él fue en verano.

Cuando teníamos trece y todo lo que creía conocer comenzaba a caer en picada. Cuando nos besamos por accidente y no dejaba de pensar en la presión de sus labios sobre los míos y en lo mucho que quería que el beso se repitiese, aunque por fuera tratara de aparentar que no había sucedido nada especial. Cuando lloré una noche entera de solo pensar que un chico me podía gustar y al día siguiente tuve que actuar como si todo estuviese bien y que el rojo de mis ojos era por el Shampoo.

Hasta ese momento creía que solo me agradaba mucho ya que éramos mejores amigos, que no era nada del otro mundo, que debía estar confundiendo mis sentimientos porque era imposible que me gustara un chico y, para rematar, que fuese él.

Pero no pude seguir negándomelo por más tiempo, sé que no soy bueno con mis emociones, sin embargo, ni siquiera necesité engañarme o convencerme de lo contrario, lo sabía y eso era aún peor.

Las veces en las que me abrazaba, en las que ponía su mano en mi hombro, en donde seguía mis locas ideas pese a que él sabía que nos íbamos a meter en problemas, los momentos en donde lo arrastraba a cada tonto juego y terminábamos escapando de alguien o alguno de los perros de mi vecina: yo sin voltear a verlo porque sabía que él iba a estar detrás y Oliver haciendo todo lo posible por seguirme el paso.

Todos aquellos momentos me confirmaron que el corazón acelerado, las sonrisas inconscientes, las mejillas sonrosadas y el querer pasar más tiempo con él no eran por sentir un simple "cariño de amigos", era más intenso, más íntimo. Yo quería a Oliver y no de una manera amistosa.

Oliver fue el primer chico que me hizo dudar, fue mi primer beso y el primer chico que me gustó.

Ahora sé que me está comenzando a gustar de nuevo porque conozco este sentimiento. Porque no es la primera vez que me sucede. No soy estúpido, sé que los latidos de mi corazón van al mil cuando se trata de él, que consigue ponerme nervioso, que no me molesta cuando me toca o me abraza o me toma de las manos, que si acepté lo de ser "amigovios" y lo de cumplir las actividades de la lista fue solo porque quería pasar más tiempo a su lado. Lo sé. Oliver está comenzando a colarse por todos mis sentidos tal como lo hizo hace un par de años.

Y también sé que tengo que alejarme de él porque corro el riesgo de terminar enamorándome de sus malas bromas, de su sonrisa, de la forma en la que me mira, de las estrellas de sus ojos y del cálido verano que me invade el pecho cada vez que estoy con él, porque Oliver no me hace sentir ridículas mariposas, hace que sienta el sol pegándome de frente, el ruido de las gaviotas y las ráfagas de viento golpeando mis mejillas, que desee que los días nunca terminen. Me hace sentir en verano.

Todos los que lo conocen tanto como lo conozco yo corren el riesgo de enamorarse de él.

Me paso los próximos días de la semana tomando un poco de distancia con él, pero no lo hago adrede (o no mucho), los entrenos hacen que me mantenga alejado de la escuela apenas suena la campana y entre clases no le hablo si no es necesario. Estoy comenzando a ser consciente de que, cuando avanzamos un paso, yo retrocedo tres. Alejarme es lo que hago para no encariñarme más de lo que debo.

Me sigo sintiendo agotado en los entrenos y en las partidas amistosas con mi propio equipo, sin embargo, no dejo que eso me afecte o afecte mi rendimiento así que hago el mejor de mis intentos por estar estable, me sale bien, o dentro de lo que cabe porque discuto con mi papá el viernes por la noche y el dolor en la cabeza regresa, pero no le tomo mucha importancia. El sábado Oliver me acompaña al médico para que vaya por mis análisis y tener la cita con el médico.

—Todo está bien —menciona el doctor con cara de pocos amigos—, ¿has tenido algún malestar?

El doctor que me atiende parece que quiere que ya me vaya, no deja de ver el reloj en su muñeca ni de decirme con la mirada que no quiere verme aquí. En eso estamos de acuerdo, yo tampoco quiero permanecer más tiempo aquí. El médico espera mi respuesta y pienso en los repentinos dolores de cabeza, el cansancio, insomnio e incluso en el dolor en mi espalda alta, pero al final termino negando con la cabeza.

—No, ninguno.

—Ten.

Me pasa una hoja en la que dice que me encuentro clínicamente sano. No sé si esto bastará para que el entrenador se quede tranquilo y me permita seguir participando en los próximos juegos, pero espero que sí. Me levanto de la silla y me despido del doctor, él no me responde el "gracias" y lo maldigo en mis adentros por la forma tan apática en la que se comportó. No le tomo más importancia y como Oliver está esperándome en su auto, apresuro mis pasos.

—¿Todo bien? —pregunta cuando abro la puerta del copiloto y me siento.

—De maravilla —le muestro la hoja con una sonrisa de oreja a oreja—. Les dije que todo estaba bien.

Me da una mirada recelosa seguido de una mueca en sus labios.

—¿Esperabas que me muriera o por qué la cara larga?

—No, solo estaba preocupado. —Suelta un largo suspiro—. Pero si dices que todo está bien, te creo.

Algo me dice que no me cree, pero me alegra que no insista. Enciendo la radio del reproductor y Oliver el motor del auto. Empieza a manejar y supongo que va a llevarme a casa, pero sus planes parecen ser otros cuando se desvía de la ruta que va directo a mi casa.

—¿A dónde vas? —inquiero y él me ve por el rabillo del ojo un segundo porque mira hacia la carretera.

—Vamos a tomar algo. Es una cita, ¿no es romántico?

Enarco una de mis cejas e ignoro sus últimas palabras.

—¿Y en qué momento me has preguntado si quiero ir?

—Jean, amor de mi vida, ¿quieres ir?

—No.

—Ni modo, ya vamos.

Suelto un resoplido que luego transformo en una risa y no le llevo la contraria porque sí me gustaría pasar un rato con él. No sería demasiado tiempo como para dejar de lado mi plan de tomar distancia, pero sí el suficiente para tomar un poco de aire de lo cansada que ha sido esta semana. No mentí cuando dije que Oliver es el respiro de mi vida, si no fuese por él creo que ya hubiera tirado la toalla. Sin darme cuenta estoy sonriendo. Le doy una mirada de soslayo y él también tiene una sonrisa pequeña en su rostro. Regreso la vista al frente, sin dejar de sonreír.

Quince minutos más tarde estamos bebiendo un par de malteadas en el parque a la par que vemos los autos pasando por la calle. Ninguno de los dos dice nada en ese lapso, seguimos bebiendo, solo nos damos miradas de reojo y pequeñas sonrisas.

Me siento bien, demasiado bien, y eso me preocupa más porque sé que lo que siento ahora no es solo sentirme bien porque estoy pasando el rato con un amigo. No quiero arruinar el ambiente, pero creo que debería decirle que está empezando a gustarme, yo nos hice prometer que le diríamos al otro cuando hubiese sentimientos de por medio después de todo.

—Entonces...

—Entonces...

Los dos decimos al unísono, queriendo romper con el silencio. Nos reímos a la par.

—Tú primero —digo.

Me mira con detenimiento y por un momento creo que va a decir que me escuchó el otro día. Me siento nervioso.

—Hay una convocatoria en el instituto, tenemos que presentar una pintura de nuestra autoría sobre lo que queramos y el mejor podrá ser exhibida en la galería de Arte.

Un gran alivio junto a un poco de desilusión me invade el pecho. Le sonrío en grande.

—Suena como una gran oportunidad. Tienes que hacerlo, por favor dime que vas a hacerlo. Si me dices que no voy a golpearte hasta que tus neuronas se conecten y decidan participar.

Se ríe.

—Claro que me gustaría porque me emociona que algo que ame esté en mi sitio favorito —me mira tímido—, pero hay un problema.

Junto las cejas.

—¿Qué es lo que pasa?

Él se queda callado.

—No es un problema en sí, más bien es... uhm —guarda silencio y su rostro enrojece. No sé qué es lo que le avergüenza tanto, pero no puedo evitar sentirme preocupado—... es una petición.

—¿Petición?

Asiente.

—Me gustaría pintarte —dice de sopetón. Me quedo perplejo—. Me inspiras mucho así que pensé que sería una buena idea. —Clava su mirada en su bebida, incapaz de verme a los ojos—. Pero si te sientes incómodo con el hecho de que pueda haber una pintura inspirada en ti no lo haré.

Una corriente eléctrica me recorre el cuerpo con la sola idea de que, de todas las personas y cosas a las que Oliver podría pintar, ha decidido pintarme a mí. Justo a mí. El corazón se me desboca y trago duro, intentando aparentar que su petición no ha hecho un lío de emociones en mi interior.

—Soy buen amigo, así que no te cobraré —acepto y él por fin me mira con una sonrisa.

—Tengo una pelusa y un gato, tómalo o déjalo.

—Woaah, es mucho, no tengo dinero suficiente para regresarte el cambio.

—¿Lo tomo como un sí?

No me lo pienso dos veces.

—Por supuesto.

Su sonrisa se ensancha y ahora es mi turno de ver hacia mi bebida porque no puedo soportar ver la forma en la que me sonríe sin que el pulso se me acelere.

—¿Qué es lo que tú querías decirme? —curiosea.

Tomo una gran bocanada de aire y luego bebo un poco de la malteada de chocolate. Me cuesta decir lo que siento, sí, suelo ser directo con las personas, pero no cuando de hablar de mis sentimientos se trata. En verdad no sé si deba decirle o no, es decir, quedan pocos meses, no quiero que se sienta incómodo con mi declaración, quiero que sigamos cumpliendo cada punto de la lista, que sigamos con la extraña relación de amigovios que tenemos, quiero que esto dure un poco más.

Pero también quiero que las cosas queden claras y solo diciéndole lo que creo que siento puedo hacer que no haya problemas en el futuro.

—¿Recuerdas cuando te dije que si uno de los dos sentía algo debía decirle al otro y terminaríamos lo que sea que tenemos? —pregunto y él asiente, desconcertado.

—Ya te dije que no te preocupes, no me gustas ni me gustarás así que quédate tranquilo.

Eso va directo a mi pecho, pero no dejo que me afecte. Ya sabía la respuesta.

Bien, eso está bien, cambio de planes. No es que esperara una respuesta contraria, es mejor así, los meses están sobre nosotros, ya estamos a mitad de octubre. Nada de relaciones, solo debo mantenerme lo más alejado posible de él y puedo forzarme a perder los sentimientos que tengo, lo hice una vez, puedo hacerlo dos veces.

No voy a arruinar los pocos meses que nos quedan juntos.

Fuerzo una sonrisa.

—¿Estás diciendo que no soy tu tipo? Qué feos gustos tienes —bromeo como puedo, pero él se mantiene serio.

Enserio mi rostro.

—¿No soy tu tipo?

—Siguiente pregunta.

—Púdrete.

Alzo el dedo medio y él se ríe.

—No tengo un tipo, sí, tal vez los rubios con lindo abdomen que me insultan cada dos segundos, ¿conoces a alguien así?

—Solo uno que insulta porque el otro se lo merece.

Se ríe más fuerte y yo finjo reír también. Estoy en modo automático. Solo respondiendo como respondería usualmente, pero todavía estoy digiriendo que debo forzarme a eliminar lo que comenzaba a sentir por él.

—¿Cuál es tu tipo? —me pregunta.

—Alguien que me haga reír.

—¿Como Andy?

No sé por qué lo menciona, pero asiento solo porque sí.

—Podría ser.

Abre sus ojos de sobremanera.

—¿Qué? ¿En serio? ¿Te gusta Andy?

—Sí, estoy enamorado desde que lo vi —digo con sarcasmo, pero su expresión confusa y sorprendida creo que él piensa que lo digo en serio.

Lo veo pasar saliva.

—Guau. ¿Y se lo dirás alguna vez?

Por un momento pienso que sería buena idea molestarlo y hacerle creer que me gusta Andy, pero no tengo el suficiente humor como para hacerlo.

—No, imbécil, no me gusta, estaba siendo sarcástico.

Él sonríe.

—Eso es un alivio —confiesa y no entiendo por qué. Debe de haber visto mi expresión confusa porque se apresura a explicar—. ¿Sabías que los grupos de amigos terminan porque la mayoría de las veces dos del grupo comienzan a salir y arruinan el ambiente para los demás? Eso me preocupaba.

—Si aplicamos lo que dices, entonces, ¿no deberíamos seguir con lo de ser "amigovios"?

Me mira como si le hubiera dicho que no volvería a dibujar en su vida.

—Bueeeno, igual son teorías, nada cierto. No todo lo que encuentras en internet es cierto. —Hace un ademan con su mano para que no le tome importancia.

—Si me gustara Andy no me importaría si el grupo se disuelve —esta vez las palabras salen de mi boca sin pensarlo.

Blanquea los ojos.

—Ya sé que tu tipo es Andy y que yo soy el otro, no te preocupes, me quedó claro hace muuucho.

¿Eso que percibo son celos? ¿De Andy? Quiero reírme, pero no sé si lo dice de verdad o si está bromeando.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, parece que él es más tu mejor amigo que yo —responde y luego, como si se diera cuenta de que en verdad confesó eso, su rostro se tiñe de carmesí—. Es una tontería, ¿verdad?

Vuelvo a tragar saliva.

—Fui con la psicóloga de la escuela y me dijo algo sobre las personas refugio —comento y frunce el ceño, aún no sabe qué es lo que trato de decir. Carraspeo—. Me dijo que hay personas a quienes acudimos cuando todo va mal o solo queremos ser oídos o un abrazo. Alguien donde podemos sentirnos en calma. Me preguntó si tenía una persona refugio.

—Que me digas que Andy es tu persona refugio no hará que me sienta mejor, ¿sabes?

—Le dije que tú lo eras.

Se queda perplejo.

—¿Ah?

—Tú eres mi persona refugio —confieso, sin apartarle la vista.

Oliver tarda unos segundos en digerir lo que estoy diciéndole, pero, después, una sonrisa que hace que contenga la respiración se dibuja en sus labios.

—Tú eres la mía también.

Probablemente esta vez sea más difícil forzarme a perder los sentimientos que tengo hacia él.

(...)

Me siento cansado. Sudo frío. Me duele la cabeza. Debí haber comido algo antes de nuestro segundo juego, pero sentía el estómago cerrado y sentía que si comía terminaría vomitándolo. Inspiro con fuerza y me detengo unos segundos en la cancha, estamos a mitad de un partido, pero no puedo ni dar otro paso porque presiento que voy a caerme.

—¿Estás bien?

Es David. Reconozco su voz y la preocupación en ella. Le sonrío como puedo a pesar de que no puedo verlo, pero supongo que mi expresión no es la mejor en este instante.

—Sí, lo estoy.

—Estás pálido, no te ves bien. —Coloca sus manos en mis hombros, sosteniéndome—. Deberías ir a la banca.

Eso me tensa. No, no puedo.

Aparto sus manos de mi cuerpo.

—Te juro que estoy bien.

Apenas doy un paso siento que el suelo se desvanece, dejo de oír al instante el ruido.


***

Arremángala, arrempújala sí, arremángala, arrempújala no 

JSJSJ Si son de México entenderán que este programa llamado "Se vale" ponía la canción "Arremángala, arrempújala" cuando pasaban accidentes graves. Pues eso JSJSJJS

HOLI LOS AMO

¿CÓMO ESTÁN?

Les dejo un videito de Youtube sobre la salud mental<33 

TQM, NOS LEEMOS PRONTITO


Continue Reading

You'll Also Like

1.3K 202 18
∆Spoiler alert ∆Escenas fuertes ∆Fem reader ∆Algunos personajes no son mios y otros solo para más drama Que pasaría si tu te embarazas de un chico q...
202 65 48
Jun lucha su batalla contra la Luna y contra si mismo. Elec lucha contra sus sentimientos por Jun y el supuesto odio que él le tiene. Diana lucha...
190K 32.2K 43
"Deseamos arreglar cosas rotas cuando nosotros somos los que necesitan arreglo". Owen Philips se siente desagradado de los animales desde que tiene u...
111K 8.1K 38
⌜ 🎬 𝐇𝐘𝐔𝐍𝐋𝐈𝐗: "Profesor Hwang, ¿Me podría dar tutorías? ~" » Historia original. » Hyunjin top ; Felix bottom. » Mención de otros ships. »...