βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

β€– π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
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β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈
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β€– π“π‘π€Μπˆπ‹π„π‘π’
━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ 𝐗𝐂: Estoy bien

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By Lucy_BF

N. de la A.os aconsejo escuchar la canción de multimedia mientras leéis el capítulo. Así os resultará más fácil ambientar las diversas escenas.

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─── CAPÍTULO XC──

ESTOY BIEN

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        EIVØR SE TRANSFORMABA CADA VEZ QUE COMBATÍA. Siempre que participaba en alguna contienda —por muy simple que esta fuera— un impulso visceral la embargaba de pies a cabeza, instándola a arrasar con todo a su paso. Cada vez que portaba una espada y un escudo la adrenalina corría anárquica por sus venas y una familiar emoción la acompañaba, vigorizándola. No cabía la menor duda de que había nacido para ello, para luchar. Y es que Björn no mentía cuando decía que era una valquiria caída del cielo, puesto que en el campo de batalla se convertía en una, como si las guerreras de Freyja se apoderaran de su cuerpo y combatiesen a través de ella.

La skjaldmö con la que estaba peleando en aquel preciso instante daba buena cuenta de ello, de lo increíblemente dura que era. Tan solo llevaban un par de minutos de enfrentamiento, pero Eivør ya había demostrado lo feroz que podía llegar a ser: lanzaba infinidad de estocadas que su contrincante lograba esquivar a duras penas y propinaba fuertes empellones con su broquel para así ganar más terreno. Su rostro, que exhibía un maquillaje tribal que la hacía lucir aún más intimidante, reflejaba a la perfección el frenesí que le generaba el simple hecho de empuñar un arma.

La guerrera contra la que combatía, que debía rondar la edad de Torvi, contraatacó con otro golpe de escudo que obligó a la morena a retroceder unos pasos. Eivør sonrió con perversa diversión y adquirió una posición defensiva, siendo imitada rápidamente por la otra mujer. Todos sus sentidos estaban alerta, centrados ya no solo en el pequeño duelo que las dos estaban protagonizando, sino también en lo que ocurría a su alrededor.

Aquel claro en el que —hacía apenas unas horas— ambos bandos se habían reunido para poder parlamentar era ahora un mar de cuerpos y espadas que chirriaban y colisionaban entre sí. El intento de diálogo entre los líderes de los dos ejércitos había sido un fracaso, lo que les había llevado a sumirse en aquel cruento enfrentamiento.

El primero de muchos.

Inquieta y ansiosa, la escudera que se había convertido en su nueva adversaria decidió tomar la iniciativa a la hora de rebasar la distancia que las separaba. Eivør dobló las rodillas de manera sutil y esperó al momento justo para poder fintar hacia su derecha, pérfida y traicionera. La espada de la otra mujer cortó el aire y se hundió en el suelo embarrado con un ruido sordo, haciéndola gruñir y brindándole a la más joven la oportunidad perfecta para atacar.

Haciendo uso de toda su fuerza, Eivør movió el brazo en el que sostenía su broquel y lo hizo impactar brutalmente contra el cuerpo de la skjaldmö, que aulló de dolor mientras soltaba su propio escudo. Sin darle un solo respiro, la morena aprovechó aquel instante de vulnerabilidad para poder propinarle una patada en el gemelo izquierdo que hizo que su oponente se tambaleara y bajase inevitablemente la guardia.

Tal y como le había aconsejado a Drasil la noche anterior, no mostró ningún tipo de piedad con aquella beligerante del bando contrario. No le sonaba su cara, aunque quién sabe... Tal vez habían coincidido en Inglaterra, en tanto el Gran Ejército batallaba en tierras sajonas para vengar la muerte de Ragnar Lothbrok. Pero ahora las cosas eran muy diferentes y en una guerra solo prevalecía la ley del más fuerte, de ahí que no hubiese lugar para contemplaciones. No cuando tu propio pellejo estaba en juego.

Eivør consiguió derribarla con otro golpe de broquel y, antes de que su rival pudiera hacer nada para evitarlo, clavó el filo de su espada en su costado derecho, allá donde el peto de cuero endurecido no la cubría. La mujer profirió un sonido agónico, justo antes de que varios estertores de sangre brotaran de su boca y se deslizasen por su barbilla. Y entonces, con la misma facilidad con la que había hundido el arma en su cuerpo, Eivør la extrajo con un hábil movimiento de muñeca, terminando de arrebatarle la vida.

La muchacha se tomó unos segundos para poder recuperar el aliento. Sus orbes pardos abandonaron la dantesca imagen que confería el cadáver de la escudera —que permanecía tirado en el suelo, sobre un escandaloso charco de sangre— y escrutaron rápidamente los alrededores, donde todo era caos y desolación.

Le resultó imposible no buscar con la mirada a una figura en particular, siendo esta la de su mejor amiga, a la que, gracias a los Æsir y a los Vanir, pudo vislumbrar a unos metros de distancia. Muy cerca de ella se encontraba Ubbe, quien, una vez más, estaba demostrando sus grandes dotes como guerrero, lo que le proporcionó algo de calma en medio de aquella virulencia emocional a la que se estaba viendo sometida.

Aunque eso no era lo único que la tranquilizaba —dentro de lo que cabía, claro está—, sino que el hecho de que Astrid no estuviera participando en la batalla también le había ayudado a quitarse un gran peso de encima.

Porque sí, apenas unos minutos antes de que la lucha comenzara, pudo ver cómo en las filas enemigas Harald forzaba a la que ahora era su esposa a subirse al carromato de Ivar. Y es que El Deshuesado había actuado tal y como Björn había predicho horas atrás, decretando que las huestes se dividieran: un pequeño grupo había ido con Hvitserk al bosque; otro, liderado por el propio Ivar, había retrocedido para, probablemente, defender sus navíos de un posible ataque, y el resto se había quedado en aquella explanada, comandados por Cabello Hermoso.

Justo lo que querían.

A esas alturas los sámis ya habrían sorprendido al grupo del bosque, emboscándoles para mermar sus fuerzas. Cosa que ya había sucedido con el tercio liderado por Harald, quienes no esperaban que un número considerable de skjaldmö —encabezadas por Lagertha— surgiera de la nada y les cortase la retirada en plena batalla, consiguiendo rodearlos y cercarlos como a animales.

Una estrategia digna de Ivar, sin duda.

El caso es que parecía que sus cánticos habían surtido efecto, llegando a oídos de Freyja y sus valquirias, dado que los dioses los estaban amparando en aquella primera contienda. Al menos de momento. Fuera como fuese, Eivør se alegraba de que Astrid no se encontrara en el campo de batalla, luchando contra su propia gente.

Estaba... Ni ella misma sabía cómo se sentía en todo lo referente a su amiga, puesto que le había descolocado —y decepcionado— enormemente que la propia Astrid optara por quedarse con Harald en vez de regresar con ellas. Había preferido mantenerse al lado del hombre que la había secuestrado y obligado a casarse con él antes que volver con su familia. Y eso le había dolido demasiado, como si la hubiesen apuñalado directo en el corazón.

No obstante y por más contradictorio que aquello pudiese sonar, una parte de ella seguía teniendo esperanza. Una vocecita en su cabeza no paraba de repetirle que aquello tan solo era una tapadera por parte de Astrid para protegerlas y evitar que las cosas se complicaran aún más. Aunque ahora había surgido un nuevo interrogante: ¿por qué el gobernante de Vestfold le había impedido pelear? Aquel detalle se le había antojado sumamente extraño, además de sospechoso.

Un gruñido acaparó irremediablemente la atención de Eivør, que giró sobre sus talones en un acto reflejo. Sus ojos se entrecerraron al avistar una figura que destacaba sobre las demás, ya no solo por su forma de luchar, sino por su aspecto físico. Y es que sus ropas distaban mucho de las armaduras y protectores que solían emplearse en Noruega. 

La joven no necesitó que se diera la vuelta para reconocerlo, para saber de quién se trataba. Lo había visto el día anterior, cuando ambos ejércitos se encontraron frente a frente en la llanura por primera vez, antes de acordar la celebración del concilio en el que se debatirían otras posibles soluciones.

Era el obispo cristiano al que había disparado en York.

Por lo visto, según les había contado Hvitserk durante su permanencia como rehén en el campamento, Ivar lo había capturado y se lo había traído a Escandinavia para que luchara en sus filas. Una gran ventaja teniendo en cuenta lo buen guerrero que era y lo mucho que le gustaba matar paganos.

Fue entonces cuando las miradas de ambos se encontraron.

Como si una fuerza superior lo empujara a ello, el inglés se volteó y clavó sus iris azules en ella, que sonrió con malicia al recordar cómo había conseguido herirle en territorio sajón. Y esa sonrisa no hizo más que ensancharse cuando el hombre pareció reconocerla, lo que le llevó a endurecer su regia expresión.

Movida por un irrefrenable impulso, Eivør echó a andar hacia él con paso firme y decidido. Despachó rápidamente al guerrero que se interpuso en su camino, desarmándole con un par de estocadas y cercenándole la cabeza con un golpe de barrido, y volvió a sonreír cuando se detuvo frente al obispo. Este la escudriñaba con seriedad, aunque la morena podía atisbar el fuego de la ira latiendo en sus ojos.

Seguía resentido, por lo visto.

De haber estado más cerca y si su maldito caballo no se hubiese movido tanto, lo habría matado con aquel disparo. Pero ahora podía enmendar su error.

Sin romper el contacto visual los dos comenzaron a andar en círculos, acechándose mutuamente. Mantenían sus armas alzadas y sus piernas ligeramente flexionadas, listos para pasar a la acción en cualquier momento. Sus semblantes permanecían salpicados de la sangre de sus oponentes y sus miradas transmitían la misma fiereza y determinación.

En cierto momento el cristiano pronunció una serie de palabras que Eivør no logró entender, aunque poco le importaba lo que hubiese dicho. Probablemente alguno de sus patéticos e inútiles rezos para que su dios velase por él. Cosa que, a su parecer, solo lo hacía aún más iluso. ¿En serio creía que ese dios sin rostro al que tanto veneraba iba a poder protegerlo en tierras de Odín, Thor y Tyr?

Idiota.

—¿Piensas hacer algo más que rezongar como una vieja? —soltó ella, burlona. Algo le decía que el hombre sí sabía algo de nórdico—. Porque a este paso me vas a matar... Pero del aburrimiento —continuó mofándose. La media sonrisa que se formó en los labios del sajón confirmó sus sospechas—. ¿Cómo va tu brazo, por cierto? —Aquella última pulla, en cambio, no pareció hacerle tanta gracia. Eivør rio ante sus propios dichos, pero el cristiano retornó a una expresión seria que no auguraba nada bueno.

Y fue ahí, en pleno campo de batalla, rodeados de cuerpos inertes y de hombres y mujeres que luchaban por sus vidas, que el obispo inglés avanzó a grandes zancadas hacia ella, dispuesto a saldar la cuenta que tenían pendiente. Eivør, por su parte, lo recibió con una sonrisa taimada y un destello de su espada.

Aquello iba a ser divertido.

Por mucho que le repateara, debía admitir que el sajón era muy buen guerrero, de los mejores que había visto. Su manejo con las armas, especialmente con la espada, era excelente. Por no mencionar lo hábil y rápido que era a la hora de atacar y contraatacar. Con él había que tener cientos de ojos y todos los sentidos activados, dado que hasta el más mínimo descuido podía costarse la vida.

Eivør tenía sentimientos encontrados: por un lado, le agradaba haberse topado con tan digno oponente, pero, por el otro... Por el otro le irritaba a más no poder el hecho de que aquel maldito cristiano se le estuviese resistiendo tanto. Sus triquiñuelas y estrategias de despiste no parecían ser tan efectivas con el hombre, que era paciente y perseverante. No sabía en cuántas batallas había participado, pero era evidente que el obispo contaba con una enorme experiencia en el ámbito bélico, de ahí que fuese tan complicado de aniquilar.

Sumidos en aquel baile macabro donde atacaban, se defendían y volvían a atacar, el inglés lazó un mandoble al aire que obligó a la muchacha a retroceder varios pasos. Esta, sin despegarse de su escudo, que, a pesar de aletargar sus movimientos, le permitía contrarrestar las brutales acometidas del obispo, le enseñó los dientes en una mueca feroz, para posteriormente impulsarse sobre las puntas de sus pies y correr de nuevo hacia él.

Con su broquel en alto, Eivør embistió al sajón y fintó hacia su izquierda con la intención de ayudarse del impulso para propinarle una estocada lateral. Dicha estrategia la había empleado en múltiples ocasiones, siendo una especie de firma personal, y todas ellas habían surtido el efecto deseado... Aunque con el guerrero cristiano no parecía ser el caso.

Este, que ya había empezado a comprender su modus operandi, la sorprendió a medio camino de su quiebro con un fuerte golpe que casi la hizo perder el conocimiento. La empuñadura de su espada impactó contra el semblante de Eivør, concretamente contra su boca, haciéndola trastabillar. La morena reculó de manera instintiva, dejando caer su escudo en el proceso. No obstante y a pesar del intenso dolor que se había extendido por gran parte de su faz, mantuvo su espada en ristre, apuntando con ella al obispo.

Una vez establecida una distancia prudencial con él, Eivør se tomó unos segundos para poder llevarse la mano que tenía libre a los labios. El ardor que sentía era tan fuerte que estaba empezando a insensibilizar su boca. Al ver que las yemas de sus dedos se habían teñido de rojo, la muchacha escupió al suelo y siseó. No había rastro de dientes rotos, lo que era buena señal.

—Maldito hijo de perra... —farfulló Eivør, volviendo la vista al frente. La expresión que se había adueñado de la atractiva fisonomía de su adversario, porque debía reconocer que era bastante apuesto, le dejó claro que estaba disfrutando enormemente de aquella pequeña victoria—. Te borraré esa estúpida sonrisa a puñetazos —imprecó con ojos chispeantes.

El soldado inglés se golpeó el pecho y gritó algo en su lengua, eufórico. La adrenalina generada por el duelo recorría cada fibra de su ser, embriagándolo de un éxtasis que Eivør conocía muy bien. La escudera, por su parte, no tardó en suponer que se trataba de una provocación, de una invitación a que volviera a acercarse a él... Si es que se atrevía, por supuesto. Y aquello, como cabía esperar, solo sirvió para enfurecerla aún más.

Aprovechando que ya no tenía broquel y que, por tanto, iba a poder ser mucho más rápida y ágil en sus movimientos, Eivør se dejó dominar por aquella furia catastrófica que ya burbujeaba en su interior. Así pues, en un abrir y cerrar de ojos desenfundó su preciada hacha y, antes de que el sajón pudiera reaccionar, se la arrojó con toda la fuerza que fue capaz de reunir.

El filo del arma cortó el aire y, durante el trayecto, emitió un enervante silbido que hizo que el tiempo se detuviera. Poco después aquel silbido se convirtió en una especie de chasquido grotesco cuando el hacha se hundió por encima del pectoral izquierdo del hombre, horadando su armadura de cuero.

El obispo dejó escapar una exclamación de sorpresa, que terminó en un sonido ahogado cuando fue plenamente consciente de lo que había ocurrido. Con la respiración entrecortada y los ojos desorbitados bajó la mirada, reparando en la pequeña hacha que sobresalía de su torso y que había estado muy cerca de rozar su corazón.

Eivør esbozó una sonrisa cínica. Sabía que el filo del hacha no había llegado a clavarse lo suficiente en la carne, pero la satisfacción que la embargó apenas vio que había dado en el blanco se sobrepuso a todo lo demás.

Demostrando una vez más la pasta de la que estaba hecho, el cristiano se extrajo él mismo el arma. Procuró no soltar ni un solo quejido en el proceso, consciente de que eso era precisamente lo que quería la joven pagana, y se encomendó a su deidad para que le diera fuerzas. Acto seguido, comprimió la mandíbula y respiró pesadamente en tanto aferraba el mango del hacha y tiraba de él con brío, todo ello mientras Eivør, cuya boca, barbilla y cuello estaban ensangrentados, gozaba viéndole sufrir. Estaba mareada y el campo de visión le bailaba, como cuando se propasaba con la cerveza y el hidromiel, pero aquello no le impidió soltar una risita jactanciosa.

El guerrero la apuntó de forma amenazante con su propia hacha, como si le estuviera advirtiendo que se las iba a pagar. Tenía la cara congestionada —tanto por la rabia como por el dolor que estaba sintiendo— y cubierta por una gruesa capa de sudor. Sus dedos robustos ejercieron más presión en la empuñadura del arma y, entonces, forzó a sus entumecidas piernas a que se pusieran en movimiento para poder acortar la distancia que los separaba y acabar con ella de una vez por todas.

O al menos esas eran sus intenciones.

El obispo apenas había dado un par de pasos cuando una de las skjaldmö de Lagertha —y, por tanto, compañera de Eivør— pasó por detrás de él, golpeándole en la cabeza con su escudo. Los ojos del inglés se abrieron de par en par, fijos en la que se había convertido en su más dura rival. Apenas un instante después, sus extremidades inferiores fallaron; cayó sobre sus propias rodillas y finalmente se desplomó sobre el suelo embarrado.

Eivør también se tambaleó, presa de su propio malestar. Quiso aproximarse a él para rematarlo, pero no le quedó más remedio que hacer acopio de las energías que le quedaban cuando un nuevo contrincante se le acercó por el costado derecho.

El sajón tendría que esperar.

Eivør estaba dolorida y exhausta.

Tan solo cuando un colérico Harald ordenó la retirada inmediata, urgiendo a sus guerreros y escuderas a que abandonaran la lucha y corriesen por sus vidas, la joven se permitió tomar un respiro. Sus temblorosas piernas cedieron ante el cansancio y ella acabó sentada sobre el húmedo pasto, con el rostro y gran parte de su peto ensangrentados y llenos de sudor y barro. La boca le dolía bastante, pero le tranquilizaba saber que no tenía nada roto. Como mucho tendría el labio partido e hinchado, aunque debía admitir que la hemorragia había sido de lo más aparatosa. Y todo por culpa de ese maldito obispo.

No había tenido la oportunidad de asestarle el golpe de gracia, pero esperaba que otro lo hubiese hecho en su lugar. O que el garrotazo en la cabeza hubiese terminado de enviarle con su dios. Ambas opciones le parecían igual de satisfactorias.

Gruñó cuando se llevó su mano hábil a la boca, queriendo cotejar el estado del golpe, y volvió a escupir el cúmulo de sangre que ya empezaba a producirle arcadas. Detectó un corte algo profundo en su labio inferior, además de varias llagas dentro de su boca ocasionadas por sus propios dientes.

Suspiró y cerró momentáneamente los ojos. El corazón aún le latía con fuerza bajo las costillas, impulsado por la adrenalina y la tensión del combate.

Le había resultado imposible no pelear con las palabras del adivino rondando por su mente, aquellas que habían sellado su destino. El profeta le había hecho saber meses atrás que su vida culminaría en el campo de batalla, aunque no había especificado cuándo ni en qué circunstancias. De ahí que su predicción no hubiese dejado de hacer eco dentro de su cabeza cada vez que un nuevo oponente le salía al paso. Aunque, quitando el incidente con el cristiano, había salido ilesa de la contienda. Era cierto que aquello podía cambiar en futuros enfrentamientos, pero, por el momento, parecía que los Æsir y los Vanir estaban de su parte... Y de su bando en general. No en vano habían ganado aquella primera batalla, alzándose con la victoria tras la inminente orden de retirada del gobernante de Vestfold.

—¿¿Eivør?? —Aquella voz que ella tan bien conocía hizo que abriera los ojos de nuevo, todavía algo aturdida—. ¡Eivør!

Drasil avanzó hacia ella con premura, sorteando la infinidad de cadáveres que había en el suelo. Dejó caer su espada y su escudo y se arrodilló frente a la morena, que la observaba en silencio, con las piernas flexionadas y los codos apoyados en sus rodillas.

—Por todos los dioses, Eiv... Estás herida —articuló la hija de La Imbatible, que no pudo evitar alarmarse al vislumbrar la sangre en el semblante y la ropa de su mejor amiga—. Déjame ver. —Acunó el rostro de la mayor para examinar mejor la causa de la hemorragia.

—Estoy bien. Parece más de lo que es —solventó Eivør, restándole importancia al asunto—. Aunque duele como mil demonios. —Hasta ese preciso instante no se había percatado de que la venda que cubría su mano izquierda, ocultando el tajo que se hizo días atrás mientras afilaba su hacha, había vuelto a teñirse de rojo.

Drasil soltó todo el aire que había estado conteniendo, confirmando lo dicho por su compañera. No tenía más heridas y la sangre parecía proceder del corte en su labio inferior, lo que le supuso un gran alivio. Aunque no se iba a librar de una visita a la sanadora.

—No hace falta que lo jures. Estás horrible —bromeó la castaña en un improvisado tono jocoso. Por un momento había temido lo peor.

Eivør arqueó una ceja.

—Pues anda que tú —respondió, siguiéndole el juego.

Ambas carcajearon, aunque las risas de la mayor no demoraron en transformarse en siseos y maldiciones cuando sus heridas se resintieron debido al movimiento de sus labios. Drasil, que no tenía más que un par de cortes superficiales en las mejillas, le frotó la pierna derecha con suavidad.

—Ven, anda. Que te ayudo. —La más joven se puso en pie y ayudó a Eivør a incorporarse—. Aunque digas que no es nada, tiene que revisarte una læknir —sentenció. Su tono no admitía réplica.

Eivør se abstuvo de llevarle la contraria, sabedora de que aquello era innegociable. El cielo se había llenado de nubes grises que auguraban tormenta y una densa neblina estaba empezando a apoderarse de la llanura.

—¿Los demás están bien? —consultó la morena.

Para su alivio, Drasil realizó un movimiento afirmativo con la cabeza.

—He visto a mi madre junto a Torvi y otras escuderas, y Ubbe ha ido a ver cómo están Björn y Halfdan —explicó la hija de La Imbatible—. A Lagertha me la encontré antes de dar contigo.

Eivør asintió.

Luego de recoger sus armas del suelo, las dos echaron a andar por aquella explanada que, más que un campo de batalla, ahora parecía un cementerio. Numerosos cuerpos —tanto de un bando como del otro— yacían sobre el pasto, donde el verde de la hierba se mezclaba con el carmesí de la sangre.

Habían triunfado en aquella primera contienda, sí. Pero eso no significaba que la guerra hubiese terminado.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Bueno, hay varias cosillas que me gustaría comentar en esta nota de autora. En primer lugar, como habréis podido comprobar, he quitado el mínimo de votos para desbloquear la siguiente actualización. Esto es porque ni siquiera con el mínimo consigo que la gente le dé a la estrellita. De hecho, el anterior capítulo se ha quedado a tan solo dos votos y no ha habido manera de hacerle llegar a 40, que es el número que he estado pidiendo en todos los caps. desde que empecé a aplicar esta dinámica. Pero bueno, qué se le va a hacer. Me han aconsejado no volver a actualizar hasta que el capítulo anterior llegue al mínimo, pero aquí estamos xd

El caso es que ya no va a haber mínimo de votos, de modo que haced lo que queráis. Leed sin votar, sin comentar, sin ofrecer el más mínimo apoyo o feedback... Que yo seguiré actualizando única y exclusivamente por todos aquellos que siguen ahí, al pie del cañón. Porque no miento cuando digo que su apoyo incondicional es lo que me mantiene en esta plataforma =')

Por eso he estado más de un mes sin subir nuevo capítulo. Llegó un momento en el que el desánimo y la frustración eran tales que lo último que me apetecía era actualizar, de ahí que me haya tomado este pequeño descanso de Yggdrasil. Y debo decir que me ha venido bien estar estas últimas semanas en stand-by, porque ha habido días en los que el síndrome del impostor no me dejaba tranquila... Hasta el punto de llegar a plantearme si realmente es buena idea hacer un segundo libro =/

Pero bueno, son malas rachas que acabarán pasando (o eso espero). El caso es que volvemos a las andadas con la primera batalla de la guerra civil. Os recuerdo que, en la serie, el conflicto entre Vestfold y Kattegat consta de dos grandes batallotes. Esta ha sido la primera, que nos ha servido para ir calentando motores, jeje. La última será la que conste de tres caps. (los que me sigáis recordaréis que hice una pequeña consulta en mi tablón), porque en ella pasan muchísimas cosas y ya llevo 10.000 palabras *o*

Además, también he aprovechado esta primera pelea para jugar un poco con el personaje de Eivør y el drama que ha generado la predicción del adivino *sorry not sorry*. Creo que no ha sido de mis mejores capítulos de acción, pero espero que haya servido para crispar un poco vuestros nervios x'D

Otro detalle destacable es que el obispo Heahmund ha vuelto a entrar en acción. Ya os adelanto que va a tener un papel medianamente importante, sobre todo de cara al segundo libro. Mi intención inicial era que fuese un personaje secundario sin más, pero he estado haciendo cambios y mejoras en ciertas partes de la trama y se vienen cosas muy, pero que muy jugosas. De modo que estad atentos a sus próximas apariciones (͡° ͜ʖ ͡°)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. y que hayáis disfrutado de la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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