Dareph

By LyH25267

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Celesty, un mundo oculto entre las montañas, gobernada por un rey cobarde. Protegida por los escudos de la pr... More

Dedicatoria.
Capítulo 1.-
Capítulo 2.-
Capítulo 3.-
Capítulo 4.-
Capítulo 5.-
Capítulo 6.-
Capítulo 7.-
Capítulo 8.-
Capítulo 9.-
Capítulo 10.-
Capítulo 12.-
Capítulo 13.-
Capítulo 14.-
Capítulo 15.-
Capítulo 16.-
Capítulo 17.-
Capítulo 18.-
Capítulo 19.-
Capítulo 20.-
Capítulo 21.-
Capítulo 22.-
Capítulo 23.-
Capítulo 24.-
Capítulo 25.-
Capítulo 26.-
Capítulo 27.-
Capítulo 28.-
Capítulo 29.-
Capítulo 30.-
Capítulo 31.-
Capítulo 32.-
Capítulo 33.-
Capítulo 34.
Capítulo 35.-
Capítulo 36.-
Capítulo 37.-
Capítulo 38.-
Capítulo 39.-
Capítulo 40.-
Capítulo 41.-
Capítulo 42.-
Capítulo 43.-
Capítulo 44.-
Capítulo 45.-
Capítulo 46.-
Capítulo 47.-
Capítulo 48.-
Capítulo 49.-
Capítulo 50.-
Capítulo 51.-
Capítulo 52.-
Capítulo 53.-
Capítulo 54.-
Capítulo 55.-
Capítulo 56.-
Capítulo 57.-
Capítulo 58.-
Epílogo.

Capítulo 11.-

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By LyH25267

Dos días después...

—¿En serio tenemos que ir a ese lugar? —preguntó Daren por quinta vez, que Seph sintió un poco de desesperación al escucharlo.

—Joder... —Soltó negando con la cabeza.

—Eso mismo digo yo, joder —estuvo de acuerdo Daren, quién dirigió su vista al objeto extraño que tenía en la mano, era algo muy valioso para ellos que tenía entendido que no debía perderlo, sin embargo, empezó a jugar con él, lo lanzó un par de veces al aire y justo antes de que cayera, lo atrapó.

Aunque la última vez, apenas y pudo alcanzarlo.

Se trataba de una pequeña esfera, la cual brillaba de manera tenue, tenía un color no tan llamativo, como las estrellas. Era una clase de escudo, capaz de activarse al toque de la oscuridad.

No habían podido encontrar a Yue por la mañana así que, tuvieron que improvisar, por no decir que robaron.

Seph entró a la sala en la que la chica trabajaba, en la que tenía prohibido entrar, con la esperanza de encontrar a Yue ahí, pero lo único que pudo ver fueron pergaminos antiguos e investigaciones sobre las protecciones de Celesty.

Había uno en particular que lo hizo tardar más de lo debido y era de que hablaba sobre una princesa, una princesa de luna, lo que lo hizo fruncir el ceño.

Con pasos cautelosos avanzó, pasando las manos sobre las estanterías, curioso por lo que estuviera escondido en los libros viejos, los cuales parecían recuperados de la antigua biblioteca.

Las estanterías se extendían por la pared, dónde no había ni un lugar vacío.

Seph esperaba que nadie lo descubriera husmeando en ese lugar, tenía que confiar en su mejor amigo quién vigilaba.

Seph observó las esferas que se encontraban en el rincón, en uno de esos escritorios de madera, había un máximo de diez de ellas esparcidas por todo el lugar. Las reconocía porque cuando era un querubín llegó a usar una, así que sin dudarlo más tomó la más cercana y salió de ahí.

Un escudo mágico tenía entendido que era, el cual se usaba cuando la chica de la luna no estaba presente, una protección que si se llegase a romper se iba a esparcir la maldad o lo que sea que estuviera dentro de ella.

—Dame eso —Seph le quitó el escudo a Daren después de regañarlo. —Nos vas a dejar sin protección y entonces sí, estaremos jodidos —guardó la esfera en una de esas bolsas de cuero que solían llevar por sí necesitaban llevar algo. —Relájate, Daren —lo intentó tranquilizar, dándole un par de palmaditas en la espalda. —Ni siquiera hemos llegado y ya estás de mal humor.

Daren pasó una mano por su rostro.

No era por la misión por la que estaba así, sino que la noche en la que encontró a Irina pensó que todo saldría como lo había planeado, pero no fue así. No pudo ni siquiera dormir.

—No, Daren —le dijo ella con un nudo en la garganta. —Las cosas no siempre van a salir como tú quieres. No está vez. Lo nuestro... se acabó, solo fue una aventura nada más —. Y después de decirle eso, se alejó de él para encontrarse con Akhiel en el pasillo, quién la había estado buscando con desespero después de que ella desapareciera de manera sorpresiva.

Daren quería ir tras ella, pedirle más explicaciones que tan solo esas palabras cargadas de dolor, uno que se negaba a sentir. Pero apenas si pudo coger aire y mirarla irse, quedándose justo en el lugar, con ambas manos en puño a los costados de su cuerpo, mientras negaba y miraba el cielo como sí este mismo pudiera darle consuelo.

Antes de salir del palacio, Seph y Daren habían sido convocados en el antiguo salón, dónde solían entrenar cuando los demás guerreros se encontraban luchando contra los espectros o hacían cualquier cosa, menos misiones importantes.

En medio de la estancia, dos miembros del consejo los esperaban, Yael y Aster.

Ese último, un ángel muy poco conocido en Celesty, el cual no hacía mucho acto de presencia por los alrededores del palacio, ya que se decía que debía vigilar el mundo de los humanos. Siendo un ser bastante sigiloso para que así las criaturas de la noche no lo descubrieran, además de mantener un bajo perfil ante los mortales.

Todo en él un misterioso enigma.

Nadie ni siquiera los miembros del consejo conocían su lugar de origen, aunque la mayoría de los ángeles podía afirmar que se trataba de un ser que no pertenecía al Cielo por su llegada extraña e inesperada. Incluso había rumores de que algo muy terrible estaba a punto de comenzar.

Todo eso sucedió, cuando una noche de eclipse lunar, uno muy poderoso, los espectros salieron de su escondite, de Yukhal para poder conquistar el mundo celestial, pero el escuadrón y algunos miembros del consejo pudieron retenerlos, mantenerlos bajo control, no fue hasta que algo terrible sucedió.

La oscuridad absorbió poder de alguna parte del mundo y toda esa maldad se esparció por todo el lugar, muchos guerreros cayeron bajo los encantos de esa crueldad, pero todo cambió cuando Aster apareció.

La escena ante él era catastrófica, sin mencionar que al ver a un grupo de niños ángeles luchando contra los espectros se le encogió el corazón. Tal vez, en el pasado, él hubiese hecho lo mismo sí hubiese visto como asesinaban a sus padres, así que entendía muy bien esa masacre.

O al menos, eso es lo que le hicieron creer.

Y sin pensarlo dos veces, con un simple chasquido pulverizó al enemigo, algo que causó terror en los habitantes de Celesty.

¿Cómo alguien como él había podido terminar con más de diez espectros a la vez?

¿Quién era él?

¿Cómo es que un mundo como Celesty había sido salvado por un desconocido que apareció de la nada?

Un ángel con una visión extraordinaria, capaz de ver más allá que el simple hilo de la vida.

Con el don peculiar de ver las almas de esas personas que dejaron el mundo terrenal, aquellas que no pudieron encontrar la paz, siendo así el ángel de la muerte, sin embargo, al ser un poder peligroso no todo lo que sus ojos veían tenía buenas intenciones, ya que también existían entidades que no se sabía de dónde venían, no eran como las que ya conocía.

Los espíritus que había conocido a lo largo de su vida como guardián, eran seres que se dejaron llevar por sus pecados, los cuales lo llevaron a la perdición. Estos podrían anhelar volver a renacer, seguir viendo a sus seres queridos, pero no harían más que solo mover los objetos y cuidar de ellos. Ni siquiera serían capaces de ayudar a nadie sí lo quisieran.

En cambió, las entidades toman posesión de lo que no les pertenecía.

Poniendo en peligro la vida y el ya conocido limbo.

Esa dimensión, el lugar temporal en la que yace cada alma, cada una de esas que repiten una y otra vez sus recuerdos. Una condena que los torturaba a tal grado que se volvían esclavos del tiempo eterno.

El silencio en el salón se hizo sentir con una inquietud extraña, Daren y Seph se encontraban recargados cerca de las repisas, mientras que Aster y Yael hablaban en voz baja.

—Hace días... —comenzó Aster con seriedad al dirigirse a ellos, mostrando un ligero destello en sus ojos color ámbar. —Dos espectros fueron vistos en el mundo de los mortales, deben ir y sacarlos antes de que arruinan la paz de ese lugar —miró a Seph y luego a Daren. —Sáquenlos a patadas si es necesario, saben que los humanos nos piden a gritos nuestra ayuda. —Terminó con una postura orgullosa y sobresaliente.

—Y como somos muy bondadosos vamos a ayudarlos a sacar la basura, ¿no quieren que también les lleve una bolsa de café? Digo, no les vaya hacer falta —Se burló Daren.

A pesar de todo lo sucedido con Irina no iba a dejar que esa parte encantadora de él se fuera con ella.

Podría llevarse todo sí quisiera, pero no su arrogancia y valentía.

Nunca se había dejado quebrar por nadie ni siquiera lo hizo el día en que supo que su padre lo abandonó y no iba a empezar ahora.

Podría tener el corazón roto, pero su mente y alma de guerrero eran más fuertes que ese sentimiento llamado amor.

Ahora más que nunca entendía aquella frase que alguna vez escuchó por los alrededores del palacio, la cual decía así: Nunca le entregues todo a una persona, ya que puede llegar a destruirte de tal manera que serás incapaz de luchar y eso solo sería el inicio de tu derrota. Te convertirás en fragmentos de lo que alguna vez fuiste.

—No estaría mal... —estuvo de acuerdo Seph. —No olvides llevar pan.

—No estás ayudando, Seph —masculló Daren.

—Oh..., siempre es un placer ayudarte en estas cosas, amigo mío —respondió Seph, quién intentaba no soltar una carcajada al ver su rostro, sin embargo, pasó a la seriedad cuando escuchó a Yael aclararse la garganta.

—Esto es importante —dijo Yael mirando al castaño y luego a Seph, ambos lo miraron con cierto fastidio.

A pesar de todo sabía que Yael no le iba a dar ese típico sermón que Zadkiel solía decirles cuando estaba harto de darles indicaciones, aunque su comandante no era un ángel muy paciente.

—Todo debe salir perfecto, Daren —les decía. —Si no esto podría darle ventaja a nuestro enemigo para destruirnos, así que te sugiero que pongas atención, no voy a volver a repetirlo.

Y no tardaba en darles de nuevo indicaciones sobre la misión que debían realizar.

Daren rodó los ojos de manera disimulada.

Conocía muy bien sus responsabilidades como guerrero, al igual que la importancia de cada una de sus misiones para que alguien más le dijera qué hacer.

—No estoy seguro, pero quizá tengan un poco de ayuda —siguió Aster sin quitar la seriedad en su voz. —Los miembros del consejo no estaban muy de acuerdo con ello, pero... Los espectros han estado cambiando constantemente y por eso es que deben de estar muy bien preparados, además que tu —Aster miró a Seph con desprecio, este desvió la mirada incómodo. Aster había escuchado hablar sobre la lealtad, sin embargo, nunca imaginó que se vería así: un par de ángeles guerreros que no tenían ni una clase de poder, más humanos que divinidad. —Amigo... —Algo en el tono de su voz hizo a Daren cambiar su expresión, dejó de jugar con la daga que tomó de la repisa. Era su arma favorita, muy diferente a la que la chica de la luna poseía.

En su empuñadura el oro brillaba de manera extraordinaria al estar mezclado con otra clase de material, el cual le daba un toque místico, cosa que no era. La tenía lista para ser lanzada a la primera persona que lo hiciera molestar y el chico eclipse, como él lo llamaba en ocasiones, se estaba ganando ese primer lugar.

—Cuando lo dices así... —lo interrumpió Daren, mirando el escudo que yacía en la daga —Lo haces sonar... ¿Cómo decirlo? —se quedó pensando un momento. Miró a Seph y luego a Aster con molestia. —Ah, sí... Cómo un pecado, un delito. Algo así como un crimen que alguien tenga un amigo, un compañero de batalla —con un hábil movimiento hizo girar la daga y la atrapó justo a tiempo antes de colocarla en su cinturón, el cual adornaba su cadera. —Los miembros del consejo deberían considerar la idea de a quién deja al mando, no querrán que desaparezca.

—¿Amenazas a un miembro del consejo, Daren? —La pregunta de Aster no lo tomó por sorpresa. Pero había verdad en ello. Daren se defendía siempre, sin importar quién o qué.

—Tú no perteneces al consejo, Aster —espetó el castaño sus palabras hicieron que Aster lo mirase con un poco de indignación e incredulidad. —Que vengas aquí a dar órdenes no te hace parte de ellos. Deberías bajarte de ese pedestal, porque te aseguró que el golpe que viene después puede ser doloroso. Todos tenemos un lugar aquí, y el tuyo claramente no está en el consejo. —Le aclaró, sin ápice de vergüenza o titubeo.

—Daren... —Seph no pudo evitar el asombro, sus ojos estaban abiertos de par en par.

—Puede ser que no forme parte del consejo, pero sí tengo el poder de humillarte. Así que, deja este juego tonto de quien es el mejor porque vas a salir perdiendo, después de todo. ¿Un soldado es mejor que alguien del consejo? Realmente no lo creo —Aster sonrió victorioso al ver la cara de enfado de Daren, este no dudó ni un segundo en ir contra él, pero justo cuando su puño iba a su rostro, Seph apareció. Lo tomó del brazo para alejarlo de Aster, así mismo, colocarse frente a él. Haciéndole volver a tener conciencia de lo que estaba a punto de ocurrir. Siendo la voz de su conciencia siempre.

—Seph, quítate de en medio. Por mucho que me guste tu rostro, será mejor que no te metas. —Le ordenó Daren mirando a su mejor amigo, el cual ahora estaba con los brazos cruzados, apretados contra su pecho de sobremanera.

—Hasta que dejes de comportarte como un idiota, entonces quizá lo considere —musitó.

—Deja de llamar idiota a quien intenta defender su honor. —Respondió, con el mismo tono.

—¿Honor? —Aster soltó con una risita burlona al escuchar la última palabra. —¿Qué vas a saber tú de eso? Cuando eres hijo de un traidor y un espectro. No hables de honor cuando no tienes idea de quiénes eran tus padres —Daren e incluso Yael se le quedaron viendo como sí se hubiese vuelto loco, estaba cavando bien profunda su tumba.

—No hables de ellos como sí los conocieras —espetó Daren —Mi padre no era un traidor y, aunque no sé nada de mi madre te puedo asegurar que no era una criatura de la noche. Mi origen no me define, lo hacen mis acciones. Y si eso incluye romperte la cara, lo haré. —Daren hizo el brusco ademán de acercarse a Aster, pero Seph lo detuvo de nuevo, sopesando la fuerza.

—No cometas una estupidez, Daren... —le dijo Seph con una voz baja para que nadie más pudiera escucharlo.

—Y claro, este chico —Aster señaló a Seph, este lo miró por encima de su hombro frunciendo el ceño. —Un ángel cuya oscuridad le rodea. No entiendo cómo es que se le puede permitir estar aquí cuando es un completo peligro. Deberían desterrarlo, así como lo han hecho con muchos. Es una presa fácil para esos malditos de allá afuera. —La conversación sin duda le estaba aburriendo; típico de un ángel espiritual siempre teniendo un as bajo la manga.

Seph estaba sorprendido.

¿Cómo se atrevía a decir eso? ¿Acaso no sabía lo que eso significaba?

Dejar el mundo al que perteneces solo por el capricho de un ángel superior que ni siquiera había nacido en Celesty. Definitivamente que las ideas mundanas le estaban afectando gravemente la cabeza.

Y ni hablar del infierno que le esperaría a Seph en el exilio, incluso para el rey sería una decisión muy precipitada.

Tener que despojarse de su divinidad, luchar contra la oscuridad, tratar de buscar un refugio para que las criaturas de la noche no trataran de corromper su alma.

—Estoy tratando de defenderte, joder —. La voz de Daren lo hizo mirarlo.

—No necesito que me defiendas, Daren —Seph se olvidó de la presencia de Aster y de Yael. —No soy un niño, puedo hacerlo solo, pero este es el momento ni el lugar para eso —Daren no sabía que le hacía molestar, sí la actitud de Seph o el hecho de que Aster parecía estar disfrutando la escena.

—Es el lugar perfecto para partirle la cara a ese imbécil —Daren señaló con la cabeza a Aster, algo molesto. —¡Quítate, con un carajo! —Seph se pudo firme ante aquella orden, no se movió, solo se limitó a mirarlo y a desafiarlo con la mirada. Sí era necesario le iba soltar un golpe, aunque eso tuviera que implicar otro castigo.

—Chicos... —La voz de Yael los hizo girar de manera automática. —Será mejor que se vayan, ahora —La seriedad del miembro del consejo hizo a Seph asentir un poco con la cabeza antes de tomar del brazo a Daren y llevarlo hasta la salida. Tirando de él con fuerza.

Aun en la lejanía, Seph pudo escucharlos hablar.

—Nadie habla de los padres de Daren. No debiste mencionar al ex líder del consejo —Seph se preguntó sí Daren había escuchado, iba a preguntarle, pero al ver su cara malhumorada lo pensó mejor y simplemente calló sus pensamientos. 

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