Esclava del Pecado

By belenabigail_

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Entregarse a un hombre como Alexandro jamás había sido tan divertido como también peligroso. Un trato, noches... More

Prólogo
Personajes
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Advertencia
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AVISO
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EXTRA (Dulce Kat)
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033 (Parte 1)
033 (Parte 2)
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By belenabigail_


Dalila POV'S


Alexandro me ayuda a sentarme correctamente sobre la cama, y cuando intento alcanzar mis bragas sobre la mesa de noche él niega con la cabeza. Con mucha delicadeza termina por acomodar mi vestido en su lugar. 

Luego del momento tan íntimo es inevitable no caer en la realidad de lo que hice, aunque no dejo que aquello me avergüence. Ya está, ¿Me voy a arrepentir ahora? La respuesta es no. Se sintió demasiado bien saber que el italiano estaba en la misma habitación conmigo mientras me frotaba, eso... me excitó. Al igual que cada una de sus palabras, la forma en la que me habló tan sucio y primitivo. Todo un dominante. Y se sigue sintiendo bien ahora al terminar y tener su compañía.

—Espera aquí, Dalila—Me da una cálida mirada antes de desaparecer en camino al baño. No pasan más que unos cinco minutos hasta que el Señor Armani está devuelta, y con una toalla húmeda en sus manos. Entonces, él se arrodilla frente a mi—Abre tus piernas para mi, bella bruna.

Me quedo helada.

Oh, por eso no quería que me ponga las bragas.

Una de sus oscuras cejas se arquea—¿Pasa algo?

Me remuevo sobre el colchón—Puedo hacerlo yo misma—Seguido, me encojo de hombros.

Él niega por segunda vez—Nada de eso. Abre los muslos, Dalila—Su mirada se torna severa—No quiero que el paño se enfríe.

Muerdo mi labio inferior, joder, ya he llegado hasta aquí. Está siendo considerado por querer limpiarme ¿Verdad?. Además, técnicamente ya me ha visto allí abajo. ¿Por qué hacer tanto problema?

—Bien—Murmuro.

A continuación comienzo a subirme el vestido, su atenta mirada se desliza desde mi rostro a la tela amontonada en mis caderas. Tomo una profunda respiración antes de abrir las piernas. Noto como sus ojos se opacan, cierta lujuria asomándose en sus iris.

—Eso es, bella bruna—Apremia con la voz algo más ronca—Quédate quieta para mi—Ordena. Asiento en respuesta.

Alexandro comienza a pasar el paño tibio entre mis muslos, con muchísimo cuidado y tacto. Observo embelesada como sus manos; marcadas con algunas venas, de dedos largos, palmas grandes y varoniles, se toman de su tiempo en la tarea que emplea. Ahogo un gemido al sentir la toalla con la calidez justa demasiado cerca de mi vagina. Él se percata, la sonrisa ladina que se le asoma en los labios lo delata.

—¿Tenemos que estar en silencio?—Inquiero.

Me preocupa que ésto se vuelva incómodo. Aunque hasta el momento, por más que intente no ponerme roja debido a lo expuesta que estoy, y falle estrepitosamente, la forma en la que se da todo es bastante natural. Como si ésta no fuera la primera vez que tengo delante de mi a un italiano de metro noventa sobre sus rodillas limpiando los restos secos de mi orgasmo.

—No—Su sonrisa se agranda—¿Quieres conversar sobre lo que hicimos?—Sus mirada se alza por un segundo en busca de la mía.

—¿Tú quieres?—La risa que suelta, ronca y profunda, se siente en toda la habitación.

—Definitivamente no quiero que me contestes con otra pregunta, Dalila—Vuelve a volcar su ojos en mi intimidad—Ya casi estás—Avisa con una fugaz caricia en mi piel.

—¿Qué hay de ti?—No puedo ignorar el hecho de que la única de los dos que ha obtenido un orgasmo, fui yo.

—¿De mi?—Hago un gesto a su pantalón, que debajo, esconde una notoria erección. Mentiría si dijera que no me da curiosidad ver qué tan dotado está el italiano—Entiendo—Asiente antes de dejar un beso en el interior de mi muslo, alisar mi vestido y ponerlo en su lugar.

Alexandro me extiende una mano, que con mucho gusto decido tomar en un agarre suave. Ambos quedamos de pie a escasos centímetros del otro.

—No ésta noche, si a éso es lo que te refieres—Su cambio de actitud no me pasa desapercibido. De pasar a ser todo un mandón, vuelve al amable y tranquilo hombre Armani tan fácilmente que me marea.

—¿No te molesta?—Cuestiono.

Aunque me encantaría experimentar por primera vez y tocarlo, agradezco que vayamos con la lentitud que prometió. Paciente, él es increíblemente paciente. Eso me gusta, mucho más de lo que puedo poner en palabras, y también me hace sentir segura.

—De eso no te preocupes, tenemos muchas más noches por delante para compensar no haberme corrido hoy—Dice burlón, apoyando la toalla sobre la mesa de noche a un lado con mi ropa interior.

Una sonrisa se dibuja en mis labios. Hace tan fácil que podamos hablar sobre sexo, los juegos previos, la exitación, y todo lo que eso significa, que entonces mi mente termina reviviendo lo ocurrido hace tan sólo unos minutos atrás sin mucho esfuerzo.

—¿Te gustó?—Algo nerviosa me aventuro a descubrir que es lo que piensa. Joder, de sólo recordar la manera en la que me retorcía sobre esa almohada y mis desvergonzados gemidos—Quiero decir, sé que quizás no era lo que esperabas...

De pronto, el dedo pulgar e índice de Alexandro sobre mi mentón me enmudecen. Al hacerme dar con su mirada, tan seria y firme, no me queda más remedio que esperar por su respuesta. Mi respiración se acelera, cargada de incertidumbre y ansiedad.

—Ni quiera lo dudes—Su mano libre se dirige a la mía, con precisión y movimientos cuidadosos, la apoya sobre su erección. Abro los ojos ligeramente debido a la sorpresa. Siento la dureza, como también lo grande que es. Paso saliva con dificultad. Puede ser que recién haya tenido un orgasmo, pero eso a mis hormonas parece no importarle en lo absoluto. Jesús.—Ésto es por ti—Tira de mi rostro más cerca al suyo. Ahí está otra vez; el aire rápidamente se torna pesado a nuestro al rededor, y su expresión se vuelve severa—Por una razón tengo la polla dura como una roca, y te aseguro que no se debe a otra cosa más que de haber sido testigo de verte ir por tú liberación de tal manera. ¿Comprendes?

Después de tanta honestidad por su parte, y de todavía seguir con mi mano sobre su bulto, no doy con las palabras para decirle lo que  claramente espera escuchar, y él encuentra una ventaja en eso.

Al igual que hizo frente al ventanal, el italiano lleva una de mis piernas hasta su cadera, la cuál ajusta y deja que descanse ahí antes de pegar mi pecho al suyo. Mis tetas presionan contra la tela de su camisa, y él ronronea sastisfecho. También, evidentemente después del movimiento tan brusco mi vestido se sube algunos centímetros, y aún no estoy usando mis bragas cuando amplia el ángulo de contacto y frota sin reparo mi sexo contra su pantalón.

No guardo para mi el gemido que se desliza por mi garganta. Joder, ya estoy lista para correrme otra vez. Desde el momento en que con tanta delicadeza y calma limpió la suciedad que mi orgasmo había dejado, estoy esperando a que algo vuelva a suceder para tener el gusto de dejarme ir una vez más.

Lo necesito.

Tanto.

—Ahora, ya que te gusta tanto frotarte, ¿Por qué no lo haces sobre mi polla, bella bruna?—Pregunta con burla, cierto tinte malicioso y arrogante.

No me deja si quiera responder que me carga en sus brazos con agilidad. Enriedo mis piernas a su al rededor, fascinada al estar nuevamente en ésta íntima posición con él. Comienza a gustarme mucho, y si sigue así, podría volverme codiciosa y querer sólo más. La sensación de sus brazos al rededor de mi cuerpo, la forma en la que me acoplo a la perfección a su gran figura y mis pechos se estrujan a su torso. Mierda. La realidad es que me encanta, y creo que hasta yo misma podría pedirle que lo haga si de repente decide que no quiere.

—¿Vas a hacer que me venga, Dalila?—Sus manos se dirigen a mi trasero, estrujando mis nalgas a su antojo mientras se dirige al sofá individual frente a la cama. Quiero decir algo, pero se queda sólo en una intención cuando me desliza a lo largo de su erección. Gimoteo, balbuceando lo que sea que necesite oír para que no se detenga—Supongo que eso es un sí—Ríe bajo entre dientes. 

Los dos quedamos sobre el sofá, yo en su regazo, y él con el cuerpo algo tenso mientras guía mis caderas sobre las suyas. Suspiro por el gusto. En eso, una de sus manos me sujeta desde la nuca para tirar de mi en un beso profundo, no tardo en corresponder, como tampoco en poner mis brazos al rededor de su cuello en busca de acortar la mayor cantidad de espacio entre nosotros.

A continuación, Alexandro levanta lo suficiente la pelvis para dar un ligero golpe certero en mi centro. Farfullo una maldición, y chillo cuando la gran palma de su mano se marca en mi culo.

—¡Mierda!—Siseo. Otra palmada más—¡Joder, Alexandro!—Tampoco me espero la tercera que le sigue a esa, pero sobretodo, no puedo creerme que la picazón a través de mi piel tenga un matiz placentero al final. Mi sexo se contrae, y me debato mentalmente el porqué se siente tan bien.

La perfecta línea de la mandíbula se le dibuja al apretar los dientes, me lanza una mirada mordaz—Esa sucia boca—Niega—Tienes que aprender, Dalila—Sentencia.

—Tú también maldices—Me quejo, reanudando los movimientos circulares de mis caderas sobre su bulto. La nalga izquierda me arde, pero únicamente ayuda a acentuar el placer mientras me frotó contra él.

—No es lo mismo—La respiración se le vuelve pesada.

—¿Por qué?—Arqueo una ceja—¿A caso tú puedes y yo no? ¿Eso es lo que me estás diciendo?

—Exacto—Se jacta con soberbia.

Me detengo por completo.

—Señor Cavicchini—De inmediato su rostro se contrae—¿Piensa que así dejaré de maldecir?—Cuestiono con el pecho agitado, una leve capa de sudor cubriendo mi cuerpo y el cabello en una melena desaliñada—Porque si es así, déjame decirte que te equivocas.

La comisura de sus labios se alza en una sonrisa socarrona.

—No, pero me ayudó a descubrir que me gusta azotarte el culo—No evito que mis labios imiten su acción, sonriendo entonces yo también. La sóla idea de que lo repita me hace removerme sobre él—Así que me has dado la excusa perfecta para que lo siga haciendo. ¿Alguna objeción a eso, mia bella latina? (mi bella latina)

—¿También tienes un cuarto de juegos? ¿Me espera algo más que azotes, Alexandro?—Pregunto con picardía. Él se ríe, sus dos pozos oscuros recorriendo mi rostro con detenimiento.

Niega—No necesitas de ninguna mierda extra además de mis manos y polla para hacerte venir—Dice—Eso vamos a dejarlo para aquellos que no tienen la suficiente imaginación.

—¿Siempre eres tan seguro de ti mismo?—Mis dedos se deslizan entre las hebras de su cabello.

El italiano me incentiva a retomar la fricción aún cuando espero por su respuesta, y sin pensarlo dos veces nuestro vaivén de caderas me lleva a gemir. Apoyo la frente en su hombro y descanso mi cabeza en la fina tela de su camisa Armani.

Tan jodidamente bien.

—Cada vez que esté contigo, siempre me aseguraré de que obtengas lo que mereces—Promete—Primero está tú placer, Dalila, porque también es el mío—Escondo mi nariz en su cuello, su impresionante aroma nublando todos mis sentidos—Puede sonar egoísta, pero verte retorcer de deseo y escucharte gimotear mi nombre mientras te corres... ¿Cómo mierda crees que le afecta eso a mi ego?

—No lo sé—Murmuro.

—Por supuesto que no—Acaricia mi negro cabello—Estás descubriendo todo aquí conmigo, y soy un hombre afortunado de que así sea.

Alexandro hace que vuelva mi cabeza, su firme agarre en mi barbilla. Todavía seguimos frotando nuestros sexos a un ritmo constante, aunque sin prisa.

—¿Vas a manchar mis pantalones con tú orgasmo, Dalila?—Arqueo la espalda, buscando que mis endurecidos y adoloridos pezones den contra su firme pecho. Cada pequeño deslizamiento se siente como el jodido paraíso—Quiero que lo hagas—Gruñe.

Lloriqueo más alto, mi clítoris roza contra la tela del pantalón en un punto justo, y hace que pierda la cabeza por un momento. Alexandro maldice entre dientes, sus dos manos una vez más en mis glúteos mientras que con entusiasmo arremete a su polla mi mojado coño. Joder, es tanto que manejar ahora mismo. Su erección es prominente, y hasta casi puedo sentir como palpita debajo de mi.

Definitivamente haber conservado mi virginidad durante todo este tiempo no fue una mala decisión, porque me trajo hasta aquí. Con Alexandro permitiendo que experimente, siendo un hombre considerado y rudo según la situación que lo amerite. Sabe qué hilos tirar, se encarga de explorar mi cuerpo y recorrer conmigo el camino. Me espera, pero también intuye cuando es momento de empujar mis límites. 

No hay otro hombre con quién querría estar ahora mismo que no fuera el italiano.

—Dijiste que no iba a frotarme sobre ti—Me cuesta hablar. Mi voz está cargada en exitación, un bajo sonido lujurioso y muy provocativo.

—Mencioné que lo harías tú sola antes que cualquier otra cosa—Responde—Tarea que cumpliste con excelencia—Arquea una ceja—Fuiste capaz de liberarte, ser vulnerable y exponerte—Continúa—Me diste el visto bueno para que siga con lo que tengo planeado para los dos.

—Me gusta cómo suena eso—Mis movimientos pasan a ser más frenéticos. Estoy tan cerca.

—¿El qué, bella bruna?—Exhala.

—Que pienses en lo siguiente que vamos a hacer, que quieras más.

—Te prometí que en cada maldita superficie—Me recuerda—, y cuando terminemos con mi jodido departamento, buscaremos un espacio nuevo para también hacerlo nuestro. Si es necesaria, te marcaré por todo el maldito Nueva York.

Al oírlo, una sensación increíble me recorre las venas. Mi cuerpo se estremece de lujuria ante la idea.

—Alexandro—Advierto con un jadeo—Voy a correrme—No me importa que lo esté montando mientras use, lo que posiblemente, es un muy costoso pantalón de diseño italiano, porque si a él no le interesa. ¿Por qué debería darle tantas vueltas yo?

La vena en su cuello resalta, y cuando pienso que va a hablar sus labios terminan sobre los míos.

Exprime todo de mi, reclamando a su paso y haciendo suya mi boca mientras su voz, ahora más áspera que antes, dice en italiano palabras que no logro entender. Muerde y chupa, succiona y lame mi labio inferior.

—Vamos, Dalila—Anima—Dámelo.

No pasa mucho hasta que el orgasmo me golpea con una ola intensa y duradera. Alexandro me mantiene en mi lugar, mi clítoris presionando aún contra su polla. La sensación se alarga, y yo gimo más fuerte. Entonces, el italiano después de unos segundos es que se frota un par de veces más antes de venirse.

Con la respiración echa un lío, mechones de cabello cayendo al rededor de mi rostro y las manos apretando sus hombros para no perder el equilibrio, es que lo veo; sus párpados se cierran y su mandibula se ajusta al dejarse ir. Maldice en su idioma natal, su cabeza cayendo sobre el respaldo del sofá.

Observo la forma en la que las venas de su cuello resaltan, y como su ceño se frunce más al dar otra sacudida debajo de mi. La respiración se le  comienza a ralentizar. A la misma vez que da un ligero y juguetón apretón a mis nalgas. Sonrío ante tal acto.

—¿Cómo estás, Dalila?—Levanta la cabeza; sus ojos, con un toque más amable y suave, dan directo con los míos.

Supongo que Alexandro el caballero está de vuelta.

—Estoy muy bien—Asiento—¿Qué hay de ti?

Una sombra de sonrisa se asoma en sus bonitos labios—También muy bien—Me acerca más a su cuerpo, como si eso fuera posible.

Entonces el cansancio me derriba. Después de dos increíbles orgasmos, mis párpados empiezan a pesarme. Probablemente sea pasada la medianoche, o muy cerca, y quizás, ya sea momento de que vaya a casa.

A regañadientes me alejo del italiano, quién frunce el ceño y clava su intensa mirada en mi.

—¿Qué estás haciendo?—Inquiere mientras busco mis bragas.

—Es tarde—Me encojo de hombros—Probablemente Kat me esté esperando en el departamento.

No sé si aquello sea cierto, pero es la salida que tomo al ser testigo de como su ceño se profundiza. Me encuentro a mi misma en un debate interno sobre si irme es lo correcto. ¿Por qué lo es, cierto? La otra noche que me quedé, aunque al principio me negué, la excusa fue una gran tormenta. Ahora no hay nada que me mantenga aquí.

El trato fue claro; me enseñará a follar, a sentir placer y pasarla bien.

Por lo que interpreto que todo lo que podría haber echo aquí, ya está. No quiero volver a molestarlo usando una de sus habitaciones, no importa cuántas tenga.

—¿Irte?—Enarca una ceja. Le da un vistazo al reloj en su muñeca—Es casi medianoche, Dalila—Emplea ese tono de voz, que suena a reproche y a enfado.

Me pongo los zapatos, y también las bragas. Concluyo que al momento en que ponga un pie en casa pondré la lavadora. Ni bien tengo nuevamente mi atención sobre él, me doy cuenta de que está de pie.

—No hay problema, puedo pedir un taxi—Es la primera vez desde que lo conozco que su gesto se endurece tanto.

A continuación, el italiano suelta una risa seca, muy lejos de tener el menor tinte de humor.

—No.

—Alexandro...

—He dicho que no.

—No me cuesta nada—Explico—Estaré en mi edificio en menos de una hora, puedo enviarte un texto si eso te deja más tranquilo.

—¿Quieres que te lo diga en italiano, Dalila? Tal vez de repente así lo entiendas—Acorta la distancia entre nosotros—No.

Me entran las ganas de poner los ojos en blanco, la palabra suena exactamente igual.

Tomo una profunda respiración, negando lentamente con la cabeza.

—No seas testarudo—Cruzo los brazos sobre mi pecho—Soy lo suficientemente mayor para moverme por mi cuenta en la ciudad.

El hombre Armani se queda en silencio, sus ojos mostrando el enojo contenido. Luego de unos segundos, por fin dice;

—¿Piensas que eso es suficiente?—Cuestiona—¿Qué nada malo va a ocurrirte en la completa noche sólo porque eres algo mayor?—Resopla—Si te dejo ir, y el imbécil del taxi resulta ser eso; un absoluto asqueroso dispuesto a lo que sea por tenerte. ¿Qué se supone que haga entonces, Dalila? No estaré allí para encargarme de él. No me mal entiendas, eres bastante madura para tú edad, fuerte y decidida, pero increíblemente inocente también.

Abro la loca dispuesta a refutar, pero rápidamente comprendo de que en ésta ocasión Alexandro tiene la razón.

—¿Me llevas tú?—El hombre Armani tiene chófer, no obstante,  sólo lo emplea para los eventos importantes, cuando conducir es un gran dolor de cabeza.

Niega—Te quedas aquí.

—¿Aquí?

Se encoje de hombros—¿No te gusta la habitación? Puedes usar otra si quieres, pero aquí vas a dormir—Sentencia—No me molestas, Dalila. Me voy a quedar mucho más tranquilo si sé de tú paradero, sobretodo si estamos en nuestros encuentros y no es de día.

—¿Quieres que me quede a dormir cada vez que hagamos ésto?

—¿Si es de noche? Por supuesto.

Niego. Nada de eso.

Es una línea muy delgada la que tenemos aquí, y la realidad, es que caer en el encanto de Alexandro es muy sencillo, de hecho, por algo estoy en su departamento. Pero cuando llegue el final de lo que estamos haciendo. ¿Qué haré? Si no marcamos los límites ahora, lo más probable es que termine deseando tener más que sólo lecciones de cómo follar. Y él piensa igual, sólo que es lo bastante educado y amable para ofrecerme mi propio espacio, pero nada de compartir cama. Sin embargo, eso último suena absurdo.

¿El italiano y yo durmiendo juntos? Irreal.

¿Acompañarlo a eventos? No implica un supuesto riesgo.

¿Quedarme a dormir? ¿Incluso, sin estar en una misma habitación? Rojo. Alarma encendida. Líneas difusas. Me acostumbraría demasiado rápido, y me da miedo que luego sienta la necesidad de pedir más. De no tener suficiente de nosotros.

—Debo ir a casa.

El italiano gruñe, y como consecuencia a lo que dije termina farfullando entre dientes palabras incomprensibles para mi. Segundos después, parece estar pensando en algo. La mirada se le ilumina con una aparente solución.

—No acepto una discusión por ésta noche—Me preparo para responder, pero él me detiene al alzar una mano en el aire—Las próximas veces, mi chófer se encargará de dejarte en tú edificio. ¿Qué te parece?

Eso no está tan mal.

—¿Estás dispuesto a prestarme tú chófer?

—Estoy dispuesto a que te quedes aquí todas las veces que quieras, pero si no te sientes incómoda, ésto es lo que puedo ofrecerte—Frunce el ceño—Ma non voglio che tu salga in taxi sporchi, qualsiasi cosa prima di quella merda (Pero nada de sucios taxis, cualquier cosa antes que esa mierda)—Murmura.

Una vez más no tengo ni la menor idea de lo que está diciendo, no obstante, por la expresión que carga y el tono decisivo, además de imperioso, sé que nada lo hará cambiar de parecer.

—Bien—Accedo—Eso me parece mucho mejor.

Alexandro termina con la poca distancia que nos queda en dos simple pasos, con los hombros increíblemente más relajados y la espalda menos tensa sus labios depositan un cálido beso sobre mi sien.

È una buona cosa che tu lo accetti, perché non ti avrei nemmeno presentato un'altra opzione. (Es bueno que aceptes, porque ni siquiera te habría presentado otra opción)


•••



La alarma es lo primero que suena muy temprano por la mañana, lo suficientemente temprano para que no quiera si quiera asomar la cabeza debajo de las frazadas.

Tengo que volver al departamento, cambiarme de ropa y mover el culo hasta el gimnasio. Por lo menos, adelanté un poco al darme una ducha antes de ir a dormir.

Suspiro cansada, e inevitablemente, pienso en Alexandro.

¿Estará despierto?

Sin embargo decido no darle demasiadas vueltas, porque si empiezo a pensar en él, e incluso en lo que sucedió hace varias otras atrás, perderé mucho tiempo.

Con pereza me obligo a mi misma a despegar la cara de la almohada para no llegar tarde a trabajar. Con los pies casi arrastrándose por el suelo me vuelvo a poner el vestido de anoche. segundo extraño la suavidad de la tela del pijama. Quisiera llevarme uno de esos a casa.

Antes de dejar la habitación paso por el baño, donde reviso que mi cabello no sea una mata de pelo, o que tenga lagañas en los ojos. Lavo mi rostro, y en el trascurso descubro una caja de cepillos de dientes sin abrir. ¿El italiano recibe visitas a menudo? Lo dudo, mencionó que no le gusta tener gente rondando en la privacidad de su hogar.

Me decido por abrir la caja, puedo comprarle una nueva, de todos modos. Porque en serio me urge cepillarme los dientes.

Cinco minutos después estoy lista. En una de mis manos llevo el par de zapatos, porque las plantas de los pies me están matando para si quiera pensar en usarlos, y en la otra el celular.

Al instante en el que me encuentro en la planta inferior, el olor a café y pan tostado llega a mi. Adoro el café por la mañana, aunque podría beberlo en cualquier momento del día. Y me encanta el pan tostado, con huevos e incluído el tocino.

Con una sonrisa en el rostro camino siguiendo el exquisito aroma. Una sensación cálida se instala en mi pecho al ver a Alexandro en la cocina preparando el desayuno.

Me equivoqué al creer que era la única que debía levantarse temprano.

—¿También haces el desayuno?—El italiano no se altera por mi presencia, como si me hubiera oído mucho antes de llegar. Entendible, es un hombre bastante atento a su entorno. Entonces, me mira de soslayo mientras le da vuelta a los huevos en la sartén.

—Es mi comida favorita—Se explica.

—¿En serio?—Me acerco con pasos tranquilos.

No puedo dejar las manos quietas al ver la fruta sobre la mesada, las uvas se ven regordetas y dulces, y cuando menos me doy cuenta estoy dándole un mordisco a una. Suspiro por lo rico que sabe. Alexandro me contempla por un instante, su atención se detiene en mis labios, luego vuelve a la estufa.

—Sí—Asiente—¿Hice mal al pensar que te quedarías a desayunar conmigo?—Apaga el fuego.

—Nunca rechazo una buena taza de café.

Veo el inicio de una sonrisa—Lo supuse—Deja los huevos revueltos sobre dos platos, con el pan tostado y algunas tiras de tocino bien doradas.

Alexandro le pone más esfuerzo a ésta comida a lo que yo lo hago en las preparaciones de todo un día. Y me gusta. Por una vez está bien tener algo más que sólo café negro y una manzana para arrancar por la mañana. La realidad es que Kat y yo somos muy vagas cuando de ir por las compras se trata.

Mientras ambos nos dirigimos al desayunador es que me percato realmente de su apariencia. Se ve fresco, con el cabello peinado y el aroma de su perfume característico en el aire. Lleva puesta una camisa negra, el pantalón de vestir a juego y los zapatos bien lustrados a tono. Perfecto. El aspecto de un hombre de negocios, moderno y listo para comerse al mundo.  

—¿A qué hora sales de trabajar, Dalila?—El italiano pregunta.

—A eso de las cuatro—Respondo. Pincho algo de comida con el tenedor—¿Qué hay de ti?

—Siempre trabajo—Frunce los labios—Usualmente en mi despacho, pero hoy tengo varias reuniones fuera.

Alzo las cejas—¿Tienes despacho?

Él me mira con simpatía—Sí.

—¿Aquí?

—¿Dónde más sino?

Joder. Este penthouse es más grande de lo que creí.

—¿No te aburres aquí sólo?—Inquiero.

—Me gusta mi propia compañía, bella bruna.

Asiento—¿Extrañas tú hogar?—Aprovecho para preguntar. Puede ser el momento justo para conocer un poco sobre él.

Bebe un trago de café, que a diferencia del mío, decidió no endulzar—Define hogar.

Me remuevo sobre el alto taburete, algo asombrada por sus palabras—Italia; tú casa, tú gente, la cultura y las costumbres que allí tenías.

Menea la cabeza—Nunca me enlazo a nadie ni nada. Si me tengo que ir, entonces lo hago. Eso es todo.

Al analizar sus palabras algo pesado y confuso hace que se me retuerza el estómago. Supongo que está bien. Hoy está aquí, tal vez mañana actuemos iguales a dos completos desconocidos. La idea me disgusta, pero, ¿Puede suceder, no?. Que Alexandro encuentre a su chica ideal y decida terminar con ésto, o que simplemente se aburra de lo que estamos haciendo antes de que lo primero suceda.

Me esfuerzo a pasar el nudo que se forma en mi garganta con otro sorbo de café.

—Andrea me comentó que tienen otro hermano, ¿Él no te visita?—El gesto en su rostro se tensa, la mandíbula apretada.

—No le gusta dejar Europa—La respuesta vaga me indica que no quiere seguir por ese lado de la conversación—¿A qué hora paso por ti, Dalila?—Efectivamente, su vida personal no es algo que esté muy interesando en hablar.

Me acomodo una vez más sobre el taburete. No puedo culparlo, yo no comenté nada sobre mis padres cuando preguntó.

—¿Pasar por mi?—Pregunto.

Asiente—A las ocho comienza el evento, ¿Siete treinta te queda bien?.

Entonces se levanta del asiento, y con una mirada me pregunta si he terminado con el desayuno. Le digo que sí. Ahora los dos estamos camino al lavaplatos, del cuál tan sólo me deja apretar el botón de inicio. Éste hombre ni siquiera me permite cargar la máquina.

—No me has respondido, Dalila—Me mira—¿Tienes otros planes para ésta noche?

Oh. Es verdad.

Niego—Lo siento.

Creo que después de todo no me esperaba una invitación, supuse que era más cosa de Andrea que de Alexandro. Sigo un tanto sorprendida.

—No quiero que te disculpes—Una sonrisa lenta tira de sus labios—Quiero que vengas conmigo.

Mi corazón se salta un latido—A esa hora me queda más que cómodo.

—Perfecto, bella bruna—Sus oscuros ojos se estrechan hacia mi, recorriendo mi cuerpo con lentitud antes de volver a mi rostro—¿Armani?

Me río. La indirecta es más que clara para mi—¿Quieres que use el vestido Armani?

Después de esa horrible lluvia y en consecuencia tener que mandarlo a la tintorería, no quedó tan mal, pero está muy lejos de ser el impresionante vestido que el italiano me obsequió.

Frunce el ceño en disgusto—Si puedo evitarlo, conmigo no vas a usar nada dos veces—Me entran las ganas de reír más fuerte—Desde luego que uno nuevo, Dalila.

—Me estás consintiendo de más, Alexandro—Niego—No es necesario. Además, todavía me quedan dos vestidos por estrenar.

No hay nada que me incomode más que hablar sobre dinero, detesto ese tipo de conversaciones. Es obvio que el italiano tiene un ingreso más acaudalado que el mío, incluso aunque gane muy bien, estamos a niveles muy diferentes. No quiero que se sienta obligado a vestirme en cada ocasión que lo acompañe a algún evento importante.

El rostro se le relaja—No es un gasto, más bien una inversión—Seguido, niega—Tampoco tengo que aclarar que si fuera por mi, lo único que me gustaría verte llevar todo el tiempo es mi marca favorita.

—¿Te puedo hacer cambiar de opinión?

Niega por segunda vez. Da un paso más cerca a mi—No.

Y se inclina un poco cuando me da un corto beso en los labios.

¿Ya dije que me encanta nuestra diferencia de altura? Si no es así. Pues, me fascina.

Al llegar al departamento por segunda vez, me topo con Kat teniendo un almuerzo tardío.

—¿No es más la hora para un snack?—Arqueo una ceja—Además, ¿Qué estás haciendo aquí? No llegas hasta las ocho—Dejo el bolso deportivo a un costado, me despojo de las zapatillas como también del abrigo.

La rubia mastica la ensalada, y pasa la verdura con algo de coca cola. Niego con una carcajada, siempre igual.

—Problema con los de arriba—Se encoje de hombros. La rubia trabaja en una oficina, se encarga de controlar presupuestos, y todo lo aburrido que los números conllevan. Sin embargo, me saco el sombrero, porque Kat es increíblemente inteligente. Hago mi camino hasta ella, quizás pueda compartir un poco de esa ensalada caesar, pero me detiene—Te llegó un paquete—Me guiña un ojo—Está sobre tú cama—Ahoga un chillido—¡Las dos sabemos de quién es!—Casi grita—Iría detrás tuyo, pero tengo que cargar energías antes de que mi culo deje ésta silla.

Me río—¿Alguna nota?—Voy hasta mi habitación.

—El italiano no sería un completo caballero sin ese detalle—En eso tiene razón—¡Tienes que contarme todo! ¿Por fin hubo beso? Me muero por...

Pero dejo de escuchar a Kat al ver sobre mi cama el enorme paquete, uno del mismo tamaño que el primero que me envió semanas atrás. Una sensación cálida ocupa mi pecho al dar con la nota. La caja es de color negro, y el lazo de un rojo brillante, muy bonito e intenso. Muerdo mi labio inferior para aguantar la sonrisa estúpida que se me comienza a formar. Mi corazón late con rapidez mientras que con mucho cuidado quito el moño, pero antes que nada, decido leer la nota.

"El buen gusto nunca pasa de moda. Sé que te verás hermosa, igual que siempre.

Nos vemos esta noche, bella bruna.

Alexandro"

Con mucha delicadeza tomo el vestido. Es de tiras y corto. El tono plateado que tiene, además de los brillos que resaltan en algunas partes y le dan un toque demasiado elegante, me encanta. Quedo asombrada por el precioso escote en corte V, y aún más al percatarme de la suavidad de la tela.

—No me lo creo—Pego un saltito en el lugar al escuchar a Kat detrás mío. Me vuelvo para verla con la boca ligeramente abierta—Ese jodido italiano acaba de darte un Armani vintage. ¡No puede ser!

Sonrío ampliamente—Joder, sí.

—¡Promete que nunca lo dejarás!—Chilla emocionada por la idea de que reciba obsequios más que por otra cosa. Me carcajeo. La rubia se pone a mi lado, y ambas permanecemos en un breve silencio mientras admirados la hermosa prenda—Lo está haciendo bien—Me guiña un ojo—Realmente bien.

—No es por los regalos, lo sabes.

—Obvio que no, eres una de las personas menos interesadas que conozco, pequeña Dalila—Me abraza por los hombros—Pero está bien si lo disfrutas. No lo pienses demasiado.

—No creo que algún día lo haga—Me encojo sobre mi lugar—Aunque lo nuestro tal vez no tenga mucho futuro...

—Detente ahí—Se aleja lo suficiente para verme a la cara—¿A qué te refieres?

—No estamos saliendo, Kat—Le explico.

Si alguien puede entender cómo funciona una relación, aunque haya salido con un imbécil como Hunter, es ella. También estuvo con otros chicos, por lo que su experiencia me será bastante útil a la hora de pedirle un consejo.

Frunce el ceño—¿No?

Niego—Es más como un trato con beneficio para ambas partes—Su mirada se torna escéptica.

—¿Qué me estás queriendo decir, Dalila?—Toma mayor distancia. Los brazos, ahora en forma de jarra a cada lado de sus caderas.

Tanto Alexandro como yo, no acordamos en ningún momento no hablar sobre nuestros encuentros casuales y el propósito de esas noches. Realmente necesito expulsar todo esto de mi sistema antes de enloquecer. Porque aunque la pase siempre muy bien con el hombre Armani, es la primera vez que vivo algo como esto. Necesito abrirme con al menos una de mis amigas, ser honesta. Aunque puede que su reacción no me guste, que está dentro de las posibilidades, a veces está muy bien conocer al cien por ciento la opinión de una situación. Una persona ajena, que pueda analizar todo con claridad y no tengan los pensamientos abrumados.

—Es simple, Kat—Me siento sobre el colchón de la cama. Con paciencia pongo en su lugar el increíble vestido—Sólo vamos a pasarla bien.

Aprieta los labios en una delgada línea—¿Estás segura de poder manejar algo así?—No suena muy convencida—Sin ataduras, obligaciones o si quiera mínimas explicaciones.

Paso saliva con dificultad—Puedo hacerlo.

Mi amiga suspira—Es casi imposible que en algún punto no te confundas sobre sus reales intenciones—Suaviza el tono de su voz. Se acomoda a mi lado—Joder, con esa clase de regalos y atenciones no te lo pondrá nada fácil—Menea la cabeza—Debes tener siempre presente que es sólo sexo, recordarlo en cada instante que estén juntos, y también cuando no.

—Lo sé—Muerdo el interior de mi mejilla.

—Dalila—Me abraza una vez más—Eres demasiado nueva en esto, y en verdad tienes que tener las ideas claras si decides meterte de lleno en lo que te ofreció.

—Tenemos fecha de caducidad, Kat—Aseguro.

Me cuesta aceptar que me duele e inquieta saber aquello. Pero es así cómo lo pactamos, y de cierta manera él lo dijo esta misma mañana en el desayuno.

El italiano no se aferra a nada ni nadie, ¿Por qué lo habría de hacer conmigo? También, debo recordarme a mi misma que sigo siendo demasiado joven para sentar cabeza. Hace menos de un mes y medio atrás me juré enfocarme en mi carrera, también, ni siquiera había dado mi primer beso. La cosa es simple; disfrutar, por supuesto, pero sin perder el foco. Alexandro no tiene porqué cambiar aquello, nada tiene que hacerlo.

—Pues que jodida mierda, él me agrada—Frunce los labios—Pero no eres la primera ni la última persona que tiene una relación de esa clase. Así que pásalo bien, Dalila. Aprovecha todo lo que puedas.

—Gracias por apoyarme—Le sonrío.

—Cuando quieras—Promete.

Sólo espero no estarme equivocando.


•••



¿Qué les pareció? 🤍✨🤍✨🤍

Espero que les haya gustado<3

En fin, quiero aclarar que no actualizo más seguido porque al tener dos historias a veces se me dificulta poder escribir tanto, es complicado con los tiempos y demás, pero de corazón voy a intentar darles otro cap muy muy pronto, porque son un amor y agradezco que le estén dando una oportunidad a EDP🖤

¿Les está gustando nuestro italiano? ¿Qué piensan hasta ahora de nuestra latina?

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Lxs quiero,

Belén🦋

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