Tienes que ser tú (TQST Libro...

By Zara_Black

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― Así que dime, ¿Qué te ha motivado para correr desnudo por mi instituto?―preguntó el director, Jose tragó sa... More

Introducción
Capitulo 1.Un nuevo comienzo
Capitulo 2.La alarma de incendios
Capitulo 3.En la biblioteca
Capitulo 4.Una muy mala idea
Capitulo 5.La feria
Capitulo 7. El ascensor
Capitulo 8. Claustrofobia
Capitulo 9. La casa del terror I
Capitulo 10. La casa del terror II
Capitulo 11. Investigando
Capitulo 12. Maldita Bel
Capitulo 13. El partido de los jefes
Capitulo 14. Un acto heroico.
Capitulo 15.El atrapa-rayos
Capitulo 16. Bajo la lluvia
Capitulo 17. El trato
Capitulo 18. Una cita desastrosa
Capitulo 19.Sucesos inesperados
Capitulo 20. Algo obvio para todos.
Capitulo 21. Nuevos problemas
Capitulo 22. Un día explosivo
Capitulo 23. Conversaciones
Capitulo 24. Los jefes de Quevedo
Capitulo 25. Navidades en el hospital
Capitulo 26. El Parque Lorca
Capitulo 27. Me gustas, ¡mierda!
Capitulo 28. ¿Celosa?
Capitulo 29. Llamadas teléfonicas
Capitulo 30. Valentin's Day
Capitulo 31.Nuestro pasado en común
Capitulo 32. Son cosas del amor..
Capitulo 33. Dan y Sonia (1º parte)
Capitulo 34. Dan y Sonia (2º parte)
Capitulo 35. Te protegeré.
Capitulo 36. No me odies por favor
Capitulo 37. Las cosas claras
Capitulo 38. El plan de Evan
Capitulo 39.¿Correr desnudo? ¡Ni loco!
Capitulo 40. Nuestro final feliz
Saga TQST y retirada de wattpad
Disponible en librerías a partir del 13 DICIEMBRE 2018

Capitulo 6. Dafne y Ann

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By Zara_Black

La mañana del domingo la pasó ayudando a su padre a limpiar la casa entera mientras su madre dormía plácidamente, pero después de un turno de veinticuatro horas seguidas en el hospital era lo menos que podían hacer por ella. Para su desgracia su padre no tuvo suficiente con levantarlo a las ocho de la mañana un domingo sino que también lo obligó a ponerse un delantal y un pañuelo blanco en la cabeza. Porque según él si limpiaban tenían que hacerlo con la ropa adecuada, así que estuvo casi tres horas vestido ridículamente. Pero eso no había sido lo peor de la mañana, ni por asomo, pues tras limpiar la casa y dejarla como los chorros de oro, su padre le había comunicado una importante noticia; no estaba de vacaciones sino que había sido despedido y a partir de ahora sería amo de casa, ¡amo de casa!. Definitivamente la sangre no le estaba llegando al cerebro, después de comunicarle tal noticia, su padre se levantó y se puso a hacer de comer con su ya habitual delantal rosa.

Por suerte a mitad de la mañana Evan lo llamó por teléfono ofreciéndole que fuese a comer a su casa, algo que aceptó sin dudar. Así que ahora mismo se encontraba en el ascensor que lo llevaba a la novena planta del edificio donde Evan residía. Se bajó del ascensor y tocó el timbre, espero unos dos minutos hasta que la puerta se abrió.

Al otro lado de la puerta se encontró a Evan con un ojo morado y que lo instaba a pasar.

—¿Qué te ha pasado?―preguntó Jose entrando y caminando hacia el salón.

Ya había estado en la casa de su amigo en numerosas ocasiones, así que conocía a la perfección el piso y donde se encontraba todo. Llegó al enorme salón y se sentó en el sofá, Evan que iba tras él hizo lo mismo. Jose miró la marca de su amigo, tenía los alrededores del ojo morados y en algunos lados tirando a verde; se había llevado un buen golpe.

—Oficialmente me pegué con un alumno de Quevedo para defender a Bel.―explicó Evan

—¿Y extraoficialmente?

—Una abuela me atizó con el bolso cuando estábamos intentando salir de la feria.

Jose no pudo evitar dejar salir una carcajada.

—Ya veo que tú tuviste mejor suerte.

—No te creas, me caí y me pisaron tengo moratones en las costillas y el estómago. ―contó Jose levantándose la camiseta mostrándole así lo que la estampida le había causado. ―¿Qué paso con vosotros? Trate de buscaros, pero no hubo forma de veros.

—Si estuve llamándote un buen rato; pero ni rastro de ti. Después de separarnos Bel tiró de mí y me arrastró hacia la salida, dijo que era lo mejor que podíamos hacer. ¿Te enteraste de que fue lo que paso? ―le preguntó Evan expectante, su amigo se había sentado en la esquina del sofá donde estaba estirado y lo observaba.

— Al parecer los del instituto Quevedo comenzaron una pelea y una tal Dafne de nuestro instituto les lanzó una lata de gases lacrimógenos empezando así todo el jaleo. ―contó Jose estirándose sobre el sofá.

—¿Has dicho Dafne? ―preguntó Evan, Jose asintió. ―¿Y la viste? ¿Viste como era?

—No, ¿qué pasa con esa chica? ―Jose lo miró confuso y Evan se puso de rodillas sobre el sofá mirándolo seriamente.

—    Esa chica y otra que se llama An son las mandamás en el instituto,  las jefas del cotarro, a las que todos temen, a las que todos respetan y obedecen. Y con las únicas con las que no puedes permitirte tener un problema, Bel dice que la última persona con la que tuvieron un problema desapareció del mapa y no se ha vuelto a saber de él, ¡y de eso hace ya dos años! ―Evan tragó saliva nervioso y Jose rodó los ojos, realmente no creía que dos chicas pudiesen llegar a ser tan peligrosas, la imagen de Sonia apareció en su cabeza, o quizás sí.

—Creo que Bel exagera demasiado. ¿Y a ti porque te cuenta tantas cosas? Cuando yo le pregunté por Nora, prácticamente me mando a la mierda. ―protestó Jose enojado, Evan sonrió y se recostó sobre el sofá con los brazos detrás de la nuca.

—Eso es porque yo le caigo bien y le doy confianza, tú problema es que te has vuelto un poco antisocial con todo este tema de Nora. ―su amigo se puso en pie de un salto y se dirigió a la cocina. ―¡¿Quieres comer ya?!

Jose se levantó y se dirigió a la cocina. Como era de esperarse la comida ya estaba lista y sólo había que meterla en el microondas; seguramente antes de llegar él la cocinera que elaboraba la comida se había marchado. La vida de su amigo no estaba nada mal, a pesar de que sus padres estaban divorciados él era feliz y claramente había salido ganando al quedarse su padre con la custodia.

— Sí, tengo hambre ¿y tu padre? ―preguntó Jose, Evan metió los platos de comida en el microondas.

— Está en un viaje de negocios, por cierto ¿cómo te enteraste de cómo empezó la pelea? ―preguntó con curiosidad su amigo

— Estaba presente cuando Nora se lo contó a Matt. ―Evan abrió la boca sorprendido y levantó las cejas. Jose sacó los platos del microondas y caminó hacia el salón con ellos en la mano.

—¿Qué hacías con ellos? ¡¿Y cuándo pensabas contármelo?!

—Cuando nos separamos trepe a una caseta para poder buscaros mejor, pero mientras estaba ahí vi a Nora, así que fui hasta ella y la obligué a salir de la feria a pesar de que ella insistía en ir a buscar a Matt y Sonia. Al final conseguimos salir de allí y en una de las calles contiguas nos encontramos con Matt. ―explicó Jose empezando a comer, pero Evan le quitó el tenedor de la mano y lo señaló con él.

—¿Y? ¿Conseguiste mejorar tú relación con ella? ―Jose le arrebató el tenedor y le dio un bocado a su comida. ―Entenderé eso como un no. Pero tranquilo, he alquilado unas cuantas películas que pueden ayudarte.

—¿En serio?―preguntó Jose con incredulidad, Evan asintió satisfecho y comenzó a comer sin decir nada más.

Mataría a Evan, de verás que lo haría. ¿En qué momento de enajenamiento mental creyó que esas películas le ayudarían? Bostezó por tercera vez, cada vez le costaba más mantenerse despierto; miró hacia Evan y vio como su amigo estrujaba uno de los cojines entre sus manos. ¿Cuándo fue que Evan había perdido toda su testosterona y le había bajado la regla? El próximo día él elegiría la actividad que iban a hacer, Evan no volvería a tomar una decisión respecto al ocio en lo que le quedaba de vida.

Por ahora había visto Alguien como tú, Diez razones para odiarte, Cómo perder a un chico en diez días y estaban inmersos en No puedes comprar mi amor, ¿en qué se suponía que le iban a ayudar esas películas?  No eran más que las típicas películas estadounidenses en las que en la mayoría de ellas el chico hacía una apuesta y al final acababa enamorado de la chica. Había captado la indirecta que su amigo le lanzaba en la primera película así que no hacía falta seguir viendo las demás, pero al parecer estaba con el síndrome premenstrual masculino y se empeñó en ver el resto.

—Me voy a mi casa. ―Jose se puso en pie y se estiró, Evan puso en pause la película y lo miró.

— Si aún no ha terminado.

—Ellos dos acaban juntos, ese es el final. ―dijo Jose, Evan se encogió de hombros. ―Sé porque me has puesto estas películas. No voy a enamorarme de Nora, ya te lo dije.

Evan sonrió de medio lado.

—La probabilidad está en tu contra, como has podido ver.―dijo Evan señalando con el mando la tele.

—Eso no son más que películas estúpidas para chicas (Evan se llevó la mano al pecho ofendido), obviamente van a terminar juntos, ¿qué clase de final sería si no acaban juntos? Pero esto es la vida real, la gente no se enamora con tanta facilidad. ―Evan se acomodó en el asiento y Jose cogió su chaqueta de encima del sillón y se la puso, luego caminó hacia la puerta. ―Hasta mañana.

—Adiós. ―se despidió su amigo sin levantarse del asiento y volviendo a poner la película.

Jose abrió la puerta y pulsó el botón del ascensor, se subió en él y apretó el botón de la planta baja. Una vez que abandonó el edificio comenzó a caminar hacia su casa, prácticamente ya había anochecido, así que esperaba que su padre ya hubiese hecho de cenar. Pensó en su padre, iba a ser amo de casa; ¡amo de casa! Sopesó volver a casa de Evan, pero lo descartó enseguida. Sería mejor volver a su casa, al fin y al cabo sus padres no podían estar haciendo algo tan horrible y aguantar otra película podía suponerle perder la poca masculinidad que le quedaba. Pero se equivocaba, cuando llegó a su casa se encontró a su padre con el delantal rosa puesto, sólo el delantal mientras su madre estaba sentada sobre la mesa de la cocina con su uniforme de cirujana. Un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba abajo y rápidamente se encerró en su habitación y puso la música alta. Iba a ser una noche muuuy larga, ¿no se suponía que a su edad debían de tener el lívido por los suelos? Ahora que lo pensaba quizás hubiera sido mejor quedarse un rato más en casa de Evan.

                                                                                * * * * * 

 A la mañana siguiente se levantó como pudo, y en silencio para no despertar a sus padres se vistió, desayunó y se marchó.  Tomó el autobús como los demás días y se bajó en la parada correspondiente.

—¡Jose! ―al escuchar su nombre se dio la vuelta y se encontró con Evan corriendo hacia él, una vez que estuvo a su altura le dio una fuerte palmada en la espalda a modo de saludo. ―¡Buenos días!

—Buenas. ―saludó él fijándose en que se le había bajado un poco el moratón, pero igualmente se le notaba bastante.

Los dos juntos caminaron hacia el instituto y atravesaron los muros, buscaron con la mirada a los tenistas, siempre era bueno saber dónde estaban y qué se estaban lanzando. Los localizaron rápidamente, estaban a ambos lados de la entrada y se tiraban porras, ¿porras? ¿de dónde las habían sacado? Evan le dio un codazo y le señaló hacia el coche de los antidisturbios. Los policías estaban encerrados dentro y trataban de forma desesperada de salir mientras alzaban los puños y señalaban hacia los tenistas; bueno ya sabía de dónde habían sacado las porras, de la policía. A lo lejos escuchó los gritos del profesor y vio como algunos de los alumnos salían corriendo y otros iban a burlarse de los policías y les enseñaban las porras. Finalmente el profesor salió y agarró una de las porras y se les puso a gritar mientras golpeaba a los alumnos que salían corriendo y se burlaban de él.

—Cada vez se lo montan mejor. ―comentó Evan mientras ambos subían las escaleras hasta su clase. Una vez allí encontraron a Cris hablando con Helena y Bel; se fijó en que Cris no tenía ningún moratón por lo que debió abandonar la feria sin ningún percance; lo saludó y Cris levantó la mano pero siguió hablando con las dos chicas. Jose tomó asiento y miró hacia los asientos de Sonia y Nora, ninguna de las dos había llegado todavía.

—¿Qué te ha pasado? ―le preguntó Helena a Evan mientras le tocaba el ojo, el pelinegro sonrió y lo miró.

—Me pelee en la feria para defender a Bel. ―declaró su amigo, Helena soltó un largo "oh" de admiración y Bel a su lado asintió orgullosa.

— Fue muy valiente. ―expresó Bel, luego miró hacia Evan. ―Oficialmente, ya eres un estudiante de Góngora y ese ojo morado es la prueba de ello.

—¡Oh dios mío Evan! ¿Qué te ha pasado? ―gritó Sonia entrando a la clase y examinando el rostro del pelinegro, tras ella entraron Matt y Nora, ésta última jugando a la psp mientras Matt la guiaba hasta su asiento. ―¡Ya eres uno de los nuestros, me siento orgullosa!

—Fue duro pero le di su merecido. ―mintió Evan mientras Jose rodó los ojos, Bel se apoyó sobre Evan y saludó a uno de los chicos que entró.

—Buenos días. ―saludó la profesora entrando en clase, inmediatamente todos los alumnos tomaron asiento. ― Matt, ¿otra vez aquí?

—Si, es que este año está tan bella que tengo que venir todos los días a verla. ―dijo Matt poniéndose en pie, la profesora levantó la ceja izquierda; Nora le entregó la psp y le dio un empujón.

—Ya, claro.―contestó la profesora con sarcasmo; Matt se acercó a Nora de nuevo y la profesora se llevó las manos a la cadera.―Deje a Nora en su asiento.

Matt sonrió a la profesora y se marchó después de despedirse de la clase entera entre aplausos y vítores. ¿Se puede saber por qué era Matt tan popular? ¿Y por qué en lo que llevaban de curso ni él ni Nora habían sido amonestados por molestar en clase? Si incluso a Sonia le había llamado la atención un par de veces, estaba seguro de que pasaba algo con esos dos, pero aún no tenía claro el qué.

Las tres primeras horas de clase pasaron rápidamente y Evan acaparó casi toda la atención narrando su pelea imaginaria.

— ¡Mierda, mierda, mierda!―exclamó Jose enfadado dando la vuelta a la maleta y vertiendo todo su contenido sobre la mesa, Evan lo observó con curiosidad.―Me olvidé la comida, ¡joder!

Jose se dejó caer sobre la silla y Evan examinó la mochila, pero no encontró nada dentro. Cris se giró hacia ellos y se despidió de las chicas que se iban al patio a sentarse donde siempre.

—¿Qué os pasa ahora?

—Me olvidé la comida en casa.―se quejó Jose

—Pues vamos a la cafetería a que te compres algo.―ante tal sugerencia Jose miró horrorizado hacia Cris, pero su amigo caminó hacia la puerta sin dudarlo ni un segundo.

—¡Vamos sí! A lo mejor podemos ver a las todopoderosas jefas del instituto, tengo curiosidad.―declaró Evan agarrándolo del brazo y caminando hacia la cafetería, Jose caminó pesadamente; no tenía ninguna gana de volver a esa jungla a que lo mordieran y lo golpearan por conseguir un mísero bocadillo; pero su estómago lo dejó en evidencia.

Cuando llegaron a la entrada de la cafetería ya podían escuchar los gritos, los insultos y las amenazas de muerte. Jose tragó saliva nervioso, no quería morir; pero al menos iban con Cris, de algo tenía que servir su cinturón negro de karate. Entraron en la cafetería y vieron que estaba tal y como la recordaban, los estudiantes iban y venían, se daban empujones, gritaban y algunos se estaban pegando.

—No te preocupes, no nos pasará nada.―dijo Evan casi a gritos dándole una palmada tan fuerte en la espalda que dio un paso al frente, Jose se giró hacia él y lo fulminó con la mirada.

— Yo me ocupo.―dijo Cris al ver el rostro pálido de Jose.

Cris dio un paso al frente y se metió entre la multitud, dio unos cuantos empujones y se puso a gritar algún que otro insulto. Jose parpadeó sorprendido, ¿desde cuándo Cris era así de bruto? Si él era sensible, sensato y casi no decía palabrotas; definitivamente este instituto los estaba cambiando poco a poco.  Tras varios empujones Cris consiguió llegar hasta la barra y pedir un bocadillo, lo agarró bien y comenzó a intentar salir de esa locura; chocó contra varios alumnos y dio un empujón a un niño de unos doce años que iba vestido de indio.

—Lo siento.―se disculpó Cris para luego revolverle el pelo al niño y sonreírle con amabilidad.

—Más que lo vas a sentir.―murmuró el niño antes de irse corriendo.

Cris ignoró el comentario del niño y le entregó el bocadillo a Jose.

—Gracias.―dijo Jose feliz saliendo de la cafetería y caminando hacia el patio pero antes de abandonar el edificio se encontraron con Bel y Nora saliendo de los servicios.

—¿Conseguisteis comprar?―preguntó Bel asombrada, Evan asintió y levantó el bocadillo hacia el cielo como si fuese un gran trofeo. ―Pues es todo un logro, yo me he dado por vencida, menos mal que Nora y Sonia se encargan de comprar mi comida.

—¡Ahí está! ¡A por ellos!―Jose se volteó ante tal grito y vio como un numeroso grupo de niños de entre doce y trece años vestidos de indios corrían hacia ellos como posesos y con lanzas en las manos.

Cris rápidamente se colocó en posición defensiva, pero cuatro niños se tiraron sobre él haciéndolo caer al suelo, su amigo comenzó a quitarse los niños de encima como podía. Los niños los rodearon y Bel se puso a gritar mientras Evan trataba de escapar de los niños; por otro lado tanto Nora como él habían optado por levantar las manos y rendirse ya que seis niños los habían cercado a uno al lado del otro y les apuntaban con lanzas. Cris consiguió levantarse del suelo y se puso a pelear con los niños para que Evan pudiese escapar y pedir ayuda.

—¡Pediré ayuda, no os preocupéis!―exclamó Evan mientras corría lo más rápido que podía.

—¡Qué no escape!―gritó el que parecía el jefe, ya que llevaba una lanza más grande y un enorme sombrero indio con plumas rojas; ante la orden varios indios salieron corriendo tras Evan. ―Atad a ese.

Jose notó como le clavaban una de las lanzas en la espalda para obligarlo a andar, así que a regañadientes comenzó a caminar, tras él iban Nora y Bel. Giró la cabeza para buscar a Cris, pero a su amigo lo estaban atando los pies y las manos a una barra de hierro.

Los niños indios los llevaron hacia el edificio de la izquierda, allí las paredes estaban todas pintabas, las ventanas estaban rotas y las sillas y las mesas estaban partidas en trozos y por los pasillos unas encimas de otras. Parecía que había pasado un huracán por esa zona. Los hicieron entrar en una clase que estaba llena de pintadas, los pincharon con las lanzas y los obligaron a sentarse en las sillas que había en el centro de la clase, Bel se sentó a regañadientes mientras Nora se sentó con suma tranquilidad, los indios lo obligaron a sentarse en el centro con cada chica a uno de sus lados. Una vez que estuvieron cómodos, los empezaron a atar.

—¿Qué les habéis hecho?―susurró Nora, sorprendido se giró hacia ella.

— Nada―explicó Jose, por lo que ella suspiró.

—Lo olvidaba, tú nunca haces nada.―recordó Nora, por lo que se giró hacia ella con ira.

— Yo no hice nada, estoy tan sorprendido como tú.―protestó Jose intentando no gritar, la clase comenzó a llenarse de indios y se pusieron a tocar los tambores, inmediatamente después entró Cris atado de pies y manos a una barra de hierro que cargaban entre dos niños bastante más corpulentos que el resto. Depositaron la barra sobre los apoyadores que tenían al lado de la pizarra, Jose miró bien el lugar, justo debajo de Cris había trozos de serrín, como si eso fuese la hoguera donde hacían la comida.

Jose no pudo evitar recordar la película Piratas del Caribe 2, cuando al capitán Jack Sparrow se lo iban a comer unos indígenas; esperaba que estos niños no intentaran hacer lo mismo con Cris.

— ¡Vamos a morir! ¡No me lo puedo creer!―chilló Bel histérica, Jose echó la cabeza hacia atrás.

—No exageres, seguro que nos soltarán cuando se aburran.―dijo Jose tratando de relajar a la pelinegra.

—Cómo se nota que no sabes dónde estamos, ¡nos han capturado los de primero de la eso! ¡Dios mío, nos han capturado los de primero de la eso!―repitió Bel una y otra vez. ―¡Vamos a morir! ¡Todos los que han entrado en esta zona no han vuelto a salir!

—Bel, cálmate.―pidió Jose amablemente aunque la chica estaba empezando a ponerlo de los nervios.

—¡Vamos a morir! ¡Vamos a morir! ¡Por favor no me matéis!

—Bel, relájate.

—¡Qué me relaje! ¡Yo estoy muy relajada! ¡¿Tal vez deberías ser tú el que se relaje?!―le chilló Bel al oído, Jose chasqueó la lengua.

Si no la mataban los niños-indios lo haría él.

— Callaos, hombres blancos viejos.―ordenó uno de los indios.

— ¡¿Vieja?! ¡¿A quién llamas vieja, mocoso?!―chilló Bel fuera de sí, el niño se metió los dedos en los oídos y luego hizo una señal a otro de los indios que le metió un calcetín en la boca a Bel.

—Gracias.―contestó Jose con sinceridad ganándose una mirada de ira de Bel.

—Ahora, nosotros tener reunión para decidir qué hacer con vosotros.―explicó ese mismo niño, luego se giró hacia Cris.―Tú ser quemado en nuestro fuego purificador, luego venir buscarte. ¡Hao!

—¿Cómo que hao? ¿Qué es eso de fuego purificador?.―preguntó Cris balanceándose de un lado a otro, el niño le dio un capirote en la frente y se marchó seguido de la mayoría de los indios, sólo se quedaron dos con lanzas vigilándolos. ―¡Socorro! ¡Socorro!

—¿Y tú eres cinturón negro?―le recriminó Jose, Cris lo fulminó con la mirada.―Te han dado una paliza unos niños de doce años vestidos de indios.

—¡No veo que a ti te haya ido mejor que a mí!―le gritó Cris enfadado intentando zafarse de las ataduras pero los indios guardianes al verlo le empezaron a clavar lanzas en los costados.

—Al menos a mí no van a quemarme en su "fuego purificador".

—Ya me estoy quieto. ¡Esto es ilógico!―chillo Cris frustrado para que los indios dejaran de golpearlo.

Jose miró de reojo hacia Bel, la chica estaba intentando escupir el calcetín que le habían metido en la boca, pero sinceramente él prefería que siguiese así. Bel se giró hacia él y pudo ver los ojos llorosos de la joven, al parecer estaba bastante preocupada y asustada.

—Todo saldrá bien, no te preocupes. Seguramente con asar a Cris y comérselo se relajaran.―opinó Jose divertido al ver a su amigo como un pinchito.

— ¡Muy gracioso!―exclamó Cris sarcásticamente, Jose le enseñó la lengua y se giró hacia Nora.

—¿Estás bien? ―Ella asintió y se puso a estirar la mano, alcanzó el bolso y sacó el libro del bolso. ―¿En serio?

—Estoy aburrida.―contestó ella abriendo el libro por donde se encontraba el marca páginas.

¡¿Qué estaba aburrida?! Los habían llevado ahí a punta de lanza, estaban atados a unas sillas, con Bel con un calcetín en su boca y con Cris atado a una barra de hierro como si de un pollo se tratase y ¡ella estaba aburrida! Y para mayor problema sus secuestradores eran los alumnos de primero de la E.S.O; ¡joder! que estaban en una zona prohibida de donde nadie vuelve a salir. ¡Está chica no tiene sangre en las venas!

—¿Cómo puedes estar tan tranquila?―le preguntó Jose acercando la cabeza a su cuello, ella dio un respingo al notar su respiración y lo fulminó con la mirada. Jose no pudo hacer otra cosa que sonreír con picardía pues había conseguido ponerla nerviosa.

— ¿Y por qué no debería estarlo?―le preguntó ella mirándolo a los ojos

— Porque nos han secuestrado unos indios y nos han llevado a una zona de la que nadie ha vuelto a salir. Puedo prestarte mi hombro para llorar si quieres.―se ofreció amablemente, ella le lanzó rayos con la mirada y volvió su cabeza hacia el libro.

—Tranquilo, creo que podré soportar la presión.―dijo ella tratando de mostrarse indiferente, por lo que Jose se acercó a su cuello de nuevo. ―Vuelve a hacer eso y los indios serán el menor de tus problemas.

Jose sonrió feliz y se apartó de Nora, luego miró hacia Cris que lo observaba atentamente, su amigo carraspeó y apartó la mirada de él. Abrió la boca para decirle algo, pero la puerta se abrió y entraron lo que le parecieron los tres jefes indios, ya que estaba el que los apresó con las plumas rojas, y luego otros dos, uno con plumas de color azul y otro de color verde. El chico de las plumas verdes dio un paso adelante, se aclaró la garganta y comenzó a hablar.

—Bienvenidos presos a nuestros dominios, nosotros decidir ya que hacer con vosotros. Vosotros trabajar para nosotros, cultivar nuestras tierras y...

El chico indio se calló de golpe y se giró horrorizado hacia los otros dos. Los tres formaron un corrillo y comenzaron a hablar entre ellos, aunque de vez en cuando levantaban la cabeza y los miraban. Jose rodó los ojos, ¿y ahora qué? ¿los obligarían a vestirse como indios y a trabajar desde que saliese el sol hasta que se pusiese? ¿Y qué tierras tenían esos criajos? ¡Esto era de locos! ¡Estaban en un instituto, como cojones iban a tener tierras que cultivar!

El indio de las pinturas verdes levantó la cabeza.

—¿Tú eres...

—Si.—contestó Nora sin dejar que el niño terminase la frase, los tres indios lanzaron un grito de espanto.

—¡Van a matarnos! —exclamó el del gorro azul.

—Puede que todavía no se hayan enterado.―dijo el del gorro rojo, pero las luces parpadearon y los tres indios se abrazaron acojonados.

¿Qué carajos pasaba? ¿Por qué de repente ese miedo? ¿Y por qué se han puesto así nada mas decir Nora que sí? Necesitaba una explicación ¡ahora mismo!. Las luces volvieron a parpadear, y se comenzaron a escuchar ruidos, sonaba como algo que se arrastraba por las paredes. Los tres indios se miraron preocupados.

—Puede que todavía no se hayan enterado.―se burló el azul del rojo, el de las plumas verdes asomó la cabeza y llamó al resto de los indios, por lo que la clase comenzó a llenarse de niños vestidos de indios que apuntaban con las lanzas hacia la puerta. ―Con lo que nos costó hacer el pacto, ¡lo has fastidiado todo!

Acusó el de las plumas azules al de las rojas. Jose estaba atónito, del miedo que tenían habían dejado de hablar en indio, ¿y pactar con quien? los golpes se fueron escuchando cada vez más cerca hasta que finalmente la puerta se abrió. Sin embargo su sorpresa no disminuyo, ya que los que entraron fueron dos chicas. Ambas llevaban en las manos un bate de beisbol y mientras una golpeaba con el bate su mano la otra señalaba con él a los tres jefes indios. Jose parpadeó y las observó detenidamente, las dos aparentaban tener unos quince o dieciséis años y eran de estatura media. Se fijó bien en ambas chicas, la que apuntaba con el bate tenía el pelo negro recogido en una coleta de la que sobresalían dos mechones sueltos teñidos de azul eléctrico, llevaba unos pantalones vaqueros y una camiseta heavy en la que ponía "I'm a bad girl", pero lo que llamó su atención fueron sus complementos, llevaba un cinturón y un guante en la mano izquierda, ambos de pinchos. La verdad es que daba bastante miedo. La otra chica era rubia aunque tenía mechas rosas y de ojos azules, tenía cierto parecido con Matt si lo pensaba bien; vestía con unas botas negras, unos pitillos negros y una falda roja de cuadros, la camiseta era ancha y mostraba parte de su hombro derecho.

—Podemos explicarlo.―dijo el indio de las plumas azules

—¡Habéis secuestrado a mi hermana!―gritó la morena haciendo que los niños diesen un paso hacia atrás.

¿Su hermana? ¿Quién cojones era su hermana? Jose miró hacia los lados, allí sólo estaban Nora y Bel. ¡Oh, no! ¡Por favor, Jesus, Alá, Buda, Cristo, elefante hindú de seis brazos, Zeus, Afrodita, Poseidón y todos los dioses del mundo que Nora no sea su hermana!

La pelinegra golpeó con el bate a tres indios y los dejó tirados en el suelo doloridos, los demás se acercaron a ellos y los retiraron de su camino.

—Dafne, tómatelo con calma.―pidió Nora apartando la mirada del libro

¡Joder! ¡Mierda! ¡Ostia, puta! No sólo la loca esa era la hermana de Nora, sino que su hermana era Dafne, ¡Dafne! ¡La chica que había lanzado un lata de gas lacrimógeno en la fiesta! Una de las jefas del instituto, una de las jefas de todos estos delincuentes, ¡iba a morir! De esta sí que no salía vivo. Miró hacia la rubia, si la morena era Dafne, esa era An. Esas dos eran las únicas chicas con las que no debía tener problemas y la hermana de una de ellas lo odiaba, ¡genial! Si, genial. Trató de articular palabra, pero tenía la boca seca y sudaba frío.

—Creo que vamos a tener que re-negociar el tratado.―opinó An colocando el bate de beisbol tras el cuello.

— Si, señoras.―murmuraron los tres jefes, Dafne sonrió satisfecha.

— Ahora bajad las armas y soltad a mi hermana y al resto.―pidió Dafne aunque con tono de orden, el indio de las plumas verdes asintió y le indicó a sus subordinados que los desatasen mientras los demás depositaban las lanzas en el suelo.

—¿Podemos entrar ya?―preguntó Matt asomando la cabeza por la puerta, pero no espero a su respuesta y entró en la clase para ayudar a desatar a Nora.

Ahora que se fijaba bien, Matt y An tenían un alto grado de similitudes. Los dos rubios, los dos con ojos azules, los dos altos y con pinta de extranjeros... ¡joder que eran hermanos! Necesitaba sentarse, buscó una silla y se dio cuenta de que estaba sentado en una; bien, pues entonces necesitaba tumbarse en el suelo. Sintió la mano de Evan sobre su hombro, levantó la cabeza y vio como su amigo le sonreía, pues claro que sonreía, el muy cabrón. ¡Él no iba a morir a manos de las hermanas de Nora y de Matt! ¡Joder, en qué momento todo se había complicado tanto!

—¿Te encuentras bien? Estás pálido.―dijo Evan acercándose a él y pasándole la mano por delante de los ojos.

¿Qué estaba pálido? Claro que estaba pálido, hijo de puta. Acababa de descubrir que la chica que tanto lo odiaba, a la que había apostado enamorar para luego romperle el corazón era hermana de la mujer más peligrosa que había en ese instituto.

—No te lo vas a creer, pero Dafne y An son las hermanas de Nora y Matt.―le contó Evan al oído, Jose lo fulminó con la mirada.

¡No jodas! ¡¿Y lo has descubierto tú solito?!

—Nora, estaba tan preocupado.―comentaba Matt mientras estrujaba a Nora en un abrazo. ―Ves, tenías que haber venido a jugar al WoW.

—¡No me la vicies, que luego se pasaría todo el día jugando al jueguecito ese y no me haría los deberes de lengua!―exclamó Dafne golpeando levemente a Matt con el bate con la cabeza, el rubio se lo quito de la mano.

— ¡No es un jueguecito! ¡Herejeee!―gritó Matt mientras le daba golpecitos en la cabeza.

—¿Bel como te encuentras?―preguntó Helena acercándose a la pelinegra, ella se tiró sobre los brazos de su amiga y empezó a sollozar cosas inentendibles, Jose solo entendió "miedo, calcetín".

— ¿Quieres ir a la enfermería?―le preguntó Evan, Jose negó con la cabeza y Cris tomó asiento al lado de él, dónde antes estaba Nora. Su amigo se acariciaba las muñecas, sin embargo se giró hacia él con una sonrisa.

—Vaya, vaya... esto se pone interesante.―murmuró Cris señalando hacia Nora, Matt y sus hermanas que estaban exigiéndole a los indios que durante un mes les compraran la comida en la cafetería.

—Ahora ya sabemos porque ellos consiguen la comida rápidamente y prácticamente pueden hacer lo que quieran en el instituto.―dijo Evan pensativo, Jose asintió al igual que Cris.

 Después de hoy tendría que replantearse algunas cosas en su vida. 

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