La Cuarta Institutriz

By FabiolaGp

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Él sabe que ella oculta su pasado. Ella es consciente de que jamás podría amarlo, pero la atracción que despi... More

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39

Capítulo 9

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By FabiolaGp


Buenas flores!!!! Estoy por aquí de nuevo, voy a intentar actualizar esta historia los martes y jueves (por el momento) aunque mi intención es lograr tres actualizaciones diarias, pero os iré informando o lo iréis viendo con el tiempo!

Besitos y a disfrutar! Poco a poco la historia irá tomando forma y os deleitará :)

Aquella misma noche, Amelia pudo comprobar la referencia de las palabras del duque a lograr que las pequeñas durmieran toda la noche. Se había despertado cinco veces entre gritos desesperados por alguna de las pequeñas llamando a su madre entre pesadillas nocturnas. Dos veces había tenido que cambiar por completo a la más pequeña con ayuda de una doncella porque había mojado toda la ropa de cama y despertaba empapada, pero a pesar de las protestas, la última vez que se despertó para acudir a la recámara de las pequeñas decidió dormir en el suelo, entre ambas camas.

—¿Esta dormida como mamá? —preguntó Amanda.

—No lo creo —respondió Charlotte.

Amelia comenzó a desperezarse y sintió el dolor de su espalda por haber dormido sobre la alfombra que había entre las camas.

Las niñas dieron un grito y se subieron a una de las camas como si temieran ser reprendidas por estar fuera de ella.

—Buenos días —anunció Amelia con una leve sonrisa.

—¿Por qué ha dormido aquí? —preguntó la más pequeña.

—Era más fácil si ya estaba aquí que venir desde mi habitación si alguna de las dos despertaba —susurró desperezándose.

La respuesta de ambas niñas fue el silencio, tal vez no podían negar que ambas sufrían de pesadillas nocturnas debido a la muerte reciente de sus padres y admitirlo era también afirmar que no regresarían.

La doncella entró dispuesta a vestir a las niñas como cada mañana y se sorprendió de encontrar a la institutriz en la habitación de las pequeñas y no solo eso, sino que luciera en camisón y despeinada.

—Buenos días Elisa, me alistaré enseguida para acompañar a Charlotte y Amanda en el desayuno —avisó antes de salir apresuradamente de la habitación.

Probablemente antes de que acabara el desayuno el rumor de que había dormido en el suelo de la habitación se expandiría por toda la casa y sabía de primera mano que una institutriz no hacía ese tipo de cosas... menos aún una dama.

Aunque Amelia había dejado de ser Lady Amelia para convertirme en la señorita Barston desde el mismo momento en que abandoné Londres con una maleta en la que albergaba todas mis pertenencias.

Con la misma falda que había utilizado el día anterior y que había plegado minuciosamente sobre un pequeño silloncito de su habitación, se trenzó debidamente el cabello para recogerlo en una trenza con forma de diadema y sonrió al pequeño espejo a pesar de que él veía unas considerables bolsas oscuras bajo sus ojos.

Nada que no solucionara un paño empapado en agua fría con las hiervas adecuadas, pero ahora no disponía de ese tiempo y menos aún de tumbarse a relajarse para que la solución actuara. Tendría que lucir las ojeras frente al duque, teniendo en cuenta que estuviera por casa y que se cruzara en su camino.

Después de un viaje tan largo y mal dormir por dos días, había esperado que una vez instalada en la casa donde trabajaría podría al menos descansar la primer noche, pero ahora notaba el cansancio, aunque podían más sus ganas por un nuevo comienzo que sus músculos doloridos y la falta de sueño. Imaginaba que con el tiempo, cuando se ganara la confianza de Charlotte y Amanda y pasara un poco de tiempo, dejarían de existir esas horribles pesadillas que solo eran producto de la desolación que ahora sentían.

Al menos tenía que reconocer que el duque de Leinster había decidido mantener a las pequeñas en casa cuando podría haberse liberado de ellas internándolas en un orfanato, pero era evidente que le importaban, quizá porque era consciente de que él era toda la familia que a las pequeñas le quedaban.

Y dice mucho de un caballero que piense de ese modo, más aún cuando esta soltero y no entiende de estos menesteres como una dama.

¿Qué edad tendría? Parecía bastante joven, además de apuesto y ahora duque. Era una obviedad que se casaría pronto para perpetuar el ducado y también sería una obviedad que lo haría con una joven y rica heredera de alta alcurnia, o un vizconde como su hermanastra Catherine lo hizo con David.

Ni siquiera sabía porque pensaba en esas cosas, bueno sí lo sabía o al menos quería creer que ese era el motivo y es que la futura dama en cuestión dispondría su voluntad en la casa y por tanto a ella, pero apenas llevaba un día, quizá no durase más de una semana según el deseo de las niñas, ¿De verdad iba a preocuparle la futura esposa del duque que por el momento parecía inexistente? La respuesta era otra y se negaba considerablemente a formularla.

Respiró hondo y salió de su habitación, lo hizo con tanto ímpetu que se dio de bruces con algo duro, en principio pensó que se trataría de una broma de las pequeñas, pero era imposible, no podían haberse alistado en un tiempo tan breve y además idear una de sus bromas, no reparó en ello hasta que sintió el perfume varonil inundar sus fosas nasales.

¡Oh Dios mío!

Aquel olor. Aquella embriaguez. Aquel aroma que la envolvía como ningún otro jamás o había hecho...

—¿Se encuentra bien señorita Barston?

Y su voz. ¿Qué decir de su voz?

—Si. Si. Por supuesto que si —apresuró tratando de recomponerse, pero sobre todo de alejarse de él.

Se había chocado literalmente con su pecho, permanecía estrechada entre sus brazos para evitar que se cayera de bruces al suelo y tenía que reconocer que era la primera vez en su vida que había estado tan cerca de un hombre, pero sobre todo de uno que realmente le atrajera.

—No quería importunarla, es solo que he visitado a mis sobrinas para ver que tal se encontraban y mencionaron algo sobre que usted había dormido junto a ellas —comentó una vez que Amelia logro apartarse lo suficiente para no sentir que sus piernas temblaban.

En realidad lo hacían un poco, aunque ahora podía mantener la firmeza suficiente para no caer al suelo como un flan de huevo.

—No he dormido en su habitación. Es solo que después de alzarme en cinco ocasiones durante la noche y que los primeros rayos de sol despuntaban, me pareció una mejor idea permanecer allí las últimas horas hasta que llegara la mañana —se disculpó esperando que aquella revelación calmara la extrañeza de su actitud hacia las niñas.

El duque asintió, su rostro no expresaba ninguna apreciación que le pudiera revelar a Amelia si parecía disgustado o no con su forma de enseñar o actuar.

—En realidad solo quería preguntarle si cree necesario instalar un sillón en la habitación de las pequeñas, tal vez se sentiría más cómoda y no tendría que dormir en el suelo la próxima vez que ocurriera.

Amelia le miró directamente a los ojos, ¿De verdad no iba a reprocharle nada aquel hombre?, ¿Iba a ponerle las cosas tan fáciles?

—Eso sería muy conveniente, excelencia—puntualizó Amelia recalcando su título por encima de su posición.

—Que así sea. Si necesita algo más, envíe una nota con una de las doncellas a mi despacho, pasaré toda la mañana trabajando.

Amelia asintió, pero pensaba arreglárselas ella sola con las niñas, además... tenía un plan perfecto para pasar todo el día y a ellas les encantaría.

En cuanto el duque ser marchó, entró en la habitación de las pequeñas, la doncella estaba terminando de trenzarle el cabello a Charlotte mientras Amanda esperaba sentada sobre su cama pacientemente.

—¡Que hermosas están estas dos princesas! —exclamó sonriendo especialmente a Amanda, que era quien podía verla realmente.

Una pequeña sonrisa apareció en la comisura de los labios de la más pequeña de las niñas y Amelia le tendió la mano para que fuese hasta su lado.

—¡No! —Exclamó Charlotte deteniendo a su hermana, algo que hizo de inmediato y regreso de nuevo a la cama apagándose su sonrisa.

Amelia no se molestó, si su plan funcionaba pronto mitigaría aquel resentimiento que por el momento le parecía absolutamente comprensible.

—¿A que hora soléis comenzar vuestras clases? —preguntó apretando sus manos enguantadas.

Ambas pequeñas guardaron silencio así que la doncella contestó por ellas.

—Justo después del desayuno señorita —respondió poniéndose en pie y animando a Charlotte a que avanzara porque ya había acabado con ella.

—Muy bien —decretó Amelia y ambas caminaron cabizbajas—. Hoy es mi primer día, así que no tendremos clase, pasaremos el día fuera de casa y así podré hacerme una idea por donde deberemos comenzar más adelante.

—¿Fuera? —exclamó Charlotte incrédula.

—Si, lady Charlotte, parece que la lluvia ha cesado y hará un estupendo día para pasear por los alrededores, ¿O preferís quedaros en casa y comenzar las lecciones?

—¡No! —gritó Amanda y Charlotte la secundó.

Algo le decía que desde la muerte de su difunta madre, ninguna de las niñas había gozado de la oportunidad de pasar el día fuera de casa.

Bueno, eso sería algo que a partir de ahora cambiaría y por alguna razón no pudo evitar pensar si en alguna de esas ocasiones el duque las acompañaría.






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