Vidas cruzadas: El ciclo. #3...

Od AbbyCon2B

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Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrent... Více

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.

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Od AbbyCon2B

21 de abril 1897.
White Oak, Minnesota.

Jonathan esperó en la puerta de la casa sólo para recibir al doctor Edwards. Olivia estaba en la cama, finalmente durmiendo un poco después de haber pasado toda la noche con pesadillas y sus hijos apenas reaccionaba para hablar o explicar sus teorías respecto a lo sucedido, así que sus hermanas y mujeres estaban intentando cuidarlos.

Era la primera vez que Jonathan sentía la absoluta presión de ver a su familia desmoronarse y no saber qué hacer, el mismo sentimiento que Olivia había sentido tantas veces antes.

El carro se detuvo frente a la casa y el mayordomo Petterson le abrió la puerta y Jonathan lo recibió. El doctor Edwards estaba por encima de sus cincuenta años y en sus veinte, cuando era joven y aventurero, había participado en los esfuerzos por recuperar a todos los soldados que habían quedado perdidos en sus mentes tras la guerra, como no podía llegar a todos a tiempo, había escrito un libro que durante los cinco años que le siguieron a la guerra fue bastante popular entre las familias de aquellos hombres que habían luchado. Ahora era un terapeuta y médico alienista o en otras palabras modernas, era un psicólogo y psiquiatra, exactamente lo que los Morgan necesitaban.

Edwards estrechó la mano de Jonathan y entraron juntos en la casa.

—¿Usted es uno de los hijos de la señora que me mencionaron por teléfono?

—No, soy su marido.

Edward frunció el ceño.

—¿No debería estar herido? Las mujeres con las que hablé, lo hicieron sonar como si hubiera sido un ataque severo.

—Estuve gravemente herido, pero me recupero rápido —mintió y cerró la puerta a sus espaldas—. El mayordomo se encargará de su equipaje y le hemos preparado una habitación en el primer piso.

—Se lo agradezco, señor Morgan. ¿Dónde se encuentran los pacientes que he de tratar?

—En sus dormitorios descansando.

—¿Seis hijos y la señora ¿verdad? ¿Y usted también imagino? —. Jonathan asintió y Edwards sacó una libreta y sumó rápidamente cuanto les costaría—. Las primeras ocho sesiones individuales serán seiscientos cincuenta y seis dólares y partiremos desde ahí para ver cuanto tiempo tomará cada paciente. Me gustaría poder refrescarme un poco en el dormitorio si no le molesta y obtener un poco de contexto entorno al evento traumático que mencionaron.

Jonathan asintió y dejó que Petterson le enseñara el dormitorio para que se cambiara y acomodara. Edwards bajó una hora más tarde hacia el living donde Jonathan lo esperaba y estudió el lugar.

—Muchas gracias por la hospitalidad y la paciencia, señor Morgan y lamento haberlo hecho esperar. ¿Le parece si me describe un poco lo que sucedió la noche del accidente?

—Estuve inconsciente por la mayor parte, pero puedo describir lo que recuerdo y lo que mis hijos me han contado y para que comprende la gravedad de la situación, le contaré cosas que espero respete no puedo explicar —. Edwards asintió y Jonathan se acomodó en el sofá y miró hacia Toby, echado en la alfombra—. Era el cumpleaños de mi señora y ella salió en la media noche para dejar que el perro fuera al baño, yo estaba uniéndome a ella cuando escuché unos disparos así que me atravesé en el camino para que no le hicieran daño y recibí varios...disparos en el cuerpo. Sé que colapsé sobre ella y mis hijos tuvieron que apartarme, pensando que estaba muerto y viendo mi cuerpo repleto en agujeros...Recibí un disparo en la cara que me desfiguró por completo, no sé como me veía.

—Bastante curioso ¿no cree? ¿Cómo pudo lograr ese nivel de sanación?

—Como dije, hay cosas que no puedo explicar —. Edwards lo anotó en su libreta y continuó escuchándole—. Mi señora pensó que estaba muerto y para confirmar lo contrario tuvo que abrir mi torso, descubrió que mi corazón latía, pero los pulmones estaban colapsados así que tuvo que hacer una cirugía para salvarme mientras todavía estaba conmocionada por lo sucedido. Y ella ya trae...traumas del pasado.

—¿Cómo cuáles?

Jonathan suspiró y se obligó a recordarlos todos.

—Sufrió un aborto espontaneo poco después de que me marchara a la guerra civil en el sesenta y uno, uno de nuestros hijos, Luke, fue asesinado cuando tenía seis años...Y mi esposa sostuvo su cuerpo durante dos días incapaz de dejarlo ir. Fue a la guerra conmigo y sirvió como enfermera, vio demasiado dolor y sufrimiento, realizó demasiadas amputaciones y perdió a muchos pacientes con los que se había encariñado casi como si fueran sus hijos. Tres de nuestras hijas fueron violadas, dos recientemente y una cuando era niña...A los cuatro años por su padre biológico. Tuvo que ayudar a realizar una cesárea en el vientre de la mujer de uno de nuestros hijos y aunque ambos sobrevivieron, sé que la experiencia le afectó. Un hombre intentó violarla y la maltrato durante algunos años antes de que nosotros nos conociéramos. Fue secuestrada, golpeada y lanzada al océano para que se ahogara, perdió la memoria al naufragar hacia una isla y tuvo que sobrevivir sola durante días antes de poder encontrar ayuda. Un amigo muy cercano de nosotros fue asesinado, su nombre era Darion. Perdió a su padre cuando tenía catorce años, en cierta forma perdió a su hermano y su mejor amiga y hace algunos años también murió su madre. Y ahora esto, doctor.

El doctor Edward soltó el aire al percatarse de que había aguantado la respiración a mitad de la recopilación de eventos. Bajó la mirada hacia sus notas y encontró una larga lista de eventos traumáticos. Aproximadamente quince si no había omitido ninguno.

—¿Y la señora no ha recibido ayuda durante ninguno de esos eventos?

Jonathan negó.

—Yo he intentado ayudarla...Hablamos entre nosotros o bueno, solíamos hacerlo, pero hace algunos años que ya no...

—¿Por qué no?

Tardó en recibir una respuesta, pues Jonathan lo miró en silencio y se hundió un poco en la vergüenza.

—Hace...hace algunos años atente contra mi vida y mi esposa me encontró colgado en el ático de esta misma casa.

—¿Por qué atentó con su vida, señor Morgan?

—Aparte de haber vivido todas las mismas cosas que ya mencioné, tenía una fuerte culpa por muchas vidas que había tomado y fue justo cerca de la fecha en la cual una de mis hijas fue violada...Yo...Me sentía desesperanzado...Y avergonzado, pensé que...Sin mí ellos estarían mejor...—. Se limpió el lagrimal de un ojo y contuvo las lágrimas—. Obviamente me equivoque y me he arrepentido cada día desde entonces, pero...Mi mujer se cerró después de eso, supongo que por miedo a decir algo que me empujaría de nuevo a hacerme daño.

—¿Y usted cree que está en peligro de volver a hacerse daño?

—No, no quiero dejar a mi familia y no quiero volver a lastimarlos.

—Muy bien, señor Morgan. Le diré lo que haremos, sin duda usted y su señora tienen un gran peso producido por los eventos traumáticos que han enfrentado, así que empezaremos con unas sesiones de charlas curativas para ir analizando, desarmando y rearmando cada uno de esos eventos en busca de reducir la autoculpa, minimizar el daño y asimilar el dolor ¿le parece? Con sus hijos haremos lo mismo, pero nos enfocaremos en los eventos recientes.

—De acuerdo, sí, muchas gracias.

—También me gustaría hacer un par de sesiones entre usted y la señora Morgan cuando ambos hayan superado parte del trauma, para intentar reconstruir esa comunicación que parece haberse visto afectada. Creo que es importante que la señora Morgan le exprese como se sintió cuando usted atentó contra su vida y que usted le exprese a ella porque ya no tiene intenciones de hacerse daño, para poder restaurarle la calma y seguridad. Empezaré con la señora Morgan siendo el caso más delicado ¿hay algún lugar donde podría llevar a cabo las sesiones en absoluta privacidad y sin interrupciones?

Jonathan se sentía esperanzado con el doctor Edwards, parecía un hombre de muchos conocimientos y su plan atacaba todos los puntos que a Jonathan le preocupaba y sonaba efectivo.

Se puso de pie y señaló hacia el corredor al otro lado del recibidor.

—Puede usar mi oficina y adaptarla por el tiempo que necesite.

—Muchas gracias, ¿le parece llamar a su esposa mientras yo me apronto?

Jonathan aceptó y separaron sus caminos.

Edwards acomodó los sofás en la oficina de Jonathan para que el sillón individual se enfrentara en diagonal al sillón más grande y dejó su libreta y bolígrafo sobre la mesa de té, para acomodar las cosas que traía en su maletín. Tenía una bola de tela con muchas vellosidades que ayudaba a calmar la ansiedad de sus pacientes que podían jugar con ella y estrujarla, también tenía varios caramelos y unos inciensos de olores naturales que ayudaban a calmar los nervios. Pidió a uno de los empleados que le trajeran el té para compartir con la señora Morgan y lo acomodó en la mesa junto a todo.

Jonathan bajó con Olivia un momento más tarde y Edwards la esperaba en la puerta de la oficina.

Olivia se veía retraída, Jonathan la guiaba sujetándola desde los hombros suavemente y estaba demasiado delgada por apenas haber comido en esas dos semanas.

—Es un placer conocerla, señora Morgan, mi nombre es Jeff Edwards, no sé si ya le han hablado de mí —. Olivia asintió y le estrechó la mano—. ¿Le parece tomemos el té? Usted puede esperar en el salón, señor Morgan.

Olivia miró hacia Jonathan y lo encontró sonriendo para animarla, pero luego Edwards cerró la puerta y quedó a solas con él. Se sentó en el sofá más grande y Edwards se acomodó en el individual, cruzó una pierna sobre la otra y tomó su libreta.

—¿La he despertado, señora Morgan? —. Olivia negó—. Sin duda es un buen clima para estar acostado cálidamente en la cama. Yo traía los pies congelados cuando venía en el tren desde Nueva York. ¿Alguna ves ha estado en Nueva York? —. Olivia asintió—. ¿Y le gusta? ¿Qué es lo que más le gusta? —preguntó, esperando que eso la llevara a hablar.

—El parque.

—Oh ¿Central Park? Sí, es muy bello. Mi señora y yo salimos a caminar por el parque los domingos por la tarde.

—¿Es casado?

—Lo soy, sí y tengo hijos como usted, aunque no tantos ¿Cuántos hijos tiene exactamente?

—Veinticinco...Veintisiete con mi bebé y Luke.

—¿Le gustaría hablarme un poco del bebé y Luke? ¿Cómo era Luke?

Olivia sonrió con el recuerdo.

—Un pequeño ángel, tranquilo y muy servicial. Tenía adoración con mi marido y siempre lo seguía a todas partes y quería imitarlo...Era precioso y habría sido un excelente hombre si no hubieran interrumpido su vida tan pronto.

—¿Cómo se siente con lo que le sucedió a Luke?

—Furiosa...

—¿Sabe por qué se siente furiosa?

Olivia se concedió un momento para pensar al respecto y Edwards le sirvió una taza de té y se la ofreció.

—Porque sabía que algo como eso sucedería cuando accedí a que esos hombres se mudaran con nosotros. Lo supuse y si hubiera hecho algo, si hubiera reaccionado antes, entonces Luke seguiría aquí.

—¿Qué cree que pudiera haber hecho distinto?

Olivia tomó un sorbo de té para retrasar su respuesta.

—No haber permitido que esos hombres vinieran a vivir con nosotros en primer lugar.

—¿Y quienes eran estos hombres? ¿Por qué querían vivir con ustedes?

Le explicó la historia sobre los amigos de Jonathan y su pasado como criminales y Edward tomó algunas notas, pero escuchó en su mayoría.

—Creo que es importante separe su mente de lo que sabe ahora a lo que sabía antes de que Luke muriera. ¿Tenía algún motivo para sospechar que estos hombres provocarían un daño en su familia?

—Eran criminales.

—¿No lo era también su marido? —. Olivia asintió—. ¿Y acaso no es usted amiga de varios de los hombres que estuvieron presentes en aquel momento? ¿No le parece a usted que de haber sabido lo que sucedía habría actuado para evitarlo?

—Obviamente.

—Pero no lo sabía ¿entonces por qué se culpa?

—Porqué él era mi hijo y yo debía protegerlo.

—Y lo hizo. Repasemos el momento del ataque juntos...

Olivia no había vuelto a pensar en ese día desde que Luke había muerto, pero con Edwards volvió a posicionarse en aquella tarde del dieciocho de abril de 1861.

Había discutido con Jonathan porqué no quería que fuera a la guerra y se habían arreglado con un beso antes de que él dejara la vieja casa de White Oak para sentarse en el fuego con los hombres.

—...Regresé a aprontar todo para llevarme a los niños a la cama, era tarde y normalmente ellos no se quedaban despiertos hasta tan tarde, pero pronto los hombres se marcharían a la guerra y estaba dejándoles más tiempo para estar con ellos. Estaba calentando la cama de Adrian cuando escuché los disparos afuera de la casa y asomé al porche confundida. Me costó unos minutos procesar que estaban atacándonos y entonces vi a Luke en el medio del campo, paralizado porque se había bañado en la sangre de una de las muchachas a las que habían disparado. Corrí para llegar a él...pero...pero cuando lo alcancé ya era...tarde...y el murió en mis brazos.

Edwards le entregó un pañuelo y Olivia lo apretó contra sus ojos y sollozó.

—Usted corrió, señora Morgan.

—No lo suficientemente rápido.

—Corrió e hizo todo para protegerlo, pero debe entender que ningún ser humano en este mundo puede correr más rápido que una bala. No había nada que pudiera haber hecho distinto para evitar que Luke muriera esa noche, pero hizo todo lo que pudo y por eso debe entender que no es su culpa.

—Aun así, duele...Duele demasiado...

—¿Cree que merece sufrir?

—No lo sé...Pero él no está aquí y por eso no puedo olvidarlo.

—Que deje de doler, no significa que lo haya olvidado. Aun así, puede recordar todas las buenas cosas, apreciar el tiempo que, si tuvieron juntos, porque, aunque sea corto, el tiempo es lo más preciado que tenemos. ¿Usted cree que a su hijo le gustaría verla sufrir? —. Olivia negó inmediatamente—. ¿Qué cree que él querría?

—Que sea feliz y prepare muchos pasteles de fruta porque eran sus favoritos y los de sus hermanos.

—¿Y sufriendo honra su memoria entonces? —. Olivia volvió a negar—. ¿Cómo puede honrarla?

—Siendo feliz, recordando los buenos momentos...Tal vez hasta podría celebrar su cumpleaños.

—Eso es, cosas positivas, va progresando, señora. El dolor es normal, pero hay muchas formas sanas de recordar a nuestros seres queridos y debemos aprovecharlas. ¿Qué le parece si prepara ese pastel de frutas para su familia? ¿Le gustaría hacer eso cuando terminemos la sesión?

Tardó un momento en decidirse y asentir.

Horas más tarde, cuando Jonathan salió de su sesión, el aroma a pastel de frutas lo atrajo hacia la cocina y sonrió al ver a Olivia decorándolo con algo de azúcar. Olía exquisito y era bueno ver que ella había salido del dormitorio para hacer algo más que estar acostada.

—Pastel de frutas —comentó y Olivia le sonrió.

—El doctor Edwards dijo que sería una buena idea prepararlo y tenía razón, ha sido en cierta forma terapéutico. ¿Quieres una porción? —. Asintió y se acercó a la mesa de la cocina, ella cortó una porción y Jonathan acarició su cabello enrulado y besó su sien—. Perdón por...estar tan ausente últimamente.

—No te preocupes por eso, ángel, ahora lo único que importa es que todos sanemos y tengo fe en este doctor. Parece saber lo que hace.

Probó el pastel que le encantaba y le dio un bocado con su tenedor. Necesitaba aprovechar cualquier excusa para alimentarla, porque ella no comía bien desde hacía días y le preocupaba.

—Luke le habría puesto más azúcar —comentó Olivia cubriéndose la boca mientras masticaba.

—Sí y una enorme cucharada de merengue.

Se rieron y Olivia agarró otro trozo de pastel con el tenedor.

—Le habría gustado...Por Luke —dijo y comió otro bocado.

Le regresó el tenedor a Jonathan y él hizo lo mismo.

—Por Luke.

28 de abril 1897.
White Oak, Minnesota.

Elizabeth echó un vistazo hacia el salón y le alivió ver que su madre estaba sentada en el sofá y había regresado a los viejos hábitos de tejer. Lentamente las terapias con el doctor Edwards parecían estar ayudando a toda la familia, sus hermanos eran los que avanzaban más rápido, ya estaban casi completamente normales y como los recordaba y en cuanto Olivia terminara de sanar, Elizabeth sabía que su padre también regresaría a la normalidad, pues de momento lo único que lo detenía a él, era ver al amor de su vida tan apagado.

Subió las escaleras y llamó a sus hermanas para reunirse con Avril y Eloise en el dormitorio, tenía un plan en su mente para ayudar a animar a su madre y quería ver si alguna de sus hermanas deseaba apoyarla. Obviamente lo que pediría era algo difícil, por lo que no esperaba que todas estuvieran de acuerdo y tampoco las culparía de negarse, pero ella ya estaba decidida.

—Vieron que mamá ha estado mejorando mucho estos últimos días.

—Sí, ya ha vuelto a comer y estaba tejiendo ¿no? —comentó Kathleen y Elizabeth asintió.

—Pero he estado pensando que nosotras podríamos ayudarla a sentirse aún mejor.

—¿Cómo?

Elizabeth se paró frente a ellas.

Avril estaba sentada en el sofá junto con Eloise y sus hermanas se habían acomodado a los pies de la cama. Ninguna de ellas dejaba la casa desde el incidente, solo Elizabeth iba a la Universidad cada mañana con Harvie para sus clases y regresaba con Ethan en la tarde. Olivia no había regresado a la Universidad para dar clases por su depresión y también porque le avergonzaba que la vieran en publico con su cabello corto. A veces incluso le avergonzaba que sus propios hijos la vieran.

—Mamá ha estado muy insegura por su nuevo corte de pelo y he pensado que...Si nosotras también nos cortamos el pelo, tal vez no se sentirá tan solo e incómoda. Yo sé que quiero hacerlo, pero por supuesto, entenderé si ustedes no quieren.

Avril miró hacia todas las mujeres y alzó los hombros.

—Yo no tengo problema, ya tuve el cabello corto una vez y me veía como una puta Diosa —. Todas se rieron y Kathleen también asintió.

—Además crecerá otra vez ¿no? ¿Creen que ahuyente a los hombres si me corto el pelo?

—Probablemente —dijo Avril.

—Mejor aún... ¡Denme las tijeras ya mismo!

Todas carcajearon y Elizabeth se emocionó.

—Me gusta la idea...Admito extrañaré mi pelo largo, pero lo que sea por mamá —apoyó Adalynn.

Zenia también accedió algo dudosa y Katherina y Eloise se tomaron su tiempo para decidir. Katherina temía, porque sabía que Jimmie amaba su pelo largo y Eloise tenía el mismo problema con Geordie. Finalmente, Eloise decido que Geordie apreciaría hiciera eso por su madre y Katherina conociendo a Jimmie sabía que él no se molestaría.

—Pero creo deberíamos involucrar a todas las mujeres de la familia ¿no? —propuso Eloise—. Así la señora Morgan definitivamente no estará sola.

Dejaron la casa todas juntas y se dividieron para visitar a todas las mujeres Morgan y reunirse todas juntas en la última casa a la que fueron, que resultó ser la de Jian.

—¿Cortarnos el pelo? —repitió Jian.

—Por mamá, no deben hacerlo si no quieren, claro está, pero sin duda esto es algo que mamá haría por nosotras si fuera al revés —insistió Elizabeth—. Además, volverá a crecer.

—Seremos payasos —se lamentó Maisy—. Pero no voy a perder mi matrimonio por cortarme el pelo, así que...Yo me apunto.

Jian tenía un problema con el cabello corto, pues solían cortárselo a la fuerza cuando era niña como forma de humillarla, era un tema sensible para ella, pero pensaba en su madre y en todo lo que ella había hecho para ayudarla y protegerla y supo que no podía negarse.

—Adrian morirá de un infarto cuando me vea, pero la señora Morgan me ha ayudado mucho, así que también me ofrezco a cortarme el cabello.

—Y yo —agregó Stacee, la mujer de Owen—. Siempre quise saber como me vería con el cabello corto y nunca tuve una excusa para hacerlo.

Todas las mujeres de la familia aceptaron, diecisiete en total (hijas y nueras) y luego algunas de sus nietas más grandes se sumaron, como las hijas de Jian; Maybell y Jessica y Vianne y Esmeralda, hijas de Darrin. Terminaron siendo más de veinte mujeres dispuestas a cortarse el cabello, pero dejaron a las menores de dieciocho fuera de la lista para que no se vieran perjudicadas socialmente por llevar el pelo corto.

Formaron un circulo en el salón de Jian y colocaron una silla en el centro. Marie fue la primera en gritar emocionada y tomar asiento en la silla.

—Que emoción, ya no tendré que estresarme mucho al lavarme el cabello.

Elizabeth le desarmó el recogido y lo desenredó con el cepillo, tomó las tijeras que Jian le ofreció, recogió todo el cabello en una coleta por debajo de la nuca y cortó sobre esta, dejándole el pelo por sobre los hombros como su madre lo tenía. El pelo cayó al suelo y las coletas empezaron a acumularse con los colores mezclándose; rubio, negro, castaño y rojo.

—Siento mi cabeza más ligera.

—Me veo muy bonita.

—Sabía que me vería como una puta Diosa. Miren, tengo rulos.

Se peinaron y arreglaron los cortes para que se vieran bien, pero todas lo tenían por la misma altura; sobre los hombros igual que Olivia y a varias se les enrulaba al llevarlo corto.

—Creo que cuando los hombres nos vean les va a dar un verdadero infarto —aseguró Maisy y todas se rieron—. Pobres...

—Bueno, así es la vida ¿quieren tomar el té? —propuso Jian.

Fueron todas juntas hacia la casa con unas gorras para cubrirse las cabezas y cuando entraron en el recibidor, se acomodaron en una fila y Elizabeth llamó por su madre desde el salón.

Ella asomó con Jonathan, Ethan y sus hijos quienes habían estado reunidos en el salón debatiéndose acerca de RAK y quien podría estar detrás de todo. Sabían que Ranny la rana no podía ser, porque seguía en Tennessee y nunca se había marchado.

Olivia frunció el ceño al ver a todas las mujeres de su familia reunidas, incluso todas sus nietas más grandes.

—Como sabrás, madre, todas te amamos demasiado y tu siempre nos has cuidado y apoyado en todo incondicionalmente y no nos gusta que te sientas sola e insegura, así que decidimos acompañarte para que ya no estés sola...Y pues...

Se quitaron las gorras y Olivia amplió los ojos y se cubrió el rostro al ver todas las melenas cortas por sobre los hombros. Aferró el brazo de Jonathan con una mano, pellizcándole fuertemente y los hombres detrás de ella se acercaron para ver más de cerca.

—No tenían que hacerlo...—. Olivia abrazó a Elizabeth con fuerza y rápidamente atrajo al resto de las mujeres para que se acercaran—. Dios...Las amo demasiado a todas ustedes.

—¿Te sientes mejor ahora que no estás sola?

Olivia asintió y besó la mejilla de Elizabeth y le acarició el cabello.

Se veía muy hermosa incluso con su pelo corto y enrulado como el suyo, tan rubio que parecía oro. Y Eloise con su cabello oscuro también estaba hermosa y resaltaba sus ojos tan curiosos.

Cuando los hombres se acercaron a inspeccionar también, parecían confundidos y divididos entre disfrutar el cambio o rechazarlo. Grayson estuvo unos cinco minutos removiendo el cabello de Avril hasta decidir que le encantaba y ella se rio cuando él besó su oreja y susurró.

—Pareces una puta Diosa.

Adrian acarició la mejilla de Jazmín y la besó, ni siquiera iba a juzgar como se le veía, porque era hermosa y que lo hubiera hecho por su madre significaba aun más.

Ethan ya sabía del plan de Elizabeth así que no estaba tan sorprendido, pero le gustó el cambio y lo hermosa que se veía. No era tan diferente de verla con el cabello recogido todo el día, aunque reducía parte del volumen al que estaba acostumbrado en su cabeza.

Eloise se encogió un tanto nerviosa cuando Geordie se acercó a ella y estaba por disculparse y explicarle por qué lo había hecho cuando él sujetó su rostro y devoró su boca sin vergüenza alguna.

—Te amo.

—¿No estás molesto? ¿Te gusta?

—Me encanta, hiciste a mi madre feliz, Eloise, gracias —. Besó sus manos y volvió a sus labios—. Muchas gracias.

—Ahora tendremos que descifrar como peinar el cabello tan corto para adoptar nuevos estilos ¿no? —supuso Marie y Olivia asintió.

—Creo que tengo algunos estilos de los veinte en mi cabeza que podemos empezar a usar. Todas se ven tan hermosas.

—Y tu también, mamá y ahora cuando vayamos a la Universidad juntas, todas tendremos el cabello corto y seremos únicas e inigualables.

—Seguro hasta iniciaremos una moda.

—Lo dudo, el cabello largo era muy popular a comienzo del siglo veinte, pero...Nos crecerá a todas juntas —aseguró Olivia sintiéndose mucho más positiva y esperanzada—. Gracias, de verdad...A todas.

Con las mujeres llevando el cabello corto y las sesiones de Edwards, Olivia se sentía más tranquila y segura para intentar salir de su casa y retomar las clases en la Universidad, pero empezó lento, con pequeñas caminatas en el jardín que hacía con Jonathan en la tarde.

Asomar al porche todavía le producía escalofríos y esa aterradora sensación de que volverían a dispararle, principalmente en la noche.

Elizabeth continuó yendo a clases durante el mes de mayo con Eleonora y Harvie como su profesor. Eran solo ellas, lo cual hacía que las clases fueran algo silenciosas, pero también muy útiles, pues Harvie podía enfocarse en explicarles las cosas hasta que las entendieran.

—Dado todo lo que sucedió les moveré el examen final hacia el último día de clase ¿les parece? Como son solo dos puedo corregirlos en ese momento y darles el fallo para que disfruten las vacaciones —. Asintieron y recogieron sus cosas para abandonar la Universidad—. Esperemos que el próximo año sea mejor.

—Lo será, solo necesitamos que mamá se recupere y vuelva a darnos clases —aseguró Elizabeth.

—Además, seguro llegarán nuevos estudiantes.

—¿Lizzie ¿vienes? —preguntó Harvie al verla quedarse atrás en la Universidad.

—No, voy a terminar mis invitaciones para la boda e iré al correo para enviarlas, pero no se preocupen, me regresaré con Ethan cuando salga del trabajo.

Se sentó en el jardín de la Universidad y sacó las invitaciones de su bolso. Había hecho las invitaciones ella misma desde los dibujos floreales hasta la caligrafía que ponía su nombre y el de Ethan en grande con toda la información en cursiva más pequeña, desde la hora y el lugar, hasta el código de vestimenta y los servicios que se ofrecían.

Tenía una invitación para su hermano Peter y su mujer Wendy, enviaría otra a Gwendoline y Caden y desafortunadamente también iba a invitar a Matthewson, no porque le agradaba, sino porque él traía regalos costosos. E iba a invitar a algunos amigos de Ethan que vivían en Nueva York.

Cuando estaba trancando el portón de la Universidad para marcharse, miró hacia enfrente, donde estaba la Universidad de Huddleston y frunció el ceño cuando notó al viejo amargado escapándose apresuradamente en medio del día escolar para ir calle arriba.

La Universidad de los Morgan cerraba temprano porque no tenían más estudiantes y por lo tanto no había un turno en la tarde, pero Huddleston tenía hasta un turno en la noche.

Frunció el ceño y aprovechó que debía ir en la misma dirección para llegar al correo y le siguió desde una distancia segura.

Cuanto más lo miraba, más extraño le parecía su comportamiento, iba apurado y perseguido, como temiendo que alguien lo descubriera. Lo vio abrir una puerta rápidamente para meterse en un edificio y frunció el ceño. Huddleston no vivía por ahí. Se detuvo frente a la puerta y empezó a negar.

—Sólo estás paranoica, Lizzie, recuerda lo que dice mamá; debes controlar tus pensamientos porque el mundo no está complotando en tu contra...Debes controlar tus pensamientos porque el mundo no está complot...

Tanteó la puerta solo para confirmar y cuando encontró que Huddleston la había dejado abierta, entró silenciosamente, procurando que no hiciera ruido y se enfrentó a un penumbroso pasillo. Avanzó en la punta de sus zapatos y vio una cortina al final del pasillo con voces sonando del otro lado. Voces masculinas que no conocía y la de Huddleston.

—Esto no fue lo que acordamos ¿por qué debo pagarles? Podría ir a la cárcel por lo que han hecho...Podría hacer que ustedes fueran a la cárcel, yo no soy el crimi...

—Cuidado, viejito —amenazó un hombre y Elizabeth reconoció el acento ruso al instante—. No nos gustan los soplones ¿tu no eres uno ¿o sí?

—N-no...S-solo bromeaba...

—Bien...

Los hombres hablaron en ruso entre sí y Elizabeth pudo entenderles, aunque Huddleston no parecía tener la misma suerte.

¿Lo matamos y tomamos el dinero?

—No, no necesitamos dejar más errores.

—No me agrada, prefiero matarlo.

—También yo.

—Dije que no.

Intentó correr un poco la cortina para echar un vistazo y solo pudo ver imprecisamente lo que sucedía. Huddleston estaba acorralado contra la pared con un hombre aferrándole la camisa en un puño. Había tres hombres, uno alto y grandote y dos un poco más delgados y no tan altos. Dos vestían informales y el otro parecía miembro de la aristocracia con su elegancia. Notó que el hombre más grande y el cual apretaba a Huddleston, tenía la mano vendada y otro de ellos rengueaba de una pierna.

—Paga seiscientos dólares o nos pagas con tu vida.

—Acordamos quinientos dólares, no seiscientos.

—Cambio de planes —dijo otro de los hombres—. No avisaste que tendrían un perro.

Elizabeth frunció el ceño y retrocedió empezando a negar rápidamente, se marchó tan rápido como había entrado y corrió a toda velocidad por la calle para llegar al hospital donde Ethan trabajaba, subió hacia su consultorio en el cuarto piso y cuando estaba por golpear la puerta, él la abrió y estuvo a segundos de golpearle el rostro.

—¿Lizzie?

—Él lo hizo, Ethan.

—¿Qué cosa? ¿Quién?

—Huddleston... ¡Él envió el mensaje! Y creo que Maximilian tenía razón y les salió mal, no planeaban lastimar a nadie, pero quiere que mamá renuncie a su Universidad.

—¿Qué? Lizzie, eso no tiene mucho sentido, tu madre ni siquiera está teniendo éxito.

Elizabeth sacudió la cabeza y lo aferró por los hombros.

—¿Qué tal si Huddleston sabe algo que nosotros no? Sé lo que vi, Ethan, estaban hablando de eso, serían demasiadas coincidencias si no lo fuera. Debo decirle a mi padre...

—No, no, espera...Necesitamos pruebas primero, porque si le dices esto a tu padre irá a matarlo sin meditar y podríamos estar condenando a un inocente —. Cerró la puerta de su consultorio y tomó su mano.

—Sé lo que vi, Ethan y los escuché.

—Te creo, Lizzie, pero necesitamos estar cien por ciento seguros y creo que sé como asegurarnos. 

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