Vidas cruzadas: El ciclo. #3...

Autorstwa AbbyCon2B

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Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrent... Więcej

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.

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Autorstwa AbbyCon2B

ADVERTENCIA: Capítulo con temas de acoso sexual y abuso infantil. 

22 de septiembre 1896.
Minneapolis, Minnesota.

Myles entró en su casa después de un largo día de trabajo y estaba quitándose el abrigo junto al perchero en la entrada cuando le llegó un inconfundible aroma a pasta. Frunció el ceño, dejó su sacó en el perchero junto con el sombrero y puso el maletín en la mesa para poder asomar en la cocina.

Le sorprendió ver que Henry estaba en la casa e intentaba descifrar como cocinar con la ayuda de uno de los libros que Olivia solía usar en sus primeros años como ama de casa cuando se había casado con Jonathan. Tenía una salsa en el fuego que olía muy bien y el agua de la pasta se le estaba derramando en lo que se distraía leyendo los siguientes pasos en el libro.

Sonrió cuando lo vio retirar la olla del fuego, accidentalmente quemándose un poco en el proceso y le escuchó maldecir y apretar el puño como si quisiera golpear algo, pero se contuvo.

—¿Cómo entraste?

Henry se giró de golpe, sobresaltándose y su atención voló hacia el reloj que colgaba de la pared. No había logrado preparar la cena a tiempo.

Se rascó la nuca y balbuceó un poco.

—Yo...Esto...Yo...La cerradura...Y un gancho...Y pues...Pensé...No te enojes ¿sí?

—¿Forzaste la cerradura? —. Henry asintió un tanto nervioso—. Eres un peligro andante.

—Perdón, quería poder sorprenderte con la cena cuando volvieras del trabajo. Probablemente fue ridículo y no debí venir, ya mejor limpio todo y me marcho, seguro estás cansado y yo solo mo...

Myles lo calló con un beso y Henry se relajó y lo aferró por la chaqueta para pegarlo a su cuerpo y besarlo con el mismo amor. Se derritió en sus brazos y los nervios se esfumaron. Todavía estaba intentando descifrar cómo funcionaba todo el asunto de ser una pareja ahora que era cien por ciento oficial lo eran, pues no solo habían dormido juntos, sino que se habían confesado sus verdaderos sentimientos y Henry ya no tenían duda alguna respecto a lo que hacían.

Pero ser pareja de un hombre era muy distinto a estar con una mujer y a Henry nunca le habían enseñado cómo funcionaba o que debía hacer. Siempre lo habían preparado para cuidar de una mujer, trabajar para mantenerla, para tener hijos y ahora con Myles, no sabía exactamente que rol tomar o cómo actuar. ¿Trabajaba como él? ¿Pero entonces cuando se veían? Además no le gustaba trabajar, era vago ¿Pero si no trabajaba ¿Cómo viviría? ¿Acaso Myles lo mantendría? ¿Y si lo mantenía entonces él tendría que cuidar de la casa? Imaginaba que sí, similar a lo que Timmy y Harvie hacían, así que estaba intentando aprender.

Cuando Myles se apartó de sus labios tenía una enorme sonrisa.

—La próxima vez, solo pídeme una copia de la llave ¿sí? —. Asintió y lo siguió con la mirada cuando se fue hacia la salsa que había preparado—. Huele delicioso, pensé que no sabías cocinar.

—No sé...Quemé dos ollas en lo que intentaba aprender —dijo y señaló hacia el lavado donde estaban las ollas que había arruinado—. Te compraré otras, lo prometo.

Myles se rio y sacó una cuchara del cajón para probar la salsa.

—No solo huele delicioso...Mmm...Es algo dulce, me gusta.

—Mamá hizo anotaciones en todos sus libros de cocina —explicó y le enseñó la página—. Dice que hay que añadir una cucharada de azúcar a la salsa...pero accidentalmente se me cayó el tarro adentro.

—Pues fue un accidente gustoso, porque le dio un buen sabor.

Se fue hacia el corredor para ir a cambiarse y Henry fue a seguirle, pero regreso rápidamente para separar los leños del fuego de la cocina y asegurarse de que no quemaría la comida otra vez, luego corrió para alcanzarle.

—Quería preguntarte sobre lo que hablamos hace algunas semanas...Sobre...Casarnos, no sé si cambiaste de parecer o...no te gusta la idea...

—Sí me gusta ¿por?

—Pues no has vuelto a mencionarlo y dijiste que tu querías ser quien se declare.

Myles dejó su camisa sobre la cama y lo miró en lo que se colocaba otra.

—Eso dije, sí.

—Oh...De acuerdo...Sí, está bien —. Se giró para marcharse, pero regresó en el lugar y lo miró rascándose la nuca otra vez—. ¿Cuándo lo harás?

Myles no contuvo su sonrisa.

—Pronto.

—Oh, vale... ¿Qué tan pronto?

—Henry, no voy a decirte, quiero que sea sorpresa.

—Claro, sí, lo sé, pero quiero estar preparado.

—No lo estarás, no sería sorpresa si lo estuvieras. ¿Por qué estás tan nervioso, bebé? ¿Te arrepientes de algo?

—No, no, claro que no, yo solo no quiero arruinarlo —explicó y se acercó para sentarse junto a él en la cama—. Jamás tuve algo serio con nadie y lo que tú y yo tenemos es muy importante para mí, Myles, quiero hacerlo bien. Nunca antes había hecho planes para formar una familia hasta que te conocí y ahora estoy nervioso de no estar a la altura.

—Bebé —. Sujetó su rostro desde el mentón y lo giró para que lo mirara—. Todo lo que estamos haciendo es nuevo para ambos, yo tampoco tuve algo serio como lo que tú y yo tenemos.

—Pero estuviste casado.

—Y fue muy distinto a lo nuestro, esto es mucho más importante para mí y también tengo miedo de cagarla, pero aprenderemos juntos en la marcha, descifraremos lo que es mejor y lo que es más cómodo y encontraremos nuestro equilibrio juntos. No tiene que ser todo perfecto ya.

Myles tenía razón y se encontró asintiendo mucho más relajado. Suspiró de alivio y cuando intentó girar el rostro, Myles le sostuvo en el lugar y le robó un rápido beso que le hizo sonreír como idiota. Realmente estaba muy enamorado de él.

—¡Mierda, la tarta!

Myles se rio cuando Henry se marchó corriendo después de acordarse de que también había preparado un pastel para el postre y desde el dormitorio le escuchó protestar en la cocina, probablemente con un pastel quemado.

Terminó de ponerse la camisa con un pantalón más cómodo con tirantes para estar en la casa y fue hacia el salón para ayudarle a servir la mesa.

—¿Cómo estuvo tu día? —curioseó Henry desde la cocina en lo que servía la pasta en una fuente y la mezclaba con la salsa.

—Bastante bien, estoy sin caso por el momento así que estuve revisando todo lo que había en la oficina.

—¿No tienes clientes?

—Tengo una montaña, pero después del último caso necesito un pequeño descanso antes de tomar el siguiente. ¿Tú?

—Meh, nada interesante. Solo estuve en casa con Nolan y luego vine para intentar preparar la cena para cuando llegaras. Incluso traje flores, pero me olvidé de ponerlas en agua y se murieron —. Myles se rio y fue hacia la cocina para abrazarlo desde la espalda—. Tendré que aprender a hacer flores de origami como Geordie, al menos esas no se mueren.

—Flores muertas o no, es perfecto si viene de ti.

Henry sonrió al sentir los labios de Myles en su cuello y le detuvo antes de que desviara la atención de la comida.

—Primero cenemos.

—Uh...Primero... ¿Y segundo?

—Postre.

—Mmm ¿Quién hay en el menú para el postre?

Henry se rio y cuando se fue hacia la mesa, Myles le pellizcó una nalga y lo hizo sobresaltarse entre risas.

Se sentaron para comer y cuando Henry intentó tomar su tenedor para cargar la pasta, Myles alejó el plato de él y provocó que le mirara confundido.

—Vamos a ponernos verdaderamente románticos esta noche —dijo e invirtió los platos—. Yo te alimentaré a ti y tú a mí.

—¿Qué?

Myles cargó el tenedor y Henry se rio con el rostro demasiado rojo cuando lo vio dirigirlo hacia su boca.

—Abra grande.

—Myles, no soy un bebé.

—Eres mi bebé, así que calla y abre grande.

Se rio otra vez, pero cedió y dejó que le alimentara, así que hizo lo mismo con él y lo alimentó. Era algo tan ridículo en muchas formas y, sin embargo, Henry sentía mariposas en su estómago mientras lo hacían. Todo con Myles era mágico y no podía sentirse más feliz a su lado o sabiendo que él disfrutaba de la comida que le había preparado.

—¿Cuándo podría ir a tu casa?

—Cuando quieras —contestó Henry—. Siempre serás bienvenido y puedes quedarte a dormir.

—¿En tu cuarto? —. Asintió y la sonrisa de Myles provocó que se mordiera el labio. Sí, tenían las mismas ideas, aunque no habían vuelto a hacerlo desde aquella primera vez—. De acuerdo entonces, ¿Qué tal si voy a verte el sábado cuando salga del trabajo?

—Me encantaría.

Myles se inclinó en la mesa y estiró una mano para acariciar la mejilla de Henry. Sus ojos se encontraron y pudo ver sus nervios e inseguridad, Henry era demasiado transparente cuando estaba a su lado, pero le gustaba que así fuera y le gustaba poder apreciar sus nervios que le enrojecían las mejillas. Acarició la piel sonrojada con la yema de sus dedos y sonrió.

—Eres precioso —. La risa nerviosa de Henry le hizo sonreír aun más—. Te amo.

—También te amo —. Agitó su pierna debajo de la mesa y se detuvo cuando sintió la mano de Myles acariciándole la rodilla—. Perdón...Nervios.

—¿Es por algo en particular? Si no quieres que vayamos a la cama esta noche, no lo haremos, Henry, podemos leer un rato y luego dormir.

—Sí quiero —dijo rápidamente—. Solo que...ya sabes, todo es nuevo y eso.

—Comprendo. ¿Y si te preparo un baño para relajarte?

—No, no, apenas has llegado del trabajo y debes descansar —. Myles se puso de pie y tomó sus platos vacíos—. Yo me encargo.

—Vale, pero te prepararé un baño igual.

Henry se fue hacia la cocina para limpiar y escuchó a Myles en el baño donde intentaba llenar la bañera con agua del duchero antes de que se acabara el alcohol y tuviera que remplazarlo para seguir calentando el agua.

Intentó aprovechar que estaba solo en la cocina para respirar y calmarse.

Estaba nervioso por todo lo que sucedía en su vida, no solo las nuevas experiencias, sino la emoción que sentía en su pecho. Se repetía una y otra vez que no debía cagarla, pero estaba tan acostumbrado a cagarlo todo que tenía miedo. Si Myles le dejaba no sabía que sería de él después, le era difícil imaginar un futuro sin Myles, solo otra vida solitaria como la que siempre había pensado tendría. Myles le había despertado sentimientos en su pecho y había alimentado sueños que nunca antes había tenido, con él sentía que era un mejor hombre y le gustaba la paz que lo envolvía cuando estaba cerca.

Verle sonreír, escucharle hablar, tomar su mano, abrazarlo, besarlo...Eran todas cosas que nunca había imaginado le interesarían en una persona y allí estaba Myles. Era perfecto.

Asomó en el baño para verle terminando de llenar la bañera y sonrió. Cuando Myles se acercó a él, lo abrazó desde la cintura y se coló en el marco de la puerta a su lado para acorralarle con su cuerpo.

—Desnúdate, guapo.

—¿Y si me da pereza? —curioseó y lo miró atentamente con una sonrisa de lado—. Estoy muy, muy cansado...Creo que necesito algo de ayuda.

Myles lo besó en medio de una risa y empezó a desabrocharle la camisa sin apartarse. Sus lenguas se acariciaron fugazmente y Henry descendió por su cuello mientras Myles continuaba desnudándole. Se quitó los zapatos y el pantalón y cuando estaba desnudo y le dio la espalda para ir hacia la bañera, se sobresaltó cuando Myles le pellizcó una nalga otra vez.

—Que buen trasero tienes.

—No seas grosero ¿vale? Es de mala educación tocar a alguien de esa forma.

—Oh, pero tu no eres alguien, bebé. Eres mío y ese bello trasero también es mío —. Henry se rio y aceptó otro pequeño beso antes de meterse en el agua. Myles se trajo una silla del comedor y se sentó a su lado—. Estuve pensando y...Podría mudarme cerca de White Oak en los próximos meses, escuché que tienen algunas casas disponibles y al menos estaríamos más cerca.

—Pero tendrás que viajar dos horas todos los días para ir al trabajo.

Myles se encogió de hombros y metió su mano en el agua para tomar la de Henry.

—Valdrá la pena si significa que podré verte todos los días. Y así podremos ser una pareja cuando nos casemos.

—¿No quieres vivir conmigo?

—¿No despertaría rumores?

—Harvie y Timmy lo hacen y todo el mundo piensa que son solo dos amigos, así que, si somos discretos, nadie pensará nada. Yo pensaba que podríamos vivir juntos.

—Me encantaría vivir contigo, Henry. ¿Dónde?

—Cerca de la casa de Harvie. Todavía debo pedirles permiso, pero si no les molesta, podríamos hacernos una casa cerca a la de ellos después de casarnos y estaremos bastante aislados en el bosque. Nos dará privacidad.

Myles se inclinó para besarlo en respuesta y Henry sonrió y se recostó contra su lado de la bañera, para disfrutar de los masajes que Myles se propuso hacerle. Estuvieron en el baño por un rato y cuando Henry terminó de bañarse y se vistió, esperó mientras Myles se duchaba y le admiró sentado en la silla cerca de la puerta para que el agua no le salpicara.

Lo vio secarse, mordiéndose el labio antes las ganas de lanzarse sobre él y hacer el amor y cuando Myles se marchó hacia el dormitorio, dejó el baño y le siguió.

Se sentó en la cama para verle peinarse frente a la cómoda y admiró su espalda desnuda, cruzando los dedos para que la toalla envuelta en la cadera se le cayera y pudiera admirar su trasero.

Cuando Myles se giró hacia él, tragó con fuerza al verlo quitarse la tolla y lo admiró cuerpo completo hasta que lo tuvo sentado a horcajadas sobre sus muslos. Subió las manos para acariciarle las piernas y la cadera y Myles sonrió y le acarició el labio inferior con la punta de la lengua sin romper el contacto visual o perder la sonrisa.

—¿Quién lo hará esta noche?

—¿Tu disfrutas siendo quién lo hace?

—Mucho —aseguró Myles y le empujó desde los hombros para que se acostara.

—Yo disfruto también...Tal vez...Sí quieres...

—Sí quiero —contestó, ahorrándole tener que explicarlo a sabiendas de que le ponía nervioso y lo besó en lo que le desnudaba—. Extrañé tocarte todas estas malditas semanas.

—Yo extrañé que me tocaras —. Gimió y se mordió el labio cuando Myles le quitó la camisa y bajó con su lengua por su torso—. Soñé contigo casi todas las noches.

—¿Te tocaste?

Asintió, con el rostro algo sonrojado y Myles sonrió y le quitó el pantalón para que ambos estuvieran desnudos. Henry lo abrazó al tenerle otra vez sobre su cuerpo e invirtieron lugares sobre la cama, se acomodó sobre Myles y empujó sus caderas contra él, agarrando el ritmo de la experiencia. Era mucho mejor que la primera vez, se sentía más relajado y podía disfrutar del placer en su totalidad.

Todo su cuerpo ardía con agresividad cuando estaba en la cama con Myles y le gustaba más que cualquier otra cosa. Tocarlo, sentir su piel contra la suya, las cosquillas recorriéndole el vientre y como sus miembros se acariciaban y el de Myles se colaba entre sus nalgas para estimularlo.

Masajeó la entrepierna de Myles colando la mano entre sus cuerpos y continuó besando su cuello mientras le escuchaba gemir. Le encantaban sus graves gemidos, sus firmes manos tocándole en todas partes y el vello de su barba pinchándole el rostro al besarlo. Le encantaba todo y más de él.

Se quedó bocabajo en la cama cuando Myles se enderezó y recostó la mejilla en la almohada con una pequeña sonrisa. Gimió al sentir sus manos sobre los glúteos y una nalgada le hizo vibrar la piel y gemir más fuerte. Alzó las caderas para entregarse a él y los labios de Myles descendieron por su espalda hasta meterse entre sus nalgas y que su lengua pudiera explorarlo. Era suficiente para hacerle acabar con esos estímulos, pero se obligó a contenerse y disfrutó de las suaves caricias y la humedad que cubría su entrada para prepararle a recibirle.

Myles lo masturbó mientras empujaba dos dedos en su interior y cuando terminó, tomó el lubricante que Henry le había dejado la última vez en la mesa de luz y se cubrió como habían hecho la primera vez.

Henry gimió cuando le sintió empujando en su interior y al comienzo se contuvo por el malestar y luego aferró las mantas en sus puños y gimió más fuerte. Era una droga maravillosa y no podía tener suficiente. Le sintió moviéndose en su interior, cada embestida más fuerte que la anterior y mantenerse callado le fue difícil, por lo que enterró el rostro en la almohada y se mordió el labio.

Alcanzó el orgasmo mucho antes de que Myles lo acompañara y se desplomó en la cama, hasta que él terminó y pudo acostarse a su lado con una sonrisa.

—¿Te gustó?

Henry se rio sin poder evitarlo y esperó hasta regular su respiración para hablar.

—Me siento como gelatina.

Myles se giró hacia él y lo besó.

—Te ves tan guapo cuando acabas de tener un orgasmo. Podría acostumbrarme a verte así todas las noches.

—Podría acostumbrarme a que me dejes así todas las noches.

—¿Sí? ¿Te acostumbraras a tenerme en tu interior? —. Henry asintió y se arrastró sobre la cama para ir a besarlo—. Uh, alguien quiere más.

—Por favor...Toda la noche y hasta que me duela respirar.

—Debo levantarme temprano, bebé, sabes que sino te lo daría todo —. Le acarició la curva de su trasero y le levantó la pierna para que se sentara sobre él—. Pero déjame recuperarme y podemos repetir una vez más antes de ir a dormir ¿sí? Esta vez tu puedes montarme.

Y a Henry le gustaba montarlo, especialmente ahora que se sentía mucho más cómodo con lo que hacían. Quería sentarse sobre él y montarlo rápido y fuerte, sentir cada dura embestida en su interior que le producía tantas sensaciones maravillosas.

Cuando despertó a la mañana siguiente, estaba envuelto en los brazos de Myles, acurrucado hacia el centro de la cama y se sentía tan agradable allí, que ni siquiera podía sentir el frío que hacía en toda la casa. Myles se giró para apagar la alarma que lo despertaba para ir al trabajo y regresó para abrazar a Henry otro rato con una sonrisa.

Le gustaba despertar y no estar solo y ya podía imaginar su vida con él, despertando todos los días para tenerle en sus brazos, envueltos en las mantas que los protegía del frío.

Besó la punta de su nariz y Henry sonrió.

—Buenos días.

—Buenos días —. Henry se estiró en la cama y bostezó—. Mmm, iré a prepararte el desayuno antes de que te marches.

—Bebé —. Henry se detuvo antes de dejar la cama y lo miró—. Te amo.

Su pecho se infló de emoción y no se contuvo de inclinarse para besarlo.

—También te amo —dijo.

Preparó unas tostadas para comer con manteca, hizo café y exprimió algunas naranjas para servir jugo como sabía a Myles le gustaba. Estaba terminando de acomodar la mesa cuando él llegó desde el dormitorio, ya vestido y peinado para su día de trabajo. Se detuvo a verle con una sonrisa y le acomodó el cuello de la camisa y las arrugas.

—Muy guapo como siempre.

—¿Te quedarás aquí para cuando vuelva?

—Debo volver a casa o mamá pensará que me han secuestrado o algo, pero vendré el jueves y me quedaré hasta el sábado ¿Qué dices?

—Me parece perfecto —. Myles sacó una de las copias de la llave de su casa que estaba en el llavero y se la entregó—. Para que no debas forzar más cerraduras.

—Aun lamento eso, pero vendré el jueves y tendré la cena lista para cuando llegues. Ya aprendí que debo empezar más temprano, creo que si comienzo a cocinar a las dos de la tarde podré tener todo listo para las ocho cuando vengas.

—No te estreses demasiado, igual es perfecto sin importar qué hagas.

—Pero quiero hacerlo bien. Harvie cuida de Timmy y cocina para él, para recibirle cuando vuelve del trabajo, quiero hacer lo mismo contigo.

—Y me encanta —aseguró—. Pero no quiero que la pases mal por eso.

Henry negó, no la pasaba mal, también le gustaba poder cuidar de Myles, aunque sabía que aun le faltaba mucho por aprender y que seguramente tendría que pedirle algunos consejos a su madre. Elegiría una receta algo elaborada del libro y le pediría a su madre para que le enseñara a hacerla y luego viajaría a casa de Myles y la prepararía para él.

Se marchó poco después de que Myles se fuera al trabajo, cuando terminó de limpiar y hacer la cama. Tomó el tren de regreso a White Oak y leyó el libro de cocina en el camino, intentando decidirse por lo que quería aprender a preparar para él.

Decidió que quería preparar una cazuela, después de todo Myles llegaba por las noches y estaban empezando los días de frío, por lo que siempre había neblina cuando él caminaba desde la estación de tren hasta la casa. Una buena cazuela caliente esperándole le haría entrar en calor fácilmente.

Cuando llegó a la casa, tuvo que esperar por su madre hasta pasado el almuerzo, pues ella había ido a la Universidad para ayudar con los arreglos.

—¿Te quedaste en casa de Myles? —curioseó Nolan cuando entró en el salón.

—Sí. ¿Tú? ¿Alguna notica de Célia?

—Papá sigue intentando averiguar donde vive, pero aun no me ha dicho nada, así que supongo no. ¿Cómo está todo con Myles?

Henry no pudo evitar sonreír y se giró hacia Nolan cuando este se sentó a su lado.

—Más que perfecto. Él es perfecto y lo amo demasiado. Hemos estado hablando sobre formar una familia juntos y vivir cerca de Harvie y Timmy.

—¿Formar una familia?

—Adrian me dio la idea y creo que tiene razón. Es posible si tenemos cuidado.

—Mucho cuidado —enfatizó Nolan—. Por favor, no quiero perderte.

Cuando Olivia llegó con Elizabeth y Katherina, se quitó el abrigo en la entrada protestando del frío y le entregó sus cosas al mayordomo Jaden Petterson para que las ubicara en el armario.

—Mamá —. Se detuvo antes de subir las escaleras para irse al dormitorio y dejó que sus hijas se adelantaran para girarse hacia Henry—. ¿Crees que puedas ayudarme?

—Claro, cariño, qué necesitas.

Henry miró sobre su hombro para asegurarse de que ninguno de sus hermanos estaba cerca y se apartó hacia otra habitación para tener más privacidad.

—Quiero cocinar para Myles el jueves cuando vaya a verle, pero...No sé cocinar muy bien y esperaba pudieras enseñarme. Tengo este libro y me gustó la idea de prepararle una cazuela.

Olivia echó un vistazo al libro con una sonrisa y rápidamente aceptó.

—Deja me cambio por algo más cómodo y abrigado, no sé porque mi mente me dijo que seguíamos en verano y mira como salí...Vengo congelada. Espérame en la cocina ¿sí?

Cuando Olivia regresó, ella echó un vistazo a la receta y tamborileó con sus uñas sobre la mesada.

—Oh, sí, conozco esta receta, es un poco grande para dos personas así que dividiremos todas las porciones a la mitad. Vamos a necesitar carne y creo que justo tenemos guardado algo en la bodega. Igual si lo prepararás para Myles, puedes pasarte a ver al carnicero en la ciudad y pedirle que te el muslo de la vaca...Mmm, bien, vamos a traer los ingredientes y te explico todo, mi amor.

Henry se concentró en aprender, no había cocinado en su vida a excepción de la cena que había hecho para Myles la noche anterior y por lo tanto todo era nuevo. Ni siquiera sabía que había una forma correcta de agarrar el cuchillo para cortar las verduras y se sentía un poco torpe cuando veía la agilidad con la cual su madre podía picar cebolla en pequeños trozos.

—Llevo treinta y seis años cocinando, Henry, créeme que cuando empecé no era así, por lo tanto, no seas tan duro contigo mismo. La práctica es lo que importa.

Cortó la carne, aprendió a condimentar correctamente y estaba revolviendo todo en la olla de hierro sobre la cocina, cuando el mayordomo Petterson entró.

—El señor Morgan ha llamado para avisar que no podrá llegar para la cena.

—¿Y eso por qué? —inquirió Olivia.

—No ha especificado, señora, solo dijo que alguien más tendría que ir a buscar a la joven Adalynn a casa de los Pryor y que volvería en la madrugada.

Cuando Henry miró hacia Petterson, Olivia comprendió que no era la única preocupándose con esa información. Imaginaba que algo tendría que haber sucedido en la compañía para que Jonathan se ausentara por tantas horas y quería pensar positivo e imaginar que solo era papeleo con el cual se había obsesionado otra vez.

Se limpió las manos en un trapo y dejó la cocina para ver cual de sus hijos estaba disponible para ir por Adalynn a casa de los Pryor, ya estaba oscureciendo y no quería que estuvieran en los caminos tan tarde.

—¿Floyd, cariño ¿estás libre ahora?

—Sí, madre ¿Qué necesitas?

Floyd aceptó hacer el viaje hasta casa de los Pryor y se marchó en su caballo bastante rápido para no regresar muy tarde. El viaje era de tres horas si caminaba, pero galopando logró hacerlo en solo una hora y media.

Cuando llegó a la casa de los Pryor esperó en su caballo por Adalynn. La vio despedirse de su amiga en la puerta y le saludó cuando ella se acercó y montó a su espalda.

—¿Cómo estuvo el día?

—¿Podemos irnos, por favor?

Frunció el ceño ante esa frialdad en su voz que no era propia de Adalynn y se ahorró comentarios para ponerse en marcha hacia la casa. Sintió las manos de Adalynn envolviéndole desde la cintura y como lo apretó con fuerza, casi como si temiera que se alejara.

—¿Todo en orden, Ada?

—Sí —mintió.

—¿Sucedió algo en casa de los Pryor?

—N-no.

Anduvo por otros minutos hacia el bosque, hasta que decidió detenerse y bajó del caballo para que ella hiciera lo mismo. Ella no se movió.

—Quiero ir a casa, Floyd.

—También yo, pero primero quiero que me digas qué sucedió.

—Nada —mintió y esperó en el caballo para que él subiera—. Vamos, por favor.

Floyd tomó sus manos y la miró en la oscuridad.

—¿Sí sabes que no me voy a enojar ¿verdad? Cualquier cosa que haya pasado puedes contarme y si no quieres yo no le diré a nadie.

—¿Ni siquiera a mamá y a papá?

—Ni siquiera a mamá y a papá.

Cuando ella levantó su menique dudó un poco antes de engancharlo con el suyo, pues sabía que una vez la promesa estuviera echa, no podía romperla, pero lo haría si resultaba necesario.

—Ahora dime qué sucedió.

—Me da vergüenza —susurró y cuando se limpió las lágrimas, Floyd la sujetó desde la cintura para que bajara del caballo y la abrazó—. No sé qué hice mal...

No se atrevía a decirlo en voz alta, así que le susurró lo sucedido en el oído y Floyd mantuvo la postura para no delatar su furia interior. La apartó lo suficiente para mirarla a los ojos y limpió sus mejillas.

—¿Te tocó?

—Y dijo cosas muy feas, Floyd, muy desagradables. Pero, por favor no le digas a papá, se enojará y no quiero que se moleste.

—Papá no se enojaría contigo por esto, Ada —. La abrazó otra vez y maldijo—. Y no debes guardarte estas cosas, ningún hombre puede tocarte sin tu permiso ¿comprendes? Eso está mal y debes decírselo a una autoridad para que se haga cargo, esa autoridad soy yo, papá o cualquiera de tus hermanos.

—Lo sé, pero ¿Y si se enojan conmigo?

—Jamás nos enojaríamos contigo. Dios, pequeña... ¿No te lastimó ¿verdad? ¿Te golpeó o algo?

—No, m-me paralicé y...y luego tu llegaste y me fui.

La sangre de Floyd hervía solo de saber que el hermano mayor de la mejor amiga de Adalynn la había tocado inapropiadamente sin su consentimiento. Le enfermaba. Sabía que Adalynn no era buena protegiéndose, ella podría no recordar los daños causados por su padre biológico cuando era niña, pero el trauma estaba allí, las secuelas. Era sumisa, insegura, se asustaba fácilmente ante un hombre enojado y podía ser manipulada o presionada a hacer cosas que con un poco más de seguridad Adalynn no accedería a hacer.

Por ese motivo y muchos otros era la más protegida de la familia, Jonathan mantenía a todos los hombres lejos de ella, jamás le levantaba la mano, ni siquiera cuando realmente se portaba mal y ante los momentos de furia, esperaba a calmarse para hablarle. La reacción instantánea que Adalynn tenía de encogerse en un rincón del salón cuando le gritaban, era suficiente motivo para que Jonathan jamás le alzara la voz.

—Vamos a hablar al respecto en casa, pero no estoy enojado contigo, lo estoy con el señor Pryor.

Regresaron a la casa y Floyd la vio correr hacia su dormitorio para evitar a Olivia o alguna de sus hermanas, quienes podrían leer en su mirada que algo estaba mal. Se quitó el saco para dejarlo en manos del mayordomo y fue detrás de ella hasta encerrarse en su dormitorio.

—Debemos decirle a papá.

—No, prometiste que no dirías nada.

—Ada, esto es importante. El señor Pryor debe enfrentar consecuencias por lo que hizo.

—Pero no fue tan importante, yo estoy bien...No importa, olvida que te conté sí.

Se negó a hacer algo semejante y tomó asiento a su lado en la cama.

—Es importante. Papá y mamá siempre te han hablado sobre el consentimiento ¿o me equivoco? Nadie puede tocarte sin tu permiso, especialmente no de la forma que Pryor lo hizo —. Se abrazó a sí misma conteniendo las lágrimas y Floyd abrió sus brazos para recibirla—. Agradezco haber llegado cuando lo hice.

—Tenía mucho miedo...Era agresivo y me dijo que debía ser obediente y no decirle a nadie...Yo...Le pedí que se detuviera, pero...Me dio demasiado miedo hacer algo más.

—Shh, todo está bien. Ya estás en casa y no volverás a visitar a los Pryor. Solo necesito que me digas exactamente qué te hizo y dónde te tocó.

Adalynn enrojeció al señalar hacia su entrepierna y se ocultó en sus manos para que no la viera o moriría de la vergüenza.

—¿Por debajo del vestido? —. Asintió sollozando y Floyd apretó los puños—. ¿Sucedió algo más?

—No, luego tu llegaste y se apartó y me dijo que no debía decirle a nadie o me castigaría por ser una nena mala. ¿Lo hará? 

—No, claro que no, Ada, no tienen ningún derecho a hacerlo y que empiece a rezar por su vida porque le quedan pocos días. Debo decirle a papá.

—Floyd, por favor...

—Es importante, Ada, estas cosas papá debe saberlas. Y él no se va a enojar contigo, vendrá a consolarte y se encargara de poner al señor Pryor en su lugar, si no lo hace él, lo haré yo, pero de todas formas el señor Pryor debe pagar.

—Me da vergüenza.

—No debes tenerla con nosotros, somos tu familia, Ada y nos preocupamos por ti y vamos a cuidarte ¿sí?

Asintió y volvió a abrazarlo para ocultarse en su hombro y llorar.

Se quedó con ella hasta que se durmió en la cama y luego la excusó en la cena para no dar la noticia ante todos sus hermanos y hermanas. Prefería hablar a solas con Olivia y que ella le diera la información a Jonathan, después de todo, si él lo hacía no podría contener a Jonathan de arrancarle la cabeza al señor Pryor y un cadáver era lo último que la familia necesitaba en esos momentos.

—¿Mamá ¿tienes un momento? —preguntó cuando llamó a la puerta de su boudoir.

—Sí, un minuto...Quiero terminar esta carta —. Escribió la última línea, mojó la pluma en la tinta y la firmó para dejarla a un lado secándose en lo que giraba su atención hacia Floyd—. Ahora sí, dime.

—Es sobre Ada... —. Se acercó para sentarse en la silla frente a ella y retorció sus dedos sin saber como explicarle. Nunca había tenido que entregar una información tan desagradable—. Cuando fui a buscarla estaba algo agitada y me confesó que el señor Pryor...el hijo mayor, estaba en la casa para la cena de esta tarde y la tocó inapropiadamente por debajo del vestido además de amenazarla...

Olivia contuvo la respiración mientras Floyd le daba los detalles y aunque la sonrisa permaneció en su rostro, dejó de ser genuina en sus ojos.

—Pensé que papá debía saber de esto y tomar medidas, pero...Creo que es mejor si tu le dices. ¿Mamá? ¿Estás bien?

—¿Abusó de ella?

—No, pero si yo no hubiera llegado cuando lo hice, probablemente lo habría hecho.

Las manos de Olivia temblaban cuando se enderezó en la silla para doblar la carta que había escrito.

—¿Adalynn?

—Está durmiendo ahora.

—Bien, quédate con ella esta noche, puede que tenga pesadillas y no la escucharemos si despierta llorando —. Floyd asintió y cuando Olivia se puso de pie, la imitó—. Gracias por decirme, Floyd.

—¿Estás bien?

Asintió rápidamente y le acompañó hasta la puerta del dormitorio para poder cerrar a sus espaldas. Se cubrió la boca con una mano para evitar hacer ruido al romper en llanto y caminó como pudo hasta la cama para sentarse en silencio.

Sentía impotencia de solo pensar en su pequeña Ada en manos de un asqueroso hombre, todavía tenía el vivido recuerdo de sus heridas cuando Jonathan la había sacado de aquella horrible familia cuando solo era una niña, todavía recordaba lo sensible que era y lo mucho que se emocionaba cuando le daban atención. Una atención a la cual Adalynn no había estado acostumbrada en su anterior hogar.

Cuando Jonathan llegó en la noche, esperaba encontrar a Olivia durmiendo y por eso se sorprendió cuando al entrar silenciosamente al dormitorio la encontró sentada en el sofá individual junto a la ventana, con un libro en sus manos y la lámpara encendida.

—Sigues despierta, lamento haberme demorado tanto, tuve que viajar a la ciudad para verme con Matthewson y regresé a caballo. Había olvidado lo largo que puede ser el viaje sin tren —. Se quitó el saco con una sonrisa y lo dejó en el sofá más grande que había contra la pared—. Perdón por perderme la cena, sé que te molesta, pero lo compensaré no yendo a trabajar ¿Qué tal? ¿No? ¿Estás muy enojada?

—No estoy enojada, Jona, pero...Hay algo que debo decirte —. La sonrisa de Jonathan desapareció, siendo remplazada por la preocupación y asintió de pie ante ella—. Es sobre Ada...Creo que deberías sentarte.

Los nervios de Jonathan aparecieron ante esa clara frase que no deparaba nada bueno. Permaneció de pie y la apremió a que hablara.

—¿Ella está bien? ¿Dónde está?

—Está durmiendo con Floyd, Jona.

—¿Con Floyd? ¿Por qué? ¿Qué le sucedió?

Olivia se puso de pie y se acercó para sujetarle por los hombres y calmarlo. Jonathan intentó alejarse, pero no se lo permitió.

—El hijo mayor del Sr. Pryor...

Jonathan le dio la espalda agarrándose la cabeza y el corazón de Olivia se rompió en otros miles de pedazos cuando le vio inclinarse sobre su vientre y llorar con la furia contenida en sus puños.

—Por favor dime que no la violó...Por favor...

—No tuvo tiempo —. Jonathan soltó el aire agresivamente y se dejó caer sentado en la cama—. Pero Ada le contó a Floyd que la tocó por debajo del vestido y la amenazó con castigarla si le decía a alguien.

—¿Castigarla? —repitió y alzó la mirada hacia Olivia con los brazos apretados—. ¿A mí hija?

Olivia se apartó de su camino cuando él se puso de pie bruscamente y observó su espalda al verle rebuscar por el dormitorio.

—No puedes matarlo, Jona.

—Oh, sé perfectamente lo que puedo o no puedo hacer—. Abrió el armario y sacó su revolver de uno de los cajones—. Le voy a volar la cabeza a ese bastardo y cuando venga, Ada se vendrá a dormir con nosotros.

Le quitó el arma antes de que el pudiera dejar el dormitorio y negó.

—No puedes matar, no solo no es legal, sino que hemos avanzado mucho con tu salud mental y no vamos a retroceder con más muertes.

—¿Quieres que me quede sin hacer nada? ¡¿Cuándo e...?!

—Baja la voz, no quiero que despiertes a todo el mundo.

Jonathan maldijo, apretó el puño y lo impactó con agresividad contra la puerta del armario. Olivia vio como su puño atravesaba la madera dejando un agujero y si no se tratara de su hija y el hombre que la había agredido, probablemente se habría molestado con Jonathan, pues ahora debía conseguir otro armario o al menos remplazar la puerta...No...Probablemente se conseguiría otro armario, era una buena excusa para cambiarlo y ese ya no le gustaba.

—¿Te desahogaste?

—No. Esto no puede sucederle a Ada, no puede...No después de lo que ese jodido bastardo le hizo cuando era niña, todavía lo tengo en mi memoria, Olivia, todavía recuerdo haberlo visto encima de ella, violándola cuando entré en la casa y ahora esto...

—Mi amor, estoy sintiendo el mismo dolor que tú, es mi bebé, mi princesa, pero... —. Contuvo las lágrimas y se encogió de hombros—. Tampoco puedo arriesgarme a perderte a ti y si matas otra vez es exactamente lo que sucederá. Ya no son los mismos tiempos, Jona.

—¿Sabes lo que puedes hacer con esa estúpida frase ¿no? Irte con ella a la mierda —espetó y cuando le intentó quitar el revolver de las manos, Olivia lo detuvo e intentó apartarlo—. No me hagas sacártelo por las fuerzas, ángel.

—No. Ya te dije que no, Jonathan. Basta. No podemos pelear con un arma cargada, terminaremos disparándonos accidentalmente —. Consiguió que se alejara y se apresuró a meter el revolver en un cajón y trancarlo con llave. Jonathan pateó una de las sillas y se sentó en el sofá maldiciendo—. Vas a reposar la información por esta noche y cuando estés más calmado puedes ir a darle a Pryor una golpiza, pero no puedes matarlo.

La miró desde el sofá, intentando contener su impotencia para no estallar con ella y asintió. Olivia se sentó a su lado y lo abrazó, consciente de que compartían el mismo dolor.

—No es tu culpa, Jona —le dijo y él la abrazó con más fuerza y se ocultó en su pecho.

No durmieron mucho esa noche.

Olivia dormitó en el sofá junto a Jonathan, pero él se quedó despierto, mirando hacia el agujero que había dejado en el armario y pensando acerca de todo. Al menos se había calmado antes de cometer una locura, pero todavía quería ver al mayor de los Pryor con el rostro cual morcilla.

Dejó a Olivia durmiendo y abandonó el dormitorio para marcharse. Llamó en la puerta de Geordie y esperó unos minutos hasta que este le abrió, frotándose los ojos todavía algo dormido.

—Necesito pedirte algo difícil, pero necesito que lo hagas sin cuestionar ¿entendido? —. Geordie asintió inmediatamente y se colocó una chaqueta sobre su camisa de dormir—. El hijo mayor de los Pryor intentó abusar de Ada y yo no puedo controlarme lo suficiente para no matarlo, tus hermanos tampoco podrán.

La noticia tomó a Geordie por sorpresa y le costó un minuto procesarlo y entender que su hermana menor, la pequeña Adalynn a la que todos protegían y quien ya había sufrido a manos de un violador cuando era niña, había estado muy cerca de revivir los hechos.

—¿Dónde está Ada?

—Durmiendo con Floyd, él fue quien descubrió lo que sucedió. ¿Puedes hacerlo, Geordie? Sé que es demasiado, pe...

—Lo haré.

Jonathan le agradeció y aunque quiso acompañarle, tuvo que regresarse hacia su dormitorio. Sabía que si ponía sus ojos sobre Pryor lo mataría, no tenía control para esas cosas y la sangre todavía le hervía solo de imaginar a su pequeña en manos de ese enfermo. Ya no la dejaría ir a casa de los Pryor, aunque fuera la familia de su mejor amiga, ni siquiera quería que se acercara a ellos o les hablara. La amistad se había acabado.

Geordie se cambió rápidamente y dejó la casa con paso apresurado, apenas agarrando su sombrero y abrigo de pasada y sin siquiera darle tiempo a Petterson de llegar a abrirle la puerta.

Llegó hasta los establos, sacó a su caballo y montó rápidamente para cabalgar hasta la casa de los Pryor.

Normalmente no se metía en peleas, Grayson siempre tomaba todas las peleas por él y Geordie acostumbraba provocar varias por accidente, siendo demasiado honesto con un hombre que tenía el orgullo demasiado frágil como para tomarlo, pero en su vida y siendo como era, había tenido que enfrentar algunas pequeñas peleas por sí solo. En muchos casos, la discusión terminaba cuando se ponía de pie y su verdadero tamaño se evidenciaba acobardando al oponente y en otros, cuando algunos realmente creían que podían derribarlo, terminaba a los minutos con su primer golpe que lo noqueaba. No controlaba mucho su fuerza y tampoco se molestaba por aprender a hacerlo.

Ahora era Adalynn y con Pryor definitivamente no quería controlar su fuerza pues estaba molesto. Peor que molesto.

Bajó de su caballo cuando llegó a la casa y aporreó la puerta para que le abrieran. No le fue sorpresa que la familia todavía durmiera, apenas estaba empezando a salir el sol, así que el señor y la señora Pryor abrieron confundidos, con sus batas cubriendo sus pijamas.

—¿Señor Morgan ¿Qué son estás formas de llegar y a esta hora de la mañana?

—Necesito que traiga a su hijo mayor, señor Pryor.

—¿No puede esperar hasta una hora acorde? —. Negó en respuesta y la señora Pryor le miró ofendida—. ¿Cuál es la emergencia?

Geordie mantuvo la vista fija entre ambos, sin mirarle a ninguno directamente y respondió.

—Su hijo intento abusar de mi hermana y he venido a golpearle, probablemente romperle la columna para dejarle invalido y que así no pueda lastimar a nadie más —. No reaccionó cuando la pareja ahogó un grito de indignación.

—Esas son serias acusaciones, señor Morgan y si no tiene prueba apreciaría se marchará —espetó la señora Pryor.

Cuando intentó cerrarle la puerta en el rostro, Geordie la sostuvo con su mano.

—Tengo pruebas, señora Pryor. Mi hermana lo ha dicho y mi hermano la ha visto en su estado de intranquilidad que confirma lo que ha sucedido. Ahora, pueden traerlo o entraré a buscarlo y será mucho menos agradable para todos si lo hago.

—Lárguese en este instante.

—¿Cuándo sucedió esto que sugiere? —se interesó el señor Pryor.

—Ayer por lo que pude entender.

La señora Pryor negó inmediatamente cuando comprendió lo que su marido pretendía y le empujó con fuerza desde el torso en modo de protesta.

—¡No te atrevas, Ronald!

—¿Qué opción tenemos?

—Ninguna —contestó Geordie—. Solo empeoraran las cosas si me hacen entrar y tampoco intentaría llamar a la policía si fuera ustedes, les pagaré cuando lleguen para que me dejen marchar. ¿Van a traerlo o no?

Geordie esperó cuando el señor Pryor se giró hacia el salón para subir las escaleras y escuchó desde afuera los gritos desesperados de la señora Pryor que le ponían de los nervios. No entendía porque tenía que ser tan escandalosa.

Geordie bajó los escalones del porche, estudió el lugar, acarició a su caballo que esperaba por él y luego vio la sombrilla que había junto a la mesa del jardín, la sacó de la mesa y se quedó solo con el fierro en sus manos.

Cuando Ronald empujó a su hijo para que saliera de la casa, rápidamente cerró la puerta a sus espaldas y le dejó a su merced. El hombre no era para nada como Geordie habría imaginado, era algo grande sí y parecía tener más de cuarenta, pero también parecía un mantenido y no se veía muy presentable, aunque podía deberse a que acababan de despertarlo y todavía iba descalzo y en pijama.

—¿Qué qui...?

El fierro le impactó el costado del torso tirándole hacia el suelo y cortándole todas las palabras en el proceso. Lo vio ahogar un jadeo cuando sus costillas cedieron ante el impacto y el aire abandono su pecho bruscamente impidiéndole respirar por unos minutos.

Geordie esperó hasta que le vio intentar ponerse de pie y volvió a golpearle con el fierro sobre la espalda. Volvió a esperar y repitió el proceso hasta que Pryor dejó de intentar pararse.

—Arriba, señor Pryor, apenas estoy empezando.

—¿Cuál...es el motivo...de esto, señor?

—Que intentó violar a mi hermana.

—No sé de qué habla.

Cuando se enderezó, miró hacia Geordie y notó que este ni siquiera le miraba. Su atención estaba puesta en el fierro en sus manos.

—¿Perdió la memoria? ¿O solo se hace el tonto cuando le conviene?

—No he violado o intentado violar a nadie.

—¿Sugiere que mi hermana miente? —. Pryor levantó la mirada cuando Geordie se acercó a él más de lo que jamás se habría acercado a ningún hombre—. ¿Eso intenta decir? ¿Qué mi pequeña hermanita es una mentirosa? ¿O me dirá que ella lo buscó?

Pryor no respondió, porque no podía decir nada salvo negar todo lo que Geordie decía había sucedido. De ser otro hombre seguramente le diría que ella lo había buscado, pero con Geordie parecía ser contraproducente siquiera sugerirlo.

—Lamento si mi comportamiento fue inapropiado, s-señor Morgan. No volveré a acercarme a su hermana.

—Al menos en algo estamos de acuerdo. Definitivamente no volverá a acercarse a ella.

Lanzó el fierro al suelo y lo golpeó con su puño, tirándole al suelo otra vez. Se acomodó sobre él, le levantó desde la camisa solo lo suficiente para volver a golpearle y aunque Pryor intentó apartarle, sus manos solo alcanzaban a empujarle un poco el rostro sin moverlo del lugar.

Se detuvo cuando sus manos ya estaban llenas de sangre y se apartó, intentando controlar su respiración y escuchando los gritos de la señora Pryor desde la casa que lo ponían nervioso. Había demasiado sucediendo a su alrededor y se sentía un tanto mareado. Le temblaban las manos, la cabeza le daba vueltas, no le gustaba la sensación de la sangre en su piel y estaba al borde de un ataque de pánico por culpa de la ansiedad.

Se obligó a controlarse, tomó el fierro otra vez y giró a Pryor con el pie para que yaciera sobre su vientre y así poder golpearle la espalda. Se detuvo cuando ya no lo vio moverse salvo para respirar lentamente y decidió arrodillarse a su lado.

—Recuerde que usted provocó esto, no mi hermana ni su padre por cumplir con mi pedido. Usted y sus acciones lo dejaron en esta situación y si vuelvo a verle cerca de cualquiera de mis hermanas o siquiera mirándolas, volveré y le arrancaré la garganta lentamente mientras le obligó a ver como quemo su casa con su familia adentro ¿comprende? —. Pryor asintió silenciosamente y Geordie le dio un suave golpe en la mejilla—. Muy bien. Que tenga buen día, señor.

Se fue rápidamente en su caballo y solo pudo andar por suficiente tiempo para llegar a la casa de Eloise, la cual quedaba más cerca que White Oak y por lo tanto era el único lugar donde imaginaba podía encontrar consuelo.

Lanzó una pequeña piedra hacia la ventana de Eloise, pues con su aspecto e intranquilidad, no estaba en condiciones para llamar a la puerta y dejar que los padres de ella le vieran. Solo cruzaba los dedos para que no hubiera despertado todavía y sí estuviera en su dormitorio.

Estaba por lanza una segunda piedra pequeña cuando la vio en la ventana y señaló hacia el bosque donde quería encontrarla. Ella se marchó tan rápido como apareció y sin estar seguro si lo había entendido o no, se regresó a su caballo y puso distancia entre él y la familia de Eloise.

¿Qué clase de hombre creerían era si le veían cubierto en sangre y al borde de llorar y gritar? Estaba nervioso y asustado, nunca había golpeado tanto a una persona y la sensación de la sangre en su piel no le gustaba. Era algo fría y pegajosa y podía sentir como las riendas del caballo se le pegaban a la piel. No le gustaba el ardor en su pecho al respirar provocado por haberse agitado tanto durante la pelea y no le gustaba la imagen que había quedado en su mente, del rostro de Pryor irreconocible y su cuerpo tirado en la tierra sin moverse.

Esperó sentado en una roca mirándose las manos ensangrentadas, hasta que escuchó unas ramas quebrarse a sus espaldas y vio a Eloise llegar corriendo con unos trapos, gasas y agua. Seguramente había interpretado que él estaba lastimado y se veía aterrada.

—¿Dónde sangras? Por favor dime que no es nada grave ¿Qué sucedió? ¿Estás bien? No, claro que no lo estás, estás temblando.

—No es mi sangre —contestó y continuó temblando incluso cuando ella empezó a revisarle el cuerpo—. Casi maté a alguien esta mañana y yo nunca...Nunca había lastimado a alguien, a veces tuve peleas, pero jamás...Pero debía hacerlo porque mi hermana me necesitaba y papá no puede hacerlo, él no puede matar otra vez porque...Porque se entristece cuando eso sucede y...Y mis hermanos no iban a controlarse y habrían matado al hombre...Yo era el único y...Y no pude negarme...No quise negarme...Pero ahora tengo todos estos ruidos en mi cabeza y son muy fuertes...Y...

Enmudeció cuando Eloise ahuecó su rostro con ambas manos y la miró a los ojos.

—Respira profundo y suéltalo con calma —. Obedeció, sin apartar los ojos de ella y la imitó para respirar como le indicaba—. Eso es, cariño. Muy bien. Ahora me contarás todo, pero primero quiero limpiart...

Geordie la besó antes de que pudiera apartarse de él y se contuvo de sujetar su rostro como quería por miedo a ensuciarla con la sangre. No se sentía limpió para tocarla en esos momentos, pero besarla lo necesitaba.

Eloise quería besarlo tanto como él y sabía que de alguna forma que no comprendía del todo, los besos calmaban a Geordie y le regresaban los pies a la tierra cuando se ponía muy nervioso, pero tuvo que apartarlo y detenerle con una mano en su torso.

—Déjame limpiarte primero.

Le lavó las manos con el agua que había traído y aprovechando que no había heridas, lo secó con las vendas. Le mojó también el rostro, para refrescarlo un poco y se quitó su saco de lana para cubrirlo, esperando que eso le ayudara a entrar en calor pues tenía la piel congelada y no había agarrado mucho abrigo.

—Dime qué sucedió.

Le contó todo sin dejar un solo detalle fuera y cada vez que se agitó demasiado, Eloise le detuvo gentilmente y lo ayudó a volver a respirar. Lidiaba con demasiadas emociones en esos momentos y el problema era que las sentía con demasiada intensidad y superaban sus límites.

—¿No trajiste el libro qué te regale?

—No, lo dejé en casa cuando salí apresurado.

—No pasa nada, yo siempre ando con algunas cosas en el bolsillo por si me visitas —. La vio buscar en el bolsillo de su vestido y tomó los trozos de tela que le entregó. Su favorita era la gamuza, así que se quedó acariciando esa—. ¿Mejor? No debes sentirte mal por lo que hiciste, Geordie, honestamente cualquiera habría reaccionado igual, mi hermano probablemente habría hecho cosas mucho peores a ese hombre de estar en tu lugar.

—Pero había mucho ruido y...sangre...y la señora Pryor gritaba demasiado fuerte desde la casa.

—Lo sé, cariño, muchos estímulos ¿no? —. Asintió inmediatamente y consiguió dejar de agitar su pierna cuando ella empezó a acariciarle la nuca con sus uñas. Eso era otra cosa que le gustaba como se sentía—. Vamos a dejar eso atrás y a calmarnos ¿te parece?

—Sí. Lamento haber llegado de esta forma, no quiero que pienses soy un mal hombre o violento...No lo soy y...

—Geordie, respira —. Le giró el rostro desde el mentón para que la mirara y acarició su mejilla—. Te conozco, cariño, sé como eres y no me molesta que me buscaras. Me alegra saber que puedo ser de ayuda para ti.

—Eres de mucha ayuda. Siempre. Dios, te amo tanto, Eloise.

Cuando la besó esta vez, dejó las telas en el olvido y giró su cuerpo para ahuecar su rostro con ambas manos y atraerla más cerca. Ardía en deseo por ella, en admiración y adoración y eran sentimientos que nunca antes había sentido, pero le gustaban. Todo lo que Grayson alguna habías había mencionado sobre el placer, el dormir con una mujer, el sentirla desnuda, todas esas cosas que nunca le habían gustado y que siempre le habían dado asco, con Eloise se volvían su más grande fantasía y una que ya no podía controlar.

—No me molestaría que me hagas el amor si eso es lo que quieres, pero preferiría que mi primera vez no fuera en un bosque sobre una roca —confesó y Geordie se rio y murmuró una disculpa al apartarse un poco—. Me has dejado acalorada con ese beso, Morgan.

—¿Eso es bueno?

—Sí, significa que te deseo.

—También te deseo —confesó—. Pensar en ti todas las noches me ayuda a dormir.

—¿Cómo me piensas?

Geordie bajó la mirada hacia el collar que ella traía colgando sobre la curva de sus senos y tomó el dije con las dos gemas que él le había regalado.

—Desnuda...en mis brazos, sobre mi cuerpo...A veces se vuelve tan real que puedo jurar tengo tu aroma en mí, arropándome para dormir.

Eloise contuvo la respiración y estudió atentamente su rostro mientras él descendía sobre su ropa con la mano y le acariciaba fugazmente.

—Jamás sentí necesidad de tener a una mujer, era algo que atraía a mis hermanos, pero a mí no me parecía emocionante o importante. Ahora todo lo que puedo sentir es la necesidad de tu calor, Eloise y quiero todo lo que implica hacer el amor con una mujer. El placer, el calor, la emoción e incluso el bebé.

Se rio sin poder evitarlo y le peinó los cortos vellos dorados que Geordie tenía en la nuca.

—¿No crees que nos estaríamos saltando un paso importante si hiciéramos un bebé ahora?

—Mmm... ¿Flores?

Volvió a reírse y se apoyó contra su frente.

—Debes pedirme matrimonio, Morgan.

—¿Tu quieres casarte conmigo?

—¿Tú no? —. Asintió inmediatamente y se acomodó sobre la roca para girar su cuerpo hacia ella. Lo había estado pensando durante meses y simplemente no había logrado encontrar el valor para expresarlo—. He pensado que...Me gustas mucho, Geordie y soy feliz a tu lado, quizás sería hora de empezar a planear una vida juntos...Si tu quieres.

—¿Pero ¿Qué hay de mis problemas?

—¿Te refieres a tu ANC? —. Geordie asintió—. ¿Qué con eso? No será un obstáculo para que seamos felices juntos, Geordie. Yo...Te amo...Demasiado.

—¿Me amas? —. Eloise asintió y cuando le vio reír de la emoción, no pudo evitar reír con él—. ¿De verdad?

—De verdad, Geordie.

La besó impulsivamente y estuvo a segundo de tirarla de la roca bajo el peso de su cuerpo, por lo que tuvo que sujetarla en el lugar y acercarla. Eloise sonrió, acarició su mejilla y mordió suavemente su labio inferior al apartarse.

—He estado pensando en pedirte matrimonio desde hace meses.

—¿Y qué te detuvo?

—No quería que me rechazaras. No soy bueno soportando el rechazo y si me hubieras rechazado jamás podría haberte mirado a los ojos otra vez y me gustan tus ojos. Me gustan mucho.

—No entiendo por qué, son muy raros.

—Eso es lo que los hace tan hermoso. Tus ojos son únicos como tú —. Sonrió, conmoviéndose con sus palabras y se emocionó. Desde que Geordie había llegado a su vida, había dejado de sentirse insegura con sus ojos, porque él hacía que se sintiera hermosa—. No soy bueno explicando mis sentimientos, Eloise, pero los siento con mucha intensidad y mi amor por ti...Quiero poder explicarte como se siente mi amor por ti, pero no puedo con palabras...No sé cómo... ¿Me permitirías mostrarte?

—¿Cómo?

—Esta noche...Quiero llevarte a un lugar —. Asintió emocionada y sonrió. Ya quería que oscureciera—. Vendré a buscarte a las cuatro. 

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