Vidas cruzadas: El ciclo. #3...

By AbbyCon2B

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Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrent... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.

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By AbbyCon2B

Se marchó en su caballo primero hacia la casa de Harvie y Timmy, ubicada en el bosque a solo unos cuarenta y cinco minutos trotando. Era una agradable cabaña hecha con tablones y un techo y chimenea de piedra. Era la casa ideal para Harvie, con un porche agradable donde sentarse en las tardes a descansar y disfrutar de algunos aperitivos, un jardín que había trabajado por su cuenta durante los años y florecía mejor cada día. Un patio trasero donde tenía un pozo de agua y la cuerda para la ropa, así como una mesa bajo un techo para disfrutar las tardes de verano. No muy lejos de la casa, Timmy estaba trabajando en construir un depósito, pero avanzaba lento, pues pasaba sus días en la granja y solo podía progresar los domingos, cuando era su día de descanso.

Elizabeth desmontó y enrolló la cuerda de su caballo al poste que había cerca de un árbol y donde Harvie dejaba su caballo descansando durante el día. Pudo ver a Harvie en la huerta cuando empezó a acercarse, iba solo con su camisa y el pantalón con tirantes y tenía un sombrero en la cabeza para protegerse del sol, aunque la ubicación y el que estuvieran rodeados por árboles ayudaba a crear más sombra.

—Buenos días, tío Harvie —saludó y abrió la puertilla del cerco que rodeaba la huerta para cruzar—. Veo que tus verduras crecieron mejor este año.

—Le estoy agarrando la mano a esto de la jardinería y debo decirte que la primavera se esta convirtiendo en mi época favorita —. Agregó algunas zanahorias a la canasta y se enderezó con una mano en la espalda y un quejido—. Todo parece crecer más rápido y fácilmente en primavera.

—¿Necesitas ayuda?

—Ya que lo mencionas, recoge algunas remolachas ¿sí? Mi espalda ya me está matando de pasar la mañana agachado —. Elizabeth tomó la canasta y se acuclilló en el suelo junto a las plantas de remolacha para ir sacándolas de la tierra—. ¿Cómo están tus padres?

—Bien, fueron a la ciudad para hacer unos trámites. No me comentó mucho del tema, pero parecía emocionada. ¿Estarán planeando adoptar otra vez?

—Lo dudo, tus padres ya renunciaron a la época de las adopciones hace mucho. Con esas ya será suficiente, Lizzie, muchas gracias —. Le regresó la canasta y se sacudió las manos antes de seguirlo hacia la casa—. ¿Y tú como estás? ¿Tus hermanos?

—Estamos bien, como siempre. Ada sigue estudiando, Katherina está viviendo su historia de amor. Kathleen...No sé que hace ella la verdad. Oh, bueno, los mellizos están peleados hace ya un mes.

—¿Peleados?

—Sí, pensé que era solo una etapa, pero parece ser bastante serio —comentó y entraron por la puerta de la cocina ubicada a un lado de la casa—. Por lo que entendí Henry está celoso porque Nolan lo ha dejado de lado al estar con Carlie.

—Uhm ¿y lo ha hecho?

La cocina de Harvie era espaciosa y muy iluminada por las amplias ventanas que tenía en dos de las paredes. El suelo era de madera y tenía una mesa en el centro donde acostumbraba comer con Timmy cuando no tenían invitados. Tenía la cocina de hierro rectangular incrustada en un espacio en la pared diseñado específicamente para ella, con el suelo de baldosas alrededor de la cocina para prevenir incendios y una chimenea que sacaba todo el humo de la casa. Tenía el lavado y otra mesa alargada contra la pared la cual usaba de mesada como era la costumbre en esa época en la cual las mesadas modernas todavía no habían sido inventadas.

El motivo por el cual se veía tan espaciosa y ordenada, era porque Harvie había hecho un armario aparte para guardar todas las cosas, por lo que las paredes de la cocina estaban casi completamente despejadas, a excepción de algunos estantes y cuadros adornando. Del techo colgaban hierbas que se secaban.

—¿Y qué te trae por aquí, Lizzie?

—Esperaba poder convencerles de asistir a la fiesta del viernes —dijo y se sentó junto a la mesa a verle lavar las verduras que había entrado de la huerta—. Sé que dijiste que no estaban interesados, pero habrá música y mucha comida y me gustaría que fueran.

—A Timmy no le gustan esas fiestas, Lizzie.

—Lo sé, pero...Pero no es cualquier fiesta, tío. Yo la he organizado y he pensado en todo para asegurarme de que nadie se aburrirá y habrá muchas cosas para hacer. ¡Incluso he pensado en los niños! Tendrán su pequeña fiesta en el otro salón para los padres que no tienen con quien dejarlos.

—Imagino que has organizado todo a la perfección y sé que será todo un éxito, pero Timmy no está acostumbrado a ese tipo de ambientes y no tiene mucho aprecio hacia la gente adinerada —. Dejó las verduras sobre la mesa y tomó la tabla de picar para empezar a pelar y cortar—. Mira, hagamos lo siguiente. Él vendrá para almorzar en unas horas, quédate a comer con nosotros y si logras convencerle cuando venga, iremos ¿de acuerdo?

Elizabeth asintió inmediatamente y se puso de pie para ayudarle a cocinar.

Prepararon una ensalada, algo normal en épocas de calor y Harvie horneó la carne que había dejado marinando en unas salsas durante gran parte de la mañana. El aroma era exquisito y le hacía rugir el estomago solo de imaginar lo delicioso que debía saber.

Le ayudó a poner la mesa para el almuerzo y cuando escuchó el caballo de Timmy empezó a organizar su cabeza para convencerle. Debía usar las palabras correctas, pues conocía al tío Timmy; era terco, orgulloso y frío.

Entró por la puerta principal y Harvie fue a recibirle dejándola sola en la cocina. No lo siguió, pues imaginaba querrían su momento a sola para besarse y hablar y sabía que Timmy se ponía bastante incómodo y nervioso cuando otros lo veían con Harvie, él no estaba acostumbrado a no ser juzgado por su sexualidad y todavía no comprendía del todo porque Elizabeth y su familia se lo tomaba con tanta naturalidad.

—No sabía que Lizzie vendría a comer con nosotros, habría traído un pastel de la panadería —dijo y le dio un beso en la sien al pasar junto a ella.

—Llegue sin avisar, pero no es problema, el tío Harvie ya preparó un pastel de manzana que huele delicioso.

—Y que aun está caliente —agregó Harvie al ver la mirada de Timmy—. Así que primero comeremos la comida.

Timmy se sentó en la cabecera y Elizabeth ocupó el asiento a un lado de la mesa dejando la otra cabecera para Harvie.

—¿Y qué te trae por aquí, Lizzie? ¿Todo bien en casa?

—Sí, solo quería hablar con ustedes sobre el viernes.

Timmy juntó las cejas.

—¿El viernes? ¿Qué hay el viernes?

—El baile —le recordó Harvie de pie a su lado para servirle la comida.

—Oh. El baile, cierto. Nosotros no iremos ¿ya te dijo Harvie?

—Eh, sí, pero...Esperaba pudieran reconsiderarlo —. Timmy no le estaba dando tanta importancia a pesar de escucharla, ya había tomado una decisión y no tenía aspecto de querer cambiarla—. Sé que no te gustan ese tipo de fiestas, pero estarán mis padres y ellos los quieren mucho y...

—Recemos, Lizzie —interrumpió Harvie ofreciéndole una mano y ella se detuvo y tomó las manos de ambos—. Te agradecemos Señor, por todo lo que das; la comida que comemos, las vidas que vivimos; y a nuestros seres queridos muy lejos, por favor envía nuestras bendiciones, Señor, y ayúdanos a todos a vivir nuestros días con corazones agradecidos. Amén.

Cuando empezaron a comer, Elizabeth continuó con lo que decía.

—No tienen que quedarse toda la noche si no quieren, aunque sería mucho mejor si lo hiciera e incluso pueden dormir en la casa. Tampoco tienen que hablar con otros invitados, pueden estar con mamá o yo puedo quedarme con ustedes. No hablaremos con nadie más, lo prometo.

—Lizzie —intervino Timmy y cuando ella lo miró, encontró que él negaba—. Si Harvie quiere ir, puede hacerlo, pero yo no iré.

—Y yo no voy a ir solo.

—Pero mi lista queda impar si ustedes no van —lloriqueó—. Y ya debo buscar a otro hombre para llenar un lugar vacío y ni siquiera conozco otro hombre, sería fácil si me faltaran mujeres. Conozco muchas mujeres, ¿pero hombres? Papá con suerte me dejaba hablarle al cartero cuando era niña. Por favor, vengan a la fiesta, se los ruego.

Harvie no intervino en lo que dejaba que Timmy decidiera, pero tuvo que contener su risa. Elizabeth podía ser insistente y dramática a partes iguales y Timmy era demasiado terco, pero no era una persona paciente y eso podía hacerle ceder fácilmente ante personas tan insistentes como Elizabeth.

—¿Tendré que bailar?

—Eh...pues...O sea... ¿Sí? Es que por eso debe ser par, debe haber un hombre por cada mujer para que nadie se quede sin pareja.

—Pues no sé bailar, Lizzie.

—El tío Harvie puede enseñarte —señaló—. Él se conoce todos los pasos de cada uno de los bailes que habrá esa noche y baila muy bien.

Harvie asintió con cierta arrogancia y Timmy se rio.

—Vale...Bien, pero solo porque tu lo pides, Lizzie, sigue sin gustarme la idea.

—¡Ah, eres el mejor! —. Se lanzó a abrazarle en medio de la comida y chilló emocionada—. Ahora solo me falta conseguir a otro hombre y será todo perfecto y espero no me cancele nadie más antes del viernes o tendré una crisis completa.

—Termina tu comida, Lizzie —pidió Harvie.

—Oh, sí, perdón...Modales. Ustedes son los mejores. Los amo tanto ¿les he dicho que los amo mucho ¿no? Pues los amo mucho y será una gran noche, sé que sí. Un gran año, puedo sentirlo. Ethan ya tiene trabajo y vivimos juntos, papá no se ha molestado con él en meses, mamá parece estar ocupando su mente en algún nuevo plan, Adrian seguramente regrese este año...

—¿Qué?

—¿No te enteraste? Papá dice que los rumores ya han desaparecido casi en su totalidad y nadie recuerda lo que solían decir de él, le escribirá para que regrese.

—¿Cuándo? —inquirió Harvie enderezándose en el banco, sin poder disimular su emoción.

—Seguramente sea para septiembre u octubre considerando lo que demoran en llegar las cartas a Inglaterra y que no sabemos realmente dónde está él, puede estar en cualquier parte de Europa.

—Le escribí hace un mes, pero probablemente aun no ha recibido mi carta.

—Seguro responderá en cuanto lo haga. Adrian te ama mucho, tío.

Sabía que lo hacía y él amaba a Adrian y todavía le dolía no haber podido despedirse de él o haber estado presente para apoyarle durante todo el caos de aquella polémica. Uno de los más grandes miedos de Adrian se había cumplido y Harvie no había podido apoyarle. La culpa le carcomía por dentro y se preguntaba qué tanto habría cambiado Adrian después de aquella experiencia y si tal vez lo resentía por no haber estado. No lo culparía si lo hacía, él se resentía a sí mismo.

—¿Rian y Jazmín saben?

—No y papá no quiere decirles para evitar que se ilusionen. Han estado viviendo juntos ¿sabían? —. Harvie negó—. Sí, Rian se mudó con Jazmín después de que su esposa muriera, se llevó a sus hijos y todo, pero no han compartido dormitorio desde que Adrian se marchó creo. Pero son casi como una familia, ella ha tomado el rol de madre con los hijos de Rian, así como él tomó el rol de padre con los de ella. Eso sí despertó muchos rumores al comienzo.

—¿A Adrian no le molesta que otro hombre críe a sus hijos? —curioseó Timmy.

—Pues...No es cualquier hombre, tío. Es su mejor amigo y el amor de su vida, por supuesto que no le molesta.

Después de almorzar con ellos, ayudó a limpiar todo y se quedó un rato charlando en el porche antes de marcharse en su caballo para ir al pueblo. Harvie le empacó un poco de pastel de manzana y una botella de cuero con té para el viaje, así como algunas frutas por si le daba hambre en el camino. Le agradeció, los abrazó a ambos y se marchó en su caballo, andando a paso normal y sin apuro por llegar a White Oak.

En el camino se comió el pastel de manzana y bebió su té.

En White Oak dejó su caballo atado frente a la empresa de su padre y entró en busca de Derby o Chester o cualquiera que conociera hombres importantes y pudiera orientarla un poco para ver a quien invitar.

—¿Buscas a tu padre? —se interesó Chester al verla asomar en las oficinas—. Fue a la ciudad con tu madre temprano en la mañana.

—Lo sé, en realidad buscaba a alguno de ustedes —. Chester se enderezó al escucharla y se acercó interesado—. Me falta un hombre para la fiesta del viernes pues uno de los invitados canceló, pero no sé a quien invitar.

—Invítame a mí —bromeó uno de los miembros de la compañía que se encargaba de los recados.

Elizabeth rodó los ojos.

—¿Conoces a alguien de buen estatus social a quien pueda invitar inmediatamente y que no se ofenda por ser un plan B?

Chester se frotó la barba dorada que le crecía bastante larga y pensó unos minutos. Derby se les unió al llegar a la empresa y ambos hombres pensaron juntos, llegando al mismo resultado.

—A tu padre no le va a gustar, pero...

—¿Qué? ¿Quién?

—Pues Matthewson —dijo Chester encogiéndose de hombros—. Sigue hospedándose en el Ryan Hotel en Saint Paul y sabe perfectamente que a tu padre no le agrada, así que más que ofenderle una invitación a último momento, probablemente le sorprenda.

—Mmm... ¿Matthewson? ¿No es ese el idiota que metió a papá en problemas con la periodista de hace años? —. Chester y Derby asintieron y Elizabeth se cruzó de brazos—. Papá podría haber muerto por culpa de ese hombre.

—Es la única persona que se me ocurre.

—Además tu padre y Matthewson están haciendo negocios juntos ahora —agregó Derby—. En cierta forma, intentan dejar el pasado atrás.

Era oficial que no tenía otra opción se dijo cuando dejó las oficinas.

Debía viajar hasta Saint Paul y entregarle una invitación a Nixon Matthewson. Prefería invitar a un cerdo antes que él, pero, aunque no le agradara Nixon Matthewson reconocería que el hombre tenía el estatus social y la elegancia que iban de la mano con ese tipo de eventos.

Dejó su caballo en el establo de White Oak y aprovechó que uno de los granjeros viajaba hasta Rochester para subir en la parte trasera de su carro y que la llevara. En Rochester tomó un tren hasta Saint Paul, que era un viaje de una hora y una vez en la ciudad, encontró a otro hombre en carro que le permitió subir en la parte de atrás para arrimarla hasta el Ryan Hotel.

Era uno de los mejores hoteles de Saint Paul, de los más extravagantes y costosos, con siete pisos y múltiples entradas, pues el edificio ocupaba toda una manzana. Le abrumaba un poco el tamaño del lugar y tampoco se había puesto su mejor vestido para visitarlo, pero no le dio importancia y se acercó al mostrado en la recepción para llamar por Nixon Matthewson.

Tuvo suerte de que el hombre estuviera todavía en el lugar.

—Se encuentra en el comedor, señorita. ¿Desea que lo llame?

—¿Podría simplemente llevarme hasta él?

El hombre la escoltó hasta el enorme comedor donde el espacio era inmenso y abundaban las mesas para grandes familias o para personas solas. Había enormes ventanas en una de las paredes que iluminaban todo el lugar y para las noches los candelabros se encendían con la nueva moda; luz eléctrica.

El hombre le señaló hacia la mesa de Nixon y la dejó continuar el camino sola entre todas las mesas donde mujeres y hombres se reunían para charlar y tomar el té.

—¿Está ocupada esta silla, señor? —preguntó al detenerse frente a Nixon.

Él levantó unos intensos ojos celestes de su periódico y adoptó una postura más respetuosa al enderezar la espalda y permitirle sentarse frente a él.

—Su rostro se me hace familia ¿la he visto en algún lado?

—No lo creo, pero conoce a mi padre. Jonathan Morgan.

Las cejas de Nixon se alzaron y apareció una pequeña sonrisa en sus labios.

—Eso explica el parecido. ¿Con cuál de todas sus hijas tengo el placer de hablar?

—Elizabeth —se presentó y le ofreció una mano que él estrechó por sobre la mesa—. Y usted es la competencia de mi padre ¿no es así?

—Bueno, me gusta creer que hemos dejado esas rivalidades en el pasado, señorita Elizabeth, pero supongo que lo fui. ¿Ha viajado hasta aquí para conocerme? No pretendo ser presumido, pero no sabía tenía una admiradora.

Los ojos de Elizabeth se voltearon sin poder evitarlo y él disimuló su sonrisa bebiendo de su té.

—No soy ninguna admiradora, señor Matthewson, de hecho, solo venía a entregarle una invitación a un baile para el próximo viernes, mi invitado me canceló y necesito otro hombre para ocupar su lugar.

—Oh, plan B —canturreó y aceptó el sobre que ella le entregó—. Que encantador.

—¿Podrá asistir?

No le respondió inmediatamente, se tomó su tiempo para romper el sello del sobre, sacar la invitación y leerla.

—¿Su padre sabe que me ha invitado?

—No y probablemente no le alegre verlo.

—Entonces más razones me dan para asistir a su baile, señorita. Asumo por su lista que no tengo permitido llevar acompañante —. Elizabeth negó—. Pues, solo será entonces. ¿Me acompaña tomando el té conmigo?

—Me temo no puedo, mi prometido no se alegraría de saber que he tomado el té con otro hombre.

—Oh... ¿Prometido? No veo un anillo en sus manos —. Elizabeth ocultó las manos ante su observación y los ojos de Nixon subieron hacia los de ella—. Puedo perfectamente aceptar un rechazo, señorita, no hace falta mentir.

—No miento, me casaré en un año, solo...Decidimos que no había necesidad para un anillo de compromiso.

—Comprendo. Pues, gracias por la invitación.

Se despidió y abandonó el hotel para volver a casa.

Ahora podía tachar su gran problema de la lista; ya volvía a tener invitados pares.

24 de abril 1896.
White Oak, Minnesota.

Jonathan entró en el dormitorio en busca de Olivia, pues los invitados ya estaban llegando y ella todavía no había aparecido en el gran salón de fiestas para recibirlos. Se detuvo en el dormitorio, donde llamó por ella hacia el boudoir y esperó mirando la hora en su reloj de bolsillo hasta que llegó.

Su boca se abrió al instante y olvidó todo lo que planeaba comentarle sobre los invitados o su irritación al descubrir que Elizabeth había invitado a Matthewson. Quedó descolocado y tardó en recuperar la postura para tragar saliva y hacer una reverencia que la hizo reír.

Se veía más que hermosa, las palabras simplemente no alcanzaban a describir su atractivo o lo afortunado que él se sentía por poder decir que esa maravillosa mujer era suya. El vestido que había enviado a hacer era dorado, lo que hacía que pareciera vestía oro y se veía perfecto sobre su piel, tenía una cola algo larga y la falda caía con naturalidad sin los viejos polisones o crinolette, pero el corsé acentuaba su figura y el vestido dejaba una generosa porción de la parte superior del pecho desnudo, junto con toda la piel de su cuello. Era de mangas cortas, por lo que sus brazos también quedaban desnudos, pero solo la parte de los bíceps pues los guantes la cubrían hasta los codos.

Llevaba unos tacones que sonaban con cada paso y había regresado a los peinados de los sesentas, aquellos elaborados recogidos que solía hacerse cuando ellos se habían conocido. Eso le traía cierta nostalgia y volvió a enamorarse de ella una vez más.

—¿Te gusta? —. Jonathan balbuceó en busca de las palabras y ante su fracasó solo asintió mientras ella se reía—. Parece que te he dejado sin palabras.

Volvió a asentir y cuando ella se acercó, bajó la mirada por su cuerpo.

—Temía que no fuera muy apropiado para mí edad...O demasiado revelador.

—Deberías ver lo que han traído otras mujeres —murmuró y se rieron con cierta complicidad—. Te ves perfecta...Eres perfecta, mi Dios... No sé que decir...No sé como halagarte lo suficiente.

—Que hayas quedado mudo fue suficiente, era la reacción que esperaba —. Lo besó y él sujetó su rostro y buscó profundizar el beso—. Tu te ves muy guapo también.

—¿Sí? Sentí que este traje me ajustaba un poco.

—¿Dónde? ¿En las piernas? Eso te pasa por tener tan buen trasero —rezongó y Jonathan brincó cuando ella le pellizcó una nalga—. ¿Por qué no se lo comentaste al sastrero? Te lo habría ajustado...Ahora no sé si yo pueda hacer algo.

—No te preocupes, ángel, igual no es tan molesto. Solo evitaré agacharme.

Olivia serio al imaginar que se le rasgaba ante todo el mundo.

—Sería todo un espectáculo si enseñaras tus pantaletas a todos los invitados.

—No invoques la desgracia, ángel o me negaré a bajar. ¿Ya estás lista?

Se colocó perfume y se enganchó a su brazo para dejar el dormitorio.

Jonathan la escoltó hasta el gran salón de baile donde todos los invitados se reunían. Era la primera vez que organizaban un gran baile en su propia casa y se sentía bien sentirse tan exitosos. La banda tocaba una música tranquila para el comienzo de la velada, las luces estaban encendidas alumbrándolo todo y los mozos repartían bebidas y aperitivos. Hooper y Davis se habían lucido con todo lo que habían preparado y seguían preparando en la cocina y Elizabeth había hecho un trabajo inigualable organizándolo todo; desde el menú y los adornos, hasta los asientos y los bailes. Ella había hecho las tarjetas, las había enviado, había creado el código de vestimenta, contratado la banda y los nuevos mozos para esa noche, había ayudado a acomodar todo el lugar y limpiarlo...Simplemente se había destacado por sobre todos con su determinación para hacer de esa noche la mejor noche.

Y todos los invitados parecían igual de encantados.

—Parece ser que todas las mujeres se han esmerado el doble para verse presentables en esta ocasión —le comentó a Jonathan al barrer el lugar con la mirada y destacar los mejores atuendos—. Todas parecen haber conseguido los mejores vestidos.

—El tuyo es el mejor.

—Empiezo a dudarlo... ¿Y sí me he quedado por detrás?

—No digas tonterías, ángel o tendré que castigarte al volver al cuarto —. Olivia alzó una ceja ante esa amenaza, sin saber si debía asustarla o motivarla—. Te ves perfecta.

—Mmm... ¿Me azotarás si sigo quejándome?

Jonathan se atoró con el champagne que acababa de agarrar de uno de los mozos y cuando miró hacia Olivia, ella disimuló desviando su atención hacia el lado contrario y reprimió su sonrisa bebiendo de su copa.

No pudo responderle, pues Jian y Derby se les unieron y la conversación rápidamente se desvió.

—Elizabeth ha superado todas las expectativas con este baile, madre.

—¿Verdad qué sí? Su trabajo duro valió cada segundo, asegúrate de decírselo, Jian, se alegrará mucho. Y tu te ves hermosa, ambos. Me alegra saber que están bien.

—Lo estamos —aseguró, abrazándose a Derby y él envolvió su cintura—. Todo está muy bien, mejor de lo que ha estado en años.

Olivia sonrió y le acarició la mejilla antes de abrazarla.

Estaba orgullosa de la fuerte mujer en la que Jian se había convertido y de ver que había logrado superar todos los horribles momentos que habían sucedido en su pasado. Abrazó también a Derby y le estrujó las mejillas.

—Lizzie consiguió coca-cola para servir esta noche. Seguro puedes conseguir algún mozo que la esté sirviendo.

El rostro de Derby se iluminó y empezó a estudiar el lugar antes de arrastrar a Jian para buscar juntos. Olivia se rio al verlos y volvió a sujetarse al brazo de Jonathan para pasear por el lugar, saludando a los invitados.

Se cruzaron con Elizabeth y la saludaron al felicitarla por la fiesta como hacía todo el mundo. Tenía una radiante sonrisa e Ethan estaba con ella, acompañándola y escoltándola por el lugar.

—Impresionante, Lizzie, esa es la palabra para describir esta noche.

—Gracias, mamá. Realmente estoy muy feliz de que todo saliera bien y todo el mundo se ve entretenido.

—¿Cómo no estarlo? Has pensado en todos los detalles.

—¿Eso que veo es una fuente de chocolate? —inquirió Jonathan.

—Sí, funciona como una rueda de agua...Harvie me dio la idea hace algunas semanas y el herrero la armó.

El rostro de Jonathan se iluminó solo de pensar en todas las cosas con chocolate que podría comer y antes de que la arrastrara, Olivia se despidió de Elizabeth e Ethan y siguió a Jonathan hacia la fuente de chocolate advirtiéndole sobre no comer demasiado para evitar la diabetes.

Todos en la fiesta parecían animados y tenían una buena noche, excepto Henry. Él solo había salido de su dormitorio porque Elizabeth lo había obligado, perfectamente podría haber pasado su noche durmiendo a pesar de la música y no le parecía justo que a él le obligarán a asistir a la fiesta, pero permitieran que Geordie se quedara en su cuarto. Además, era mayor que Elizabeth y aun así debía hacerle caso porque ella era la mujer de la casa.

Estaba cansado de estar tan deprimido todo el tiempo, pero no podía evitarlo. La boda de Nolan y Carlie se aproximaba, extrañaba a su hermano como solía ser antes de Carlie y sabía (estaba más que seguro) de que Nolan se arrepentiría de casarse a los meses o como mucho al año y ya no podría hacer nada para revertirlo. Si tan solo le escuchara, pero Nolan estaba tan obsesionado con la idea de formar su propia familia y tener hijos que ni siquiera pensaba, solo aceptaba ciegamente que aquello que sentía por Carlie era amor. Pero no lo era y ella definitivamente no lo amaba a él.

Se agarró una de las brochetas de carne que servían en la mesa de bufe y también una copa de champagne. Si no podía huir a su dormitorio, al menos podía comer todo lo que servían en las mesas del bufé.

—Agradable noche.

Se giró hacia la voz a su lado y se relajó un poco al ver a Myles.

Eso era algo para alegrarse, no había esperado ver a Myles esa noche, pero eran amigos desde hacía semanas ya y se reunían todos los miércoles en el bar de la ciudad para charlar.

—¿Te invitaron?

La sonrisa de Myles creció y cierta burla apareció en sus ojos.

—Suenas sorprendido.

Henry se giró hacia él y maldijo.

—Perdón, eso fue descortés, por supuesto que te invitaron, eres amigo de la familia —. Myles asintió y se agarró una de las brochetas de carne para comer—. ¿Tu hermano también vino?

—Sí, pero podrás imaginar que su primera acción de la noche fue buscar a Katherina. Tu no te ves muy animado ¿todavía hay problemas con tu hermano?

—Dudo dejen de haberlos pronto, pero ya se irá de la casa en cuanto se casé y dejará de ser mí problema.

—Mmm...Sé que no me corresponde opinar, pero sí creo que deberías intentar hablar con él.

Henry negó.

—No funciona, créeme, ya lo intenté. Y ahora debo soportar esta ridícula fiesta.

—Tu hermana se esmeró mucho en organizarla, no creo sea ridículo.

—Todo es ridículo cuando no estás de humor, Myles.

Comprendió a lo que se refería y miró el entorno preguntándose que podía hacer para cambiar sus ánimos. Finalmente tomó dos de las botellas de vinos que se encontraba en la mesa rodeadas por hielos y le sonrió.

—¿Qué dices si nos vamos al invernadero a beber lejos de toda esta multitud?

—Diría que me lees la mente.

Nolan los vio marcharse del salón de fiestas con las dos botellas de vino y una bandeja con algo de comida y supo que no formarían parte de la fiesta. No le extrañaba, Henry ya había estado bastante malhumorado durante el día por tener que aprontarse, era de esperarse que buscaría cualquier excusa para ausentarse.

Se terminó el alcohol en su copa y la dejó en la bandeja del mozo que pasó por su lado antes de regresarse hacia la conversación que compartía con otros hombres.

Elizabeth no había invitado a Carlie, pues no le agradaba y, por lo tanto, no tenía compañera para esa noche y no tenía interés en acercarse a otra mujer hasta que llegaran los bailes. Se alejó de la conversación cuando esta le aburrió y estaba por agarrarse otra copa con Martini cuando una mano en su hombro lo hizo girarse.

Se encontró con una mujer que no conocía, pero quien era muy bonita. Tenía el cabello negro carbón y la piel pálida con algo de rubor en las mejillas. Ella parecía conocerle, pues le sonreía y la confusión lo abrumó.

—¿Puedo ayudarla?

La mujer sonrió.

—¿No me recuerda? Célia Roger, señor...No me extraña si no me recuerda, nos conocimos hace años en un barco camino a Inglaterra.

La confusión en el rostro de Nolan desapareció y enderezó todo su cuerpo hacia ella para tomar la mano que le ofreció y saludarla.

—¿Célia? Oh, Dios...Está muy cambiada.

—La maternidad le hace eso a uno.

No pudo evitar la decepción al escucharla; se había casado.

—Oh... ¿Es madre? Debe haber venido con su marido entonces, no imagine que viviría en Estados Unidos ahora.

—De hecho, enviude hace dos años —. Sus ojos se apartaron y una pequeña sonrisa apareció en sus labios—. Mi pobre marido enfermó de tuberculosis en París y después de su muerte tuve que abandonar el lugar que solo me recordaba a él. Vivo aquí con mis hijos en la casa de mi familia materna.

—Lamento que perdiera a su esposo —. Ella asintió y caminó a su lado por el salón hacia un lugar donde sentarse—. ¿Sus hijos son grandes?

—No demasiado diría yo. El más grande tiene cinco años y los otros dos todavía no cumplieron tres. ¿Usted se ha casado?

Negó y no supo por qué no comentó que planeaba casarse pronto, simplemente omitió esa información pues no quiso ahuyentarla y sabía que Célia se alejaría si se lo comentaba.

—No ha cambiado mucho debo decirle, no parece haber envejecido un año.

Se rio sin poder evitarlo y esperó hasta que ella se hubo sentado en el sofá para sentarse a su lado.

—Usted se ve muy hermosa si me permite decirle, la maternidad le ha sentado de maravillas.

—Oh, bueno...No diría que hermosa, pero muchas gracias, señor Morgan, siempre ha sabido como sonrojar a una mujer.

Admiró su perfil cuando ella empezó a abanicarse cada vez más roja y no pudo evitar sonreír. Seguía siendo la misma Célia que recordaba de aquel viaje.

—¿Su familia vive muy lejos?

—En Wyoming. Bastante lejos como podrá imaginar, pero he estado pensando en mudarme a Minneapolis con mis hijos, es una ciudad tan bella.

—Debería hacerlo —aconsejó, ansiando la oportunidad de tenerla cerca—. Si quiere, por supuesto...No debe hacerlo si no quiere.

Célia pintó una enorme sonrisa en su rostro y se giró hacia él.

—Me es tan extraordinario volver a verle, señor Morgan, siempre sentí que nuestro tiempo juntos se había terminado muy pronto cuando estuvimos en Inglaterra y esperé por la oportunidad de volver a verle en París algún día. Pero ahora aquí estamos, dos personas totalmente distintas y aun así el destino vuelve a unirnos ¿no cree que debe significar algo?

Quedó mudo mirándola y rápidamente bajó la atención hacia sus manos para tomarlas en la suya. No sabía si debía significar algo o solo estaba perdiendo la cordura, todo lo que sabía era que su corazón latía por Célia con la misma intensidad que años atrás y estaba seguro de que nunca se había sentido de esa forma con ninguna otra mujer.

—¿Por cuánto tiempo se quedará en Minnesota antes de volver a Wyoming?

—No lo sé, una semana tal vez.

—Que sean dos, por favor y permítame invitarla a cenar, sus hijos pueden acompañarnos si lo desea.

El rostro de Célia se volvió a sonrojar y una sonrisa apareció en su rostro cuando apartó la mirada y se abanicó.

—¿Una cena solo nosotros dos? Eso no es muy apropiado, señor Morgan...Siempre con sus ideas tan extrañas.

Maldijo, por supuesto que no era apropiado, a veces la educación que su madre le había dado influenciada por el futuro le hacía olvidarse que, en esa época, su época, las cosas eran distintas.

—¿Puede ser en un lugar público? —agregó ella.

Se sorprendió ante la posibilidad de que lo aceptara y asintió inmediatamente.

—Está bien, entonces...Podemos ir a un restaurante en la ciudad si le parece —. Volvió a asentir y ella sonrió—. ¿Cuándo, señor?

—¿El domingo? No quisiera tener que esperar más días para volver a verla.

Ella volvió a sonrojarse y no supo que responder cuando el calor subió a sus mejillas.

—El domingo me parece bien...Le daré mi dirección —. La anotó en una libreta que Nolan sacó del interior de su bolsillo y él se aseguró de memorizarla solo por sí perdía la nota—. Es realmente maravilloso volver a verle.

—Lo es...Usted es maravillosa...—. La miró, incapaz de gobernar sus sentimientos por ella y se acomodó en el sofá a su lado—. ¿Me permitiría un baile?

Le entregó su carta de bailes para que pusiera su nombre y aunque deseaba seguir charlando con él toda la noche, tuvo que dejarle ir para que otros hombres se animaran a acercarse y pedirle un baile también.

En el invernadero Henry y Myles estaban sumidos en oscuridad, a excepción de la luz de la noche que los alumbraba a través de todas las paredes y techo de cristal. Se habían sentado en el suelo, detrás de la mesa de jardinería que tenía Olivia y ya estaban por terminarse una botella de vino, lo que significaba que el alcohol empezaba a hacer efecto y solo podían reírse.

—Tampoco me gustan mucho estas fiestas —apoyó Myles continuando la conversación—. Nunca entenderé la necesidad de la gente de destacar tanto.

—¿Verdad? Y se ven tan superficiales haciendo eso. Con lo divertido que es pasar inadvertido.

—Puedes hacer lo que quieras sin que te juzguen.

—Exacto —. Se rio y le gustó que Myles lo entendiera de esa forma—. Nolan y yo solíamos pasar inadvertidos todo el tiempo de niños para poder hacer travesuras...Era como nuestro superpoder.

—¿Hacían muchas travesuras?

Asintió y se rio con los recuerdos.

—Solíamos molestar demasiado a mi hermana Katherina, teníamos como una especie de guerra con ella y le poníamos bombas de harina...Dios, mi madre se enfurecía tanto con nosotros. Una vez hicimos que Katherina comiera excremento camuflándolo con bombas de chocolate.

—Ugh, me harás vomitar —dijo y se agarró el vientre.

Ambos se rieron y Myles recostó la cabeza contra el mueble a su espalda para admirar su perfil. Henry se terminó el vino que quedaba y la última brocheta de carne que Myles había rechazado. Era un hombre muy elegante y divertido, también podía decirse que era el primer amigo que Myles tenía en años.

—Eran otros tiempos, supongo que me cuesta crecer.

Se quedaron en silencio y la tristeza regreso a Henry al recordar los días en los que todo parecía más fácil y alegre. Crecer no le gustaba, no si significaba alejarse de su hermano.

Giró el rostro hacia Myles y le sonrió.

—¿Ya te estás quedando dormido?

Myles sonrió al encontrar sus ojos y negó sin dejar de admirarle en silencio.

Se le formó un nudo en el estómago cuando pensó en lo cerca que estaban y los nervios que siempre sentía entorno a Henry volvieron. Si no hubiera bebido tanto vino jamás se habría animado a hacer lo que hizo a continuación, pero al menos sabía que podría echarle la culpa al alcohol en la mañana cuando lo lamentara.

Henry dejó de sonreír cuando sintió los labios de Myles contra los suyos y sus ojos se abrieron de golpe a pesar de que su cuerpo no se movió un centímetro. El corazón le latió demasiado rápido y aunque pensó en apartarlo, no pudo moverse y supo que acababa de paralizarse. La barba de Myles le pinchaba en las mejillas donde él no tenía vello pues traía un candado trazado entorno a su boca y el aroma a vino de su boca se les pegaba a los labios.

Cuando Myles se apartó, vio el miedo en sus ojos y la indecisión, imaginó que le había tomado demasiado valor atreverse a besarlo, algo que probablemente Myles llevaba semanas queriendo hacer e imaginó que durante todos esos días en los cuales había creído que eran buenos amigos, Myles simplemente esperaba ver si tendría alguna oportunidad con él y ahora Henry no sabía como reaccionar.

—Yo... —. Tragó saliva sin poder apartar la mirada y regresó en sí al carraspear—. Ya es tarde y estoy cansado.

—Henry...Henry, lo siento... —. Se pusieron de pie al mismo tiempo y Myles intentó sujetarlo del brazo, pero Henry lo evadió sin brusquedad y recogió sus cosas—. Por favor, olvidemos lo que sucedió ¿sí? Henry...Henry, lo lamento, de verdad que sí.

—H-hasta mañana.

Se marchó antes de que pudiera detenerlo y subió las escaleras para evitar que alguien lo viera y se encerró en su dormitorio en el tercer piso.

Lo que más le afectaba, no era que Myles lo hubiera besado; sino que no sabía como se sentía al respecto.

Geordie era el único que no se encontraba presente en la casa a esas altas horas de la noche. Había intentado quedarse en su dormitorio, pero se aburría encerrado mucho tiempo y la noche era agradable para disfrutarla.

Estaba sentado en uno de los bancos del jardín con su libreta para dibujar y como no podía ver mucho en la oscuridad, estaba dibujando la farola de luz que tenía justo enfrente. Le gustaba dibuja de ojo, se le daba bien, pues era rápido identificando todas las formas geométricas que conformaban una estructura y transmitiéndolas al papel. No se le daba tan bien dibujar de imaginación e incluso le estresaba un poco.

Se giró en el banco al escuchar un ruido a su espalda y miró hacia la densa noche entre los arbustos del jardín esperando encontrar algún animal asechándole, probablemente una ardilla. Pero ningún animal asomó y el sonido entre los arbustos volvió a molestarle.

Tomó la lámpara con una vela que se había traído para ver mejor y abandonó el banco queriendo echar un vistazo al otro lado de los arbustos del jardín. Eran arbustos altos, casi de su altura y cercaban un perímetro donde su familia tenía un pequeño laberinto, no quedaba muy cerca de la casa, pues Geordie se había alejado lo suficiente para asegurarse de que nadie en la fiesta le molestaría.

Cuando asomó dentro del laberinto con su lámpara, esperó encontrarse una pareja intimando, pero lejos de eso, solo encontró a una mujer fumando. La mujer se sobresaltó al verle y su cigarro cayó al suelo casi intacto.

—Lo lamento —fue lo primero que pensó en decirle sin dejar de mirar hacia el cigarro en el suelo—. Tome uno mío.

Le extendió su caja de cigarros (cortesía de Grayson, ya que él rara vez fumaba) y la mujer tardó en aceptar uno. Parecía nerviosa, como si no hubiera querido que la encontraran, pero Geordie no se percató de ello y en cuanto ella tuvo su cigarro, se giró para marcharse.

—Espere —. Se detuvo y regresó sobre sus pasos para mirarla—. ¿No le dirá a nadie ¿o sí?

—¿Qué cosa?

—Que me ha encontrado oculta en los arbustos fumando como una cualquiera.

—Ni siquiera la conozco, señora y aunque la conociera... ¿A quién se lo diría? No es información que me parezca importante estar compartiendo.

Ella se rió y encendió el cigarro en sus labios.

—Mi padre se interesaría por esa información para poder castigarme y señalarle a mi madre lo decepcionado que está de mí.

—¿Por fumar o por ocultarse en los arbustos?

Ella volvió a reír y lo miró de reojo.

—Me agrada, señor, es muy gracioso.

—No pretendo serlo, la pregunta era genuina.

—Oh...Por fumar, sí. Definitivamente se molestaría conmigo por fumar, no cree que sea algo apropiado para una mujer ¿usted piensa igual?

—Creo que no es apropiado para nadie. La nicotina en los cigarros daña las uñas y los dientes y el humo inhalado produce cáncer de pulmón, reduce la esperanza de vida y provoca fatigas. Las consecuencias son las mismas independientemente de su sexo, por no olvidar que el olor es desagradable.

Ella se detuvo con el cigarro entre los labios y soltó el humo lentamente.

—Supongo que sí huele bastante mal.

—¿No escuchó todas las otras cosas que dije?

—Lo escuché perfectamente, señor, pero algunas personas somos autodestructivas.

—¿Por qué?

Ella se encogió de hombros y recostó su frente contra el fierro de uno de los postes de luz. Si la alumbraba bien, podía ver que sus ojos no eran del mismo color. Tenía un ojo celeste, de un intenso celeste como las aguas del caribe y el otro era de un verde pálido. Quería mirarla por más tiempo, pero ella lo miraba de regreso y eso le incomodaba, así que apartó la vista hacia el suelo.

—¿Cómo se llama, señor?

—Geordie Morgan ¿usted?

—Eloise Bernard.

—No respondió mi pregunta, señorita Bernard —. Ella se rio sin dejar de recostarse contra el poste de la luz—. ¿Por qué es autodestructiva?

—No lo sé, supongo que hay algo emocionante en la vida cuando sientes que estás a los últimos minutos de vivirla. ¿Nunca ha hecho algo que le asuste? —. Negó en respuesta sin dejar de sostener la lámpara entre ellos para poder verla—. Se pierde de mucho entonces.

Frunció el ceño cuando ella pasó por su lado para dejar el laberinto de arbustos y vio como su espalda se alejaba hacia el campo, hasta que ella se giró y le indicó con un gesto que la siguiera. Dudó si debía o no hacerlo, apenas conocía a la mujer y no confiaba fácilmente en extraños, pero decidió que la diferencia en tamaño le proporcionaba cierta seguridad. Eloise era prácticamente una hormiga a su lado.

Fue difícil seguirle el ritmo, la mujer corría sin vergüenza alguna por el campo, dejando que el aire golpeara su rostro y brazos desnudos y él intentaba caminar con paso apresurado para alcanzarla. No entendía a dónde lo llevaba o qué pretendía, solo podía seguirla ciegamente.

—Nos estamos alejando de la casa, señorita.

—Esa es la idea... ¿No siente la emoción? Perdernos en la noche, en el bosque con la naturaleza salvaje e inexplorada ¿no le parece eso energizante?

—No, pero sí bastante estúpido—contestó en el mismo tono de voz y ella se rio.

—Usted sí que es gracioso, señor Morgan. Mire...Mire la noche y dígame si no le parece lo más hermoso que jamás ha visto en su vida.

—Unos minutos atrás le habría dicho que sí, pero ahora creo que sus ojos han de encabezar la lista —. Eloise se detuvo con una sonrisa y sus mejillas se sonrojaron. Sonaba como coqueteo, pero en realidad Geordie solo era honesto—. Deberíamos volver, es tarde y usted no está abrigada.

—No se preocupe por mí, señor, soy perfectamente feliz cuando me siento libre en la naturaleza.

Intentó sujetarla cuando ella se dejó caer en el césped húmedo con su costoso vestido de fiesta en tonos rosados y quedó con su mano extendida viéndola agitar sus brazos en el césped y sonreír. O era una mujer muy extraña o estaba alcoholizada, pues nada de lo que hacía a Geordie le parecía normal. Y él era bastante raro por su cuenta.

—Se está arruinando su vestido.

—Es solo tela, pero esto...Las sensaciones del césped en mi piel y la humedad mojándome el cuerpo...Esto es real. Venga, siéntalo conmigo.

Se sobresaltó cuando ella tiró de su brazo para que cayera al suelo a su lado y no pudo reaccionar a tiempo para tensar su cuerpo y evitar que lo tirara. No le gustó sentir como su pantalón se mojaba y luego su espalda y estaba por levantarse cuando ella lo detuvo empujándole una mano contra el torso.

—Cierre sus ojos y disfrute de las sensaciones.

Miró hacia la mano de ella en su torso y se tensó con el ceño fruncido. Esa era la única sensación en la que podía concentrarse mientras lo tocara y respiró aliviado cuando Eloise se apartó para volver a disfrutar del césped mojado. Geordie intentó hacer lo mismo con ella.

—¿Qué se supone debo sentir?

—La naturaleza, señor. La vida entrando en sus pulmones, nutriendo todo su cuerpo, ese dulce aroma a pasto recién cortado y tierra mojada y la brisa que acaricia su piel y lo refresca, le recuerda que es real y existe en un mundo tan basto y solitario.

Aprovechó a mirar su perfil ahora que ella tenía sus ojos cerrados y disfrutaba de las sensaciones y se encontró disfrutando de ella más que del paisaje. Disfrutaba de su emoción y lo que decía, parecía una persona tan llena de vida que no se asemejaba a nada que Geordie hubiera visto antes. Probablemente era algo abrumadora, estaba demasiada llena de energía y estímulos que a él le ponían nervioso y seguirle el ritmo era complicado, pero, aunque le abrumaba su compañía, se encontraba disfrutándola más que a la soledad misma.

Cerró los ojos y respiró profundo como ella hizo, sintió el aire llenando sus pulmones y comprendió que a eso ella le llamaba vida. Tenía sentido a su manera, sin respirar no podría vivir y por eso comprendió que era una metáfora. Geordie nunca había sido bueno entendiendo metáforas, así que esa podía ser la primera vez que comprendía una. Sintió el aroma del pasto recién cortado y no le pareció dulce, pero sí agradable y combinaba a la perfección con la tierra mojada. La brisa acariciando su piel le reconfortaba y sí lo refrescaba como ella describía. Era agradable y le recordaba que era real, una persona de carne y hueso existiendo en un enorme mundo de posibilidades.

—Es...agradable.

—Lo es...Muy agradable.

Volvió a mirar su perfil y notó que ella sonreía con sus ojos cerrados y respiraciones lentas y profundas. Tenía un bonito perfil, con una nariz respingada, labios que se pronunciaban bastante y una mandíbula redondeada. Era cachetona y algo rellenita, pero Geordie no había apreciado su cuerpo con el mismo detalle que su rostro como para poder describirlo. Todo lo que quería era poder mirar sus ojos una vez más, pues le intrigaba sus dos tonos, pero no se atrevía a hacerlo si ella le miraba de regreso. Podía soportar el contacto físico, mejor de lo que soportaba el contacto visual.

—¿Deberíamos volver?

—Deberíamos huir, mi madre me matará cuando vuelva toda sucia y mojada —confesó y cuando ella se sentó en el césped, él la imitó.

—¿Está triste? —inquirió, realmente intentando entender lo que ella sentía. No le era fácil interpretarlo con las expresiones y el tono de voz como otras personas lo harían, pero quería aprender a entender—. ¿O enojada?

—Una mezcla perfecta de ambas.

—¿Mezcla perfecta? —repitió intentando entenderlo—. ¿Cómo se siente eso?

Eloise frunció el ceño ante una pregunta tan extraña y lo miró de reojo con una risa.

—No sé si sabría describirlo...Es como si quisiera llorar y gritar de furia al mismo tiempo, sabiendo que hacerlo me calmará. Siento mucho enojo en mi pecho, pero se mezcla con la tristeza y me produce una sensación incomoda en el pecho como si se formara un nudo en mi garganta.

—¿Se está ahogando? —temió rápidamente y ella soltó una carcajada.

—No, señor, no me estoy ahogando. Estoy sintiendo.

Geordie se relajó a su lado y miró hacia su delgada mano que se enredaba en el césped y se ensuciaba con la tierra.

—¿Y por qué se siente de esa forma tan lamentable?

—No deseo aburrirlo con mis problemas.

—No preguntaría sí me aburriera y le diré si cambio de parecer.

Eloise lo miró a los ojos y notó que otra vez, él dejaba de mirarla cuando ella lo hacía.

Se puso de pie y le ofreció una mano para ayudarlo la cual Geordie tardó en aceptar.

—Soy la decepción de mi familia, señor Morgan, la hija que salió mal, el error o el defecto. Mis padres son muy exigentes y conservadores ¿conoce a gente así? Controlan todos y cada uno de mis movimientos y esperan que sea como mis hermanas mayores. Yo soy la menor y obviamente la decepción, no he hecho una sola cosa como mis hermanas; no me casé, no tengo deseos de casarme con un hombre que no despierte todas las nueve llamas del infierno en mi interior y mucho más, no quiero tener hijos que vivirán dentro de pequeñas cajas construidas para limitar sus pensamientos, quiero poder darles el mundo y más. ¡Que sean libres! Y como no deseo hacer ninguna de las cosas que mis padres desean hagan, soy la desgracia.

Había muchas cosas que Geordie no comprendía por la forma que Eloise tenía de expresarse, usaba demasiadas metáforas e ideas abstractas para ilustrar sus pensamientos y él no era capaz de comprenderlas al instante, le tomaba unos minutos analizarlas en su cabeza hasta poder hacerse una vaga idea de lo que podía significar, aun así, le fascinaba su forma de hablar.

—¿Nueve llamas del infierno? ¿Qué significa eso?

Ella sonrió y caminó a su lado hacia la casa.

—Significa que me hace sentir viva, me hace sentir todo lo que estar viva significa. Me atormenta, me enfurece, me alegra y me entristece. Quiero un hombre que pueda provocar todas las emociones en mí y abrumarme con sensaciones y que estar a su lado nunca se sienta aburrido o monótono, que sea como un nuevo descubrimiento cada día. Un hombre que sea diferente y complejo.

—Suena un poco...idealizado ¿no cree? No pretendo ser el pesimista o estropear sus sueños, pero ningún hombre podría ser tan perfecto, somos solo mortales.

Eloise sonrió y se agarró a su brazo recostándose contra su hombro. Era bastante afectiva comparado con la mayoría de las mujeres.

—Por ese motivo probablemente me quede sola por siempre, señor Morgan y mis padres desprecian la idea. Pero soñar con el hombre perfecto es mejor que decepcionarse con los hombres reales ¿no cree? ¿No hace eso usted cuando sueña con su mujer perfecta? Estoy segura todas las mujeres debemos ser una enorme decepción comparadas con esa mujer.

—No estoy seguro de nunca haber imaginado a una mujer perfecta...

—¿Nunca? Oh, pero debe hacerlo... ¡Debe soñar con esa pareja ideal con quien vivirá el amor más intenso y apasionado del mundo! Rompiendo todas las reglas de la ciencia y la naturaleza y yendo en contra de todo lo que alguna vez creyó correcto o posible. Hagámoslo ahora, cierre los ojos.

Se sobresaltó cuando ella se detuvo bruscamente frente a él y tardó un minuto en obedecer. Primero tuvo que alejarse un paso disimuladamente, pues la tenía muy cerca y fijó la mirada en un punto sobre ella, agradeciendo la diferencia de altura, pues si no bajaba la cabeza no debía mirarla a los ojos.

Respiró hondo y cerró los ojos.

—Ahora...Deje llevar su imaginación, señor Morgan y piense en todo lo que le gusta en una mujer, piense en como le gusta su voz, su piel, su cuerpo, su rostro...Ningún detalle es lo suficientemente pequeño cuando se trata de su pareja ideal, así que piense en todo.

Geordie había renunciado a su imaginación a los doce años, después de haber tenido una pesadilla demasiado vivida con un monstruo que no le había permitido dormir durante dos noches enteras, así que su imaginación en la adultez era bastante limitada, pues nunca había sentido la necesidad de volver a usarla, por eso, cuando Eloise le pidió que creara una mujer perfecta en su mente, todo lo que podía visualizar era el rostro que había visto más recientemente; a ella.

—Solo puedo verla a usted —contestó volviendo a abrir sus ojos y otra vez, algo que él decía con honestidad, se confundía fácilmente con coqueteo—. No tengo buena imaginación, pero puedo practicar si eso quiere.

—Pues sería bueno que practicara, señor, la imaginación es de las mejores cualidades que nosotros los humanos tenemos. Puede crear mundos enteros para su entretenimiento y refugiarse en ellos cuando la vida deja de complacerle por momentos.

—Nunca me sucede.

—Oh, debe tener una vida muy interesante entonces.

—Depende de que signifique interesante para usted.

Se sentaron en el mismo banco donde Geordie había estado dibujando momentos antes y Eloise deseó que la noche no terminara, pues no quería dejar de hablar con Geordie. Era la primera vez que estaba con un hombre que no parecía juzgarla por su espontaneidad y comportamiento tan caótico.

Eloise se consideraba una artista, le gustaba pintar, más que nada el arte abstracto (lo cual Geordie odiaba) y era espontanea, se levantaba un día y hacía cualquier cosa que su cuerpo le dijera, solo otros artistas la entendían, pero Eloise no conocía muchos de esos, así que Geordie era algo refrescante, pues a él no parecía molestarle como ella actuaba.

—¿Volveré a verlo algún día, señor?

—Uhm...Vivo aquí, literalmente puede llamar a la puerta en cualquier día que le apetezca verme.

—¿Así sin más? ¿Sin avisar o invitación?

Geordie frunció el ceño.

—Si quiere ver a alguien...pues va a verlo ¿no?

Eloise sonrió y asintió.

—Sí, usted tiene toda la razón. Haré eso entonces, vendré a verle y traeré pasteles.

Geordie asintió y se quedó pensando si realmente lo haría o eran solo palabras. Sí él decía que iría a verla, lo haría así tuviera que traza un mapa para descubrir donde vivía y le tomara meses, pero estaba acostumbrado a gente que prometía cosas y luego no cumplía.

Cuando Eloise se puso de pie para marcharse la imitó y no supo como despedirse o que decir. Ella habló primero.

—Será mejor que vaya a enfrentar la furia de mis padres por arruinar el vestido, pero debo decirle que ha válido cada segundo para poder disfrutar de las sensaciones de la naturaleza con usted.

—No puedo decir que me gusta estar con la ropa mojada, pero fue interesante sentir...la vida entrando en mis pulmones —. Eloise sonrió y le ofreció una mano para estrecharla. Geordie la miró y tardó en aceptarla y darle un suave apretón—. La veo luego entonces.

—Con pasteles, no lo olvide.

—No lo haré.

Se volvió a sentar en el banco cuando ella se marchó y quedó unos minutos incómodamente pensando respecto a todo lo que había sucedido. Repasó cada cosa que había dicho y cada cosa que ella había dicho, también lo que habían hecho y se preguntó sí había cometido algún error. Era su primera vez estando a solas con un extraño, toda su vida siempre había tenido a Grayson acompañándole, llevando la delantera en todas las conversaciones y guiándole para poder participar sin sentir esa gran presión en su pecho producida por la ansiedad. Ahora que había tenido su primera vez socializando sin la presencia de Grayson, se sentía abrumado y nervioso. Muy nervioso. ¿Y sí había dicho algo mal? ¿Y sí había dado una impresión incorrecta? ¿Por qué Eloise quería volver a verlo? Él no le había indicado deseos de querer volver a verla...pero ella quería... ¿era algo que había dicho?

No se pudo contener sentado en el banco afuera de la casa, así que se marchó apresuradamente hacia el salón del baile e intentó buscar por Grayson.

—Geordie Morgan, hace años no te vemos en las charlas de ciencia.

—Tus aportes se echan mucho de menos.

—Estuvimos desarrollando más a fondo tu teoría de los átomos

—¿Volverás a las charlas? Nos vendría muy bien escuchar más de tus ideas y podrás reclamar tu teoría.

Geordie se detuvo, abrumado por la llegada de sus viejos colegas en el ámbito de la ciencia y se alejó un poco cuando invadieron su espacio personal. No le gustaba cuando hablaban al mismo tiempo y en el salón había demasiado ruido y voces, la música estaba demasiado fuerte y el olor a comida era sofocante.

—Puedes quedártela, Thompson —dijo y el hombre frunció el ceño.

—¿Qué cosa?

—Mi teoría de los átomos, es tuya. De todas formas, no tengo ningún uso para ella.

El rostro del hombre se iluminó.

—¿Podrías ayudarme a desarrollarla más a fondo? Como en los viejos tiempos, trabajando juntos.

—Me he retirado de la ciencia, pero...Es una teoría bastante fácil, seguro puedes demostrarla.

—¿Pero ¿cómo?

Quería irse, pero lo rodeaban y no le dejaban y estaba empezando a exasperarse. Respiró hondo y apretó los puños.

—Electricidad, prueba con electricidad. Ahora debo irme.

Los apartó para poder pasar entre ellos y se abrió paso entre las personas hasta encontrar a Grayson charlando con otros hombres. Se le acercó por la espalda y habló en su oreja.

—Necesito que hablemos en privado.

Grayson se giró rápidamente con un trozo de pastel en la boca y dejó su copa en mano de otro hombre cuando se apresuró a seguir a Geordie fuera del salón y hacia su dormitorio en el segundo piso.

—¿Estabas en la fiesta todo este tiempo?

—Oh, sí, porque me encanta tanto socializar con gente superficial —dijo con sarcasmo y rodó los ojos—. Estaba en el jardín, como dije que estaría...Pero estoy a esto de tener una crisis y necesito que me ayudes.

Grayson entró en el dormitorio de Geordie con su ceño fruncido y cerró la puerta sin dejar de mirarle.

—Está bien, primero respira, Geordie —. Se acercó a su hermano y le ayudó a respirar profundo para que se calmara, pero este no dejaba de andar de un lado hacia otro, hiperventilando—. ¿Qué sucedió?

—Thompson y los jodidos hombres con los que solía trabajar me rodearon cuando entre al salón y...Ugh, no saben lo que significa el espacio personal. ¿Quién quiere tener a otro hombre tan cerca mientras habla? Ni siquiera te dejan respirar...Es como si quisieran saltar sobre tus hombros, por el amor de Dios.

—¿Pero por qué entraste al salón si sabes que no te gusta?

—Porque necesitaba hablar contigo —. Arrastró una silla para sentarse frente a la cama donde Grayson se había sentado, pero se paró al instante y volvió a moverse—. Conocí a una mujer.

El rostro de su hermano se iluminó y una enorme sonrisa apareció en sus labios.

—Te gusta.

—¿Qué?

—Que te gustó esta mujer, te gustó. Te pareció atractiva, te has puesto rojo... ¡Oh, Dios! El día ha llegado.

—Literalmente voy a golpearte como no te calles la boca —advirtió y Grayson se lo tomó muy en serio, así que reprimió su emoción por el momento—. ¿Cómo sé si me gusta? No tengo ni idea... ¿Cómo sé si me parece atractiva? ¿Y sí yo le gusto? Además, es muy rara, pero me agradó que lo fuera, por una vez en mi vida no me sentí como el único raro en la conversación.

—Oh, Dios, estás tan enamorado —suspiró y se encogió cuando Geordie le lanzó un almohadón con fuerza en la cabeza—. Ya, ya...Perdón, había olvidado lo insoportable que eres cuando te pones de malhumor.

—Creo que hice todo mal con ella...Creo que fui frío y distante ¿y sí lo fui? ¿Cómo sé sí lo fui? Además, ella quiere volver a verme y traer pastel... ¿por qué? ¿y cómo sé si es verdad? Tu prometes cosas todo el tiempo y nunca la cumples.

—Primero; auch, sí las cumplo solo...me gusta tomarme mi tiempo.

—¿Años?

—¿Qué? Todos tenemos distintos horarios —. Se encogió de hombros con cierta indiferencia y regresó a la conversación—. Segundo, Geordie, si la mujer quiere volver a verte y traer pasteles, entonces dudo mucho que hayas sido frío y distante.

Geordie se volvió a sentar, esta vez más calmado y cruzó las piernas pensativo.

—Me tocó... más de una vez y no se sintió incorrecto —. La sonrisa de Grayson creció—. Y tiene un ojo celeste y otro verde...Nunca había visto una persona con ojos de distinto color, me pareció tan...curiosos y...bonito. Su forma de hablar me pareció interesante, aunque utiliza tantas metáforas que es abrumador, pero me gustó que lo fuera. Dios...Creo que sí me gustó, Grayson.

La sonrisa de Grayson creció considerablemente y se acercó para sentarse más cerca de su hermano y hablar al respecto. Era la primera vez en su vida que Geordie le confesaba tener interés por una mujer, después de mucho tiempo pensando que su hermano jamás conseguiría tener una relación o que jamás se interesaría por otra persona, el gran día llegaba.

—¿Cómo se llama?

—Eloise...Bernard —. Se frotó el labio inferior con un dedo sin dejar de pensar en ella y maldijo para sus adentros—. Es tan...caótica. Y es curioso, Grayson, porque estoy acostumbrado al caos teniéndote como hermano, pero...

—Gracias, Geordie, muchas gracias —interrumpió burlón y Geordie le chitó.

—Pero ella es distinta. Es un caos más...estimulante.

—¿Es bonita?

—Muy —contestó al instante, sin siquiera tener que pensarlo—. Y su voz vibra de forma muy reconfortante. Puedo sentir como me hace cosquillas en el tímpano cuando habla y me gusta. No duele, ni me molesta. Creo que podría escucharla hablar por horas sin aburrirme.

—Debemos asegurarnos de que volverás a verla y necesitas conquistarla.

—¿Qué? Oh, no...Yo no puedo hacer eso que haces tú, con la sonrisa y los ojos.

—¿Eh?

—La sonrisa coqueta y los ojos traviesos, no me sale —. Grayson soltó una carcajada—. Y no entiendo como funciona el coqueteo, así que no pienso participar de eso. ¿Y si no viene a verme? Dijo que traería pasteles.

—Si no viene, iras a ella, Geordie. Te averiguaré donde vive para que puedas visitarla.

—Bien —. Se quedó pensando con la mirada fija en el suelo y suspiró—. Apenas me percato de que no me sentí incómodo a su lado, Grayson. No me molestó su cercanía, me puso nervioso, sí, pero...No deseaba desesperadamente apartarla. No sé si podría pasar mucho tiempo dejando que me tocara, pero es un progreso ¿no?

—Lo es, todo lo que describes es un gran progreso, Geordie, tu nunca te habías fijado en una mujer y estuviste a solas con ella. ¡A solas! —. Asintió, igual de emocionado y se rio—. Es tu momento, tigre, vas a tener a esta bonita muchacha para ti así sea una sola noche.

—¿Qué? ¿Hablas de sexo? No quiero dormir con ella, Grayson...Me gusta más allá de lo físico, su alma está hecha para la mía —. La cursilería confundía a Grayson, pero era algo a lo que se había acostumbrado con Geordie—. Quiero conocerla y que sea mi compañera.

—Sexo, compañera, es lo mismo, el punto es que la conseguirás.

—No es lo mismo —contradijo y Grayson sostuvo su mirada—. No es lo mismo.

—¿Me vas a decir a mí?

—Sí. No es lo mismo —repitió sin apartar la mirada, ni siquiera cuando Grayson se acomodó en el sofá y cruzó los brazos—. No lo es. Puedes tener sexo con cualquiera, pero compañera solo tendrás una.

—Cualquier mujer puede ser una compañera, Geordie.

—Tal vez, pero solo una se sentirá correcta. 

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