Los tres cuarzos (Longfic Sas...

By Andreea-Maca

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Después de todo, Sakura y Sasuke se casaron y tuvieron a Sarada. En teoría, todo debía resultar bien para la... More

Renace el clan Uchiha
Los tres cuarzos
El clan Kurogachi
Yo soy Sarada
El precio del dolor
¡Nuevo equipo siete, listo!
El sueño de Yūyin
Reconciliación
Una noche de entrenamiento
La media docena de Konoha
Símbolos
Realidad vs Ilusión
Di algo
Terribles noticias
Promesa a un amigo
"Corre, corre y aférrate a la vida"
Nuestra hija
El verdadero Bolt
Confianza de pareja
No me rendiré con nosotros [1]
La cabaña y la anciana
Una luz en el cielo
El enemigo indeseado
Batallas
¡Sakura Uchiha, entra!
Lo que protege un Uchiha
El ninja con la Voluntad de Luz
Epílogo. Una nueva historia

Regalo de cumpleaños

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By Andreea-Maca

Sasuke miró la fotografía que Sakura había puesto en la pared de la sala. Ya habían pasado cuatro años desde aquella fotografía. Sintió un escalofrío pasar por su espina dorsal tras recordar, como si pudiera sacarlo de su mente, que su pequeña Sarada cumplía siete años. Parecía un chiste que el tiempo volara a tal rapidez. Mantenía en su mente cada momento vivido con ella. Recordaba a la perfección cada uno de sus logros. A él no le importaban tanto las fotografías, no había necesidad de guardar una de Sarada en su cartera, así como Naruto lo hacía con sus demonios, esos que les llamaba hijos. Podría decir con detalle cada rasgo en el rostro de Sarada.

Suspiró tras oír la puerta de su casa abrirse. Naruto había insistido en que salieran los Uzumaki y los Uchiha para celebrar los cumpleaños de los primogénitos de dichas familias. Por supuesto, había sido Sakura la que había aceptado la propuesta. Sasuke nunca habría permitido que su única hija conviviera con ese niño tan similar a su padre. Bolt. Sarada era, como bien lo dijo su padrino Kakashi, una réplica casi exacta de Sasuke, excepto por la frente y la forma de sus ojos: ambos heredados de su madre. Sin duda alguna, era una niña muy bonita a pesar de ocultar sus ojos detrás de unas gafas rojas que a Sakura no le agradaban por completo.

- Me recuerdan a cierta perra arrastrada y simplona. - dijo un día en el que Naruto le hizo un comentario al respecto. Sasuke sonrió; ella nunca admitiría que Karin todavía le provocaba celos, aun cuando no la hubiera visto desde varios años atrás.

Sarada corrió hacia los brazos de su padre. Él no solía ser muy cariñoso con los demás, mas era un padre sumamente amoroso y eso todos lo sabían. Desde que vio la cara de su hija, se había enamorado. Desde ese día, Sasuke no había dejado de complacer a Sarada en todo lo que ella le pedía. Por lo regular, su mujer lo miraba con desaprobación, aunque nunca le dijo nada; entendía que el ahora tener una familia era algo poco menos que nuevo. Quizá ése era su motivo de tratarla de ese modo. Quizá no era así.

- ¡Papi! - exclamó la niña a un par de metros de él. - ¡Estoy lista! Mamá nos está esperando, dice que Naruto-sama y Hinata-sama ya llegaron.

- ¿Por qué utilizas el sufijo en Naruto? - preguntó Sasuke acomodándole las gafas.

- Shino-sensei nos dijo que debemos dirigirnos a los mayores con respeto. - contestó la niña. Desde que había entrado a la academia, tres meses atrás, no había dejado de parlotear respecto a lo que ahí aprendía. Sakura decía que era lo mismo que ella hacía a su edad.

- Sí, es cierto, pero recuerda que Naruto también es tu tío y sólo se burlará de ti. Y no me está permitido pulverizar al futuro hokage, por más idiota que sea.

La niña sonrió. Sabía muy bien que su padre la defendería contra todo. Sarada era consciente del ciego amor que Sasuke le brindaba, pero no lo veía mal como su madre.

- En fin, vamos, Sarada. - le dijo Sasuke recordando que Sakura podía tornarse violenta cuando lo deseaba. La tomó de la mano para caminar con ella hacia la entrada de la casa.

Vio a Sakura platicar con Naruto y su mujer mientras Bolt y Himawari jugaban en el balcón a gritar estupideces. Propio de la familia de Naruto. Sakura giró el rostro luego de escuchar los pasos de Sasuke y Sarada y les sonrió. Él apenas le devolvió el gesto, mientras que la pequeña jaló a su padre para que se acercaran todavía más. Sarada no distinguía amores, a ambos los quería e idolatraba por igual. Sakura acarició la mejilla de su hija antes de que Naruto se burlara de la expresión de "idiota" que Sasuke ponía cada vez que veía a Sarada.

- Recuerda, dobe, que todavía puedo matarte. - advirtió previo a dirigir su mirada hacia los hijos de Naruto.

Agradecía que Sarada nunca se hubiera comportado así. Lo cierto era que no estaba en sus genes. Sakura sí había sido una molestia, pero nunca una niña tan hiperactiva como Naruto, y Sasuke nunca dio problemas a sus padres. Al contrario, todos lo felicitaban por su buen desempeño. Idéntica a sus padres, Sarada era la segunda mejor alumna de su clase, superada únicamente por el "problemático" hijo de Shikamaru.

- Sólo vámonos. - dijo ante la mirada de advertencia de su esposa. Comprendía que a Naruto no lo saludara, nunca lo había hecho, pero ahora debía respetar a la mujer a su lado: Hinata. Sasuke comprendió su mirada y para evitar cualquier molestia en Sakura, agregó: - Buenos días, Hinata.

- Bue-buenos días, Sasuke-kun. - respondió ella con una tímida sonrisa. - Bolt, Himawari, vengan acá.

Los niños asintieron y corrieron hacia su familia. Bolt saludó a Sasuke y Sakura, mas sólo le dedicó una fría mirada a Sarada. Todos sabían que Sarada y Bolt no se llevaban bien en la clase. No obstante, Himawari abrasó a la hija de los Uchiha. Nadie sabía de dónde había adquirido un lado tan cariñoso. Naruto aseguraba que de Hinata, pero nadie había visto a la chica demostrar tan abiertamente sus sentimientos. Sakura había concluido que Himawari poseía características únicas. Hinata pensaba, aunque no lo decía en voz alta, que ella había heredado la emotividad de su tía Hanabi.

- ¿A dónde iremos, papá? - preguntó Sarada una vez fuera de su enorme casa.

- A casa del dobe, supongo. - contestó Sasuke sin importarle la conversación que había mantenido con Sakura acerca de no decir groserías frente a la niña. "Ella misma las aprenderá cuando crezca, ¿qué problema hay de que las conozca de una vez por todas?" había respondido.

- ¡Teme! - exclamó Naruto soltando por un momento la mano de Hinata. - ¡No me digas así frente a Himawari, dattebayo!

- ¿Por qué no? Ella debe saber quién es su padre, ¿no es así?

- ¡Sasuke-kun! - lo reprimió Sakura. - Tan siquiera por un día, ¿podrían dejar de discutir, chicos?

- ¡Él empezó, Sakura-chan!

- Hmph. - farfulló Sasuke. - ¿Iremos a tu casa o no, Naruto?

- Eh, bueno, en realidad... Kakashi dijo que...

- ¿Invitaste a Kakashi?

- Él es el padrino de Bolt y Sarada, claro que lo invitamos.

- Pero él siempre llega tarde, Naruto. - intervino Sakura deteniéndose de golpe. Sasuke la imitó, al igual que Sarada.

Hinata y Naruto tomaron a sus hijos de la mano para evitar que siguieran caminando antes de enfrentarse al entrecejo fruncido de la familia Uchiha. No les molestaba en absoluto compartir su tiempo con Kakashi, él era parte de la familia del equipo siete; el problema radicaba en que a partir de convertirse en el hokage, su costumbre de impuntualidad había incrementado casi al doble. Hasta Sarada comprendía lo que eso significaba y le desagradaba en lo absoluto. Por supuesto, no podía permanecer mucho tiempo enojada con su padrino porque él siempre le contaba historias graciosas acerca del equipo siete; del ahora legendario equipo siete.

- Vamos, chicos, no creerán que fuimos tan estúpidos como para decirle a Kakashi-sensei que lo veríamos en un lugar determinado, ¿verdad? - dijo Naruto con una amplia sonrisa. - Hinata me dio la idea de verlo en su casa. El muy flojo aún debe estar ahí, 'ttebayo.

Sasuke sonrió. En ocasiones, agradecía que Hinata fuera la esposa de Naruto. Podía no parecerlo, pero era muy lista y mediaba la estupidez de Naruto. No podía afirmar que ella le agradaba porque nunca la había tratado del todo, aunque no le desagradaba. Simplemente, agradecía su presencia al lado de Naruto. Además de su inteligencia, era la mujer que Naruto había escogido como su esposa y si lo veía feliz, entonces confiaba en que ella fuera una buena mujer.

Sakura soltó una pequeña risa. Cuando niños debieron pensar en ese plan, sabían dónde vivía, pudieron despertarlo y jalarlo de las piernas para que los llevara a sus misiones. Aún así, esas horas que pasaron esperándolo sirvieron para "incrementar" su cariño entre el equipo. A pesar de que Sakura recordaba más momentos en los que Naruto y Sasuke no dejaban de insultarse, sabía que en el fondo sólo se aceptaban como amigos. Y ella era feliz acompañando a Sasuke aunque él no le prestara la misma atención, aparentemente.

- Está bien. - aceptó Sakura sonriéndole nuevamente a su esposo. Esta vez, él respondió con la misma emotividad.

Eran esos momentos, esos gestos tan mínimos, los que le recordaban a Sakura que había valido la espera, el esfuerzo, la pena. Sasuke era feliz, era feliz a su lado. Justo como ella se lo prometió a los doce años. Tal vez no estuviera de acuerdo en algunos aspectos de su manera de educar a Sarada, pero él era feliz. Tal vez pronto pudieran arreglar sus diferencias, eso era lo de menos. O tan siquiera, eso era lo que ella creía.

Horas más tarde, mientras Kakashi guardaba su libro preferido en su recámara, escuchó un grito enojado de Bolt hacia Sarada. Suspiró. En ocasiones, esos dos le recordaban a Sasuke y Naruto. Sin embargo, sabía que la diferencia existía en la educación que recibían. Ambos poseían padres y, en el caso de Bolt, hasta una hermana. En teoría, eso debería hacerlos más humildes y amables, pero el trabajo arduo de Naruto por conseguir pronto el puesto de hokage y las innumerables discusiones entre Sasuke y Sakura lo complicaban todo.

- ¡Sarada, basta! - exclamó Sakura en la sala de estar. Kakashi adivinó que dentro de poco tendrían que pedirles que no discutieran.

Cuando Sakura y Sasuke se casaron, gran parte de la aldea se alegró. Por fin Sakura sería feliz, por fin Sasuke se asentaría en Konoha. El primer año fue así; no se le veía a Sakura salir al mandado sin Sasuke a su lado o a él entrenar sin que ella lo ayudara. Eran una pareja con todas las letras de la palabra. Lee y Tenten los bautizaron como la pareja de la década. Por supuesto, esa broma sólo llegó a los oídos de Kakashi porque Gai se lo había contado una tarde que comieron juntos.

Cuando Kakashi salió de su recámara, vio a Sakura sostener el brazo de la niña que aún estaba a unos centímetros sobre la cabeza de Bolt. Las intenciones de Sarada eran evidentes: golpear a su "primo" de la misma manera que Sakura solía hacerlo con Naruto cuando eran mucho más jóvenes.

- ¡Pero, mamá...! - replicó Sarada con un mohín.

- Nada de violencia. No frente a sus padres, ¿no crees que ya lo golpeaste demasiado? Hinata creerá que no tienes modales.

- Sakura - la llamó Sasuke con un poco de frialdad. - Déjala jugar, sólo es una niña; no puede hacerle demasiado daño.

Kakashi se preparó para la discusión que se vendría e intercambió una mirada con Naruto. A él también le preocupaba lo que ocurría con la familia Uchiha.

- Eso dices ahora - comenzó Sakura, jalando de la muñeca a su hija para caminar hacia el sillón, a un lado de su marido. - pero ¿qué pasará cuando le enseñes a escupir fuego?

Naruto vio en los ojos de su mejor amigo cómo el peligro se avecinaba. No tenía porque fuera a golpear a Sakura, eso nunca sucedía; temía porque fueran a asustar a Sarada. Si eso continuaba así, acostumbrarían a la niña a la carencia de muestras de afecto. Ella crecería, entonces, creyendo que el amor era discutir sin arreglarse. Inmediatamente, Naruto le hizo una seña a Hinata para que lo ayudara.

- Sarada, Bolt, ¿no quieren ayudarme con el pastel? - preguntó Hinata sin perder más tiempo.

Sakura, al comprender lo que los Uzumaki querían, soltó a su hija para dejar que acompañara a Hinata, al igual que Bolt. Se sentó a un lado de Sasuke antes de tomar una uva del frutero frente a ellos para metérsela a la boca. Esperaba la defensa de su esposo como quien espera la respuesta a un ataque en la guerra.

- ¿Acaso crees que Sarada es tonta? - espetó Sasuke finalmente, después de unos segundos.

- Yo sé que no lo es, pero sí una arrogante. La has malcriado demasiado. - aseveró con otra uva jugueteando entre sus dedos.

Sasuke apretó la mandíbula. Por supuesto que era una mentira. Él no la malcriaba de ninguna manera, sólo le demostraba su cariño. Durante años creyó que Sakura sería más comprensiva, pero sólo pensaba en asuntos del clan que él ya había olvidado. Quiso preguntarle quién era la obsesionada con los Uchiha y su orgullo, pero supo que eso habría molestado a su padre. Sólo por respeto a él, evitó esos comentarios, a pesar de saber que él tenía razón.

- Amigos, por favor. - intervino Naruto, sentado frente a ellos y con las palmas alzadas. - No discutan, es el cumpleaños de su hija, ella no querrá verlos de ese modo.

No obstante, como siempre pasaba, fue ignorado olímpicamente.

- No creo que regañarla por divertirse sea una inteligente forma de criarla. - replicó Sasuke con la ceja alzada. - Yo sólo quiero hacerla feliz, ¿acaso tú no, Sakura?

- No la regañé por divertirse, la reprimí porque su fuerza es como la mía y puede lastimar a Bolt.

- ¿Tengo que recordarte que tú tratabas de la misma forma a Naruto?

- Sasuke, Sakura, basta, por favor. - pidió Kakashi acercándose a ellos. - Éste no es el momento ni el método para arreglar sus problemas.

- A mí no me metan en sus problemas, 'ttebayo. - advirtió Naruto asustado por la expresión de enojo de Sakura. - por favor, dejen de discutir. Bolt estará bien, él sabe qué tanto puede provocar a Sarada.

Sasuke se cruzó de brazos al mismo tiempo que le dirigía una mirada de triunfo a Sakura, quien bufó desviando la vista. Se sentía traicionada por Naruto. Éste, al percatarse, se apresuró a añadir:

- Pero también considero que si no se le pone un alto a los hijos, podrá obtenerse un ninja arrogante.

- ¿De qué lado estás, perdedor? - preguntó Sasuke.

- De ninguno, teme, ambos tienen razón. - sintió la mirada de advertencia de ambos y su ritmo cardiaco aumentó con peligro. - ¡Hey! ¡Ustedes son mis mejores amigos, no pueden pedirme que le declare la guerra a alguno!

- Suficiente, me largo de aquí. - respondió Sasuke poniéndose de pie. Sakura lo tomó de la muñeca, pero él ignoró su contacto. - Sarada, ven acá. - llamó sin necesidad de alzar la voz. Sabía que la niña la escucharía.

- Sasuke-kun, por favor. No puedes simplemente... - le dijo Sakura, pero una fría mirada de su marido la calló por unos segundos. Tenía bastante tiempo que no la miraba de esa manera. Se mordió el labio, ella ya no era la chiquilla de dieciséis años que se dejaba intimidar por algo así. - De acuerdo, gracias por arruinar el cumpleaños de Sarada, Sasuke. - agregó antes de levantarse y caminar hacia la cocina.

Sarada los miró con un poco de miedo. No le agradaban los momentos, que cada vez frecuentaban más, en los que sus padres discutían. Apenas podía recordar la última vez que los vio abrazándose. Sintió cómo su madre la cargaba entre sus brazos y, sin dejar que se despidiera siquiera, salió de la casa dando pasos largos.

Kakashi se colocó una mano sobre la frente. Parecía ser que Sakura no podía controlar lo que el nacimiento de Sarada despertó en Sasuke. Éste refunfuñó una corta despedida previo a seguir a su esposa, mas Naruto lo detuvo.

- ¿Qué quieres, dobe?

- Que arregles las cosas con Sakura-chan. Ya son adultos, Sasuke. - respondió Naruto con seriedad. - El problema no es de uno, sino de ambos, dattebayo.

- Hmph. Déjame en paz. - contestó Sasuke deshaciéndose del agarre de su mejor amigo.

Kakashi lo miró retirarse. Los problemas apenas comenzaban y nadie lo sospechaban.

Hinata tomó a Himawari de la mano mientras deseaba que los Uchiha dejaran de pelear. Era consciente del daño que podrían provocarle a Sarada y no le gustaba en lo absoluto.

- ¿Qué puedo hacer, Kakashi-sensei? - preguntó Naruto derrumbándose en el sillón.

- Cuando las personas no quieren que los ayudes, no hay nada que se pueda hacer, Naruto. - contestó Kakashi entre un suspiro. - Sólo espero que Sakura tenga algo en mente para relajar a Sasuke. Ya había olvidado esa época en la que Sasuke podía matar con la mirada.

- Lo sé, 'ttebayo.

- Pero, él no la... lastimará, ¿verdad? - preguntó Hinata un poco temerosa.

Bolt, a su lado, hizo un mohín. No entendía para nada los temas de los adultos, pero en la mirada de Sarada había visto temor. Simplemente, sentía curiosidad por saber qué ocurría con los Uchiha.

- ¿Lastimarla de qué modo? ¿Físicamente? No, no creo que se atreva. En un combate de taijutsu, Sakura lo derrotaría fácilmente, no sería tan idiota como para provocarla. - contestó Kakashi. - ¿Sentimentalmente? Creo que ambos ya lo han hecho.

Del hogar de Kakashi al de los Uchiha había varios kilómetros de por medio. A pesar de eso, ni Sakura ni Sasuke dijeron palabra alguna, lo que hizo la caminata bastante silenciosa. Aunque Sasuke estuviera a su lado, rozando frecuentemente la piel de su hombro, no se atrevió a mirar a Sakura. Sabía bien que la había lastimado y se sentía arrepentido. Comprendía a la perfección la distancia oral que ella había colocado entre ambos. Idiota y mil veces idiota. Había jurado no volver a herirla, había jurado cuidarla de cualquier dolor; se supondría que debía protegerla, no dañarla.

Empero, ella se lo había buscado. No sólo había llamado "arrogante" a su Sarada, sino que lo había culpado de eso. A él no le parecía que Sarada fuera algo así, pero en todo caso, no sería sólo su responsabilidad. Las madres también criaban a sus hijas. Sakura también pasaba tiempo con Sarada, ella también podía inculcarle esas malas enseñanzas. En resumen, ella también lo había herido.

- Ten cuidado. - le dijo tomándola del codo para empujarla unos centímetros con el objeto de evitar que pisara un enorme charco de agua.

- Sé caminar, gracias. - respondió ella con sequedad.

Sarada se había quedado dormida sobre los brazos de Sakura momentos atrás.

Sasuke quiso gritarle que no le hablara en ese tono porque él no era cualquier persona. ¡Se trataba de su marido! No obstante, para evitar que Sarada despertara, simplemente apretó los puños y la soltó. Por él, podía caerse en el siguiente agujero que se encontraran de camino.

Por fortuna para ambos, ya estaban cerca de su hogar. Ignorando su enojo, Sasuke se adelantó para abrir la puerta y permitir que su esposa pasara. Ella, un poco asombrada, le dedicó una muy delgada sonrisa mientras entraba. No podía permanecer mucho tiempo enojada con él. Sabía que ella estaba en lo correcto respecto a Sarada, mas el recurrente recuerdo de que Sasuke al fin tenía una familia, lo excusaba de cualquier error. O casi cualquier error. Sin embargo, Sakura creía poseer la paciencia para entenderlo y ayudarlo pues, después de todo, eso era lo que las parejas hacían.

Sarada abrió los ojos en cuanto sintió su espalda recargarse en el sofá. Dirigió su vista a su derecha. Su madre caminaba en dirección a la cocina y su padre la seguía muy cerca. Eso sólo podía significar una cosa: discutirían a solas. O tal vez, se perdonarían. Sarada cruzó los dedos para que fuera la segunda opción.

- Sasuke-kun - le dijo Sakura una vez a solas en la cocina. - ¿Podrías ayudarme a sacar el pastel del refrigerador? Yo llevaré los platos. - indicó abriendo la alacena, dándole la espalda a su marido, quien la miraba recargado en la pared con los brazos cruzados.

- ¿Cómo puedes hablarme tan tranquila después de...?

- Porque te amo. - contestó ella con los platos en las manos y ya sonriéndole. - Siempre he sabido que te costará trabajo adaptarte de nuevo a una familia y prometí que te ayudaría, ¿no es así?

Sasuke desvió la mirada. Esa promesa, que decía Sakura, la había hecho cuando se había enterado de su embarazo. No creía que ella sospechara todo lo que un hijo podría desencadenar. Además, insistía, no era sólo su responsabilidad lo que Sarada fuera o no fuera. Por otro lado, veía en la sonrisa de Sakura una escapatoria para evadir una nueva discusión y no podía desaprovecharla.

- Hmph. - se limitó a responder con un extraño mohín que lo hacía ver mucho más joven de lo que era.

Sakura no pudo evitar acercarse a él. Colocó los platos sobre la mesa antes de pararse frente a su esposo y ponerse de puntitas para alcanzar sus ojos. Él la miró, por fin.

- Detesto discutir contigo, Sasuke-kun. - admitió.

- Pero sabes que tengo la razón. - respondió Sasuke.

Sakura no quiso replicar nada. En lugar de eso, jaló con fuerza el cuello de Sasuke para que la besara. Ambos sabían que lo mejor de las peleas eran las reconciliaciones y Sakura no estaba dispuesta a perder esa costumbre de besarlo como símbolo de tregua. Aunque Sasuke no lo dijera, estaba completamente de acuerdo.

Un instante más tarde, respondió el beso. No con pasión, no con lujuria, simplemente con ternura. Sabía en qué momentos podía abusar de la facilidad que tenía de deshacerse del vestido de Sakura, y ése, en efecto, no era uno de ellos. Tendrían que esperar a que su hija estuviera dormida en la noche.

- Gracias, Sasuke-kun. - dijo ella después de separarse de él, únicamente para abrazarlo.

- Vamos con Sarada, debe estar esperándonos. - respondió él con la barbilla recargada en la coronilla de Sakura y los brazos alrededor de su cintura. A pesar de sus palabras, no se veían muy dirigido a aceptar su propia propuesta.

No obstante, no tuvieron que moverse mucho pues Sarada abrió la puerta de la cocina, desesperada por saber qué era lo que había pasado con sus padres. Al verlos sumidos en un abrazo, se relajó. Ellos, algo ruborizados, se soltaron y carraspearon. Un Uchiha no debía ser tan expresivo, estaba en una regla no escrita que Sakura seguía por respeto a Sasuke y su familia.

- ¿Ya no pelearán? - preguntó Sarada inocentemente.

- No, ya no. - prometió Sakura con una sonrisa traviesa. - Nos hemos arreglado, hija, de veras.

- Ya te he dicho que no digas esa frase porque me recuerdas a Naruto. - dijo Sasuke con el entrecejo fruncido.

- Bien, ya que estás aquí, Sarada, ¿quieres probar tu pastel? - cuestionó Sakura.

- ¡Sí! - respondió ella con una sonrisa en los labios.

- ¡Perfecto! Entonces... oh, no, espera, he olvidado una cosa. - dijo antes de dirigirse a la puerta.

- ¿Ahora qué pasa? - replicó Sasuke.

- El regalo, su regalo, está en la recámara. Regreso de inmediato, Sasuke-kun.

El aludido apenas pudo ver a su esposa correr escaleras arriba. Resopló. Esa mujer jamás dejaría de sorprenderlo. Le gustaba mucho que sus actividades salieran de la monotonía, aunque en ocasiones eran sus esporádicas expresiones lo que lo frustraba. Sarada se sentó impaciente en uno de los cojines del comedor. Los regalos de su madre siempre eran más emocionantes que los de su padre y estaba segura que ese año no sería la excepción.

Tal y como prometió, Sakura llegó a la cocina con una cajita de terciopelo rojo que entregó a Sarada. Ansiaba mucho ver su expresión o la de Sasuke cuando vieran de qué se trataba. Había guardado por mucho tiempo aquel objeto, esperaba que sus esmeros recibieran la respuesta merecida. Su larga caminata a la aldea de la roca no podía ser en vano.

Sarada no perdió tiempo y abrió la cajita. Frunció levemente el entrecejo cuando sacó una delgada cadena de plata en donde colgaba un dije de cuarzo en forma de puño.

- Un puño blanco. - susurró. - ¿Y esto? - cuestionó algo decepcionada.

Sasuke, en cambio, puso los ojos en blanco tras reconocer el objeto.

- Sakura, ¿de dónde sacaste ese dije?

- ¿Qué es, papá?

- Pertenece a una leyenda. - contestó Sakura. - Se le llama de muchas maneras, tantas que ya las olvidé. Se dice que este dije y sus dos hermanos tienen un chakra muy especial. No te da éxito en una misión o inteligencia en un examen; sino que mantiene una conexión con los dijes restantes. La leyenda afirma que en caso necesario, éstos pueden proporcionar el chakra suficiente para salvar al portador.

Sarada la miró con asombro antes de observar su dije. No podía creer que un objeto tan pequeño pudiera tener ese poder. Sin importar que se tratara de una simple leyenda, se sentía más gloriosa. En efecto, su madre no la había defraudado.

- ¡Esto es tan shanaro! - exclamó feliz

Hola:

Espero que hayan disfrutado la lectura, nos vemos la siguiente semana.

Les mando un fuerte abrazo.

Andreea Maca.

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