Vidas cruzadas: El ciclo. #3...

By AbbyCon2B

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Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrent... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.

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By AbbyCon2B

7 de marzo 1896.
Saint Paul, Minnesota.

Katherina entró en el pasillo del consultorio de Jimmie y llamó a la puerta consciente de que él ya no estaba recibiendo pacientes. Se acomodó el vestido en lo que esperaba que le abriera y echó algo más de perfume en su cuello antes de volver a guardarlo en su bolso y esperar.

Se había puesto uno de sus mejores vestidos de color rojo con la esperanza de verse bien para él y aunque sabía que no era correcto, se había aprontado con esmero esperando que le gustara. La culpa todavía la hacía dudar algunas veces, como cuando había pasado varios minutos pensando si subir o no al tren para visitarle esa noche, pero claramente estaba siendo egoísta, porque a pesar de todo había ido a verle.

Cuando Jimmie abrió la puerta, sonrió y le saludó con su corazón acelerado. Él sonrió de regreso y también la saludó. Su cuerpo cubría el interior del consultorio y no le dejaba ver mucho manteniendo la puerta algo cerrada.

—Yo...Eh...Cierra los ojos —pidió y algo indecisa, Katherina obedeció—. No hagas trampa ¿vale?

Sintió su mano cubriéndole los ojos y entraron en el consultorio. Escuchó la puerta cerrarse y sintió a Jimmie de pie a su espalda en todo momento, lo cual le agradaba. Su calor era reconfortante.

Cuando le quitó la mano y abrió los ojos encontró que había reorganizado todo su consultorio para ocultar la camilla detrás del biombo y había colocado un tapete en el suelo sobre el cual había una manta con algunos almohadones. La estufa estaba encendida y había dos copas con una botella de vino para la ocasión. También vio un ramo de flores sobre la manta y algunos pétalos de rosas adornando el ambiente. Sonrió con gran emoción sin poder contenerse y se giró para mirarlo.

—¿Te gusta?

—Me encanta —. Y el aroma que le llegaba desde la cocina era exquisito—. Es perfecto, doctor, muchas gracias.

—Por favor, dime Jimmie —. Él le ayudó a quitarse el abrigo y tomó su mano para ayudarla a sentarse sobre las mantas también—. No pude conseguir una mesa a tiempo, lo cual sin duda habría sido más cómodo, así que improvisé. La cena ya casi está lista.

—¿Necesitas ayuda?

Jimmie le sonrió desde la puerta de la cocina y negó, se detuvo a mirarla un momento con el trapo en sus manos y olvidó que debía hacer, hasta que empezó a sentir el aroma del pollo quemándose y se giró rápidamente para sacarlo del horno.

Katherina esperó por él sintiéndose bastante nerviosa por esa noche. Era su primera vez a solas con un hombre en una cena, no tenía planes de regresar a su casa pues el último tren pasaría a las siete y dudaba mucho estar lista para irse esa noche y además les mentiría a sus padres al decir que se quedaría en un hotel por el mal clima.

Jimmie regresó desde la cocina con dos platos con pollo asado condimentado con una deliciosa salsa y verduras también asadas que se veían apetitosas. Sonrió cuando le entregó su plato y él se sentó a su lado para comer con ella.

—Debo decirlo, espero me perdones el atrevimiento, pero te ves más que hermosa esta noche, Katherina —. Se sonrojó al instante y sonrió—. El rojo realmente es tu color y me encanta.

—Gracias, doc...Jimmie —. Empezaron a comer y él le sirvió algo de vino en su copa para acompañar—. Perdón si esto arruina el ambiente, pero necesito saber si habló con su mujer.

—Lo hice. Hablamos esa misma noche y decidimos divorciarnos.

—¿De verdad?

—Sí, no será nada fácil, pues debo esperar dos años antes de que ella pueda pedir el divorcio, pero tengo su permiso para estar con otra mujer, así como ella el mío para estar con otro hombre. Fue un buen resultado y al menos no tendré que separarme de mis hijos.

—Oh, doctor, digo Jimmie, diablos, sigo confundiéndome —. Se rieron y él la admiró en silencio—. Me alegra mucho que ambos lograran un acuerdo y nadie saliera lastimado. Su esposa debe odiarme.

—No tiene motivos, tu no has hecho nada malo, Katherina, yo soy el de los pensamientos impuros, pero no me avergüenzan en lo más mínimo, me gusta desearte tanto como lo hago.

Se sonrojó aun más y reprimió una sonrisa comiendo.

—Supongo que esta cena no es tan incorrecta ahora.

—No lo es, solo un hombre y una hermosa mujer disfrutando la velada.

Brindaron y le miró a los ojos mientras bebía su vino.

—La comida está deliciosa. ¿Dónde aprendió a cocinar?

—Mi padre cocinaba en nuestra casa siempre que podía, lo cual no era muy seguido porque debía trabajar, pero cuando el cocinaba, con mi hermano siempre le ayudábamos. Era el día de consentir a mamá —dijo con una sonrisa.

—Suena hermoso. ¿Aun tiene contacto con sus padres?

—Me temo que fallecieron, pero fui muy feliz con ellos y me enseñaron muchas cosas que siempre les agradeceré. Eran personas...poco convencionales, pero supongo toda mi familia lo es.

—Mi familia también es poco convencional, pero bueno...Imagino ya lo sabes, porque has conocido a todas mis hermanas y a mi madre.

—Su madre es una mujer muy interesante. Recuerdo haber leído sobre ella cuando era niño y la guerra terminó, la mencionaban en casi todos los periódicos después de que le hicieron la estatua.

—Yo ni siquiera era nacida cuando sucedió eso —dijo entre risas—. Pero si me contaron sobre la estatua y como muchas familias se reunieron para agradecerle por haber salvado a sus muchachos. Mamá salvó a demasiados hombres en la guerra.

Estuvieron hablando durante la cena y cuando terminaron de comer, dejaron los platos a un lado y tomaron otro poco de vino, deteniéndose antes de que el alcohol les afectara. Jimmie se acercó a ella sobre la manta y continuaron charlando y bromeando sobre sus infancias.

Él buscó su mano y quedaron en silencio acariciándose mutuamente los dedos. Jimmie repasó las líneas en su piel y besó sus nudillos antes de entrelazar sus dedos otra vez.

—¿Puedo besarte? —consultó y Katherina asintió en silencio.

Cerró los ojos cuando él se inclinó hacia ella y volvió a besarla como la noche anterior. Sonrió, disfrutó del roce de sus labios y cuando se apartó y la miró, decidió volver a besarla.

—Me gusta cómo me besas —confesó sonrojándose y jugó con su corbata—. Es suave y...tierno...No pensé que los besos fueran tan lindos.

—¿Puedo besarte otro poco?

Aceptó y cuando él volvió a besarla, tiró suavemente de su cuerpo para que se acercara. Sus manos le acarició la cintura y subieron por la espalda y aunque quería tocarla más allá no lo hizo. La besó con amor y jugó con sus labios mientras la provocaba algunas veces con su lengua para ver si lo recibía.

—Jimmie —. Sonrió al escucharla decir su nombre y volvió a besarla mientras le acariciaba la cadera y el muslo con una mano y la mantenía cerca de su calor. Ella gimió en su boca y le aferró suavemente del cabello—. ¿P-puedes tocarme c-como un a-amante lo haría...?

Le avergonzó demasiado pedirle eso y ni siquiera pudo mirarlo a los ojos para ver su expresión, sentía que era tan incorrecto y temía que él pensara mal de ella por mostrarse tan ansiada, pero sentía curiosidad por saber cómo se sentía y quería su calor sobre su piel incluso aunque no le entregara su virginidad esa noche.

Jimmie bajó la mirada hacia el frente de su vestido y ascendió por sobre la tela con sus manos para acariciarle el pecho. El corsé le impedía sentirla contra su piel como tantas veces lo había hecho al examinarla, así que empezó a desabrocharlo y ella le ayudó a quitárselo. Quedó solo con su camisola, como él ya la había visto infinitas veces y volvió a arrastrarla hacia su cuerpo, esta vez sentándola sobre sus piernas. Se acostaron de lado sobre las mantas y los besos continuaron.

Él levantó un poco la camisola y desanudó el cordón de la pantaleta para poder quitársela y lanzarla lejos. Lo hizo sin dejar de mirarla y besarla con calma y ternura. Volvió a pegarla a su cuerpo y esta vez cuando ella subió la pierna sobre su cadera y él le acarició el glúteo, su mano descendió por su muslo y levantó la camisola para acariciarle la piel en su ascenso de regresó a su nalga.

Lo sintió gemir y el sonido tan nuevo para ella le removió el vientre con mariposas.

—Tu piel es tan suave, princesa...—. Se impulso para sentarse en la cama y miró su muslo mientras lo acariciaba y levantaba la camisola solo lo suficiente para dejar ver un poco de su nalga, todavía cubriendo su intimidad—. No tienes una sola marca...Un solo vello...

—Yo...Eh...M-me depile...

—¿Te depilaste?

Asintió cada vez más roja.

—Siento q-que se ve más...m-más b-bonito y p-pensé que t-te gustaría... —. Otra vez, no era capaz de mirarlo mientras hablaba—. F-fue algo tonto e...incorrecto de mi parte...Todo lo que estoy haciendo es incorrecto.

—No, no, Katherina, no te culpes por lo que sucede entre nosotros, yo soy el responsable, yo soy el que debería sentir culpa —. Acarició su muslo, mirando su suave y tersa piel y agregó en un susurro—. Pero no la siento...Debo ser un hombre enfermo y Dios me perdone por lo que diré, pero no lamento estar aquí contigo esta noche y deseo poder estar contigo muchas otras noches por el resto de mi vida. Todas de ser posible.

Acarició su pierna, descendiendo hacia las pantorrillas y ella miró atentamente su expresión mientras estudiaba su suave piel.

—Me encanta cómo se siente tu piel de esta forma, es tan suave y perfecta... ¿Puedo besarte aquí? —. Cuando él extendió su mano sobre el ancho de su muslo, Katherina contuvo la respiración y empezó a asentir tímidamente—. Gracias.

Él se inclinó para besar su muslo mientras acariciaba su pantorrilla y la curva de su pie con la mano y Katherina cerró los ojos y se mordió el labio. Sintió sus labios arrastrándose por sobre su muslo hacia la cadera y se detuvo para no levantar más la tela de su camisola. Descendió al mismo punto de partida y volvió a besarla, esta vez chupando la piel y acariciándola con su lengua.

—¿Quieres girarte? Sería más cómodo si lo hicieras...

Si se giraba sobre su espalda temía que su vestido se levantara y él pudiera verla desnuda, quería que lo hiciera, pero al mismo tiempo la pena le ganaba. Se mordió el labio y sujetó la prenda contra su vientre para que no se subiera al moverse. Él sonrió cuando la vio acostada con sus muslos duramente apretados entre sí sosteniendo el vestido entre estos para cubrirse.

Permaneció arrodillado en la manta a su lado y dejó que sus dedos se arrastraran por su vientre sobre la tela y pasaran por sobre el monte de su sexo donde ella jadeó y se encogió ante la sorpresa y el calor que ardió en su interior.

—¿Puedo saber si te has depilado en otras...partes?

Sabía a lo que se refería y tragó saliva al asentir, él se mordió el labio y algo pasó por su mente, lo supo al ver su expresión, pero no lo dijo.

—Nunca escuché o vi a una mujer que se depilara en ninguna parte...mucho menos... —. Se interrumpió y carraspeó—. ¿Es algo que las mujeres hacen con frecuencia y yo simplemente no lo sabía o...?

—No, no lo es...Pero encontré a mi madre depilándose en el baño hace unos años y cuando le pregunté el motivo, dijo que a papá le gustaba. Asumí que quizás es algo que a los hombres le gusta y pensé en hacerlo para ti, porque quería...Quería poder entregarme a ti cuando...cuando fui a verte hace algunos días y quería...quería que pensaras soy b-bonita.

El apartó la mirada de sus piernas y la llevó rápidamente hacia ella.

—Katherina ya lo pienso sin necesidad de que te depiles o hagas nada de eso...No quiero que sientas debes depilarte o hacer algo que no quieres hacer solo para complacerme, me gustas de todas formas y...Ahora me siento un poco mal porque yo no...No estoy ya sabes...

—Oh...No me molesta —aseguró—. Y no es como que debas hacerlo tampoco.

Él suspiró y continuó acariciando su muslo y admirando lo bella que se veía su piel.

—¿Puedo verte? —se atrevió a preguntar apretando los ojos con fuerza temiendo ofenderla—. No te tocaré si no quieres, pero...Me has dado algo de curiosidad.

Se rio, más que nada por culpa de todos los nervios y maldijo para sus adentros. Se sentía tan perdido en esos momentos y asustado, porque temía hacer o decir algo que la ofendería o molestaría y que eso implicaría perderla para siempre. No mentía cuando decía tener curiosidad, no solo quería verla desnuda, también quería ver su sexo sin vello alguno pues era algo que no había visto nunca antes en ninguna de las mujeres con las que había estado antes de su esposa o su esposa misma. Ni siquiera en sus pacientes. Era algo nuevo y naturalmente se sentía atraído a la idea. Más aun cuando era Katherina de quien hablaba.

—Aunque si no quieres igual no importa, me gusta besarte y estoy bien con eso.

—¿S...sí hiciéramos el amor ¿me seguirás queriendo en la mañana?

Le destrozó que ella dudara tanto de los sentimientos que tenía y que eran puros, honestos y extremadamente fuertes, pero no la culpaba. No había empezado la relación con una imagen muy confiable.

—¿Qué puedo hacer para que sepas que mis sentimientos por ti son más puros y fuertes que nunca y que jamás me he sentido así por nadie? Si hiciéramos el amor, Katherina, despertaría para volver a hacerte el amor en la mañana y al mediodía, cientos de veces antes de que debas irte. Pero te dije que si no quieres no lo haremos y estoy bien con eso.

—P-pero si quiero —. Se sentó sin moverse del lugar y desvió la mirada—. No quiero que pienses mal de mí por desearte tanto...No soy una mujer promiscua ni nada por el estilo —aclaró inmediatamente.

—Katherina, es normal que tengas necesidades como las que cualquier otro hombre tiene, no pienso mal de ti por tener fantasías y me honra saber que yo soy el protagonista.

—¿D-de verdad? ¿N-no cr-crees que sea incorrecto?

—Para nada. Me gustaría escuchar esas fantasías que has tenido conmigo —. Ella enrojeció aún más—. Me gustaría cumplirlas todas.

—Me da mucha pena decirlo.

—Está bien, espero algún día te sientas cómoda para hacerlo.

Se abrazó a sí misma y suspiró.

—¿Y si me ves y no te g-gusta? ¿Y s-si decides que no es tan atractivo o que no se siente tan bien como pensaste se sentiría?

—Cariño, necesito que dejes esas inseguridades y me permitas enseñarte mi deseo por ti y mis ganas de complacerte y dejar que me complazcas. Si lo quieres, lo haremos y si no podemos jugar a las cartas...Tengo un mazo en mi escritorio y puedo enseñarte a apostar en el póker.

Se rio y su rostro enrojeció un poco más.

—Eres muy amable, Jimmie y me gusta —. Él tomó su mano y la besó en los nudillos como respuesta—. ¿M-me desnudo?

Asintió inmediatamente y cuando ella se arrodilló, no despegó sus ojos de su cuerpo, ni siquiera quería parpadear porque sentía que se perdería de los mejores momentos. Su garganta se secó y cuando tragó saliva fue como si una pila de clavos le rasparan en el descenso. Sintió como se le aceleraba la respiración y el aire se volvía más denso en sus pulmones y el calor empezó a hacer que toda la ropa que traía le molestara.

Sus ojos empezaron en sus piernas cuando ella levantó la camisola para quitársela y se detuvieron sobre su monte de venus completamente depilado con una blanquecina piel expuesta, no podía ver más allá con sus muslos cerrados, pero le encantó la imagen de su monte de venus tan expuesto. Ascendió por su vientre hasta sus senos, los cuales ya había visto muchas veces antes y sonrió con el recuerdo. Sabía cómo se sentían en sus manos, pero quería saber cómo se sentían cuando la tocaba con otras intenciones que no incluían examinarla.

Ella dejó que la camisola cayera al suelo y se abrazó cada vez más nerviosa y sin saber dónde fijar su vista. Estaba completamente desnuda ante un hombre por primera vez en su vida y se sentía extraño y algo incómodo.

Jimmie se arrastró hasta ella sin dejar de admirarla.

—¿Puedo?

Asintió y él llevó su mano para acariciar su vientre bajo y sentir como era su piel cuando no había vellos en esta. Sonrió y demasiadas ideas pasaron por su mente en solo un segundo, demasiadas cosas que quería hacer con ella.

Se inclinó para besar su vientre y Katherina apartó los brazos al instante y ahogó un gemido de sorpresa. Cerró los ojos y no supo cómo controlar ese placer tan nuevo y maravilloso.

—Jimmie...

—¿Me detengo?

—No, por favor, no.

Él sonrió y volvió a besar su vientre y la atrajo desde las caderas para que se sentara sobre sus piernas y estuviera más cerca. Lamió su piel por sobre las costillas hasta llegar a sus senos y esta vez Katherina no pudo contenerse de gemir suavemente y lo escuchó gruñir en respuesta. Sus labios se cerraron sobre su seno y chuparon el pezón con cariño, pero proyectando demasiadas sensaciones por sus venas. Jamás había imaginado que podría sentir tanto con una parte tan pequeña de su cuerpo y allí estaba, intentando no gemir muy fuerte y sintiendo que las piernas le empezaban a fallar.

Él fue de un seno al otro, atendiendo sus pezones y repartiendo múltiples besos. Frotó su rostro entre estos gimiendo y fue algo que Katherina consideró tan extraño de su parte, pero tan placentero que no pudo quejarse.

Cuando la hizo caer sentada sobre su entrepierna se sobresaltó y Jimmie se disculpó por su brusquedad.

—Por favor, corrígeme si hago algo mal, Katherina, detenme y no temas enseñarme cómo hacerlo mejor —. La besó y ella se aferró a él y cuando Jimmie se fue hacia atrás en la manta, dejó que la arrastrara sobre su cuerpo—. Tal como en mis sueños...Tu hermoso cuerpo sobre el mío, tu calor...Tu aroma...Oh, mi princesa, estoy condenado a amarte eternamente ¿o no?

—¿Realmente me amas?

—Demasiado y ni siquiera lo entiendo o puedo explicarlo...—. Se rio y le acarició el rostro—. Ni siquiera sé cuál es tu comida favorita o tu color... Hay tantas cosas que quiero saber de ti y sin embargo te amo con una locura que consume mi mente y todo en lo que puedo pensar es en ti. ¿Qué perfume usaras la próxima vez que me visites? ¿Qué peinado hermoso te harás? ¿O de qué color será tu vestido? ¿Qué harás cuando estás sola en la casa? ¿O cuando no puedes dormir? Pienso en ti todo el día y me vuelve loco, realmente loco.

Katherina volvió a besarlo y gimió cuando él estrujó sus nalgas y la empujó contra su entrepierna. Se sobresaltó y él maldijo.

—Perdón...No debí...Perdón. ¿Te incomode? No volveré a hacerlo.

Katherina bajó la mirada y frunció el ceño.

—Mamá me habló de esto, pero yo...Es un poco intimidante ¿no?

—Perdón, no volveré a hacerlo.

—¿Te gusta cuando haces eso con mi cuerpo? —. Jimmie pensó si responder honestamente y eventualmente asintió—. Oh...

Katherina se acomodó sobre sus caderas y se sentó sobre él lentamente, cubriéndose sus senos con un brazo para sentirse algo más protegida. Se presionó contra su erección como él la había hecho hacer minutos antes y Jimmie cerró los ojos y gimió por lo bajo. Le gustaba escucharlo gemir. Se presionó otra vez y él volvió a sujetarla por las caderas y la guio para que se moviera de adelante hacia atrás contra su pantalón. El roce la hizo gemir y él alzó la cabeza del colchón para poder ver como su sexo se presionaba contra su miembro. A pesar de estar vestido, la sensación era exquisita y la imagen era extraordinaria.

—Lo estás haciendo tan bien, cariño... —. La atrajo de regresó a sus labios y volvió a aferrarla por las caderas para guiarla en sus movimientos mientras la tocaba, ella gimió y él la llevó a moverse más rápido—. Oh, Dios... ¿Puedo tocarte más?

—Sí, por favor, lo que quieras... —. Ella gimió y cuando él giró con ella en la manta y la acorraló contra el suelo Katherina gimió y esperó impaciente—. Quiero ser tuya, Jimmie.

—Quiero que lo seas, mi amor, solo mía hoy, mañana y siempre y quiero que disfrutes en mis brazos y sepas lo mucho que me preocupo por ti ¿Te molesta si separó tus piernas un poco? Quiero verte.

—¿Y si no te gusta?

—Será porque me encanta —contestó con una sonrisa y ella se relajó y cedió a que le separara los muslos para exponerla por completo a su hambrienta mirada—. Oh, bendito sea el Señor por crear una mujer tan hermosa.

Lo vio acomodarse de rodillas entre sus piernas y apenas pudo mantener los ojos abiertos porque si lo veía la vergüenza le ganaba y quería esconderse debajo de la cama.

Se sobresaltó cuando sintió un dedo deslizándose entre sus pliegues y gimió sin poder evitarlo. Él gimió con ella y empezó a moverse su dedo contra su clítoris, masajeándola y explorando toda su feminidad y la humedad que la cubría. Era mucho más suave y sensible y podía apreciar la forma de sus labios y la piel rojiza de su interior.

Se inclinó y besó su pubis con su atención puesta en su reacción.

—Si tu sabor será tan delicioso como tú aroma pasaré aquí la noche entera con tu permiso.

No supo a lo que se refería hasta que sus labios se deslizaron entre sus muslos y fueron directamente sobre su sexo al borde de hacerla gritar. Pensó en detenerlo, pero ni siquiera pudo pensar claramente cuando él empezó a besar sus pliegues y lamer sobre su clítoris, solo podía gemir y retorcerse al borde del orgasmo.

Katherina no se percató de que él se tocaba a sí mismo por adentro del pantalón, solo le escuchó gemir y notó como su lengua iba cada vez más rápido volviéndola loca de placer. Tuvo su primer orgasmo bajo la atención de Jimmie y él alcanzó el orgasmo con ella y desplomó su rostro contra su vientre bajo, respirando de forma irregular y sintiéndose acalorado y prisionero de toda la ropa que traía.

Besó su vientre y se apartó acomodándose el pantalón antes de que ella lo viera.

—Te traeré una toalla para que te limpies, no me tardo.

Fue hacia el baño del consultorio y mojó un paño en el grifo, pero cambió de parecer al volver a ella y en lugar de dejar que se limpiar, decidió hacerlo él. Primero fue por sus senos, limpiando la humedad que había dejado su lengua y descendió por su vientre antes de limpiar también su sexo. Le dio un pequeño beso y la dejó otra vez en la manta esta vez para volver al baño y limpiarse él donde no lo vería.

—¿N-no me ha-harás tuya? —preguntó, temerosa de su rechazo.

Jimmie se sentó a su lado y la besó.

—Ya lo eres y no necesito hacerte el amor para sentirlo. Hacerte el amor será el momento más importante en mi vida y quiero saber que tú estás cómoda con eso y confías en mí, hasta que no confíes en mí y sepas que no te dejaré ni me aburriré de ti, prefiero esperar y limitarme a esto...Pero no te confundas, princesa, no pienses que no quiero...Lo quiero y mucho, pero cuando suceda, quiero que ambos lo disfrutemos y sea especial y puro.

Sonrió sin poder evitarlo y se acostó junto a él, acurrucándose en sus brazos. Todavía debía ir al hotel de enfrente y pedirles usar el teléfono para avisarle a su madre que no volvería a casa esa noche, pero no quería abandonar el calor de Jimmie.

Continuaron acostados, besándose, ella desnuda y él con toda la ropa puesta y sus manos curiosas explorándola en todos los rincones. El calor de la estufa los protegía y el fuego les alumbraba, pues las luces estaban apagadas y solo eran ellos dos, tocándose apasionadamente y perdiéndose en todo lo que sentía. Ansiaba tanto que le hiciera el amor, pero no insistió y decidió que sí era mejor esperar.

Fue sola hasta el hotel para hablar con su madre

Se pidió un dormitorio para la noche, aunque no lo usaría y usó el teléfono de la recepción.

Le comunicaron con su casa y Edgar contestó como de costumbre, pero rápidamente le pasó con su madre, pues su padre aún no había regresado del trabajo.

—Kathe, cariño ¿Qué sucede?

—Llamaba para avisar que me quedaré en un hotel esta noche, mamá.

—¿Por qué? Aún hay un tren para que puedas volver a casa donde estarás más cómoda.

—Sí, pero el clima no se ve muy favorable y temó que la tormenta me alcance sola mientras regreso a casa.

Olivia miró por la ventana para confirmar que Katherina tenía razón.

—Uhm, bueno...Supongo que es cierto y no es seguro que viajes si habrá una tormenta. Pero enviaré a tu padre a buscarte si sigue lloviendo mañana.

—Sí, sí, gracias. Nos vemos luego, te amo.

—También te amo, cariño.

Regresó al consultorio con Jimmie, se quitó toda su ropa, quedándose solo con la camisola y se acostó en el suelo dónde espero por él. Jimmie se quitó la chaqueta y el chaleco, se quedó solo con las pantaletas que traía debajo del pantalón y su camisa y entró en la cama improvisada a su lado donde podría abrazarla para dormir.

Se quedó dormido con una enorme sonrisa al tenerla de espaldas contra su pecho y su largo cabello dorado apilándose entre ellos. Era exactamente lo que había soñado por mucho tiempo y se sentía especial, era mucho más agradable irse a la cama cuando sabía que le esperaba una mujer a la cual amaba y no una mujer con la cual se sentía un extraño desde hacía ya un largo tiempo.

Lo que sentía por Katherina, jamás lo había sentido por Bailee y le hacía preguntarse si realmente alguna vez la había amado.

Despertó en la mañana y sonrió al sentir su cuerpo todavía contra el suyo. Pudo acariciarle la curva de la cadera y su cintura, tenía una cintura pequeña y era delgada, pero le gustaba saber que había recuperado algunos kilos para estar en un mejor peso. Tenía un poco de panza algo blanda y brazos carnosos, le encantaba como se sentía cuando la acariciaba y como parecía amoldarse a su forma como si fuera creada para él, para ser suya.

Peinó su cabello y bajó el hombro de su camisola para besar su piel desnuda y subir hasta su cuello. Ella sonrió todavía con sus ojos cerrados y se mordió el labio.

Jimmie dejó la cama y ella giró sobre su espalda para verlo entrar en el baño y cerrar la puerta. Quería correr a abrazarlo y darle muchos besos, pero se sentía demasiado nerviosa con todo lo que hacía estando en su presencia.

Tener a Jimmie acompañándola toda una noche, le hacía percatarse de que su madre nunca le había hablado sobre cómo debía comportarse en la intimidad con un hombre, le había hablado sobre sexo y como protegerse de la mejor forma posible cuando todavía no habían condones o pastillas anticonceptivas, le había enseñado que no debía aceptar ninguna cosa que un hombre le pidiera si ella no quería hacerlo y que ante la duda era mejor rechazar, informarse y luego si quería aceptar, pero nunca aceptar algo que no comprendía y/o le asustaba. Pero de todas las cosas que le había dicho sobre el sexo, había olvidado la parte que Katherina consideraba más importante ¿Cómo ser una buena esposa?

—Buenos días, princesa —. Sonrió cuando él volvió a la cama y la besó—. ¿Vendrá alguien a buscarte para volver a casa?

—Juzgando el clima, es probable que mamá arrastre a papá a buscarme —dijo y lanzó una mirada hacia la ventana para ver que llovía—. Odia andar en la lluvia, así que seguro vendrá de malhumor.

—Será mejor que huya antes de que me vea o seguro tendrá mi cabeza de adorno para el almuerzo.

Katherina se rio y apostó a que la conseguiría de adorno antes del almuerzo.

Él se acomodó entre sus piernas y volvió a besarla mientras sus manos le acariciaban todo el cuerpo. No quería dejarla, su cuerpo y mente le pedía quedarse en la cama todo el día con ella, olvidarse del trabajo o de cualquier otra responsabilidad y ser suyo, pero no podía y le dolía que así fuera.

—Ven a verme la semana que viene ¿sí?

—¿Qué día?

—¿Todos?

Ella rió.

—Papá no me dejara viajar todos los días, puedo venir martes y jueves ¿Qué dices?

—Mmm...Está bien ¿te quedarás a dormir?

—Pensaré alguna excusa para quedarme al menos un día.

Jimmie la besó sin borrar su sonrisa y descendió por su cuello y la camisola para atender todo su cuerpo. Katherina se mordió el labio y jadeó cuando él chupó sus pezones por sobre la ropa.

—E intenta ser quien atienda el teléfono mañana a las tres ¿de acuerdo? Te llamaré para que podamos hablar un rato.

—Llámame al teléfono de Eli...No, no, Eli no, él le dirá a papá...Uhm...Darrin también le dirá a papá... ¡Jian! Llámame a casa de Derby Apted ¿sí? ¿No olvidarás el nombre?

—Lo anotaré —. Se levantó y sacó una libreta de su portafolio para escribirse el nombre y la dirección que Katherina le dio—. A las tres ¿vale? Recuérdalo, por favor.

—Domingo a las tres. Memorizado.

Le fascinó que Jimmie la ayudara a vestirse cuando dejó la cama. Él le abrochó el corsé y tiró de los cordones en la espalda hasta ajustarlo como Katherina le dijo y luego lo aflojó un poco mientras ella protestaba y se lo anudó.

—Lo uso más ajustado que esto.

—Como medico no puedo permitirlo, amor. Así está bien, mira lo hermosa que te ves —. La giró hacia el espejo y besó su cuello—. Tienes una figura tan pequeña y delicada...Eres la envidia de todas las mujeres.

—¿En serio lo crees?

—Me apuesto la mano —zanjó y le mordió el cuello suavemente antes de girarse hacia la ropa—. Eh...Guíame un poco aquí... ¿Qué sigue?

Katherina tomó la camisola superior que usaba para cubrir su corsé y la cual tenía un volado sobre la curva de los senos que aportaba algo de volumen. Él la ayudó, aunque ella podía abrocharla por su cuenta y luego se ató un pequeño almohadón plano con forma triangular sobre la curva de la espalda para aportar un leve volumen a sus glúteos cuando las faldas se apoyaran en estas. Se colocó tres enaguas blancas que llegaban hasta sus tobillos para protegerse del cruel frío y con sus pies congelándose, se sentó en el banco para ponerse las medias y sus zapatos, él se adelantó.

—Permíteme —. Sonrió cuando Jimmie le colocó las medias hasta las rodillas y ató el lazo que las sujetaba en el lugar—. ¿No está muy ajustado?

—No, gracias.

Él le colocó los botines negros de cuero que tenía un pequeño taco cuadrado, los abrochó en el lugar y les sacudió el polvo antes de ponerse de pie y girarse hacia la ropa que todavía quedaba sobre la cama.

—¿Y ahora?

Katherina se rio y tomó el vestido.

—Ahora el vestido.

La ayudó a pasarlo por su cabeza y deslizar los brazos por las mangas que tenían un soporte cosido a los hombros para darle ese volumen que caracterizaba a la mayoría de las prendas de la época. Le abrochó los botones en la espalda y acomodó la solapa que los ocultaba y los relieves de la tela que adornaban toda la pieza.

Katherina se colocó la gargantilla negra que se unía al vestido para cubrir todo su cuello y tomó asiento frente al escritorio para intentar peinarse. Él se acomodó a su espalda para ayudarla.

—Tienes mucho pelo —observó y no pudo evitar sonreír—. Me encanta. Te ves hermosa y el dorado va muy bien con tu piel...Todo va bien con tu piel ¿puedo peinarte?

Katherina le cedió el cepillo de bolsillo para que se encargara y pudo ver su concentración a través del espejo de mano mientras le desenredaba el largo y abundante cabello. Sabía por su padre y hermanos que los hombres amaban el cabello de una mujer cuando caía suelto en la intimidad del dormitorio, era casi como desnudarse ante ellos, así de importante era y por lo tanto era un poco escandaloso cuando querían cortarse el cabello y ellos se oponían rotundamente. El pelo corto no era muy común en las mujeres a menos que enfermaran o quedaran calvas.

Sonrió recordando los berrinches de su padre cada vez que Olivia le advertía que en cuanto empezaran la década de los veinte se cortaría el pelo por sobre las orejas. Dudaba mucho que su madre realmente llegar a cortarse el pelo tan drásticamente pues Oliva se cuidaba el cabello tanto como cuidaría su salud, pero era divertido ver como Jonathan desesperaba con la idea.

Jimmie terminó de peinarla y la ayudó colocándole los broches donde ella los necesitaba para sujetar su peinado. Se hizo un simple recogido alto con algunos mechones más cortos y enrulados actuando como un flequillo muy corto en su frente. Volvió a ponerse sus joyas, sus guantes y Jimmie sostuvo el abrigo para que deslizara sus brazos.

Finalmente, cuando ella estuvo lista, él se vistió rápidamente con su traje y la besó un rato largo y apasionadamente. No quería dejarla, físicamente le resultaba imposible, pero tuvo que marcharse y ella cruzó la calle para esperar por su padre en la recepción del hotel.


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