Vidas cruzadas: El ciclo. #3...

By AbbyCon2B

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Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrent... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.

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By AbbyCon2B


5 de marzo 1896.
Saint Paul, Minnesota.

Katherina se mordió el labio nerviosa de pie frente al consultorio de Jimmie y dio un par de vueltas por la calle pensando en marcharse varias veces.

Sentía el estómago revuelto a pesar de apenas haber desayunado esa mañana y su mente le decía que todo el mundo en la calle la juzgaba y conocía todos sus oscuros secretos, incluso que una parte en ella quería aceptar a Jimmie Hickman aunque fuera solo como amantes. Por supuesto nadie la juzgaba y nadie conocía su secreto, pero era el sentimiento recorriéndole las venas y la ponía aún más nerviosa.

Tenía ganas de llorar y deseaba tanto poder contárselo a su madre y pedirle ayuda, pero parte de ella sabía que Olivia no lo aprobaría y se decepcionaría de ella, le aconsejaría alejarse de Jimmie y eso era algo que Katherina no se consideraba capaz de hacer.

Era una terrible persona y se odiaba tanto en esos momentos.

Entró en el consultorio y se sentó en una de las sillas del pasillo a esperar junto con otras dos mujeres que irían antes que ella. Siempre era su última paciente del día cuando lo visitaba.

No pudo estarse muy quieta en la silla, se acomodó la ropa múltiples veces, se enderezó el sombrero a pesar de que ya estaba derecho y sintió que las mujeres esperando con ella sabían o... ¿Qué tal si eran también amantes? ¿Qué tal si no era la única?

Las miró, algo recelosa y nerviosa y forzó una sonrisa cuando una de ellas le sonrió.

—¿Vienen seguido? —inquirió, iniciando una conversación intentando parecer natural.

—Yo no, me lo recomendaron para ver si puede encontrar la causa de mis dolores de cabeza.

—Yo sí, pero porque estoy con mi embarazo y el doctor Hickman es el único en quien confío cuando se trata de mis bebés.

Bueno, tal vez no eran amantes después de todo, pero que ellas no lo fueran no significaba que no hubiera otras que sí.

Un hombre salió del consultorio y Jimmie asomó para llamar por una de las mujeres y pudo ver a Katherina en el banco esperando. Su rostro cambió a la sorpresa cuando sus ojos se encontraron y los nervios asomaron por unos segundos, se le aceleró el corazón y quiso poder despachar a esas mujeres rápidamente y dedicarse a atender a Katherina el resto de su día.

Se obligó a mantener la calma, sonreír a su próxima paciente y la llevó hacia el interior del consultorio.

—¿Cómo ha estado el bebé, señora Pender? ¿Sigue inquieto como siempre?

La puerta del consultorio se cerró y Katherina volvió a sumergirse en su confusión. Lo veía y la felicidad despertaba en su pecho, le daba propósito a sus días y a sus sueños, era hermoso y tan atento, pero entonces recordaba que estaba casado y se avergonzaba de sus pensamientos tan indecentes.

¿Qué sucedería si se volvía su amante? Él no podría darle una relación amorosa, llevarla a citas y a picnics por el parque, solo podrían complacerse físicamente y ella jamás había estado con un hombre ¿se entregaría a uno que ni siquiera era su marido y probablemente jamás lo sería?

Pasó una hora hasta que Jimmie terminó con ambas mujeres y solo quedó ella esperando en el pasillo, cuando él salió de su consultorio le sonrió y señaló para que entrara en lo que él iba a trancar la puerta principal para que no llegaran más personas.

Empezaron a sudarle las manos cuando volvió al consultorio y la vio de pie junto a la camilla, sosteniendo su cartera con ambas manos y tanta fuerza que los nudillos se le aclaraban. Estaba hermosa con ese vestido anaranjado y su figura tan perfecta y delicada.

—Viniste —fue todo lo que pudo decir como un idiota.

—Prometí que lo haría, doctor y...creo se me ha encarnado una uña —expresó y levantó la mano con el dedo herido—. La he cortado muy rente supongo.

—Permíteme ver —. Se colocó los lentes sobre el puente de la nariz y tomó su mano que era tan suave y pequeña contra la suya. Delicada como una flor—. No es una uña encarnada, pero si la has cortado muy rente. ¿Te muerdes las uñas?

—A veces...cuando estoy nerviosa.

—Podrías probar morder una galleta o un caramelo cuando estés nerviosa para evitar lastimar tus uñas —. Asintió y se quedó mirándole sin poder evitarlo. Él no soltó su mano—. He pensado en ti toda la semana.

—¿Por qué? —susurró—. ¿Por qué pensaría en engañar a su esposa, doctor? ¿Qué mal le ha hecho ella?

Jimmie suspiró y se alejó como si la conversación le ahuyentara.

—No me siento cómodo hablando de eso, Katherina.

—Pero debe tener un motivo, señor...Sin duda no espera que ponga en riesgo mi reputación y mi honor solo porque usted tiene un gusto culposo de querer ser infiel a su mujer...Y lastimarla de esa forma, una pobre mujer que confía en su marido y cree que solo está en el trabajo... ¿Acaso hace esto con todas sus pacientes?

Jimmie levantó la mirada bruscamente y la indignación pintó su rostro.

—Por supuesto que no.

—¿Entonces por qué lo hace conmigo? ¿Qué daño le ha hecho su mujer para merecerlo? No puedo ser cómplice en una traición si no hay al menos una mínima excusa por más pequeña y ridícula que sea, necesito paz, señor, necesito saber que esto no es solo un capricho y que no se aburrirá de mi mañana y me dejará sola, arruinada y posiblemente embarazada.

Él hiperventiló ante todas las palabras que Katherina soltaba tan rápido y apasionadamente, abrumándole al no saber que decir. Ella continuó.

—¿Acaso ella le ha engañado? ¿No le hace feliz? ¿No se comprenden? Por favor, deme una razón para este pecado, señor, porque lo que me propone es incorrecto sin importar con que luz lo mire y he pasado estos días odiándome por siquiera considerarlo...Por favor.

—No tengo una razón —confesó finalmente sin poder mirarla por la vergüenza—. Tengo una buena esposa, quien no ha sido más que amable y amorosa conmigo desde el primer momento, pero ya no la amo, Katherina y he dejado de amarla hace ya un tiempo...Pensé que era mi culpa y que si me esforzaba un poco más podría volver a amarla, pero mis intentos han fracasado. No la amo, no soy feliz a su lado y mi mente ha sido invadida por cientos de fantasías y pensamientos de los cuales me siento avergonzado. Te he visto a ti en mis brazos, te he visto sobre mi cuerpo, desnuda en mi cama, en mi sofá, te he imaginado a ti mientras dormía con ella a mí lado y el simple sonido de tu voz me vuelve loco. Y me odio más de lo que imaginas por cómo me he estado sintiendo estos último años, pero ya no puedo lucharlo, Katherina, quiero tenerte incluso si eso significa traicionar la confianza de mi pobre esposa y no tengo excusa para mis deseos. Soy un hombre egoísta y no merezco el amor de una mujer, ninguna, especialmente no el tuyo, pero lo aceptaré de todas formas, si estás dispuesta a dármelo y por favor no me dejes.

Katherina contuvo las lágrimas en sus ojos cuando él se acercó a ella, tan cerca que su aroma la abrumaba y no supo cómo sentirse. Apartó la mirada y cerró los ojos cuando Jimmie acarició su mejilla.

—No merezco tu compañía, pero rogare por ella si debo.

—No puedo hacer esto, doctor...No puedo...

Jimmie sujetó sus manos para evitar que se marchara y ella tiró sin mucha fuerza queriendo huir.

—Por favor, no me dejes...Te he dado la honestidad que deseas, no me castigues por ser sincero, Katherina. No me abandones.

—No puedo...Desearía ser más egoísta, pero no puedo...No puedo destruir una familia...

Sujetó la puerta para evitar que pudiera abrirla y ella permaneció acorralada entre su cuerpo y la pared, sollozando en silencio.

—Toma asiento conmigo y permíteme explicarme, por favor.

Era un pedido sencillo y justo para ambos, pues ella sentía que necesitaba una explicación a todo ese caos que la lastimaba. Detestaba haber pasado tanto tiempo ilusionándose con Jimmie y amándolo en secreto, cada visita al consultorio se había conocido un poco más y él siempre había sido atento y amable con ella. No parecía la clase de hombre que rompía las reglas o lastimaba a alguien por gusto y por eso verlo como un infiel no encajaba y dejarlo se le hacía imposible. 

Jimmie le acomodó la silla frente al escritorio y cargó la suya para sentarse a su lado, con sus rodillas rozándose.

—Mi familia llevaba mucho tiempo destruida, Katherina y tu no tienes nada que ver con eso. Yo sí. Me casé con Bailee cuando era joven, incluso más joven que tu ahora, fue impulsivo, ambos creímos estar enamorados y teníamos la presión de nuestras familias que insistían estábamos hechos el uno para el otro.

—¿Y no lo estaban?

—Al comienzo sí, tuvimos nuestro primer hijo poco después de casarnos y estábamos emocionados. Yo tuve que marcharme a la Universidad y nos comunicábamos por cartas todos los meses y ella enviaba fotos de nuestro bebé siempre que podía conseguir una cámara. Cuando regresé de la Universidad por vacaciones en mi tercer año estudiando medicina, algo ya no se sentía igual...No era ella o yo, simplemente...Eramos dos desconocidos y haber hablado por cartas todo ese tiempo no pareció mantenernos unidos como creímos.

—¿Y hace cuanto tiempo de esto? —curioseó y lo siguió con la mirada cuando él se puso de pie para ir hacia una puerta al otro lado del consultorio.

—Diecisiete años. ¿Quieres algo de tomar? Puedo preparar té.

Accedió y le siguió hacia una pequeña cocina que había detrás del consultorio, donde parecía tener lo suficiente para mantenerse en los días que pasaba muchas horas trabajando. Jimmie encendió el fuego de la cocina, le agregó algunos leños y colocó algo de agua a calentar.

—¿Qué sucedió cuando volvió de la Universidad? —apremió, ansiando encontrar cualquier excusa para no sentirse tan culpable por amarlo tanto.

Jimmie se apoyó contra la mesa que había hacia la pared y continuó con los brazos cruzados.

—Discutíamos mucho, cualquier cosa por más ridícula que fuera nos hacía estallar y no jugaré al santo, Katherina, yo provocaba muchas de las peleas. Pero entonces, ella quedó embarazada y eso nos unió otra vez. Decidí terminar mi educación en Minnesota para no perderme de otro embarazo y aprendimos a ser un matrimonio otra vez por el bien del bebé. Hasta 1885 estuvimos bien, fueron los mejores seis años de nuestra vida juntos, pero tuvimos otro hijo y...murió.

Katherina contuvo la respiración y se apoyó contra el marco de la puerta, indecisa sobre acercarse o consolarle desde la distancia. Parecía ser una herida fresca en él, pues su rostro se ensombreció y las lágrimas humedecieron sus ojos. Se acercó no muy segura y le sujetó por los hombros.

—Lo lamento tanto, doctor. ¿Era muy pequeño?

—Recién nacido, no vivió más de unos dos meses —. Levantó sus ojos hacia Katherina y no se contuvo de acariciarle la mejilla. Le gustaba tenerla tan cerca—. Bailee me culpó por lo sucedió cuando cayó en una gran depresión y como costumbre, me refugié en el trabajo y no pasaba mucho tiempo en casa. Solo por las noches para dormir, suponiendo que no durmiera en algún bar medio ebrio e inconsciente. Mi hermano me ayudó bastante a salir de ese gran pozo negro en el que me había caído. Me ayudó a dejar el alcohol en gran medida y me empujó a ser fuerte por mi familia. Cuando empecé a pasar más tiempo con Bailee ella volvió a quedar embarazada y otra vez volvimos a unirnos, era un bebé milagroso porque...nació el mismo día que el bebé que perdimos y tenía los mismos ojos. Le pusimos el mismo nombre en su honor y fuimos felices otra vez...Solo duró dos años.

—¿Por qué?

Jimmie se alejó de ella para servir el agua caliente en la tetera y colocó la bolsa de té dentro de esta. Aprontó una bandeja con dos tazas, unas galletas y la tetera y la llevó hacia su escritorio donde volvieron a sentarse.

—Cuando Bailee me dijo que estaba embarazada otra vez en el '88, no me emocioné, por el contrario, la idea de tener otro hijo con ella empezó a molestarme. Ya no la veía con el mismo cariño, la consideraba una amiga, pero...No podía verla como mi esposa, solo la madre de mis hijos y sentía que otro hijo me ataría aun más a ella. Fue por ese entonces que empecé a pensar en dejarla, pero sabía que no podía hacerlo mientras nuestros hijos fueran tan pequeños. El más chico apenas tenía dos años y me había propuesto esperar hasta que cumpliera quince. No podía divorciarla, pero al menos ya no viviría con ella, empecé a planear dejar el estado, mudarme a California quizás y empezar de cero allí. Cuando me dijo que estaba embarazada, supe que tendría que sumar otros dos años hasta que ese niño cumpliera quince.

—¿Y le expresó como se sentía?

—No. Fingí durante mucho tiempo para no arruinar nuestra familia. Siendo honesto, me sentía culpable, Katherina e...indigno. Veía a todos estos hombres amando y cuidando de sus familias y no comprendía cual era mi problema que no podía amar a mi esposa de la misma forma. No quería complicar las cosas para nuestros hijos, principalmente los más jóvenes, así que fingí seguir amándola por años y años, continuamos nuestra rutina como siempre y luego...Pues...Llegaste a mi oficina con tu madre en el '91.

Ella no dijo nada al respecto, solo bajó la mirada hacia su té y le agregó el azúcar para poder empezar a beber. Jimmie hizo lo mismo en silencio antes de continuar.

—Al comienzo no pensé mucho, me pareciste una mujer muy tierna y supongo que coquetee un poco contigo aquel día, pero no pensé que significaría nada. Luego volviste al mes para tu control y...Charlamos un rato ¿recuerdas? Hacía tiempo no me reía tanto con una persona y era divertido escucharte y todas tus historias. Entonces empezaste a visitarme con frecuencia y Dios, fue tan obvio que lo hacías intencionalmente que me gustó el doble. Para el '93 ya no quería ir a casa, solo esperaba tus visitas todo el día en el consultorio hasta que el sol se ocultaba y era evidente no vendrías. Cuanto más pensaba en ti, menos pensaba en Bailee y menos ganas de fingir tenía.

—Entonces sí tuve cierta culpa en arruinar su familia, doctor.

—¿No has escuchado todo lo que dije, Kathe? —. Se inclinó y tomó su mano en la suya—. Mi amor por Bailee había desaparecido mucho antes de conocerte, tú solo me hiciste comprender que ya no podía seguir fingiendo que no era así, pero no es tu culpa que yo actuara como lo hice.

Katherina lo miró a los ojos y Jimmie besó sus nudillos y entrelazó sus dedos, observando con atención como estos se amoldaban entre los suyos. Sonrió, mirando hacia sus manos y la dejó ir muy contra su voluntad para acomodarse en la silla y continuar.

—En el '94 ya eras solo tu y solo tu todo el tiempo, pero Bailee volvió a quedar embarazada y fue cuando comprendí que ya no me hacía feliz y que quería dejarla. No podía dejarla, así que deje de tocarla para asegurarme de que no volvía a quedar embarazada.

—¿No ha sido intimo con su mujer en dos años? —. Jimmie asintió y ella frunció el ceño—. ¿Y a su mujer no le parece extraño?

—Oh, sin duda...Pero supongo que ya se imagina toda la historia, no paso mucho tiempo en casa, Katherina, vivo todo el día aquí, incluso los Domingos. Solo vuelvo para dormir y estar con mis hijos, siendo sincero ellos son lo único que me detiene de dejarla. Pero Bailee no es una mala mujer, es mi mejor amiga de hecho y aun la veo de esa forma, simplemente algunas personas no están hechas para estar juntas y creo que nosotros no lo estábamos. Pensé amarla, pensé que lo que sentía por ella era amor, pero me doy cuenta ahora de que solo fuimos impulsivos, pues lo que sentí por Bailee no se compara con lo que he sentido por ti estos años.

Katherina dejó la taza antes de volcarla y se limpió el sudor de las manos en su vestido intentando disimular. Jimmie le alzó el rostro desde el mentón y acarició su labio inferior con el pulgar. Le gustaba lo hermosa que era cuando se sonrojaba y no podía ocultar sus nervios.

—Jamás creí en el dicho de las mariposas en el estomago hasta que te vi entrar en mi consultorio una y otra vez y las provocaste en mí, Katherina. Jamás pensé tanto en una persona como pienso en ti y jamás desee ver a alguien con tanta fuerza. Estos años contigo has gobernado completamente mi mente y mi corazón como nadie jamás pudo y me gusta que así sea. Me gusta como eres, hablas demasiado cuando te pones nerviosa y muchas veces dices cosas que luego lamentas y te avergüenzan, pero me encanta. Te sonrojas mucho, pero eres persistente y valiente. Sé que tienes carácter, aunque lo ocultes conmigo, hablé de ti con tu madre cuando vino en una de sus consultas, sé todo lo que intentas ocultar de mi porque temes que no me guste y honestamente me encanta aunque aún no lo haya conocido. Me encanta que seas inteligente, valiente y espontanea y al mismo tiempo tímida, vergonzosa y nerviosa. Me haces querer protegerte, Katherina y atesorarte todos los días de mi vida y esto jamás lo sentí por nadie, jamás quise prestar atención a todos los minúsculos detalles en una persona para memorizarla como intento memorizarte a ti cada vez que te veo. Estoy enamorado de ti y si debo hablarlo con mi esposa para que podamos estar juntos, lo haré, incluso si eso implica dejar mi reputación en el camino.

El corazón de Katherina retumbaba en sus oídos con fuerza ante los nervios y la emoción. Lo miró, percatándose de que estaba demasiado cerca, pues Jimmie se había inclinado en la silla hacia ella y bajó la atención hacia sus labios, preguntándose cómo sería que la besara.

—¿Cómo sé que es honesto, doctor?

—Te lo demostraré, no debes creerme si no quieres. Esta noche iré a casa y hablaré con Bailee respecto a todo lo que siento en estos momentos y mis deseos de estar contigo. Seré honesto con ella y aunque no puedo divorciarla, espero tu me aceptes y me des la oportunidad de probarte mi amor.

—Pero...seré la segunda...Solo una amante.

—No, jamás, Katherina —. Sujetó su rostro con ambas manos y le acarició la mejilla—. Irás primero en todo, no puedo prometer que mis hijos no consumirán de mi tiempo, pero tu y yo estaremos juntos el resto de las horas siempre y cuando quieras verme y te escribiré cientos de cartas cuando no puedas venir. Incluso iré hasta tu casa personalmente si lo deseas.

—Mi padre lo mataría, no puede siquiera presentarse en sus tierras...Si descubre que fue a verlo por mí, estando casado...Dios, él no va a entenderlo, no apoya ni aprueba el divorcio, mucho menos la infidelidad.

—Estoy dispuesto a correr los riesgos, Katherina. Te he amado en silencio por cinco años, no quiero hacerlo un minuto más.

Tragó con fuerza al volver a mirarlo y decidió acariciarle el labio inferior como él había hecho con ella. Jimmie besó su pulgar y la mordió suavemente provocando que sonriera.

—¿Puedes venir a verme mañana?

—Puedo inventar una excusa, sí, aunque a mi padre no le gusta que viaje todos los días.

—Entonces ven el sábado ¿Qué dices?

Empezó a asentir y Jimmie se enderezó en la silla y le acarició la rodilla. Sonrió, con algún pensamiento en su mente y volvió a mirarla.

—Cenaremos juntos el sábado ¿te parece?

—¿Aquí?

—Sí, es muy agradable con la estufa encendida y yo podré cocinar para ti. Solo...Procura venir después de las seis ¿crees que puedas? Te iré a buscar a la estación si está muy oscuro.

—No hace falta, ya he andado sola en la noche y tengo un arma pequeña que mi padre me regalo para protegerme —dijo señalando hacia su cartera de bolsillo—. Pero tendré que pensar en una excusa para quedarme la noche...Mi padre sin duda no lo permitirá.

—Si no puedes, no deseo meterte en problemas, Katherina.

—No se preocupe, ya pensaré en algo. Gracias por contarme sobre su matrimonio, doctor y por...Ser sincero conmigo, eso sin duda hace que sea más fácil confiar en usted.

—No quiero hacerte daño, Katherina y ser honesto es el primer paso para prevenirlo. Prometo que hablaré con Bailee esta noche y el sábado te diré todos los detalles de nuestra charla ¿sí? Es un poco tarde, permíteme acompañarte hasta la estación, de todas formas, también debo tomar el tren.

Esperó mientras él apagaba el fuego de la cocina, se abrigaba y limpiaba todo lo que habían usado para el té y le admiró en silencio mientras lo hacía. Le gustaba lo alto y atractivo que era incluso en los momentos más sencillos, también le gustaba la confianza que emanaba y lo segura que se sentía a su lado. Jimmie tenía muchos modales y lo demostraba con cada acción.

Caminaron juntos hacia la estación con el sol ocultándose y hablaron sobre el trabajo de Jimmie y la vida de Katherina. Siempre encontraban algún tema lo cual hacía las tardes más agradables, pero incluso los momentos de silencio no eran para nada incomodos entre ellos.

Esperaron en la estación y se enfrentaron con ciertos nervios. Jimmie quería besarla con demasiadas fuerzas, pero tenía demasiado miedo de que lo rechazara y sus ilusiones se desplomaran. Estudió el entorno confirmando que estaban solos en la estación, a excepción de un hombre durmiendo en un banco y se giró hacia Katherina para inclinarse hacia su oído.

—¿Me permitirías besarte antes de que te marches? —. La miró a los ojos y agregó—. Realmente quiero llevarme el recuerdo de tus labios para dormir esta noche.

Katherina tragó con fuerza y se sonrojó, estudió el entorno, asegurándose de que no hubiera un alma y el guardia no estuviera prestando atención dentro de la estación y decidió asentir.

—Solo un pequeño beso ¿sí?

Era suficiente para él.

La sujetó suavemente desde el mentón con una mano y se inclinó hacia sus labios para presionarlos contra los suyos. Fue tan pequeño como inocente y aun así le hizo sonreír y se apartó sintiendo esas familiares mariposas en su vientre que le hacían cosquillas. Abrió los ojos para encontrar los grises de ella y vio que ella también sonreía.

—Gracias —le dijo—. Lo atesoraré toda la noche.

El tren de él llegó primero y Katherina vio como algunos pasajeros bajaban y él no subía.

—¿No se irá?

—Hay otro tren para mí que parte a las ocho, esperaré por el tuyo —dijo y miró hacia el hombre que dormía en el banco—. No es seguro dejarte sola a estas horas. ¿Alguien esperara por ti en la ciudad?

—No, pero tomó otro tren hasta White Oak y me deja a solo una hora caminando.

—Llama a mi casa cuando llegues entonces —. Sacó su bolígrafo y un trozo de papel y le anotó la dirección—. Me quedaré más tranquilo si puedo confirmar que llegas a salvo.

—¿Q-quiere que llame a s-su casa?

—Yo atenderé el teléfono no te preocupes, Bailee nunca contesta, todavía no le gustan.

—¿Y si usted aun no ha llegado?

—En ese caso atenderá mi hijo mayor y solo debes decirle que me informe ya has llegado. Pero mi viaje es mucho más breve que el tuyo, así que dudo eso suceda.

Cuando el tren de Katherina llegó, la ayudó a subir y acomodarse en un asiento y se bajó antes de que arrancara y esperó por otra hora en la estación, sentado en un banco solo, hasta que su tren de las ocho llegó y pudo marcharse hacia su casa.

Desde la estación, debía caminar unos veinte minutos por el descampado sumido en oscuridad hasta llegar a su casa. Hacia el mismo recorrido todas las noches desde ya veinte años, por lo que ya se conocía todos los baches y piedras en el camino que lo harían caer. Sacó la llave de su casa al subir el porche y cuando abrió la puerta, escuchó un gritó de emoción desde el corredor y su hija más pequeña llegó corriendo para recibirlo.

Dejó su portafolio para alzarla en sus brazos y le llenó las mejillas de besos antes de sostenerla de cabeza hacia el suelo para que sus carcajadas resonaran en la casa.

Fue con ella en brazos hacia el salón y saludó al resto de sus hijos, quienes se encontraban sentados en el sofá. El más grande era Leonardo, de veinte años. Le seguía Garret de diecisiete y Sharleen de catorce. Luego Arthur tenía diez años y Eric ocho. La niña en sus brazos era, Nicole, la más joven de tan solo dos años.

—Baja los pies de la mesa —rezongó y empujó las piernas de Eric para que se sentara como correspondía—. ¿Dónde está mamá?

—En la cocina ayudando a la señora Walmsley.

Era la empleada que tenían que se encargaba de todas las tareas del hogar, inclusive preparar las comidas. Decidió esperar hasta que todos se hubieran acostado para hablar con Bailee, así que dejó a Nicole con sus hermanos y subió a su dormitorio para cambiarse.

Todavía podía sentir los labios de Katherina contra los suyos y le hacía sonreír como estúpido cuando recordaba lo sonrojada que se veía una vez se había apartado. Quería volver a besarla, cortejarla y hacerle el amor. Deseaba tanto haberla conocido antes de casarse, aunque sabía que era prácticamente imposible y aunque la hubiera conocido jamás le habría prestado atención como ahora. Se había casado veinte años atrás y por aquel entonces Katherina apenas tenía ocho años.

—Sharleen tiene unos papeles para que firmes —avisó Bailee entrando en el dormitorio.

Era una mujer hermosa, Jimmie no lo negaría y también era su mejor amiga desde que tenía seis años. No la resentía y le tenía mucho cariño, solo no la clase de cariño que debía sentir por su esposa.

Giró el rostro cuando ella se acercó a besarlo y sus labios se presionaron contra su mejilla. Ambos intentaron actuar como si eso no fuera incómodo.

—¿Papeles de qué?

—Irá a una excursión con su clase, yo ya los firmé, pero falta tu firma. ¿Cómo estuvo tu día?

—Bien, fue agradable. ¿El tuyo?

Ella se puso las manos en la cintura de pie frente a él y Jimmie se sentó al borde de la cama para quitarse los zapatos.

—Estoy agotada, he estado corriendo todo el día detrás de Nicole y se acerca el cumpleaños de Eric, prometimos hacerle una fiesta este año.

—Y lo haremos, pero aun tenemos tiempo. Su cumpleaños es a fin de años, Bailee.

—Lo sé, lo sé, pero ya sabes como es, hay que enviar las invitaciones con tiempo si queremos que sus abuelos vengan desde California. Y prometiste comprarle un caballo este año.

—Bailee —. La sujetó por los hombros y le levantó el rostro con delicadeza—. Respira o te dará algo ¿sí? Le haremos la fiesta y le regalaremos un caballo, pero su cumpleaños es en noviembre y estamos en marzo.

Bailee se rio y acarició su sien antes de apoyarse contra el hombro de Jimmie.

—Tienes razón, lo siento. Ya estoy presionando otra vez.

—No te preocupes. ¿Ya está la cena ¿no? —. Asintió y Jimmie le dio un besó en la frente antes de dejar el dormitorio con ella—. Huele delicioso ¿Qué han preparado?

—Como está bastante frío pensamos en hacer un estofado, la señora Walmsley se ha lucido con el sabor de la comida esta noche.

—Muchas gracias, señora —dijo la mujer y acomodó la mesa para servirles—. Espero disfruten de la comida.

Se sentaron a cenar y hablaron de varias cosas mientras compartían. Incluso la señora Walmsley se sentaba con ellos. Era una costumbre que Bailee no había compartido cuando apenas se habían casado, pero a la cual se había adaptado. Jimmie trataba a los empleados como familia porque así lo habían educado, solían cenar todos juntos en la mesa con su familia y empleados cuando era niño y quería hacer lo mismo ahora que tenía su propia casa.

Cuando terminaron de cenar, Walmsley limpió todo y se fue a la cama y Bailee acostó a los niños en lo que Jimmie descansaba en el salón junto a la estufa. Katherina llamó cuando llegó a su casa y hablaron brevemente antes de finalizar la llamada. Se tomó un té y estaba leyendo el periódico de esa semana cuando Bailee asomó en el salón.

—¿Vendrás a la cama?

—Sí, pero...Quería que habláramos un momento —. Ella palideció cuando él le señaló el lugar a su lado en el sofá y tardó en ir a sentarse junto a él—. Creo que tendríamos que haber tenido esta charla hace mucho tiempo porque las cosas ya no funcionan entre nosotros...No como deberían al menos.

—¿Me dirás que has estado durmiendo con otra mujer? —inquirió retorciéndose los dedos.

—No, no, claro que no...Pero...—. Jimmie apartó la mirada y suspiró—. Joder, no sé como decir esto sin ser cruel...Yo no...Ya no te amo, Bailee y honestamente dudo alguna vez haberlo hecho. Debemos reconocer que solo lo hicimos funcionar por nuestros hijos, pero...Entre nosotros nunca hubo una chispa.

Ella se quedó mirando hacia el fuego y empezó a negar.

—¿No has estado durmiendo con otra mujer?

—No...Conocí a alguien y quiero hablarte de eso, pero...No he dormido con ella.

Bailee soltó el aire estancado en sus pulmones y se desplomó contra el respaldo del sofá empezando a llorar del alivio. Jimmie frunció el ceño.

—¿Bailee?

—He vivido dos años de mi vida creyendo que tenías una amante y por eso ya no me tocabas y no pasabas tanto tiempo en casa, no te imaginas lo maravilloso que se siente saber que no era así.

—Pero...Te estoy intentando explicar que ya no funcionamos.

—Sé que no, Jimmie. Pude ver el momento en el que dejaste de interesarte por mí, me he odiado por eso todos los días y he intentado amarte de todas las formas posibles, pero nada funcionó. Solo...Es bueno saber que no fui remplazada y que no andan rumores por ahí sobre mi marido siéndome infiel.

Cuando fue a ponerse de pie, Jimmie tomó su mano y la detuvo.

—Creo que no estás comprendiendo, Bailee. Me alegra que te lo tomes tan bien y créeme que jamás dormí con otra mujer, pero...Quiero irme, Bailee. Nuestro matrimonio ya no funciona y yo no quiero estar en una relación que me lastima. Conocí a alguien más y quiero estar con ella, por eso debemos hablar.

La sonrisa de Bailee desapareció.

—¿Me dejarás? No te lleves a los niños —fue lo primero que suplicó y le aferró el brazo con fuerza—. Por lo que más quieras, Jimmie, no me alejes de mis hijos.

—No te haré eso, pero debemos pensar en alternativas. Pensé en esperar hasta que Nicole tenga quince años, pero tendré cincuenta y tres años cuando eso suceda y mi vida ya estará perdida y esta mujer...Ella no esperará por mi durante quince años, estaría desperdiciando toda su juventud y su oportunidad de tener una familia y sería injusto siquiera proponérselo.

—¿Te estás viendo con otra mujer entonces? —inquirió con su mente yendo de un lado a otro sin control alguno.

—No íntimamente. Es una paciente mía, la he visto únicamente como paciente, pero...Estoy enamorado de ella, Bailee —. Maldijo cuando se puso rápidamente de pie alejándose de él e intentó explicarse—. No es tu culpa o de ella, ha sido únicamente mi responsabilidad por perder control sobre mis sentimientos y no quiero que sufras por esto, Bailee, ambos sabíamos que nuestro matrimonio estaba condenado desde que perdimos a Arthur.

Bailee se paseó de un lado hacia otro por el salón y se abanicó con una mano para evitar llorar.

—¿Acaso no he sido una buena esposa? ¿Acaso no te lo he dado todo?

—Lo has sido, sí, por supuesto que sí y por eso me pesa el triple tener que hacer esto, pero llevo casi diez años sin ser feliz en esta relación, Bailee y me quedé por ti y por nuestros hijos, ya no puedo seguir haciéndolo. Yo sigo envejeciendo, mi vida se sigue marchando ¿y ¿todo para qué? Tu no eres feliz, yo no soy feliz y nuestros hijos no son idiotas, se dan cuenta de que algo sucede.

—¿Yo no soy feliz?

—No intentes mentir y decir que lo eres —señaló—. Ambos sabemos que es mentira, que al igual que yo solo finges. Eres hermosa, Bailee, eres joven y hermosa, encontrarás a otro hombre que sí te amará.

—¿Sí? ¿Una madre divorciada con seis hijos? Me arruinará.

—No te arruinaré, sabes que jamás te dejaría de esa forma. Solo quiero que lo hablemos, Bailee, por favor... ¿Qué prefieres? ¿Qué me quedé contigo y pasé el resto de nuestras vidas fingiendo?

—No, pero... —. Suspiró y se encogió de hombros. Ni siquiera sabía que quería—. ¿Qué tiene ella que yo no?

—No se trata de eso, no intentes hacerlo acerca de eso.

—¡¿De qué mierda se trata entonces?! —. Jimmie se agarró la cabeza exasperado cuando ella alzó la voz y le dio la espalda apretando los puños—. ¡Quieres abandonar a tu familia, quieres irte a estar con otra mujer que al parecer sí amas mientras que a mí no... ¡¿De qué se trata, Jimmie?!

—Baja la voz —demandó.

—¡Oh, no, no bajaré la voz en mi propia casa cuando mi marido me quiere cambiar por otra!

—No pretendas que no estuviste de simpática con el jardinero —acusó y se plantó frente a ella—. ¿O crees que no me doy cuenta? ¿Crees que él no vino a decirme? Buscabas consuelo en otro hombre porque yo no te tocaba hacía un año y estabas dispuesta a abrir tus piernas si él te aceptaba —. Enmudeció cuando ella le cruzó el rostro de una bofetada y la piel le ardió en la mejilla donde empezó a enrojecer. Se acarició, manteniendo la mirada fija en la pared y asintió—. Ahora cruzaste una línea.

Bailee lo vio pasar por su lado y le siguió rápidamente hacia las escaleras.

—Jimmie, lo siento... ¿Jimmie ¿Qué haces?

—Intenté hablar las cosas contigo, ser honesto y llegar a un acuerdo para que ambos podamos ser libres y felices, pero claramente no se puede razonar contigo —. Tomó su bolso del armario y embutió su ropa para marcharse—. Quise ser amable, Bailee, porque te quiero, eres mi amiga y la madre de mis hijos, pero...Joder, no pienso dejar que me golpees cuando te digo la verdad y te ofendes.

—Perdón, Jimmie, perdón, no te vayas...Hablemos de esto, Jimmie... —. Le sujetó el bolso para detenerlo y tiró con fuerza para que no se marchara—. Lleguemos a un acuerdo ¿sí?

Cuando él tiró con más fuerzas, el aza del bolso escapó de entre sus manos y estuvo a segundos de caer. Lo siguió rápidamente por el pasillo y Jimmie alzó a Nicole en brazos cuando esta llegó a él llorando y entró en su dormitorio para agarrar también su ropa.

—No, Jimmie, no...No te la lleves, te lo ruego, perdóname, por favor...Fue un impulso, perdón...Jimmie... —. Lo vio bajar las escaleras y se detuvo en el segundo piso y lloró—. ¡Está bien! Tienes razón, sí iba a dormir con él... ¡Joder! Estaba sola...Y lo siento, pero ya no eramos felices.

Jimmie se detuvo en el último escalón y giró para mirarla con Nicole llorando en sus brazos.

—¿Y yo soy el malo de la historia? —inquirió y Bailee negó—. Nos casamos porque eramos jóvenes, Bailee y nuestras familias nos presionaban, solo tenías quince años y yo dieciocho. Eramos inmaduros y no te culpo, pero joder...¿Culparme a mí?

—Lo sé...Lo sé...Dios...Lo siento...

—¿Crees que seguir así es sano? —. Negó con lágrimas en los ojos y Eric se abrazó a su cintura—. Te respeto como la madre de mis hijos, te quiero como mi amiga de la infancia, pero no puedo seguir siendo tu esposo...Y no creo que sea justo que vivamos juntos cuando ya no hay amor de por medio, porque sé que tu no me amas o no habrías intentando dormir con el jardinero —. Subió los escalones y se detuvo frente a ella para acariciarle la mejilla—. No te juzgo, porque yo quise estar con esta mujer demasiadas veces, pero no puedes ser tan hipócrita de juzgarme a mí. ¿Acaso he sido un mal hombre?

No, Jimmie no había sido más que comprensivo y perfecto en sus veinte años juntos, venía de una familia con principios muy marcados y una moral muy definida. Eran buenas personas, intentaban no dañar a otros y protegían a los suyos, por eso Jimmie le había gustado tanto cuando era joven, porque era el hombre ideal.

Cerró los ojos cuando él acarició su mejilla y lloró.

—Necesito que me dejes ir, Bailee y necesito que lo hablemos para decidir juntos como será.

Envió a Eric a la cama y Jimmie se quedó con Nicole en brazos para volver a dormirla. Se sentaron en el sofá y continuaron charlando con una voz más baja y tranquila con la esperanza de no despertar a nadie otra vez.

—¿Quieres divorciarte? —le preguntó cuando se sentó a su lado.

Jimmie asintió.

—Quiero poder ser libre de estar con otra persona sin prejuicios y que tu puedas volver a casarte si lo deseas.

—¿Dirás lo del jardinero entonces?

—No, no quiero arruinarte, Bailee. Hablaré con Myles para buscar otra alternativa, pero...Quiero estar con esta mujer que te mencione y quiero que lo sepas —. Asintió y apartó la mirada—. Tu eres libre de estar con otro hombre si quieres, en secreto como yo lo haré.

—¿Qué hay de nuestros hijos? ¿Me los quitarás?

—Podemos...compartir la custodia. No tengo problema con eso, pueden estar contigo seis meses y otros seis meses conmigo —. Ambos miraron hacia Nicole que dormía en brazos de Jimmie y Bailee le acarició la mejilla regordeta—. Seguirán siendo nuestros, aunque no estemos juntos, Bailee y tu seguirás siendo la madre de mis hijos siempre. Ninguna mujer te quitará ese puesto.

—Está bien... ¿Qué hay del dinero?

Jimmie suspiró.

—Supongo que seguiré manteniéndote y a los niños. No te dejaré en la calle, eso es seguro. Llamaremos a Myles en la mañana ¿sí? Y pediremos sus consejos.

Bailee asintió y tocó la mejilla de Jimmie que se había enrojecido tras el golpe.

—¿La conozco? —. Jimmie negó—. ¿Quién es?

—No te diré, no le he pedido su permiso para decirte, pero eventualmente sabrás. Quiero estar con ella, Bailee y sé que es difícil, pero...Necesito lo sepas, porque no quiero hacerlo a tus espaldas. 

Durmieron en habitaciones separadas esa noche. Bailee fue a su dormitorio y Jimmie se acostó con Nicole. En la mañana llamaron a Myles como habían planeado y él llegó cerca del almuerzo para ayudarles. Jimmie le había comentado que quería divorciarse, pero no si de alguna forma perjudicaba a su familia y Myles le traía las alternativas.

—Dos años —les dijo cuando dejó unos papeles sobre la mesa y ambos lo miraron confundido—. Si la abandonas por mínimo dos años, Bailee puede pedir el divorcio por negligencia.

—¿Abandonarla?

—No cumplir con sus necesidades —aclaró—. Implica no pagar por su alimento, ropa, viajes, educación, hogar, entre todos los otros gastos.

Bailee amplió sus ojos.

—¿Y cómo viviría? ¿Cómo mantendré a todos mis hijos?

—No te preocupes por eso, no lo haremos —zanjó Jimmie—. ¿No hay otra opción?

—Pues sí, que te acuse de infiel y maltratarla, pero podrás imaginar que quedarás en la ruina si te divorcias bajo esas causas. Nadie volverá a respetarte, Jimmie y podrías hasta perder tu trabajo —. Jimmie se acarició la sien y maldijo. Todo lo que quería era poder estar con Katherina sin perjudicar a Bailee ¿acaso pedía mucho? —. Pero, podrían hacer lo de los dos años de abandono, sin realmente abandonarla. Puedes darme el dinero y yo se lo entregaré, luego diremos que yo la mantuve mientras tu te desaparecías. Seguirá afectando tu reputación, claro está, pero mucho menos.

—¿Podemos hacer eso? —inquirió y Myles asintió.

—No es muy legal que se diga, pero eres mi hermano así que...Lo que sea para ayudar.

—¿Y una vez pasen los dos años ¿nos separamos?

—El tramite puede demorar otro año, pero técnicamente sí. Tendrán que ir a juicio y Bailee tendrá que demostrar que tu la has abandonado o al menos tus obligaciones como marido, cuando gane el juicio se llevará la custodia absoluta de tus hijos y la mitad de tu herencia, así como tú propiedad.

Esta vez fue Jimmie quien amplió los ojos.

—¿Mis hijos? ¿No podemos compartir la custodia?

—Si ella quiere, sí —. Aquello lo calmó—. Y ambos serán libres para volver a casarse.

Jimmie miró hacia Bailee y ella negó, la idea de que él se jugara su reputación no le gustaba, pero Jimmie parecía dispuesto a correr el riesgo con tal de conseguir el divorcio.

—¿Pero puedo seguir viendo a mis hijos a pesar de haber "abandonado" mis deberes como marido ¿no?

—Sí, pueden hasta seguir viviendo juntos. Abandonar las obligaciones, no necesariamente implica abandonar físicamente. He tenido casos donde el hombre simplemente tiene una adicción a las apuestas y se juega toda la fortuna familiar dejando a su esposa sin atención económica. Eso sí, perderás bastante cuando le entreguen el divorcio, así que yo siendo tu iría salvando algo de dinero en una cuenta externa o te dejarán en la ruina.

—¿Y qué hay de su reputación? —curioseó Bailee—. ¿No perderá el trabajo ¿no?

—No, pero la opinión publica le afectará, es lo que casi siempre veo en este tipo de casos. Si tienes un negocio pierdes clientes, las mujeres estarán en tu contra y varios hombres podrían burlarse de ti por incompetente. Honestamente esta es la mejor alternativa, las otras opciones terminan con la cárcel o linchamiento.

Jimmie decidió que esa era la mejor opción, principalmente porque Bailee no salía perjudicada y él no perdería a sus hijos ni tendría que alejarse de ellos durante esos dos años.

Le agradeció a su hermano antes de que se marchara y cuando volvió al salón donde Bailee le esperaba la vio negar.

—Perfectamente podrías estar con esta mujer sin divorciarnos.

—Y entonces tendría que mantenerla como un secreto y jamás podre desposarla. No, gracias. Esto es bueno, Bailee, es la mejor opción en años.

Ella rodó los ojos y difirió totalmente.

—No te diré que hacer, pero eres un tonto por poner en riesgo tu reputación por una muchacha que apenas conoces.

Pero Jimmie sabía perfectamente que hacía y sabía que Katherina no era solo una muchacha que apenas conocía, llevaba seis años viéndola todas las semanas y la entendía mejor que a nadie y sabía, muy profundo en su pecho, que ella era la indicada. 

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