THANTOPHOBIA; James Potter

By prongs_girl

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❝Tipo de ansiedad que tiene que ver con el miedo a la muerte, el proceso de morir o perder a un ser querido.❞... More

𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒:
𝐂𝐀𝐒𝐓
𝐏𝐋𝐀𝐘𝐋𝐈𝐒𝐓:
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AGRADECIMIENTOS Y EXPLICACIÓN.
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟭
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟮
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟯
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟰
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟱
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟲
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟳

𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟 𝗔𝗟𝗧𝗘𝗥𝗡𝗔𝗧𝗜𝗩𝗢

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By prongs_girl


Mientras las gotas de sangre caían, él solo podía verla a ella, el amor de su vida yéndose.

–¿Me prometes que estarás bien? –susurró, viendo su rostro de forma nublosa.

James sabía que no estaría bien, sabía que caería en un pozo oscuro y profundo. No sabía cómo continuaría con su vida sin ella a su lado, tenía demasiados planes como para dejarlos ir así como así.

–Te lo prometo.

Alex elevó su meñique, haciéndolo llorar y sonreír al mismo tiempo. James unió sus dedos y se lanzó rodeándola con sus brazos.

Y la abrazó, la abrazó con todas sus fuerzas, porque sabía que era la última vez que lo haría.

James notó cómo la mano de Alexandra caía en un costado, y se separó alarmado para mirarla.

Tenía sus ojos cerrados, la piel pálida y algo fría. Su rostro tenía restos de sangre, pero él se encargó de pasar la manga de su abrigo por ahí para limpiarlo.

–Lex... –la movió.

James se alarmó al ver que Alexandra no respondía. Tenía un aspecto tranquilo, de paz, no quería tocar su pecho para ver si este se movía, se negaba a hacerlo.

–No, no, por favor. –sollozó comenzando a mover su cuerpo para hacerla reaccionar. –No me hagas esto, no puedo sin ti.

James mordió su labio con nervios, hasta el punto de sacar sangre del mismo. Acarició su rostro con manos temblorosas y acomodó su cabello.

–Por favor, Lex. –susurró.

Lily caminó hasta ellos y se arrodilló del otro lado de Alex, limpió sus lágrimas con las mangas de su abrigo y posó su mano derecha en el pecho de la pelirroja, rápidamente James quitó su mano.

–James...

–Lily, no. –rogó con las lágrimas cayendo por sus mejillas. –¡No hagas eso!

James se negaba a aceptar que ella se había ido, y no quería caer en la realidad de que era probable que sus latidos hayan cesado y su respiración ya no se encuentre.

Lily suspiró y miró a Remus, rogando que hiciera algo. El licántropo, aún con los ojos inyectados en sangre y aspecto cansado, se levantó y caminó hasta James para tomarlo de sus hombros y alejarlo de Alexandra.

–¡James, cálmate! –exclamó Lily al ver que se removía en el lugar.

Ignorando los quejidos del azabache y su actitud desesperada, Lily posó su mano sobre el pecho de una de sus mejores amigas para ver si allí había latido, rogaba porque esto fuera así.

Cerró sus ojos y también posó dos de sus dedos en su cuello.

James se calmó, y tanto él como Remus miraban con atención a Lily, esperando algo positivo en todo aquello.

Pasó un minuto y James negó con su cabeza, desganado y con el corazón destrozado.

–¡Hay algo!

–¿Qué? –preguntó Remus con esperanza y desesperación.

–Hay latidos. Hay...

–¿C-como? –preguntó James.

–¡No lo sé! –habló desesperada. –Solo... debemos...–tartamudeó.

–¡Lily! –exclamó James alterado.

–San Mungo, debemos llevarla a San Mungo. Tiene... el pulso es débil y está perdiendo mucha sangre y...

James ignoró sus palabras y la tomó entre sus brazos, la alzó y pudo notar que era peso muerto, no reaccionaba.

–¡James!

El azabache se giró, encontrándose a Sirius. El pelinegro, al ver a Alexandra repleta de sangre e inmóvil, se desesperó.

Ignorando las preguntas de su mejor amigo, James utilizó magia para aparecerse en el Hospital.


Cinco horas habían transcurrido, era de madrugada y Lily, James, Remus y Sirius se encontraban en la sala de espera. El silencio era insoportable, el resto de la Órden se había marchado para continuar con el trabajo.

Ninguno había dicho palabra alguna. Solo se oían los zapatos resonar en el pasillo a causa de los nervios, los suspiros y alguna que otra maldición.

–¿Cuánto tiempo más tardarán? –preguntó James con la voz entrecortada.

–No lo sé. –susurró Lily. Ella miró a los chicos e inmediatamente negó con su cabeza por el estado en el que se encontraban.

Ella estaba un poco más tranquila, tenía esperanzas de que Alex estaría bien y sabía que las personas que la estaban atendiendo eran de las más talentosas y eficaces del hospital. Sabían lo que hacían.

–¿Qué sucedió? –preguntó Sirius con la voz rota.

James miró a Remus, ya que tampoco sabía muy bien qué había sucedido, no con detalle.

Remus negó con su cabeza y tomó su cabello con frustración. Cuando levantó su mirada, todos pudieron notar la culpa que cargaba.

–Estábamos... habían mortifagos, pudimos combatir a algunos de ellos, pero luego uno me atacó. –resumió. –Ella me defendió y... esa persona se enojó y... –se calló.

–¿Qué le hicieron? –preguntó James en voz baja.

–No lo sé, jamás escuché esa maldición. Era algo como... –pensó unos segundos y negó con su cabeza. –No puedo recordarlo.

James apretó sus puños y escondió su rostro entre sus manos para respirar pausadamente. No soportaba un minuto más sin noticias, necesitaba saber algo y poder destensar su cuerpo.

Lily acarició la espalda de Remus y se levantó, haciendo sonar su espalda.

–Iré por café, deben tomar algo.

Ninguno contestó.

Luego de unos segundos, Sirius miró a Remus, lo conocía a la perfección para saber que estaba lleno de culpa y que estaba ansioso. Bastaba con ver sus ojos repletos de lágrimas, las mejillas rojas por el enojo, el repiqueteo de su pie contra el suelo y la forma en la que mordía sus uñas lastimandose, de vez en cuando bufaba y refregaba su rostro.

–Hey. –susurró Sirius mirando a Remus. –No tienes la culpa de nada.

–Sirius...

–No. –lo cortó. –No pienses eso, soy capaz de golpearte. –Remus amagó con sonreír. –Pudo haberle pasado a cualquiera, son accidentes.

–Debí cuidarla más. –murmuró.

–Lunático... son accidentes. –habló James. –Estoy seguro de que la cuidaste con tu vida, sé cómo eres con ella.

Remus dejó caer unas lágrimas y asintió.

–Lo siento. –susurró con voz rota. James sonrió a medias y acarició su espalda.

–Tranquilo, se recuperará. –habló Sirius, intentando darse seguridad a sí mismo y al resto. –Solo respira.

Remus mordió sus labios, pensando en que faltaría poco para que desconfíen nuevamente de él. Alex había sido herida de gravedad cuando estaba con él, y él tampoco pudo aportar mucho sobre la identidad del mortífago o la maldición que fue utilizada.

Era cuestión de tiempo que vuelvan a señalarlo.

Sirius notó esto, sabía lo que Remus pensaba, sabía sus miedos, inseguridades y la ansiedad que estaba sintiendo luego de todo lo sucedido.

Sirius había sido un idiota, y sabía que las cosas que le había dicho lo habían lastimado a sobremanera. Pero él estaba seguro de algo, Remus jamás lastimaría a Alexandra, no dejaría que le pongan un dedo encima, preferiría morir antes de que la perjudiquen a ella o a otro de sus amigos, y eso le aclaró la mente.

Se arriesgó y tomó la mano de Remus, que temblaba con furia sobre su regazo. El castaño frunció el ceño con confusión y lo miró, encontrándose con una pequeña sonrisa ladina perteneciente al pelinegro.

–Confío en tí ¿si? Tranquilo, todo se solucionará.

Remus miró sus ojos, inspeccionando sus gestos e intentando buscar algún rastro de mentira, pero no lo encontró.

No contestó, simplemente se quedó allí, sosteniendo su mano.


Otras dos horas habían transcurrido, lamentablemente Lily se había marchado ya que la Órden precisaba su ayuda.

Ninguno había dormido, y las ojeras ya se encontraban presentes.

–Familiares de la Señorita Potter.

Los tres se sobresaltaron ya que estaban a punto de dormirse y se levantaron con rapidez.

–¿Está bien?

–¿Cómo...?

–Vamos por parte. –ordenó amablemente al oír preguntas de los tres presentes. La medimaga inspeccionó los pergaminos que llevaba en su mano, sin ser consciente de que el silencio le hacía peor a los jóvenes.

James suspiró con frustración.

–¿Ella está bien?

Al fin los miró, sonrió a medias y tomó aire, meditando qué palabras decir.

–¿Quieren tomar asiento?

Los tres se miraron preocupados, y la señora al ver que no reaccionaban tomó asiento, obligándolos a hacer lo mismo.

–Bien, por favor les pido que no interrumpan. –sonrió intentando calmarlos. –La señorita Potter está... delicada. –hizo una mueca. –No sabemos qué hechizo utilizaron para lastimarla, pero por suerte uno de nuestros medimagos logró frenar el sangrado. Aún estamos descubriendo cómo terminar de curarla, los cortes son muy profundos y el mínimo movimiento puede ser perjudicial.

–¿Está despierta? –preguntó James. –¿Puedo...?

–Tuvimos que inducirla a un coma. –anunció con una mueca.

–¿Qué? –Remus frunció el ceño.

–Pero... ¿por qué? –interrogó Sirius. –Ella no...

–Un minuto, chicos, luego pueden hacer las preguntas que quieran. Fue lo mejor que pudimos hacer, debemos evitar que se mueva, mientras más reposo haga, mejor. –sonrió. –Ella está bien, era necesario hacer esto, además debemos darle medicamentos. Necesitamos donadores para...

–Yo puedo. –se ofreció Sirius.

–¿Son compatibles? Debemos hacer algunos estudios.

–Si, lo que sea.

James sonrió hacia su amigo en forma de agradecimiento.

–¿Con la donación estará bien?

–No lo sabemos, Señor Potter. Hasta el momento ella está bien, pero las próximas horas, de hecho, los próximos días, son cruciales. Necesitamos mantenerla estable y con extrema atención.

–¿Podemos verla?

–Por el momento no. –negó. –Si en unos días continúa bien podrán pasar de a uno solo unos minutos. Señor... –dejó la frase al aire.

–Black. –anunció.

–Señor Black, si quiere donar puede hacerlo, pero necesito hacer estudios y tiene que firmar papeles, mientras más pronto mejor.

–Claro, sí. –afirmó levantándose y quitándose su chaqueta.

La medimaga sonrió y asintió.

–Bien, hablaré con uno de mis compañeros para que lo busque.

–Sirius... –habló Remus cuando la mujer se marchó. –No soportas que te extraigan sangre.

–No, me da pánico. –dramatizó y palideció de solo pensar en eso. –Irónico ¿no? Tengo tatuajes.

–La última vez que te sacaron sangre te desmayaste. –James entrecerró sus ojos.

–Lo sé, lo sé. Solo... ¡No dejen que me desmaye! –ordenó señalandolos. –Debo hacerlo.


Habían transcurrido diez días.

James ingresó a la habitación, ya que lo tenía permitido solo durante veinte minutos. Las heridas de Alexandra habían mejorado, ya estaban casi del todo curadas, solo faltaba vigilar que su cicatrización finalice.

Harry y Samantha se encontraban con Lily, ella se había ofrecido a cuidar de ellos durante esos días de estrés y cansancio. James no había podido dormir durante ese tiempo, en las noches descansaba como mucho dos horas y luego el insomnio lo invadía.

Sirius y Remus se habían marchado a sus respectivas casas, habían estado allí todo el día mientras el azabache se encargaba de ordenar la casa, ya que era un completo desastre.

James bostezó fuertemente mientras abría las cortinas de la habitación, dejando entrar la luz del atardecer. La habitación era fría, demasiado.

Un quejido llamó su atención.

Frunció el ceño y se volteó, mirando la puerta. Al no ver a nadie, dirigió su vista a la cama. Alex se removía entre las mantas, aún con los ojos cerrados y el ceño fruncido, no sabía si esto último por el dolor o incomodidad.

James sabía que los medimagos habían dejado de suministrarle los medicamentos que la mantenían dormida, así que era cuestión de tiempo que despierte.

–Tranquila, tranquila. –habló al verla abrir sus ojos. Se acercó y comenzó a acariciar sus brazos al notar su estado de confusión y lo agitada que se encontraba. –Estás bien. –sonrió mientras sentía sus ojos llenarse de lágrimas.

–Y-yo... ¿qué pasó? ¿Y Remus?

–Él se encuentra bien, yo... –James dejó de hablar y mordió su labio para contener un sollozo. –Por Merlín. –se lanzó a abrazarla.

Alex se extrañó al oír el llanto desgarrador de James, la abrazaba de una forma que nunca lo había hecho, ni cuando fue secuestrada. Se notaba su miedo en la forma en la que sus manos temblaban mientras tocaban su espalda.

–Tranquilo, estoy aquí. –dijo sin entender aún lo que había sucedido.

James se separó y ella aprovechó para tomar asiento, él ni se inmutó por esto, solo se aseguraba de que ella esté con él y de que no esté soñando.

Las últimas noches habían sido difíciles.

–Tenía tanto miedo. –habló con la voz cortada.

–James, no entiendo. –sacudió su cabeza mientras acariciaba sus mejillas para limpiar las lágrimas. –¿Qué sucedió?

–¿No lo recuerdas? –ella negó. –¿La forma en la que te hirieron? Estabas con Remus.

Alex se esforzó en recordar, tuviendo éxito.

El dolor que sintió al ser golpeada con esa maldición. La desesperación de Remus. James despidiendose de ella y rogándole que se quedara, su llanto... Lo último que recuerda es quedarse dormida.

–Lo recuerdo. –susurró.

James asintió acariciando sus mejillas, Alex apretó sus labios y lo acercó a ella, sabiendo que necesitaba otro abrazo. Rápidamente James escondió su rostro en su cuello.

–No puedo creer que estés aquí, tenía tanto miedo. –cerró sus ojos.

Alex se separó y unió sus miradas.

–No te libraras de mí tan fácil. –lo molestó haciéndolo soltar una risita. –Te molestaré más tiempo.

James rodó los ojos y la tomó del mentón para besar cortamente sus labios.

–¿No se supone que debes avisar que estoy despierta?

–Sí, pero no quiero separarme de ti. No... no puedo creerlo, te extrañé tanto, por un momento creí que no volvería a verte.

–¡Nos infiltramos! –chilló Sirius ingresando a la habitación.

–El muy imbécil quería entrar sabiendo que solo puede estar una persona. –bufó Remus.

–Pero tú no te negaste.

Alex sonrió al ver que ambos actuaban como antes, no sabía bien qué había sucedido pero aquello le gustó.

–Tuvimos que... –Sirius se quedó en silencio al ver a Alex, Remus, que estaba dejando sobre los sillones varios bolsos con ropa, lo miró al notar que se callaba.

Remus siguió su mirada, encontrándose con Alex.

Aún estaba algo pálida, pero estaba con sus ojos abiertos. Habían ojeras debajo de sus ojos y estaba considerablemente más delgada, pero estaba allí.

Estaba allí con ellos.

Remus y Sirius se acercaron para envolverla en sus brazos. Sentían que al fin podían respirar tranquilos, no sabían cómo continuaría su cuidado, pero estaba allí y eso era lo que importaba.

–No vuelvas a hacer algo así. –ordenó Sirius. –Juro que te golpearé.

Alex rió y se separó de ellos para mirarlos, pudo notar las lágrimas acumuladas en sus ojos.

–No me iría sin despedirme. –miró a Sirius con una media sonrisa. –No soy tan cruel.

Sirius rió y dejó un beso en su frente.

–Debemos hablar con Jessica.

Alex elevó una ceja y reprimió una risa.

–¿Jessica?

–La medimaga, es una señora increíble. –Sirius sonrió. –El otro día nos trajo galletas.

Alex negó con su cabeza mientras James y Sirius salían de la habitación. Miró a Remus, se notaba que estaba algo agobiado y aún no caía en la realidad.

–¿Estás bien, Rem?

–Lamento lo que te sucedió.

–Estoy bien, nada malo...

–Alex, casi mueres. –habló con voz rota. –Tuviste que ver a James, él... no sé cómo explicarlo. Estuviste a nada de morir, Eyad. ¿Qué hubiéramos hecho si eso pasaba?

–Pero no pasó, fue un accidente.

Remus mordió su labio con furia y al instante comenzó a llorar. Ella se estiró un poco para poder abrazarlo con fuerza.

–No vuelvas a asustarnos así, ya es la segunda vez que lo haces. –intentó bromear. Alex soltó una risa y asintió.

–No más sustos, lo prometo.

Remus se separó de ella y besó su frente para luego limpiar su rostro. La miró con cariño y tomó asiento en la cama.

–¿Cómo te sientes?

–Algo adolorida. –elevó sus hombros. –Yo... ¿cuánto tiempo pasó?

–Diez días. –susurró.

–¡¿Qué?!

–Tranquila, relájate.

–¿Y los niños? ¿Harry y Sam...?

–Están bien, en casa de Lily.

Ella relajó su cuerpo y asintió. Se sentía aliviada de estar allí, el ver el aspecto de los chicos y cómo les había afectado todo le daba pie a su imaginación para pensar cómo se encontrarían si el final hubiera sido diferente.

La hubieran pasado mal, y ella no se lo perdonaría nunca.

Y mucho menos se perdonaría el dejar solos a sus hijos.


James estaba sentado sobre el suelo del Ministerio, Alex estaba entre sus brazos, repleta de sangre y con sus ojos cerrados.

Él bajó su mano a su pecho, sintiéndolo inmóvil y sin latidos de por medio. La desesperación comenzó a invadirlo, en lo único que podía pensar era en que la había perdido.

Jamás la volvería a ver, nunca oiría su voz o su risa nuevamente. No volvería a golpearlo juguetonamente, besarlo, abrazarlo...

–Por favor, Lex...

–¡James!

James abrió sus ojos, sus mejillas estaban repletas de lágrimas y su respiración era muy acelerada. Miró a su alrededor, notando que se encontraba en la habitación en plena madrugada.

Estaba todo a oscuras, a excepción de la iluminación que brindaba la varita de Alexandra.

–James, está bien. –susurró ella mirándolo.

James asintió y la miró, inspeccionando que se encuentre bien y a su lado. Ella rápidamente lo abrazó y comenzó a acariciar su cabello, sabiendo que esto lo relajaba.

Hacía dos noches habían regresado a casa, por lo que todo era muy reciente.

–Fue un sueño, estoy aquí.

–Se sintió tan real.

James tocó su pecho al sentir que este se oprimía.

–No puedo respirar, yo...

–Tranquilo, mírame.

Alex tomó su mentón y unió sus miradas, sostuvo sus manos con fuerza y comenzó a respirar despacio, incentivandolo a hacer lo mismo.

–Respira conmigo.

–N-no... no puedo.

–Sí puedes, James. Respira conmigo ¿si?

Alex besó su cabello y continuó respirando pausadamente. Se veía vulnerable, habían sido pocas las veces donde Alexandra vió a James de tal manera.

–Estoy aquí.

1 de Septiembre de 1991.

Alex se miró al espejo antes de colocarse su playera, James miró desde la cama cómo ella miraba con una pequeña mueca de asco su abdomen.

La recuperación esos años había sido larga, y no fue fácil. Hasta ese día, ella estaba completamente agradecida de que se encuentre viva, pero no era fácil ver su aspecto.

Su abdomen había quedado con cicatrices bastantes amplias y algo profundas. Hasta el momento las odiaba, se sentía un poco egoísta por pensar así.

James sabía cómo se sentía, durante la intimidad muchas veces ella tapaba su torso por vergüenza, y había ciertas prendas de ropa o bikinis que había dejado de utilizar.

James se levantó y caminó hasta ella para posar su mentón sobre su hombro, la miró a través del espejo y sonrió mientras pasaba sus brazos por su cintura.

–¿Todo en orden, bonita?

–Sí, solo estaba...

–¿Cómo es que eres tan hermosa? –la interrumpió.

Alex lo miró con reproche a través del espejo, él solo sonrió con ternura y besó su hombro.

–Lo eres. Y también eres la mujer más fuerte que conocí en mi vida.

–Es egoísta sentirme así ¿verdad?

–¿Por qué dices eso?

–No lo sé, solo... estoy viva, de pura suerte, y me quejo de algo tan estúpido como las cicatrices.

–No creo que sea egoísta, es algo difícil de atravesar. –susurró en su oído mientras comenzaba a balancearse con ella entre sus brazos.

–¡Mamá!

–¡Papá!

Ambos revoltosos ingresaron a la habitación corriendo, interrumpiendo al matrimonio.

–¡Hoy iremos a Hogwarts!

Alex sonrió con ternura, no se molestó en taparse, ya que llevaba un top deportivo que no dejaba demasiado a la vista. Aún así, cruzó sus brazos sobre su estómago.

–¿Están emocionados? –sonrió Alex.

–¡Demasiado!

–¡Debemos irnos! –chilló Sam.

–Aún es temprano. –se quejó James.

–Siempre dices lo mismo papá, y siempre llegamos tarde.

–Harry tiene razón. –lo defendió Alex.

James rodó los ojos y fingió un gruñido mientras salía de la habitación para ir a preparar el desayuno, el cual sería rápido porque estaban con el tiempo justo.

–¿Por qué te tapas, mamá?

Alex miró a Sam y luego se miró a sí misma, inconscientemente estaba tapando su abdomen, negó con su cabeza y se colocó su camiseta.

–No lo hacía, cariño. ¿Están listos?

–A mí me gustan tus cicatrices. –habló Harry con algo de timidez.

Alex sonrió y acarició su cabello, no sabía qué responder a aquello.

–A mí también me gustan. Somos como tú. –señaló Sam las cicatrices que llevaban con ellos desde aquel 31 de octubre de 1981.

–Y el tío Lunático también tiene cicatrices en su rostro.

–¡Cierto! Somos iguales. –sonrió Sam emocionada.

Alex rió y se arrodilló sobre el suelo para tenerlos a su altura, besó sus frentes y acomodó sus cabellos, que aún estaban algo despeinados.

–Son los mejores niños que pueden existir.

–Y tú la mejor mamá. –habló Harry.

–¡Oye! Eso lo iba a decir yo.

–Te gané.

–Ya, no discutan. Vengan aquí. –Alex los abrazó y picó el costado de sus costillas para hacerlos reír. –¿Vamos a desayunar? Su padre se pondrá celoso.

Las cosas habían resultado bien de pura suerte para la Familia Potter. Aquel 31 de octubre de 1981, James y Alexandra dejaron a los pequeños a cuidado de Lily Evans ya que había surgido una emergencia.

La emergencia fue la repentina aparición de Regulus Black en casa de Sirius y Remus, que habían retomado su relación con el tiempo.

Regulus se presentó alegando que Peter era un mortífago, y que esa noche tenía planes de entregar a la familia a manos de Lord Voldemort. Todos estaban sorprendidos y se negaban a creer que el pequeño Peter, tierno, vergonzoso y cohibido pudiera hacer semejante atrocidad.

Lily Evans había ido a casa de James y Alex para cuidar de los menores mientras ellos se marchaban por unos minutos. Al enterarse de los planes de Peter, se dirigieron a toda velocidad al Valle de Godric, pero al llegar, se encontraron con la casa destrozada y el cadáver de la pelirroja, que se había sacrificado por los mellizos.

Fue una etapa muy dura.

Una hora y media después, se encontraban en King Cross.

Harry y Samantha corrían enfrente de James y Alexandra, que iban tomados de la mano. Los pequeños se dirigieron a Remus y Sirius, que esperaban a la familia en el lugar para despedirse tanto de los niños como de Remus, que ese año comenzaría como profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts.

–Al fin llegan. –suspiró Remus con burla.

–Culpa de James.

–Culpa de papá.

Hablaron los tres al mismo tiempo.

–¡Oigan! Eso no es verdad.

–Papá quiso manejar, no entiendo por qué si podemos encantar el auto y hacerlo volar.

–Eso le quita la emoción, Sam.

–Ay, por Merlin. –se quejó Alex.

–¡Tú siempre dices eso!

Alex rió y besó la mejilla de James.

–¿Nervioso, Rem?

–Algo. –sonrió un poco. –Bastante. –se corrigió.

Alex se acercó a él y acarició su brazo.

–Te irá excelente. –lo animó. –Ese trabajo es para ti.

–Ustedes dos, vengan. –dijo James señalando a los hermanos.

–Iré a asegurarme de que no les dé malos consejos.

–Decirles de hacer bromas no es mal consejo. –defendió Sirius. –Y les enseñamos qué deben hacer para no ser atrapados.

–Oh, claro. Porque ustedes nunca fueron atrapados ¿verdad? –ironizó.

–A veces puede fallar.

Alex rió y se dirigió al trío. Se colocó de cuclillas a un lado de James para quedar enfrentada a los menores.

–Siempre utilizar la Capa de Invisibilidad y el Mapa del Merodeador, entendido. –fue lo primero que Alex oyó al llegar.

–¡James!

–Deben saberlo.

Alex rodó los ojos y acomodó los abrigos de los chicos.

–Estudien mucho.

–¡Aburridoooo! –chilló James, haciéndolos reír.

–Pero no se estresen, enfoquense en pasarla bien. Y no dejen que nadie los moleste.

–Prometido. –dijeron los dos elevando sus meñiques. Los mayores sonrieron y, de forma extraña, entrelazaron sus meñiques.

–Prometo quedar en Gryffindor. ¡Quiero quedar allí! –se emocionó Harry. –Y jugar Quidditch en el equipo.

–¡Yo también quedaré en Gryffindor!

–No importa en qué casa queden, estamos orgullosos de ambos. –habló Alex. –¿Entendido? –ambos asintieron. Alex se levantó y besó sus frentes con cariño. –Los amo.

–No le hagan tanto caso a su madre, intenten no quedar en Slytherin.

–¡Potter!

–Bromeo, bromeo. –alzó sus manos.

Alex negó con su cabeza y sonrió con diversión.

–Los amamos. –murmuró James besando sus cabezas. –Envíen cartas, sino su madre se deprimirá y creerá que dejaron de quererla o algo parecido.

–No negaré eso.

–Enviaremos cartas y...

–¡Tío Regulus! –interrumpió Sam a su hermano.

Ambos niños abandonaron a sus padres y corrieron hacia el mencionado, que los abrazaba y saludaba antes de que partan a Hogwarts.

–Hicimos un buen trabajo ¿no? –preguntó James.

–Sí, son unos niños asombrosos.

James sonrió y la tomó de la cintura.

–No podría haberlo hecho sin ti.

Alex lo miró con profundidad y negó con su cabeza.

–No, estoy segura de que serían increíbles así yo no esté. –aseguró. –Pero no pienses en eso, todos estamos bien.

James asintió y la acercó a él para unir sus labios en un beso lento y tierno, que fue interrumpido por los quejidos de Sirius.

–¿Podrían dejar eso unos minutos?

–No.

–Ah, bien, gracias por su consideración.

Ambos rieron y se mantuvieron abrazados.

–Te amo, Lex.

–Te amo, James.




Soy pura lágrimas y dolor, que lindo final.

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Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.