El sexto integrante

By Ineskyblue

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Émile sueña con vivir de su música, se pasa el día y las noches escribiendo canciones y fantaseando con canta... More

Antes de leer
★Sinopsis★
★Capítulo 1★
★Capítulo 3★
★Capítulo 4★
★Capítulo 5★
★Capítulo 6★
★Capítulo 7★
★Sixthers★
★Capítulo 8★
★Capítulo 9★
★Capítulo 10★
★Capítulo 11★
★Capítulo 12★
★Capítulo 13★
★Sixthers★
★Capítulo 14★
★Capítulo 15★
★Capítulo 16★
★Capítulo 17★
★Capítulo 18★
★Capítulo 19★
★Capítulo 20★
★Capítulo 21★
★Capítulo 22★
★Capítulo 23★
★Capítulo 24★

★Capítulo 2★

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By Ineskyblue


"Te escucho decir mi nombre, me encanta el sonido, me encanta el sabor"

Wildflower - 5 Seconds of Summer

★★★

Cuando el show termina y bajo del escenario, mis amigos y Eliseo están allí.

La cara de Fabri es genial, nunca voy a entender por qué detesta tanto a Eliseo, pero el hecho de que soporte su presencia solo por apoyarme dice mucho sobre la clase de amigo que es.

—¡Estuviste increíble! —Lula se apresura a abrazarme con fuerza, siempre con la misma euforia, como si fuera la primera vez que me escucha— Las chicas estaban como locas, tu energía de hoy traspasó todo, absolutamente todo.

—Nunca decepcionas, pero hoy realmente fue mejor que otras noches —Fabrizio apoya la efusividad de su novia.

—¿Por qué no vamos a celebrar? —propone Eliseo luego de darme un corto pero intenso beso en los labios— Hay un bar que...

—Tengo que ir por mi paga, y además antes del show alguien vino y dijo que necesitaba hablarme de algo —le digo la verdad, obviando la parte de que era una diosa encarnando en la tierra, y que si el show tuvo tanta energía fue porque no pude quitarla de mi mente.

Tengo claro que Eliseo y yo no tenemos compromisos, pero jamás haría algo que lo hiciera sentir mal. Si la chica hermosa realmente quisiera hablar conmigo en ese plan, lo hablaré con él de inmediato.

Me siento estúpido por tener un flechazo como a los doce años, apenas me dijo tres palabras, podría caerme mal en cuanto la conozca un poco. Nunca me importó demasiado la apariencia física, pero es que ella...

Ojalá sea bien tonta, ojalá en cuanto hablemos se le vaya el encanto, ojalá solo sea un poco de atracción y se disipe rápido.

¿Debería ir?

Probablemente no, no debería meterme con una chica que me generó un colapso mental solo por acercarse un poco.

Pero me gusta, y quiero saber si también le gusto. Por algo quiere hablarme, por alto me pidió una cita, y si algo sale mal, salir corriendo siempre es una buena opción.

—Nosotros tres iremos al bar, y tú nos alcanzas al rato —propone Lula, queriendo sacarme del aprieto a pesar de que eso va a fastidiar aún más a Fabri.

—Perfecto, envíenme la ubicación, veré dónde dejé mi teléfono...

Tanteo mis bolsillos intentando encontrarlo, pero no traigo nada. Lula suelta una risa y rebusca en su cartera.

—Me lo diste en el taxi.

—Ah, cierto, lo había olvidado...

Me lo da y en cuanto enciendo la pantalla descubro que tengo demasiados mensajes que de seguro son sobre el show. Guardo el teléfono sin leer nada, ya luego en casa los veré, ahora solo puedo pensar en encontrar a esa chica.

Aunque bueno, primero la paga, que la necesito. El acuerdo es que me llevo el treinta por ciento de la recaudación de la noche, hoy había muchísima gente, así que el dinero será bueno.

No lo suficiente para pagar una casa, lo sé, pero al menos no estaremos en la calle.

Aguirre, el dueño del bar, me da el dinero en un sobre que guardo en el interior de mi chaqueta, le agradezco, y luego de un breve intercambio de palabras me despido para salir.

—Está en los camerinos —me dice antes de que cruce la puerta—. La chica morena, Freya, me dijo que te espera en los camerinos.

—Ah... gracias —articulo apenas.

De pronto estoy el triple de nervioso que antes. ¿En los camerinos? ¿Por qué? Si dijo que quería tomar algo, pensé que sería un lugar público.

Demasiado directa, me siento intimidado.

Camino en modo automático por el pasillo de los camerinos, si así podemos llamar a unos cuartos llenos de humedad y olores raros que le dan a los músicos para cambiarse o dejar sus cosas.

¿Qué le voy a decir? Nada, ella es la que quiere hablarme. En privado. Muy privado. Demasiado.

No quiero acostarme con ella, no tan pronto, no soy así. Apenas intercambiamos tres palabras, no sé quién es. Me parece hermosa, sí, pero no voy por la vida tan rápido, me gustan los rodeos, la tensión, la espera, la ansiedad que eso genera.

¿Qué le diré si eso es lo que quiere? Quedaré como un imbécil si le digo que sí me interesa, pero necesito al menos un par de citas antes, unos días hablando por Whatsapp, no lo sé, una mínima interacción que me diga que no voy a arrepentirme luego por acostarme con una persona desagradable.

¿Antiguo? Tal vez. No soy la persona con más experiencia del mundo, tengo veinte años y me pasé cuatro con una chica que me dejó cuando le dije que soy bisexual.

Ella, un par de amores de verano que duraron algunas semanas, y Eliseo. Esa es toda mi experiencia en vínculos.

No me siento mal por elegir mi ritmo, pero me hubiera gustado que ella de verdad solo quisiera ir a tomar algo, que quisiera conocerme. Tal vez la culpa sea de la imagen estereotipada sobre los músicos: chicos nocturnos que duermen con chicas bonitas distintas todas las noches, desinteresados y drogadictos.

No soy nada de eso, un poco desinteresado, tal vez, pero más por distraído que por egocéntrico.

Solo hay tres camerinos y dos tienen la puerta abierta, así que es obvio que me espera en el último.

¿Y si no entro? ¿Y si me voy con mis amigos al bar y me olvido de esta extraña situación?

Mejor dejo la decisión en manos del azar. Me paro frente a la puerta y la señalo con mi dedo una vez, y luego al pasillo, mientras cantó en mi mente la cancioncita de las decisiones importantes:

Ta, te, ti, suerte para ti, chocolate con maní, te dará- la- suer- te- pa- ra- ti.

La puerta. El destino quiere que entre, ¿quién soy yo para desobedecer al ta-te-ti?

Pongo mi mano en la puerta y, con una respiración profunda, la abro.

Lo primero que mis ojos ven es a ella, iluminada por la débil luz amarillenta que cuelga de un desprolijo cable en el centro de la habitación.

En cuanto me ve sonríe, yo me siento demasiado tenso como para corresponderle la sonrisa. Está sentada sobre la mesa frente al espejo, la que se supone que es para maquillajes, sus pies no llegan al suelo y los balancea de forma descoordinada. Trae unos jeans bastante grandes y rotos, tienen más agujeros que tela, sus muslos están al aire por completo; y también un top amarillo.

Qué bien le va el amarillo a su piel, creo que tengo un nuevo color favorito.

—Te dije que vendría —dice, muy confiada, y entonces reparo en que hay otra persona dentro de la habitación.

Es un hombre, tal vez tendrá unos cuarenta y algo, viste un traje azul de forma un poco casual, sin corbata y bastante desaliñado, pero impone su presencia de todos modos.

Me cuesta conectar mis neuronas.

—Hola, Emilé —Saluda, pronunciando muy mal mi nombre.

—Es Émil, la última E no suena —lo corrijo, aunque solo estoy pensando en mantenerme cerca de la puerta por si tengo que correr—. Mis amigos me dicen Emi.

Y mi mamá Mimi, pero no voy a decir eso.

—Oh, claro, lo siento —se disculpa con una sonrisa— ¿Puedo llamarte Emi también?

—Dijo que sus amigos —le responde Freya por mí, para luego voltearse a dónde estoy—: Lo siento por el misterio y todo eso, no quería distraerte antes del show, pero tampoco quería que te fueras sin poder hablarte porque no sé cómo comunicarme contigo, no me respondes en Instagram.

—¿Me hablaste en Instagram?

—Varias veces.

—Lo siento, soy muy distraído.

—Está bien —sonríe y se baja de la mesa—. Me llamo Freya, y también soy música.

Soy música, eso suena bonito. Sé que se refiere al término femenino de "músico", pero suena a qué también fuera la música misma.

—Él es Guillermo Macías, es mi manager, y tenemos una propuesta para ti.

—¿Qué clase de propuesta?

—¿Tienes representante? Tal vez puedo hablar los términos con él —sugiere el tipo, que ahora sé que se llama Guillermo.

—Soy un músico independiente, lo que haya que hablar, es conmigo.

—Estamos en un proyecto gigante —comienza a explicar de inmediato—. Hay muchísimas cosas que explicar, pero en resumen, estamos armando una banda para que sea el próximo éxito juvenil. Solo nos falta un integrante, y Freya cree que eres perfecto para eso.

—¿Yo?

—Tú —responde ella con confianza.

—Eso requiere muchísimo compromiso, y justo en este momento estoy pasando por un momento personal muy complicado, ni siquiera sé si podré seguir haciendo música... —me niego de inmediato.

—A ver, tal vez nos estamos entendiendo mal —me interrumpe Guillermo—. Yo trabajo para Thunder Music.

Mis ojos se abren de forma exagerada, mi cerebro no lo procesa, Thunder Music es una de las disqueras más importantes del mundo. Tiene que ser una broma, una estafa, algún ridículo chiste...

—Te estoy hablando de una banda que está siendo estratégicamente diseñada para triunfar a nivel mundial. Te hablo de discos, giras, premios, millones de fans, millones de dólares.

El sueño de cualquier artista, que le den de la nada la fórmula del éxito y de pronto encontrarse en la cima. Pero sé que no es así, sé que eso tiene un costo, y eso es que ellos manejen por completo mi carrera.

Convertirme en su títere, que me digan qué cantar, qué vestir, qué decir, a quién amar. Eso no era lo que yo soñaba cuando pensaba en vivir de la música.

Sin embargo, la posición en la que me encuentro me hace sentir acorralado.

Millones de dólares, ¿cuántas casitas puedo comprar para mi mamá? Aceptar este trato resolvería nuestros problemas, y además, me daría la posibilidad de devolverle un mínimo de todo lo que ella ha hecho por mí.

Que pueda dejar el trabajo que odia, que pueda hacer lo que sueña, dedicarse a hacer solo cosas que le hagan bien...

Son pros y contras, todos demasiado contundentes, ninguno superficial.

—¿Lo... puedo pensar un par de días? —balbuceo en cuanto logro hablar.

—Sí —responde Freya de inmediato, pero su manager la interrumpe.

—Tenemos que cerrar esto antes de que acabe el mes, así que no puedo ofrecerte más que tres días.

—Guillermo te enviará el contrato —se vuelve a anticipar ella—, hoy mismo, así puedes esclarecer todas tus dudas en estos días. Si me das tu teléfono puedo darte mi número, así me hablas de lo que no entiendas, yo firmé el mismo contrato y también tuve muchas dudas antes de hacerlo.

Rebusco en mi bolsillo y lo desbloqueo antes de dárselo, sobre todo para que no vea que tengo a Luke Hemmings en la pantalla de bloqueo. El fondo de inicio también es de 5SOS, pero al menos es una imagen más neutral.

—Amo Wildflower —murmura con una breve sonrisita en cuanto me regresa el teléfono, luego de dejar su número allí.

Le regreso la sonrisa, aunque un poco tímida, y vuelvo a guardar mi teléfono.

¿Quedé como estúpido creyendo que le gustaba? Evidentemente, pero nadie lo sabrá y el secreto morirá conmigo.

Luego de darles mi correo electrónico para que me envíen el contrato y de una incómoda despedida, salgo del bar con demasiadas cosas rondando en mi cabeza.

Discos, giras, premios, millones de fans, millones de dólares.

¿Acaso no es eso todo lo que había proyectado como músico? Definitivamente sí, pero qué sentido tiene si para eso tengo que perder todo lo que me hace ser yo.

Quiero ser famoso y exitoso, sí, pero con mis canciones, mí música, siendo yo.

¿Cómo voy a compartir una banda con personas que no conozco? ¿Y si no hay conexión? ¿Si no me agradan? ¿Y si son una mierda de personas? ¿Y si son homofóbicos, racistas, machistas, clasistas o cualquier "ista" de los malos?

En la propuesta está claro que todo lo que buscan es algo comercial, él dijo que está diseñada estratégicamente para ser el próximo éxito juvenil. Eso incluye estudios de mercado, eso es darle a los adolescentes lo que quieren al costo que sea para que gasten su dinero en nosotros.

¿A cuánto de mí tengo que renunciar para aceptar ese contrato?

Aún así no logro procesar que de verdad me lo están ofreciendo, ¡a mí! Un chico de una ciudad pequeña, que toca en un bar al mes y tiene apenas diez mil seguidores en Instagram.

Entonces recuerdo lo que el tipo dijo: "Freya cree que eres perfecto para esto".

Ella me eligió, ¿Por qué? ¿De dónde me conoce? Estoy confundido.

Ni siquiera sé hacia donde estoy caminando, es súper tarde y la calle por la que me metí está vacía y oscura.

Llevo mucho dinero en el bolsillo, debería tomar un Uber o algo.

Le bajo el brillo a mi pantalla al mínimo para que no llame la atención, y me dispongo a pedir un auto para el sitio que sea en el que me encuentro.

Antes de que logre mi cometido una llamada de Lula invade mi pantalla y le respondo de inmediato.

—¿Dónde demonios te metiste? —reclama, un poco exaltada.

—No estoy seguro, pero ya estaba pidiendo un Uber y voy para donde estén, solo envía la u...

—¿Acaso no ves tú teléfono? Literalmente todo el mundo está intentando comunicarse contigo.

—Siempre que acaba el show llegan muchos mensajes, las chicas del grupo de WhatsApp y eso... no he visto nada, ¿Qué pasa?

—Es que no sabemos bien, solo... ¿Me puedes decir dónde estás?

Levanto la mirada para leer los nombres de las calles y los repito para ella.

—Es cerca del bar, está como a diez minutos del hospital —escucho a Fabri un poco más lejos, por lo que supongo que estoy en altavoz.

—¿Pueden decirme qué pasa?

—Llama a Manuela, nosotros te vemos allí.

Okay, ya me preocupé. ¿Cómo que hospital? ¿Cómo que llame a Manuela?

Le marco rapidísimo y responde al primer tono.

—¿Dónde estabas?

—¿Qué le pasó a mi mamá? —inquiero sin siquiera escucharla.

Que Manuela se haya comunicado con mis amigos a los que desde que me abandonó no ha visto, solo puede significar que algo muy malo ha pasado. Y mi mamá no me está llamando, así que supongo que es con ella.

—Está bien —comienza diciendo, pero su tono tranquilo es forzado—. No corre peligro, ¿sí?

—¿Qué le pasó? —insisto ansiosamente.

—Un accidente laboral, tiene algunas heridas pero todo es superficial. Entrará a cirugía en veinte minutos y...

—¿Cirugía? ¡Acabas de decir que fue superficial!

Siento como si una piedra me cayera en el estómago, la sensación es muy fea, una mezcla de miedo, nervios, ansiedad y culpa.

—Una fractura en el brazo.

—¿Una fractura? ¿Cómo? —me extraño de inmediato.

Mi mamá trabaja en un hogar de ancianos, ¿cómo es que un accidente laboral terminó con un brazo fracturado? ¿Acaso don Antonio la atropelló con su andador? ¿O doña María Luisa la golpeó con su bastón? No tiene sentido.

—¿Puedes venir y luego hacer las preguntas? Quiere verte antes de la cirugía y no estás por ningún lado.

Genial, ahora me quedaré con la incógnita.

—Intentaré llegar rápido, pero estoy bastante lejos —murmuro en respuesta antes de terminar la llamada para pedir el Uber de una vez.

Mis manos están temblorosas mientras intento usar el teléfono, pero no logro hacerlo bien y maldigo por lo bajo en mi segundo intento.

Un auto se detiene frente a mí, es el peor momento para lo que sea, así que ni siquiera levanto la cabeza a ver qué pasa.

—¿Todo bien? ¿Necesitas ayuda? —dice la voz de un chico, como de mi edad, desde dentro.

—Gracias, pero no te conozco —respondo con una fría cortesía, mientras intento centrar mi atención en el estúpido teléfono que justo ahora decide que es buen momento para enloquecer.

—Me llamo Dylan, estoy en la banda también.

Levanto mis ojos hacia él y lo primero que observo es el color rojo intenso de su cabello, igual que el de su auto.

—¿Cómo...?

No logro articular la pregunta, pero él la entiende de todos modos.

—Todos vimos tu show, eres increíble.

—¿Me seguiste?

—Estaba regresando al hotel, estás a dos calles del bar —responde con una risita, como si mi pregunta fuera un poco estúpida.

—Mi mamá tuvo un accidente, ¿puedes llevarme al hospital? —De inmediato tomo la decisión estúpida de confiar en el desconocido.

—Claro, sube —responde sin dudar.

Rodeo el auto y subo por la puerta del acompañante, rezándole al gran Freddie Mercury por que no sea un asesino en serie o un secuestrador con cara bonita.

Hablando de caras bonitas, wow, no es momento de andar mirando a nadie, pero lo que es evidente no se puede ignorar.

—¿Dónde está el hospital? —cuestiona en cuanto pone el auto en marcha.

—Si doblas en la esquina del bar y tomas la calle principal, estaremos allí en diez minutos.

—¿Cuál es la principal? —vuelve a preguntar, pero antes de que responda decide buscar una solución más rápida—: Déjame pongo el GPS, así puedo ir más rápido.

—¿No eres de aquí?

—No, ninguno de nosotros lo es. Solo vinimos por ti y la molesta insistencia de Freya, apoyada por Indra, obviamente.

—No... sé quién es ella.

—Es un dolor de huevos cuando quiere.

—¿Por qué?

—Prefiero dejar que lo interpretes por tu cuenta, eso de hablar mal de los demás no me va mucho —simplifica moviendo la cabeza—. La realidad es que canta como una diosa, eso es lo importante. Ya la conocerás...

—Aún no acepto el contrato, ni sé si lo haré.

—También lo dudé, después de saber cómo sufrieron los de One Direction, o las chicas de Fifth Harmony, da miedo firmar contratos parecidos.

—Entonces, ¿por qué firmaste? —cuestiono, hablar de lo que sea aleja la ansiedad de mi mente, y odio demasiado esa sensación.

El chico no se piensa demasiado la respuesta, como si ya la tuviera clara desde antes.

—Porque yo vivo, como, duermo y respiro música, y no me importa más nada que eso. El contrato nos da libertad musical, así que todo lo demás es secundario.

Ese es un buen punto, y estaba del lado de los "contras" en mi balanza.

—¿Cuántos son?

—Freya, Indra, Lúa y yo —Voltea sus ojos intensamente celestes hacia mí por un instante y agrega—: Tú eres el quinto y último integrante.

—Aún no acepto.

—Ya dijiste eso.

—Pero lo sigues afirmando.

—Porque sé que lo harás.

—¿Cómo estás tan seguro? —inquiero con un poco de molestia.

—Pura intuición.

Desvío mis ojos a la ventanilla y no respondo. La verdad es que las cosas solo se están complicando cada vez más, y siento que de algún modo todo en la vida se ha organizado para forzarme a aceptar el contrato.

Mi mamá tiene su brazo fracturado, eso significa que no podrá trabajar por meses y en el seguro solo le pagarán la mitad de su sueldo. No tendremos casa, ni dinero, y de seguro todo lo que traigo en el bolsillo se irá completo en gastos médicos.

Manuela querrá pagarlo, pero mi mamá se sentiría mal con eso. Prefiero que no tenga que pasar esa situación, ella le generó el daño emocional más grande de su vida, y yo estuve allí para ver cuánto dolió. Si ahora se hablan es solo por mí, y esto no tiene nada que ver conmigo, así que Manuela puede meterse su dinero en el anastasio.

—Lo siento, no quería incomodarte —se disculpa el chico, con sinceridad.

—No te preocupes, no es por ti.

—¿Qué le pasa a tu mamá?

—Se fracturó un brazo, entrará a cirugía en quince minutos.

Él asiente y mira la hora en la radio de su auto, y antes de pisar el acelerador murmura por lo bajo:

—Démonos prisa, entonces.

_________

Hola Pollitos 🐣

Segundo capítulo, amo mucho aquí, espero que ustedes también.

Espero con ansias el próximo viernes para que puedan leer y l que sigue 💙

Los amo :)

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