Me doy vuelta sin poder creerlo, no me tenía ni siquiera un poco de fe con respecto a vender siquiera uno de mis cuadros, mucho menos cuatro.
—¿Es en serio? —conociendo al antiguo Liam sé que le gusta hacer bromas tontas que solo él le encuentra gracia y antes de ilusionarme todavía más quiero estar segura de que no me está viendo la cara de idiota.
—Solo sé que Clarke compró el del ave azul, los otros tres seguramente algún ricachón que poco sabe de arte pero quiere parecer un genio.
Aplaudo con mis manos de la emoción y salto encima de él, abrazándolo. Espero a que sus brazos me rodeen y comparta mi alegría como tantas veces lo hicimos cuando éramos más jóvenes, pero su abrazo nunca llega, sino que en vez de eso, sus manos me apartan con cuidado de su cuerpo.
—¿Conoces el concepto de espacio personal? —sus ojos son serios—. En este momento estás irrumpiendo en el mío y eso no me gusta, Samantha.
Lo miro perpleja. El Liam de hace cinco años me habría abrazado y hecho girar en el aire, emocionado ante la noticia de los cuadros. Este Liam solo es un engreído de mierda que poco le importan los sentimientos de quienes lo rodean.
—Me caías mejor cuando íbamos al instituto.
—De seguro te encantaba tenerme detrás de ti enamorado como un idiota ¿no? —noto desprecio en cada una de sus palabras y frunzo el ceño.
—¿De qué hablas? ¿No que no me recordabas?
—Ohhh —ríe de costado—, Samantha Kein, claro que te recuerdo. ¿Crees que soy tan estúpido como para olvidar fragmentos de mi vida así como así?
Al principio sí lo creí, pero luego viendo que iba en serio me terminé por convencer de que de verdad no me recordaba.
—¿Entonces por qué dijiste que no? —demando.
—Estoy en un punto de mi vida donde tengo lo que se me da la gana y a quien se me da la gana. No veo por qué querría traer a mi presente un fantasma insignificante de mi pasado como tu.
Me da mucho asco que intente rebajarme diciendo que soy insignificante, más aún ahora que sé que me recuerda y por ende también lo que hubo entre nosotros. Quizá yo le esté dando muchas flores a nuestra relación, pero para una adolescente cuyas amigas pasaban por relaciones tóxicas mientras yo vivía los mejores momentos de esa etapa con un chico amable, lindo y que me quería era como una fantasía de otro planeta.
—Engreído de mierda.
—Fenómeno.
Me da la espalda y se aleja caminando hasta llegar al círculo de personas en donde está Clarke. Pone su mano en la cintura de la mujer y ella le sonríe batiendo las pestañas una y otra vez de una forma coqueta. La veo meter la mano en el bolsillo del traje de Liam y acercársele al oído para decirle algo a lo que él le responde con una sonrisa ladina.
Aparto la mirada haciendo un mohín de asco y me pongo de puntillas para intentar localizar a Eri. Logro divisarla charlando con un grupo de chicas y me acerco con sigilo.
—Eri —intento llamar su atención con éxito porque se da vuelta y me contempla sonriente.
—¡Ella es Sam, la artista de la que les estuve hablando, chicas! —me presenta y yo sonrío con incomodidad.
—Sam, ellas son Stacy, Ambar y Wanda —las tres chicas me sonríen y yo les devuelvo el gesto—. Ambar acaba de comprar el cuadro de la niña que llora para su mamá...
—Lo amé, al verlo sentí una clase de nostalgia rara, de verdad te has pasado con esa pintura —la chica, Ambar, mueve las manos con emoción mientras habla.
—¡Qué lindos ojos que te cargas! —chilla la colorada, Stacy.
—Gracias —digo, alargando la palabra para no sonar tan seca y me dirijo a Ambar otra vez—. Espero que a tu mamá le guste.
—Estoy segura de que le encantará... ¿Crees que podamos sacarnos una foto? Sé que serás exitosa y quiero poder decir que estuve desde el inicio.
Eri le arrebata el celular de las manos y nos apunta a las cuatro, a las tres chicas y a mí, con la cámara. Sonrío e intento acomodar mi postura para las quinientas fotos que de seguro Eri nos tomará en estos cinco segundos, porque ese es su don.
—¡Suerte con la venta! —Ambar se despide con un beso y las otras dos chicas solo sacuden su mano.
—Son agradables ¿no te parece? —pregunta Eri mientras las ve alejarse parada a mi lado.
—¿Cuál te gusta? —conozco esa mirada.
—¿Qué? No, ninguna.
Lo niega, pero sonríe mordiéndose el labio y eso la delata.
—¿A qué venías? —Y ahí está la segunda señal, busca cambiar de tema porque se siente expuesta.
—¡Ah, sí! —tomo aire—. Suena imposible, pero ¡acabo de vender cuatro cuadros!
Su ceño se frunce un instante mientras parece procesarlo y acto seguido siento sus brazos rodeándome en un abrazo de oso que me deja sin aire.
—¡Sam eso es fantástico! —se aparta unos centímetros y vuelve a abrazarme—. ¡Estoy muy orgullosa de ti!
—Liam me lo acaba de decir, no sé si el que compró Ambar también venía incluído en esos cuatro, pero aún no caigo en que en mi primer exposición haya conseguido vender algo.
—No he visto a la estrellita desde que te di el celular, por cierto ¿qué te dijo?
—Que me recordaba...
—¿Eh? ¿De qué mierda hablas? ¿Qué te has fumado?
—Liam, me dijo sabe quien soy y que no se olvidó de lo nuestro.
—Okey... estaba preguntando qué te dijo Joaquín, pero esto me interesa más. Yo pienso que deberías dejarlo y quedarte con la estrellita, ambas sabemos que en una lista de pros y contras Liam le pasa el trapo por encima al tonto de tu novio.
Podría centrarme en defender a Joako, pero llevo el mismo tiempo siendo su novia que siendo la mejor amiga de Eri y ya estoy acostumbrada a que se tiren comentarios de odio entre ellos sin ningún motivo.
—Mintió que no me recordaba porque dice que no quiere traer fantasmas de su pasado a su fabuloso y sorprendente presente. No está interesado en mí ni yo en él. Esa es la mayor contra y la que resume todo lo que te estés imaginando a nada.
—Dí lo que quieras, aún así sigo prefiriendo al idiota con dinero.
—¡Pero si hace unas horas te declaraste team anti-CorbynHood!
—¡Y sí, lo odio a él pero más odio a Joaquín así que la estrellita engreída gana!
Niego con la cabeza riendo, el día que las vacas vuelen será cuando a Eri le caiga bien Joako y viceversa.
—Ahora cuéntame qué te dijo el bueno para nada.
Doy un suspiro antes de relatarle palabra por palabra mi conversación con Joako.
—Ves, por eso me cae mal. Confía tanto en ti que no puede soportar que alguien diga que está saliendo contigo incluso cuando es por conveniencia y él lo sabe.
—A mi tampoco me gustaría que alguien así de guapo y encima famoso diga que está saliendo con él, entiendo sus celos.
—Debe de ser duro ¿no? —me giro tras escuchar su voz a mi espalda y como no, allí está el engreído de mierda con esa sonrisa estúpida plasmada en su rostro—. Yo también tendría celos si alguien tan ¿cómo dijiste? ¿guapo? como yo dijese públicamente que sale con mi novia.
—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas. —le espeto.
—También lo es hablar de alguien a sus espaldas y no me estoy quejando, fenómeno.
—¿Fenómeno? —Eri lo mira de arriba a abajo haciendo un mohín de asco.
—No te metas donde no te llaman, linda —le dice él y regresa su mirada a mi—. Cuando termine este evento de mierda búscame para que te lleve a casa.
—Ella se va conmigo.
Eri se pone delante de mí, seguramente fulminándolo con la mirada y dispuesta a darle una bofetada por idiota.
Él sonríe con suficiencia y se dirige a mí por encima de los hombros de Eri, como si el hecho de que ella estuviera ahí no le importase en lo más mínimo.
—Te espero para llevarte a casa, Samantha.
Y con eso se da media vuelta y desaparece entre la multitud.
—¡Dios, casi me meo! —chilla Eri, girándose hacia mi—. ¿Viste esa mirada de que iba a devorarme?
—Es un idiota —comenzamos a caminar por el salón.
—Uno muy guapo, Sam. No intentes negarlo.
—Lo guapo se le quita cuando te fijas en su personalidad. El físico no importa mucho si por dentro eres la basura más grande del mundo.
—A mi no me importaría salir con esa basura si con ello voy a estar en todas las revistas juveniles.
Lo dice como si la tonta fuera yo por no considerar esa oportunidad.
—No me interesa la fama —una señora me sonríe y yo le devuelvo el gesto.
—Si quieres vivir del arte tienes que hacerte conocida y sí, confío en tu trabajo y en que serás exitosa algún día. Acercarte a Corbyn solo hará que ese día llegue más temprano.
—Hoy no querías siquiera que él me llevara a recorrer el lugar y ahora te pones de su lado. ¿Con amigos así quién quiere enemigos?
—Digamos que tuve una charla intensiva con Camille —me guiña un ojo y yo niego con la cabeza.
—Si Joako se entera de que Liam me llevó a casa le tendré que dar muchas explicaciones.
No quiero peleas con mi novio por un idiota como él.
—No tiene por qué enterarse, además solo te llevará a casa, ni que te fuera a pedir matrimonio.
—No sé...
—No harás nada malo.
—¿Con quién te irás tú? —no pienso dejarla sola—. Te vienes con nosotros y te quedas en casa...
—Tengo cita para esta noche —la miro con el ceño fruncido—. Tu sexy asistenta me invitó a tomar algo y mamá me enseñó que es feo decir que no cuando una nena tan linda te invita a hacer algo, así que tuve que decirle que si.
—No cambias más, Erika Daiana.
—Solo aprendí que la vida es muy corta para no quitarme las ganas cuando se me presenta la oportunidad, deberías aplicar mi regla también.
De repente como que está más filosófica de lo normal.
—Tú te vas con Corbyn y yo con Camille, todos felices.
—Me voy a meter en problemas con mi novio por esto.
—Si te deja te hace un favor, Sam.
—¡Por favor, su atención, por favor! —grita el hombre que me presentó desde encima del escenario y atrae todas las miradas—. Dado a que tenemos un conflicto entre dos clientes, haremos una subasta de la obra prodigia. Samantha, ¿por favor podrías subir?
Miro a Eri con confusión y ella me empuja prácticamente hacia adelante para que espabile y me ponga en marcha.
Subo las escaleras hasta el escenario y me paro junto al hombre que me contempla sonriente.
—Sonríe, chica —me susurra y mi rostro cambia automáticamente—. Los interesados en la obra, por favor si pueden hacerse presentes.
Desde aquí arriba en el escenario veo como un hombre de unos cincuenta años camina hacia nosotros y sube las escaleras con ayuda de un chico joven, posicionándose junto al presentador. Se escuchan unos aplausos que al principio estoy convencida de que son para este cincuentón, pero cuando veo a Liam acercándose con esa estúpida sonrisa engreída plasmada en su rostro no me quedan dudas de para quién son en realidad.
Liam se para a mi lado y me sonríe ampliamente, pasando su brazo por detrás de mi cintura pero sin llegar a apoyar la mano en ella.
—Hay que fingir que eres mi novia ¿me dejas? —asiento disimuladamente y noto la presión de su mano sobre mi piel.
—No había necesidad de que iniciaras esto, podrías haber comprado cualquier otro cuadro, Liam.
Me dedica una sonrisa antes de besar mi cien con delicadeza.
—Ese es el que más me gusta de todos.
Sinceramente, siento incomodidad estando aquí arriba a la vista de todos y de todas. Me siento juzgada por cada una de esas miradas feroces que parecen estar esperando a que dé un paso en falso para reirse a mi costa.
—Lo haces solo para demostrar que puedes comprar y tener lo que se te da la gana.
Mientras, los hombres encargados de mover los cuadros de un lado al otro suben el cuadro en cuestión, cubierto por una tela negra que le da un toque misterioso.
—El dinero no me da ni me dió lo que quiero tener, así que no hables solo porque tienes boca. Quiero ese cuadro porque me recuerda a alguien en especial.
Y entonces uno de los hombres tira de la tela, descubriendo a un Liam joven plasmado en el lienzo. Una de mis primeras obras, poco profesional y que sin duda no debería estar aquí.
Hice el bosquejo en la primera noche que dormimos juntos encima del techo de la vieja camioneta van de su abuelo, mamá tenía guardia toda la noche y aprovechamos para pasar el rato juntos tirados al costado de la ruta.
—Yo no seleccioné este cuadro para la exposición.
Recuerdo haber dejado en claro que este iba al almacén, Camille estaba presente y por eso le dedico una mirada de confusión a ella que se encoge de hombros sin entender tampoco.
—Primero lo de la camisa y ahora esto —me da otro beso en la cien—. Te empeñas en hacer que la gente me vea desnudo, eh.
—Es un error, Liam. De verdad, se suponía que iba al almacén.
—Y ahora irá a mi casa. —se aparta un poco y mira al hombre que también está interesado en el cuadro—. ¿Mil dólares te parece bien para comenzar?
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Holiwa, Holiwa.
Acá ando reportándome después de casi un mes, PIDOPERDÓN. Estoy haciendo muchas cosas ahora mismo y corro con el tiempode acá pa allá, againpidoperdon.
Extrañaba decir que las kiero, feas ♥
Nos vemo a la vuelta de la esquina.