UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLET...

By Jota-King

607 158 11

Saga "The Wings of the Scorpions" Primera entrega. En un pueblo olvidado del mundo, Arturo debe luchar día a... More

Notas del autor.
Cita en el bar.
La amenaza de un extraño.
Atención a las señales.
Recuerdos del pasado.
Conflictos.
Viaje al fondo del abismo.
Una señal de esperanza.
Palabras del alma.
No hay plazo que no se cumpla.
Las llamas de la venganza.
Cenizas.
Mar de dudas.
Noche de insomnio.
Luto en Los Manzanos.
El último recorrido.
Considérate afortunado.
Familia fracturada.
Nuevo error.
Don nadie.
Hombres de la calle.
Cementerio de esperanza.
En el lugar equivocado.
Un nuevo destino.
Se abren puertas.
Oportunidad.
Prueba de confianza.
Una nueva identidad.
Son más que sueños.
Sinceridad.
Bondad en el corazón.
Encuentro inesperado.
Mordiendo el anzuelo.
Retomando el juego.
Convaleciente.
Pleito en el bar.
La muerte anuncia su llegada.
Con el corazón en la mano.
Una estrella en el firmamento.
Adiós viejo querido.

Noches perdidas.

6 3 0
By Jota-King

Con lo que el señor Riquelme no contaba aquel día, era con que John Michael lo buscaría para ofrecerle trabajo, aunque fuese solo por el día. Su felicidad simplemente no se podía traducir en palabras, bastaba con mirar el brillo en sus ojos para darse cuenta. Para un hombre de la calle que día a día debía sobrevivir, recibir caridad o en su defecto limosna, era una bendición tener la posibilidad de ganar dinero mediante un trabajo.

No cualquiera de buenas a primeras ofrecía algo así a un vagabundo, no obstante, John Michael era una persona diferente y una especie de protector para el señor Riquelme; por lo menos así lo sentía él. Tras dejar oculto el carro con las cosas que el hombre había acumulado para vender, comenzaron a caminar rumbo al taller, mientras John Michael le explicaba al señor Riquelme en qué consistía el trabajo, y le recordaba que recibiría una módica suma de dinero por el servicio prestado.

Aquello para el hombre era un pequeño alivio en su día, puesto que no contaba con dinero alguno en sus bolsillos. Su semblante había cambiado al ver que John Michael le tendía una mano en el momento que más necesitaba. Él lo consideraba su ángel guardián, ya que siempre aparecía en los momentos precisos para brindarle ayuda con algo de dinero para comer, a pesar de la manera tan especial que tenía para hacerlo. Ya en el taller, se reunían con el anciano, quien preparaba la mesa para comer algo antes de comenzar los trabajos.

—¡Hola mi amigo, —apenas lo divisaba, el señor Riquelme saludaba al anciano de manera cordial, una vez que ingresaba en compañía de John Michael al lugar— buen día!

—¡Cómo está señor, tanto tiempo! Llega justo para sentarse a la mesa.

—¡Pero por favor, para qué se tomó la molestia, ya es suficiente con que me den algo de trabajo el día de hoy! No debió tomarse esa molestia.

—No es ninguna molestia, —aseguraba el anciano, invitándolo a sentarse— además, no se puede trabajar con el estómago vacío. La comida no será la mejor del mundo, pero de que quita el hambre, la quita.

—¡Oiga yo también estoy aquí! —Alegaba por su parte John Michael, pues su tata no lo invitaba a sentarse, más que alegato, lo hacía meramente por molestar. (¿Acaso no piensa alimentarme este viejito, qué se cree?)

—¡Tú no eres visita muchacho, mejor pon los platos en la mesa para servir, la comida está caliente ya!

—¡Puta todo yo! —Alegaba mientras se disponía a sacar los platos y cubiertos del mueble donde se guardaban, acomodándolos sobre la mesa.

—Deja de alegar tanto, qué va a pensar tu invitado. —Le refutaba por su parte el anciano, al tiempo que le daba una palmada en la cabeza para molestarlo.

—¿Y qué me importa a mí lo que piense este viejo de mierda? ¿Cierto señor Riquelme que eso da lo mismo? ¡Apóyeme, apóyeme!

—Ya no me sorprende tu manera de ser y de hablar mi amigo. —Éste se acomodaba en una de las sillas que bordeaban la pequeña mesa, observando con cierto grado de ansias la comida que podría degustar. Con solo sentir el aroma ya se le hacía agua la boca.

—¿Ve tata, al viejito este no le incomoda? —John Michael miraba al anciano al decir esto, esperando la respuesta que no tardaba en llegar. Pero no era lo que esperaba.

—Te he repetido hasta el cansancio lo mismo muchacho, —el anciano le daba una mirada digna de un padre a un hijo cuando se avecina una buena reprimenda, mientras revolvía la olla con comida sobre la cocina— debes cambiar tu manera de hablar, y sobre todo el modo en que te diriges a tus mayores, nuestras canas merecen algo de respeto.

—¡Ni que fueran tan viejos, —le alegaba John Michael— si todavía les falta para oler a gladiolo, más lo que se quejan oh!

—¡No hay caso contigo, iglesia abandonada! —Le gritaba el anciano, lanzándole un paño de cocina.

—¡Ya empezamos con las faltas de respeto!

—¡Mira quién habla de respeto! —El señor Riquelme no perdía tiempo alguno y se sumaba a la discusión de los hombres.

—¡Ah, se pusieron de acuerdo para atacarme acaso! ¡Vejestorios sin respeto!

—¡Weón de amarillo, pon la mesa y déjate de tonterías, me tienes mareado! —El anciano ya estaba al borde de perder la paciencia, eso sin contar que aún permanecía molesto por la desvelada de su pupilo.

—¡Usted marea con su olor a queso rancio! —Entre risas John Michael le respondía el ataque, negándose a perder la batalla, aunque sabía que el anciano estaba molesto con él, no podía desaprovechar el momento para distender un poco los ánimos entre ellos. Por su parte, el señor Riquelme observaba en silencio la disputa entre ambos, sin entender nada.

—Sigue. —El anciano lo miraba desafiante, empuñando la cuchara de madera con la que revolvía la comida. Por su lado, John Michael no notaba aquello, pues estaba terminando de preparar la mesa, y seguía con el debate.

—Yo le sigo, tengo todo el día.

—¡Termina de acomodar la mesa hombre, que la comida se enfría!

—¿Y qué vamos a comer? —Preguntaba John Michael al terminar de acomodar ésta.

—Un rico plato, se llama come y calla. —El anciano intentaba disimular su enojo para no hacer sentir incómodo al señor Riquelme.

—Qué chistoso el anciano, —musitaba John Michael— mejor sirva nomás, la mesa está lista.

—Yo no sé cómo lo aguanta en las mañanas mi amigo. —El anciano se dirigía al señor Riquelme, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras se disponía a tomar asiento.

—Viendo como lo trata, lo que yo aguanto es la nada en comparación. —Tímidamente, el señor Riquelme tomaba una pieza de pan que se encontraba en una bandeja sobre la mesa, y la dejaba junto a su plato.

—Si van a hablar de mí, por último esperen que salga de aquí. —Alegaba por su parte el aludido.

—¿Sigues perdiendo el tiempo muchacho? —El anciano le volvía a dirigir una mirada poco agraciada, esperando a que John Michael pusiera sobre la mesa la olla con la comida caliente para comenzar a servir los platos— La comida se enfría.

—¡La comida se enfría, la comida se enfría! —Expresaba éste en tono burlesco mientras depositaba la olla sobre un trozo de madera sobre la mesa, para evitar quemar la cubierta de ésta— ¡Quién lo mandó a calentarla antes!

Por fin lograban sentarse a comer un apetitoso estofado de carne, era lo que habían guardado de la compra del día anterior. Al centro de la mesa se encontraba un plato con rebanadas de pan y un par de botellas, una con bebida gaseosa y la otra con jugo. John Michael se dispuso a servir la comida en los platos de los hombres y luego el suyo. Por fin guardaba silencio, pues se encontraba comiendo, y tenía por costumbre guardar silencio mientras comía.

Una vez acabado el almuerzo y reposar por unos minutos, vino la taza de café, la cual ya era costumbre entre John Michael y su tata, aunque éste último hacía tiempo había dejado de tomarlo por orden del médico, por lo que John Michael lo reemplazaba por té, aunque al anciano no le gustase mucho. Una vez que las tazas se encontraban vaciadas, John Michael retiró la loza y comenzó a lavarla, entre tanto los hombres salían al patio.

Minutos después John Michael aparecía junto a ellos y pusieron manos a la obra. A un costado de la construcción que se encontraba en pie, había un espacio lleno con diversos elementos propios de un taller mecánico, por lo que debían reacomodarlos en otro sector cercano a este, dado que se encontraban sobre un piso de cemento, en el cual el anciano pretendía levantar el dormitorio que utilizaría John Michael.

—¿Por dónde comenzamos? —Preguntó John Michael, esperando las órdenes del anciano, quien era el que sabía la distribución de los objetos.

—Todas las latas hay que llevarlas a los contenedores para la venta de chatarra, —respondía el anciano ante su pregunta— los motores y demás piezas hay que agruparlos bajo techo para revisarlos y ver cuales se encuentran en buen estado, y lo que consideres que ya no sirve se va a los contenedores que tenemos para la venta de fierro.

—¡Ya viejo Riquelme —exclamaba entre risas John Michael, aprovechando lo que el anciano había dicho— no se hable más, te fuiste al contenedor!

—¡Mocoso insolente nomás! —Le alegaba el anciano en el momento— ¿Qué maneras son esas de tratar a tu invitado?

—¡Oh que tanta alharaca, si era broma nomás!

—Tiene de todo un poco aquí, y por lo que veo lo que más sobra no sirve para nada, sin agraviar lo presente —decía el aludido, dándole una mirada graciosa a John Michael, quien de inmediato entendía la broma— aunque la mayoría es solo lata.

—¡Puta que lata, ya, a trabajar entonces! —Exclamaba John Michael, comenzando a echar manos a la obra, no sin antes impartirle las tareas al señor Riquelme— Ya viejo Riquelme, usted encárguese de llevar las latas a esos contenedores azules que están allá, yo mientras veo esos motores para ver qué sirve. Oiga tata, ¿la transpaleta está desocupada?

—Creo que la dejamos en el patio siete.

—¿La dejamos? —Con ironía se cruzaba de brazos— Me huele a manada ese comentario.

—No te preocupes muchacho, tú revisa esos motores mientras voy por ella para que no comiences a alegar.

El anciano daba media vuelta y a paso lento iba en busca de dicha herramienta, la cual es un tipo de carretilla elevadora manual básica, y su función principal es mover palés a nivel del suelo, permitiendo así un transporte horizontal de mercancía. En este caso su uso se limitaba a mover motores y objetos pesados dentro del taller, ya que la que tenían tenía una capacidad de 3000 kg, suficiente para alivianarles el trabajo dado los motores que debían mover. Por su parte, el señor Riquelme junto a John Michael comenzaban con sus labores.

—¡Oh si yo no he dicho nada… todavía! —Exclamaba John Michael, mientras observaba el lento caminar de su tata. Solo unos segundos bastaron para que volteara su mirada hacia el señor Riquelme— Oiga mi viejo, por el costado de los contenedores hay una escalera para que pueda tirar dentro las latas, y suba con cuidado, mire que aquí no hay seguro por accidentes.

—¡Tranquilo muchacho, —respondía con seguridad en sus palabras, pues a pesar de cargar con 65 años en el cuerpo y aparentar muchos años más producto de la vida que a su pesar llevaba, tenía experiencia de sobra en el ámbito de mover cosas de un lugar a otro, pues así se ganaba día a día la vida— si no es primera vez que hago este tipo de cosas!

Mientras el señor Riquelme separaba las latas para depositarlas dentro de los contenedores, John Michael apartaba los motores que después revisaría minuciosamente para trasladarlos, y al mismo tiempo, apilaba en otro sector los que consideraba que no eran útiles. Unos veinte minutos más tarde, el anciano aparecía con la transpaleta.

—¿Qué pasó tata que se demoró tanto, —apenas lo veía llegar al lugar, John Michael comenzaba a interrogarlo, o mejor dicho, a bromear por su demora— se pasó a jugar pool por ahí o había mucho tráfico en el camino?

—Ya no tengo la juventud de antes muchacho, —respondía el anciano, sentándose en su silla mecedora para recuperar el aliento— mis pasos son más lentos. Pero si tuviera tu edad, ya tendría limpio aquí.

—¡Ah, se quiere burlar de mí, viejo insolente nomás! —Alegaba mientras le señalaba los motores que tenía apartados— Ya mire, estos motores se ven buenos, pero tengo que revisarlos en detalle después, y esto de acá es solo basura, nada que se pueda rescatar.

—Bien me parece. Bueno, ya te traje la transpaleta, ahora puedes llevarlos bajo techo para revisarlos después. Lo importante es que dejemos limpio este espacio, ya mañana debe llegar el pedido y tiene que quedar en este sector para que después los maestros vengan a armar tu dormitorio.

—Si tranquilo hombre, si va a quedar listo hoy, —aseguraba John Michael, observando el lugar que estaban despejando— por suerte no es tanto lo que hay, se veía mucho porque las latas hacían bulto, pero mi ayudante va bien con el despeje.

—Bien muchacho, fue buena tu idea de traerlo.

—Yo siempre tengo buenas ideas tata. —Se jactaba éste, dándose golpes en el pecho.

—¡Excepto cuando tienes malas ideas muchacho! —Exclamaba entre risas el señor Riquelme, quien justo llegaba a buscar más latas para depositar en el contenedor.

—¡Ya, y quién le pateó la jaula, mejor siga en lo que está nomás, que anda parando oreja en conversaciones de adúlteros! —Alegaba por su parte John Michael.

—¡Adultos muchacho! —Corregía el anciano a su pupilo.

—¡Sí como sea! Mejor trabajen vejetes, que para eso les pago.

—¡Y quién te puso la jineta de jefe! —Exclamaba con una sonrisa el anciano— ¡Mejor mueve tu trasero amarillo antes que nos caiga la noche encima!

—¡Este amarillo siempre con sus chistes locos! —Expresaba por su parte el señor Riquelme, mirando a John Michael.

—¡Puta más lo que alegan, igual que les alegro el día al par de dinosaurios! —Todos rompían en risas luego de los alegatos de John Michael, y es que a pesar de lo que sucediera, éste siempre encontraba la manera de robarles aquello, una sonrisa.

La penumbra se dejaba caer minutos después que los hombres dieran por finalizada la labor del día. John Michael en compañía del señor Riquelme terminaba de barrer el sector despejado, y por su parte el anciano ponía a hervir agua para combatir con una taza de café el frío que a esa hora se comenzaba a sentir. Terminada la limpieza los hombres ingresaron al inmueble para disfrutar del café preparado por el anciano, mientras platicaban sobre lo realizado durante el día.

John Michael le dio al señor Riquelme el dinero convenido, y éste se retiró agradecido no solo por el pago, sino también por considerarlo para dicho trabajo. Ya entrada la noche, y luego de que el anciano se retirara a dormir, John Michael tomó la camioneta y salió del taller en dirección al bar para reunirse con Camilo y Moisés, quienes a su juicio, eran la clave para dar con el paradero de Federico. No sin antes tener que cambiar el neumático que había ponchado.

La reunión nunca se llevó a cabo, pues los hombres no aparecieron. La escena se repitió en las noches venideras, y así cumplió dos semanas asistiendo cada noche a dicho bar, sin resultados positivos, y sintiendo que le habían tomado el pelo. Su desesperación con el correr de los días iba de mal en peor. Si aquella noche los hubiera convencido de ir en busca de Federico, quizás las cosas serían distintas, y habría terminado con toda la pesadilla que vivía día a día.

Lo que ignoraba, era que aquella noche, cuando volvió en busca de Moisés y Camilo, dos hombres lo habían seguido hasta el taller, y en los días posteriores, cada uno de sus movimientos había sigo vigilado. Sin embargo, nadie había intervenido para hacer algo en su contra. Esas eran las órdenes del líder, mantener vigilancia sobre él en todo momento. Cada paso que daba fuera del taller estaba registrado, así como la gente con quien tenía contacto

En uno de los tantos escondites que manejaba la organización en la ciudad, un grupo de hombres se encontraba reunido, encabezados por Sandro. El motivo de dicha reunión no era otro que obtener la información recabada concerniente a los movimientos de John Michael, dado que por fin habían logrado dar con su paradero. El juego de aquel al que apodaban simio no podía volver a verse truncado.

—Muy bien muchachos, —Sandro se dirigía a sus subalternos, un grupo menor destinado para dicha misión, pero no por ello menos importante, pues a quien debían vigilar era una pieza clave dentro del juego personal de su líder— quiero el reporte de estas semanas, quiero que me digan lo que ese desgraciado hace.

—Su rutina no varía mucho, —aseguraba Camilo— básicamente se lo lleva trabajando en ese taller, durante la mañana, entre ocho y nueve, sale a comprar para desayunar, y se junta con un mendigo que deambula por el sector. Luego, a eso del mediodía, sale en busca de comida para almorzar, y en un par de ocasiones después de la hora de desayuno, sale en busca de repuestos en un local relativamente cercano. Sin embargo, ha frecuentado todas las noches el bar donde nos topamos con él.

—¿Seguros de que no se ha percatado de que es seguido? —Interrogaba por su parte Sandro, pues debía estar seguro de que “Arturo” ignoraba por completo la vigilancia que sobre él se cernía.

—Seguro señor, —aseguraba Moisés— hemos sido muy metódicos en ese sentido, cada día ha sido vigilado por diferentes agentes.

—¿Por qué simplemente no lo matamos y listo? —Preguntaba por un lado Roberto, quien se encontraba un tanto molesto por solo tener que vigilar.

—De acuerdo, mátalo. —Respondía Sandro sin titubear.

—¿En serio señor, lo puedo matar? —Éste llevaba su mano derecha hacia el arma que portaba en su cintura, acariciándola.

—Así es, liquídalo. Te garantizo que cuando él muera, tú serás el siguiente. —Aseguraba por su parte Sandro, dándole una mirada de esas que entre líneas puedes leer, ¿eres estúpido?

—Pero… —Titubeaba por su parte Roberto, sorprendido por la respuesta dada por su superior.

Continue Reading

You'll Also Like

37.6K 1.4K 30
Rf wally x. y/n esto podría contener: -contenido +18 -gore +imágenes en si contenido +18 son varias cosas delicadas así que no es necesario seguir...
38.3K 3.3K 18
Con el riesgo de morir si entraba a esa habitación , Jimin no podia aguantar más el llamado de su alfa en celo , Jimin debía correr riesgo y que pasa...
13.1K 681 32
Mi primera historia tardaré en actualizar para tomarme tiempo de que salga bien
65.3K 2.6K 38
Para él, bella era todo y más -Eres mi dahlia bañada en posesión. ¿Acaso es pecado tomar lo que me pertenece? ... -Tus labios me vuelven loco...