Una maldita confusión

By america65_

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Jean intenta confesar su atracción hacia Olivia en una fiesta, pero por culpa del alcohol termina declarándos... More

Sinopsis + Advertencias de contenido
01| Manera de cagarla número uno: declararse ebrio
02| Manera de cagarla número dos: pensar con la cabeza de abajo
03| Te gusto
04| 7x8=52
05| Pregúntame si quiero besarte
Bocetos #1: Bonito
06| Mi novio
07| ¿Quieres que te escupa en la boca?
09| Sí, esta es mi definición de diversión
10| Feliz cumpleaños
10| Feliz cumpleaños
Boceto #2: El príncipe y el caballero
11| Vete a la mierda, con amor
12| Miedo
13| Número uno
14| Maldición
15| Un sentimiento nada nuevo
Boceto #3: Verano
16| Ser honesto
17| El nacimiento de la tragedia
17| El nacimiento de la tragedia
18| Respira y enfrenta las consecuencias
19| Excusas
20| Todas mis primeras veces
20| Todas mis primeras veces
Boceto #4: Mano
21| El caos
22| Cuando no tienes adónde ir
22| Cuando no tienes adónde ir
23| El tú y yo de aquel día
24|Confuso
24| Confuso
25| Cada pieza en su lugar
Boceto #5: Nada
26|Onsra
27|Diferentes caminos
28|Cuando estemos listos
Epílogo
Boceto #6: Mis mañanas contigo

08| ¿Esta es tu definición de diversión?

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By america65_

En verano suelen suceder un montón de cosas: te vas de vacaciones a la playa con tu familia, consigues empleo de medio tiempo para ganar un poco de dinero antes de que las clases comiencen o simplemente te quedas en casa viendo un par de películas mientras lamentas no haber salido.

O, si eres como yo, das tu primer beso.

Con un chico.

Específicamente con uno de tus mejores amigos.

Aunque ni siquiera podría catalogarlo como «beso». Fue algo tan corto y repentino que no puedo considerarlo de esa forma como tal. Fue un accidente, algo que se supone se había borrado de mi memoria por lo insignificante que fue. Algo que creía que ambos habíamos olvidado y dejado en el pasado.

Pero, al parecer, no fue así.

Cuando hablo de mi primer beso con las personas y amigos que lo preguntan siempre digo que fue con Lina, mi excompañera en secundaria, ambos teníamos catorce y se podría decir que fue una de las primeras chicas por las que comencé a sentir algo "romántico" —o lo que más se aproxima a ello—. Jamás digo que mi primer beso fue con Oliver precisamente porque nunca lo consideré de esa manera. Y tal vez porque no solo creía que los demás no querrían oír cómo tu primer beso fue con un chico siendo uno, sino porque yo tampoco quería admitirlo en público ni tampoco admitirlo conmigo mismo. Pese a que ahora me importa una mierda, a un chico de catorce años sí que le importaba, de hecho, el chico tenía miedo.

¿Qué tan asustado debía de estar como para fingir que mi primer beso no fue con un chico? Bastante, pero eso no importa ahora. Esos años en donde no entendía nada de mí ya pasaron.

Llevo mi mano hacia mis labios, justo donde Oliver acaba de darme un beso rápido, sucedió tan rápido que no pude ni reaccionar. Oliver me da una mirada de soslayo al notar que me quedo parado mientras que él ya ha dado un par de pasos. Me he puesto en blanco luego de que mencionara lo del beso. Me sorprende que aún lo recuerde después de tanto tiempo y me sorprende que saque el tema ahora cuando nunca lo ha hecho en todos estos años.

—Si no caminas el chico de la cafetería podría encontrarnos —advierte, haciéndome una señal con su mano para que me mueva.

Trago saliva y trato de no demostrar que me ha descolocado.

—¿Por qué lo recuerdas? —quiero saber y doy un paso hacia él. Él parpadea. Aprieto los labios, hay otra cosa que me interesa saber aún más—: ¿Por qué lo mencionas justo ahora?

—¿Porque nos va a agarrar del cabello y nos dará la golpiza de nuestra vida si es que la policía no lo hace primero? —responde creyendo que me refiero al asunto del chico de la cafetería.

Entorno los ojos y comienzo a caminar, pasando a su lado. Da igual que lo recuerde y da igual que lo haya mencionado luego de cinco años. Prefiero no hablar de eso y prefiero seguir fingiendo que nunca pasó así como lo he estado fingiendo todo este tiempo.

—Olvídalo —le digo y de cierto modo también me lo digo a mí mismo. No voy a traer al presente algo del pasado que ya no me afecta en lo absoluto.

Escucho los pasos de Oliver detrás de mí.

—Si hablas del beso no hay una razón, solo lo recordé —dice despreocupado, captando mis preguntas. Me paro un momento para poder girar la cabeza y verlo, él tiene un pequeño brillo en sus ojos que los hacen ver incluso más verdes—. Es un bonito recuerdo.

¿«Bonito recuerdo»? ¿Un roce de labios accidental fue bonito para él? No hay manera de que eso haya sido bonito, por lo que a mí respecta fue todo menos bonito. Respiro hondo a la par que pienso si debo seguir pretendiendo que no sé de qué habla o si debo seguir preguntándole. No importa cuántas vueltas le dé, creo que es obvio que lo recuerdo y creo que Oliver también lo sabe.

—Nunca hablamos de eso —me rindo ante la idea de seguir pretendiendo. Mi lado curioso sobrepasa cualquier otro lado en estos instantes.

Oliver sonríe, cruzando los brazos por encima de su pecho.

—Así como tampoco hablamos del segundo beso.

—El de tu casa —aseguro un poco confundido.

Recuerdo que sí hablamos de ello, es decir, no fue nuestro tema principal, pero sí hubo un par de bromas y comentarios al respecto. No como el que tuvimos a los trece, ahí literalmente hicimos como si no hubiera sucedido. Ninguna broma. Ninguna mención. Nada. Lo borramos de nuestras vidas. O al menos eso es lo que yo intenté.

Él me da una mirada divertida.

—¿En serio tienes tan mala memoria? —inquiere de forma irónica.

Hundo una de mis cejas.

—¿De qué hablas?

Se queda callado unos segundos que me resultan pesados, en especial porque una de las cosas que menos me gustan es que haya cosas que no estén claras. Desde el inicio de mi "relación" con Oliver le he marcado que no quiero que haya malentendidos o verdades a medias, sobre todo porque para mí es importante que no pasemos la delgada línea entre tener algo sin sentir nada y tener algo sintiendo todo. No quiero cruzar esa línea, estoy bien en el lado en donde él no siente nada por mí.

—El de mi casa fue el tercer beso —confiesa tras una risita que se queda en mis oídos durante los próximos segundos.

Pestañeo y por un momento considero que he oído mal o que todo el estrés de estos días me hizo escuchar otra cosa porque no hay manera de que nos hayamos besado tres veces y que yo no lo recuerde. Al ver que la sonrisa divertida de su rostro se ensancha solo puedo confirmar que he oído bien o que me está jugando una mala broma. Ha dicho que el beso en su casa fue el tercero lo cual no tiene mucho sentido debido a que, si contamos el beso que tuvimos a los trece, solo nos hemos besado dos veces, no tres, ¿verdad?

Su confesión me desconcierta por completo. ¿Cómo que el tercer beso? ¿En qué momento pasó el segundo? La única respuesta que encuentro es que él no sabe contar y eso no está alejado de la realidad.

—¿Cuál fue el segundo? —me apresuro a preguntar.

Chasquea la lengua y patea una de las piedritas que hay en la acera.

—Mira, ya es tarde, debo ir a casa o mis papás se preocuparán —baja la vista hacia un reloj inexistente en su muñeca. Frunzo el ceño, está tratando de huir—. ¿Entonces si pasamos las tardes juntos? —intenta cambiar el tema y eso me pone ansioso. ¿Por qué no quiere decirme?

—No hasta que me digas cuál fue el segundo beso —condiciono, poniéndome frente a él para que no pueda pasar.

Rasca su barbilla.

—Te lo diré si aceptas salir conmigo mañana y las otras tardes —trata de convencerme—. Te enseñaré qué es diversión. —Eleva las comisuras de sus labios como si segundos atrás no estuviera confesando que nos dimos un beso que no recuerdo.

Fácilmente podría negarme y hacer lo de siempre, fingir que no me importa (lo cual debería ser así), dejar el tema en el pasado y reforzar la distancia que debe haber entre los dos. No obstante, de cierta manera sí siento curiosidad por saber lo del beso, en especial porque parece que quiere ocultármelo, pero más allá de eso, también quiero pasar el rato fuera de casa, no pienso seguir soportando estar en esas cuatro paredes sin hacer nada o que los pensamientos desastrosos quieran hacerse un espacio libre en mi cabeza, mucho menos el tener que perder la dignidad con mi hermana para que me deje ayudarla en sus tareas o me deje ser parte de sus juegos en donde solo soy un árbol.

—Si me aburro considérate muerto —acepto de forma lánguida.

Hace el intento de mantener su sonrisa, pero sus comisuras han bajado un poco.

—Te prometo que te divertirás. —Asiente con la cabeza repetidas veces y no sé si quiere convencerme a mí o a él, acto seguido lleva su mano hacia su pecho—. Promesa de boy scout que se quemó al hacer una fogata y que casi incendia el campamento.

No digo nada, solo doy la vuelta ocultando una pequeña sonrisa.

(...)

Iniciar septiembre significa que estamos a nada de que acabe verano y que comience otoño por lo que el clima desastroso que nos cubre hoy también es consciente de ello. Desde la mañana ha estado haciendo bastante frío, pero no la clase de frío que te gusta porque puedes estar en casa mientras bebes un poco de té, es de esos fríos donde puedes morir congelado sin importar que estés en tu dormitorio. Pensé seriamente en cancelar la salida con Oliver, de todas maneras, tengo que estudiar para la exposición que decidí hacer solo por los incompetentes de mis compañeros, sin embargo, cuando escuché que papá venía a cenar a casa no lo pensé dos veces cuando tomé las llaves de la casa, algo de dinero y mi celular.

Comer con él en la misma mesa significaba que terminaríamos peleando por cualquier estupidez y eso si él no sacaba el tema que he estado evitando a toda costa: la universidad. Si eso hubiese pasado habría estallado una guerra en casa, una en donde papá estaría gritándome y mamá diciendo que él tiene la razón. La última pelea que casi revienta mis venas del coraje fue porque les dije que quería estudiar en Mánchester. No hemos hablado desde entonces y prefiero mantener la distancia, ya tengo mis planes y ni él ni nadie van a cambiarlos.

Una ráfaga de aire frío hace que quiera abrazarme a mí mismo. Me he puesto una sudadera negra una talla más grande que las que normalmente uso encima de una playera manga larga, unos pantalones mezclilla desgastados y un beanie del mismo color que la sudadera. No sé si estoy vestido acorde al lugar que Oliver va a llevarme, pero prefiero no morir de frío que vestir bien.

Oliver me mandó la dirección por WhatsApp, ni siquiera me dijo a dónde piensa llevarme y el lugar que me ha mandado no es más que la parada de autobuses St Peters National Glass Centre, nuestro punto de encuentro, según él porque no sería capaz de llegar a donde-sea-que-quiera-llevarme por mi cuenta. Todo a mi alrededor parece desierto, frente a mí solo hay un orfanato, pero dudo que ese sea nuestro destino. He llegado puntual, como siempre hago cuando me invitan a cualquier sitio, pero olvidé que al hablar de puntualidad Oliver es el peor, si hiciera una lista de sus virtudes no pondría el ser puntual. Han pasado diez minutos y él aún no aparece.

Mientras espero a que su ruidosa presencia aparezca, decido llamar a David para preguntarle sobre lo que ha ocurrido esta semana en mi ausencia. Él responde al tercer "pip" y luego de un par de bromas no tarda en ponerme al día, es algo así como mi noticiero. Comienza a explicar que, con todo lo que Míster furia les ha hecho hacer, no hay dudas de que mis compañeros deben odiarme aún más. No es mi culpa, fueron ellos mismos quienes se metieron en ese castigo al intentar joderme. También me cuenta sobre los próximos juegos que vienen en el mes y sus intentos fallidos por sobrevivir sin mí (palabras dichas por él, no mías).

—¿Qué más ha pasado? ¿Han dicho algo de... nosotros? —pregunto, acariciando mis sienes con la mano libre. Espero que entienda que hablo del asunto de Oliver.

—Nada fuera de lo usual, solo que estoy muy decepcionado. —Suelta un suspiro dramático que provoca que mis cejas se junten—. ¿Cómo pudiste ocultarme que sí estás saliendo con Oliver? —reprocha, fingiendo dolor.

Frunzo los labios.

—No estamos saliendo, ¿de qué estás hablando? —Guardo silencio después de soltar eso. Ni siquiera necesito que me responda, ya sé la respuesta. El imbécil de Oliver se encargó de decir que éramos novios y ni siquiera he podido desmentirlo.

Genial, más problemas que debo solucionar.

—Literalmente todo el equipo lo sabe, ¡hasta el entrenador! —recrimina, exasperado—. No puedo creer que Míster furia lo sepa y no yo. Ya no hay amigos, solo conocidos —espeta, el muy dramático.

—Deja de juntarte con los de teatro por favor —pido, soltando un bufido. Volteo a mi derecha al mirar que uno de los autobuses se ha detenido. Espero que venga ahí o juro que soy capaz de ir hasta su casa para arrastrarlo hasta aquí porque me ha hecho venir a pesar del frío.

—Obviamente sé que es mentira —se ríe—, don no quiero nada serio y me repugna la idea de salir con uno de mis mejores amigos no estaría en una relación, mucho menos me lo ocultaría —enmudece un momento, dudando—, ¿verdad?

Ruedo los ojos y no le respondo porque miro con detenimiento al autobús. Las personas de dicho transporte bajan poco a poco y mis ojos recorren a cada una de ellas, desde niños con sus madres y padres hasta ancianos. Elevo la barbilla para ver si Oliver es uno de los pasajeros que ha bajado. El bus queda casi desierto y aprieto los puños porque no veo señales del idiota que me hizo venir con todo y frío.

En eso, lo encuentro, tiene el cabello igual de desordenado que siempre, una playera de cuello alto y manga larga negra y por encima una camisa blanca sin los primeros botones que hacen juego con su pantalón y zapatos negros. Tiene una bolsa grande beige de tela colgando de uno de sus hombros que dice "Lo siento por llegar tarde. No quería venir". Quiero entornar los ojos una vez más.

Él me ve y al darse cuenta de que tengo mi mirada enfocada en su bolsa, trata de esconderla y me da una sonrisa nerviosa. Junto aún más mis cejas.

—¿Por qué te quedaste callado, Miller? —David pregunta haciendo que regrese mi atención a él, había olvidado que lo tenía en el teléfono—. ¿No me dirías si sales con Oliver, después de todo lo que te he ayudado? ¿Tengo que tirar nuestras pulseras de la amistad a la basura, maldita rata traicionera? —ante mi silencio, agrega—: No olvides, soy un aliado, vivan los elegebete, siempre de tu lado

Esta vez sí me río.

—No tenemos pulseras de amistad y cállate —siseo en cuanto veo que Oliver se acerca a mí y me ve con confusión por la llamada que estoy atendiendo. Hago el intento por sonreírle—. Como sea, gracias por decirme todo lo que ha pasado esta semana —le digo a David, queriendo colgarle.

—Solo te queda una semana más y ya. El rey regresa a la cancha.

—Deja de adularme, no te daré el número de Mary. —Ruedo los ojos, sé porque está halagándome tanto.

—Al menos lo intenté. Hablando en serio, debes venir ya, estamos iniciando septiembre, el próximo mes inicia el torneo de otoño te necesitamos... —su voz se apaga a medida que Oliver me pregunta con quién estoy hablando—... ¿Estás con alguien?

—Con Oliver.

El mencionado intenta acercarse al teléfono para escuchar con quién estoy hablando y para averiguar por qué he dicho su nombre, pero pongo mi mano en su pecho para que se aleje. Del otro lado de la línea, David casi se atraganta con su saliva.

—¿¡Y te atreves a mentirme y decir que no son novios!? ¡Qué traició...! Espera, ¿eso significa que siempre tuve razón? ¡Ya está, sí seré el del tarot en TikTok, ojo de loco no se equivoca!

Si dice algo más no lo escucho porque le cuelgo. David puede ser un gran compañero y amigo, pero también bastante dramático y molesto si se lo propone. Suelto un suspiro y clavo mis ojos en Oliver, quien me ve expectante, pero no menciona nada de la llamada, solo me sonríe.

—Creí que no ibas a venir —sincera y me echa una mirada rápida de pies a cabeza sin dejar de sonreír. Alzo mis cejas.

—Si quieres me voy —finjo que daré la vuelta, sin embargo, él me toma de la muñeca impidiendo que me vaya.

—Sabes que no me refería a eso. —Bajo la mirada hacia el agarre de su mano y luego la elevo hacia sus ojos—. Quédate, bonito, me alegra que sí hayas venido.

—¿Te alegra? —curioseo, intentando con desgana que suelte mi muñeca. Él no lo hace.

Refuerza la presión de sus dedos en mi piel y por un segundo su toque me parece mínimo, como si quisiera seguir sintiendo su agarre sobre mí, de repente, como si a mi maldita cabeza no le bastara con esa simple idea, me recuerda lo que pasó en su casa el día que nos besamos, sus manos en mi cintura, la calidez de sus labios sobre los míos, nuestros pechos rozándose mientras subían y bajaban con rapidez. Trago saliva y trago los malditos pensamientos que no tienen absolutamente nada que ver con la situación.

Retiro mi mano de la suya de inmediato y giro la cabeza para que no note que mis mejillas se calentaron un poco. Y no solo ellas. Maldición, ¿por qué tengo que pensar en eso ahora?

No sé si Oliver se ha dado cuenta, pero en verdad espero que no. Cuando su sonrisa de transforma en una sonrisita burlona, rezo para que no mencione nada o que finja que no ha notado que me he sonrojado de la nada. Culpo al frío, no pienso bien cuando el clima es gélido.

—Hoy es "lleva a un acompañante y tu entrada es gratis" en la galería de arte —dice con entusiasmo, sin preguntar por qué mis mejillas se han colorado. Intento mantenerme erguido, como si no hubiera pensado sobre lo que pasó en su casa.

—Así que tu plan divertido es ir a una galería de arte —replico, recomponiéndome y felicitándome por lograrlo. Él asiente—. ¿Esta es tu definición de diversión?

Chasquea los dedos.

—Correcto, ¿no es divertido y romántico? —Pasa una de sus manos alrededor de mi cuello, atrayéndome a él—. Lo sé, no tienes que decírmelo, soy la persona más divertida de todas. —No me quejo por su acción ni por el plan que tiene de esta tarde, cualquier cosa es más divertida que estar en casa y soportar la presencia de mi papá.

—¿Y dónde está? —inquiero porque a simple vista no veo más que casas comunes y un par de árboles.

Oliver camina, arrastrándome con él sin soltarme del cuello, gruño por lo bajo, pero no hago más que seguirlo.

—Está a unas cuadras, no muy lejos, solo cruzamos un par de calles —explica.

—¿No hubiese sido más fácil habernos encontrado ahí? —cuestiono con obviedad y como sé que pasar el rato con él durante todo el trayecto me traerá canas verdes, saco la pelota antiestrés de la bolsa de mi pantalón, solo por si acaso—. Dijiste que odiabas caminar.

—Pero parece que a ti te gusta, ¿no? —su mirada desciende hasta llegar al objeto que sostengo en mi mano derecha—. ¿Por qué lo trajiste? ¿Te gustó tanto el regalo que ahora no puedes dejarlo? —Sonríe—. Me conmueves.

—Porque sé que salir contigo va a estresarme.

—¿Cómo te atreves? —pronuncia con indignación a la vez que lleva su mano libre hacia su pecho. Después de eso, se ríe—. Aun así, me alegra que sea de utilidad y me sorprende que no lo hayas roto.

Mi ceja derecha se arquea por sí sola.

—¿Qué estás tratando de decir? —inquiero—. ¿Qué me enojo tanto que puedo romperlo con facilidad? ¿Qué tengo problemas de ira? ¿Qué no soy capaz de controlar mis emociones?

Su sonrisa se le borra.

—¡No dije eso! —responde, nervioso.

—Pero lo pensaste —acuso.

Él muerde su labio, reprimiendo una sonrisa.

—Bueno sí, pensé lo primero, no me oculto —admite y ahora el que se siente indignado soy yo. Yo solo estaba bromeando, ¿cómo se atreve a confesar que sí cree que soy un enojón de mierda?—. En mi defensa, te conozco —me mira de reojo—, además me preocupaba que se rompiera porque lo hice yo mismo con estas manitas. —Alza sus manos hacia mi dirección.

Dejo la indignación a un lado porque me sorprende lo que ha dicho.

—Creí que lo habías comprado.

—Seguí un tutorial de YouTube —responde orgulloso de sí mismo—. ¿Me ves cara de que tengo dinero para comprarlo? —inquiere con mofa. Niego con una sonrisa—. Sin contar que no hubiera sido nada romántico.

—Y tampoco tenías que serlo —aclaro—. No estamos saliendo de una manera romántica.

—Estamos saliendo como amigovios. En una forma no romántica, pero caliente —juega con eso, ejerciendo un poco más de presión sobre mi cuello. Estoy a punto de llevarle la contraria hasta que a él se le ocurre decir—: De hecho, ¿qué pensabas hace unos minutos? Tus mejillas estaban rojas.

Quiero borrar la sonrisa divertida de su rostro de la faz de la tierra y quiero borrarme a mí también por haber pensado estupideces cuando solo estaba tomando mi muñeca.

—Nada que te importe —escupo tajante lo cual ocasiona que él se eche a reír. Debe saber qué es lo que yo estaba pensando como para reírse de mí.

Me siento avergonzado a un nivel que dudo que alguien pueda entenderlo. Ugh, ¿no pudo ser un poco más considerado y hacer como que no vio nada? Es un imbécil. Lo miro por el rabillo del ojo para ver su reacción, pero él ha dejado de reír y no menciona nada más del tema, tiene su vista al frente y sus labios están en una línea recta. Por el ángulo en el que estamos, puedo mirar su perfil, puedo observar su mandíbula casi marcada y el arco que tiene en la nariz. Él voltea para la izquierda y por inercia yo también. A nuestro costado no hay más que arbustos, un camino que va hacia quien sabe dónde, pero por el letrero azul y la flecha que apunta a ese camino puedo intuir que indica el sitio. El nombre que hay en el letrero dice "Universidad de Sunderland".

Oliver mantiene sus ojos en ese pequeño letrero y aunque avanzamos, sigue con los ojos la flecha.

—¿Estás interesado en ella? —pregunto por el interés que veo que tiene. Nunca hemos hablado de su futuro, al menos del mío sí, pero no el de él.

Deja de ver el letrero y regresa su vista al frente.

—Sí —admite un poco apenado.

—¿En qué departamento?

—Bellas artes, pero no creo entrar a ella —murmura—, tal vez vaya por derecho o alguna ingeniería.

Su respuesta me confunde. ¿Por qué dice que quiere entrar en el departamento de Bellas artes, pero que cree que va irse por el de derecho a por el de ingenierías? A él ni siquiera le gustan las matemáticas, mucho menos tener que hablar en público, ¿por qué preferiría tomar un departamento que le disgusta antes de tomar uno que le apasiona?

Tal vez no sepa muchas cosas de Oliver, de hecho, estos últimos meses he dejado de interesarme en los demás por centrarme en mí y en mis propios intereses, pero sé que le encanta todo lo que esté relacionado con tener su lápiz, su libreta y sus propias ideas. Lo he visto más tiempo dibujando que prestando atención a clases.

—¿Por qué? —no puedo evitar hacerle la pregunta, tampoco puedo evitar la incredulidad en mi voz.

—Seamos realistas, no puedo vivir de eso —suelta una risa nasal sin gracia.

Me molesta su contraataque, especialmente porque fueron las mismas palabras que mi papá me dijo esa vez que le confesé que quería estudiar gestión empresarial en Mánchester. Para alguien como él, cualquier carrera relacionada a administración o negocios es solo una carrera para quienes no supieron qué estudiar o para aquellos que tienen negocios o empresas familiares, definitivamente no una opción para mí, mucho menos porque el campo laboral está saturado y sería complicado para mí entrar a una empresa siquiera. Según mi papá debía estudiar algo seguro, más fácil y menos costoso, como ser maestro o algo así. No es lo que yo quiero. Estoy harto de escuchar a las personas hablar sobre "no puedes vivir de eso".

—Y estudiar una ingeniería y derecho tampoco te asegura nada —digo entre un gruñido mientras me zafo de su agarre en mi cuello. Me tomo su respuesta muy personal y no es hasta que él me ve desconcertado por mi reacción que me doy cuenta de ello. Carraspeo—. Si quieres estudiar algo que te apasiona, hazlo, no tomes algo más solo porque te dijeron que no ibas a "poder vivir de ello", de hecho, si tomas la opción que los demás dicen ni siquiera estarás viviendo, estarás lamentándote por no haber elegido la carrera que querías. Hay much...

—Me gusta tu optimismo —interrumpe de pronto—, pero yo lo perdí hace un siglo, no trates de convencerme —se calla unos segundos—. Eres el chico que puede comerse al mundo si así lo desea y en verdad admiro lo que haces por conseguir la beca, pero no todos pensamos de la misma manera ni tenemos las mismas posibilidades —sonríe a medias—. Gracias de todas maneras, bonito.

Me quedo callado, no insisto y tampoco le digo algo por haberme interrumpido. Es de las pocas veces que intento ayudarle y él termina diciendo que no quiere escucharme, no usó esas palabras con exactitud, pero sé que eso fue lo que quería decir. Aprieto los labios y también la pelota antiestrés, nunca más trataré de ayudarlo. Aunque quizá tiene razón y soy solo un tonto bastante optimista. No, no es optimismo, me he estado construyendo el camino con esfuerzo, no con optimismo.

El silencio se vuelve nuestro acompañante en los siguientes seis minutos que nos lleva caminar. Me arrepiento un segundo por haberle preguntado sobre la universidad porque puede que haya tocado un tema delicado para él, pero mi orgullo es tan grande que no me atrevo a disculparme, no solo porque no pueda, sino porque creo que no tengo nada de qué pedir perdón. Sigo sosteniendo lo que he dicho. Suelto un gran suspiro y me limito a ver a nuestro alrededor hasta que al fin nos detenemos frente a un gran edificio, mejor dicho, Oliver fue el que se detuvo porque yo estoy siguiéndolo a él.

El edificio tiene paredes blancas y un par de ventanas, parece ser de dos pisos por su altura, hay escaleras metálicas que conducen a la puerta del primer piso y a su costado hay grandes ventanales que permiten que desde aquí pueda ver el interior. Levanto la mirada de nuevo hacia la parte superior del edifico, ahí está el nombre del lugar con letras oscuras. Northern Gallery for Contemporary Art.

Le echo una mirada a Oliver de reojo esperando encontrar el mismo semblante serio y melancólico de hace rato, pero no es así. No sé si es muy bueno fingiendo o si en verdad este sitio lo hace tan feliz, pero la cara larga ha sido eliminada, tiene una sonrisa de oreja a oreja y a pesar de que pueda sonar extraño, su rostro se ve iluminado. Parece que he traído un niño a una juguetería. Sonrío de alivio, al menos el comentario de la universidad no ha arruinado lo que queda de la tarde.

Oliver inspira hondo y exhala, sonriente.

—¿Hueles eso? —pregunta y no comprendo lo que trata de decir—, es el olor de la inspiración.

Imito su acción: inhalo profundamente, pero el único olor que puedo reconocer es el del humo de los grandes camiones que están en el edificio de al lado y el de la tierra mojada porque llovió esta mañana. No sé a qué huele exactamente la inspiración, pero dudo que huela a esa extraña combinación. Oliver saca una libreta de la bolsa que trae y junto a ella, un par de lápices delgados. Hundo mi ceja al ser consciente de que la idea de venir a pasar el rato solo ha sido su excusa para pasar gratis.

—Solo me trajiste para pasar gratis y dibujar —protesto.

Sonríe inocente.

—Upsi.

Hijo de puta. Levanto la mano para golpearlo, pero él la toma con la suya y entrelaza nuestros dedos, caminando con prisa hacia la puerta del edificio y arrastrándome de nuevo en el acto. Me abstengo de decir algo más y dejo que me guíe, si su plan era tener la entrada gratuita me da igual, la idea de ambos es usarnos mutuamente, esta es solo una manera en la que él le saca provecho a lo que sea que tenemos. La señora de seguridad que está en la entrada nos da una mirada curiosa seguida de una sonrisa al ver nuestras manos entrelazadas. Me surge la necesidad de quitar mi mano de la de Oliver, pero él la aprieta más.

—No vienes solo esta vez —le dice la señora a Oliver y me sorprende que le hable con tanta familiaridad—, dime niño, ¿es tu novio? —mueve sus cejas de arriba abajo sin dejar de verme—. ¿Al fin traes un novio? Estaba cansada de verte venir sin nadie —regresa sus ojos cafés a Oliver.

Oliver bufa a mi lado y suelta mi mano para sacar algo de su bolso. Me mantengo en silencio, ni siquiera niego que no somos novios.

—Por ti no traigo a nadie, me pones en ridículo siempre —le dice él mientras le tiende dos billetes. Frunzo el entrecejo, ¿no era gratis?

—Tú te pones en ridículo siempre —contraataca la señora, aceptando el dinero y dejando que entremos—. Diviértanse, pero no mucho —suelta una risita.

Le sonrío por amabilidad y no puedo decir ni un "gracias" porque Oliver vuelve a tomarme de la mano para arrastrarme al lugar. Giro a mirarlo a fin de encararlo, pero no digo nada más debido a que tiene las mejillas teñidas de carmesí, como si se hubiera avergonzado de lo que la chica de la entrada dijo. Miro al frente, sonriendo.

—¿Quién era?

—Alice, se encarga de vigilar el lugar —aclara—. Me ha visto más veces de lo que seguro ha visto a sus padres, por favor ignora lo que dijo.

Asiento. Con esa respuesta puedo dar por sentado que no es la primera ni la segunda vez que viene aquí, debió de haber venido tantas veces como para que Alice, la señora de seguridad, lo conozca muy bien. Sonrío aún más. Me alegra conocer esta parte de él que no sabía que tenía. En todos nuestros años de amistad jamás mencionó que visitaba este lugar a menudo, tampoco lo hizo saber con nuestro grupito de amigos, de cierta manera me pone feliz conocer algo de él que nadie más sabe.

—¿No se supone que era gratis? —pregunto. Él gira su cabeza a mi dirección.

—Por supuesto que no, ¿en verdad crees que te traería solo para tener algo gratis? —pregunta y tras unos segundos de silencio porque mi respuesta es tan obvia que no hace falta ni decirla, él abre la boca, ofendido—. Bueno sí, pero no soy tan descarado.

—Pude pagar mi entrada —refuto.

—Pero vienes conmigo, yo te invité —contraataca—. Además, tú tienes que pagarle a la cafetería, estamos a mano, bonito.

¿Qué? ¿Cómo que yo soy el que debo pagarle a la cafetería cuando fue él quien también me invitó? Abro la boca para defenderme, pero la cierro después. Pese a que no estoy de acuerdo con la conclusión a la que acaba de llegar, tiene razón en cierto punto. Él ha pagado por hoy, a mí me tocaría pagar lo de la cafetería. Le doy una mirada fulminante que hace que ría y que aumente sus pasos. Nuestras manos siguen entrelazadas por lo que yo también tengo que caminar más rápido.

Ni siquiera sé por qué hoy he permitido que crucemos más la línea que no quiero pasar, me ha tomado del cuello durante casi todo el trayecto hacia aquí y ahora me está tomando de la mano. Debería solo de empujarlo y decirle que me incomoda que haga este tipo de cosas (aunque no sea así), pero también creo que, si ya hemos hecho otro tipo de cosas como besarnos y... lo otro, esto no es nada. Solo por eso y porque no quiero poner la situación tensa, lo dejo pasar por hoy.

El largo pasillo que atravesamos me parece eterno, solo son paredes blancas, ni siquiera entiendo por qué querría que viniéramos a ver esto, pero cuando llegamos al final del pasillo y damos la vuelta a la derecha, me quedo mudo. Es una gran sala repleta de distintos cuadros, hay un par de pilares que sirven para sobreponer ese tipo de muros que no se terminan de cerrar, sino para poner más cuadros. En medio del lugar, hay unos bancos largos de madera, supongo que para que los visitantes se puedan sentar. Las claras luces naranjas iluminan el lugar por completo dándole un aire más cálido, pese a que afuera del edificio está helado por el frío de septiembre, aquí dentro no se siente absolutamente nada. Y no por el espacio cerrado, sino por lo que esta vista te transmite.

Veo anonadado lo que tengo delante de mí, mis ojos recorren cada parte del lugar, no me detengo en ningún cuadro en específico, solo miro todo y creo que es precisamente el hecho de que haya tanto qué mirar que no puedo enfocarme en una sola cosa. El lugar no está vacío, hay un par de personas dentro, pero siento como si nadie más estuviese, como si solo fuésemos Oliver, los cuadros y yo.

—Bienvenido al lugar que me da inspiración —Oliver llama mi atención, sin embargo, estoy tan sorprendido y embelesado por el lugar que no puedo decir nada. Él se ríe por mi reacción—. Te entiendo, es el efecto "voy a una galería de arte por primera vez" —bromea y otra vez me quedo en silencio—. Sin palabras —concluye con una sonrisa divertida y tras eso, suelta mi mano, señalándome el lugar—. Mira todo lo que quieras.

Mojo mis labios que se encuentran resecos y asiento, caminando hacia el otro lado de la sala para ver los cuadros. Jamás me ha interesado el arte, no soy la clase de persona que va a ver vídeos en YouTube sobre pinturas o cosas así, lo único que he conocido desde pequeño es la cancha de básquetbol, nada más que eso, pero Oliver acaba de demostrarme hoy que puede haber más cosas que pueden gustarme además de lo que creía que me gustaba. El básquetbol me gusta más que cualquier otra cosa, o me gustaba cuando no me sobre esforzaba en conseguir la beca, pero hoy no solo he descubierto algo nuevo de Oliver, también he descubierto algo nuevo de mí.

Para ser honestos, no entiendo algunos de los cuadros que veo, hay unos cuantos que solo son paisajes, pero que me dicen mucho con solo mirarlo, como el tercer cuadro, que retrata un par de árboles, pero que aparentan una diferente estación; el primer árbol tiene las hojas en un tono dorado; el segundo en un tono más verdoso mientras que el tercero en uno anaranjado y con escasas hojas; por último, el cuarto árbol no tiene casi ninguna hoja y parece cubierto por nieve. Es bonito, no sé nada de arte, pero de todos es mi favorito, aunque mi elección de cierta manera es influenciada por mi mala forma de percibir los cuadros y porque es el único que puedo entender.

Giro a ver otro de los cuadros del fondo que Oliver está viendo, los colores que han usado para ese cuadro hacen bastante contraste con los demás cuadros y con el lugar en sí, mientras que los demás tienen colores más "alegres" para mí, ese cuadro tiene colores bastante... melancólicos. Son dos personas sentadas una frente a la otra, sostienen sus piernas con una mano mientras que con la otra tratan de tocarse. Lo raro es que no tienen cabezas.

—¿Sabes qué es lo que quiere decir? —le pregunto a Oliver una vez que estoy cerca de él. Él parece bastante intrigado con el cuadro, tiene su lápiz en su boca, mordisqueándolo mientras que lo mira con detenimiento.

—Claro que sí, entre artistas nos comunicamos.

—¿Y qué quiere decir?

Se queda callado y luego sonríe.

—La verdad no tengo ni puta idea.

Suelto una gran carcajada que no tarda en verse silenciada por su mano en mi boca porque las demás personas a nuestro alrededor nos ven con desdén por la ruidosa risa. Junto las cejas y hago el intento por mantener la boca cerrada y no decir nada.

—¿Por qué lo veías con tanta atención? —inquiero, reteniendo las ganas que tengo de decirle algo a las personas que me vieron de esa manera. Mi mano busca la pelota antiestrés en mi bolsillo, pero Oliver la toma con la suya antes de que yo pueda agarrar la pelota.

—Para parecer culto —responde con obviedad. Elevo una de mis cejas con diversión a lo que él se vuelve hacia mí—. Mira, creo que no entiendes el ambiente de las galerías, pero tiene suerte de venir con un apuesto e inteligente guía que puede explicarte —infla su pecho.

—No lo veo —miro a nuestro alrededor, ofendiéndolo.

—Graciosito, ja, ja, ja —finge reír y sonrío—. Bien, te explico, vienes aquí y sí, muy lindo todo, pero normalmente las personas vienen a aparentar o para impresionar a alguien —explica como si fuese algún maestro experto en el tema, después señala con disimulo a una pareja que está a un par de metros de nosotros—. ¿Ves el tipo de ahí? No tiene ni la más remota idea de lo que está viendo, pero la chica de ahí lo ve embelesada y eso hace que él finja que está interesado —tal como menciona, es así, el chico del que habla asiente con la cabeza viendo el cuadro y la chica tiene cara de enamorada. Me río bajito—. El de ahí mira a su alrededor y cuando los demás lo ven finge interés.

Señala a otro sujeto y también lo observamos. Al parecer Oliver tiene un sexto sentido artístico que le dice quien está aquí para impresionar o para aparentar con los demás porque el señor que ha señalado está jugando con su móvil hasta que descubre que lo vemos y finge que la pared (porque ni siquiera hay un cuadro delante de él) es superinteresante.

Asiento por su explicación.

—¿Y tú por qué querías venir aquí? —interrogo.

Me regala una sonrisa ladina.

—¿Qué no es obvio? —pregunta y como no le contesto, él responde—: Para impresionarte —ensancha su sonrisa mientras que yo tengo que digerir lo que ha dicho—. Ya sé qué dirás que es coqueteo barato, puedes juzgar mis métodos, pero no mis resultados —me apunta con su lápiz. ¿Cuáles resultados? Él debe notar mi confusión porque mira hacia nuestras manos entrelazadas. Aparto mi mano de la suya. Se ríe—. Bromeo, me gusta venir porque es muy inspirador. ¿Pudiste sentirlo de esa manera también?

Guardo silencio, pensando en mi respuesta. No sé si catalogar este día como inspirador, creo que no fue inspirador, más bien fue... revelador. Descubrí cosas que me gustan sin saber que podrían gustarme.

Abro la boca para responder, pero entonces mi estómago hace ruido. Los dos nos quedamos callados hasta que él hace el intento por reír. Lo miro con dureza, desando que mi mirada le lance cuchillos que lo atraviesen. Oliver se calla.

—Creo que tienes hambre —menciona y se aleja de mí al ver mi expresión—, te invitaré a comer, pero todavía hay una obra que quiero mostrarte —me sonríe sin mostrar los dientes y me hace una señal para que lo siga. Hago caso y camino detrás de él. Se detiene frente un cuadro—. La artista se llama Alma, es de mis favoritas, de hecho, el cuadro que vimos era de ella —sonríe viendo el cuadro—. Puedes ver sus cuadros y notarás que son de ella al instante, hay algo que lo hace diferente al resto y no solo a simple vista, también te hace sentir de ese modo. Usa colores como fríos, pero a la vez cálidos, los subtonos que emplea hace que se vea así. Usa colores tipo primavera, como rosa, amarillo, ya sabes, vibrantes, pero como si tuvieran un filtro naranja, dándole a colores otoñales. Destaca mucho la iluminación para que se vea más cálido.

Ni siquiera noto el cuadro que está describiendo porque mis ojos están enfocados en Oliver, quien parece que es el que más destaca de todo el lugar por la forma en la que habla y por la manera en la que ve el cuadro que tiene delante de él. Veo el mismo brillo en sus ojos que vi cuando vio el edificio. Siempre he creído que él es de las personas más desinteresadas de todas, de las que está en su mundo y no les importa nada el resto, como si no tuviera vida misma o como si no le importara tener una siquiera, pero en estos momentos no veo más que vida en sus ojos. Oliver se ve como si fuese el cuadro más lindo de toda la galería.

—Me gusta —se me escapa decir.

Él gira a verme con desconcierto.

—¿Qué?

—El brillo en tu mirada —aclaro—. No puedo creer que haya algo en el mundo que haga que tus ojos se vean brillosos. Tu mirada siempre luce... apagada. Me gusta que tus ojos brillen más —confieso.

Sonríe, mirándome fijamente.

—Es el brillo que tengo con lo que me gusta —puntualiza sin apartar sus ojos de los míos.

El brillo que veo justo ahora en sus ojos.

—Ojalá que te gusten más cosas, me alegra verte así —paso saliva por mi garganta y aparto la mirada, poniéndola en el cuadro que ha descrito. Son dos chicos que están tomándose del rostro y que rozan sus labios, pero no completan el beso. Ver el cuadro me recuerda el asunto que no quiso decirme ayer—. ¿Cuál fue el segundo beso del que hablabas?

Le doy una mirada de soslayo.

—Creo que ya lo olvidé —se burla así como yo fingí que no lo recordaba.

Entrecierro mis ojos en su dirección y como noto que no va a cambiar su postura burlona, lo tomo de la camisa y sin darle tiempo a reaccionar estampo mis labios sobre los suyos en un corto beso que lo deja descolocado.

—No los olvides tampoco —advierto.

Lleva sus dedos hacia sus labios, digiriendo lo que ha pasado. Me mira y luego baja la mirada a sus dedos, hace eso al menos tres veces, como si estuviese procesando lo que ha pasado. Pestañea y sonríe.

—No me queda claro aún —se acerca más a mí y frunce los labios—, ¿otro beso?

—Dime cuál fue el segundo beso. —No bajo la guardia. Él refunfuña.

—Si te digo no te avergüences, ¿de acuerdo? —Su condición hace que me preocupe de inmediato, pero, aun así, asiento. Oliver suspira—. En la fiesta a la que fuiste con Karla y Mary tomaste de más así que me llamaron para que fuera a recogerlos, pero cuando nos quedamos tú y yo creo que olvidaste que era yo y me besaste —declara, jugando con sus dedos y juro que quiero morir de la vergüenza—. No sé si cuente como beso porque yo me quedé paralizado y me alejé porque no me lo esperaba y porque no estabas sobrio, sin contar que fue solo un roce, creo que el que tuvimos a los trece fue más "un beso" —enmudece un instante—. Ah, y vomitaste en el asiento del copiloto y te dormiste después.

Si me hubiera dicho que fue algo así de vergonzoso no habría insistido en saber. Dios, ¿cómo voy a verlo a los ojos ahora? ¿Y cómo pude siquiera olvidar algo como eso?

—Lo siento tanto —me disculpo apenado con las mejillas a punto de explotar de la vergüenza—. Debiste habérmelo dicho antes.

—Creía que sabías —sincera—, cuando fuiste a mi casa pensé que ibas por ello, pero no dijiste nada y no sabía si decirlo... La primera vez que nos besamos nunca hablamos de eso, creí que sería igual, pero por tu reacción de ayer supe que en verdad no lo recordabas —mis mejillas se calientan más. No puedo estar más avergonzado—. Aunque, ¿hay algo más romántico que un beso con sabor a vomito? —bromea al darse cuenta de la vergüenza que siento.

No puede ser.

—Lo siento mucho —me disculpo de nuevo.

—Te perdono solo si admites que hoy te divertiste —sonríe.

Lo pienso durante un momento mientras intento apaciguar el color rojizo en mis mejillas.

—Fue divertido —le doy la razón y no porque me haya pedido que lo hiciera, sino porque es la verdad.

—¿Jean Miller dándome la razón?

—Cállate.

—Ni siquiera usaste la pelota hoy, con gusto seré tu pelota antiestrés. —Zarandea mi brazo.

Golpeo su hombro con mi mano.

—Perdón por no habértelo dicho antes —se disculpa refriéndose a lo que pasó en la fiesta y suelta mi brazo—. Y la salida de hoy también fue divertida para mí, de hecho, me alegra que te hayas divertido porque tengo algo para ti —menciona.

Alzo una de mis cejas al ver que saca algo de su bolsa. Es una caja pequeña de madera

—Ábrela y toma una hoja —con duda, obedezco lo que dice, la abro y me encuentro con muchas bolitas de papel. Tomo una y la desdoblo, en ella está escrita el número diez. Oliver eleva la barbilla para mirar el número que he sacado y luego saca una hoja de su bolsa, leyéndola para sí mismo—. El número diez es hacer todo lo que tú haces en un día —chasquea le lengua y despega la vista de la hoja para verme. Como seguramente miró mi expresión desconcertada, explica—: Hice una lista de cosas que podemos hacer, tú sacas una hoja y vemos qué actividad hacer según el número que sacaste.

Quiero reprimir una sonrisa, pero fallo. Tomo la hoja donde ha escrito las actividades que podríamos hacer y blanqueo los ojos al mirar la gran cantidad de actividades.

—¿No son muchas actividades para una semana? —inquiero—. Tampoco tengo tanto tiempo libre.

—Y es por eso que solo haremos las que podamos esta semana libre, pero luego de que termine tu semana de descanso nos limitaremos a hacerlas solos los fines de semana —propone y supongo que sabe que voy a negarme porque se apresura a decir—: Tienes que salir un poco, bonito.

—¿Por qué haces esto? —curioseo aún sin poder creer que ha hecho una lista de actividades que podríamos hacer.

—Porque somos amigos —amplia su sonrisa—. ¿Cuándo fue la última vez que salíamos solo los dos de esta manera?

Me quedo callado. ¿En el verano de hace dos años?

—Nunca salimos porque cuando lo hago termino robando a una cafetería —le echo en cara.

—Shh, detalles —hace un ademán con su mano restándole importancia—. El punto es que... —se calla y luego suelta un poco de aire—. Te irás a Mánchester el próximo año si todo sale bien con tu beca y ojalá que así sea, pero eso significa que literalmente no volveré a verte de nuevo porque yo me quedaré aquí —otro silencio—. Nos quedan cinco meses hasta que sea febrero y creí que tal vez podríamos ser... ¿amigovios durante estos cinco meses?

Mi relación con Oliver era excelente, la clase de amistad que ves en la televisión y sientes envidia de ella, pero con lo que ha pasado en mi vida en este año y el anterior, supongo que fuimos alejándonos un poco. Y tiene razón, si todo sale bien con la beca de Mánchester no nos veremos de nuevo porque si hay algo que tengo por seguro es que no pienso regresar aquí.

—Está bien —acepto—. Seamos amigovios estos cinco meses. 

(...)

Holiiii, espero que estén bien ♡♡

Si ven que en alguna parte no hay guión largo perdón, en Word siempre pongo el guión largo cuando están hablando, pero Wattpad me los elimina a veces😭 Wattpad guionlargofóbico

POR CIERTO, GRACIAS POR LAS 400K LEÍDAS TUT MUCHÍSIMAS GRACIAS<3 NO SABEN LO MUCHO QUE ME ALEGRAN EL DÍA<3

EN OTRAS NOTICIAS, ESTAMOS TODAS DE ACUERDO CON QUE UMC NOS VA A DOLER HASTA EL ALMA????????? SÍ.

La parte de comedia romántica es porque yo me río de ustedes, una disculpa. Mentira ianeidnwod

Se supone que iba a pasar una escena en este capítulo, pero la autora cambia de ideas a la hora JSJSJ lo pienso agregar en el próximo capítulo jsjiwosniwjs<3 Besitos♡♡♡

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