La rebelión de los caídos 2...

By nayelli3

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Hacer el papel de enviada de Dios no esta resultando para nada como Caili Uring y su ángel guardián esperaban... More

Parte 1 premonicion
Parte 2 Turmalina
Parte 3 Invasores
Parte 4 Luna
Parte 5 Dios del paramo.
Parte 6 plan de contingencia
Parte 7 Houdini
Parte 9 Rubias escurridizas
Parte 10: sin refutar
Parte 11: Ciudadela
Parte 12 reposo
Parte 13 Paciente 1268
Parte 14 Niño rata
Parte 15 Kurth
Parte 16 juntos en Varsovia
Parte 17 Memorias oscuras
Lublin
Babilonia.
Casa

Parte 8 Callejon

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By nayelli3

CAILI

La ciudad de Ohio nos recibe con un crepúsculo frío que cala hasta los huesos. Mis articulaciones están atrofiadas por tantas horas de vuelo sentada en la misma posición. No me quejo, solo necesito estirar las piernas, tomar un expreso doble y seguir el ruedo ya que necesitamos llegar a esa dirección que Susan logro conseguir, antes de que Cameron averigüe dónde estamos.

—aquí también por favor.

hago presión en la zona de los hombros de mi amiga, que crujen brindándole el alivio que necesita. Suelta un quejido que me avergüenza cuando dos sujetos uniformados se nos quedan viendo con morbo.

—Oh siii—canturrea extasiada—se siente muy bien.

La suelto antes de atraer más atención del público masculino. Si fueran chicos lindos no tendría ningún problema, pero aquí no hay más que tipos que podrían ser mi padre o mis abuelos que en paz descansen. Me estiro un poco y recojo las mochilas del suelo donde las deje.

—andando que el tiempo es oro.

Me echo andar a paso largo dejándola atrás. Susan corre para alcanzarme por lo que debo reducir la velocidad. Aveces olvido que por mucho que se ejercite, por mucho que se relacione con nephiles y caídos, o por muy heraldo de la muerte que halla sido en alguna etapa de su juventud, su cuerpo sigue siendo el de una humana común. Seguirme el paso no le es fácil, ya que me acostumbre a caminar del lado de Cameron sintiéndome completamente libre.

—mis piernas siguen dormidas—repercute sin aliento—ten un poco de piedad.

Abordamos el taxi que le robo a unas azafatas que me hacen mala cara, no tengo tiempo para ser gentil porque conozco a Cameron y tengo un plazo máximo de cuatro horas antes de tenerlo aquí respirándome en la nuca.

Mientras Susan hace su parte buscando a todas las Luna Welch que existen o existieron en el mundo, yo me pongo lo más presentable posible para colarme en esa bodega sin invitación. Cambiarme con los ojos del conductor viéndome por el retrovisor, es toda una odisea <<le patearia el culo si no tuviera tanto afán>>
Me maquillo de forma tenue pero elegante, utilizo el diamante que saque de mi caja familiar y guardo mis converse en la mochila para cambiarlos por los Manolo blahnik que tome prestados del armario de mamá

—¿por lo menos sabemos de donde es, está tal Luna Welch?
—olvide preguntárselo a mi tío—batallo quitándome el jeans por debajo del vestido— oh espera, creo que menciono algo sobre trabajar para Oxford, intenta por ahí.

Me da un golpe en la nuca que me despeina.

—y hasta ahora me lo dices tonta.
—¡ouch!
—pudiste haber empezado por ahí.

Teclea lo más rápido que puede el resto del camino, pidiendo favores a sus compañeros de trabajo. Gracias a su puesto como jefa de información para el periodo más leído del mundo, se le facilita encontrar ajugas en el pajar.

—llegamos señoritas—dice el taxista—Short North.

La calle principal de Short North se alza ante nosotras dándonos la bienvenida. Ya anocheció, los negocios ya están abiertos, el flujo de transeúntes le inyecta vida al lugar volviéndolo llamativo.

—deténgase aquí por favor.

Señalo el andén que cuenta con un callejón al lado de una pizzería, se ve lo bastante oscuro y poco transitado para ocultarnos. Debe ser el mismo que menciono Cameron por lo que comenzaremos a buscar por ahí.
Quiero ver si esos penitentes dejaron impregnado algún olor característico que me diga de donde vinieron. Tengo claro que salieron del lienzo de Zirel, pero antes de eso debieron estar en alguna otra parte y eso es lo que quiero averiguar.

Susan se encarga de pagar mientras que yo termino de arreglarme, me da frío en las piernas por lo corto del vestido y me pongo el abrigo Chanel que también saque del armario de mamá junto con la...

—que traes puesto.

Susan trata de no reírse cuando me ve.

—¡Lo sé, Lo sé!—ruedo los ojos—la encontré una vez en la cabaña de Cameron, creo que era de él o Silvestre.

La risa se convierte en carcajadas que apenas logra controlar. Así de mal y ridícula debo verme, pero necesito llamar la atención de los organizadores de la subasta, y la rubia con diamantes siempre se roba las miradas.

—pues te pareces a Marilyn Monroe.
—por lo menos no me veo bulgar.

Me acomodo el tacón, le entrego mi mochila y comienzo a revisar el callejón. Percibo un diluido olor de Cameron que comienza a desvanecerse, hay mucha basura en los contenedores, por lo que es difícil oler algo más que el desagradable olor a mugre y porquería, que proviene del basurero.

Busco y busco meticulosamente algo más, pero por desgracias han pasado casi cuatro días desde que Cameron estuvo aquí, por lo que el rastro que pudieron dejar esos penitentes, perdió intensidad.

—¿nada?
—un ligero rastro del aroma característico de Cameron.
—¿blue de Chanel y pintura de óleo?
—si, algo de eso.

Desisto de seguir buscando. Según la hora que marca mi teléfono y la información que consiguió Susan, la subasta ya comenzó. Es hora de salir de aquí a impactar a los perros lame suelas entrenados para cumplir el deseo clandestino e ilegal de millonarios que se hacen llamar coleccionistas de arte.

—¿lista?

Confieso que nunca he hecho esto sin Cameron, colarme a eventos privados y clandestinos, no es fácil, tampoco te lo enseñan en la escuela ni mucho menos es bien visto por los ancianos en La Ciudadela. Aunque tampoco es mi primera vez.

Cameron como ángel, es un sargento nazi mal pagado, no me permite rendirme ni mucho menos irme por el lado fácil. Pero como cómplice y compañero de aventura, es pura mala influencia. Nadie lo sabe, pero no siempre somos los tipos buenos, rectos e intachables que debemos ser.

Para todos soy la mezcla perfecta de madame Curiel, la madre Teresa de Calcuta y Robin Hood, ayudando a todo aquel que me necesite, no me quejo porque esa Caili me gusta...en serio me gusta ayudar al prójimo.
Pero cuando se presenta la oportunidad, la Caili inmaculada se va a dormir temprano, y en su lugar queda la actriz que llevo dentro, esa que le gusta jugar con el papel de la espías súper secreta que todos aman en las películas.

—si—me acomodo el diamante de reluce en mi pecho—estoy lista.

El vecindario en el que estamos tiene bastante flujo de gente, pero esta zona en la que Susan y yo nos adentramos, en particular, se ve menos atractiva. Quizá sean los grafitis o el aspecto de barrio viejo que proyectan los negocios, que se yo.

El caso es que al ubicar la bodega donde le dijeron a Susan que supuestamente se está realizando la subasta clandestina, lo que encontramos es una cortina medio oxidada, llena de grafitis y anuncios de propaganda descoloridos por el sol, con un enorme candado en la parte baja de la esquina. El letrero arriba dice "taller D' luxe". Intercambiamos miradas, el lugar no parece ser lo que estamos buscando, ¡o sea!...es un taller viejo y obviamente fuera de servicio desde hace quién sabe cuantos años.

—¿estás segura que aquí es?

Asiente con el ceño frunció igual de confundida que yo. Es que ni siquiera hay una luz encendida afuera del negocio, y la única luz que nos sirve para detallar el viejo letrero, proviene de la pizzería de la esquina y la farola parpadeante de la acera del frente.

—igual y es la fachada que usan—concluye Susan—recuerda que es una actividad ilícita.
—no me imagino a un montón de millonarios pomposos haciendo fila para entrar a este lugar.

No soy quejumbrosa, ¡pero vamos! Que hasta hay basura acumulada en la acera. Miro al rededor tratando de imaginarme a Lori saliendo sola de este lugar, y la urgencia de llamarla para asegurarme que esté bien se vuelve una necesidad.

—Aunque por otro lado el escaso flujo de personas y los negocios clausurados de cada lado es una buena ventaja para los ladrones involucrados—patea el candado averiguando si está cerrado o sobre puesto—Nadie se imaginaría que aquí dentro se lleva a cabo una venta millonaria de arte.
—tiene sentido.

Estoy acostumbrada a visitar exhibiciones de arte con Cameron, pero esto de las subastas clandestinas es algo nuevo en lo que anda metido desde que le sigue el rastro a Zirel—chica que ni siquiera mi amiga con sus numerosos recursos ha podido localizar—La primera y única vez que lo acompañe a una exhibición de este tipo, fue en un salón escondido detrás de los refrigeradores de la cocina en un prestigioso hotel de cinco estrellas. Nada que ver con este lugar.

Cierro los ojos al poner las manos en la cortina metálica del taller, queriendo sentir algo de lo que menciono Cameron, y si...la energía es leve como la del callejón, pero si puedo sentirla. Me acomodo el cabello detrás de la oreja antes de pegarla en la cortina cuando creo escuchar algo del otro lado.

—¿oíste eso?
—¿tú también?

Asiente con esa sonrisa cómplice, nos agachamos listas para levantar la cortina metálica entre las dos —y no es que necesite ayuda para hacerlo, es algo que ella hace de cualquier forma—

—Oigan...señoritas—nos grita una voz masculina que nos hace soltar la cortina—¿que creen que hacen?

Susan se esconde detrás de mi, al reparar en el hombre de mediana edad, con barriga y barba descuidada, vaqueros desgastados, camisa de mezclilla que parece ser algún tipo de unirme, gorra vieja y cigarrillo en la mano. Nos mira desde la esquina contraria a la pizzería.

—el lugar está cerrado.
—hola—finjo estupidez— google maps dice que aquí abren todo el día, necesitamos ayuda.
—pinchó las llantas—agrega Susan señalándome—de su auto...las seis.

La habilidad para mentir de Susan siempre será pésima sin importar cuantos años tenga. <<seis llantas...¿en serio?>> que conduzco, ¿un trailer o que?. Tiene suerte de que no sea el mejor momento para contradecirla porque el hombre cruza la calle acercándose unos cuantos pasos hacia nosotras acomodándose el cinturón del vaquero escondido debajo de la barriga, y no, no juzgo, pero no parece ser un buen Cristiano que digamos, menos cuando expulsa el humo del cigarrillo formando aros con una arrogancia que es fácil ver desde donde estoy.

—¿Google maps?

Se ríe dándole una larga calada al cigarrillo que después bota en la acera, se detiene a expulsar el humo que nos llega a las fosas nasales. Internamente estoy rogando que no intente nada estupido, no me gustaría tener que hacerle daño aunque no me de buena espina—no sería justo para él, ni para los tacones de mi madre que probablemente ensuciaría.

—si, porque aquí reparan llantas ¿no?

Necesito que Susan deje de hablar ya que eso solo alienta al hombre a seguir acercándose. ¡Porque o sea! ...con su obvio miedo, sus respuestas tontas, mi cabello y ella oculta detrás de mi, está claro nos ve como presas fáciles, aunque no sea así.

—Susan—le advierto—cierra la boca.

El hombre da otro paso y yo no tengo más remedio que apartar a Susan cuando presiento lo que esta a punto de pasar.

—de reparar..¡¿reparar?!—se burla—ya no....cerró hace un par de años, ahora solo sirve como basurero abandonado, pero si lo que necesitan es ayuda con su auto, entonces yo les puedo ser útil.
—no gracias.

Dejo la imagen de niña estupida y me muestro lo más intimidante que me permite ser este atuendo de barbie. Le causo gracia, es obvio. Me mira las piernas, detalla mi vestido entallado para al final dejar su atención en el diamante que brilla en mi cuello.

—se un poco de mecánica que...
—dije ¡No!...gracias.

La dureza en mi voz lo detiene cuando está a punto de acercarse más. Le sostengo la mirada sin dejarme amedrentar ya que de los dos, el único capaz de hacer realmente daño, soy yo.
La valentía se le tambalea un poco al no verme correr o que se yo, se endereza cuando doy otro paso al frente y esta por reírse cuando las luces rojas y azules de una patrulla qué da vuelta en la esquina circulando lentamente, nos ilumina.

Lo noto nervioso cuando el oficial de policía reduce la velocidad, se baja la ventanilla del auto al pásale por un lado y alcanzo a escuchar una voz no menos arrogante que la del hombre que nos interrumpió.

—buenas noches Richi—dice el policía—como te estas portando hoy....escuche que los muchachos en la estación ya te extrañan.

No me espero a escuchar la respuesta del hombre en la acera porque aprovecho la distracción para tomar a Susan de la mano y jalarla al callejón de donde salimos, la oculto detrás de mi revisando que nadie nos vea porque lo que estoy a punto de hacer no es lo que haría precisamente una chica de clase alta.

—necesito que te quedes aquí—le entrego el abrigo— espérame en la pizzería.

Me guardo el teléfono en el escote del vestido y me quito los tacones que tendré que llevar en las manos.

—¿que vas hacer Caili?
—voy a entrar.
—pero está cerrado, ya lo viste.
—estuché algo adentro y no me voy a ir sin ver esa pintura.
—pero..

La tomo de los brazos queriéndola calmar, siempre la pone nerviosa verme hacer algo sin la compañía de Cameron. Le aseguro que seré rápida y que todo va a estar bien. La convenzo de esperarme en la pizzería luego de prometerle que le enviaré un mensaje cuando esté dentro.

—aprovechando que estarás ahí—me subo más el vestido—pídete una con extra queso y piña ...muero de hambre.
—no me gusta la piña en la pizza.

Bajo la tapa de los contenedores de basuras para usarlos como escalón para subir por la escalera de incendios que me llevará a los techos. Al brincar para alcanzar la escalera de incendios, la tapa del contenedor hace un ruido que asusta a Susan y me desconcierta a mi cuando intento sostenerme de la barra metálica, quedo colgada de una sola mano y por si fuera poco, he dejado caer el tacón de mamá.

—hay por Dios Caili—se tapa los ojos—te vas a matar.
—lo haré si sigues asustándote por todo lo que hago—logro subir— relájate que esto es lo que hago.
—eso no quita que me siga dando miedo que te pase algo tonta—refuta— agradece que te quiera y me preocupe por ti.
—lo sé y gracias—ruedo los ojos—ahora se linda y arrójame el tacón que no seré la cenicienta en una subasta de ricachones.

Le toma dos intentos poder arrojarlo lo suficientemente alto para que pueda tomar el tacón. La regaño por dejar de practicar baseball con Harold porque ahora sus lanzamientos son un asco, tanto como su habilidad para mentir y su divorcio.

Espero a que salga del callejón asegurándome de que estará a salvo en la pizzería como acordamos y continuo subiendo hasta llegar a los techos. Agarro bien los tacones para no perderlos, reparo los techos sucios y mis pies descalzos, en el de la pizzería tengo que contener la respiración porque el olor a comida que sale por la chimenea hace que mis tripas me recuerden el hambre que tengo.

—encuentra la pintura—me condiciono yo misma— y tendrás una pizza enorme para ti sola Caili.

El desnivel entre los techos es demasiado irregular, el de un costado de la pizzería es más alto por lo que tendré que volver a saltar, y si no lo consigo a la primera, el golpe será muy doloroso.

Retrocedo calculando la distancia que me servirá para agarrar impulso, llego hasta el borde, si quiero conseguirlo sin llamar la atención, deberé saltar tan ágil como pueda, eso incluye no detenerme hasta llegar a la parte trasera de esa bodega, por lo que maldigo al vestido entallado que no me permite moverme con libertad.

—ok, aquí voy—agarro bien los tacones—clases de parkour no me fallen.

Retengo tanto aire como pueden mis pulmones antes de echarme a correr y saltar hacia arriba justo a medio tramo consiguiendo un aterrizaje en la cornisa del edificio contiguo, evito pensar en lo peligroso que sería una caída desde ahí cuando me tambaleo, por lo que sigo corriendo y saltando entre superficies inestables hasta llegar a la parte trasera de la bodega con un aterrizaje silencioso.
Permanezco agachada vigilando que nadie me halla visto, y mas que una súper espía de Hollywood, me siento como el estupido gato de Freya que se mueve entre las sombras sin hacer nada de ruido.

—que lugar tan asqueroso.

Manchas de grasa y mugre, cajas deterioradas, basura, ratones, neumáticos viejos, cajas de cerveza, vidrios rotos, viejos calendarios de mujeres encueradas promocionando aceites para motor, tarimas destartaladas apiladas bloqueando la puerta trasera, entre otras cosas, es lo que me rodea. Definitivamente esto no es lugar para una dama ni gente de gran alcurnia.

Se escucha ruido en el interior. Me acomodo el vestido, el cabello, me pongo los tacones y busco la manera de entrar al lugar. Si muevo las tarimas que bloquean la entrada alertare a los que están adentro, si regreso al frente pasara lo mismo, la única opción que se me ocurre para escabullirme es entrar por la pequeña ventana que alcanzo a ver en la parte de arriba.

—Aveces quisiera poder levitar como antes.

Suelto un resoplido y vuelvo a saltar hacia los neumáticos para después saltar hacia la tubería incrustada en la pared por donde debo trepar hasta alcanzar el alféizar de la ventana. Es muy pequeña pero no lo suficiente como para que mi delgadez quepa por ahí. Trato de abrirla empujándola hacia adentro pero está atascada, no hay manera de entrar a menos que rompa el cristal o la arranque, aunque eso último haría más ruido que la primera opción.

Con el puño rompo el mugriento cristal. Los trozos de vidrio hacen ruido en el interior y no pierdo tiempo esperando que alguien venga a revisar. Me deslizo hacia adentro quitando con los tacones los restos de vidrio que aún permanecen en el marco de la ventana. Una vez dentro vuelvo acomodarme el vestido.

El lugar en donde estoy parece ser una oficina vieja, no está sucia como todo lo qué hay afuera. Es como si estuviera siendo utilizada y no abandonada desde hace años como dijo el hombre de la acera.

Me asomo por la puerta esperando que no halla nadie del otro lado antes de salir de ahí. Salgo a un pasillo oscuro con un ventanal de cristal mugroso que me permite ver un poco lo que sería el area de trabajo del taller abandonado.

—está vacío.

Ubico la escalerilla metálica que me lleva abajo donde encuentro todo limpio y perfumado, pero sin movimiento ni nada que parezcan ser piezas de arte carísimas en exhibición. Encuentro un lobby improvisado cerca de la cortina metálica, hay una charola de Plata con copas de champán, detrás de el está un perchero con abrigos etiquetados, no con nombres, sino con números.

Me cercioro de que nadie venga antes de tomar la tableta que está sobre el mueble, <<está descargada>> vuelvo a comprobar que nadie venga, echo un vistazo a los cajones, con suerte me hago de una invitación o lo que sea que te pidan en este tipo de eventos, pero lo que encuentro es una caja llena de teléfonos celulares dentro de bolsas plásticas también etiquetadas con números, un radio, un escáner, algo que párese ser un detector de metales, botellas de champaña barato y un bolso con varios fajos de billetes de alta denominación.

—¿donde está la persona encargada de aquí?

Esto no me sirve ni me da buena espina, por lo que sigo revisando, buscando eso que sentí estando afuera. El lugar si parece ser el correcto, pero no veo a los organizadores ni a los ricachones, lo único que encuentro es la puerta abierta que parece llevar al sótano.

—la subasta debe ser abajo.

Tomo una copa de champán, recompongo mi aspecto lo mejor posible y bajo las escaleras hacia el sótano. Conforme bajo se comienza a eschar la música de jazz y percibir el olor característico de un buen puro y distintos aromas de perfumes caros. Al alcanzar el último peldaño de la escalera el entorno cambia.

El lugar está dividido en dos partes por una pared improvisada de tabla roca blanca, con solo una puerta a medio abrir.
En la primera sección están las vitrinas de cristal que resguardan piezas de joyería, porquerías antiguas que deben valer millones y mas muros de tabla roca con luces blancas encima que iluminan las pinturas y a los invitados...

—mierda.

Me termino el champán de un trago y arrojo la copa vacía a un lado. <<que maldita perdida de tiempo>> ya no tiene caso ser discreta en lo más mínimo ya que aquí no creo que halla alguien que intente sacarme. El suelo está plagado de cuerpos inertes sin vida.

Me acerco a voltear el cuerpo de un hombre trajeado de negro, en el pecho tiene una placa distintiva que dice seguridad. Tiene la piel extremadamente pálida y fría, sus ojos están vacíos, como si se los hubieran quemado, el pobre murió con expresión de horror.

Reviso el cuerpo boca bajo de una mujer con un precioso vestido Versace, al voltearla compruebo que tiene los ojos igual que el seguridad. Al viejo a su lado también le hicieron lo mismo, y así como ellos están todos. Despiden un ligero olor similar al del callejón.

—quien diablos hizo esto.

Me da coraje la escena que me rodea. Esto no pudieron haberlo hecho los penitentes, ellos no queman ojos. La injusticia me avasalla el tórax queriendo encontrar al causante de esta masacre. Me pongo de pie cuando percibo que no estoy sola en este cementerio.

—¿quien está ahí?—miro al rededor—sal de donde quiera que estes cobarde.

Quien sea que esté aquí, debe estar escondiéndose detrás de la puerta que divide el sótano. Evito pisar los cuerpos al acercarme, definitivamente si hay alguien aquí. Puedo percibir un rastro extraño al alcanzar el marco de la puerta. Una sombra se mueve rápido y arriba alguien a levantado la cortina haciendo un fuerte ruido.

<<Sea quien sea, no se irá sin que yo lo mate primero>>

Pateo la puerta lista para atraparlo, pero la atrapada termino siendo yo. Un brazo fuerte me aprisiona los brazos y otro me cubre la boca llevándome contra el piso antes de que pueda poner un pie dentro.

Forcejeo tratando de liberarme pero el cuerpo que tengo encima sabe perfectamente cómo aplicar presión, intento morderlo pero me quedo quieta cuándo siento su cercanía susurrar en mi oído.

—Shuufff

su voz es masculina y ronca, huele extraño, ni bien ni mal, simplemente extraño. Intento girarme pero el desgraciado pesa más que Cameron. Se inclina y debo estar loca porque estoy segura que acaba de olerme el cabello.

—eres tú—susurra—.....te encontré.

Me palpita el pecho con el timbre de su voz y por algún motivo que desconozco mi propio cuerpo deja de luchar por liberarse cuando mi captor pega su mejilla a la mía.

<<esa voz>>

Mi mente dice "calma", pero lo siguiente que proceso es que soy lanzada junto con mi captor hacia el otro lado del sótano.

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