Eternos. +18 #3 ✔️

By Mariarivado

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TERCER LIBRO DE TIPOS DE BESOS. Portada creada por: @luaescribe😍🛐 COMPLETA. En la vida solo tienes un amo... More

1. Muerto En Vida.
2. Volver A Escuchar Su Voz.
3. Una Mujer Extraña.
4. El Don De Hablar Con Muertos.
5. Golpe De Realidad.
7. Eres Mi Ángel.
8. La fiesta.
9. Nosotros No Somos Normales.
10. La Cobra.
11. Mod Romántico.
12. Cambio De Identidad.
13. Cambio De Look.
14. Demasiado Fácil.
15. Devastadora.
16. Mejores Amigos.
17. Sin Tiempo.
18. Un Nombre En Sueños.
19. En Seis Meses.
20. Un Lugar Especial.
21. El Dado.
22. Juegos Eróticos.
23. La Imagen Perfecta.
24. Los 10 Minutos.
25. Mi Primer Amor.
26. Una Noche A Solas.
27. Más. Final.
Epílogo.

6. La Dama.

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By Mariarivado

Volvimos a la casa en la que antes vivíamos ella y yo. Yo no hablaba casi, estaba un poco en shock. Miraba a Arlet y no me podía creer que estuviera aquí. Aunque algo dentro de mí me dijera que ella no estaba muerta, que seguía con vida, verla otra vez frente a mí, viendo sus ojos, su sonrisa, escuchar su voz era muy diferente.

Ese sentimiento de cuando la vi, cuando por unos momentos pensaba que era ella, y realmente era ella, esperaba todos mis pensamientos y sentimientos, ya no solo era ese algo que me lo decía ahora sabía que era verdad. Que ella seguía conmigo y estaba aquí de nuevo.

—Si estás por aquí el plan se puede ir a la mierda, está vez puedes acabar muerta, pero de verdad —habló Harry.

Arlet negó. Cogí su mano y la entrelacé con al mía.

—Noah y Emma siguen buscándola, han creado un tipo de ejército, hace tres meses asesinó a una persona —comentó dejándonos boquiabiertos —había una hoja al lado del cuerpo y ponía que era un ofrenda a su hermana.

—Esta mujer está muy ida de la azotea —hablé.

—La vieron por última vez cerca de donde vivía Susan.

—¿Y por qué no la cogieron? —Preguntó Harry.

—Porque se les escapó, no está sola.

—¿Cómo que no está sola?

Arlet negó pasando su pierna por encima de las mías.

—Tiene a sus hijos, tres locos más.

Nos quedamos en silencio analizando todo esto.

—Eso quiere decir que corréis más peligro que antes —habló Charlet.

—Si pero no, Tessa ahora solo busca matar a gente como forma de ofrenda a Susan. Esto es como el ajedrez ¿cuál es la pieza que más valor tiene en el juego?

—La dama —contestó Harry.

—Exacto, ella busca peones, pero al fin y al cabo también quiere acabar con nosotros, las piezas que más valemos.

—Por eso siempre odié el ajedrez —confesé.

Arlet me miró y rió.

Nos quedamos en silencio mirándonos entre nosotros. Me tiré encima de Arlet besando toda su cara y abrazándola con fuerza, fue una acción que hice sin pensar, que me salió de dentro y no la quise detener. Ella también me besaba y abrazaba con la misma intensidad, haciendo que las lágrimas salieron de nuestros ojos sin previo aviso.

—¿Me puedo tirar encima vuestro? —Preguntó Harry levantándose.

Arlet comenzó a moverse debajo de mí como si de una lombriz se tratase. Reí mirándola.

—Tírate Harry —hablé.

Harry se tiró de golpe haciendo que del rebote cayéramos los tres al suelo. El vaso de agua que estaba encima de la mesa cayó encima de la cara de Arlet. Los tres estallamos en carcajadas viendo como Arlet se levantaba y se escurría el cabello. Se nos quedó mirando, inhaló un suspiro y sonrió.

—Os extrañaba.

Corrió hacia mí y me abrazó con fuerza. Besé sus labios queriendo besarla más y más.

Nos pasamos bastante rato hablando, hasta que Charlet y Harry decidieron dejarnos solos. Estuvieron más de veinte minutos despidiéndose. En cuanto quedemos a solas nos miramos.

—Con que Daila ¿eh?

Ella apretó la mandíbula. Se acercó a mí y apoyó su frente en la mía.

—Perdóname, Jano.

—Me lo tenias que haber dicho.

—Lo sé, pero si lo hacía el plan se podía ir a la mierda, no quería que tú corrieras peligro, casi te pierdo una vez.

—Amor, pero yo todo este tiempo he creído que estabas muerta, no sabes las noches que pasé, los días, no me separaba de tu tumba pensando que estabas a tres metros bajo tierra.

—Entiendo que ahora estés así, que me odies.

Negué rápidamente.

—No te odio, no puedo odiarte, Arlet, yo solo quería que estuvieras conmigo, y lo sigo queriendo.

—Pero tienes rabia.

Asentí.

—Mucha —ella se separó un poco de mí —tienes que entenderme, monja, no sabes todo lo que he sentido durante estos años, apareces de la nada, haciéndote pasar por otra persona, haciéndome más daño porque —cerré la boca negando.

—¿Por qué, Jano?

—Porque me —los nervios se comenzaron a apoderar de mí —me tocaste y a mí me gustó, me sentí culpable, todo este tiempo pensaba que estabas muerta pero algo dentro de mí me decía que no, por eso nunca he estado con otra mujer, y tú —suspiré —Daila, os parecíais tanto que por un momento en aquella habitación casi caigo.

—Era yo.

—Pero yo no tenía ni idea, amor, no sabía que eras tú —me acerqué a ella y acuné su cara entre mis manos —, no quiero que estés mal, menos por mí.

—Lo siento, Jano, era necesario fingirlo.

—¿Y era necesario torturarme de la manera en qué lo hiciste?

Arlet bajó la mirada y negó.

—Entiendo que estés enfadado, y también entiendo que me tengas rabia y ahora no me quieras hablar —se acercó más a mí —y puede sonar injusto lo que te voy a pedir, pero —pegó su frente a la mía —necesito que me digas que me amas. Me has hecho muchísima falta, Jano.

—No hace falta que me pidas eso, porque aunque esté enfadado siempre te diré que te amo con locura, eso nunca cambiará aunque pasen los años, aunque ya no estés en mi vida —, acaricié su mejilla —durante todos estos años he seguido y te sigo amando como el primer día, Arlet, mi amor hacia a ti nunca cambiará.

Sonrió pegando sus labios a los míos. Llevé mis manos hacia su cintura y la atraje más a mi cuerpo, ella aferró sus manos a mi nuca haciendo presión con sus labios en los míos. Le pedí permiso con mi lengua para poder introducirla en su boca, Arlet me dio ese permiso haciendo que el beso subiera de intensidad. Las manos de Arlet fueron hacia el final de mi camisa.

—Amor —susurré.

—Creo que es muy evidente las ganas de follarte que tengo ¿no? —Habló dejándome sin palabras.

—¿Es en serio, monja? Acabas de aparecer —me aclaré la garganta —para mí acabas de salir de entre los muertos ¿y tú solo estás pensando en follar?

—¿No es el momento, verdad?

—¿Te pasa algo? —Pregunté extraño mirándola —te noto rara.

—Para ti era la mujer más extraña ¿lo recuerdas?

—Te lo estoy preguntando en serio ¿te pasa algo?

Arlet soltó un suspiro y se fue a sentar al sofá.

—Yo no creía que tú estabas muerto, pero también lo he pasado mal, también he sufrido, estuve en México durante seis años, sola, no salía de casa por miedo a que Tessa apareciera y me hiciera daño, no salía por ti, porque quería volver a verte —me miró durante unos segundos. Su mirada estaba rota, llena de dolor —todos estos años he vivido con miedo, perdóname por todo esto, puede que el plan no fuera la mejor idea pero era la única para tener un poco más controlada a Tessa. Desde hace muchísimos años no he tocado ni hablado con nadie cara a cara, por poco no me vuelvo loca.

—Esto lo estábamos haciendo por Susan no por Tessa.

—Si, no estaba planeado que mataras a Susan, decidimos seguir con el plan para coger a Tessa.

—¿Y por qué volviste si todavía no la habéis cogido?

—Porque ya no aguantaba más, Emma y Noah me contaban que tu cada vez estabas peor, y decidí volver.

Me quedé en silencio mirándola. Arlet cogió mi mano derecha y acarició el tatuaje.

—¿Desde que pasé por vuestro lado sabías que era yo? —Preguntó mirando el tatuaje.

—Al verte sentía cosas extrañas, sentía cosas que no sabía que eran —. Arlet levantó mi mano y le dedicó una beso —¿por qué no me dijiste antes que eras tú?

—No sabía como hacerlo, tenía muchísimo miedo.

Me tiré hacia atrás en el sofá. Aunque ya sabía que ella estaba viva aún me seguía doliendo. Sentí el cuerpo de Arlet tumbarse encima de mí y apoyar la cabeza entre el hueco de mi cuello y hombro. Cerré los ojos disfrutando de ese momento, de las caricias de Arlet en mi mejilla.

—Puto —susurró.

—Dime, pequeña.

—Perdóname.

Negué con la cabeza y sonreí.

—En lo único que puedo pensar ahora es en que estás conmigo otra vez —Arlet levantó la cabeza y me miró a los ojos —y en qué nunca jamás te dejaré ir, te voy a secuestrar aquí, en mis brazos y ya no te suelto.

Ambos reímos. Nos abrazamos con fuerza. Por un momento temí que ella escuchara el ruido de mi corazón bombear a la velocidad que lo hacía. Estaba feliz, pero también tenía miedo de lo que Tessa pudiera hacer.

—Yo no me voy a separar de ti —susurró —. A partir de ahora las cosas las haremos juntos, sin ocultarnos nada.

Nuestros ojos volvieron a hacer contacto. Me acerqué más a ella y junté mis labios con los suyos.

—¿Podemos ir a ver a tu madre? Quiero explicarle todo.

Justo en el momento que íbamos a levantarnos para ir, el timbre sonó.

—¿Hablando de la reina de Roma? —Preguntó ella con miedo.

—Seguramente.

Abrí la puerta y aparecieron en ella: Charlet, Harry, la pequeña y mi madre. Me separé de la puerta para dejarles pasar. Mi madre se acercó a Arlet como si de un fantasma se tratase y la abrazó con fuerza. Las dos rompieron a llorar en ese abrazo.

Mi madre le decía todo lo que la había echado de menos, que la amaba y que estaba feliz de volver a tenerla en casa.

Cuando se separaron del abrazo. Las dos Arlet se quedaron mirándose.

—¿Y tú quien eres? —Preguntó Arlet acercándose a la pequeña.

—Arlet Wilson Kénnedy.

Arlet la cogió en brazos y besó su mejilla.

—A partir de ahora a la Arlet más pequeña la llamaré Arlo —hablé sonriendo.

—No, tío —contestó ella.

—Yo me llamo Arlet y la tía se llama monja.

Todos estallamos en risas.

—¿Cómo sabe que me llamas así?

Me hice el desentendido.

—Papá te llama: pequeña o enana, mamá te llama: cuñada, la abuela te llama: hija y el tío: monja y yo te voy a llamar: tía.

Arlet la miró sorprendida.

—Casi nunca te llamábamos por tu nombre, de milagro sabe que te llamas Arlet —comentó Harry.

Arlet sonrió y se sentó con la pequeña sobre su regazo.

—¿Te han hablado bien de mí?

—Si, me ellos dicen que eres muy buena y yo pienso que eres una dormilona, has dormido durante mucho tiempo.

Arlet me miró y sonrió con tristeza. Abrazó con fuerza a la pequeña.

—Te prometo que ya no dormiré más.

La pequeña le dio un beso en la mejilla.

—Yo tengo sueño.

Bostezó y se acurrucó entre el hueco de cuello y el hombro de Arlet. Cuando vimos que la pequeña se había quedado dormida comenzamos a hablar.

—¿Dónde has estado todo este tiempo? —Preguntó mi madre.

—En México. Emma y Noah habían pagado muy bien al hombre que te llevó a verme, desde un principio le habían dejado claro que no bajara nadie a verme, por si me despertaba, pero te vieron tan mal —me miró —y se la jugó, cuando te fuiste me pusieron en una camilla y me sacaron por la parte trasera del hospital, me metieron en una ambulancia y me llevaron hacia la casa de Emma y Noah, estuve inconsciente varias hora pero terminé por despertar, aunque antes de eso tuve un sueño muy raro —me miró —estábamos en la casa del lago, llorabas, te metías al agua y gritabas cosas.

—Eso no fue un sueño, monja —hablé —eso pasó de verdad.

Ella me miró ceñuda. Todos nos quedamos en silencio.

—El caso, después desperté, mis padres y yo nos fuimos hacia México, ellos luego volvieron para tener más de cerca a Tessa, todos estos años estuve allí, encerrada en una casa que alquilamos. Noah, Emma y yo siempre hacíamos video llamadas y me contaban lo mal que lo estabais pasando, que Jano iba todos los días al cementerio, que cada día que pasaba estaba peor y decidí volver, quise contar la verdad y que fuera lo que Dios quisiera.

—¿Por qué no nos dijiste nada? Podías habernos mandado señales de vida o algo, no sé —comentó mi hermana.

—No podía, Tessa os está vigilando, ha ido incluso al cementerio.

—Te pegaros dos tiros —dijo mi madre con lágrimas en los ojos —. Vi sangre.

—Era sangre falsa, suegra, tenía puesto un chaleco antibalas.

Todos la miramos sorprendidos.

—¿Y ahora que hacemos? —Pregunté.

—Andarnos con cuidado, esa mujer está muy loca.

—¿Y tu abuela? —Preguntó Harry.

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