Yin. El bien dentro del mal

By teguisedcg

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Algunos son consumidos por el fuego. Otros nacen de él. *** Fa... More

Antes de leer...
«Epígrafe»
I | El inicio del fin
II | Verdades a medias
III | Cúmulo de emociones
IV | Huyendo del incorrecto
V | Enemigos en secreto
VI | Espectro con complejo de espía
VIII | ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?
IX | Mentiras y verdades a medias
X | Directos al Inferno
XI | El peso de la pérdida
XII | A la caza de la heredera
XIII | Realidad surrealista
XIV | Enfrentar a la muerte
XV| Planes con tendencia suicida
XVI | Cambios de planes... otra vez
XVII | De vuelta a casa
XVIII| El sacrificio de querer
XIX | Expuestos a la luz de la luna
XX| Retorcido encuentro familar
XXI| Ahogándose en la culpa
XXII| El poder y su castigo
XXIII | Consecuencias de arder
XXIV| No apagues tus sentimientos
XXV| A base de recuerdos
XXVI | La consecuencia del cambio
XXVII | La posibilidad de arrepentirse
XXVIII| Hora de la verdad
IXXX| El error de bajar la guardia
XXX| Su fuego interior

VII | Misterio grabado en la piel

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By teguisedcg




Capítulo dedicado a dencyscc por acompañarme una vez más en otra de mis historias. No puedo agradecer a los astros suficientes porque te saliera en fyp y tú decidieras darle una oportunidad a "Tres amores y medio". Tienes todos los motes ya, creo, salvo este. Próximamente lo descubrirás ✨🖤


Misterio grabado en la piel

Al cabo de unas horas, Orión y Fayna decidieron marcharse de la discoteca. Él se encargó de pedir un taxi mientras que a Fayna se le cerraban los párpados debido al cansancio.

Cuando el taxi llegó, se sentaron en los asientos traseros. Ella apoyó la cabeza en su hombro, la rodeó con un brazo y la estrechó más cerca de él. Observó que no tardó en caer en los brazos de Morfeo, sincronizando su respiración al ritmo que le latía el corazón.

Al entrar al lugar de los sueños, se fijó en como se tensaba.





Fayna era consciente de que no tardaría en temblar debido a la antelación por lo que vendría a continuación. Cerró las manos en puños, sabiendo lo que significaba.

Estaba preparada.

Desde pequeña había sufrido aquellas pesadillas. Nunca la habían dejado sola, ni una sola noche. Daba igual si dormía en otro lugar o en su cama; si era de día o de noche; si la oscuridad le rodeaba o una luz la protegía.

Aunque en realidad no lo hacía.

Nunca lo hacía.

La oscuridad invadió su mente y estaba lista para lo que pasaría.

Entonces notó unos labios fríos posándose en su frente y como la acercaban incluso más a un cuerpo.

La tensión desapareció de ella.

Se removió en sus brazos e inhaló el aroma a pino que siempre lo rodeaba. Sin embargo, no tuvo tiempo suficiente para acomodarse cuando notó de repente como la alzaban en volandas. Sentía los músculos tensos de Orión bajo su espalda y sus piernas. Estaba andando con ella en brazos.

Apoyó la cabeza en el pecho de él, escuchando el latido acelerado de su corazón. Entreabrió los ojos y observó su perfil sin discreción, aprovechando que él tenía la atención en otra cosa.

Su mandíbula cuadrada y marcada, parecía incluso más angulosa por culpa de las sombras que creaban las luces de las farolas al andar bajo ellas. La mirada verde hierba se veía más oscura de lo normal y tenía los labios dibujados en una línea recta.

Un sexto sentido que desconocía le advirtió cuando él se giró en su dirección y ella cerró los ojos con fuerza, haciéndose la dormida.

No entendía por qué había hecho eso, simplemente lo hizo.

Esa noche no podía soportar ver el desprecio reflejado en sus ojos cuando la miraba.

Al intentar quedarse dormida, acabó sucumbiendo al sueño.

No obstante, abrió los ojos de golpe cuando dejó de sentir los brazos en torno a su cuerpo y en su lugar sintió el colchón mullido, que se hundía bajo su peso.

Se despertó en el momento menos apropiado.

Frente a ella se encontró la imagen de la espalda desnuda de Orión.

En ese preciso instante, se estaba quitando la camisa blanca, dejando expuesta su piel.

Se le marcaban los músculos de los brazos al doblar la prenda y se fijo en que tensaba y destensaba los hombros.

Aunque lo que captó su atención fue la gran marca en forma de «V» que le surcaba la espalda desde la parte alta hasta la baja.

Sintió un nudo incómodo instalándose en el estómago al pensar en que el padre de Orión lo maltrataba y aquello eran las marcas de un castigo.

No le cabía en la cabeza cómo un padre podría llegar hacerle eso a su propio hijo.

A su parecer, eso no era propio de un padre sino de un monstruo.

No obstante, todas las preguntas y los comentarios que comenzó a maquinar en su cabeza se silenciaron cuando Orión le devolvió la mirada.

La recorrió de pies a cabeza con los ojos con una lentitud abrumadora. Cuando sus miradas se encontraron, Fayna se percató de que las pupilas de él estaban dilatadas, dejando que el negro invadiera el iris, desapareciendo el verde de él.

Orión empezó a acortar la distancia entre los dos sin prisas, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

De manera inconsciente, la respiración se le agitó con cada nuevo centímetro que él acortaba.

—Dormiré en el sofá —soltó, tomándola por sorpresa—. Buenas noches, Fayna.

Ella hizo el amago de decir algo, pero ni siquiera le dio tiempo a pronunciar una sola palabra porque Orión ya había desaparecido de su habitación, cerrando la puerta detrás de él, dejándola sola una vez más.

Se dejó caer hacia atrás, girándose en el colchón para darle la espalda a la puerta y cerró los ojos con fuerza, intentando tragar todo lo que él despertaba en ella.

Intentando eludir el hecho de que por mucho que negase lo que sentía, era inservible.





Fayna sentía el calor que le provocaba los rayos del sol que se colaban a través de las cortinas. Se desperezó a regañadientes cuando se dio cuenta de que no sería capaz de seguir durmiendo.

Intentó girarse como hacía de manera habitual, pero se fijo en que no iba a ser capaz al rozar el filo de la cama. Abrió los ojos, clavándolos en la pared de enfrente, repleta de pósters de películas y grupos de música.

Esta vez sabía dónde se encontraba tan solo observando esa porción de habitación.

Se preguntó dónde estaría Orión.

Entonces recordó que él dijo que dormiría en el sofá y como se marchó sin dirigirle tan solo una mirada.

Prefería no pensar en él y en la posibilidad de que su humor podría haber vuelto a cambiar.

Aunque a solas, Orión hubiera mostrado una faceta muy distinta, seguía sin tener todas con ella.

El miedo y la incertidumbre todavía estaban arraigados en cada célula de su cuerpo.

Se levantó con lentitud del colchón para no hacer demasiado ruido, por temor a que le descubrieran, una vez más, huyendo. Recogió la ropa repartida por la habitación, vistiéndose con prisas antes de acercarse a la ventana, con la misma intención de siempre.

Volvió a subirse al alfeizar y no pudo evitar mirar hacia abajo antes de estirar una pierna hacia el roble que había entre sus dos casas.

Minutos más tarde, se encontraba buscando las llaves debajo del felpudo de su casa.

No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde su huida, pero si no las encontraba ya, Orión acabaría pillándole in fraganti.

No estaban debajo del felpudo.

Era lo único que había sacado en claro.

Al levantarse, frustrada, su codo se estrelló contra el cactus que había a su derecha y recordó que si no estaban bajo el felpudo su madre solía esconderlas bajo una de las macetas que había repartidas por el porche delantero.

Efectivamente, al levantar la maceta encontró las llaves y no tardó en meterlas en la cerradura.

Tuvo el máximo cuidado al abrir la puerta, intentando hacer el mínimo ruido posible, cerrando tras de ella con la misma lentitud. Subió las escaleras, calculando cada paso que daba para no pisar los escalones que solían crujir y corrió a través del pasillo hasta encerrarse en su habitación.

Media hora más tarde, si pudo hacer el ruido que le apeteciera.

Se había cambiado la ropa de ayer.

Ahora iba vestida con un sujetador deportivo de color negro combinado con unas mallas del mismo color junto a una sudadera azul, que combinaba a la perfección con el color de sus ojos. O eso decía Nashira.

Iba a recoger la bolsa negra que había en el suelo cuando captó movimiento en la ventana de delante.

Orión ya se encontraba en su habitación, aunque lo que capturó verdaderamente su atención, de nuevo, fue la gran «V» roja, sintiendo como se le removía algo en su interior al igual que la noche anterior.

Sin previo aviso, se giró en su dirección pillándola desprevenida.

En esos momentos no valía la pena siquiera disimular.

Sin saber muy bien qué hacer y sin estar segura de cómo sería su reacción, Fayna alzó una mano y lo saludó, esperando a que él no le devolviese dicho saludo.

Sin embargo, para su sorpresa, sí lo hizo antes de señalarle el teléfono.

Rebuscó en respuesta el móvil por su habitación hasta dar con él. Lo desbloqueó y se acercó de nuevo a la ventana, insegura de lo que podría ocurrir a continuación.

La pantalla se iluminó por la entrada de un nuevo mensaje.

ORIÓN:

Sabes que tengo una puerta, ¿verdad?

La próxima vez que quieras irte, podrías usarla.

Tecleó una respuesta, pero tan rápido como la escribía, la borraba.

Así varias veces, insatisfecha con cada contestación nueva que se le ocurría.

Llevaban años sin dirigirse una palabra, años de intercambio de miradas entre silencios ensordecedores.

Tras el fallecimiento de su madre se habían distanciado y comenzaron a perder el contacto. Al principio, Fayna intentaba hacer las mismas cosas de siempre y no perder la rutina de pasar tiempo juntos de alguna forma.

No obstante, la actitud fría del inicio, poco a poco se fue convirtiendo en una hostil y ya no solo se limitaba a ignorarla, sino que le dejaba claro, cada vez que se cruzaban, lo mucho que le molestaba su presencia.

Y ahora acababa de enviarle un mensaje.

Levantó la vista de su pantalla, temerosa de encontrarse a Orión todavía pendiente de ella, pero se lo encontró vistiéndose, dándole la espalda en el proceso.

Dejó de apretar el móvil con tanta fuerza y soltó un suspiro antes de cerrar las cortinas de su ventana y acercarse al lugar donde se encontraba la bolsa que estaba entreabierta.

Metió los guantes de boxeo antes de cerrarla y salir de su habitación.

Fue trotando de manera suave hasta llegar a «Inferno», el fitboxing en el que entrenaba.

El establecimiento estaba apartado del centro del pueblo, pero cerca al círculo de urbanizaciones donde vivía Fayna. Sonrió divertida cuando estuvo frente al edificio.

Al lado del nombre en luces neón, había dibujada una silueta de demonio. A pesar de los meses que llevaba yendo, siempre le conseguía sacar una sonrisa ese detalle.

En el interior las luces blancas eran de una intensidad más suave que las rojas que había en la zona de los sacos, dándole un aspecto sanguinario. Siempre que cruzaba las puertas, la adrenalina empezaba a burbujearle por las venas. Se dirigió al vestuario, no sin antes acercarse a la recepción.

—Buenos días, pequeña —saludó con retintín a Sabik.

No desaprovechaba la oportunidad de meterse con ella por la diferencia de edad.

Aunque solo se llevaran un año.

Sabik le sacó la lengua en respuesta antes de saludarle con un gesto de cabeza.

Para ser relativamente temprano, el olor a sudor impregnaba el ambiente, también el fuerte y desagradable olor a desodorante y colonia de hombre que le contaminaba las fosas nasales.

Lo odiaba.

Dejó la bolsa en su taquilla no sin antes sacar los guantes y la pequeña toalla que ahora le rodeaba el cuello. Amarrándose los guantes, fue directa al saco de boxeo que se encontraba en la esquina más alejada de la sala.

Comenzó a golpearlo numerosas veces. Sientiendo el impacto del puño contra el saco, y como este se deformaba ante la fuerza. Así, una, dos y tres veces.

Sin cesar y en repetición.

Hubo un momento incluso que los nudillos le crujieron ante el impacto, brindándole la satisfacción que buscaba.

Estaba a punto de volver a golpearlo cuando alguien le rodeó el puño, deteniéndola.

—Tienes que girar más el cuerpo. Siempre te lo tengo que estar recordando —se quejó Alkaid, negando con la cabeza, consiguiendo que el par de mechones negros que resaltaban sobre su melena pelirroja le cayeran sobre la frente.

Sin esperar a que Fayna le respondiera, Alkaid colocó las manos sobre las caderas de ella y le obligó a girar el cuerpo, logrando que estuviera de lado, justo en la posición que él le estaba indicando.

Se apartó, colocándose detrás del saco y agarrándolo para crear más firmeza cuando impactara el puño contra él.

Fayna volvió a golpearlo de nuevo, con más rabia que antes.

No le gustaba que le dijeran que hacía algo mal y Alkaid nunca dudaba en recordárselo.

Sobre todo la dichosa posturita.

Sin embargo, no calculó bien el tercer golpe que le fue a propinar al saco.

En consecuencia al mal movimiento, Alkaid la frenó rodeándole la muñeca, supuso que para explicarle el fallo.

En otro momento se hubiera molestado por la corrección de Alkaid, aunque fuese consciente de que lo decía por su bien.

No obstante, hubo otra cosa que captó su atención.

En la piel aceitunada de su entrenador entrevió una marca que le decoraba la muñeca. Estaba tan difuminada que habría pasado desapercibida por cualquiera, pero no para ella.

Mucho menos cuando tenía el mismo dibujo en su muñeca izquierda.

Aún así, no se atrevió a decirle nada al respecto.

Cuando estuvo sola en los vestuarios deshaciéndose de los guantes, clavó los ojos en la muñeca.

La misma llama difuminada que había visto en la piel de Alkaid se encontraba en la suya, pero la de ella se notaba menos que la de su entrenador.

No entendía porqué tenía una llama grabada en la piel.

Tampoco porqué Alkaid parecía tener una copia idéntica en su muñeca.

Lo que sí tenía claro era que no pensaba quedarse con las dudas y que buscaría alguna respuesta, aunque sabía también que no podría preguntárselo a él sin levantar algún tipo de sospecha como le ocurría cada vez que hablaba con Nashira.

Y, como siempre, tendría que encontrar las respuestas por sí sola.


N/A: Hola, hola... desaparecí el domingo pasado porque me encontraba fatal y pospuse la actualización al lunes, pero no me encontré mucho mejor.

Solo vengo a decir que estamos a un capítulo de descubrir el mote de esta historio, así que atentas la próxima semana jeje

Bueno, dos semanas sin leernos, ¿qué tal todo? ¿Alguna novedad? 🌚

Yo esta semana que no he ido a clases he aprovechado para escribir como una loca, ponerme al día de todas las series, leer mucho, pero sobre todo vaguear. Las siestas de cuatro horas como si fuera verano han sido mi día a día.

Ahora bien, importancia a lo importante:

Teorías

➡️ ¿Por qué Orión la odia tanto?

➡️ ¿Qué hizo Fayna para que la odiara?

➡️ ¿Alkaid: abrazo o balazo?

Y...

➡️ ¿Qué significa esa llama?

Ya está, nada más qué decir.

Sí o sí, nos vemos la próxima semana, sin motes (por poco tiempo) 💙

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