Murmullos de Skrain

By Angie_Eli_Carmona

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La guerra entre dioses y humanos está en su punto más alto. Las tropas se preparan, los reinos enemigos se u... More

Introducción
Capítulo 1. «Palacio de los horrores»
Capítulo 2. «Reunión no anticipada»
Capítulo 3. «Llegada al infierno»
Capítulo 4. «Las fiestas del despilfarro»
Capítulo 5. «Amor en llamas»
Capítulo 6. «Presentaciones, reencuentros, y pláticas»
Capítulo 7. «Prueba de poder y resistencia»
Capítulo 8. «Recuerdos de la infancia»
Capítulo 9. «Deseos profundos»
Capítulo 10. «Comunicación fallida»
Capítulo 11. «La lectura del llamado»
Capítulo 12. «Las bestias desconocidas»
Capítulo 13. «Ojos hambrientos»
Capítulo 14. «Los gigantes y su historia»
Capítulo 15. «Los espejos del alma»
Capítulo 16. «Roces inconvenientes»
Capítulo 17. «Siempre fue él»
Capítulo 18. «Poder, codicia, deseo»
Capítulo 19. «Astras, gigante de la guerra»
Capítulo 20. «Resurrección maldita»
Capítulo 21. «Nacimiento desastroso»
Capítulo 22. «La influencia del tiempo»
Capítulo 23. «Ejerce la influencia divina»
Capítulo 24. «Camuflaje histórico»
Capítulo 26. «La madre de todo»
Capítulo 27. «Las pistas en lo más mundano»
Capítulo 28. «Influencias divinas»

Capítulo 25. «Cinco grandes consejos»

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By Angie_Eli_Carmona

Desde el momento en que Astras apareció en escena Adaliah tuvo un mal presentimiento. No había visto un rostro como el suyo nunca. Y no es porque sus rasgos fueran distintos, o porque su belleza, poder, o incluso voz fueran muy peculiares. Era el aura que transmitía.

De pronto todos estaban luchando arduamente, y Zedric, también, estuvo apunto de morir.

Pero no lo hizo, ella volvió. Un atisbo de la antigua Amaris estuvo de vuelta, y lo salvó, a él, el amor de su vida.

Por un momento Adaliah deseó sentir algo como aquello. Sentir tanto amor y devoción por alguien como para salvarse de las profundidades de la inconsciencia, darlo todo por esa persona, incluso la vida. Entonces, ya no estaba.

Adaliah no se había dado cuenta de lo consciente que era de sí misma hasta aquel momento. Estar vivo, con tú propia mente y existencia como acompañante, es una cosa hermosa y gratificante de la que no estás consciente de tener, hasta que la pierdes.

El mundo de los sueños es un mundo completamente diferente y ajeno a cualquier cosa que uno pueda imaginar. Es un mundo creado a base de la imaginación de todo el universo pensante. Se deforma y transforma continuamente, aparentemente lleno de caos, más formado por una estructura realmente compleja, entrelazada, sosteniéndose por sí mismo y conectado a todo lo demás.

Adaliah perdió la consciencia. Por un momento creyó que estaba soñando, más al siguiente se dió cuenta de que todo se sentía demasiado real, más de lo que podía incluso creer. Se levantó, y enfocó la mirada para encontrarse con algo increíble. Todo a su alrededor era como en el pasado, cuando viviera en la Isla Real. Estaba en sus antiguos aposentos reales, los de la heredera, y los sonidos que antes le habían sido familiares lo llenaban todo. Incluso olía igual, y su camisón, azul cielo hacía sentir cómoda su piel, como si hubiera estado durmiendo entre seda, en la comodidad del cielo.

Se levantó. Fue a poner la vista en su ventana, dónde esperaba ver a la típica muchedumbre con sus miles de ocupaciones e idas y venidas pasar por el muelle. Lo que vió la sorprendió, porque sí, en parte estaba viendo eso, más también, por otra parte, todo tenía cierto aire espectral que no podía descrifrar. Las personas pasaban entre sí cómo sino pudieran verse, diferentes animales o cosas aparecían de aquí a allá y desaparecían con la misma rapidez. Entrecerró los ojos, confundida, y pronto todo cambió, un parpadeo que hizo que su visión se pusiera confusa, como si hubiera viajado en el tiempo, o los colores se vieran un tanto menos vívidos. No sabía definirlo.

-Todo parece estar encimado, ¿No es así? -preguntó una voz desconocida. Aquella presencia simplemente había aparecido ahí, lo que debió sobresaltarla, más ella se mantuvo inerte, indómita. Suspiró, y miró al hombre de cabello gris que yacía a su lado. Seth.

Seth era tal como Piperina lo había descrito. Alto, de cabello voluminoso gris, ojos cambiantes y sonrisa lobuna.

-Lo está porque este mundo es cambiante y tiene muchas formas de ser. Los sueños pueden tener muchas versiones de ser, miles de visitantes viniendo a cada momento. Todo está y no está al mismo tiempo.

-Siento que me has secuestrado -contestó Adaliah con voz trémula. Él no lo negó-. Es cruel que me hayas traído aquí cuando sabes que esto, mi antiguo reino, ya no está.

-Tú misma te trajiste aquí -insistió Seth. Su rostro parecía tranquilo mientras miraba hacia al mar, y su voz también lo fue cuando agregó-: Es tú lugar tranquilo.

Adaliah suspiró. Miró con cierto nerviosismo su antigüo hogar, y, de cierta manera, el saber que no era real comenzó a hacer parpadear la imagen. Furiosa, preguntó:

-¿Y qué quieres de mí? ¿Por qué me has secuestrado deliberada y aprovechadamente?

La respuesta de Seth fue tomarle la mano y llevarla lejos, a un lugar que ella no pudo reconocer. Estaba frente a una gran ciudad que se elevaba sobre el desierto, era brillante, prístina, más destacaba por verse rica y basta, llena de vegetación, canales de agua, y cosas que no esperarías encontrar en el medio de la nada.

-¿Qué es este lugar? -preguntó Adaliah. Justo entonces observó una figura apareció de la nada, volando, observando con satisfacción aquella ciudad, lleno de satisfacción y aire triunfante. Skrain.

-El lugar tranquilo de alguien más -contestó Seth-. A diferencia del tuyo, este no está en el pasado, sino es un deseo que podría estar en el futuro.

Así que aquel era el mayor deseo y al mismo tiempo lugar tranquilo de Skrain. Tal vez era su ciudad de ensueño, la ciudad en la que esperaba vivir si lograba aprovechar su poder en favor de sí mismo y de los demás. Adaliah sonrió. Skrain reparó en ellos, y bajó, sonriente, hasta donde estaban.

-Su ciudad es diferente -observó Adaliah con parsimonia-. Mucho más realista. Parece que fuera real, y no fantasmal como la mía.

-Porque él tiene consciencia perfecta de lo que quiere -explicó Seth con facilidad-. Y conoce mi mundo. Ha creado algo real solo con su imaginación, y eso que tiene muy poca consciencia de lo que podría lograr en realidad. Gente real vive en su ciudad. Es un rey, y ni siquiera sabe que, con aquello que sueña, es real.

-¿Y por qué me...? -Adaliah estuvo apunto de expresar sus dudas, (que tenían que ver con el porque le estaba contando a ella aquello, sí, a grandes rasgos, parecía algo sumamente importante), más no pudo seguir hablando, sus palabras se silenciaron sin que ella quisiera, seguramente culpa del gran poder d w Seth, el dios de ese mundo.

-Porque quiero -contestó Seth, y sus ojos se tornaron dorados justo a la par del momento en que Skrain llegó a ellos. Le sonrió, y dijo-: Bienvenido, joven Skrain.

-Yo... -parecía confundido, como si recién se diera cuenta de que ellos realmente estaban ahí, y no eran creaciones suyas, parte de su sueño-, bueno, hola.

Seth se adelantó y lo tomó de la mano, como aún tenía tomada a Adaliah. De un borrón de nuevo fue transportada a un nuevo lugar, al palacio de los sueños.

Adaliah recordaba que tanto Zedric como Piperina lo habían descrito como un palacio grande, blanquecino, y brillante, al estilo clásico, lleno de vida y grandísimo. Ya no se veía así. De pronto se había convertido en un amplio edificio altísimo que estaba lleno de luces, deformándose a lo largo y ancho de una ciudad moderna y estilizada, que tenía todo tipo de personas extrañas y excéntricas, el lugar estaba lleno de figuras, como si aquella fuera la moda del momento. Las personas llevaban peinados extraños, principalmente recogidos, que también eran parecidos a figuras geométricas. Las luces eran mucho más brillantes de lo que Adaliah alguna vez había conocido, y todo, de alguna manera, le transmitía un aura de modernidad y encanto que estaba segura de no conocer.

-Bonito lugar, diosesillo -dijo Adaliah con una sonrisa satisfecha y un tono sarcástico que seguro que a Seth no le gustó, porque frunció apenas visiblemente el ceño por unos cuantos segundos antes de regresar a su sonrisa lobuna y mirada confiada de costumbre.

-La casa de los sueños, es así como le llaman -explicó él-, en un tiempo atrás puede que fuera un deprimente y pequeño lugar muy temido, pero ahora es todo menos eso.

No dijo nada más, simplemente los condujo dentro, las puertas se abrieron de par en par para dejarlo pasar, y los miles de soldados que custodiaban aquel lugar se giraron hacia Seth e hicieron un amplio y monumental saludo al dios que los gobernaba. Los había con todo tipo de apariencias, algunas de lo más extrañas. Además, sus uniformes variaban mucho también. Eran de todos los colores del arcoiris, con el mismo aspecto modelado a forma de figuras geométricas, algunos con hombreras con forma de triángulo, o cuadrado, algunos más extravagantes con curvas, o texturas raras, como sobresalidas. Los colores, aún así, en cierta manera eran sobrios, no destacaban para nada.

Adaliah estaba impresionada. No entendía que tipo de nación era esa. Los sueños, de pronto, habían cambiado, su mundo se extendió, dándole miles de preguntas. No entendía que hacía ahí, porque Seth de pronto la había llevado a un mundo tan avanzado e importante.

-¿A dónde nos lleva? -preguntó Adaliah con el ceño fruncido. Seth no contestó, se adelantó y ellos apenas lo siguieron entre el mar de personas que ahí se encontraba.

Miró a Skrain. Parecía intranquilo. Miraba todo con mucha más claridad que Adaliah, ella podía entenderlo. Al saber más de aquel mundo, estar realmente consciente de él podría ser bastante chocante.

Pasaron muchos grandes y diferentes salones. Seth los llevó hasta un pequeño cuarto, y, después de que los hubo encerrado ahí, este se comenzó a mover solo, haciéndolos subir.

-Perdón, Seth -Adaliah, abrumada por el movimiento brusco, musitó-. ¿No podía simplemente llevarnos allá de una?

-No -contestó-. En mi palacio no hay más magia que la suya. Ni yo puedo cambiar eso. Es mi regla, y se cumple casi siempre.

-¿Casi siempre? -preguntó Skrain en tono divertido, luego, observó-: Ahora entiendo porque todo se siente tan... ligero.

-Ya no sientes todo el ambiente que hay a tú alrededor -explicó Seth-. Estos no son tus dominios. ¡Ay! -exclamó-, tenemos otra invitada. Ella ya está allá.

Cuando salieron del elevador los esperaba una rubia mujer de ojos grises y cabello recogido en un elegante y simple moño. Ella les sonrió, y dijo:

-Al parecer el secuestro de las dieciséis horas ha dado resultado -dijo, luego le sonrió a Seth, y preguntó-: ¿Me los llevo entonces para el tour programado?

-Sí, Merissa -contestó Seth-, que sea rápido.

Adaliah frunció el ceño. Antes de que se diera cuenta Merissa estaba detrás de ellos y conduciéndolos a través de un conjunto de pasillos largos que parecían no tener fin.

-Estas son las oficinas principales administrativas del circuito fabricante de los sueños -comenzó a explicar Merissa mientras seguía caminando, de a ratos mirándolos fijamente con una sonrisa apacible y satisfecha. Sus hoyuelos eran bonitos, pero la sonrisa era un tanto espeluznante. Demasiado falsa-: Para personas de su... -dudó un poco, y Adaliah entendió que debía de estar intentando alivianar sus palabras- tiempo, debe de ser algo chocante, fuerte, llamativo, un mundo tan avanzado como este, que siempre ha estado al alcance de su mano, pero que no han tenido la capacidad de notar. No son los primeros en realidad. Muchos han pasado por esta situación. Y si el gran dios Seth ha tenido interés en ustedes, es porque, por añadidura, ustedes forman parte de un punto decisivo en la historia de todo nuestro universo.

Skrain y Adaliah se encontraron con la mirada. No entendían como podían ser tan importantes. Llegaron entonces a una puerta roja, diferente entre todo lo demás, que era de distintos tonos de azul.

Merissa la abrió y los guió hacia adentro. La habitación estaba casi completamente vacía, estaba pintada por completo de blanco, dentro solo habían dos sillas, blancas también, que no miraban hacia ningún lado.

-Siéntense, por favor, rectos, y bien puestos -insistió ella, acomodando a ambos, porque Skrain estaba todo menos bien sentado, con las piernas extendidas y brazos abiertos-. Gracias.

Ella volvió a la puerta y apagó las luces antes de salir. Todo era demasiado para ellos. Y fue peor cuando, de la nada, una imagen llena de luz se proyectó frente a ellos.

-¡Bienvenidos al Reino de los Sueños! -les dijo una versión desconocida de Merissa, era solo una ilusión puesta frente a sus ojos, parecía haberse hecho mucho tiempo atrás, ella se veía distinta, más joven, en realidad. Vestía de blanco, una sencilla tela que rodeaba su cuerpo y a la que no se le podía relacionar con nada-. Uno de los muchos reinos de los que rodean este universo, pero el único que está conectado con todo los los demás. Está conectado con el gran poder único, aquel que nuestro gran creador, el padre de todo, supervisa.

Las luces se apagaron. Solo dos segundos después apareció otra imagen, esta más nítida, dónde Merissa vestía de rojo. Era el mismo vestido, el mismo peinado, pero el color era rojo.

-¡Hola! -exclamó-. ¡Es usted! Cómo parte de este ciclo único de la vida, ha sido seleccionado como un invitado al mundo de los sueños. A continuación le daré cinco vitales consejos que harán más fácil su estadía en nuestro universo.

Lo siguiente que dijo lo dijo con una seriedad palpable. Su sonrisa desapareció, y comenzó a verse tan convencida, seria con cada una de sus palabras, que Adaliah y Skrain sintieron un verdadero temor que los llevó a tomarse de las manos por ahí del segundo consejo. Lo que dijo fue:

-Uno, la gran ciudad de Estella es la capital de todo, y hay muchas especies y subespecies humanas que, aunque pueden parecer igual que usted, son tan peligrosas y malignas como no puede imaginar. Se le recomienda no estar en lugares aislados con nadie que no conozca, y permanecer con sus conocidos o los guardianes de la consciencia todo el tiempo que esté aquí.

-Dos, existen doce grandes dioses de todo. No se acerque a ninguno. Los reconocerá por su maravillosa aura de poder, y, aunque usted sea importante, no le tendrán mucha consideración.

-Tres, no haga enojar a Seth.

-Cuatro, no se acerque al padre de todo.

-Cinco, y no menos importante, no se aleje de la capital. El mundo de los sueños es una calca de los universos existentes, tiene zonas de imaginación, sonas vacías, miles e irreconocibles portales llenos de peligro que lo puede llevar a la zona mala, dónde no hay más que cosas malas, la zona contraria de los sueños. ¡No! No piense en eso. Ni se lo ocurra. Mantenga sus pensamientos positivos hasta el final. Hasta el final.

Las luces se encendieron. Merissa no entró enseguida, lo que les dió a Skrain y Adaliah tiempo de hablar. Tenían las manos entrelazadas aún, y ser conscientes de eso hizo que inmediatamente se soltaran, más no que dejarán de verse, fijamente, como tratando de leer lo que pensaban entre ellos.

-Yo... -musitó Adaliah con tono intranquilo-. No puedo dejar de pensar en eso. Si pensamos en cosas malas, lo que puede pasar es...

-No, Adaliah, deja de pensar -Skrain, totalmente preocupado, volvió a tomarla firmemente de las manos. Por un momento, su mirada gris le cortó a Adaliah la respiración. Un color de ojos tan frío debió de haberle transmitido todo menos calidez. Pero él, mirándola fijamente, con sus manos grandes firmes sobre ella, siguió diciendo-: Creo que entiendo de que se trata. Y que nos hayan dejado solos por ahora debe de ser una especie prueba, porque si piensas mucho en lo que mencionaron... bueno, pues no debemos hacerlo.

-Pero yo... -Adaliah comenzó a pensar en lo malo, y, de pronto, un aura oscura llenó su interior. Sus temores se materializaron, como algo real, y comenzó a verlos frente a ella, succionando toda su existencia.

Entonces la voz de él lo llenó todo de nuevo. La estaba abrazando, y murmurando a su lado:

-Adaliah, estás conmigo, en casa, eres valiente, puedes con esto, ¡Puedes con esto!

Ella se aferró a él. La energía comenzó a desaparecer, y Adaliah respiró ampliamente, sintiendo como sus respiraciones se amoldaban junto con su cuerpo.

-Entiendo la prueba, y pienso que es tonta -murmuró.

Merissa entró de nuevo a la habitación. Los condujo fuera y llevó por los pasillos de nuevo, así hasta que, después de abrir muchas puertas y conducirlos a través de muchos pasillos, llegaron frente a dos grandes puertas, ella se detuvo, más antes de hacerlos pasar, dijo:

-Creo que necesitan un cambio de ropa -con facilidad- Tengo dos o tres pases de magia por aquí...

Los sacó. Eran una especie de cintas de cabello demasiadas lisas, las cuales alargó y estampó en las frentes de ambos. Pronto, Skrain hubo traído puesto un traje dorado con una textura extraña y debajo una camisa azul oscura que destacaba extrañamente, además de mocasines raros de un negro brillante que parecía hecho de algún cuero bastante llamativo.

Adaliah llevaba un vestido completamente cuadrado, largo, azul, que tenía un escote bastante pronunciado y una espalda igual de descubierta. Su cabello no estaba adornado de ninguna manera. Para ella, que estaba acostumbrada a llevarlo siempre adornado, generalmente recogido, aunque fuera a medias, el llevar su lacio y pulcro cabello suelto se sintió bastante bien. Tampoco llevaba accesorios, lo que también aligeró bastante su atuendo.

Ella les abrió entonces. Adentro, mucha gente bailaba y se movía a un ritmo nuevo para ambos. No sabían ni de dónde venían, ni que baile era ese en realidad. Simplemente lo era. Había mucha gente bailando y mucha gente charlando, así como también notó una sección que, por, sobre todo, parecía destacar.

Adaliah lo entendió entonces. Aquello sobre que los doce grandes dioses inspiraban un aura de poder incontenible. Tal vez Seth se había contenido antes, pero, para aquel momento, entre tantas personas, ya no estaba conteniendo su verdadero ser. Su cabello gris parecía brillar. Sus ojos, (en aquel momento dorados con motas plateadas a su alrededor), brillaban también. Ilusiones bailaban a su alrededor, y la energía brillaba con cada uno de sus movimientos. Gris, como él, y tal vez como los sueños también.

A su lado estaba una mujer de cabello rubio que le recordó a Varia. Su cabello rizado brillaba, sus ojos eran rojos, su piel dorada. Ambos los miraron y señalaron hacia ellos. Una mujer de cabello castaño estaba a su lado y se giró instantáneamente para mirarlos.

Adaliah por poco se tropieza entre el mar de gente. Entonces, la vió. Era un rostro demasiado conocido. Piperina.

-¿Qué haces aquí? -preguntó.

Ella tampoco parecía cómoda. Cuando estuvieron cerca, contestó:

-Todo está mal en casa. Zedric ya no es el rey. Estaba tratando de conseguir apoyo, movilizando a nuestros soldados, viendo nuestras alianzas, más, de pronto, estaba aquí. No sé que quiere Seth conmigo. No entiendo nada.

Seth sonrió. Estaba escuchándolo todo, aún cuando tenía varias personas de por medio. Se acercó a ellos, y gritó:

-¡Ayuda, un poco de perspectiva, eso es lo que necesitan en su siguiente movimiento! -gritó mientras bailaba de una manera poco convencional. Movía el cuerpo como un tronco, simplemente meneandolo de un lado al otro al ritmo de la música. Fue entonces hacia ellos, y los atrajo hacia sí-, Piperina ciertamente me causa debilidad. Ustedes, bueno, necesitan estar aquí. Ahora, vamos a un lugar más tranquilo. Necesitamos una audiencia en la sala de las artes. Allá tal vez consigan conocer al padre de todo.

Adaliah frunció el ceño. ¿Tenían que conocer al padre de todo? Era un ser demasiado majestuoso, poderoso, mágico. ¿No lo sabía él todo? La mujer brillante sonrió hacia ella. Antes de que Adaliah se diera cuenta, ella estaba a su lado, tomándola del brazo. Al hacerlo, su aura cambió, y todo ella también. De verde brillante y mágica pasó a verse fría y etérea, muy parecida a Akhor. Al mirarla, Adaliah se vió a sí misma. Entonces, ella dijo:

-El futuro no se puede adivinar, no a menos que hables conmigo.

-El dios del tiempo es el padre de todo -contestó Seth-. Y nunca ha revelado sus designios. A nadie. Tú solo eres la diosa del poder.

Ella sonrió. Al mirarlo su cabello se volvió gris, pero todo lo demás siguió igual. Contestó:

-El poder lo mueve todo. Yo sé a dónde irá. Decido en quien debe caer. Puedo verlo tanto en el presente como a futuro -se giró hacia Piperina, y sus ojos se volvieron verdes-. Yo te elegí, Piperina, sabiendo que encantarías a mi hermano con tú rara personalidad. Le gustan los valientes y bravos. Adaliah tiene una interesante historia tanto de amor como de renacimiento, y su futuro...

-Es importante, lo escuchamos ya mucho -musitó Skrain en tono sarcástico. Ella sonrió.

-Contigo tuve que decidir desde el momento de tú concepción -fue como ella respondió. Naturalmente, sus ojos ya eran grises para ese momento-, te hice a mi gusto. Fuerte, rebelde, valiente, atormentado. Soy parte de todo aquello que te hace quien eres. Aún no puedo decidir claramente si me equivoqué.

-Pero vaya, si eres una diosa -contestó Skrain con la misma voz burlona-, no deberías de poder equivocarte.

-Los dioses somos imperfectos -musitó Seth con diversión-, tenemos una perspectiva más amplia de las cosas, actuamos a favor de nosotros y del poder que ostentamos. Aún así, aunque estemos conectados al poder divino, no somos perfectos.

Comenzó a guiarlos lejos de ahí. Entraron a otro de esos cuartos pequeños desde los que se transportaban, Skrain, por lo tanto, comenzó a notar que todos iban hacia arriba. Miró hacia Piperina, que parecía bastante intranquila, luego a Seth, que sonreía a su lado. No entendía bien que hacía ahí, ni lo que era ese mundo. Lo único que sabía es que poner de su lado a aquellos dioses era lo más prioritario por el momento. Necesitaban poner las cosas a su favor, y tener a uno de los más grandes dioses de su lado sería lo mejor.

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