Abrió los ojos desorientado, la suave brisa del viento entraba por su ventana, causando escalofríos en el castaño. Confundido, intentó levantarse, pero su cintura fue apresada por los musculosos brazos del alfa que yacía detrás de él.
—¿A d-dónde vas? — Preguntó.
Metawin ahogó un grito, por el repentino contacto.
—P-Perdón ¿Te a-asusté? —
—Está bien, solo es que...¿Por qué sigues aquí? —
—¿N-No lo recuerdas? Tú me pediste que me quedara. —
—Ñe...No recuerdo nada, en fin. — Se levantó del sofá y se dirigió a su habitación.
—¿Qué vas a hacer? — Interrogó.
—Voy a darme una ducha, puedes hacer lo que quieras, o bien puedes irte no me importa. ¿Capisci? —
—¿R-Realmente no q-quieres quedarte aquí conmigo? —
—Nah. —
—¿Cómo te fue? — Habló Mew, aunque casi no se le entendía pues tenía la boca llena de comida. Vachirawit pasó directamente al baño del segundo piso, apresurado. Suppasit tragó fuerte. —¿Qué le paso ahora? Parece como si se le hubieran manchado algo blanco. —Dijo, haciendo referencia a la obsesión que tenía Bright con la limpieza.
—¡D-Dónde están! —Tiró todo lo que se encontraba arriba del estante. —¡¿Dónde están esas pastillas?! —
Se miró al espejo.
—¡MIERDA OMEGA DE MIERDA! —Exclamó, fúrico, en sus labios se formó una sonrisa lasciva, como si fuera a matar a alguien de un solo golpe. Se dio vuelta. —C-Calma Bright ten p-paciencia, s-solo se iba a bañar, quizás solo e-estaba e-estresado. —Enterró sus dedos en su cuero cabelludo y los curveó jalando su cabello desesperado. — Júrame....Júrame que si me voy no le vas a hacer daño.. —Musitó Bright.
—Ya deja de negarlo, ambos sabemos, que queremos darle unas buenas nalgadas. — Dijo su lobo.
—No...no podemos hacerle daño ¡NO PUEDES! ¡NO LO PERMITIRÉ! —
—Valla que lo haré, fuiste un tonto al no comprarlas, no debiste quedarte con él anoche, ni siquiera lo hicieron. —
—¡CÁLLATE! —
—No se porque te comportas así, antes fantaseabas con hacerlo. —
—¡Pero no estaba bien! ¡NO! —
—Es nuestra naturaleza Bright, tú quieres que ese omega te obedezca, que sea tu sumiso, yo sé que te encantó cuando él bajó la cabeza y fue hacia ti cuando hablaste con voz de mando. —
—¡Mentira! —Exclamó, negando lo último dicho.
—Desde ahora dejas de ser débil y permisivo con él, desde ahora el te hará caso, te obedecerá. —
—¡Déjame no! — Calló al suelo.
—Volverás a ser como antes. —
Gritó retorciéndose en el piso mientras sentía como su lobo lo transformaba.