Ávido

By _Thelin

428 10 142

Cuando las calles están en la profundidad del silencio. Cuando todo se oscurece. Cuando todo parece estar mue... More

0
1
2
3
4
6

5

66 1 56
By _Thelin

«El Vecino»

___________

Preston, por muy impresionante que parezca, llegó vivo al almuerzo.

Con cara de haber visto al mismísimo diablo, pero vivo, al fin y al cabo.

Lillie, al contrario, llegó callada a la mesa, pero más furiosa que mi abuela cuando papá me castigaba. Sólo se dispuso a comer de mala gana mientras hacía varios comentarios sarcásticos referentes a la irresponsabilidad.

Por su parte, Sagge tenía el semblante pálido, y estaba tembloroso. Cuando Charlie le preguntó que si le podía pasar la salsa de tomate, él sólo murmuró:

—Fue terrible...—mientras miraba la nada.

Al parecer estaba pensando en voz alta y no tenía ni idea de qué le había preguntado Charlie.

En los siguientes días me familiaricé más con la universidad y con la ciudad. Cree mi propia rutina: Ir a clases, salir a conocer la ciudad, y en las noches hacía mis tareas, o también hablaba con papá, que por cierto, ya no estaba tan preocupado por mí como el primer día. Sin embargo, seguía diciéndome que apenas sucediera algo, lo más mínimo, lo llamara y que él estaría aquí en seguida.

Luego, estaba el profesor Doorman. Con el paso del tiempo me di cuenta de que tenía un humor de perros, pero aún así, sentía que su forma de mirarme era extraña, y no lo sé... Aveces tenía la sensación de que me espiaba. Aunque también tenía la pequeña teoría que eso sólo era producto de mi imaginación ¿Qué razón podría tener un profesor para espiar a una alumna?

También seguía con la incógnita de lo que el profesor y Charlie habían estado hablando frente a mí, pero desgraciadamente no había podido averiguar nada aún.

Con respecto a Charlie, Lillie, Preston y Sagge, ellos me habían "adoptado" y ahora era parte de su grupo. Quien mejor me caía era Charlie, que, ejem, creo que no hacía falta explicar el porqué, y por otro lado estaba Lillie, que siempre me miraba como si fuera la culpable de todos sus problemas. Del resto, Sagge y Preston eran... Bueno, Sagge y Preston.

En fin, habían pasado algunas semanas y me encontraba en mi balcón, aspirando el aire frío de la noche y terminando una tarea que tenía pendiente para mañana, cuando otra maldita bola de papel cayó sobre mi cabeza.

Respiré profundo.

No era la primera vez que mi queridísimo vecino de arriba lanzaba bolas de papel a mi balcón. Algunas tenían dibujos muy pero muy bonitos, y otras, frases o hasta poemas. Al parecer era la típica persona bohemia y soñadora.

El problema era que sus delirios desechados estaban ensuciando mi espacio, y mi actividad favorita no era la limpieza, precisamente.

Tomé la bola de papel entre mis dedos y salí salí de mi departamento para ir al suyo.

Un agradable chihuahua y su dueña entraron al ascensor conmigo. Ella me dejó acariciarlo y eso bajó un poco el nivel de rabia que tenía. Sólo un poco.

Por cierto, el cachorrito se llamaba Cacahuate. Un nombre innovador.

Luego me encontré frente a su puerta, la cual toqué con ímpetu.

Esta se abrió, y mi boca hizo la misma acción en señal de sorpresa. ¿Qué?

¿Eva?

—¿Charlie? —inquirí.

Los dos nos quedamos un segundo procesando.

—¿Qué haces aquí? —pregunté primero.

—Yo vivo aquí —dijo como si fuera obvio—. ¿Qué haces tú aquí ?

Le mostré la bola de papel que tenía en la mano.

Él hizo una pequeña "o" con sus delgados labios.

—¿Vives en el piso de abajo?

Yo asentí en respuesta.

—Oh —dijo lentamente, y luego pareció aclarar sus ideas—. Lo siento, de verdad no me había percatado de que ya había alguien viviendo ahí. Creo que al abuelo se le olvidó informarme eso.

—¿Al abuelo? —lo miré confusa.

—Sí, mi abuelo. Él es el dueño del edificio —hizo una pausa—. De hecho, vivo aquí precisamente para verificar que todo marche correctamente. Sobre todo con ese tal Ronald, el botones. Supongo que sabes quién es, ¿No?

Yo me reí.

—Sí. Debí imaginarlo. Ronald.

Él hizo una mueca.

—No me digas que a tí también te ha estado molestando —dijo con cansancio.

—¿Molestando? —ironicé—. Creo que el nombre que él le pondría a eso, sería: "siendo amable con los habitantes del edificio, sobretodo con las señoritas"

Él negó con la cabeza.

—No lo he despedido porque aún no he encontrado a otro botones, pero cuanto lo haga... —él de pronto pareció darse cuenta de algo— ¡Demonios! Soy un idiota, aún no te he invitado a pasar. Ven —se apartó de la puerta e hizo un ademán para que entrara.

Yo le sonreí y al pasar, aprecié rápidamente su departamento. Su estructura era igual a la mía, pero en cuanto a decoración era muy distinta. Casi todo era de madera pulida, y tenía un montón de plantas por doquier, hasta habían varías que colgaban del techo, dándole un aspecto muy cálido a todo.

En medio del ventanal que constituía una parte de la sala, había una linda chimenea falsa color madera, que tenía un simulador de fuego dentro.

Pero lo que más me llamó la atención de todo, fueron los cuadros. Habían varias pinturas famosas colgadas en puntos específicos de las paredes. Las reconocía porque papá era un apasionado del arte, y siempre íbamos a galerías y museos.

—¿Te gusta mucho la estética, no? —comenté. No podía dejar de observar todo, el departamento parecía sacado de Pinterest. Los colores predominantes eran el verde, marrón y blanco, y daba la ilusión de estar todo muy iluminado.

—Sí —musitó—. La estética es un tipo de arte, y yo amo todos los tipos de arte.

—Ya veo... Hasta pinturas famosas tienes ¿Son originales o copias? —dije acercándome a una y mirándola detenidamente—. Porque están muy bien hechas.

—Algunas son copias, pero otras sí son originales.

Me quedé mirando una realmente interesante que estaba al lado de una pequeña biblioteca. Eran tres siluetas de personas en un fondo gris y tormentoso; cada una con una cadena que le brotaba de la parte de atrás de la cabeza y luego se unían todas entre sí. En la esquina superior, se podían leer las palabras "I'm fine" (Estoy bien) en una letra corrida extraña, casi ininteligible.

Busqué la marca del pintor, pero sólo se veían dos letras en la firma.

—¿Y esta? —llamé la atención de Charlie— ¿Quién es CR? Nunca había escuchado hablar de él antes.

Él tardó un momento en responder.

—Es porque no es famoso, por eso no lo conoces.

—Pero tú sí ¿No? ¿Quién es?

—Un chico guapísimo que lleva por nombre Charlie Russo.

Yo me quedé descolocada un momento.

—¿Qué? —exclamé volteándome hacia él—. ¿Eres pintor?

Él frunció el ceño.

—Me gusta más el término "artista", pero creo que "pintor" sería la palabra ideal en este caso— dijo con cansancio, pero luego se recompuso. Me sonrió, y bajó su vista a la mano en donde yo tenía aún la bola de papel. Acercó la suya, y tomó mi muñeca—. ¿Me permite mi nefasto dibujo, señorita Grant?

Abrí la mano y él tomó la bola de papel.

—Gracias.

Yo le sonreí.

—Creo que "artista" podría ir más contigo —comenté mientras caminaba por el pasillo, admirando aún el lugar—. Digo, dibujas, pintas, escribes poemas...

—No, eso último no —dijo detrás de mí—. Sólo hago el intento, y la verdad es que me queda bastante mal.

—Lo haces bien, en serio. Sólo necesitas cambiar algunas palabras por sus sinónimos para que las estrofas rimen.

—¿Tú escribes? —inquirió interesado.

—Sí y no... Me gusta la poesía, pero sólo he intentado escribirla pocas veces.

—¿A quién lees?

Sonreí divertida.

—¿Es muy cliché decir Shakespeare?

Él me devolvió la sonrisa.

—Para nada. Shakespeare es una base, no un cliché. ¿Qué amante de la poesía no ha leído al famoso autor de Romeo y Julieta?

Él se puso a mi lado, mientras nos quedábamos mirando uno de sus cuadros.

—Esa fue la primera obra de teatro que leí de él. Me encanta Shakespeare.

—Y a mí Romeo.

—¿Quién no quisiera tener a un Romeo en su vida?

Él se inclinó hacia mí.

—Yo podría ser tu Romeo.

Se acercó tanto que su nariz casi rozó la mía. Me miró a los ojos, y yo le devolví la mirada complacida. Intenté que no se notará el pequeño temblor que se adueñó de mis manos.

Y entonces comenzaron los pensamientos: ¿Por qué se me acerca así? ¿Por qué me dice este tipo de cosas si se supone que tiene algo con Camil? ¿Debería alejarlo? ¿O esperar y ver si él lo hace por sí solo?

Por un momento, ninguno de los dos dijo nada, hasta que el aire tenso cambió a nuestro alrededor y él estalló en una sonora carcajada.

—Lo acepto, eso sonó ridículamente sensual y desubicado —admitió y yo exhalé, menos preocupada por su acción. Sólo estaba jugando—. Sólo recuerda para la próxima, intentar calmar el temblor de tus manos. Te delatan, Zanahoria.

—Mis manos no estaban temblando —respondí mecánicamente, y un poco más brusco de lo que pretendí—. Es decir, es algo natural, siempre me pasa —añadí para suavizar la respuesta.

Él esbozó una media sonrisa.

—Ujum —dijo mirándome con diversión—. Estando ante la versión moderna y mejorada de Romeo, a cualquiera le pasaría eso, tranquila.

—Qué ego... —mascullé—. No te compares con Romeo, Russo, su manera de ligar no la iguala nadie.

—Cierto —aceptó—. Yo no la igualo, la mejoro.

—Ya quisieras.

—Lo digo en serio —insistió, pero yo no me lo podía tomar en serio—. A ver, chécate esto —se enderezó.

—¿Qué cosa?

—Shh, sólo escucha —él se acercó y tomó mis manos. Al inclinarse, sentí su cálido aliento en mi oreja.

Fui demasiado consciente del mechón de cabello cobrizo que simpáticamente hacía cosquillas en mi mejilla.

—Ella esconde honduras y secretos —susurró—. Conoce lo que ocultan las tinieblas, y la luz mora junto a ella...

Un momento.

—Daniel 2:22, El Viejo Testamento —le dije ahora yo a él en el oído. Me sabía esa línea de memoria—. Te falta originalidad, Russo.

Y me separé, pero él no soltó mis manos.

—Digamos que estaba calentando —me dijo en un tono de falsa petulancia—. Puedo hacerlo mejor.

—Cuando aprendas a ser original, me llam...

Auu, auu.

—¿Qué fue eso? —pregunté algo asustada, pareció ser un sonido hecho por un animal.

—Observa —sonrió maliciosamente y caminó por el pasillo hasta que escuché que abrió una puerta—. ¿Te quedaste encerrado, amigo? Ya es hora de que aprendas a girar el picaporte.

¿Qué?

Escuché que venía hacia a mí de nuevo, pero esta vez no estaba solo.

En su hombro, tenía un mono.

Sí, un mono.

—¿De verdad es un mono? —pregunté maravillada.

—No, es un homo sapiens —dijo sarcásticamente—. Su nombre es Carlo.

—Un nombre innovador.

Ok, debía dejar de utilizar esa palabra.

—Obvio, como yo.

El pequeño mono me miraba con curiosidad. Se veía tan tierno que me recordó al mono de Aladdín, Abu.

Acerqué un dedo para acariciarle la cabecita con cuidado y... El muy desgraciado me mordió.

—Ay, ay, ay... —agité la mano instintivamente.

—¡Choca los cinco, Carlo! —el simio subió la patita emocionado y la chocó con la mano de Charlie—. Te has ganado una banana.

Carlo dió un salto a una de las plantas que colgaban del techo, que ahora se me hacían más parecidas a pequeñas lianas, y comenzó a chillar como loco columpiándose entre cada una.

—¿De verdad le enseñas a morder a la gente? —lo miré mal.

—Sólo a los extraños —me palmeó la cabeza cuando pasó a mi lado para ir hacia la cocina—. Te morderá cada vez que te le acerques.

Yo lo seguí, con el dedo palpitante.

—Bueno, gracias por la advertencia tardía. Ya sé para no acercármele.

—Hay otra solución a eso —tomó una banana del refrigerador y empezó a juguetear con ella.

Carlo bajó de una de las lianas y se paró junto a Charlie, esperando su comida, pero éste no le prestó atención.

—¿Ah sí? ¿Y cuál es?

El chico sonrió como un angelito.

—Que vengas más seguido, así te le harás más familiar.

Carlo se saboreó mientras mantenía la vista fija en la banana.

—¿Con los demás también es así? —pregunté.

—Si te refieres a Preston, Sagge y Lillie, no. Carlo ya los conoce, aunque... Bueno, aveces le esconde los libros a Lillie. Mera diversión.

—Ya veo que le gusta tentar a la muerte.

Él se carcajeó.

—Carlo no le teme a nada —y al fin le dió la banana. El simio se la comió con ímpetu y dejó la cáscara sobre la mesa—. Ey, ¿En dónde dijimos que iba eso?

Carlo tomó la cáscara y la puso con cuidado el la basura para luego escalar por la pared y perderse rápidamente entre las lianas.

—¿Te ofrezco algo de tomar o beber? —me preguntó—. No lo sé, tal vez agua, jugo, gaseosa, helado...

—¿Dijiste helado? —dejé de mirar el lugar por el que había desaparecido Carlo.

—Sí.

—¿Sabor?

Él se puso una mano la lado de la boca para susurrar dramáticamente:

—Chocolate.

—Hecho —acepté.

Él sacó el bote de helado y nos sentamos en la barra de la cocina a comer. Comimos directamente de ahí; él tomaba una cucharada, y luego yo otra. Me dejó echarle chispas de chocolate, leche condensada, y sirope de chocolate. Me sentía como en el cielo.

—A ver, cuéntame de ti —me dijo y yo me metí una cucharada a la boca—. Han pasado unas semanas desde que nos conocemos y lo único que sé de ti es que tienes un talento especial para atropellar a las personas y no matarlas.

Yo me reí.

—Bueno... —pensé, y me quedé en blanco—. La verdad es que soy bastante mala hablando de mí. No se me ocurre qué decirte.

Me apuntó con la cuchara.

—Me pasa exactamente lo mismo —luego tomó otro poco de helado—. A ver... ¿Cuántos años tienes?

—Diecinueve ¿Y tú?

—Veinte —respondió.

—¿Quienes son tus padres?

—No tengo padres, mi única familia es el abuelo, que por cierto, se llama Gabriel —yo asentí, pensativa—. ¿Tus padres cómo se llaman?

—Papá se llama Daniel Grant, y mamá se llamaba Anna —él también asintió mientras se metía una cucharada de helado en la boca—. Ella murió cuando tenía cinco años. Casi no la recuerdo.

—¿Entonces sólo vives con tu papá, no?

—Sí, pero aveces visitamos a la abuela —dije—. ¿Tú... eh...? —él esperó pacientemente—. Nada, olvídalo.

—¿Qué ibas a preguntar?

—Era irrespetuoso, olvídalo.

—No me voy a ofender, en serio —prometió—. ¿O es que no confías en mí?

Lo pensé un momento.

—Tú lo pediste —le advertí—. ¿Por qué tú no... Tienes padres?

Él terminó de saborear el helado para responder.

—El abuelo me adoptó cuando tenía nueve años. Yo vivía en un orfanato. Me dejaron ahí cuando era demasiado pequeño como para tener constancia. Crecí y nadie me adoptó hasta que llegó Gabriel. Él ha sido para mí... Como un verdadero padre.

—Sin embargo le dices abuelo.

—Sí —sonrió—. El primer día que estuve en su casa me puso dos reglas. La primera; que no le dijera "papá" sino "abuelo" porque ya estaba viejo. Y la segunda, era que teníamos que ver al menos un capítulo de animé al día.

—¿A tu abuelo le gusta el animé? —pregunté sorprendida.

—Le encanta —me corrigió.

—No es muy común entre los ancianos.

—Gabriel no es para nada común. Parece un chico de nuestra edad encerrado en el cuerpo de un señor de sesenta años.

Yo me reí.

—Papá es lo opuesto, parece un señor de ochenta años, encerrado en el cuerpo de un tipo de cuarenta...

—....Y así, el caso de la supuesta desaparición de Belquis Jones fue cerrado hace unas semanas por falta de pruebas —escuché a decir una reportera en la TV de la sala que, se había encendido por sí sola—. Sus padres han presentado varias quejas ante las autoridades de la ciudad alegando que no han hecho una investigación a fondo como se debería. Ellos aún se aferran a la idea de que su hija fue secuestrada, pero al no tener pruebas de ello, la policía se limitó a cerrar el caso. ¿Ustedes qué piensan que pudo haber sucedido? ¿Secuestro o huida? Quédense con nosotros para recibir más información.

—Carlo, suelta el control remoto —lo regañó Charlie.

El mono estaba sobre una de las mesitas de la sala.

Oh, había sido él quien había encendido la TV.

Un momento, ¿Esa sería la chica de la que Oakley me había hablado?

Carlo hizo un sonidito por lo bajo y se fue corriendo, mientras que Charlie se levantó y apagó el aparato.

—Lo siento —me dijo—. Le he enseñado a encenderla, pero ahora lo hace a cada momento.

—No te preocupes —le dije cuando volvió—. De hecho, alguien en el instituto me habló de su caso.

—¿En serio? —tomó una cucharada de helado.

—Sí —dije—. Me dijo que la policía creía que se había escapado con alguien, probablemente con algún chico —expliqué—, pero que él veía más creíble la opción de que hubiera sido secuestrada. También que la policía no le tomaba importancia al caso porque la afectada no venía de una familia adinerada.

—La policía de aquí es una verdadera mierda —respondió con el ceño fruncido, como si en realidad le molestara—. Sólo cuidan a quien les conviene, y no a quien deben. Era de esperarse que no hicieran nada al respecto.

—¿Pero entonces tú también crees que fue secuestrada?

—Sí —me aseguró con voz grave.

—¿Y la conocías?

Se quedó removiendo el helado un poco más de lo necesario.

—No mucho. Sólo nos encontramos algunas veces en los pasillos —se limitó a decir.

Me le quedé mirando fijamente. Al igual que me pasó con Oakley, sentí que estaba mintiendo.

—¿Cómo fue la noche en que desapareció?

Él dudó. Se tomó su tiempo tomando otra cucharada de helado hasta que al fin decidió hablar.

—Fue... —se rascó la nariz—. Dicen que fue en Night Sky. Ella estaba con sus amigos y de un momento a otro, no la volvieron a ver. Todos estaban borrachos y no recuerdan cuándo fue la última vez que estuvo con ellos. A la mañana siguiente se le avisó a la policía, pero esta sólo comenzó la búsqueda después de las horas estipuladas por el reglamento. Y de ahí en adelante sólo tomaron en cuenta para la investigación lo que estaba a simple vista. No creo que hayan hecho más que revisar las cámaras de seguridad, y hacerles unas cuantas preguntas a los empleados del lugar —sus labios se fruncieron en una línea—. Es frustrante.

—Se ve que te afecta —comenté.

—Sí —sacudió la cabeza—. Es decir, eso pudo haberle sucedido a cualquier otra persona. Hasta a Lillie. Imaginarse que eso le hubiera podido pasar a alguien a tu alrededor, no es muy lindo.

—Comprendo —le palmeé torpemente el hombro, y noté que estaba rígido.

Nos quedamos callados por un momento, hasta que Carlo —que no sé de dónde apareció esta vez— se subió a la mesa y tropezó el bote de helado, que quedó esparcido sobre ambos.

Excelente.

El mono se quedó paralizado, con una masa fría y pegajosa sobre la cabeza.

Miré a Charlie, y eso bastó para que él soltara una carcajada bestial que hizo que yo me riera también.

Y sí, Carlo al vernos se echó una sonrisa, e intentó imitar nuestras risas.

Aunque, bueno, en él eso sí se vió terrorífico.

—Lo siento —me dijo Charlie cuando se calmó, mientras se secaba una lagrimita —. Si quieres puedes pasar a mi baño, y agarrar ropa de mi armario para que te cambies.

Se levantó de la silla para intentar limpiar el desastre.

—Está bien —dije— ¿En dónde se supone que queda...?

—Es la última puerta al final del pasillo de la derecha —me indicó, y luego se dirigió al mono—. Y tú y yo, tenemos que hablar.

A Carlo se le borró la sonrisa.

Yo me fui sigilosamente por donde me dijo, y al entrar por la puerta, me sorprendí al ver que era su habitación.

Estaba toda pintada de azul marino y tenía varios detalles blancos que resaltaban. Dentro de ella había un gran armario, un escritorio, una TV, una cama con un portátil sobre ella, y una puerta que supuse que era la de su baño personal.

Elegí una pijama de algodón negra del armario y fui directo al baño para ducharme.

Salí a los diez minutos, secándome el cabello con una toalla.

Me quejé mentalmente al ver que tenía algunos nudos, así que me atreví a buscar un peine en su gaveta de noche y afortunadamente, encontré uno.

Mientras intentaba peinar la calamidad que tenía de cabello, me dispuse a admirar de nuevo la habitación, hasta que mi mirada cayó sobre la cama de sábanas blancas. Y justo en ese momento, me quedé muy quieta observando la laptop.

Conectada a esta, estaba el USB de Preston.

Me acerqué, dudosa de si debería husmear o no, pero ese dilema perdió importancia en cuanto ví la pantalla encendida del portátil.

Estaba abierta una ventana, o más bien una carpeta.

En la descripción se podía leer: "Videos de Seguridad".

Y sí, la carpeta estaba desbloqueada.

Nota:

En la imagen que aparece al comienzo del capítulo, se ve exactamente la manera en la que Charlie escribió sobre la pintura la frase: "I'm fine".

Eso fue todo, nos vemos:D

Continue Reading

You'll Also Like

1.5M 174K 6
Libro que sigue a Mi desesperada decisión. Portada: BetiBup33 design studio.
40.3K 2.6K 20
La vida de una adolescente en un Apocalipsis sigue.. enamorada de alguien que le dobla la edad ¿esta bien? Temporada 2 Portada hecha por @ShinJL
17.2K 1.1K 59
Charlie Magne es la heredera de su familia que decide dejar su hogar para enrumbarse a construir su sueño, sin imaginar que en su camino encontraría...
10.3K 383 30
tn Mikaelson hija de Niklaus un vampiro original, la cuida y protege de cualquier cosa ya que la ama demasiado, tiene una hermana menor llamada hope...