Obsesiones

By solayalbion

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Dos hermanos que tenían una vida completamente normal como cualquier adolescente, cambiarán el rumbo de sus v... More

Nota
Presentación de los personajes
Prólogo
Capítulo 1: Amores a primera vista.
Capítulo 2: Emma, písame la cara.
Capítulo 3: La célula.
Capítulo 4: Negativos silenciosos.
Capítulo 5: ¡Hola, Latinoamerica!
Capítulo 6: Mentiras compulsivas.
Capítulo 7: Hogar, dulce hogar.
Capítulo 8: Barbie Bunny.
Capítulo 9: El beso de Judas.
Capítulo 10: Acusaciones infundadas.
Capítulo 11: Pelirroja a la luz de la luna.
Capítulo 12: La bola de pelo.
Capítulo 13: Detector asiático.
Capítulo 14: Juicio eterno.
Capítulo 15: ¿Dónde están los hermanos Martínez?
Capítulo 16: No me crees.
Capítulo 17: Superlolo.
Capítulo 18: Dos mujeres y un destino.
Capítulo 19: Perro a la plancha.
Capítulo 20: Cuentas pendientes.
Capítulo 21: La muerte nunca duerme.
Epílogo

Capítulo 22: ¡Hasta la vista, malagueños!

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By solayalbion

Álvaro

La policía Pabla y yo llegamos a la residencia abandonada, estaba un poco asustado ya que el lugar se veía un tanto tétrico, pareciera que habían fantasmas.

—¿Pablo, qué hago? —cuestionó la mexicana, encendiendo su linterna.

—Tenemos que investigar, Pabla —le expliqué lo que ya era obvio por lo menos para mí, aunque la policía no parecía ser muy inteligente.

—Bueno, Pablo, será muy fácil con mi linterna —de repente, una araña le saltó en la cara a la policía, lo cual hizo que se sobresaltara—. ¡Oiga, Pablo, se fundió la linterna!

Cogí a la araña sin muchas complicaciones y la aplasté hasta la muerte.

—¡Pabla, cálmate, me pones de los nervios! —le reclamé a la mexicana, que era demasiado torpe y tonta.

De repente, ambos comenzamos a escuchar unos ruidos un tanto extraños. Nos miramos entre nosotros, intrigados y asustados.

—¿Dark Bloom está arriba, Pablo? —me cuestionó Pabla, con curiosidad.

—¡No, claro que no! —negué con la cabeza repetidas veces ya que Dark Bloom era un personaje animado.

En ese mismo instante, la mexicana se volvió a tropezar, esta vez con una silla de ruedas vieja y, sintiéndome fastidiado, le volví a ofrecer mi ayuda.

—Venga, Pabla, hay que entrar por la ventana —la arrastré de la mano hacia dicho objeto.

Los dos logramos subir sin muchas dificultades, tan solo la policía mexicana se resbaló treinta y siete veces tratando de subir sin éxito. Cuando estuvimos dentro, Pabla hizo una apreciación un tanto absurda.

—¡Mire, Pablo, una bolsa de Doritos! —exclamó, señalando una bolsa de dicha marca llena de polvo.

—No toques nada, a saber cuánto tiempo lleva ahí —le sugerí, al ver todo el polvo de la bolsa.

—¿Por dónde empezamos a buscar a Álvaro, Pablo? —me cuestionó la policía, cambiando de tema.

—Pues vayamos por pisos —recomendé—. Primero buscamos en este, si no en el siguiente y así.

Empezamos a buscar por todo ese piso y, tras unos minutos, algo llamó la atención de la mexicana.

—¡Mire, Pablo, hay un cuadro de una vieja! —levantó el cuadro del suelo y le quitó el polvo.

—¿Eh? —pregunté, confundido por su descubrimiento— ¿Y esa quién es?

—¡Es la señora Carrasco! —exclamó, reconociendo a la señora de avanzada edad—. Era amiga de mi abuela Ramírez, Pablo.

—¿En serio? ¿Y pasó algo interesante? —cuestioné, un tanto intrigado.

—Es la abuela de Mario, Pablo —me comentó, suavizando su tono de voz—. Un día, repentinamente se mudó y, desde ese día, ni mi abuela ni yo supimos de ella.

—Ah, que mal, Pabla, ¡Se marcó un ghosting! —me reí yo solo por mi conclusión—. En fin, sigamos buscando.

Subimos al siguiente piso al no encontrar nada más en el primero. En cuanto la mexicana dio un paso hacia delante, una parte del suelo se derrumbó y por poco se cae.

—Uy, está todo muy viejo, ¿Eh? —comenté, al ver el suelo ceder de tal manera.

Mientras seguíamos investigando, la policía se enredó en una telaraña, sin embargo, como ya estaba cansado de ella, decidí no ayudarla y se terminó liberando sola. De repente, la mexicana divisó una puerta clave.

—¡Esta puerta, Pablo! —exclamó la policía, señalando una puerta en la que se hallaba escrito con rotulador rojo "Álvaro y Mario".

—¿Es en serio? —me acerqué hasta donde se ubicaba y miré hacia la puerta—. Me da miedo abrirla...

Pabla trató de forzar la puerta, sin embargo, no lo logró, así que decidí derrumbarla.

—Deja, Pabla, la voy a derribar —agarré su mano y la alejé del lugar—. Cuidado, no se haga daño.

Empujé con todas mis fuerzas la puerta y cedió con facilidad, abriéndonos paso a la habitación. La mexicana corrió adentro rápidamente.

—¡Pablo, aquí no hay nadie! —exclamó la policía, pareciendo retrasada, como de costumbre.

—Las puertas no flotan, Pabla... —le quité la puerta de encima a Álvaro Salazar, el cual había sido aplastado por ella.

Él trató de huir, sin embargo, lo logré detener y evitar que escapara.

—¡Rápido, Pabla, las esposas! —exclamé, reteniendo al malagueño.

—¡Pero si no está casado, Pablo! —la mexicana me contestó una estupidez.

—¡Pabla! ¡Para detenerle, digo! —tuve que explicarle a lo que me refería para que me entendiera.

—¡Ah, Pablo, sé más claro! —se acercó a Álvaro Salazar y rápidamente lo esposó.

Él intentó quitarse las esposas y mostró resistencia, pero eso no evitó que otros policías vinieran para llevárselo. Pabla y yo nos quedamos en esa habitación, investigando lo que había.

—Pablo, aquí solo hay un colchón y una mesa rota —comentó, con decepción.

—¡Mira, parece que en los cajones hay algo! —le señalé la mesa rota a la policía para que investigara.

Ella me hizo caso y abrió los cajones, en los cuales descubrió varias cartas escritas por Álvaro y Mario, respectivamente.

—¿Y esas notas, Pabla? —pregunté, mirándolas con confusión.

—No sé, Pablo —ella se limitó a encogerse de hombros—. Voy a leerlas.

Fecha: 11-12-13

Hola, me llamo Mario y tengo ocho años, logré meter a mi abuela a esta residencia gracias a la policía Ramírez, pero mi abuelo los ha demandado y la van a cerrar.

—Pablo, no sé si seguir leyendo, ¿Sigo? —me cuestionó la policía.

Yo asentí, intrigado por saber lo que contenían las demás notas.

Fecha: 29-03-14

Mis padres siguen golpeándonos a Lara y a mí... daría lo que fuera para ser una persona diferente, cualquiera, menos Álvaro Salazar. He oído que han hablado de una chica pelirroja.

—¡Esa debe de ser Madelaine! —exclamé, entusiasmado al ver que le hacían alusión—. Sigue, Pabla.

Fecha: 10-08-15

Mi abuelo me ha comprado un libro A1 de turco, dice que voy a estudiar el idioma de ahora en adelante. He fingido ponerme a repasar, aunque en verdad estuve ayudando a la abuela a limpiar la casa.

Fecha: 25-08-15

Hoy he conocido a Madelaine, han mencionado que en unos años será mi novia por una módica suma de dinero, aunque no me ha caído muy bien.

Fecha: 13-10-17

Hoy he averiguado más sobre mis padres, eran turcos, se llamaban Eda y Serkan y murieron cuando tenía dos años en un accidente de tráfico, además, me he sacado el A2 de turco.

Fecha: 18-05-19

Estoy ayudando a Lara a bajar de peso, todo para que mis padres no la llamen gorda.

Fecha: 25-04-21

Acabo de ver que muchas cartas han desaparecido, estoy asustado y me estoy escondiendo, no quiero que Pabla me encuentre ya que yo solo trataba de...

—Y no ha escrito más —finalizó la mexicana.

—Pues me han dado hasta pena, pero eso no justifica nada de lo que han hecho. Y, Pabla, ¿Qué crees que ha pasado con esas cartas desaparecidas? —le cuestioné, interesado por su teoría.

—Bueno, Pablo, lo más probable es que los padres de Álvaro o el abuelo de Mario se percataron de la existencia de las cartas, y las quemaron debido a que contendrían información sobre el maltrato que recibieron estos muchachos —me explicó la mexicana que, a pesar de ser tonta, hizo una buena teoría.

—Es lo más probable, así que deberías contárselo a los demás policías —apoyé su teoría desde el primer minuto.

—Sí, Pablo, de momento salgamos fuera, tengo que interrogarlos —dijo la policía, queriendo salir ya de la residencia.

Salimos de aquel lugar y, junto a otros policías, pusimos rumbo a la comisaría. Allí se encontraban Mario y Álvaro Salazar esposados.

—¿Por qué lo hicieron, Pablos? —cuestionó la mexicana, con curiosidad.

Los dos jóvenes bajaron la mirada, no querían hablar del tema. Pabla trató de convencerles.

—Si me lo dicen, podría bajar su sentencia, Dark Blooms —les dijo, para que hablaran.

—No entendéis todo lo que he pasado, los maltratos de mis padres... ¡Ellos me obligaban a estar con Madelaine! ¡Ninguno de los dos queríamos, pero no teníamos otra opción! ¡Si no salía con ella, lo más probable sería que mi hermana estuviera muerta! Pero no me arrepiento de nada, porque Álvaro trató de arruinar todo y tenía que pagar —el malagueño rapado no se mostró arrepentido, aunque si dolido al hablar de su familia.

—Mi abuelo maltrata a mi abuela, Pía y Álvaro son las únicas personas que tenía en mi vida, no tengo padres, ¡No lo entendéis! ¡Yo solo quiero que alguien me ame! ¡Igualmente, tampoco me arrepiento de nada, estoy tan feliz de que Sebas haya sufrido al menos unas horas! —Mario se mostró algo más dolido que su compañero, pero tampoco se mostró muy arrepentido al respecto.

—Se pasaron de lanza, Pablos —comentó la policía, decepcionada con la generación de ahora—. Bueno, tienen visita, a ver qué les parece.

Madelaine y Pía cruzaron la puerta y se limitaron a estar en silencio. Tras un minuto de incomodidad, los malagueños comenzaron a hablar.

—Mad, no seas exagerada, ¡No cometí ningún delito! ¡Sabes que todo lo hice para que mi hermana no muriera, ni siquiera nos amamos! ¡No merezco ir a la cárcel, soy una buena persona! —le reclamó Álvaro Salazar a la pelirroja.

—Yo si te amaba, Pía, pero con tus gilipolleces no te dabas cuenta... —Mario afirmó amarla, aunque se notaba que esto no era tan cierto con tanta toxicidad.

—No me amabas, y tú mismo, lo sabes, nene —la argentina le dijo las verdades a la cara a Mario.

Él asintió y se quedó en silencio, junto a Madelaine la cual era incapaz de responder a Álvaro. Sebas rompió el silencio.

—¿No te arrepientes de haberme apuñalado? —le preguntó al malagueño corpulento, extrañado.

—¡Claro que no! ¡Te apuñalaría una y otra vez hasta que murieras! —exclamó él, con voz sádica.

—Pablo, ¡Cálmate! —la policía le gritó a Mario para que guardara la calma—. Creo que se lo pasarán realmente bien en el centro de menores.

—¿Por cuánto tiempo? —cuestionó la pelirroja, que hasta ese momento no había hablado.

—Eso depende de cómo se comporten, Pablo, pero calculo que unos dos años, tal vez un poco más —le respondió Pabla.

—¿Y nuestros padres y abuelos? ¿No vais a hacer nada? —preguntó Álvaro Salazar, haciendo caso omiso a lo del centro de menores.

—Pablo, yo me encargaré de arrestar a los que hayan hecho algún mal y ayudar a la hermana de Álvaro y a la abuela de Mario respectivamente —les aclaró, decidida a hacer justicia.

—¿Pero no tendrán siquiera una orden de alejamiento de ellas, Pabla? —le cuestioné a la mexicana, confundido por toda la información que tenía que asimilar.

—Ah, se me olvidaba, Pablo, tienen una con la misma duración que la condena —me confirmó.

—¿Solo dos años? —preguntó Madelaine, decepcionada por la poca cantidad de tiempo.

—Bueno, gorda, está bien —Pía trató de mantenerse positiva.

—Eso ya lo solucionaremos —traté de esquivar el tema, queriendo olvidarme de todo—. Lo importante es que ya ha acabado todo.

—Pablos, les llevaré a cada uno a su casa, tenemos que pedir el traspaso de los dos muchachos al centro de menores —Pabla se ofreció a llevarnos a todos.

—Pabla, eres una excelente policía y persona, gracias por tus servicios —le puse mi mano en el hombro a la mexicana.

—¡Me emociono, Pablo! —exclamó la policía, halagada—. Gracias a usted por ser tan buen hada, digo, ciudadano, me confundí.

—¡Ahora me emocionas tú! —le contesté, ahora siendo yo el que estaba sonrojado—. ¡Eres la mejor policía de la ciudad!

Pabla y yo nos fundimos en un amistoso abrazo. Tras unos segundos, nos alejamos.

—Yo creo que usted sería un fabuloso policía, Pablo —comentó la mexicana, entre risas.

—En un futuro, quién sabe —me contagió su risa y nos reímos a la par.

—¡Bueno, vamos Pablos! —exclamó, indicándonos a todos que nos subieramos a su vehículo.

Dos años después...

Sebastián, tras suspender varias veces plástica y nunca haber hecho los deberes de tecnología, logró matricularse en bellas artes y perseguir su sueño de ser escritor.

Tras mucho sopesar, Álvaro decidió no ser el sucesor de Pabla y obtuvo una plaza en psicología.

Coco, el perro de la familia, aprendió a oler el culo de otros perros y a socializar más con los susodichos.

Madelaine, aunque aún se sentía insegura debido a los maltratos de Álvaro Salazar, comenzó una relación con el otro Álvaro y consiguió una plaza en moda.

Pía empezó una bonita relación con Sebas, poco a poco se fue olvidando de la controlación de Mario y mostró su verdadera personalidad, siendo una chica un tanto presumida. Decidió matricularse en baile.

Álvaro y Mario estuvieron esos dos años en el centro de menores, los cuales no sirvieron de nada ya que no reflexionaron en lo absoluto.

Camila se sentía algo mal ya que Álvaro quería a alguien más, pero simplemente decidió dejarlo pasar y tras varios meses de amistad con el susodicho se volvió junto a su familia a Brasil.

Tamara tuvo mucho tiempo para pensar en lo que le había hecho a Sebastián y, tras varios meses, decidió volverle a pedir perdón y este decidió aceptar sus disculpas. Ahora vuelven a ser amigos y van a ir a la misma universidad.

Antonella, tras perder a su amado, cayó en las drogas, sin embargo, gracias a su madre Blanquita consiguió una plaza en baile.

Luciana se enfadó con Pía por salir con el chico que le gustaba a esta, además de que le había dicho que el joven estaba enamorado de ella, por lo que se enfadó con la argentina y dejaron de ser amigas. Obtuvo una plaza en moda.

Barbie y Francisca vivieron una vida normal, aún pensando en una venganza como lo retrasadas que son.

Carlos y Tamara se enamoraron de nuevo y comenzaron a salir, y el chico decidió ir a la misma universidad que su novia y que uno de sus mejores amigos, Sebas.

Coni y Emma continuaron saliendo por unos meses, luego, Constanzo decidió salir con Benedetta, la mejor amiga de Emma, pero luego se arrepintió y regresó con la británica y siguen juntos a día de hoy. Consiguió una plaza en criminología.

Lorenzo se matriculó en peluquería, participando en un concurso en el cual ganó mil euros que invirtió en salvar la vida de su perro de catorce años enfermo.

Solsito y Álvaro perdieron el contacto, y esta consiguió una plaza en derecho, algo que le apasiona mucho.

Josefina se quedó ciega por razones desconocidas, pero afortunadamente pudo ganarse una plaza en baile.

Caterina un día desapareció y nunca más se supo de la susodicha.

Tras estos dos años de tranquilidad, todo comenzó a tornarse gris. La salida de Álvaro y Mario del centro de menores provocó un gran colapso mental en los jóvenes, debido a todos los planes maléficos que traían consigo. Un suceso catastrófico ocurrió y los hermanos no pudieron impedirlo... Ya era demasiado tarde, solo les quedaba lamentarse por no haber abierto los ojos anteriormente ante lo que estaba ocurriendo. Además, la llegada de nuevas personas en la vida de los protagonistas, hará que estas cambien por completo.

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