𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Cuando llegó la noche anterior a la coronación. Thomas no podía estar más estresado. No pudo dormir, a pesar de cuanto lo intentó. Tenía tanta presión en él, en tan poco tiempo. Que estar tan nervioso y tan destruido era lo que se esperaba de él.
El consejo tenía que estar para el, y después de todos los inevitables inconvenientes lo tenía que seguir haciendo. Estaban ante su nuevo Rey.
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La ceremonia consistía de estar en la sala del trono. Recibir la corona por parte de el sacerdote indicado. Recibir el cetro, y el orbe. La bendición, la capa, la banda todas esas cosas. Y así salir al balcón real donde el pueblo esperaría para la presentación oficial de su Rey.
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Desde la mañana, las cosas estaban en su pico de emoción y estrés.
Thomas tenía que estar presentado de manera perfecta. Con las prendas perfectas, con el atuendo más magnífico que alguna vez había usado.
Traje con hombreras de oro, el saco largo, guantes blancos. Todo con como debería estar vestido un Rey.
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La ceremonia en el Salón del Trono se llenó de gente del consejo importante en el mismo.
Thomas entraría con la banda y la enorme capa roja puestas ya, Lauren lo acompañaría detrás de él, y durante la ceremonia iría a un costado con la familia, donde todo continuaría. Después Thomas iría al balcón. Su familia quedaría detrás de él, y el consejo estaría un poco más al fondo verificando que todo esté en orden.
Lauren traía un vestido celeste bastante claro, de gala, con cuello, brillos y una elegancia que debía combinar con la de su esposo.
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Así como así, ya ambos estaban fuera de la sala, y ya esperaban a Thomas dentro de la misma con cánticos de los invitados y los instrumentos correspondientes.
Afuera, estaba también gente, algunos miembros del consejo que verificaban el orden, y por su puesto todos los empleados que podían caber, porque como cualquiera, cuando se abran las puertas, también quisieran ver la coronación de su Rey.
Colocaron la banda y la capa en Thomas, la banda tenía bordes de oro, y la capa decoraciones pomposas de plumas largas que le daban volumen al cuello.
Todos le hablaban al mismo tiempo. Pero trataba de poder mantenerse sereno.
Los pocos miembros del consejo que lo acompañaban siguieron ahí, hasta que Thomas se paró en frente de la puerta cerrada y Lauren se colocó detrás de él como se lo habían indicado.
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Pasaron segundos sumamente tensos donde los guardias esperaban la indicación de Thomas para abrir las puertas.
Pero el simplemente se quedó mirando la misma en silencio. Por minutos que se sintieron eternos.
Los estaba poniendo nerviosos a todos.
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De repente se giró se notaba que respiraba rápido por los nervios, se acercó a Lauren, la misma supuso que necesitarían hablar un momento. Pero se equivocó cuando vio a Thomas quitarse la capa, para que así pueda quitarse la banda. Y así en silencio, se la extendió a Lauren.
En el susto su cerebro solo pensó que quería que se la sostenga unos segundos pero no era así. Le estaba cediendo el mando.
Se heló.
—Señor. —Uno de los miembros del consejo dijo pasmado, estaban a punto de empezar la ceremonia. Y ese había sido un cambio drástico en cualquier plan que habían estado realizando. —¿Señor...?
—Thomas ¿Qué estás haciendo? —Lauren le susurró asustada. Thomas siguió extendiendo la banda.
—Eres tú, la verdadera imagen de este Reino. —Le dijo. De repente, silencio se podía sentir. —No me estoy echando para atrás o acobardandome de mis responsabilidades. Porque de todas formas yo seré el Rey, y tu la Reina, por títulos de mi familia. Porque no podré quedarme con el cargo de príncipe a pesar de que cuando el trono es para la mujer, el hombre no debe ser su igual. Sanguineamente, es contradictorio, por eso funciona, seguiré siendo Rey, y tu Reina. Pero si alguien merece esta ceremonia, esta presentación. Y las adulaciones, eres tú. —Le explicó. —Eres cada persona de este Reino. Eres la Reina de la que cuentan las leyendas. Que empezará la era paz completa en todo el Reino. —La corona, esperó por ti 23 años, sería un robo que yo la tome en tu lugar.
Nadie podía creer lo que estaba pasando. Pero con tan solo ver los ojos de Thomas, este no estaba jugando con absolutamente nada de lo que estaba diciendo.
Las miradas se centraron en la pareja.
Lauren miró a los costados, cada empleado presente miraba expectante. Los mismos miembros del consejo esperaban. Thomas esperaba.
La esperaban a ella.
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Era la verdadera Reina de Inglaterra. Algo en su interior habló, una voz que sólo ella escucho.
La llamaba algo, algo fuerte. El deber, el amor. El Reino, su pueblo.
Ese era el máximo destino que la había esperado. Ahora lo veía en su máximo esplendor.
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Recibió la banda, todos seguían bastante callados. Pero sirvientes se acercaron a colocar la banda por encima de la cabeza de Lauren.
Ya la tenía de forma diagonal, miró hacia abajo, en su pecho donde la misma se lucía. De repente, sintió como acomodaban la capa en su espalda, como Thomas era el que lo hacia después de habérsela quitado.
Lo miró a los ojos, él se sonrió, beso su frente, hizo una reverencia. Y se puso detrás de ella.
La gente se abrió espacio, los mismos miembros del consejo bajaron la cabeza. Lauren vio a los guardias, levantó la cabeza y asintió.
Le abrieron la puerta. Quedo expuesta ante el salón, y solo tenía que avanzar.
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Cada miembro presente no pudo estar más sorprendido al ver quien entraba con la banda y la capa.
El mismo sacerdote, no pudo esconder su propia sorpresa en esa expresión tan pacífica.
Ava y Frizzy se sostenían a la otra como si una se fuera a caer. Y mientras que en la música Lauren avanzaba, por ese pasillo. Con Thomas caminando detrás de ella también con la cabeza en alto. Con orgullo en su rostro.
Su mirada chocó con Harumi de repente, la misma le sonrió y asintió. Como si siempre lo hubiera sabido.
¿Era eso por lo que la felicitó esa vez tan rara? ¿Pudo sentir aquel advenimiento?
Yo creo que sí.
Queda la posibilidad de que Thomas haya tenido eso planeado, pero por lo que se cuenta verídicamente, fue la decisión que en el momento indicado de iluminación supo que era la que Dios la quería hacer tomar.
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No quiero centrarme en cosas específicas de la coronación. Fue algo muy largo, y ya con la explicación de varios eventos los he de haber aburrido varias veces.
No deseo hacerlo ahora.
Han de entender cuan de glorioso fue todo, y aunque lo describa de la manera más especifica, la imaginación no sería suficiente.
Pero si eso no fue lo suficientemente magnífico, la presentación a los súbditos lo fue aún más.
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Debajo del balcón Real, que daba a ese mirador donde el monarca podía ver a su pueblo reunido.
Todos esperaban a Thomas, la gente estaba aglomerada de manera asfixiante para poder ver. Para poder recibir al Rey.
Así que cuando sonaron las trompetas como presagio de que el Rey ya se asomaba, las cosas no podían estar más apretadas ahí abajo.
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Fue la sorpresa, cuando un pomposo y brillos vestido de los más suaves de los celestes apareció ahí. Con una banda roja, una capa extravagante con plumas blancas y también de tela roja.
El mítico cetro de oro, en su mano izquierda, el orbe del mismo material en su derecha.
Y en su cabeza, la corona más majestuosa que se podía ver en la vida. Era la que diseñaron para Thomas, pero de manera increíble, le quedaba mucho mejor a ella.
Thomas si estaba, pero detrás de ella.
Habían oradores que eran los que gritarían para dar las indicaciones para empezar las alabanzas.
Por un segundo, hubo silencio. Claramente por la sorpresa.
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—¡Viva la Reina de Inglaterra! —Se gritó como indicación.
—¡Viva la Reina de Inglaterra! —El mar de gente vociferó de tal manera que se podía sentir la tierra temblando.
La Reina, elevó el cetro y el orbe, el mundo estaba pasmado con tal maravillosa presencia. Como una ola de mar, la gente se fue arrodillando. Poco después, la Reina bajo los objetos nuevamente, y poco a poco todos se pusieron de pie nuevamente.
De repente, la Reina bajo la cabeza con los ojos cerrados. Estaba correspondiendo a la reverencia de su pueblo.
Nunca ninguna Reina había hecho eso, ninguna de la que se tuviera registro.
La música asustó a algunos que se perdieron en la imagen de la misma. Pero la melodía trajo de nuevo a todos a la tierra. Con el cántico más popular. Y el que en la historia nunca se había elevado con tanto poder y sentimiento.
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God save our gracious Queen,
Long live our noble Queen,
God save the Queen!
Send her victorious,
Happy and glorious,
Long to reign over us,
God save the Queen!
O Lord our God arise,
Scatter our enemies,
And make them fall!
Confound their politics,
Frustrate their knavish tricks,
On Thee our hopes we fix,
God save us all!
Not in this land alone,
But be God’s mercies known,
From shore to shore!
Lord make the nations see,
That men should brothers be,
And form one family,
The wide world o’er.
From every latent foe,
From the assassins blow,
God save the Queen!
O’er her thine arm extend,
For Britain’s sake defend,
Our mother, prince, and friend,
God save the Queen!
Thy choicest gifts in store,
On her be pleased to pour,
Long may she reign!
May she defend our laws,
And ever give us cause,
To sing with heart and voice,
God save the Queen!
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Ah, como recuerdo ese día.
Estaba tan maravillada y canté tan fuerte que no tuve voz los días siguientes.
Yo estaba ahí, entre ese tumulto sofocante lleno de gente. Por algo no exagero cuando digo que todo era tan apretado, que muchos no podían creer como seguían respirando.
Ahora que lo pienso, pobrecillo de mi padre, él se llevó la parte asfixiante mientras yo gozaba el privilegio de una buena vista por estar subida y sentada en sus hombros.
Pero ahí arriba estaba la persona más genial que alguna vez yo había conocido. De quien me enorgullece decir me inspiré para ser quien soy ahora.
Lamento si exageré en el suspenso de muchas partes, o si me apresure sin sentido en otras. La emoción me ha embargado en muchas partes de esta historia, que tengo el debido permiso de contar.
Conocí a Lauren hasta que la misma fue mayor. Pero para mis ojos siempre fue joven, tuvo 21 eternamente. Era maravillosa, y créanme que a pesar de todo mi esfuerzo no le he hecho justicia ni a la décima parte de la majestuosidad de esa mujer. Puede ser solo idealización mía, pero mejor Reina que ella, no vi jamás.
Después de todo estuve ahí siempre. Y espero se acuerden de mi. Pero si no, solo mencionaré lo más emocionante, y es que fue esa mujer, quien me enseñó a leer.
Hope Annighan
Escritora.