Desde que te soñé (Gay) TERMI...

By YukikoNami

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Esta es la historia de Matt Howerdel, un chico que se ve obligado a mudarse de casa luego de enterarse de que... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Personajes
Capítulo 23
Especial: Verdad o Reto
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Aviso
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Proyecto
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Booktrailer
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Nota sobre el final
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 52 (alternativo)
Capítulo 53 (alternativo)
Capítulo 54 (Alternativo)
Capítulo 55 (Alternativo)
Capítulo 56 (alternativo)
Capítulo 57 (Alternativo)
Capítulo 58 (alternativo)
Capítulo 59 (alternativo)
Capítulo 60 (alternativo)
Capítulo 61 (Alternativo)
Capítulo 62 (Alternativo)
Capítulo 63 (alternativo)
Capítulo 64 (Alternativo)
Capítulo 65 (alternativo)
Capítulo 66 (Alternativo)
Capítulo 67 (Alternativo)
Capítulo 68 (Alternativo)
Capítulo 69 (Alternativo)
Capítulo 70
Capítulo 71 (Alternativo)
Capítulo 72 P.1 (Alternativo)
Capítulo 72 P.2 (Alternativo)
Capítulo especial: La primera cita
Capítulo especial: Navidad de Matt
Capítulo especial: Navidad de Tobi
Capítulo especial: Año nuevo p.2
Especial de San Valentin p.1

Capitulo especial: Año nuevo p.1

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By YukikoNami

Hola a todos, sé que este capítulo debió salir para año nuevo y han pasado 84 años, pero el tiempo y el ánimo no me lo permitió. Ya me siento mucho mejor y ahora tengo mucho más tiempo (me quedé sin trabajo T.T) así que podré aprovechar para estar más activa. Dividí el capítulo en dos, ya que cuando lo iba a publicar me di cuenta que era demasiado largo. Espero les guste. También estaré actualizando pronto mis demás historias, para quienes leen Jarro de Corazones. Mil gracias por seguir aquí y por apoyarme. Ustedes me dan ánimo para seguir escribiendo <3 

Especial de año nuevo

Narra Tobi

—¿Qué es lo que crees que debes hacer? Recuerda partir de lo que consideras lo mejor para ti, aún si crees que en el momento no puedes hacerlo o no quieres hacerlo.

—Yo sé que debemos terminar —la mujer retiró un mechón de cabello que cubría su ojo izquierdo—. Sé que nunca cambiará y que incluso podría ponerse peor, pero es difícil —sus ojos estaban rojos por las lágrimas—. Es que ¿Qué se supone que haga?, si se va entonces, ¿Quién me ayudará con los niños? Estoy segura que si se va no volveré a saber de él y yo no puedo con todo.

—Pero si sigues ahí...

—Si sigo un día me matará, eso ya lo sé. Pero no puedo dejar que mis hijos se mueran de hambre, yo nunca he trabajado y dudo que pueda conseguir algo decente ahora. Ya estoy muy vieja, me han rechazado en todas partes por mi edad.

La mujer que se hallaba frente a mí llevaba un par de meses asistiendo a terapia debido a que se encontraba dentro de una relación violenta y abusiva. Yo ya no sabía cómo más decirle que debía, no solo terminar la relación, sino también alejarse, pues el hombre la había atacado físicamente en innumerables ocasiones y la violencia psicológica era el pan de cada día. Me daba rabia solo pensar en cuántas personas pasaban por esa situación y más me enfurecía saber que muchas no salían de ellas, al menos no con vida.

—No puedo dejarlo —la mujer no pudo hablar más debido al llanto.

La mujer se fue y Melissa, mi secretaria, esperó a que la puerta se cerrara para hablar.

—Esa pobre mujer —me acerqué para escuchar sus palabras—. Hace dos días vi cómo el asqueroso de su marido la sacaba de la escuela de su hijo acusándola de coquetear con los profesores, ella simplemente había ido a recoger las notas del niño. La mujer no paraba de llorar y él no la soltó del cabello hasta que el guardia de la escuela intervino.

—Pobre mujer, uno ya no sabe cómo ayudarla.

—Y no quiere denunciar, ¿cierto? Si lo hubiera denunciado ya el tipo estaría lejos —suspiró—. Hay mujeres muy tontas, la verdad. Eso es falta de amor propio o puro masoquismo. No puedo creer que se dejen tratar así, si yo fuera ella ya lo hubiera denunciado y estaría viviendo feliz con mis hijos.

—No hables sin conocer todo lo que pasa alrededor de esa situación, Melissa. Es muy fácil juzgar sin haber siquiera pasado por algo similar. Siempre decimos: yo haría tal cosa, yo no haría x cosa, pero ¿Cómo saberlo? ¿Cuántas personas no han dicho que harían o evitarían x cosa y en el momento en el que se presenta un problema hacen lo contrario?

—Pero es que ya es algo que lleva años, yo creo.

Sin contestarle más volví a entrar en el consultorio. Me senté en mi silla y no pude evitar sentirme molesto por lo que Melissa decía. ¿Por qué terminaba culpando a la mujer por las cosas horribles que le estaban pasando? No podía entender cómo terminaban juzgando a una mujer que ante el miedo terminaba quedándose en una relación como esa, y más cuando ella había llegado a pasar por una situación similar. Era claro que permanecer ahí no era lo correcto, pero también era claro que la mujer estaba acostumbrada a un estilo de vida que no podía mantener si se quedaba sola con sus hijos, pues, desafortunadamente, ella no había trabajado nunca y a la edad que tenía era imposible que consiguiera un trabajo decente. Era muy triste, pero la realidad está llena de horrores. Solo basta con mirar detenidamente a lo que nos rodea para sentirnos mal por algo.

Por otra parte, la mujer ya había intentado denunciarlo una noche en la que el hombre casi la mata a golpes. Sin embargo, la denuncia no había servido de nada, ya que su esposo tenía dinero y solo había bastado con repartir un par de billetes de un lado a otro para que el caso fuera archivado. Recuerdo que al día siguiente la pobre no dejaba de llorar y decir que la justicia solo servía a quienes podían pagarla.

La puerta se abrió, yo pegué un brinco en mi asiento.

—¿Por qué abres sin tocar?

—Yo toqué y no contestaste nada.

No había escuchado ni el más mínimo ruido.

—Una mujer quiere verlo, dice que tenían una cita programada, aunque no la veo en la agenda.

—¿Cómo se llama?

—Irene.

—¿Irene?

Asintió con la cabeza.

—Dile que pase.

Hace mucho tiempo no veía a Irene. Aunque habíamos mantenido el contacto luego del colegio, después de lo de Matt yo había decidido alejarme de todos. Lo último que supe de ella era que se había graduado como periodista y tenía entendido que se la pasaba viajando, pues estaba trabajando con diferentes comunidades a lo largo del país.

—Qué lindo lugar construiste, Tobi —Irene entró examinando las cosas que había en la habitación—. Y mírate, ni te reconozco al verte así.

—Eso te digo yo, te ves muy diferente.

—Pero sigo siendo la misma —abrió sus brazos de par en par y yo me acerqué a ella—. Y tú sigues siendo el mismo —nos abrazamos con fuerza.

Abrazarla me llevó a los viejos tiempos y todo se sintió cálido.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me llamaste para haber cancelado todo?

—Quería darte la sorpresa.

—¿Quieres ir a comer algo? —miré mi agenda—. En una hora tengo libre.

—Ahora no puedo, Tobi. De hecho estoy de afán. Solo quería pasar a saludarte y a invitarte a una reunión que tengo el 31 —sacó una tarjeta—. Dime que irás, será algo muy corto. Es solo una cena y también quiero anunciar algo muy importante. Me gustaría que estuviesen presentes las personas que más quiero en el mundo, ¿sabes?

¿Yo hacía parte de esas personas? Me sentí conmovido, solo quería darle otro abrazo y no soltarla, pero permanecí en mi puesto. ¿Qué anuncio estaba pensando hacer Irene? ¿Se casaría? Y de ser así, ¿con quién? En sus redes sociales no había fotos que siquiera dieran una pista de si estaba soltera o no.

—Entonces te veo allá, ¿sí?

—Yo te aviso cualquier cosa.

—Ay no, Tobi. Promete que irás. Es algo importante —su mirada parecía suplicante—. Por los viejos tiempos, ¿sí?

—Está bien.

Cuando Irene se fue di un vistazo al calendario. Quedaban apenas tres días para el 31. "Bueno, al menos ya tengo excusa para que Iván no piense que no quiero pasar año nuevo con él" pensé y luego me sentí horrible por tener ese tipo de pensamientos. ¿Por qué no podía solo terminar con esa relación tan dañina? ¿Por qué era tan egoísta y me aprovechaba de aquel chico tan frágil que lo único que había hecho era ser bueno conmigo?

—El chico necesita terapia, debería recomendarle a Paula.

—Ya llegó el señor Méndez. ¿Lo hago pasar?

—Sí, Melissa. Muchas gracias.

Continué con mi jornada como de costumbre. Un poco antes de las seis cerramos. De vez en cuando acercaba a Melissa a su casa, pues quedaba de camino a la mía, esa tarde no fue la excepción.

—Hoy fue un día tranquilo, ¿no crees?

Asentí sin despegar la mirada de la carretera.

—¿Y qué harás el 31? Claro, si se puede saber —yo solía ser muy reservado. Contario a mí, Melissa solía hablar de su vida abiertamente, era como si odiara mantener secretos, incluso si entre ella y yo no había una relación más allá de lo laboral.—. Yo iré por mi hija el 30 y el 31 estaremos en casa de mis padres —Melissa adoraba a su hija, lastimosamente su exmarido había ganado la custodia y solía inventar un montón de excusas para evitar que ambas pudieran encontrarse y pasar tiempo juntas—. Ojalá Ramiro no vaya a arruinarlo todo otra vez, de verdad ya es absurdo que siempre se salga con la suya. Yo soy una buena madre y me hace quedar como la peor del mundo. ¿O será que no soy buena madre? ¿Tú qué crees, Tobi?

—No lo dudes. Ojalá yo hubiera tenido una mamá como tú —recordé a mi madre, solía pensar en ella a menudo, aun cuando trataba de no hacerlo, ella nunca había dejado de visitarme en las noches—. Seguramente cuando vuelvas a pedir la custodia te la darán o al menos harán un arreglo más justo.

—Eso espero.

Detuve el auto pues ya nos hallábamos frente a su edificio.

—Nos vemos mañana, gracias por traerme.

—Duerme bien.

Melissa se bajó del auto y luego de verla entrar en el edificio seguí con mi camino.

Mi celular sonó, cuando miré la pantalla apareció la foto de Iván. Lo dejé sonar, no quería contestar, pero tampoco colgar. Lo mejor era que pensara que no estaba escuchando el celular o que no lo tenía a mi alcance.

—Sobreviví un día más —bajé del auto y me dirigí hacia mi hogar, jugando con las llaves en mi mano—. Me duele la espalda —estiré mis brazos hacia arriba.

En ese instante volvió la invitación de Irene a mis pensamientos. ¿Se casaría? ¿Estaría embarazada? ¿Querría invitarme a una pirámide? ¿Qué era aquello importante que quería decirnos?

—Matt —su nombre se escapó de mis labios de manera involuntaria al pensar en la posibilidad de que también lo invitara a él—. Imposible, totalmente imposible. Él ni siquiera vive aquí —negué con mi cabeza—. Además ellos no eran tan amigos, definitivamente no debe estar en la lista de invitados.

Continué con mi camino, pero sin sacarme la idea de mi cabeza.

—Al fin llegas —no pude evitar abrir mis ojos con sorpresa.

—¿Qué haces aquí?

Me mostró una película.

—No me gusta ver pelis solo.

—Iván, sabes que no me gusta que vengas sin avisar —caminé hacia la puerta, incapaz de mirarlo a la cara—. No me gusta que actúes de esa forma. Me pone nervioso.

—No contestabas, supuse que estabas ocupado y pensé que era mejor...

—Si supones que estoy ocupado, ¿por qué crees que voy a tener tiempo de ver una película contigo? —abrí la puerta con brusquedad—. Y sí, estoy ocupado, así que te pido que por favor me dejes solo.

—¿Quieres que me vaya?

—Sí.

—Llevo esperándote más de una hora, yo...

—¿Te lo pedí?

Negó con la cabeza.

—Por favor vete. Hablamos después, hoy no tengo cabeza para esto.

—¿Me quieres?

Nuevamente esa pregunta.

—No tengo tiempo para esto —no podía mirarlo a la cara—. Te estoy pidiendo espacio, no sigas porque solo empeorarás todo.

—Eso es un no.

Suspiré y cerré la puerta en su cara. No quería decir una palabra más, sabía que si seguía contestándole llegaría un punto en el que no podría seguir respondiendo de buena manera.

Encendí mi computador y comencé a chismosear las redes de Irene para ver si encontraba alguna pista de lo que quería decirnos. Noté que Matt le daba like a varias de sus publicaciones. Pensé en entrar a su perfil, deseaba hacerlo, pero me atemorizaba.

Estaba por cerrar el computador cuando llegó un mensaje de Alexander.

Alexander: Hola, Tobi. ¿Irás?

Tobi: ¿A la reunión de Irene?

Tobi: No sé. ¿Tú sabes de qué es? Es que tengo planes, pero si llega a ser algo muy importante me sentiría muy mal haciéndole el desplante a Irene.

Alexander: Pues yo lo veo como una reunión de año nuevo, ella dijo que tenía algo muy importante que decir, pero no tengo la menor idea de qué pueda ser. De cualquier modo iré, hace días no la veo.

Alexander: Y hace años no te veo, dime que irás.

Tobi: ¿Sabes quién más irá?

Alexander: Supongo que debe estar su familia y sus amigos actuales de pronto. No sé.

Tobi: No sé, lo voy a pensar.

Apagué el computador y me acosté a dormir. No quería pensar más.

Narra Matt

Cuando nos bajamos del avión me sentí mareado. No había sido un viaje agradable, me había resultado imposible conciliar el sueño pues cerca de mí había un grupo de adolescentes que no dejaba de hablar, reír y molestar. Por más que les llamaban la atención era imposible que hicieran silencio y así había sido todo el viaje.

—Te ves terrible.

—¿Cómo quieres que me vea? Odio a los jóvenes. Son estúpidos.

Mi madre soltó una risita.

—Todavía eres joven, aunque tengas el genio de un anciano. Pobre de quien se encarte contigo. Pero bueno, no te diré nada más porque terminas cogiendo el primer vuelo de regreso. Convencerte fue un verdadero reto.

Miró su reloj.

—No tenemos mucho tiempo. Vamos a dejar las cosas al hotel. Nos arreglamos bien bonitos y salimos. ¿Te parece?

—No hay de otra.

—¿No quieres ir a visitar a tus amigos?

Negué con la cabeza. Entre menos gente conocida me encontrara, mejor.

Tomamos un taxi y en menos de media hora nos hallamos frente al hotel.

—Yo me baño primero —dijo mi madre.

—Como quieras.

Mientras ella se bañaba me recosté, quería tratar de dormir un poco. Me sentía mareado y débil y sentía que mi cabeza iba a estallar.

—Es mágico verte tocar —dijo en una sonrisa mientras me miraba fijamente a los ojos—. Es como si estuviese presenciando una manifestación divina. Incluso pareciera haber un halo rodeándote que se hace más brillante con cada nota.

—Eres muy cursi.

—Lo digo en serio, Matt.

—Espero poder verte de cerca en todas tus presentaciones.

—Tienes que hacerlo o me pongo bravo, Tobi.

Su sonrisa hacia que los nervios causados por la presentación desaparecieran.

—Matt —puso sus manos en mis mejillas—. ¿Me extrañas?

Quise decir sí, pero mi voz no salió. Intenté decirlo de nuevo y cuando me di cuenta la figura de Tobi estaba muy lejos de mí. Ya no podría escucharme.

—Matt —escuchaba una y otra vez—. ¿Me olvidaste?

—No —susurré con dificultad.

—¿No te vas a bañar? No seas cochino, levántate más bien.

Abrí mis ojos de golpe.

—¿Estás bien? Tienes una cara de tragedia.

Un par de lágrimas escaparon de mis ojos.

—¿Pasa algo?

Me levanté sin decir una sola palabra.

—Me voy a bañar —me dirigí de prisa al baño. Una vez allí me recosté contra la puerta—. Maldita sea, no debería estar aquí. ¿Por qué tengo que soñar esas cosas? Obviamente no lo extraño, ni un poco. Ni me importa nada, no quiero saber nada de él —saqué el celular de mi bolsillo, busqué a Tobi y lo bloqueé de todas las redes otra vez. No recordaba ni porqué lo había desbloqueado.

El sueño volvió a mi memoria y no pude evitar recordar aquel día en el que Tobi había ido a verme tocar por primera vez. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Fui un tonto —me dolía la garganta—. No debí ser tan egoísta.

—¿Ya te metiste a la ducha? Se nos hace tarde.

—Ya voy —grité en tanto me quitaba la ropa y preparaba la ducha—. No debí venir —murmuré con ira—. Esto solo empeora las cosas —levanté mi rostro y abrí la llave, sentir el agua sobre mi rostro me ayudaba a despejar la mente.

Narra Tobi

—No sé a qué hora termine la reunión, pero si sigues por acá podemos hablar —Iván y yo habíamos evitado hablar los últimos días. Sin embargo, tal como lo esperaba, al ser año nuevo volvió a buscarme, dijo que quería verme y arreglar las cosas—. Yo te aviso apenas salga y dependiendo de dónde estés miramos en dónde nos encontramos —arreglar las cosas, ¿qué buscábamos con ello? Yo no podía seguir posponiendo lo inevitable, pero me era imposible terminarle—. Dale. Nos vemos.

Colgué.

—Será que estoy muy elegante —me había puesto el traje que había llevado a los grados del colegio ese año—. Se supone que es una reunión importante para Irene, debe haber gente de su trabajo incluso. Mejor ir bien presentado —terminé de arreglar mi cabello, me apliqué colonia y busqué las llaves del carro.

Antes de subirme en el auto miré mi reloj. La reunión comenzaba en media hora, tenía tiempo de sobra por lo que pasé a un supermercado a buscar una botella de vino.

—Es de mala educación llegar con las manos vacías.

Volví al carro y me dirigí a la dirección que había en la invitación. Cuando llegué todo estaba muy silencioso alrededor.

—¿Será esta la casa? —la estaba inspeccionando cuando una ventana del segundo piso se abrió.

—Llegaste —Irene cerró la ventana y en menos de un minuto se encontraba abriendo la puerta—. Sigue.

—P-permiso —di mi primer paso—. Te traje esto.

—Es el favorito de Sergio, no va a durar ni una noche.

—¿Sergio?

—Mi esposo.

¿Irene se había casado? No podía creer que no me hubiese enterado.

—Como no viniste ni a la boda pensé que hoy no estarías.

—¿La boda? ¿Cuándo?

—Hace dos años. Pasé a buscarte al consultorio y no pude verte, deje la invitación en la recepción.

Un recuerdo vino a mi mente. Melissa diciéndome que alguien había dejado una invitación y yo respondiéndole que todo lo que no fuera recibos o documentos relacionados con el trabajo no tenía otro lugar que la basura.

—Lo siento mucho, Irene. Nunca recibí la invitación. De haberlo hecho jamás hubiera faltado, yo...

—No te disculpes, Tobi. Sé que eres un hombre muy ocupado.

Me sentí el peor amigo del mundo.

—Siéntate, esta es tu casa. Iré a terminar de cuadrar unas cosas en la cocina y ya vuelvo.

—Soy un idiota —suspiré en tanto me recostaba en un sofá. Mientras trataba de buscar la manera de sentirme menos peor noté una serie de cuadros en una mesa. Eran retratos familiares. Me acerqué para verlos mejor—. Así que tú eres Sergio —lo examiné—. Irene siempre tuvo buen gusto —seguí mirando, en el siguiente aparecían los dos con un bebé en brazos—. No puede ser —luego vi uno donde salía solo Irene con una enorme barriga—. También me perdí de esto —no pude evitar que mis ojos se pusieran llorosos. Seguí mirando hasta llegar a uno en el que había una foto del colegio. Salíamos Irene, Sam, Alexander, Matt y yo—. ¿Por qué nos veíamos tan felices?

—Esa foto me encanta —por poco y la dejo caer—. Viéndolo bien, sí has cambiado un poco.

Volteé a verla. Ella sonreía con dulzura.

—Te casaste y tuviste un hijo.

—Hija. Se llama Layla —me sentía tan triste por haber cortado casi toda comunicación con Irene—. No pongas esa cara, Tobi. Sigues siendo un gran amigo a pesar de todo.

En ese instante sonó el timbre.

—Iré a abrir. Ya vuelvo.

Mientras Irene iba a la puerta yo seguí viendo las fotos y luego noté los diplomas y otros documentos enmarcados en la pared. Había un par de premios a nombre de Irene, otros a nombre de su esposo, todos parecían pertenecer al campo del periodismo y la investigación.

—No puede ser —volteé a ver—. Viniste, Tobi —en menos de nada me encontraba en medio de los brazos de Alexander—. Estás más rellenito y peludo —palmeó mi espalda—. Cuántos años, pensé que nunca nos volveríamos a ver.

—Exageras —nos separamos—. ¿Cómo has estado? ¿Sigues con Santiago?

—Sí —respondió en una sonrisa—. Llevamos unos cuantos años viviendo juntos. Estamos pensando en adoptar, pero no sé.

—¿Quieren tener hijos? —ver a Irene con un bebé y pensar en que Alex y Santiago ya estaban pensando en tener uno me recalcó el tiempo que había pasado. Era una edad muy extraña, mientras yo me la pasaba todo el tiempo trabajando y no sabía qué hacer con mi vida en los demás ámbitos, Irene ya parecía tener su vida resuelta y ellos también parecían tener planes fijos. Yo ni siquiera me había detenido a pensar en la posibilidad de tener una familia—. El tiempo ha pasado tan rápido, siento como si me estuviera dejando atrás. Irene ya tiene un bebé, ¿puedes creerlo? —Alex rio.

—Luna ya tiene una niña de tres años y va a tener otro bebé pronto. Para las mujeres es recomendable tener los hijos entre los 25 y los 30, o eso dicen.

—¿En serio? Ahora me siento mucho más viejo que cuando entré a esta casa —Alex sacó algo de su billetera—. Es ella —me mostró una foto de la hija de Luna—. ¿No es adorable? Se llama Martina.

—Es muy tierna —tomé la foto—. ¿Y por qué es que no sabes si quieres adoptar o no? O es Santiago el que no quiere.

—Santiago se muere por tener un hijo, pero yo no lo sé. No me siento del todo seguro. Creo que antes debemos tener absolutamente toda nuestra vida organizada, de manera en que siempre tengamos el tiempo suficiente para el niño —recordé el Alexander del pasado, triste y solitario—. No quiero ser como fueron mis padres en su momento.

—No creo que vayan a ser así. Serán buenos padres.

—No lo sé, hay que pensarlo muy bien —de la cocina llegó un ruido, era como si algo se hubiera caído—. ¿Quieres que te ayudemos? —Alex pegó un grito, Irene negó desde la cocina.

—No ha llegado nadie más, pensé que esto estaría repleto de gente desconocida.

—Te viniste muy elegante, por cierto —Alexander estaba en jean y camiseta—. ¿Tienes algún otro evento ahorita o dónde andabas?

—Pensé que habría que venirse así, es decir, Irene dijo que era una reunión para tratar algo importante. Supuse que habría mucha más gente aquí, incluso gente de su trabajo, yo... ¿por qué te ríes? Y ¿por qué te viniste tan desarreglado?

—Ay, Tobi, me hacías falta —me dio una palmada en un hombro.

—Espera —lo miré fijamente—. Tú sabes por qué estamos aquí, ¿verdad?

—Por supuesto.

—¿Y? —no pude evitar ponerme serio, Alex seguía riendo—. ¿Qué es lo gracioso? ¿Por qué nos invitó Irene a su casa hoy?

—No quiero arruinar la sorpresa —Alexander se recostó contra el espaldar del sofá y se cruzó de brazos—. Quiero ver qué cara pones.

—Me vas a sacar la piedra, Alex. Dime, ¿Qué es lo que ocurre?

—Ya vas a ver, no te afanes.

Recordé la foto en la que salíamos todos y me sentí nervioso. Mis manos comenzaron a sudar.

—Tengo que irme —me levanté del sofá.

—¿Por qué? Solo bromeaba, Tobi. No es nada malo —mis manos temblaban.

Alex las agarró.

—Estás temblando y sudando, cálmate.

—¿Por qué estamos aquí?

—Siéntate y te explico —me senté, Alex no soltaba mis manos—. Lo que pasa es que Irene quería hacer una reunión con todos nosotros.

—¿Quiénes son todos nosotros?

—Los del colegio. Es decir, no todos los que estudiaron con nosotros, sino nuestro grupo —por un instante sentí que el aire me faltaba—. Para recordar viejos tiempos. Me pareció una idea genial, ¿no lo crees?

—T-tengo que salir —me levanté medio mareado. Alex seguía sujetándome las manos—. Necesito aire.

—Tobi, espera. Estás muy pálido —se paró frente a mí—. Te acompaño.

Salimos de la casa. Una vez fuera busqué mis llaves entre mis bolsillos y caminé hacia mi carro.

—¿A dónde vas?

—No puedo estar aquí.

—¿Por qué? Ya estás aquí, no puedes irte de esa forma.

—No puedo estar aquí, Alex. No. Simplemente no puedo.

—¿Es por Matt?

—No puedo verlo, me da miedo.

—¿Miedo de qué? No seas bobo. Si te sientes de esa forma es porque realmente necesitas verlo, ya sea para arreglar las cosas o para cerrar el ciclo. Si no te importara no te pondrías de esta forma e ignorarlo no va a hacer que desaparezca de tu memoria. Se supone que eres el psicólogo aquí, Tobi.

—Ya sabes que los psicólogos suelen preocuparse más por las otras vidas que por la propia. Ya sé que soy un desastre, pero en fin, tengo que irme —caminé hacia mi carro cuando otro se detuvo frente a nosotros.

—Matt, hola —las llaves se resbalaron de mis manos—. Cuánto tiempo sin verte. Mira quién llegó, Tobi.

No quería girar mi cuerpo, no quería volver a verlo.

—Hola, Alex —escuché su voz.

—¡Tobi! —de pronto sentí unos brazos rodeándome—. Por fin te veo, Tobi. No sabes lo preocupada que estaba por saber de ti, nunca contestaste mis llamadas.

—Sara, hola. Lo siento mucho, cambié de número —la mujer se puso de pie frente a mí.

—Pero mira qué guapo te has puesto, la barba te queda.

—Gracias. Tú sigues igual —tenía ganas de salir corriendo—. Siento mucho no haberme comunicado contigo.

—Hablaremos bien luego, diviértanse —volteé a verla, ella volvió al taxi.

—Nos vemos más tarde, hijo. Adiós, Tobi. Adiós, Alex. Saludos a Irene.

Seguía petrificado, incapaz de voltear y darle la cara a Matt. Pensé en subirme al auto e irme, pero Matt ya me había visto y ese simple acto solo le demostraría que todavía me importa. NO podía permitir que él pensara eso, tenía que demostrarle que ya lo había olvidado. Que ya no le dolía lo que había pasado, que era feliz y que no lo necesitaba para nada.

—Hola, Tobi —escuché su voz y sentí un apretujón en el pecho.

—Hola, Matt —dije dándole la espalda—. Tengo que sacar algo del carro, ya los alcanzo.

—Te esperamos. Vamos, Matt.

Segundos después me di la vuelta, ya no había nadie. Mi cuerpo temblaba y no dejaba de sudar.

—Debes calmarte, Tobi —saqué mi botella de agua del carro y me la tomé casi toda—. Vas a calmarte, es solo una persona. Una persona que ya no importa. Nada más —tomé una bocanada de aire—. Todo estará bien.

—Tobi, eres tú —al otro lado de la acera se encontraba un hombre y una mujer. El hombre, a pesar de verse joven, utilizaba bastón. La mujer lo tenía de gancho y lo ayudó a pasar la calle—. Te ves tan raro con barba —lo miré extrañado, iba a preguntar quién era, pero él se adelantó—. No me digas que no me reconoces —negué con la cabeza—. Soy Sam.

—¿Sam? —abrí mis ojos con sorpresa. La última vez que lo había visto estaba en una silla de ruedas y le habían dicho que nunca volvería a caminar—. ¿De verdad eres tú? Pensé que no podrías...

—Puedo hacerlo solo con mi bastón, aunque puede que con el tiempo logre caminar sin él un poco. No perfectamente, pero algo es algo.

—Me alegra ver que te has recuperado, Sam.

—Ella es Loren, mi esposa —Sam también se había casado. Solo faltaba que Matt dijera que ya había adoptado un hijo con su pareja—. Loren, él es Tobi. Éramos muy buenos amigos cuando vivía aquí. Era mi mejor amigo.

La pelea en la que por poco le hago daño se hizo presente en mi memoria.

—Mucho gusto —dijo la mujer—. Sam me habla mucho de ustedes. Se nota que los quería mucho —muchos recuerdos de nuestra amistad se apoderaron de mi cabeza—. Cuando recibió el correo de Irene casi le da un infarto de la emoción. Hasta se levantó tan bruscamente que fue a dar en el suelo.

—No cuentes esas cosas, me avergüenzas.

—Éramos buenos amigos, fueron buenos tiempos —susurré.

—¿Disculpa?

—N-nada. ¿Entramos?

—Nos vemos al rato —la mujer le dio un beso—. Un gusto conocerte, Tobi. Te lo recomiendo. Yo veré —lo miró con los ojos entrecerrados.

—Es muy extraño esto, la verdad yo no sabía que me iba a encontrar con ustedes. Es demasiado raro verlos a todos otra vez.

—¿No lo sabías?

—Supongo que Irene pensó que si me decía yo no vendría, y tenía mucha razón.

—Wow, ¿tanto me odias?

—No lo digo por ti. En fin, ve entrando que yo ya voy.

Sam entró. Un par de minutos después salió Irene.

—¿No vas a entrar? Te estamos esperando.

—¿Por qué no me dijiste? —me sentía, de alguna manera, traicionado. Realmente era como si me hubieran tendido una trampa y había caído de la manera más absurda.

—No me odies —me miró con cara de perro regañado—. Y quita esa cara de odio la vida.

—¿Matt sabía que Sam iba a venir?

—Matt no sabía ni que venía para acá, aunque apenas entró le dije que vendría.

—¿Y está bien? —era probable que ver a Sam pudiese hacer que Matt se sintiera muy triste al verlo.

—¿Crees que a Matt todavía le importa eso? Yo creo que le afecta más el hecho de que tú estés aquí. Al fin y al cabo fuiste tú su último novio.

—¿Qué?

—Eso nos dijo ahorita. En fin, fue al baño porque se le vino la sangre por la nariz. Supongo que debe ser el cambio de clima o tal vez el hecho de volver a verte. Entró con la misma cara de preocupación que tú.

¿Matt no había vuelto a tener novio? No podía creer en algo como eso, estaba seguro de que Irene solo quería molestarme. ¿Por qué crearme falsas ilusiones? De cualquier modo, Matt ya no podía tener un espacio en mi vida.

—¿Sabes qué? No me importa. Simplemente no quería tener que ver en nada con él y no solo tuve que saludarlo, sino que es posible que tengamos que hablar también.

—¿Te estás escuchando? Suenas como un niño. No puedo creer que el señor Tobi,  psicólogo con consultorio propio, se ande con esas niñerías.

Mi rostro se puso colorado.

—Lo que hiciste fue malvado, sucio y ruin, Irene. Debes admitirlo. Pero en fin, ya no tengo escapatoria, supongo.

Caminé hacia la puerta y entré. Una vez en la sala vi a Alex y Sam hablando y riendo, de Matt no había ningún rastro.

—Está en el baño —dijo Alex. Yo no pude evitar sonrojarme.

—De qué hablas. Solo miraba la casa de Irene, es muy bonita, por cierto.

—Claro, la casa —Irene me dio un codazo.

—Justo hablábamos de ti, Tobi —dijo Sam—. Recordábamos los berrinches que hacías en el colegio cuando algo no salía como querías.

—Había veces que comenzaba a golpear lo que se le atravesaba y luego resultaba culpando a alguien más.

Todos reían.

—Jajajá, miren cómo me rio —me crucé de brazos.

—Pero nada como cuando se le dio por meterse a estudiar alemán, yo a veces le ayudaba a practicar con tarjetas y era muy chistoso. Si lo hubieran visto, cada vez que se equivocaba tiraba las tarjetas al aire y comenzaba a llorar y a insultarse.

—¡Oye! —agarré un cojín que encontré en mi camino y se lo lancé—. Eso era un secreto.

—¿O sea que también hablas alemán? —inquirió Sam.

Negué con la cabeza.

—Ese idioma es muy complicado, no podía ni pronunciarlo. No pude avanzar mucho, la verdad me iba pésimo en las evaluaciones, luego lo dejé porque ya no tenía sentido aprenderlo.

—Pero igual duró un par de meses en eso —agregó Irene—. Yo le dije que al menos terminara de hacer los niveles que había pagado, pero no quiso.

—Discúlpenme —su voz me hizo pegar un brinco—. Creo que el cambio de clima y la falta de sueño me tienen un poco afectado —nuevamente Matt estaba tras de mí y me sentía incapaz de mirarlo—. Hola, Sam. Te ves bien, ¿ya no usas la silla de ruedas?

Sentí sus pasos tras de mí, ignorándome por completo y dirigiéndose hacia los demás. Por fin pude darme vuelta hacia él. Y cuando lo vi sentí como si el tiempo se detuviera, como si quisiera quedarme en ese instante por el resto de mi vida.

—No, no. Las terapias han dado buenos resultados. Te he visto tocar, Matt. Eres asombroso, mi esposa es tu fan.

—Tobi —Irene agarró mi mano—. ¿Estás bien? —me preguntó en un susurro.

Asentí con la cabeza. Matt se sentó junto a Sam. Irene se acercó al grupo también, yo me encontraba de pie frente a todos, totalmente petrificado, pero ninguno parecía notarlo. De pronto la mirada de Matt me atrapó viéndolo, por unos instantes nos miramos fijamente a los ojos y entonces noté que no lo había olvidado, que lo extrañaba y que aún con su ausencia mi amor por él solo se había hecho más fuerte, quería abrazarlo, besarlo, decirle lo mucho que lo extrañaba, pero lo único que pude hacer fue girar mi rostro y buscar la silla más alejada posible de él.

Narra Matt

—¿Puedes quitar esa cara, Matt?

—Hago lo que puedo. Sabes que venir aquí no es algo que me dé gusto —habíamos visitado a un par de familiares e íbamos rumbo a la casa de mi padre—. ¿Falta mucho?

—Preguntas eso cada tres minutos, ya te dije que estamos cerca.

—Será una noche extraña. Ni siquiera creo que pueda reconocer a mi hermana, ¿Cómo se verá ahora? En fotos parece muy tierna.

—Por acá, por favor.

Apenas se detuvo el taxi me bajé. Una vez fuera del auto me sorprendí al encontrar a Alex frente a mí.

—Matt, ¡hola! Cuánto tiempo sin verte —no pude evitar sonreír al verlo. Había pasado tanto tiempo. Me acerqué para saludarlo—. Mira quién llegó, Tobi —en ese instante mi sonrisa desapareció.

—Hola, Alex —dije con dificultad. Él me abrazó.

—¡Tobi! —vi a mi madre corriendo hacia él—. Por fin te veo, Tobi. No sabes lo preocupada que estaba por no saber de ti, nunca contestaste mis llamadas.

¿Mi madre sabía que ellos iban a estar ahí? ¿Dónde nos encontrábamos y por qué yo no sabía nada de ello? Me sentí muy molesto, era como si me hubiesen tendido una trampa.

—Sara, hola —hace mucho no escuchaba su voz—. Lo siento mucho, cambié de número —¿esa era su excusa, mejor solo debía confesar que me odiaba y no quería saber nada de mí, ni de nosotros—. Pero mira qué guapo te has puesto, la barba te queda —¿le quedaba? No había sido capaz de mirarlo.

—Gracias. Tú sigues igual. Siento mucho no haberme comunicado contigo —sí, claro. Puras palabras vacías que no hacían sino molestarme más.

Caminé hacia mi madre como pidiendo una explicación y ella básicamente me ignoró. Alexander puso su mano sobre mi hombro y sonrió, supe que no tenía escapatoria y tendría que quedarme allí.

—Hablaremos bien luego, diviértanse —huyó hacia el taxi sin dejarme decir una sola palabra—. Nos vemos más tarde, hijo. Adiós, Tobi. Adiós, Alex. Saludos a Irene.

Al fin miré hacia donde Tobi se encontraba, el chico estaba de espaldas frente a un auto.

—Hola, Tobi —lo saludé. El chico contestó sin siquiera mirarme. "Supongo que todavía me odia" pensé agachando la mirada con tristeza.

—Tengo que sacar algo del carro, ya los alcanzo.

¿Realmente le quedaba la barba? No había podido ver su rostro todavía. Alex me hizo seña de que entráramos y le dijo a Tobi que lo esperábamos adentro. "Ojalá se vaya" no quería verlo, no me sentía preparado.

—¿Qué se supone que hacemos aquí? —pregunté apenas cruzamos la puerta.

—Es una pequeña reunión de amigos. Para recordar viejos tiempos.

—¿Quiénes están? —esperaba que fuese una reunión de toda la promoción. Entre más gente hubiese, menos posibilidades habría de tener que hablar con Tobi.

—Solo los del grupo, aunque Sam no ha llegado.

—¿Sam vendrá? No volví a saber nada de él.

—¡Matt! —de la nada una chica pelinegra se abalanzó sobre mí—. Mírate, te ves bien. Mucho mejor que en televisión.

—Hola, Irene. Sí, eso parece. No sé por qué me veo tan raro en esas pantallas.

—Sigue, siéntate. ¿Y Tobi? No me digan que se fue.

—Está afuera —contestó Alex—. De pronto haga la maña, pero seguro vuelve.

—Me imagino que tu madre no te comentó de esto —me sentía molesto, sin embargo, traté de sonreír—. Espero no estés molesto.

—No, no. Solo me tomó por sorpresa. Realmente no me esperaba esto.

—Eso dices, pero tu cara dice lo contrario —soltó una risita—. Pero hay que admitir que el hecho de que no salieras corriendo como Tobi es una buena señal —asentí dirigiendo la mirada hacia el suelo—. En fin, ¿Cómo has estado? ¿Qué es de tu vida? Ha pasado demasiado tiempo.

—Bien, he estado bastante ocupado, yendo de un lado a otro.

—Te he visto tocar —sacó su celular—. Hace unos meses estuve en Alemania y fui a verte, mira —me mostró un video.

—¿De verdad? ¿Por qué no me dijiste? Te habría invitado a tomar algo al menos.

—Pensé en irte a saludar, pero cuando fui a buscarte parecías muy ocupado. Había mucha gente alrededor. Luego traté de averiguar tu dirección, pero fue imposible. Parece que no quieres que nadie te encuentre, ¿no?

—Algo así —mi dirección y datos personales eran conocidos solo por las personas más cercanas—. En fin, por lo que veo tienes una hermosa familia —señalé los cuadros con la mirada.

—Sí —ella me alcanzó uno—. Soy muy feliz, no puedo negarlo.

—¿Y no pasarás año nuevo con ellos?

—La reunión no durará mucho, antes de medianoche iré a la casa de mis suegros. Allá es la reunión familiar este año.

—Ya veo.

Pensé en mi madre y no pude evitar preguntarme si la reunión de mi padre era real. Solo esperaba que sí lo fuese, porque de lo contrario mi madre estaría sola en ese hotel.

—Y dinos, Matt. ¿Sales con alguien?

Negué con la cabeza.

—¿En serio? Porque me imagino que debes haber conocido a muchas personas.

—En realidad no estoy interesado en ese tipo de relaciones por el momento. Lo importante para mí ahora es mi profesión, llegar a ser el músico que quiero ser. Ser reconocido por lo que hago, ganarme la vida con lo que amo. Eso es lo importante ahora para mí. El amor y demás cursilerías son cosas de adolescentes.

En ese instante el recuerdo de la última llamada que tuve con Tobi vino a mi mente. Él no paraba de llorar y de decirme que no lo hiciera, que no me alejara, que podíamos hacer muchas cosas juntos, que él no sería un obstáculo para mí.

—¿Y no es eso lo que tienes desde hace ya un tiempo?

—¿Qué?

—Yo veo frente a mí a un músico exitoso, que vive de su arte, que tiene admiradores por todas partes.

—P-pues sí, pero...

—Buenas noches —todos volteamos a ver hacia la entrada—. No puedo creerlo. Estamos todos aquí.

—¡Sam! —Irene se acercó a él y lo abrazó—. Sigue. Siéntate. Me alegra ver que ya puedes caminar.

—Sí, poco a poco se va logrando —se sentó—. Alex, Matt. Qué gusto verlos.

—Hola, Sam —Alex se levantó y fue a abrazarlo.

—Hola —dije desde mi lugar.

—Parece que soy el único que ha envejecido —dijo Sam en un suspiro—. Ya me estoy quedando calvo y ustedes todavía parecen adolescentes.

—¡Exageras! Aunque es verdad, Sam. Mira esas entradas —Irene se acercó más a él—. Ay no y la coronilla. Yo de ti me mantendría calvo.

—Cómo se te ocurre. No renunciaré a mi cabello, estoy llevando un tratamiento. De seguro en unos meses estaré más mechudo que tú.

Las palabras de Irene no dejaban de hacer eco en mi cabeza. Ella tenía razón, ya había logrado aquello que me había propuesto y, sin embargo, seguía sintiéndome incompleto y amargado. ¿Qué era lo que realmente quería? ¿Era el amor necesario en la vida? Si me hubiera quedado con Tobi, ¿habría podido realizar mi sueño también?

—Nunca lo sabré —susurré. Nadie pareció escucharme.

Irene fue por vino para hacer un brindis. Había pasado al menos media hora desde que yo había llegado. Tobi seguía afuera. ¿Se habría ido?

—Matt, ¿estás bien? Tu nariz está —toqué mi nariz, estaba húmeda. Al mirar mis dedos vi sangre.

—Oh no —eché la cabeza hacia atrás—. ¿Me prestas el baño?

—Claro, por el pasillo a la derecha —me levanté—. No vayan a tomar ni un sorbo hasta el brindis. Iré por Tobi.

Cuando Irene pronunció su nombre me puse más nervioso, me sentía mareado y el estómago me dolía. 

—Tengo que irme de aquí —tomé un poco de papel y detuve el sangrado. Me recosté contra la puerta del baño—. Esto es un desastre, no debería estar aquí.

Me dejé caer en el suelo.

—No puedo verlo —negué una y otra vez con la cabeza—. Debe odiarme.

Otro recuerdo se apoderó de mis pensamientos.

—¿Terminaste con Tobi? ¿Por qué? Pensé que todo iba bien, hace unas semanas él estuvo aquí. De verdad no lo entiendo, hijo.

—Interfería con mi carrera, má. Lo intenté, créeme que lo intenté, pero una relación no es lo que necesito ahora y menos a distancia. Le dije que se viniera a estudiar aquí, que así compartiríamos más tiempo y podríamos estar más pendientes el uno del otro, pero él dijo que no podía hacer eso. Ni siquiera dijo lo pensaré o lo intentaré, simplemente dijo: no puedo.

—Sabes que no será toda la vida así, solo es mientras estudian.

—Pero ese no puedo de Tobi implica que no quiere aprender alemán y por ende no se siente capaz de venirse a vivir aquí. Es puro egoísmo suyo, él quiere que yo deje todo y me devuelva y no puedo hacer eso. Yo quiero vivir en Alemania, aquí se vive más tranquilo, la calidad de vida es mejor.

—¿Tobi te dijo querer eso?

—No, pero es obvio. Dijo que no podía aprender alemán. Que era un idioma muy difícil. ¿Al menos lo intentó? Lo dudo, ¿sabes por qué? Porque él cree que yo voy a decir: ay bueno, cuando termine de estudiar me devuelvo... Eso no pasará.

—¿Hablaste de eso con él?

—No hay que hablar esas cosas. Uno las habla y se arrepiente de las decisiones. Tomé una decisión. Mi sueño, ser músico, es lo principal en mi vida. Tobi pudo ser parte de eso, pero no quiso. Además, no me gustan las relaciones a distancia, no tienen sentido. No puedo seguir con eso.

—Creo que estás actuando de manera muy precipitada y casi caprichosa.

—Tú no lo entiendes, má.

—No, no lo entiendo. Pero es tu vida, espero no te arrepientas luego.

¿Mi amargura tendría algo que ver con el arrepentimiento?

—No tiene sentido arrepentirse si con ello no se cambia nada —me levanté con dificultad—. Las cosas tenían que ser de ese modo, era lo mejor para mí. Ahora todo está como quería —tomé un profundo respiro—. Todo está como debería estar —lavé mi cara y comencé a sonreír en el espejo—. Tengo que ser feliz o no habrá sentido en mis decisiones.

Abrí la puerta lentamente y caminé hacia la sala.

Tobi ya estaba allí, no lograba verlo, pero escuchaba su voz.

—¿O sea que también hablas alemán? —preguntó alguien.

—Ese idioma es muy complicado —¿acaso era esa la voz de Tobi?—. No podía ni pronunciarlo. No pude avanzar mucho, la verdad me iba pésimo en las evaluaciones —¿Tobi había estudiado alemán? ¿Cuándo?—. Luego lo dejé porque ya no tenía sentido aprenderlo.

No podía seguir escuchando más.

—Discúlpenme —mi voz sonó ronca—. Creo que el cambio de clima y la falta de sueño me tienen un poco afectado —sin siquiera mirar a Tobi me dirigí hacia la primer silla vacía—. Hola, Sam. Te ves bien, ¿ya no usas la silla de ruedas?

No pude poner atención a lo que Sam decía, no dejaba de pensar en lo que había acabado de escuchar. Disimuladamente dirigí mi mirada hacia Tobi y me encontré con que él estaba mirándome. Su rostro se puso rojo y desvió la mirada enseguida. Yo hice lo mismo.

—Dejemos el chisme para más rato —dijo Irene—. Primero lo primero, levantó su copa. Quiero brindar por nosotros, por las maravillosas personas en las que nos hemos convertido, por los sueños y metas que hemos cumplido y por todo lo que nos falta por alcanzar que sé que lograremos porque somos geniales, ¿no?

—Claro que sí —contestó Alex.

—¿Alguien quiere agregar algo?

—Yo —dijo Sam—. Quiero agradecerles a todos por estar aquí y por permitirme estar aquí, gracias, Irene. Sé que en el pasado cometí muchos errores y por supuesto que me arrepiento, créanme que estar aquí es algo que me brinda la tranquilidad que he buscado desde hace años y que pensé que jamás encontraría. Estar aquí y poder hablar con todos significa que los rencores ya no están, que las faltas han sido perdonadas y que, aunque no nos veamos y hablemos todos los días, nuestra amistad vive.

—Me van a hacer llorar —dijo Alexander.

—¿Quieres decir algo? —inquirió Irene.

—Sé que no es fácil para algunos estar aquí presentes, sé que tal vez el reencuentro revive algunas memorias dolorosas, pero también estoy seguro que revive las más felices y son aquellas las que debemos atesorar. Lo doloroso que se vaya, que se quede atrás, a donde pertenece. Gracias a todos por venir y por quedarse y espero que hoy puedan hacer las paces con aquellos eventos del pasado y con ustedes mismos. ¡Salud!

Irene me miró como pidiéndome que dijera algo. Yo negué con la cabeza. Luego dirigió su mirada hacia Tobi.

—Bueno, yo... —hizo una pausa. Parecía nervioso—. Yo sinceramente no sé cómo sentirme. Sin embargo, me alegra verlos a todos bien. Saber que están trabajando en lo que les gusta, que se rodean de personas que aportan a su felicidad, que han construido sus vidas teniendo en cuenta lo que realmente les brinda felicidad y no lo que los demás tal vez esperaban de ustedes.

—¡Eso! —gritó Irene levantando su copa más alto—. Por nosotros —chocamos las copas entre todos.

Irene nos pidió que la ayudáramos a organizar la mesa. Yo ayudé a ubicar los platos, la comida se veía deliciosa. Cuando ya estuvo todo listo nos ubicamos en el comedor. Yo me senté en medio de Irene y Tobi.

—Escuché que estabas trabajando en la creación de un nuevo videojuego, Sam.

El pelinegro asintió con la cabeza.

—Mi esposa lo escribió y yo estoy trabajando en la parte del diseño y la programación. Ella es fabulosa, también ha escrito un par de libros, por si les interesa.

—¿Y no me la presentaste?

—Le dio pena entrar. Tobi la conoció.

—Sí, parece muy agradable y es muy linda.

—Podrías presentármela, vi su último trabajo y me gustaría escribir un artículo sobre ella.

—Podemos cuadrar algo después.

En ese instante vibró mi celular. Miré con disimulo la pantalla, mi madre me había escrito la dirección de la casa de mi padre y me había dicho que fuese apenas terminara mi reunión. Luego de comer seguimos recordando viejos tiempos y hablando de proyectos a futuro que todos tenían, también de la probabilidad de juntarse para realizar algunos. Irene me dijo que su esposo, quien trabajaba para una emisora de radio, quería que apareciera en uno de sus programas en donde hablarían sobre la importancia de la música clásica. Le dije que lo pensaría.

Alrededor de las diez sonó el timbre. Sam se levantó diciendo que debía ser su esposa. Se despidió de todos, Irene le dijo que la hiciera pasar, pero él dijo que estaban de afán, pues tenían que llegar al otro lado de la ciudad lo más pronto posible, ya que sus padres los esperaban. Irene lo acompañó a la puerta y cuando volvió Alex y Tobi se habían levantado de la mesa.

Irene miró la hora.

—Supongo que es momento de partir. Denme un momento y traigo mi maleta —mientras la esperábamos todo fue silencio—. Listo. Alex, ¿te vas conmigo? —él asintió con la cabeza—. Matt, ¿para dónde vas? —le mostré la dirección que me había mandado mi madre—. Tobi pasa por ahí, te puedes ir con él. ¿Cierto? —dirigió su mirada hacia Tobi y le entregó mi celular.

"Que diga que no. Que diga que no." Pensé incapaz de mirarlo.

—S-sí, por ahí paso.

—Perfecto. Vamos.

Irene y Alex se despidieron. Tobi se subió a su carro, yo me quedé afuera esperando que el carro de Irene desapareciera.

—¿No subes? —preguntó Tobi, asomando su cabeza por una de las ventanas.

—S-sí —contesté avergonzado, en tanto abría una de las puertas de atrás.

—Siéntate adelante, por favor. Así me avisas cualquier cosa.

Hice caso en silencio. Tobi encendió el reproductor de música y arrancó sin decir una palabra. Quería hablar, pero no sabía qué decir, me sentía un poco nervioso e incómodo. Pasados unos cinco minutos sonó su celular, en la pantalla apareció el nombre de un hombre. Tobi no contestó. Sonó de nuevo y aunque intentó colgar de nuevo, resultó contestando la llamada, como el celular estaba conectado al reproductor todo se escuchó.

—Estoy frente a tu apartamento desde hace como una hora, ¿vas a venir? Pensé que pasaríamos año nuevo juntos.

Tobi detuvo el auto en seco y me miró de reojo, mientras desconectaba el celular del aparato. Yo no sabía qué pensar, solo me preguntaba si aquella persona era la pareja de Tobi.

—Te dije que tenía una reunión importante, ¿por qué nunca me escuchas?

Colgó.

—Te he visto en la televisión y en YouTube —por fin me hablaba. ¿Quería desviar la atención del tema? De cualquier modo yo ni pensaba preguntarle por esa persona—. La última vez que tocaste aquí quise entrar al concierto, pero no alcancé a comprar entrada. Me alegra que te esté yendo tan bien.

Tenía ganas de abrir la puerta y tirarme, aunque el carro siguiera en movimiento.

—Pensé que no volvería a verte —dijo. "¿Quién era esa persona?" quise preguntar, pero la voz no me salía—. Como sea —prendió el radio.

—Si me hubieras llamado te hubiera dado una —por fin fui capaz de articular palabras. Tobi me miró extrañado por el espejo—. Tenía varias boletas para regalar.

No respondió. De nuevo un silencio incómodo.

—Supe que tienes un consultorio —recordé las fotos que había visto en instagram.

—Sí. Gracias a eso mi padre al fin aceptó que fuese psicólogo —una sonrisa se escapó de mi boca al escuchar que su padre al fin lo había apoyado—. Básicamente tengo un convenio con su empresa. De esa forma él cumple con facilitar la salud mental de sus trabajadores y yo hago lo que me gusta —por fin lo veía sonreír—. Ha sido un trabajo interesante, aunque lo que realmente me hace feliz es ir al colegio.

—¿Trabajas en un colegio?

—Sí. Ha sido muy bonito el trabajo con los niños. De verdad uno se encuentra con realidades muy duras y se da cuenta que se echa a morir por bobadas. Yo me acuerdo de cuando estábamos en el colegio y pienso que tal vez las cosas hubieran sido más fáciles si ir a terapia no hubiese sido visto como algo negativo. Es decir, en esos tiempos nos decían que la terapia era para locos. ¿Te imaginas haber tenido un buen psicólogo en la escuela? ¡Cuántos problemas se habrían evitado!

Recordé cuando conocí a Tobi y lo caótica que era su vida. La ausencia de su madre, los problemas con su padre, el autodescubrimiento por el que estaba pasando y la falta de cariño y apoyo por parte de quienes se supone debían estar ahí para él.

—Hay vidas muy tristes, Matt. A veces nos quejamos por todo. Nos pegamos de lo poco que nos hace falta para decir que nuestra vida es miserable.

No supe qué decir. Estaba asombrado con las palabras de Tobi, había pasado mucho tiempo, pero era extraño verlo hablar de esa forma, decir ese tipo de cosas.

—Aquí es —se detuvo. ¿Tenía que bajarme? Quería seguir hablando con él, seguir escuchándolo, aún si lo más probable era que otra persona lo estuviera esperando—. Me alegra verte, Matt.

—Gracias por traerme —no quería que se fuera—. ¿Quieres pasar un rato?

Una leve y corta sonrisa apareció en su rostro. ¿Eso era un sí?

—Me da pena entrar sin ser invitado.

—Eso no importa, de seguro mi madre se alegrará de que estés ahí.

—Pero es casa de tu padre. Sería raro, además...

Seguramente aquel tipo lo esperaba.

—¿Tienes planes?

Tobi asintió con la cabeza.

—¿Con tu novio?

Tobi volvió a asentir y enseguida sentí como si me atravesaran el corazón con una daga.

—Ya veo —me quité el cinturón—. Me alegró verte, Tobi —me dolía la garganta—. Espero todo siga bien en tu vida y seas feliz.

Salí rápidamente y, sin mirar atrás, caminé hacia la casa de mi padre. 

"Lo poco que sé, un poco de los lugares a los que voy, me recuerdan a ti. Florecer triste es florecer sin ti" (Lake of Tears - To Blossom Blue)

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