Obsesiones

By solayalbion

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Dos hermanos que tenían una vida completamente normal como cualquier adolescente, cambiarán el rumbo de sus v... More

Nota
Presentación de los personajes
Prólogo
Capítulo 1: Amores a primera vista.
Capítulo 2: Emma, písame la cara.
Capítulo 3: La célula.
Capítulo 4: Negativos silenciosos.
Capítulo 5: ¡Hola, Latinoamerica!
Capítulo 6: Mentiras compulsivas.
Capítulo 7: Hogar, dulce hogar.
Capítulo 8: Barbie Bunny.
Capítulo 9: El beso de Judas.
Capítulo 10: Acusaciones infundadas.
Capítulo 11: Pelirroja a la luz de la luna.
Capítulo 12: La bola de pelo.
Capítulo 13: Detector asiático.
Capítulo 14: Juicio eterno.
Capítulo 15: ¿Dónde están los hermanos Martínez?
Capítulo 16: No me crees.
Capítulo 17: Superlolo.
Capítulo 18: Dos mujeres y un destino.
Capítulo 20: Cuentas pendientes.
Capítulo 21: La muerte nunca duerme.
Capítulo 22: ¡Hasta la vista, malagueños!
Epílogo

Capítulo 19: Perro a la plancha.

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By solayalbion

Mientras todo eso estaba sucediendo, en la buhardilla estaban mi madre y mi hermano Sebas. Mi madre estaba viendo una novela turca irónicamente, mientras que mi hermano estaba robándome la consola. Yo alejé a Antonella de mí y me quedé mirando fijamente a las recién llegadas.

—¡A la chingada! —exclamó la brasileña, con confusión.

—Eh... ¿No es lo que parece...? —traté de justificarme sin éxito.

—¡Bitches, interrumpieron nuestro momento! —gritó la divina, enfadada tras la intervención de las chicas—. ¡Bye, Bye, girls!

—¿Cómo que no es lo que parece? Yo creo que sí... —dijo decepcionada la jóven de barbilla pronunciada.

—Aquí no pueden romper corazones —Solsito procedió a hacer un comentario sin sentido, como siempre solía hacer.

—Ella se me lanzó —les aclaré.

—No debí haber confiado en ti... —mi mejor amiga comenzó a lamentarse en voz baja.

—Mejor me quedaba con Charles en Brasil... —Camila, por su lado, comentó que debió quedarse con su antiguo ligue.

—Pero... pero... ¡No hice nada, lo juro! —traté de pedir piedad otra vez, pero las jóvenes no atendían a razones.

You wanted to kiss me! —exclamó la divina, como si yo hubiera querido besarla.

—Eso no es verdad, ¡Antonella, deja de mentir! —le grité, desesperado por no dañar a las otras dos adolescentes.

—Pero es la verdad, love... —la presumida dejó soltar un suspiro.

De repente, Sol no aguantó la presión y salió corriendo entre lágrimas. Yo, sin dudarlo, me dirigí a consolarla.

—Solsito, ¿Qué te pasa? —pregunté, confundido.

—Álvaro, a ti te gusta Antonella, ¿Verdad? —cuestionó, con lágrimas rodando por sus mejillas.

—¡Claro que no! —exclamé, negándolo por quinta vez— ¿Cuántas veces lo tengo que repetir?

Mi mejor amiga procedió a quedarse en silencio. Yo, al ver que no iba a decir nada más, traté de seguir consolándola.

—Te estoy diciendo la verdad, puedes estar tranquila, ella no me gusta.

—¿De verdad? —emitió un suspiro de alivio—. Está bien, te creo.

—¿Ya estás bien otra vez? —pregunté, con una sonrisa.

Ella asintió, así que decidimos volver a mi cuarto. Sin embargo, cuando lo hicimos, encontramos a Camila y Antonella tirándose de los pelos, peleándose sin razón aparente.

—¿Qué hacéis? —pregunté, separándolas para que no siguieran haciéndose daño entre sí.

—Mira, ¡La mosquita muerta! —Camila puso una voz similar a la de la divina, al parecer estaba imitándola.

Mi hermano bajó debido al ruido y, al darse cuenta de que llevaba mi consola, la escondió en su espalda, pero olvidándose de bajarle el volumen.

—¿Qué jaleo lleváis? —cuestionó, ocultando la consola.

Me? ¿Mosquita muerta? You are disgusting, ¡Pato peruano! —exclamó Antonella, respondiendo al ataque de Camila.

—Bueno, chicas, ¡Parar ya! —dije yo, tratando de bajarles los humos sin éxito.

—¿Qué ganáis peleando? —preguntó Solsito, sin entender tal estúpida pelea.

—No sé —contestó la brasileña— ¡Lo único que sé es que quiero que Anto se vaya!

Excuse me? —cuestionó la divina, con el orgullo cada vez más dañado—. Yo llegué primero, ¡Vete tú!

—Bueno... ¿Y por qué no os quedáis las dos y punto? —traté de dar una solución, la cual no gustó nada.

—¡No pienso quedarme aquí mientras ella esté! —tras decir eso, la brasileña cogió su bolso y se dirigió a la puerta—. Nosotras nos vamos, ven, Sol.

Solsito obedeció y, junto a Camila, abandonó la escena. Nos quedamos solos mi hermano, Antonella y yo.

—¡Bye Bye, losers! —la presumida se despidió de ellas, aunque obviamente ya no podían escucharla.

—¿Me voy yo también? —cuestionó mi hermano, aún ocultando la 3DS.

—Me da igual —me encogí de hombros—. Quédate si quieres.

Entonces, mi hermano recibió un WhatsApp y se dispuso a coger el móvil para leerlo, desocupando sus dos manos de la consola y haciendo que se cayera al suelo, destrozándola en mil pedazos.

—¡Sebas! —le grité, viendo los restos de lo que alguna vez fue mi consola—¿Para qué coges mis cosas? ¡Te voy a matar! ¡Fuera!

No fue capaz de contestarme y huyó hacia la buhardilla. Antonella, viendo que no tenía mucho más que hacer allí, se despidió de mí y se fue.

Sebastián

Tras la tremenda reprimenda que me soltó mi hermano, huí hacia mi refugio habitual: la buhardilla. Decidí leer el WhatsApp que había recibido, el cual era de Luciana:

Nĭhǎo —me había saludado en chino.

—¡Hola! —devolví el saludo, con exclamaciones para parecer más amigable.

—¿Te apetece ir a un restaurante chino a comer? —me preguntó.

—Vale, ¿Por qué no? —tras meditarlo un poco, decidí aceptar su oferta.

—¡Te espero en el chino ya mismo! —me respondió e, instantáneamente, dejó de estar en línea.

Al ver que se había desconectado tan rápido, me arreglé a toda velocidad y en diez minutos ya había llegado al chino. Luciana estaba ya en la puerta, aguardando mi llegada.

—¡Hola, Sebas! —me saludó energéticamente—. Me alegra que hayas venido...

—Hola, perdón si llego demasiado alterado —me disculpé con la asiática—. Es que en mi casa estaban discutiendo...

—¿Y eso por qué? —cuestionó la china con curiosidad.

—Antonella vino a visitar a mi hermano y lo besó, pero justo vinieron Sol y Camila de visita también —le expliqué a Luciana, sin muchos detalles.

—¿Es que a tu hermano le gusta Anto? —preguntó, perpleja.

—No, pero ella se le lanzó.

—Ya, es que ella ahora está obsesionada con él —me dijo, sin sorprenderse mucho por mi respuesta.

—Y Sol salió corriendo entre lágrimas —añadí—. Le he dicho muchas veces que ella le quiere, pero no me hace caso.

—Sí todos lo saben, Sol siempre estuvo enamorada de Álvaro.

—Ya, pero es tonto —comenté, burlándome de mi hermano.

—Tú siempre me has parecido más listo que él, tu hermano siempre está ligando con todo el mundo —me hizo la pelota siguiéndome el rollo.

—Gracias —le agradecí sus palabras ya que no todos los días recibo elogios—. Siempre ha sido así, cuando íbamos a la escuela primaria, a él todas le enviaban cartas de amor en San Valentín, mientras que yo no recibía ninguna.

—Pues no sé qué le ven a Álvaro, a mí no me parece atractivo, te prefiero a ti mil veces —dijo, continuando con sus alabanzas hacia mi persona.

—Bueno, es que yo soy mucho más callado, es normal... —traté de justificar el porqué todos querían a mi hermano.

—Ya, me he percatado de eso pero, por lo que veo, ahora empiezas a hablar más —esbozó una sonrisa asiática.

—Sí, en primero de la ESO hice algunos amigos, gracias a un chico llamado Nico —le expliqué.

—Algo es algo —comentó y, acto seguido, entramos por fin al restaurante.

Aquel negocio era un tanto extraño, tenía cierto olor a perro y adornos de proveniencia asiática. Decidí tratar de ignorar todo esto y tomé asiento.

—Yo quiero un perro pinscher en miniatura, ¿Y tú? —cuestionó Luciana, mirando con atención el menú.

—Me apetece pollo al limón —respondí, un poco en shock debido a lo que ella iba a ordenar.

Ordenamos nuestro pedido y la camarera se fue. Entonces, Luciana decidió empezar a interrogarme.

—Bueno, Sebas, ¿Cómo estás tras la pelea que hubo con Álvaro Salazar y tu hermano?

—Mal —contesté sin siquiera pensarlo—. Yo lo intenté salvar y el héroe es Lolo...

—Ya, pero te desmayaste, tampoco es tu culpa no haber podido hacer nada... —trató de consolarme, pero solo me recordó mi debilidad.

—Si fuera más atlético, tal vez podría haberle ayudado, claro que es mi culpa... —mis ojos se tornaron llorosos tras pronunciar tales palabras.

—Pero cada uno es como es —me recordó la asiática—. Si no te gusta el deporte, no tienes porqué practicarlo, a mí me gustas tal y como eres.

—Ya, pero yo me veo gordo, bajo, y feo —yo no paraba de hacerme caer bajo.

—¡Para mí estás perfecto así! —exclamó sonriente—. Al igual que tú, yo tengo defectos, soy un palillo, tengo los ojos achinados, parezco la torre Eiffel...

—Pues para torre Eiffel Sol, para palillo Lolo y para achinado mi hermano de pequeño, para mí te ves bien así —traté de subirle el autoestima destacando los puntos negativos de otros.

—Ay, me halagas mucho, Sebas —se sonrojó y procedió a besarme.

Al ver mi cara de desagrado y perplejidad al recibir aquel gesto de amor, se apartó rápidamente y se disculpó.

—Lo siento...

—¡No, no pasa nada! —empecé a negar energéticamente con la cabeza—. Solo me has pillado por sorpresa...

—Pero... ¿Te gustó? —cuestionó la asiática, ansiosa por mi respuesta.

—Eh... Bueno, no sé... —no encontraba la manera de decirle que no tenía sentimientos románticos hacia ella.

—No parece que te haya gustado mucho... —Luciana miró hacia abajo, algo decepcionada.

—¡No, no quise decir eso! —traté de justificarme, tratando de no romper el corazón de la pobre china.

Mientras pensaba en cómo podría explicarle mi situación, la camarera nos sirvió nuestra comida. Me percaté de que el perro que le habían traído a Luciana tenía el mismo collar que el mío, además de ser de su misma raza.

—Bueno, déjalo, olvidemos todo —la asiática suspiró y empezó a comerse el collar.

—¿De dónde es el perro? —cuestioné, al ver tales similitudes con el mío.

—No sé —Luciana se encogió de hombros y continuó—. Van cazando perros de la zona y los cocinan.

—Es que mi perro tenía ese collar, y es de la misma raza que el de tu plato... —comencé a asustarme ante la explicación de la divina.

—Puede que sea una coincidencia —trató de calmarme, un poco anonadada.

—Quizás tengas razón —suspiré y empecé a comerme mi comida.

Tras unos minutos en silencio, Luciana terminó su comida y se despidió de mí, dejando en la mesa el dinero que le correspondía pagar. Después de un rato, yo también terminé y pagué lo que me tocaba a mí y me fui a casa. Al día siguiente, fuimos al instituto, pero no era un día normal, sino que era San Valentín. En cuanto entramos, observamos como nuestro amigo Lolo estaba siendo rodeado por múltiples estudiantes.

—¿Qué está pasando? —le susurré a mi hermano, al ver a Lolo en tal situación.

—Ni idea —contestó, sin comprender tampoco qué estaba pasando.

Entonces, un montón de chicas empezaron a entregarle cartas de amor a Lolo, tantas que se le dificultaba al adolescente guardarlas en su mochila.

—Tiene pocos problemas para ligar, ¿Eh? —comenté, sarcásticamente—. Hasta tú has ligado menos que él.

—Ya ves, y eso que yo ligo mucho —contestó, en shock al ver la avalancha de cartas dirigidas al afeminado—. Bueno, ahora tengo un problema con Camila y Antonella, además, desde lo sucedido con Madelaine no he vuelto a hablar con ella.

—¿Qué pasó con ellas? —le pregunté, sin entender muy bien de lo que estaba hablando.

—Ya lo viste, Antonella y Camila se pelearon —me explicó—. Anto se lanzó a besarme y las otras lo vieron todo...

—Ah, sí, y Sol salió corriendo —empecé a recordar todo lo sucedido.

—Exacto, con Sol ya me he arreglado, pero debería hablar con Camila ¿Y tú, qué tal anoche con Luciana? —me cuestionó, con curiosidad.

—Eh... fue un poco raro, se pidió un pinscher miniatura y el que le trajeron tenía un collar idéntico al de Coco —le expliqué, un poco asqueado ya que la china comió perro—. Fue solo una coincidencia, ya que cuando regresé, él estaba vivo y coleando, pero igualmente me asustó. Ah, y mientras estábamos comiendo, me besó.

—¡Que asco comer perro! —exclamó Álvaro, haciendo un gesto indicando que se le revolvían las tripas—. Lol, y, ¿Te gustó?

—Bueno, no estuvo mal —reconocí—. Aunque, como siempre, no puedo olvidar a Pía...

—Que rara es Luciana, será mejor que te quedes con Tamara —me recomendó mi hermano—. Y olvídate ya de Pía, ¿No ves que no quiere dejar a Mario?

—Tamara se enfadó conmigo y no hice nada, ese es el problema —le expliqué, recordando la cachetada que me había proporcionado—. Dice que no le hable más en la vida, ¡Y no puedo olvidar a Pía!

—Ya, pero no podemos hacer nada más, ¿O no ves que ellos ya no es que solo nos joden a nosotros, sino que a ellas también? —me dijo, comenzando a adquirir un tono más serio—. Deberíamos dejar de hacer tonterías e intentar hacer algo.

—¡Denunciémoslos a la policía! —exclamé, con decisión.

—¿Tu crees que la policía Pabla resolverá algo? —cuestionó, con ciertas dudas.

—Algo tendrá que hacer, para eso es policía, digo yo.

—Pero habrá que hablar con ellas antes de nada —comentó Álvaro.

—Ya, pero, ¿Querrán hablar con nosotros? —pregunté, esta vez siendo yo el que estaba dudoso.

—Pues ya me jodería que no quisieran, si me escapé con Mad y todo, y tu a Pía no le has hecho nada...

—Bueno, intentémoslo a ver qué pasa —contesté, no muy seguro de lo que íbamos a hacer.

—Vale, pero antes, voy a intentar arreglar las cosas con Camila —mi hermano se dirigió hacia donde solía estar la brasileña, con la intención de ajustar las cuentas pendientes.

Constanzo

Me dirigí al porche de la escuela ya que había recibido una nota, esta vez firmada por Emma, pidiéndome que fuera hasta allí. Cuando llegué, ahí estaba ella, aguardando mi llegada.

—Eu, ¡Emma! —la saludé, chocando nuestras manos.

—¡Hola, Coni! —me sonrió y procedió a contarme el porqué de aquella nota—. Como ya sabes, es San Valentín, y quería confesarte que... Llevo enamorada de ti desde la primaria y, de hecho, ¡Pensaba que ni siquiera sabías que existo!

—¡No me la contés, boluda! —exclamé con sorpresa al enterarme de sus sentimientos—. Yo era el que pensaba que vos no sabías que existo...

—Que linda casualidad —se sonrojó y continuó hablando—. Los dos estábamos enamorados entre nosotros, pero ambos pensábamos que uno ni sabía de la existencia del otro.

Emma procedió a besarme pero esta vez en los labios, a lo que yo correspondí. Era como un sueño hecho realidad.

—¡Coni! —comencé a escuchar los lamentos de Carlos desde lejos.

Mi amada me dio la indicación de que fuera a ver que quería mi amigo y se despidió de mí. Corrí a donde se ubicaba Carlos.

—¿Qué te pasa, boludo? ¿No me podés llamar en otro momento? —le pregunté, con rabia.

—Tío, Quique me ha rechazado porque quiere a una chica llamada Meberat —él comenzó a llorar ante lo sucedido.

—¿Y qué vas a hacer? No sé qué decirte, a mi Emma me ama —le restregué en la cara que a mí sí me habían correspondido.

—Creo que mejor seré hetero, tío, así evitaré rechazos —suspiró y se fue, sin decirme nada más.

Pensé que era un tanto raro cambiar tu sexualidad por eso, pero no le di más importancia y caminé por el instituto, muy feliz por lo sucedido.

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