Todo lo que quiero, lo tengo.
Dinero, mala fama y océanos.
Alastor tomó su mano y lo jaló contra su cuerpo. Lo primero que hizo Angel fue abrazarlo en medio de la multitud de la ciudad y sonreír con leve agradecimiento. Estaban en el centro, un día típico en la otra vida. Aunque el ambiente se sentía diferente, más fresco y jovial.
El ciervo se separó del abrazo, el cual solo fue un gesto de cariño, y le tomó el rostro a su precioso Angel para acariciar su mejilla con su pulgar. Escuchar la tierna risa de su novio le hacía vibrar el corazón, el cual había pensado que estaba muerto desde hacía años.
Incluso creo haber encontrado a Satanás.
En los flashes de las bonitas cámaras.
Bonitas cámaras...
¿Soy glamoroso? Dime, ¿Soy glamoroso?
—¿Cómo planeas sorprenderme hoy, hombre bonito?
—Tengo algunas ideas —respondió Alastor ampliando su sonrisa de caballero—. Solo debes sostenerte de mi cuerpo para no caer.
—Ya veo —suspiró la araña con una sonrisa tranquila—, no será un viaje corto entonces. Estoy dispuesto a todo contigo.
¿Puedes oírme?
Puedo ser tu muñeca de porcelana.
Si es que quieres verme caer.
Angel se aferró a la cintura de su hombre con sus brazos inferiores y envolvió sus hombros con los superiores. Lo que hizo Alastor fue proceder con su magia, abrazarlo de igual forma y retroceder para envolverlo con su poder de brea negra absorbente.
Fue un viaje diferente, extraordinario y sobrenatural.
—Puedes mirar el paisaje, cielo —lo animó el hombre radio sin apresurarse.
Angel no sentía sus pies sobre ninguna superficie firme, pero confiaba en Alastor y por eso se aferraba con tanta fuerza a su cuerpo. Apartó un poco su rostro del contrario y observó su alrededor, el paisaje estelar... El ciervo era un overlord que poseía un poder desconocido para él, jamás sabría cuál era el límite. En ese momento, estaban viendo las bifurcaciones de colores entre las estrellas rojas y doradas de alguna zona muy alejada del infierno terrenal que conocían.
Parecía un sueño, era como si fuera magia en estado puro y polvos de maravillosas constelaciones. Todo brillaba increíblemente, y las estrellas color fuego corrían de un lado a otro como meteoros.
Bebé, eres tan adictivo como una droga, tu amor es letal.
Dime que la vida es hermosa.
—Alastor... Esto va más allá de todo lo que he conocido —admiró la araña con sus ojos grandes y cristalinos—. Es demasiado bello.
—Hay belleza en lo más lejano. Pero también en porciones diminutas del infierno que no conocemos —contestó su hombre volviendo a tomar la mejilla de Angel y acariciándola con mucho cariño.
El demonio radio lo capturó con seguridad de su cintura y comenzó a transportarlo por cada sitio que le era posible manifestar. Galaxias de colores, oscuras zonas color plata y lugares infernales que eran muy diferentes a lo que era el planeta tierra o siquiera algo comparable con lo que ya conocían.
Alastor no miraba los paisajes, él solo contemplaba con una gran sonrisa la expresión alegre y llena de emoción de Angel, porque era lo único que lo hacía feliz.
Todos ellos piensan que lo tengo todo.
No tengo nada sin ti.
Todos mis sueños y todas las luces no significan nada sin ti.
Se remontó a sus recuerdos. A lo tibio que se sentía tomar las manos de Angel, besar sus labios y acariciar su pelaje de terciopelo. Alastor lo llevó a mundos maravillosos y reconoció el palpilar de su corazón enamorado al ver su gran sonrisa, sus mejillas sonrojadas y el sonido de sus pequeñas risas.
Recordó todo lo que amaba de Angel. Las lágrimas que la pequeña araña derramó ante él, lo fuerte que era y lo quebradizo que se volvía cuando estaban solos. Recordó todo lo que Angel tuvo que sufrir por su cuenta en el infierno y en el mundo de los vivos y se maldijo a sí mismo por nunca haber podido estar allí, en tiempo real, cuando más lo necesitaba.
El verano es agradable y caluroso.
Y mi vida es dulce como la vainilla lo es.
El oro y la plata envolvieron mi corazón.
Pero prendí fuego todas esas imágenes robadas en mi cerebro.
Cariño, imágenes robadas.
Los sentimientos humanos eran aterradores, pero no se sentían así junto a Angel. No cuando sentía el aroma de su perfume dulce, la suavidad de su pecho y la ternura de sus mejillas entre sus manos, sus cabellos sedosos por sus dedos y los huesos marcados de sus pequeñas caderas.
Alastor recordó la felicidad en los ojos de Angel cuándo le decía que lo amaba, también cuando lo sorprendía con flores marchitas, o con anillos de oro. Angel guardaba cada pequeña cosa, le sonreía y lloraba de felicidad.
Muchas veces, le preguntó a Alastor por qué lo amaba. Cuál era la razón.
Se conocieron en el hotel, su relación era hostil, sus bromas eran pesadas y cuestionables. Ellos peleaban todo el tiempo por estupideces, nadie jamás hubiera apostado que podrían llegar a amarse.
Sin embargo, Alastor siempre respondía con seguridad cuando él le preguntaba aquello.
Lo amaba porque era simplemente él mismo. Tierno, apasionado, libre... Amable, de corazón blando. Alastor amaba a Angel de una forma que nadie lo amó antes y lo protegía como un valioso tesoro en una cajita de cristal. Si pudiera protegerlo todo el tiempo, si pudiera hacerlo reír todo el tiempo y secar sus lágrimas, borrar sus pesadillas y curar su corazón, ¿Que tan feliz sería Alastor?
Era su único propósito en el infierno a cada día que pasaba. Y se esforzaba en hacerlo.
Cuando el viaje terminó, ambos tomaron asiento uno al lado del otro en el borde de la azotea de un gran rascacielos del centro de Ciudad Pentagrama. Se quedaron en silencio admirando la ciudad, los autos, las luces, el sonido, las nubes rojas, el movimiento de las calles.
—Hey, Al... —Angel deslizó su brazo y tomó el de Alastor, se apegó a su cuerpo y lo miró de reojo con una sonrisa nostálgica—. ¿Te lo imaginas? ¿Qué hubiera sucedido si nos conocíamos en el mundo de los vivos?
¿Puedes imaginarlo? Cariño, esa vida que pudimos haber vivido.
Dime que la vida es hermosa.
Todos ellos piensan que lo tengo todo, pero no tengo nada sin ti.
Alastor parpadeó algo confuso, ambos se miraron a los ojos con más propiedad y dejaron que la brisa de las alturas revoloteara sus cabellos rojos y blancos. El ciervo sujetó su suave mentón y acarició su pómulo con su pulgar, su rostro se llenó de nostalgia y un poco de tristeza también.
—Tal vez no estaríamos aquí, tal vez estaríamos allá arriba.
Angel abrió sus ojos atónito. Una gran probabilidad era la de amarse y protegerse a tal punto de no cometer pecados, tener una vida digna y no haber caído en todas las trampas del destino, las cuales fueron crueles con ambos.
Éramos dos almas tan solo tratando de escapar, viviendo el lado oscuro de un sueño infernal.
—Pero... Seguiríamos juntos, ¿Verdad? —preguntó Angel con su voz un poco más baja y quebrada—. No importa en dónde estemos, o en qué lugar nos encontremos. Nosotros estamos destinados a conocernos en donde sea.
Alastor lo abrazó porque sabía que Angel creía en eso, esa idea le hacía ilusión y también lo hacía llorar en las noches. Quería pensar que estaban predestinados, que sus almas nacieron para amarse y cuidarse, sanarse por sobre todas las cosas. Y la razón era que, si Alastor no hubiera llegado a su vida, Angel ni siquiera tendría un rumbo o algo cercano a la felicidad debido a su contrato y su condena eterna.
Alastor era su salvador, el hombre que más amaba y que más necesitaba. Y daba por sentado que un hilo rojo los unía desde que nacieron como almas humanas.
Nos hubiésemos quedado hasta tarde escuchando música a todo volumen, bailando y riendo.
Pero nada es lo que parece.
—Cariño, me hiciste creer en el destino, en las casualidades, en la divinidad y en todo lo que siempre creí improbable —sostuvo su rostro entre sus manos, Angel derramaba lágrimas de nostalgia y tristeza, pero Alastor las secó con pequeños besos gentiles y lo siguió protegiendo—. Jamás creí ser capaz de amar y aquí me tienes. Eres mi mundo, mi guía, mi todo. Y te haré feliz todos los días, quiero hacerte el hombre más feliz del infierno porque lo mereces.
Quiero ser tu muñeca de porcelana.
Bebe, eres tan adictivo como una droga, tu amor es letal.
Angel, en su estado más frágil, rodeó el cuello de su hombre con una de sus suaves manos y lo acercó a él. Juntaron sus frentes y cerraron sus ojos para sentir esa intimidad que tanto le agradaba al contrario. Si Alastor tan solo supiera que era su más grande sostén en todo el mundo... Era casi vergonzoso admitir todo lo que lo amaba y necesitaba. Pero no se arrepentiría de tener esos sentimientos. Jamás se arrepentiría de amar de esa forma, como si se tratara de un humano y fuera su primer verdadero amor.
—Ya soy el hombre más feliz de todo el infierno porque te tengo a mi lado —sonrió aún en esa cercanía tan preciosa y acogedora—. Te amaré por siempre, Alastor.
Besó los labios de su hombre, quién lo capturó con suavidad de las caderas y lo apegó a su pecho. Angel le sujetó el rostro entre sus dedos rosas, los cabellos de ambos se mezclaron y el suave viento los hizo sentir la frescura de la estación. Aquella era una historia de amor que nunca tendría final.
¿Hola? ¿Puedes oírme?
Todos mis sueños y todas las luces no significan nada si no te puedo tener.
No tengo nada sin ti.
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Este es el final de la semana. Muchas gracias por leerme.💖💖💖💖