Réquiem por Trujillo

By mildemonios

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Han pasado muchos años desde que los muertos regresaron a la vida para alimentarse de los vivos. Algunas com... More

1. Ángelo: Toque de queda
2. Stefanie: Debajo de la tierra
3. Cristian: Una noche tranquila
4. Todos: Los últimos días
5. Angelo: Presentaciones
6. Stephanie: Primera vez afuera
7. Cristian: Problemas en el camino
8. Teresa: Parada en el camino
9. Daniel: La vida en el centro comercial
10. Stephanie: Primera vez frente al mar
11. Cristian: Noche en altamar
12. Negociaciones frente a Cao
13. Al agua patos
15. Cristian: Un nuevo mundo

14. Stephanie: Arribo a la playa

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By mildemonios

Cuando embarcaron al bote de Leandro, el detalle de las olas le había parecido curioso. Sabía que existían, pero nunca le había dado importancia. La vida dentro de la relativa seguridad de la colonia la había mantenido alejada de las playas y el mar. Ahora que pataleaba en dirección a la orilla sujeta de una tabla y veía que estaba por llegar a las olas y sentía que el mar comenzaba a subir y bajar de manera cada vez más pronunciada, Stephanie no pudo evitar comenzar a sentir pánico.

Le picaba las palmas de las manos. Su respiración comenzaba a alterarse. Su mente comenzaba a adelantarse y verse rodeada de esos zombis que tenía ahí delante, parados en la arena. Esperándola.

"Tranquila", le dijo de pronto Teresa, sujeta a la misma tabla. "Mantente concentrada en la casa azul. Eso es todo lo que debe estar en tu mente. Esa casa azul lo es todo. Es tu vida. Es lo único que importa"

"¿Y Naomi? ¿La abandono?"

"Escuchaste el plan. Tú, Cristian y ella avanzarán juntos. No pienses en nada más. Los apestosos serán mi problema"

"Pero... Son tantos"

Miró a la playa de nuevo. No podía concentrarse en la casa azul con tanto muerto viviente en el camino. Ahí estaban, parados, moviéndose lento, con sus expresiones vacías y macabras, con sus bocas abiertas y sus dientes a la vista. Sus ropas rasgadas y sus brazos caídos.

"Cuando nos acerquemos sonarán las bocinas. Eso limpiará nuestro camino por unos segundos. Debería ser suficiente"

Steph tuvo ganas de preguntar cómo podíamos estar seguros de que las bocinas sonarán, pero sabía lo que Teresa le respondería. Que era preciso tener fe.

Cuando sintió el primer golpe de una ola, el pánico se apoderó de ella. Con las justas pudo respirar. Su visión se nubló. Le pareció sentir que manos débiles la trataban de sujetar desde el fondo del mar. Pataleó con más fuerza.

"¡Naomi!", gritó de pronto. Algunos zombis en la orilla se voltearon hacia ella y se activaron. Empezaron a gemir, lo que a su vez atrajo la atención de otros muertos vivientes. Un par de ellos comenzaron a caminar hacia ella, metiéndose al agua y siendo empujados por las olas.

"Maldición", murmuró Teresa. La sujetó con fuerza de un brazo. "Concéntrate en la casa azul. Vas a echar todo a perder. Cállate la boca. No digas una palabra. No grites"

"No puedo, no puedo", balbució Steph, mientras sentía que las olas la empujaban hacia adelante cada vez más. Cada vez con mayor fuerza. Incluso si quisiera, ya no había vuelta atrás. El mar la llevaba hacia la playa, hacia esos monstruos que la esperaban con los brazos abiertos y las garras sucias. Con esa sonrisa maliciosa que ella tanto odiaba. "Tenemos que volver"

"No es una opción", le dijo Teresa sujetándola con más fuerza del brazo. "Escúchame. Vas a tener que fingir que eres valiente. Olvídate de que eres esta persona débil y miedosa. Imagínate que eres una persona valiente, lista para la aventura"

"No sé cómo sería eso", dijo ella. "Nunca he sido valiente. Nunca lo he sido. No sabría cómo pretender serlo"

Teresa suspiró. Sintió que una ola la golpeaba en la espalda. Era cuestión de segundos. En meros momentos tendría que desenvainar sus armas e iniciar la carnicería. No tenía tiempo de estar impartiendo sabiduría de autoayuda.

"Imagínate que eres yo", le dijo. Y no hubo oportunidad de decir más. Las bocinas se habían activado.

Una ola golpeó a Steph con más fuerza y casi suelta la tabla. Adelante pudo ver cómo los zombis miraban hacia arriba y hacia los lados. El truco estaba funcionando. Los muertos vivientes comenzaron a caminar hacia la derecha y hacia la izquierda, buscando el origen del sonido. De pronto, en cuestión de segundos, había una senda libre que le permitía ver la casa azul ahí adelante.

Leandro llegó tambaleándose a la playa. Sin voltearse para verlos y sin mirar a los lados, corrió a largos pasos hacia adelante. Cayó a la arena una vez, pero se paró de un salto. Steph estaba a punto de ver cómo llegaba a su destino, cuando una ola la aceleró y la arrojó a la playa a ella también. De pronto estaba con arena en la cara.

Sintió el pánico de nuevo. El cuello le picaba, el aire le faltaba y la opción de quedarse ahí tirada en la arena mientras el agua llegaba a sus pies a intervalos constantes se veía cada vez más atractiva. De hecho, ahí se hubiera quedado si es que la decisión hubiese sido de ella.

Alguien la cogió fuertemente del brazo y la obligó a pararse. Era Teresa, por supuesto. En cuanto estuvo parada, las piernas de Steph parecieron ceder y casi cae al piso arrodillada, pero Daniel, que estaba parado junto a ella no lo permitió. La sujetó de la cintura

"¿Quieres que así sea como te recuerde tu hija?", le susurró en voz baja.

Steph buscó con la mirada. Estaba un poco desubicada, así que se tardó en encontrarla. Antes vio lo cerca que tenía a los zombis. Si bien estaban distraídos por las bocinas, caminando lentamente hacia los bordes de la playa, estaban apenas a unos metros. Si se voltearan y fueran por ella, se demorarían segundos en agarrarla. Segundos. Así de cerca. Eso no ayudó en enfocarla.

"Tu hija", le susurró Daniel y señaló hacia adelante. Ahí estaba Cristian avanzando con la pequeña niña en brazos. El programador avanzaba con dificultad, doblando demasiado las rodillas. El peso de Naomi parecía ser demasiado para él. Sin embargo, por alguna razón él persistía en cargarla. "Te necesita. Ve con ella"

Steph, sin embargo, no pudo. Se dejó caer en la arena nuevamente y Daniel tuvo que sostenerla. La sujetó con más fuerza de la cintura y la obligó a avanzar unos cuantos metros.

La visión de Steph estaba nublada. Estaba confundida y no se podía concentrar. Sabía que tenía zombis a un lado y al otro, pero no tenía claro hacia donde debía correr y en dónde estaba su hija. Quiso pararse, pero no pudo. Daniel la seguía empujando hacia adelante. No le daba respiro. Ella quería que la dejara pararse, que la dejara valerse por sí misma, pero Daniel no estaba colaborando. Era como que ella había tenido su oportunidad y ahora tendría que dejarse llevar, no más. Humillarse frente a su hija.

O detrás de su hija, mejor dicho. Por lo menos ella estaba mirando hacia adelante. Steph esforzó su vista y pudo entender que ahí delante, avanzando por la playa a pasos largos a unos cuantos metros de distancia, estaba Cristian que ya había soltado a Naomi y la guiaba para que siga caminando hacia la casa azul. Con un poco de suerte, por lo menos ellos dos se salvarían.

Llegarían al refugio y se presentarían como padre e hija. Cristian y Naomi vivirían juntos, entonces. Serían una familia feliz, sin Steph. Y con el tiempo la olvidarían y se creerían la mentira. ¿Era eso lo que quería? ¿Era eso lo que ella esperaba de su hija? ¿Desaparecer de la historia era lo mejor para ella?

No, definitivamente no. Naomi necesitaba a su madre. La necesitaba a ella. No podía dejarla en manos de ese cínico programador. Técnico acomodado que había estado acoplándose a todas las circunstancias desde que se conocieron en las Siete Torres. ¿Qué clase de educación recibiría su niña de él? ¿Qué cariño recibiría? ¿Qué futuro le esperaba? No, por ella debía armarse de valor.

De pronto la sugerencia de Teresa tuvo sentido. Fingiría ser una persona valiente. Lo haría por Naomi. Se mostraría como alguien útil. Alguien que no es una carga. Tenía que dar el ejemplo.

Y así, de pronto, estaba dando pasos reales y ya no estaba pisando arena. Estaba caminando sobre una plataforma de concreto a pocos metros de la casa azul. Ya casi había llegado. Steph sonrió y estiró las manos hacia adelante. Su hija ya estaba subiendo la escalera de mano que habían habilitado. Cristian estaba comenzando a subir. Daniel ya no estaba sosteniendo a nadie, sino que estaba con sus armas listas por si algo salía mal.

De pronto y sin previo aviso, la bocina dejó de sonar.

El movimiento del mar pasó a ser el sonido dominante. Los zombis que se habían estado alejando un poco se quedaron parados y poco a poco se fueron volteando hacia el océano.

Steph se quedó paralizada. No pudo dar ni un solo paso más. Daniel le hizo una seña para que continúe. Steph mantuvo su vista fija en el zombi más cercano. Era gordo y estaba de espaldas. Llevaba un pantalón roto que dejaba al descubierto sus tobillos. Estaba descalzo y tenía solamente un brazo. El izquierdo se había perdido en alguna parte. Era calvo y tenía las orejas grandes. Llevaba una camisa que alguna vez había sido blanca y ahora estaba sucia. Miraba el mar sin preocupación alguna. Ni siquiera parecía una amenaza.

Steph sonrió y suspiró. No parecía una amenaza. Se volteó hacia Daniel, que le sonrió de vuelta.

"No es una amenaza", dijo en voz normal, lo cual era demasiado alto para la circunstancia.

El zombi gordo se volteó y por un pequeño momento Steph pensó que no la había visto. Que estaba a salvo. Se dispuso entonces a dar el siguiente paso hacia la casa azul. No pudo hacerlo, por supuesto. El muerto viviente se inclinó y comenzó a caminar torpemente hacia ella. Dando mordidas en el aire, adelantando la cabeza por delante del cuerpo, con pasos rígidos y tropezándose con la arena. Le habría tomado dos segundos llegar a su presa, si no hubiera sido por Teresa.

Le cortó la cabeza con un corte limpio y certero de su machete.

Steph no sintió cómo sus propios ojos crecían lo más humanamente posible.

El cuerpo del zombi cayó al piso de rodillas primero, de pecho luego. Menos de un segundo después, cayó a la arena la cabeza, que había salido volando. La cabeza no hizo sonido alguno cuando cayó sobre la arena. El cuerpo decapitado sí lo había hecho. Mucho.

Varios muertos vivientes se voltearon con lentitud.

Daniel no esperó más. Volvió a coger a Steph del brazo y la jaló por el camino de ladrillo hacia la casa azul. Ya estaba a unos pocos metros. Pudo ver brevemente cómo su hija ya estaba arriba y Cristian estaba a la mitad del ascenso. Llegaría al techo en cuestión de segundos.

Daniel la lanzó contra la pared azul. Sus manos débilmente se sujetaron de las varas de la escalera de mano. Subió un travesaño y después otro.

Daniel y Teresa se pusieron en posición. Ambos tenían sus armas listas. Los zombis se acercaban.

Steph subió dos más.

Teresa se inclinó hacia adelante y mató a uno de los muertos vivientes. Regresó a su posición inicial.

Steph siguió subiendo y pretendió voltearse para ver lo que pasaba.

"¡No voltees!", escuchó una voz desde arriba que le decía en voz urgente, pero en volumen bajo. "Tú sigue subiendo. No te preocupes por ellos"

No era la voz de Cristian. Tampoco era la de Leandro. Era de alguien de esta colonia. Alguien que la recibiría en cuanto estuviera arriba.

Está bien. Haría caso y seguiría subiendo, aunque eso arrojaba la preocupación de cómo se salvarían ellos dos. Daniel y Teresa estaban ahí abajo atrapados con los apestosos. ¿Cómo saldrían de ésta?

Steph siguió subiendo, paso a paso.

Daniel atravesó a un apestoso con su arma y regresó a estar en posición. Teresa empujó a otro de una patada, el cual cayó de espalda sobre otros dos que estaban detrás de él. Esto seguramente le ganaría unos segundos.

Steph llegó a lo más alto del muro. Pudo recién ver el techo al que había estado subiendo. Era plano y limpio. En una esquina había una especie de kiosko pequeño de madera. Ya luego investigaría de qué se trataba. En el medio estaban Cristian y Naomi abrazados. Ella estaba llorando. Steph no sabía por qué, pero no le importaba.

Un hombre maduro y arrugado la ayudó a trepar lo último que faltaba y debe de haberla saludado, pero ella no registró nada. Solo corrió donde su hija y la abrazó fuertemente. Debe de habérsela arrancado a Cristian, pues segundos después lo vio parado junto a ella mirándola.

"¿Cómo los ayudamos a subir?", preguntó Cristian caminando al borde. Si Daniel y Teresa seguían en posición defendiéndose de los zombis que se acercaban, no podrían subir la escalera de mano. Estaban ahí abajo atrapados.

"No sabemos", respondió el hombre. Ahí arriba había otras tres personas. Ninguno se veía como persona de acción. Los tres estaban indecisos. "No somos guerreros como ellos. Somos pescadores y artesanos. Gente sencilla"

Cristian frunció el ceño. Dependía de él, entonces. Caminó al borde y evaluó la situación.

La situación era grave. Toda la playa estaba inundada de zombis. Desde ahí arriba se veía como un caso perdido. Aun así, no pensaba dejarlos abandonados. 

"Pescadores", dijo de pronto Cristian volteándose hacia el hombre. "¿Pescan con redes?"

"A veces", respondió.

"Bien. Traigan las redes. Traigan varias redes. Vamos a salvar a Teresa y a Daniel", luego se inclinó hacia abajo por el borde. "¡Esperen! Ya los vamos a salvar"

Ellos dos no respondieron. Siguieron matando apestosos conforme se acercaban. Había una precisión en sus movimientos. Sabían exactamente a cuáles atacar. Cómo regresar a su posición inicial. Ni siquiera parecían estarse cansando o estar nerviosos.

Steph siguió abrazando a Naomi cuando dos señoras de edad avanzada las guiaron fuera del techo por un pasaje al interior de la casa. Cristian se quedó mirando todo por unos segundos, hasta que aparecieron cuatro hombres de entre 40 y 50 años cargando pesadas redes gruesas.

Leandro no estaba por ninguna parte. Parecía haber bajado a la seguridad de esa casa y haberse olvidado de Teresa y Daniel.

"¿Quién de ustedes es el mejor lanzando redes?", preguntó Cristian. Uno de ellos levantó la mano. Estaba sin zapatos, con pantalón holgado de una tela delgada. El pecho lo llevaba cubierto con un polo sin mangas. Tenía el pelo ondulado corto negro con líneas blancas.   Cristian estimó que debía tener unos 50 años de edad. "Genial. Ven. Párate al borde. Cuando te digas, tirarás la red a esos apestosos de ahí. A esos"

Señaló a los que estaban acercándose por el lado de Daniel.

Luego Cristian se inclinó sobre el borde y le habló a los dos allá abajo.

"¡Daniel!", le gritó. "Tú subirás primero. Prepárate. En cinco, cuatro, tres..."

Cristian le indicó al pescador. Éste tiró la pesada red a un lado de Daniel, tumbando al piso a varios de los zombis que se le acercaban. Daniel no esperó ni un instante. Soltó la media lanza que tenía y comenzó a subir las escaleras rápidamente. Fue como si dos saltos hubiese sido suficiente. En un par de movimientos ya estaba en el techo de la casa azul con ellos.

Se tiró al piso a recuperar su aliente. Señaló a Cristian, que lo estaba mirando preocupado.

"Estoy bien, estoy bien...", llegó a decir Daniel. "Ahora Teresa"

Cristian señaló a otro de los pescadores. Otro de los que había traído redes.

"Tú, revisa que no tenga mordidas. Que no haya sido infectado"

El pescador asintió y se arrodilló junto a Daniel. Lo comenzó a revisar.

Mientras, el otro pescador se preparó para lanzar la segunda red.

"¿Lista, Teresa?", le gritó Cristian desde arriba. Luego se volteó hacia el pescador. "Vas a tener que tirar dos. Una al costado de Teresa y la otra al mismo ligar que hace un rato"

El pescador asintió.

"¡Ahora!", grito. El pescador tiró una red junto a Teresa, que tumbó al piso a varios de los zombis que se le acercaban. Teresa no esperó. Soltó su arma al piso y saltó sobre la escalera. Los muertos vivientes que venían del otro lado se le acercaron pisando a los que estaban sujetos por la red que habían lanzado hacía un par de minutos. Avanzaban de manera torpe, tropezándose con los pliegues de la red o con sus compañeros muertos en el suelo.  Aun así, algunos lograron superar esos obstáculos en su ansia de comerse viva a Teresa.  A esos, el pescador le tiró una tercera red encima.

Teresa subió al techo de dos movimientos, tal como Daniel. Una vez arriba, se dejó caer al piso a tomar un respiro. Ambos sonrieron y se sentaron. Vestidos únicamente con pantalón y polo negros, parecían uniformados. No tenían correas, no tenían zapatos, no tenían casaca, no tenían maletín.  Las armas que habían traído las habían soltado para subir al techo de la casa azul.

"Bien pensado", le dijo Daniel a Cristian, quien sonrió y cruzó sus brazos. Los pescadores celebraron, menos el que había tirado las redes.

"¿Cómo vamos a recuperar las redes ahora?", preguntó.

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