UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLET...

By Jota-King

607 158 11

Saga "The Wings of the Scorpions" Primera entrega. En un pueblo olvidado del mundo, Arturo debe luchar día a... More

Notas del autor.
Cita en el bar.
La amenaza de un extraño.
Atención a las señales.
Recuerdos del pasado.
Conflictos.
Viaje al fondo del abismo.
Una señal de esperanza.
No hay plazo que no se cumpla.
Las llamas de la venganza.
Cenizas.
Mar de dudas.
Noche de insomnio.
Luto en Los Manzanos.
El último recorrido.
Considérate afortunado.
Familia fracturada.
Nuevo error.
Don nadie.
Hombres de la calle.
Cementerio de esperanza.
En el lugar equivocado.
Un nuevo destino.
Se abren puertas.
Oportunidad.
Prueba de confianza.
Una nueva identidad.
Son más que sueños.
Sinceridad.
Bondad en el corazón.
Encuentro inesperado.
Mordiendo el anzuelo.
Noches perdidas.
Retomando el juego.
Convaleciente.
Pleito en el bar.
La muerte anuncia su llegada.
Con el corazón en la mano.
Una estrella en el firmamento.
Adiós viejo querido.

Palabras del alma.

14 4 0
By Jota-King

Alzando la mirada, William sentía en su corazón que debía acceder a lo que Arturo le planteaba, pues para él, era inevitablemente una visita que debía hacer. Las metas y cambios propuestos a realizar en su vida eran motivo suficiente. Llevaba años sin visitar a su madre y esta era la ocasión perfecta.

—Sí, tienes razón, vamos a verla antes de irnos. Nos haría bien el visitarla, también me haría bien decirle unas cuantas cosas. —Claramente tenía la necesidad de hablar con su madre respecto al futuro que se avecinaba en su vida.

—Sí, creo que te haría bien charlar con ella. —Concluía Arturo.

Ambos hombres descendieron del vehículo y pasaron a la florería para comprar un ramo de rosas azules, puesto que a su madre le encantaba el color tan característico de aquella flor. A paso lento caminaron en dirección a la tumba de la mujer que les dio la vida, y a medida que avanzaban, por la mente de ambos florecían mil recuerdos, situaciones vividas junto a ella durante su niñez, y por sobre todo, el sacrificio, dedicación y amor desmedido. Sus mentes divagaban en esos recuerdos cuando sin darse cuenta, su caminata los tenía frente a la última morada de aquella mujer.

El viento en ese instante comenzó a soplar cálidamente, las hojas de los árboles se mecían al compás, desprendiéndose de entre las ramas varias de éstas, posándose sobre la tumba al caer. Casi al instante unos pajaritos parados entre las ramas comenzaron a trinar, dándoles un momento especial, como si aquella mujer les diera la bienvenida por su visita. Por minutos solo se limitaron a estar a los pies de la tumba, contemplándola, cada cual con un ramo de rosas entre sus brazos, como si sus mentes aún se encontraran atrapadas en los recuerdos que comenzaron a revivir. Pasado unos minutos, fue William quien sacó un hilillo de voz.

—Hola mamita, tanto tiempo. Perdóname por no venir antes, no estaba en condiciones de pararme frente a ti. Aunque tú donde estás lo puedes ver todo y sabes las cosas que me han pasado, has visto la manera en que he desperdiciado la vida que me diste.

—Sí madre mía, —continuaba Arturo— han sucedido muchas cosas, muchas de las cuales estoy seguro que les hubieras dado solución, tú con toda tu sabiduría y amor eras capaz de mover montañas y lograr mucho más de lo que podías.

—Aunque somos adultos mamita, aún nos haces falta, sobre todo a mí. —Espetaba William en voz baja— Lo he pasado muy mal por muchos años, y el único culpable soy yo. Ahora que toqué fondo, la venda que me cegaba cayó de mis ojos, y por fin me doy cuenta de muchas cosas, de lo equivocado que estaba y de la manera en que he desperdiciado mi vida. Pero eso está quedando atrás gracias a mi hermano, que a pesar de todo siempre ha estado presente para mí. Incluso con todos los problemas que le he causado a él y a su familia, nunca me ha abandonado.

—Tú nos enseñaste viejita, —interrumpía Arturo las palabras de su hermano— nos enseñaste a ser familia, a pesar de las cosas que pasaran y de lo mal que estuviéramos, eso lo aprendimos de ti. Tú que a pesar de todo jamás nos abandonaste, fuiste nuestro mundo y aprendimos mucho de ti. Bueno, ¡yo más que este tarado!

—¡Y tenías que decirlo! —Se quejaba William al darle un golpe por la espalda, producto del comentario emitido por su hermano.

—¡Es que no me aguanté las ganas de decirlo! —Descargaba éste entre risas, devolviéndole el golpe.

—¡Mejor anda a buscar un poco de agua para las flores, mientras yo limpio un poco aquí!

—¿Más encima me toca a mí?

—Recuerdo perfecto que la última vez que vinimos fui yo quien tuvo que ir por agua, así que hoy te toca hermanito. —William defendía con esas palabras la orden dada.

—Mmm, ganaste esta mano, todo porque yo no me acuerdo.

Mientras Arturo se dirigía a buscar agua para las rosas, William comenzó a limpiar los floreros de la tumba para poner las rosas que habían llevado. La visita era de improviso, por lo que no llevaban nada para la limpieza, así que utilizó sus manos para sacar las hojas secas y el polvo. Estaba en eso cuando miró el libro de mármol que adornaba la cabecera de la tumba, su mirada se quedó fija un instante en la fecha en que ella había partido, recordando casi en detalle aquel último día que estuvo con ellos. Fue un domingo de primavera.

La madre llevaba tiempo enferma, aun así, cada día salía a trabajar para llevar el sustento al hogar, muchas veces sacrificando incluso los fines de semana, pero aquel prefirió quedarse en casa junto a sus hijos, intuyendo que se acercaba a pasos agigantados el momento en que tendría que partir. Días después de su muerte, específicamente cuando les entregaron el cuerpo, los hermanos sabrían la verdad que por mucho tiempo les ocultó con tal de verlos felices.

Aquella mujer estuvo por largo tiempo batallando contra un cáncer de seno, el que terminó por esparcirse al cerebro, arrebatándole la vida en menos de un año. William se arrodilló a un costado, respiró profundo, y una lágrima rodó por su mejilla. Comprendía que los años sin ella eran demasiados, así como también los que cargaba sumido en su terrible adicción al alcohol, perdido en amistades falsas e improvisando día a día en su miserable vida, destruyéndola con cada paso que daba, y como si eso no bastara, arruinando con sus tropiezos la vida del único familiar que tenía.

Suspiraba pensando en ello, intentando dentro de sus pensamientos hilar las palabras que necesitaba decirle a su madre. Sabía que en donde quiera que estuviera, ella le escucharía, pero aquel exacto momento era el preciso para decirlo, solo le bastaba comenzar a hablar, desahogar con ella todo aquello que le apretaba con furia desmedida el pecho.

Sin embargo no lo conseguía, antes de hilar palabra alguna, un nudo en su garganta se apoderó de él, dejándolo por segundos sin poder expresar lo que a gritos necesitaba sacar afuera. Hasta que finalmente lo consiguió.

—¿Tanto tiempo he tirado a la basura mamita? Parece que fue ayer cuando me retabas por no querer comer mis legumbres, o cuando me diste el último beso de buenas noches y me arropaste en la cama. Que injusta ha sido mi vida desde que partiste, aunque tampoco tengo la decencia de culparla por lo que he pasado, si hay un culpable en esta historia, está frente a ti. —Confesaba con rabia en sus palabras— Una noche de borrachera le dije a mi hermano que si no fuera por él, yo me habría matado, y por muy borracho que estuviera, sumido en el fondo de aquella botella, casi perdido de lo que realmente sucedía en el mundo real, te sentí ahí, sentí tu presencia, sentí tu dolor. Perdóname mamita por haber dicho esas palabras tan cobardes, por querer buscar el camino fácil a mis problemas. En ese minuto no medí mis palabras y la cobardía en ellas. Tú fuiste un ejemplo, un ejemplo de que con sacrificio todo se puede lograr.

Una vez más aquel traicionero nudo se apoderaba de él, ahora con más fuerza. Y es que no era para nada fácil decirle a su madre esas cosas. Tenía miedo de que con sus palabras, lejos de lograr que por fin su madre descansara en paz, solo consiguiera hacer de aquel descanso eterno una pesadilla. Aun así logró sacar las fuerzas y las palabras que debía decir.

—Fui cobarde madre mía, lo he sido por mucho tiempo, y no pensé en el dolor que le causaba a mi hermano y a su familia, pero en especial, no medí el gran dolor que te causé con mis cobardes palabras, no pensé que tomando esa decisión me condenaba a no poder verte en la otra vida. Eso hasta que me visitaste esa madrugada, mientras dormía profundamente. Te pido perdón por mis actos, porque sé que con ellos tú no has logrado descansar en paz, tú siempre quisiste lo mejor para nosotros, y yo te he decepcionado mil veces y más.

Nuevamente las palabras se le trababan, negándose a salir. Tragaba saliva una y otra vez mientras secaba torpemente sus lágrimas, obligándose a seguir hablando.

—Pero como ya te has dado cuenta, las cosas están cambiando, y ahora estoy dispuesto a darle un giro a mi vida, por mí y por mi hermano. Ya le he causado mucho dolor y problemas con su familia y no se lo merece. Gracias mamita por estar cuidando de mí aún después de tu muerte, pero ya es hora de que dejes de velar por mí, debes soltar mi mano y dejarme caminar solo. Tu sacrificio ya fue grande en vida y no es justo que te sacrifiques en la muerte con tal de seguir cuidándome. Descansa madre mía. —Concluía William, con los ojos aún llenos de lágrimas.

Comenzó a sentir que su paz y tranquilidad eran completas. La mujer más importante en su vida aún seguía siendo su madre, pues había sido la única en darle un amor incondicional, y aunque el amor que recibe un hombre de parte de una madre no se puede comparar con el que recibe de una mujer, el amor de madre siempre estará ahí cada vez que lo necesites, no así el de una mujer. El amor de madre no tiene fecha de caducidad, a pesar de los problemas que el hijo o hija en cuestión pueda llegar a generar.

Quien no sienta aquel amor tan inmenso no merece el título de madre, y ella siempre sería para él la mujer más importante, aún más allá de la muerte. Pero ya era hora de dejarla descansar en paz, William no podía permitirse el seguir dependiendo de ella. Ya suficiente había hecho en vida, y era hora de soltar su mano, pues merecía aquel descanso eterno. En ese instante, Arturo apareció con un par de bidones con agua, por unos segundos se quedó silente contemplando la escena frente a sus ojos y viendo de rodillas a su hermano, comprendiendo la necesidad de éste. Sin embargo, debía romper el silencio.

—¡Ah claro, yo voy a sufrir con el calor en busca de agua y el lindura está ahí haciendo nada!

—Estaba hablando con la mamita una cosa personal, y no te incumbe. —Sorprendido secaba sus lágrimas para evitar que siguieran rodando por su cara, al momento que se reincorporaba.

—¡Ah para qué más, —alegaba Arturo para distraerlo de sus pensamientos— se ponen a conversar y me dejan a un lado, no te traigo más a ver a la mamá, para la próxima toma un bus y ven solo, o camina!

—¿Estás hablando en serio? —Preguntaba William mientras terminaba de secar sus ojos.

—¡Claro que no idiota! Para la otra por último te presto la camioneta hermanito.

—¡Muy chistoso el weón, mejor pongamos las flores antes que la mamita se enoje! Recuerda que tenemos cosas que hacer.

—¡Ah y más encima me quieres cortar la visita, todo porque tú ya hablaste con la mami, mientras yo andaba buscando agua!

—¿Y por qué demoraste tanto? —Interrogó de inmediato William ante los alegatos de Arturo.

—¡Porque ninguno de los dos trajo un bidón para el agua, tuve que ir a la camioneta a buscar unos que tenía, acá no encontré! —Se defendió éste.

—¡Rayos, tienes razón! ¿Cómo no te acordaste?

—¡Ya buena oh, ni que anduviera solo, por lo que veo somos dos!

—Bueno, pongamos las flores para la mamita antes que se enoje. —Le reiteraba William mientras echaba el agua dentro de los floreros.

—¡Y que se enoje, yo también me enojo y me llevo las flores! —Alegaba Arturo en son de gracia por el comentario— ¡Nooo mentira mami, si las flores son suyas, si era una bromita!

Los hermanos se pusieron a limpiar la tumba de su madre, sacando los restos de flores ya marchitas, y terminando de llenar los floreros con el agua llevada por Arturo, adornándolos con las flores nuevas. Terminada la labor se quedaron en silencio por unos minutos, contemplando la tumba a los pies de ésta, sabiendo que metros más abajo estaba el cuerpo de aquella mujer que tantas batallas dio para sacarlos adelante.

Qué más quisieran que poder fundirse una vez más en un abrazo con ella, el poder sentir su respiración, sentir su mirada, oír su voz y su risa, recibir un consejo de su parte, incluso una reprimenda. Pero no era posible, por lo menos en esta vida aquello no estaba al alcance de sus manos, quizás en la otra vida tendrían la tan anhelada oportunidad.

El ciclo de la vida es así pero, ¿qué sentido tiene el nacer si no se puede desafiar algo tan absoluto como la muerte? Durante el proceso de nacer y crecer, el reto para el ser humano es constante, el solo hecho de nacer es nuestra primera prueba, y así pasas toda la vida desafiando cada obstáculo. Podrás hacer todo lo que esté a tu alcance, podrás engañarla muchas veces, pero al final del camino encontrarás una calle sin salida, y dicha calle lleva por nombre… muerte.

Ese es tu punto final, y a pesar de todo lo que hagas durante tu vida, ésta lleva las de ganar, y es tal la confianza en su victoria que te da toda una vida para eso, para ese instante en que se pose frente a ti reclamando su premio. Cada cual se despidió de su madre, prometiendo volver el día antes de navidad, pero ésta vez llevando a sus nietos, aquellos que en vida no tuvo la dicha de conocer.

Comenzaron a paso lento a alejarse, cabizbajos, fruto de un vacío que en la vida solo el amor de una madre es capaz de llenar. La inmortalidad es algo efímero, pero mientras los vivos recuerden a aquellos que ya no están, los que partieron siempre vivirán. Hoy en día el mundo se ha vuelto en un lugar desechable, y parte de esos desechos son cruelmente nuestros propios seres queridos, sobre todo cuando éstos ya se encuentran en avanzada edad.

La mayor parte del tiempo nos encontramos tan ocupados creciendo, que olvidamos que quienes nos dieron la vida están envejeciendo, y los condenamos al olvido, muchas veces teniendo que llegar a esa calle sin salida en completa soledad. Solo unos pocos son capaces de evitar que esto suceda, y que aquellos que vieron con su llegada una luz de esperanza no queden en el más completo olvido. Sin emitir palabra alguna ya se encontraban sentados dentro de la camioneta de Arturo.

El mundo a su alrededor se había detenido y sus corazones solo pedían volver el tiempo atrás, a esa niñez donde su madre estaba viva y podían disfrutar de su compañía y de su infinito amor. Donde la preocupación más grande para ellos era realizar las tareas del colegio para después tener todo el tiempo del mundo para ser niños. Aquellos tiempos en que eran ignorantes del sacrificio que aquella mujer hacía por ellos, donde no entendían el valor de las cosas materiales y lo difícil que era llevar el pan al hogar, y que sus ojos de niños no les permitió ver lo mal que estaba su madre.

La vida vista desde los ojos de un niño es muy diferente, su inocencia les permite ver el mundo de manera distinta, más sana, más limpia, sin rencores y envidia, sin malos tratos, no les importa que quienes se encuentran a su alrededor sean ricos o pobres, blancos o negros, altos, bajos, delgados o gordos, aquellos ojos que con las cosas más simples se llenan de brillo y asombro están llenos de pureza. Tal vez sea esa la razón por la que muchos en esta vida, llegado su momento de madurez, quisiéramos volver a ser niños.

Pero aquello se pierde a medida que vamos creciendo, y lo que en aquel tiempo era una travesura sin importancia, ya de adultos puede llegar a ser el principio del peor de tus males. ¿Quién no ha soñado alguna vez en volver a esos años de juventud, a esa niñez tan exquisita en muchas formas? En traer a tu mesa a ese ser amado que ya no está, para compartir con él las risas, los abrazos, el tiempo.

Sin darnos cuenta disfrutamos de un mundo y de una vida muy diferente a lo que son hoy, y sin dudarlo, los mejores recuerdos que siempre vienen a la mente del ser humano, son aquellos vividos durante aquel tiempo de niñez. Arturo y William seguían perdidos en esos recuerdos tan felices, pero aquellos días de antaño por desgracia ya no volverían. En aquellos tiempos que se apoderaron por minutos de sus mentes y sus corazones, cada día era una nueva aventura de juegos, cada noche, un cálido abrazo y un beso lleno de ternura eran la antesala para ir a dormir.

Jamás pasó ni por un segundo en sus mentes de niños, que al llegar a ser adultos la vida les cambiaría tanto. Los juegos acabarían, la felicidad serían solo ráfagas de momentos, las dificultades serían parte del día, persiguiéndolos como un cazador tras su presa, dejarían de ser aquellos inocentes niños para ser adultos e insertarse en lo más duro de la sociedad.

Continue Reading

You'll Also Like

DFDBCB By Debby 🌺

General Fiction

188K 25.6K 146
Chu Li es una beta de bajo nivel sin feromonas, pero su prometido es el único alfa de nivel 3S en el imperio, Lu Jin. Como resultado, Chu Li se convi...
564K 21.3K 26
En esta versión, veremos a los viejos de Gran Colombia e Imperio de Brasil como animales salvajes que viven normalmente sus vidas, hasta que ambos se...
24M 1.9M 156
En el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. ...
16.3K 1.3K 48
Llegará un nuevo integrante a los smiling critters el cual pondría de cabeza todo.